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UNIVERSIDAD DE LA HABANA

FACULTAD DE FILOSOFIA E HISTORIA

MAESTRIA EN HISTORIA
CONTEMPORANEA

TESIS DE MAESTRÍA

TITULO: LA SOBERANIA NACIONAL EN LAS


CONDICIONES DE LA GLOBALIZACION. EL CASO DE
MEXICO.

AUTORA: Lic. Hortensia Gracida González

TUTOR: Dr. Silvio Baró Herrera


Ciudad de La Habana

diciembre de 1998

AGRADECIMIENTOS

A mi tutor Silvio Baró Herrera, quien atendió pacientemente mi


trabajo.

A mis profesores de la Maestría en Historia Contemporánea, de


quienes recibí muchas lecciones de su rico acervo histórico cultural.

A mis hijos Héctor y Jackelline, que su solo recuerdo me motivó a


realizar con ahínco este trabajo.

INDICE
INTRODUCCION.........................................................................................
CAPÍTULO I - LA GLOBALIZACIÓN COMO FENÓMENO DE NUESTRO TIEMPO.. . .
LA GLOBALIZACIÓN COMO FENÓMENO DE NUESTRO TIEMPO.......................................................
CAPÍTULO II- SOBERANIA NACIONAL Y GLOBALIZACION EN EL CONTEXTO
MEXICANO.........................................................................................
A.- CONSIDERACIONES HISTÓRICAS SOBRE SOBERANÍA NACIONAL................................................
B.- GLOBALIZACIÓN Y SOBERANÍA NACIONAL..................................................................... ..
C.- EFECTOS DE LA GLOBALIZACION SOBRE LA SOBERANIA MEXICANA...........................................

D.- LA CRISIS DEL CONTRATO SOCIAL: LA REFORMA DEL ESTADO.................................... ............

E.- EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO DE AMERICA DEL NORTE Y SUS EFECTOS PARA MÉXICO.............
F.- SOBERANÍA Y SEGURIDAD NACIONAL........................................................ ....................

G.- LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICO - TÉCNICA EN LAS CONDICIONES DE LA GLOBALIZACIÓN........................

CAPÍTULO III – RETOS Y PERSPECTIVAS...............................................


A.- DIAGNÓSTICO.................................................................................................... .

B.- PERSPECTIVAS INTERNAS................................................................................... ......


La regeneración democrática............................................................ ...........
C.- PERSPECTIVAS EXTERNAS................................................................... .....................
CONCLUSIONES.................................................................................
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS...........................................................
ANÁLISIS BIBLIOGRÁFICO...................................................................
4

INTRODUCCION
El proceso de globalización, admitido como la tendencia dominante en
el desarrollo del capitalismo contemporáneo afecta por igual a los más
disímiles aspectos de la sociedad humana. A la globalización no escapan la
economía, la política, el derecho, la educación, y todas las restantes
esferas de actuación del ser humano. Nuestra atención se centrará
precísamente en el impacto del proceso de globalización sobre las
relaciones económicas, políticas y jurídicas internacionales. Y ello se debe
a que pretendemos analizar la relación entre aquel y la cuestión de la
soberanía de los Estados en nuestro contexto latinoamericano,
concretándolo al caso de México.

La globalización tiene como punto de partida la modificación de las


relaciones económicas capitalistas que dominan el mundo; pero ella
traspasa ampliamente los vínculos económicos y apunta hacia la supuesta
obsolescencia de los estados soberanos, cuyos marcos resultan ya
estrechos e inadecuados para el nuevo tipo de interrelación que apunta a
configurarse.

Como hace notar el filósofo brasileño Octavio Ianni, en su obra


Teorias de la Globalización:

“... Hay naciones que sufren una especie de obsolescencia, en


ciertos casos parcial; en otros, total. El estado-nación, - por
ejemplo -, entra en decadencia, como realidad y concepto. No
se trata de decir dejará de existir sino que está realmente en
decadencia, pasa por una fase crítica, busca reformularse. Las
fuerzas sociales, económicas, políticas, culturales,
geopolíticas, religiosas y otras, que operan en escala mundial,
y desafían al estado-nación con su soberanía como el lugar de
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la hegemonía”. (1)

Y más adelante “La globalización crea imposiciones y establece


parámetros, anula y abre horizontes” (2).

Esto es particularmente válido para nuestras naciones


latinoamericanas, por la condición de región subdesarrollada; aunque
todas las naciones sin excepción, desarrolladas o subdesarrolladas, se
enfrentan con el dilema de la reformulación de las condiciones para el
ejercicio de soberanía y de las relaciones de poder en el mundo.

No obstante, son nuestros países subdesarrollados y sometidos


neocolonialmente, a quienes amenaza con mayor gravedad y de modo
múltiple, el proceso anteriormente esbozado.

A ello se ha de agregar que el análisis de la relación entre


globalización y soberanía ha de verse en dos planos: uno, en la
globalización como proceso objetivo cuyos efectos erosionantes de la
soberanía son independientes de la voluntad de los grupos de poder, (por
ejemplo el desarrollo de los medios de comunicación, que penetran las
fronteras nacionales y cada vez son más incontrolables. El otro plano viene
dado por los proyectos globalistas que enarbolan las grandes potencias del
capitalismo central, de propósitos claramente lesivos para la soberanía de
los estados nacionales, como lo demuestran las recetas neoliberales que
exportan al Tercer Mundo.

Hablar de soberanía contempla la perspectiva de supervivencia de los


estados nacionales históricamente conformados en Latinoamérica como
sujetos de derecho soberanos, mas también como entidades culturales -
nacionales.

Por tanto ¿Es posible preservar la soberanía de nuestras naciones


latinoamericanas, - que implica la sobrevivencia de entidades cultural-
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nacionales -, bajo los efectos de los procesos objetivos y dirigidos que


acompañan a la globalización?

