Está en la página 1de 4

Multimedia somos todos

Mosaic n.55. 20.01.07

Luis Ángel Abad

La disposición de lo musical como una suerte de enclave autónomo ejemplar constituye uno de los
supuestos más profundamente arraigados de nuestra cultura. Al menos desde la filosofía pitagórica,
lo musical no sólo remite a un ámbito de relaciones ideales, sino que lo hace además desde una
pulsión recibida con el poder de la experiencia de un mito que se narra con voluntad cosmogónica.
Nos resulta fácil entender -tender a- la naturaleza autónoma de lo musical. La noción de armonía
que se administra en esta condición autónoma implica en última instancia la pertinencia del propio
sentido de justicia. Y del ethos al pathos, semejante condición forma parte de los requerimientos
más característicos de un discurso romántico exacerbado, hasta convertirla en elemento de
redención excepcional frente a la condición trágica de la existencia. Estoy pensando en
Schopenhauer o Nietzsche, por poner un ejemplo característico. En definitiva, esta típica condición
de lo musical implica un complejo trasfondo ideológico que recorre el sentido de las razones y los
actos, las ideas y los sentimientos, y señala ejemplarmente los límites del papel transformador del
arte.

Por el contrario, en general podemos decir que las condiciones de posibilidad dispuestas por los
medios de producción característicos de la Modernidad tienden a disolver, en todos los sentidos, el
carácter autónomo de los medios artísticos. De esta manera, la superación de la autonomía del arte
no resulta tanto una posibilidad más o menos deseable en términos ideológicos, sino una
consecuencia previsible en términos materiales. Frente a una tarea transformadora de la vanguardia
más testimonial, voluntarista y anunciatoria que materialmente efectiva, la mezcla y disolución de
categorías y medios artísticos tradicionales viene a darse por las propias condiciones de posibilidad
de los medios de producción modernos. Lo multimediático sería un resultado de esta mezcla, que
termina surgiendo como efecto (o diríase apocalípticamente, urgiendo por defecto) del pletórico
rastreo del desarrollo tecnológico y su incorporación minuciosa a los estilos de vida cotidiana.

Ruido, ruido, ruido

Lo multimediático se impone en este sentido como una condición aparentemente necesaria del
sistema de producción. Quizás la introducción futurista del ruido supone una transgresión
voluntarista de un ámbito autónomo de la creatividad basado en el desarrollo ideal de relaciones
conformadas en torno a la noción de armonía. Puede suponerse al intonarumori como una abrupta
irrupción de lo multimediático, en tanto resumen sonoro del conjunto de experiencias dispuestas por
el escenario cotidiano de la modernidad. Pero más allá de los esfuerzos de la vanguardia por abrir
brecha en este sentido, los efectos de este escenario se aplican ad hoc en fenómenos que pertenecen
al propio campo productivo de la cultura de masas. Pienso en la práctica desacomplejada y
espontánea de incorporar a una guitarra tradicional unas bobinas para amplificar el sonido, a costa
de asumir elementos espurios frente a la fijación coherente del timbre tradicional. Y más, el
posterior desarrollo de un lenguaje específico basado en poéticas del feedback y el overdrive. La
valoración de lo saturado como principio de una dinámica que presiona materialmente sobre
cualquier intento de clausurar cierres de tipo ideal. Y todo el sentido del fenómeno administrado
mediante la negociación tácita de una lógica popular que tiende a valorar sustancialmente lo que,
desde una perspectiva idealizada, se percibe no sólo como circunstancia anecdótica, sino como
incomodidad inconveniente de lo que se tiene por espurio.

"Cuando el 1 de Agosto de 1981 la cadena MTV comienza


su emisión con "Video Killed the Radio Star", se conviene
históricamente que nos encontramos ante un mero cambio
de paradigma propagandístico".

Pero las categorías que constituyen el juicio estético tradicional están fuertemente arraigadas. De
manera que el poder de integración dispuesto por las condiciones de posibilidad de los medios de
producción actuales -su potencial transformador como mecanismo multimediático-, tiende a quedar
reconducido ideológicamente hacia los canales de producción y consumo ya establecidos, incluso
cuando se dan circunstancias para generar cambios paradigmáticos. Cuando el 1 de Agosto de 1981
la cadena Mtv comienza su emisión con "Video Killed the Radio Star", se conviene históricamente
que nos encontramos ante un mero cambio de paradigma propagandístico. Sin embargo, lo que se
propugna es un cambio cultural que podría resumirse en la constitución de un gusto específico a
resultas de una valoración en bloque de lo audiovisual. Es decir, ante este ejemplo lo visual no
compone un fenómeno diferenciado y de segundo orden que viene a apoyar a lo musical. Ambos
medios componen un bloque íntegro de experiencia. Lo multimediático es una realidad cultural
efectiva en esta circunstancia cotidiana. Y sin embargo, este despliegue termina inexorablemente
reconducido hacia una reinversión del carisma personal, hacia una solución de carácter
individualista, hacia una amortización resuelta mediante el valor lujoso de la estrella pop.

