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Pensar que han sido tantas las veces que sin querer nos hemos dicho lo que con

p alabras hemos estado negando desde el da que nos conocimos... Esta maana me desper t con el sonido de tu voz en la puerta. Ya ests tan dentro que hasta los porteros te dejan pasar sin anunciar. Hablamos poco, y dijimos poco, pero en tus ojos y e n los mos s que se vea el sentimiento a flor de piel. Es extrao, porque cada vez que veo esos ojos y escucho esa voz me dan ganas de despertarme todos los das escuchn dola y vndolos, porque quiz as se aliviaran un poco las penas, como dicen los meloso s y los cursis. Sentimos tanto, y sin embargo nos decimos que no es posible, t po r miedo a sufrir y yo por mi estpida testarudez de que slo me gusten los hombres. Ay, pero cunto me gustas vos, Gonzlez, cunto. Tal vez sea as el resto de nuestras vi das. Tal vez dentro de 30 aos me despierte otra vez el golpeteo de tus pequeas men os en la puerta y me despierte un "Hola" gritado desde el otro lado del apartame nto. Quiz volvamos a estar los dos sentados en esta cama, vindonos fijamente y sin hablar, sabiendo los dos que por mucho que queramos, nuestras palabras siempre van a decir "no, no te quiero de esa manera". Y es ah cuando volveremos a querern os un poco ms, uno de esos carios cerebrales, pues los dos nos la pasamos en las n ubes, y el contacto fsico estar siempre restringido. O tal vez sea ese el da en que nos diremos que en verdad nos queremos y que nos iremos a algn lado a desenterra r misterios milenarios y a comer manjares extravagantes en medio de paisajes poc o conocios. Quiz sea ese un da tan feliz como hoy, pero sin la melancola y sin la f rustracin de un beso que jams nos daremos. Quiz, pero no lo creo. Arriesgndome a ser determinista, dir que ya hemos escogido nuestra forma de amarnos, nuestra forma de en secreto decirnos cosas maravillosas al odo, y que cada moretn sea una muestr a de afecto.

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