Nuestra constante inquietud política y académica sobre esta temática


nos ha inducido a seleccionar el tema, con la intención de realizar un
estudio de caso, por sernos particularmente cercano, el caso de México.

Para este fin hemos realizado amplias búsquedas referativas en las


que hemos descubierto que los trabajos académicos sobre globalización se
concentran en las definiciones generales para profundizar sobre todo en
los aspectos económicos y políticos globales, pero en el tema específico de
las repercusiones sobre la soberanía, y particularmente para México,
solamente existen trabajos muy puntuales o muy generales, más bien en
el orden publicístico, por lo que consideramos que una investigación de
este tipo podría aportar ideas útiles no sólo en el orden bibliográfico, sino
incluso en la perspectiva de la defensa de nuestra identidad nacional y
latinoamericana en general.

Por tanto se plantea una cuestión básica ¿Estará el estado mexicano


en condiciones de estructurar políticas que permitan, por una parte,
ajustarse y sacar provecho de las tendencias objetivas de la globalización,
y por otra parte, hacer frente a los proyectos hegemónicos del capitalismo
central?

Nuestra hipótesis de trabajo se centra en que los procesos de


globalización implican para México la obsolescencia de la noción clásica
de la soberanía nacional, lo que impone la necesidad de la readecuación
de su práctica, a fin de preservar su soberanía frente a las amenazas que
emanan del capitalismo central, e insertarse eficazmente en las nuevas
condiciones internacionales.

En consonancia con el problema planteado, nos hemos fijado como


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objetivo central determinar la relación entre el proceso de globalización y


la soberanía mexicana en función de sus probables efectos para el
ejercicio de una política económica y exterior independientes.

Y como objetivos complementarios:

1. - Caracterizar el fenómeno de la globalización como proceso


objetivo incidente en todas las áreas del quehacer humano
contemporáneo.

2. - Analizar los efectos de la globalización sobre la teoría y la


práctica de la soberanía nacional, particularmente en el caso
mexicano, en el contexto de los cambios internos y de cara al
exterior que se operan en nuestro país y también a nivel
mundial.

3. - Caracterizar los retos y las perspectivas que enfrenta la


conservación de la soberanía nacional mexicana a la luz de los
cambios actuales.

La globalización, en su doble carácter de proceso objetivo y de


programa impulsado por el capitalismo central, cuestiona de manera
creciente las prerrogativas tradicionales de los estados soberanos,
particularmente en los países latinoamericanos, que a diario enfrentan
innumerables retos para su soberanía. Un breve inventario permitiría
destacar la política hegemónica de los Estados Unidos, quien se ha erigido
en juez que certifica cuando un país es o no democrático, cumple con los
derechos humanos o está “limpio” en cuestiones de drogas. Esto, sin dejar
de anotar problemas acumulados a lo largo de la historia, como las
intervenciones militares, las bases, la injerencia en la política interna, a lo
que se agregan tensiones nuevas, propias de la época de la postguerra fría
y la globalización, cuando la imposición de las prácticas neoliberales en los
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asuntos domésticos y la liberalización del comercio internacional, más que


beneficiar al Tercer Mundo, abre sus puertas a las transnacionales en
detrimento de un desarrollo perspectivo en función de las expectativas e
intereses nacionales.

Tradicionalmente las agresiones a la soberanía resultaban producto de


una fuerza superior o del servilismo de las élites nacionales. En nuestros
tiempos, hay que agregar efectos que se producen con independencia de
la voluntad de las respectivas élites nacionales. Son estos los efectos
objetivos de la globalización, por citar sólo uno:

La pertenencia o no a un espacio económico, afecta la soberanía;


también, como se ha anotado, los proyectos globalizadores del capitalismo
central, - de marcada intencionalidad política -, como la llamada
“soberanía limitada”

Consideramos que trabajo aborda una temática de palpitante


actualidad, en momentos en que se produce una virtual recomposición de
los vínculos económicos, políticos, culturales entre los actores
internacionales y al interior de los Estados, mediatizado por una aguda
confrontación teórica y práctica en torno a dicha recomposición, lo que en
referencia a la soberanía nacional presupone

a) El impacto de la globalización sobre la soberanía nacional,


especialmente en el sentido de su cuestionamiento.

b) La incógnita acerca de sí la globalización conducirá a la


desaparición de los Estados nacionales o a su re- creación o
redimensionamiento.

c) La aparición de nuevas formas de soberanía a instancias del nuevo


contexto internacional y la discusión en torno a sí es una noción
obsoleta o, en caso contrario, ¿Cómo será la soberanía nacional
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en el futuro?

Son estas problemáticas que se abordarán teniendo en cuenta las


disímiles interpretaciones que sobre ellas se producen a nivel
internacional y que, básicamente, giran en torno a dos percepciones:
Las que se originan en el capitalismo central o en función de él, y las
que se originan desde posiciones de izquierdas o tercermundistas.

De ahí que nuestra Tesis tenga el objetivo académico, y también


político, de sustentar la viabilidad de una idea de soberanía nacional
afincada en los problemas de nuestras naciones latinoamericanas,
teniendo en cuenta la incidencia de tendencias objetivas y la
posibilidad de aprovecharlas positivamente.

El tratamiento del tema de la soberanía nacional ha requerido de un


enfoque integrador. Como la soberanía es uno de los principios
fundamentales del Derecho Internacional, pero no el único afectado
por la globalización, si se incorporan aproximaciones a las relaciones
entre globalización y otros principios, como el de la
autodeterminación y el de la no-injerencia, consustanciales a la
noción de soberanía, en función de explicar la relación globalización –
soberanía nacional.

Subsecuentemente, es necesario precisar que la presente tesis no es


un estudio limitado a un aspecto, digamos, la noción de soberanía
nacional como concepto del Derecho Internacional, sino más bien un
análisis politológico de los diversos factores exógenos: económicos,
políticos e institucionales, que en relación con la política interior y
exterior del Estado repercuten sobre la soberanía nacional.