A pesar de esto, estamos ante una incesante integración general de medios en un bloque de
experiencia compartida colectivamente. Y la música se sitúa cada vez más como excrecencia. Ya no
se trata de que tenga que compartir valoración equitativa con lo visual en un nuevo medio que la
engloba y la excede. Un anuncio actual de movistar nos anima a contemplarla sólo como motivo de
recuerdo de una persona a quien llamar. La música no invita aquí a convertirse en protagonista de
nuestra reflexión concentrada, sino a proponerse como invitación de participación colectiva. Se trata
de un síntoma, todo lo restringido que se quiera, de que la música se convierte en nexo, en medio
político y no en fin artístico. Esto que sucede ahora, supone un planteamiento radicalmente alejado
de la disposición tradicional del sujeto frente al fenómeno artístico, de las pautas de recreación
personal establecidas en el diálogo entre sujeto y objeto mediado por un principio de autonomía.
Puede que eso encierre algún tipo de pérdida preocupante, o puede que disponga un fenómeno en la
estela de aquel anuncio benjaminiano que hablaba de un cambio de paradigma basado en la
sustitución de concentración por dispersión de la experiencia. Y hay que recordar que eran
reflexiones proyectadas al encuentro directo con el potencial transformador del arte, hacia lo
revolucionario y frente a una dinámica social de organización fascista. Formalmente, parecería que
la singularidad del fascismo reside en promover un culto fascinado por la personalidad del líder.
Pero observando fenómenos característicos en la historia reciente de nuestra industria cultural,
encontramos que se mantienen criterios de evaluación tradicionales mediante la ejecución
apoteósica de la noción de identidad en torno a la figura de la estrella. Se trata de una concordancia
demasiado sospechosa.

"Youtube escenifica una asimilación masiva de la


desviación de uso como norma"

Dos décadas después de la oportunidad perdida para evaluar radicalmente el poder transformador de
lo multimediático ante el escenario dispuesto por la generación MTV, Youtube escenifica un nuevo
cambio de paradigma generacional marcado por el derrumbe de las viejas estructuras productivas de
la industria cultural. En Youtube se disuelve un uso totémico de la televisión marcado por la
emisión inequívoca de realidad, y por la ordenación lineal de un sentido espacio-temporal. Pero
además, dispone un modo de uso que definitivamente confunde tanto papeles adjudicados
tradicionalmente como criterios de valoración. Y es en el modo de uso donde la pedagogía política
potencial de cada medio se impone por propio calado cotidiano. La horizontalización de la
producción dispuesta por Youtube supone una confusión entre emisor y receptor, una difuminación
del enclave tópico y una apertura al principio de simultaneidad, una disolución del sentido de
género en lo genérico, una aparición estallada de lo anecdótico frente a la necesidad de hilar un gran
relato, y una rebaja de definición a pesar de que las multinacionales hayan entendido que el futuro
de la televisión es en HD. Por las propias condiciones de posibilidad de los medios de producción
actuales, Youtube escenifica una asimilación masiva de la desviación de uso como norma. El sueño
estético de la vanguardia y el reclamo ético de los estudios culturales está ahora en manos de una
nueva generación ausente del protagonismo totémico de la televisión. Cuando el carácter incisivo de
una racionalidad instrumental ha generado una cultura de explotación que nos tiene al filo del
desastre ecológico, la baja definición, el modo rizomático de relación, la rebaja del sentido de lo
narrado hasta niveles ínfimos o la facilidad de mutación, mecanismos todos de dispersión
benjaminiana, bien podrían ser principios de creación correctora, ligados a una cultura nueva de
crecimiento sostenible. Y ante las características del nuevo medio, esta vez parece que existe una
dificultad consustancial para que todo quede reconducido por la vía de un fetichismo alimentado
por el prestigio carismático de la singularidad identitaria. Quizás ahora más que nunca, contra el
sobrecalentamiento de la pulsión continuada de la vieja estrella metafísica: multimedia somos
todos.

También podría gustarte