Existe una amplia gama de estudios e interpretaciones sobre la


globalización y sus efectos, que permiten extraer datos y argumentos para
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fundamentar nuestra percepción acerca del tema seleccionado.

Debemos tener en cuenta que las fuentes incorporan las más diversas
concepciones, no sólo políticas e ideológicas, sino también filosóficas;
por tanto, hemos trabajado para realizar una interpretación crítica,
ajustada a nuestra percepción de la realidad mexicana, latinoamericana y
mundial.

Dentro de las interpretaciones que se manejan a nivel internacional


sobresalen, de una parte, concepciones excesivamente centradas en los
intereses del capitalismo central, como la del norteamericano Gringich,
que “En su contrato con América”, defiende la extinción del Estado,
mientras, de otra parte, notables politólogos e historiadores como Eric
Hobsbawn, Noam Chomsky y otros numerosos representantes de la
izquierda latinoamericana difunden, en primer lugar, que los problemas
de la soberanía nacional no pueden verse igual para los países OCDE que
para el Tercer Mundo y que reinvindican el derecho a una nueva noción de
soberanía defensora de los intereses populares. En este sentido se
destacan los trabajos de Juan Castaignts que asume, lo mismo que
Hobsbawn, Dieter Senghaas, la idea de que el Estado no desaparecerá,
sino que se redimensionará, y que para el Tercer Mundo es vital su
existencia. Más, a decir verdad, todavía es necesario construir no sólo una
práctica alternativa, sino también una teoría alternativa de la izquierda que
fundamente una inserción productiva del Tercer Mundo en los procesos
globalizadores.

Cabe destacar que la aproximación de los científicos latinoamericanos


a esta problemática, por lo general tiende a buscar respuestas para los
desafíos que impone la globalización a nuestra región.

Así destacaré, en primer lugar, los trabajos de un grupo de cientistas


sociales cubanos, entre ellos Antonio Romero, Luis Suárez, Eugenio
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Espinosa y Carlos Alzugaray, quienes desde una óptica marxista han


elaborado un aparato conceptual muy preciso, que nos ayuda a
orientarnos en el complejo mundo bibliográfico. Otro de sus aportes
importantes es la diferenciación de la globalización como proceso objetivo
y como proyecto político del capitalismo central, cuestión cardinal para
orientarse en el proceso. También el profesor ha señalado las vías por las
cuales Latinoamérica y el Tercer Mundo podrían insertarse de forma
positiva en el proceso. Junto a los datos que ofrece, sus interpretaciones y
enfoques metodológicos de la problemática han sido la guía metodológica
de nuestra investigación.

Nos hemos apoyado también en el brasileño Octavio Ianni y otros


autores, que aportan algunas definiciones teóricas sobre globalización e
interpretaciones de su impacto en América Latina, que nos parecen
valiosas.

De Luis Díaz Muller, profesor del Colegio de México; emplearemos sus


estudios sobre los derechos humanos en América Latina, donde replantea
la confrontación norte - sur en términos políticos y no solamente
económicos. También abarca otros aspectos de interés para el tema de la
soberanía, tales como los problemas de seguridad nacional y de relaciones
regionales e internacionales.

Una fuente que será objeto de nuestra atención, y que no obstante


sus valores emplearemos en un ejercicio de crítica, son los trabajos del ex -
Secretario General de las Naciones Unidas, Boutros Ghali, quien en sus
trabajos Una Agenda para la Paz y Una agenda para el Desarrollo,
fundamenta algunos de los criterios que se manejan a nivel internacional
en torno a la llamada “soberanía limitada”.

Una característica importante de este trabajo consiste en el manejo


de amplio espectro bibliográfico, para poder ofrecer nuestra propuesta de
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una visión desde nuestra región, en oposición a otros discursos sobre


globalización y soberanía, que responden principalmente a criterios
generados en y al servicio de los países industrializados, puesto que los
problemas de la soberanía nacional no son los mismos para nuestros
países latinoamericanos y tercermundistas en general, que para otros
contextos como el europeo o el de la América anglosajona.

Es así como acudimos tanto a diferentes centros de investigación


mexicanos y a diversas revistas especializadas de nuestra región y de
otras partes del mundo, porque creemos importante contrastar nuestros
criterios con los de otros autores como vía para ofrecer una interpretación
ajustada a los intereses de nuestra región. En general, hemos manejado un
amplio espectro de fuentes bibliográficas en las que está presente, junto a
las diversas interpretaciones, la lucha ideológica contemporánea.

La presente Tesis ha sido diseñada en tres partes fundamentales, con


el propósito de hacerla útil no solamente para investigadores estudiantes y
aún políticos en ejercicio, sino para el público en general, no familiarizado
con algunos elementos teóricos que se abordan, pero que en última
instancia son sujeto de los procesos que estudiamos. Y como es
sumamente importante que la opinión pública conozca estos problemas y
pueda incidir sobre la formulación de las políticas nacionales, hemos creído
conveniente incluir un primer capítulo que aborde el marco teórico-
conceptual de la globalización y una definición de elementos teóricos
sobre la soberanía, así como un breve análisis histórico del ejercicio de la
soberanía. El siguiente capítulo aborda los problemas que para la
soberanía de la nación mexicana han significado hasta el presente los
efectos de la globalización y centrando un poco el análisis en las
consecuencias presentes o probables de la inserción del país en el North
American Free Agreement of Trade (NAFTA) o Tratado de Libre
Comercio de América del Norte –(TLC)-. Finalmente se abordarán los
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retos y perspectivas probables que el nuevo contexto internacional implica


para la soberanía mexicana.

CAPÍTULO I - LA GLOBALIZACIÓN COMO FENÓMENO DE


NUESTRO TIEMPO.

La globalización como fenómeno de nuestro tiempo

En las décadas finales del siglo XX la sociedad humana ha entrado en


un proceso que se ha dado en llamar globalización.

Este es un fenómeno vinculado al proceso histórico de expansión de


las relaciones de producción capitalistas.

El modo de producción capitalista, como señalaron los autores del


libro Globalización y Conflicto. Cuba – E. U., es internacional desde
sus orígenes porque sus primeros sintomas se mostraron en varias
naciones de Europa occidental más o menos simultanéamente.

Así, la internacionalización, entendida como la externalización de las


relaciones económicas más allá de las fronteras de un Estado, surgen con
el advenimiento del capitalismo y le acompaña a lo largo de cada una de
las fases por las que ha atravesado.

No obstante, lo que recientemente se ha pasado a denominar


internacionalización se presenta desde finales del siglo XIX como
fenómeno sistémico obligado, inherente a la dinámica reproductiva del
capitalismo mediante la exportación de capitales y los repartos
económicos y territorial del mundo. Este fenómeno daría lugar a la
expansión internacional de las relaciones de producción capitalistas
conectando a los países en una división internacional del trabajo en la que
unos asumen la función de dominantes y otros, de dominados: Los países
coloniales y dependientes, destinados abastecer de materias primas y
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fuerzas de trabajo baratas.

Esta nueva etapa - La etapa de conformación del imperialismo -,


impulsada por la segunda revolución industrial, dió lugar a los monopolios
y al capital financiero, cuyo ámbito de operación es internacional.

Después de la II Guerra Mundial dichos monopolios desarrollan sus


potencialidades a plenitud. De hecho, proliferan los monopolios de nuevo
tipo, con gran cantidad de filiales y sucursales por todo el mundo
elevando el proceso de internacionalización a un nivel superior.

La completa internacionalización de la producción se realiza por medio


de la operación de las compañias trasnacionales que afectaron
sensiblemente la situación mundial. Aparecen fenómenos como el
redespliege industrial; surgen y se desarrollan los bancos trasnacionales
que tanto tuvieron que ver con el endeudamiento del Tercer Mundo.

Así, en los años 50, 60 y 70 se opera la trasnacionalización que


supone un mayor nivel de interrelación entre los países y entre las esferas
de la vida económica a nivel mundial. La búsqueda de espacios
económicos cada vez más amplios por las compañias trasnacionales y una
específica división internacional de trabajo son características propias de la
trasnacionalización.

Otro rasgo distintivo de esta etapa consiste en que si antes el proceso


de expansión del capitalismo poseyó un carácter especial, estructural,
como lo reflejaría la institucionalización internacional expresada en la
Conferencia de Bretton Woods y en la creación de la ONU.

Ahora, desde los años 80 pero sobre todo en los 90 surge un


fenómeno nuevo, cualitativamente distinto, aunque prevalece una línea
de continuidad, porque se trata de los inicios de un estadío superior de la
misma internacionalización del capitalismo: la globalización.
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Conviene precisar que la evolución del capitalismo se interpreta por


muchos científicos sociales - y nosotros lo asumimos - como un proceso
histórico en la expansión de las relaciones capitalistas de producción que
transita de la internacionalización a la trasnacionalización y de ellas a la
globalización, en contraposición a quienes opinan que la globalización es
tan vieja como el capitalismo.

Pero no se trata de una nueva fase, sino de una etapa


cualitativamente superior dentro de la fase actual.

Entenderla como una nueva etapa del desarrollo del capitalismo


presupone la comprensión de que se ha producido el agotamiento de las
posibilidades históricas de la etapa anterior, subsecuentemente el
capitalismo entró en una crisis cuya solución implica el paso a la
globalización.

La mencionada crisis se ha manifestado con amplitud y profundidad:


el modelo de desarrollo posbélico, - con los perfeccionamientos de la
producción que trajeron los avances científico – técnicos de aquellos años
y con su proyecto de estado de bienestar -, agotó sus posibilidades de
propiciar un crecimiento económico y social sostenido.

Ya a fines de los años ’60 comenzó a ralentizarse el desarrollo de los


principales países capitalistas. La crisis de 1973 sirvió de colofón y a partir
de ella los principales indicadores económicos comenzaron a descender,
en una tendencia desaceleradora, hacia el estancamiento y la recesión,
manifestándose la ley de rendimientos decrecientes y consolidándose un
sector marginal, tercermundista, dentro de las propias potencias
industriales, caracterizado por el desempleo y la falta de acceso a los
servicios de educación y salubridad. Y a pesar de la baja resistencia de los
trabajadores, el capitalismo no logra ajustar los mecanismos económicos,
agregándose otros males como el déficit presupuestario crónico, la deuda
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y la corrupción política.

Pero también dentro de esta crisis se están dando las premisas de su


superación, en particular con la extraordinaria revolución tecnológica
(desarrollo en la informática y las comunicaciones), así como la
formulación, - o reformulación -, teórica neoliberal que sustenta los
cambios desde los centros de poder.

Es la revolución ternológica un importante vehículo de la


globalización. A sus expensas se viabilizan de modo extraordinario la
internacionalización de los flujos materiales e inmateriales.

El neoliberalismo, como reformulación pragmática de las nociones


tradicionales del liberalismo, logra articularse como discurso ideológico al
proceso objetivo de la globalización, en tanto crea el mito de que el libre
juego de las fuerzas del mercado garantiza la realización plena de los
propósitos de los individuos y las naciones no sólo en la esfera económica,
sino también en el plano social.

Por otra parte, entendemos que el mundo de hoy solo se encuentra en


un primer escalón de la globalización, caracterizado por un desarrollo
contradictorio, donde se ponen de manifiesto, junto con los rasgos de la
crisis, los nuevos rasgos de la globalización. En particular se aprecia, por
sólo citar algunos elementos, en la rápida descalificación de la fuerza de
trabajo, el rápido reemplazo de tecnologías, el surgimiento de productos
“sin bandera” en el mercado o el contradictorio proceso de desregulación
del comercio internacional.

Del mismo modo que en la época de la crisis del feudalismo surgieron


los Estados nacionales que suprimieron las trabas feudales hoy, en las
nuevas condiciones, las relaciones de producción capitalistas rebasan los
ahora estrechos marcos de los Estados nacionales y tienden a
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transnacionalizarse.

Esta percepción la ratifica Octavio Ianni, cuando afirma que

“El mundo ya no es exclusivamente un conjunto de naciones,


sociedades nacionales, Estados –naciones, en sus relaciones...
Simultáneamente, el centro del mundo ya no es principalmente
el individuo, tomado singular y colectivamente como pueblo,...
Aunque la nación y el individuo sigan siendo muy reales, han
sido subsumidos formal o realmente por la sociedad global”.
(3)

Aunque existen numerosas aproximaciones para definirla, hemos


optado por reunir algunos elementos que nos parecen básicos, sin
pretender un aporte en este sentido, sino más bien en función de
comprenderla como marco de nuestro análisis, dado su carácter
impactante en toda la vida contemporánea.

A nuestro modo de ver, la globalización constituye un estadío


superior del proceso de internacionalización de las relaciones de
producción capitalistas. Presupone la intensificación de los niveles de
interconexión e interdependencia entre los Estados y otros actores
internacionales. De modo semejante, incide en el cambio de los múltiples
aspectos de la actividad humana como son, la producción, el comercio, el
consumo, las finanzas, la tecnología, los medios de comunicación, la
cultura, la política, la sociedad y el medio ambiente.

De manera sintética diríamos que afecta a la estructura económica de


la sociedad, la superestructura y aún el medio en que transcurre la acción
de los hombres.

No obstante, su expresión más pujante en la actualidad se expresa en


los procesos económicos, financieros y tecnológicos. Viabilizada
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extraordinariamente por la Revolución Científico – Técnica, tiene como


actor y beneficiario principal a las corporaciones transnacionales.

Nuevamente pudiera hablarse de estrechez de los mercados


nacionales que comienzan a ser subsumidos por una economía–mundo.

Los Estados nacionales como marco territorial y normativo apuntan a


ser superados por un accionar transnacional en el que intervienen nuevos
actores tan poderosos o más, que los Estados: las CTN y una serie de
organismos internacionales que asumen funciones de supranacionalidad.

Encontrándose el mundo en la fase mencionada, la globalización trae


aparejadas un conjunto de contradicciones que son expresión de la lucha
entre el antiguo orden y el nuevo globalizador que se impone.

La existencia de mercados globales, fruto de la integración de los


mercados nacionales crea la interdependencia. La creciente
interdependencia del mundo está dando lugar a un cambio cardinal en los
conceptos de organización de los vínculos internacionales. Asistimos a una
especie de desestatalización o más exactamente a un cambio del papel del
Estado en el manejo de los vínculos con el exterior. Los Estados nacionales
ceden, - de buen grado u obligados por las circunstancias -, parte de su
soberanía, (fundamentalmente en el plano de la economía, la información
y las comunicaciones) a entidades supranacionales. Internet puede ser un
ejemplo de cómo los mecanismos globalizadores traspasan las fronteras
nacionales.

La interdependencia, junto con los efectos positivos de la mutua


complementación, genera otros definitivamente indeseables. El primero de
ellos consiste en que todo el sistema internacional y particularmente los
Estados, se tornan sumamente sensibles a las influencias mutuas, de modo
que una decisión de política interna de un Estado puede tener efectos
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sobre otros, la competencia se mundializa y las crisis se transfieren


rápidamente de un Estado a otro por disímiles vías, como la subida o caída
de los precios y de la cotización de las monedas. Otro efecto de este orden
es la interdependencia asimétrica, que se origina entre naciones de
diferente potencial económico y conduce casi ineluctablemente a la
dependencia.

A esta etapa de la globalización le es típico un intenso comercio


intraindustrial e intraempresarial, en los cuales se pierde el referente
nacional de los espacios económicos que se vinculan.

Las Corporaciones Transnacionales son el centro del poder


globalizador. El mundo entero es su esfera de acción, mueven increíbles
sumas de capital y las más novísimas tecnologías. Emplean materias
primas no convencionales e imponen una eficacia que escapa a toda
competencia.

Los organismos multilaterales tipo FMI, se han adaptado a las


exigencias de la globalización y son su principal instrumento político, al
promover e imponer las políticas convenientes a los centros de poder, en
particular el proyecto neoliberal. Son ellos quienes dictan las políticas que
se llevan a efecto en numerosos países del Tercer Mundo, entre ellos
México.

Los bloques económicos como la Unión Europea y el Tratado de Libre


Comercio de América del Norte constituyen la materialización de los
proyectos globalizadores bajo regulación consciente. Se crea un espacio
macroeconómico transnacional desregulado para que actúe como marco
de acción libre a las leyes del mercado, aunque en esta etapa se produce
una intervención activa de los Estados para definir reglas. Los cambios
estructurales a que se vio obligada España y algunos que ha hecho México
o que está en proceso de realizar, demuestran que no todo es beneficioso,
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al afectar la sobrevivencia de sectores económicos que en otros países del


mismo mercado son más competitivos. Estos procesos integracionistas,
como ya han indicado muchos, son integradores hacia adentro y, como
regla, excluyentes hacia fuera.

En la dinámica de estos procesos podemos distinguir dos tipos de


contradicciones: a nivel mundial y entre los Estados nacionales y las
entidades supranacionales.

A nivel mundial distinguimos las contradicciones que se producen


entre los bloques económicos y entre estos y el Tercer Mundo. Las
contradicciones entre bloques se producen, de una parte, por la mera
existencia de varios centros de poder económico, y de otra, por la propia
situación del mundo: el fin de la bipolaridad no ha traído unipolaridad, si
acaso, un consenso neoliberal. En su lugar tiende a configurarse una
virtual multipolaridad económica, con la tendencia a ser los bloques
económicos y no los Estados quienes se enfrenten.

El otro polo de estas contradicciones, con el Tercer Mundo, no sólo se


refiere a lo relacionado con los acondicionamientos de ajuste para,
supuestamente, entrar en el club de los privilegiados, sino también en la
percepción de que el mundo industrializado tiende a cerrarse sobre sí
mismo, prescindiendo del Tercer Mundo. Pero esto es solamente una
impresión. A lo que quieren cerrarse es al inmigrante y a otras
transferencias indeseables Sur–Norte, para continuar expoliando en la
medida de lo posible.

Las contradicciones entre los Estados nacionales y las entidades


supranacionales tipo UE (Unión Europea) tienen otro matiz, son más bien
de ajuste. Aparecen las contradicciones entre Inglaterra y la UE, no por el
temor de la primera a desnacionalizarse, como pudiera parecer, sino por
la cuestión de la soberanía económica, que es muy importante para ellos,
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sobre todo cuando no pueden liderar el proceso. O las contradicciones con


México en el caso del Tratado de Libre Comercio y con España en la UE, por
el temor, bien fundado, de convertirse en el traspatio del gran mercado.

En este plano se manifiesta la contradicción o grupo de


contradicciones más importantes: la que se genera entre el Estado–nación
históricamente conformado y la entidad o entidades supranacionales que
tienden a absorberlo y diluir su identidad.

En realidad, este es un gran riesgo, sobre todo cultural.

El libre movimiento de personas y capitales puede conducir a la


pérdida de identidad, o sustitución de esta por una supra – identidad. Por
ello no es extraño ver resurgir con fuerza los nacionalismos y otros
procesos: Quebec, Cataluña. Incluso en Inglaterra los laboristas han
comenzado a sustituir la estructura actual por otra de tipo federalista,
donde los intereses de Escocia y Gales estén mejor representados.

A pesar del poco peso real que tienen, hay que anotar la oposición, - a
veces sólo retórica -, al Fondo Monetario Internacional.

En resumen, la globalización tiende a la supresión de todo tipo de


controles y regulaciones, a expensas de un solo factor: el libre juego de las
fuerzas del mercado, que supuestamente debe erigirse en el gran
regulador social.

En este proceso el Estado, como entidad superestructural y la nación,


como formación histórica y sociológica, están seriamente amenazados en
su visión actual. En el peor de los casos sería el hombre alienado en el
mercado universal. O, al contrario, enriquecida su identidad por la cultura
universal.

"Una de las mayores operaciones de mercadotecnia del


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capitalismo actual, escribe Heinz Dieterich en Cuba ante la


razón cínica -, consiste en comercializar un producto
fantasma: el futuro posible”: (4)

Este discurso para el Tercer Mundo reza así: “si ustedes trabajan como
nosotros, vivirán como nosotros". Y nada mejor que realizarlo a través de
las recetas neoliberales.

El neoliberalismo es la nueva "creencia ideológica", (Hobsbawn), que


aprovecha los cauces de la globalización, para, falsificando a los clásicos
del liberalismo como Adam Smith y David Ricardo, vender la idea de que el
mercado y la empresa privada son los sistemas de máxima eficiencia
distributiva de los recursos, y por tanto, del bienestar común.

Así, el "nuevo" discurso político creado por los ideólogos del


capitalismo central y repetido como eco por " ingeniosos" intelectuales del
Tercer Mundo, comercializa el paradigma neoliberal como el futuro de la
sociedad humana, presentándolo como el único camino de inserción en la
sociedad global. Algunos van más lejos, confundiendo ex profeso o por
ignorancia, el neoliberalismo, que es la nueva teología del imperialismo
con la globalización, que es el curso objetivo de la historia mundial. Se
trata, en otras palabras, de

"...la aparición de tendencias políticas que tratan de


homogeneizar la sociedad humana desde paradigmas que
sirven a los intereses de los ‘centros’ ". (5)

La globalización ha modificado sustancialmente al capitalismo. En


términos de economía se aprecia un desplazamiento creciente de
actividades desde la producción a los servicios como sector predominante
en los países desarrollados.

Por otra parte, la percepción de una sola superpotencia económica


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está siendo sustituida por una triada a la que se suman Japón y la Unión
Europea. Los analistas de las relaciones internacionales ubican al Tratado
de Libre Comercio de Norteamérica dentro de los esfuerzos de Estados
Unidos por ocupar una posición comparativamente más ventajosa respecto
a aquellos.

Y como apuntan los autores del libro Globalización y Conflicto.


Cuba - Estados Unidos,

"La prosperidad de los países depende cada vez menos de la


posesión de recursos naturales más de la acumulación de
conocimientos y la capacidad de sus instituciones para
organizarlos eficientemente." (6)

Esta última idea nos induce a adelantar la apreciación sobre lo difícil


y costoso que es para el Tercer Mundo, una inserción efectiva en los
procesos globalizadores. Así, el paso del capitalismo a la etapa de la
globalización no trae aparejados cambios sustanciales en las estructuras
de explotación. La ley general de la acumulación capitalista enunciada por
Marx, opera ahora en el plano internacional originando la reorganización
de países enteros.

CAPÍTULO II- SOBERANIA NACIONAL Y GLOBALIZACION EN


EL CONTEXTO MEXICANO.

A.- Consideraciones históricas sobre soberanía nacional.

La concepción de la soberanía como atributo de la organización


política de la sociedad aparece hacia el siglo XV como un arma política
esencial de los Estados absolutistas en su lucha por la supremacía frente al
Papado. Es el resultado de la lucha iniciada entre el poder temporal y el
24

poder espiritual en el medioevo, mas también un producto de la evolución


de las formas de organización política de la sociedad humana.

Las crónicas relatan que al recibir al primer Papa de Avignon,


(Clemente IV), el rey francés Felipe el Hermoso le expresó: “Je suit le
soverain”, -“Yo soy el soberano”-.

Este constituyó el germen de la concepción de soberanía, porque


desde ese momento se afirma el poder real frente al Papa y los grandes
señores, como un poder supremo.

Pero es el francés Jean Bodin, quien con su obra De la República,


emplea por primera vez en 1576 el término en estricto sentido político,
cuando hablaba de las “summa potestad de los Estados, en forma de
poder supremo sobre los súbditos. Su idea, vinculada al monarca absoluto
constituye un arma esencial en la lucha de los Estados absolutistas por la
supremacía.

Este concepto no se ha entendido siempre de la misma manera,


sirviendo para legitimar por igual situaciones políticas tan diferentes como
el absolutismo y la independencia. Por ello no constituye un concepto
absoluto ni extraño a la sociedad: es un concepto histórico y por tanto,
mutable.

Con la paz de Westfalia el concepto de soberanía nacional quedaría


codificado como un principio básico del naciente derecho internacional.

En la época de las revoluciones burguesas surgieron las teorías de la


“soberanía de la nación” y “soberanía del pueblo”. Una vez en el poder, la
burguesía adoptó la teoría de la “soberanía del Estado”, significando la
diferenciación entre Estado y pueblo.

La soberanía se considera inseparable del Estado y atributo de la


25

unidad política nacional. Según el jurista cubano Miguel Antonio


D`Estéfano Pisani, es

“ ...la potestad de un Estado expresada mediante su derecho a


decidir libremente sus asuntos internos y exteriores, sin
infrigir los derechos de los otros Estados ni los principios y
disposiciones del Derecho Internacional Público.” (7)

En tanto que para Rodrigo Borja es

... la facultad del Estado para autoobligarse y


autodeterminarse, o sea, conducirse sin obedecer a poderes
ni autoridades ajenas a él. En este sentido el Estado está
provisto de un poder sustantivo, supremo, inapelable,
irresistible y exclusivo que actúa y decide sobre su ser y modo
de ordenación. Este poder no tiene fuente en el exterior sino
que es un poder imanente, que nace y se desenvuelve en el
interior del Estado. (8)

A la soberanía le son consustanciales dos aspectos: uno interno y otro


externo. El interno consiste en la supremacía: la voluntad del Estado no
admite contrarresto interior al disponer de un poder supremo, irresistible,
no condicionado. Y los demás poderes que existen al interior de Estado se
le subordinan.

El Estado es soberano cuando impera sobre un territorio: todas las


personas y corporaciones insertas en él están obligadas a obedecer sus
leyes, incluso las ONGs.

El aspecto interno de la soberanía también se vincula a las relaciones


de clase. El Estado, en tanto que representa determinados intereses de
clase, hace valer la noción de soberanía en función de esos intereses. En el
Estado burgués la soberanía viene a ser legitimada por el control que esa
26

clase y sus aliados ejercen sobre el aparato del Estado, de ahí que la
noción de soberanía popular sea mediatizada por las estructuras de poder
vigentes, generalmente expresadas en la democracia representativa, como
en el caso de México.

Sin embargo, no profundizaremos en este aspecto, por no ser nuestro


objeto inmediato. A los efectos de esta tesis interpretamos la soberanía
nacional a partir de la situación realmente existente en la actualidad, es
decir, no cuestionamos la condición del Estado mexicano como sujeto de la
soberanía nacional, más bien al contrario, partimos de ese supuesto: la
soberanía estatal vista como expresión del status quo existente, como
expresión de la determinación interna del Estado, con sus actuales
relaciones de poder, de clases y lucha de clases. Plantearnos un enfoque
de la soberanía desde otra óptica sería más bien especulativo. Lo que no
significa que no tenga cabida un cuestionamiento sustancial de la noción
de soberanía en relación con el grado de representatividad del Estado.

Por otra parte, el atributo externo de la soberanía consiste en la


independencia, en virtud de la cual un Estado es independiente de la
sujección de otro Estado y tiene el más amplio derecho de
autodeterminación, gozando en la comunidad internacional de
personalidad política y jurídica plena.

Los límites de la soberanía. Ya a fines del siglo pasado Lenin hizo


notar que en la época del imperialismo financiero, se creaban formas
transicionales de dependencia estatal, expresadas en lo que comunmente
hoy se les denomina neocolonialismo.

Por otra parte, los límites de la soberanía de los Estados están


condicionados por el hecho de que sus actos no lesionen la soberanía de
otros, tal como lo recoge el Derecho Internacional Público. Pero este último
carece de instrumentos coactivos y no hay posibilidad de otro vínculo
27

jurídico que el aceptado libremente por los Estados.

A pesar de la creciente interdependencia de los Estados, existe la


tendencia a subrayar que los compromisos exteriores no deben
comprometer la soberanía, debiendo basarse estas relaciones en la
igualdad y ventajas recíprocas.

En América Latina la noción de soberanía surge con los movimientos


independentistas de principios del siglo XIX. En el caso de México, cuando
se produce su advenimiento como Estado nacional, -el 28 de noviembre de
1821 -, su condición de soberanía quedaba seriamente cuestionada. Por
una parte, al quedar organizado el Estado como un imperio, el pueblo no
pudo ejercer su voluntad ni su soberanía; por otra, su independencia,
atributo exterior esencial de la soberanía, se vió coartada por los apetitos
de las grandes potencias: los jóvenes y pujantes Estados Unidos y las
viejas potencias coloniales.

Al interior, la Iglesia pugnaba contra los poderes del Estado; en el


exterior España y el Vaticano se niegan por largo tiempo a reconocerle
independiente.

La inmediata vecindad con Estados Unidos le acarreó a nuestra nación


las mayores amenazas y las peores consecuencias: en 1835-36 Estados
Unidos participa en la guerra de independencia del territorio mexicano de
Texas, contra el gobierno de Santa Ana para anexárselo en 1845.

En 1848, luego de la guerra contra México se anexa California y en


1853 impone el Tratado de la Mesilla, apropiándose de otra gran faja de
territorio. En resumen, con Texas, Nuevo México y Alta California, Estados
Unidos se apodera de más de dos millones de kilómetros cuadrados de
territorio mexicano, superficie mayor que la del actual Estado mexicano y
su porción más rica en recursos: oro, petróleo, bosques vírgenes y
28

potencial hidroeléctrico.

Pero la injerencia exterior no se limitó a arrebatarle territorios: las


grandes potencias intervinieron en su vida interior.

En virtud del Tratado de Londres de 1861, Inglaterra, Francia y España


se coligaron en una agresión contra México para obligar a Benito Juárez a
reparar los prejuicios que sus medidas financieras, - sobre todo la
suspensión de pagos de la deuda -, habían ocasionado a los súbditos de
aquellas naciones.

España, tomando la iniciativa, envía una expedición desde La Habana,


comandada por el general Prim: desembarcan en Veracruz y avanzan
hasta Orizaba, donde Prim obtiene de Juárez, (Convención de Soledad), un
compromiso de negociación.

Inglaterra acepta el compromiso, pero Francia, con mayores


ambiciones, lo rechaza. La retirada anglo-española deja a los franceses
dueños de la situación. Napoleón III impone en junio de 1864 a Maximiliano
de Austria en México con el título de emperador.

Su poder, sin embargo, fue efímero: tres años después Benito Juárez,
con el apoyo de la mayor parte de la opinión mexicana vuelve a
restablecerse en el poder.

Para historiadores occidentales, durante el siglo XIX mexicano

“El criollo trabaja para prolongar el régimen español bajo la


forma de una monarquía conservadora que salvaguarde sus
intereses; el extranjero, por su parte, sueña con una autoridad
que garantice la apacible explotación de las riquezas mineras
del país: he aquí una doble hipoteca.” (9)

Esto se manifestaría, por una parte, en el caudillismo político, y por la


29

otra, en frecuentes intromisiones en la soberanía mexicana por parte de


las potencias extranjeras. Esta doble hipoteca, hoy, un siglo después,
continúa gravitando sobre la nación mexicana bajo formas diferentes.

La Revolución Mexicana iniciada en 1910 representó un cambio


trascendental en los rumbos de la nación. La política de recuperación de
las riquezas venía a restablecer y reafirmar la soberanía. En este sentido
coincidimos con la apreciación de Alonso Aguilar, quien afirma que

“La expropiación y nacionalización del petróleo fue otra acción


de enorme importancia no sólo para disponer de un recurso
productivo básico, sino para impulsar el desarrollo industrial. Y
sobre todo fue la respuesta obligada a un grupo de poderosos
consorcios extranjeros que, en franca rebeldía y empeñados en
no cumplir nuestras leyes, lesionaban gravemente nuestra
soberanía nacional.” (10)

En las primeras décadas del siglo XX se producen graves


intervenciones por parte de Estados Unidos, pese a los esfuerzos
mexicanos por conservar la soberanía. En 1913, la intervención del
ministro Henry Lane Wilson en la política interna de México otorga
responsabilidad directa a los Estados Unidos por el triunfo del cuartelazo
de La Ciudadela durante la Decena Trágica y por el asesinato del
presidente Madero y del vicepresidente Pino Suárez. En 1914 desembarcan
fuerzas yanquis en Veracruz. Entre 1922 y 1933 se aplica presión contra
los gobiernos de México por Coolidge y Hoover. Y es ampliamente
conocida la intervención de los Estados Unidos contra los movimientos
agrarios encabezados por Villa y Zapata.

Después de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días se


produce la expansión de la presencia del capital extranjero en México, y
más recientemente del transnacional. Por citar un solo sector, el
30

alimentario, según datos de Bernardo Olmedo, 66 corporaciones


transnacionales controlan, - subordinando al capital nacional -, el mayor
volumen de la producción agricola y su proceso industrial en México. (11)

En el plano de la intervención clásica, es decir, militar o político-


diplomática, esta se ha evitado en gran medida por la cohesión interna
lograda, por el hecho de que México es prácticamente el único país
latinoamericano que ha logrado mantener un estado democrático de
derecho desde 1930 hasta la actualidad, - a pesar del monopolio del poder
por el PRI -, garantizando una estabilidad que le ha salvado de dictaduras
y del peligro de intervenciones extranjeras.

La afirmación anterior no impide reconocer que en los últimos tiempos


la soberanía mexicana se ha visto mediatizada por fenómenos tales como
la certificación norteamericana respecto a la lucha antidrogas, (lo que no
impidió al gobierno de los Estados Unidos realizar recientemente una
operación encubierta en territorio mexicano sin el conocimiento de nuestro
gobierno, en franca violación de nuestra soberanía y de los tratados
existentes al respecto. Como es sabido se descubrió por esta vía una
presunta vinculación de bancos mexicanos en el lavado de dinero
proveniente del tráfico de estupefacientes). También la implementación,
desde mediados de los años 80 de políticas de corte neoliberal, son
expresión de la intervención de actores foráneos (estados, organismos
internacionales) en la conformación de las políticas nacionales.

A manera de resumen de este breve análisis, podemos afirmar que a


causa de los avatares históricos en que se ha visto sumida la nación
mexicana, la soberanía ha asumido el rango de valor profundamente
arraigado en la conciencia del mexicano, lo que constituye un elemento a
tener en cuenta en la interpretación de la relación soberanía –
globalización.
31

Aspectos actuales. El sistema político mexicano quedó fijado en la


Constitución de 1917, instrumento normativo – jurídico e ideológico que
consagró el diseño estructural de un Estado poderoso, centralizador e
intervencionista, promotor de una economía de mercado y un fuerte poder
presidencial, con base en una fracción empresarial de la burguesía y las
clases medias que configuran un pacto social permeado de un discurso
ideológico asociado a la Revolución y de orientación nacionalista.

La cuestión de la soberanía quedará plasmada en la Constitución a


través de numerosos artículos que establecen:

Art. 25 – Corresponde al Estado la rectoría del desarrollo


nacional para garantizar que éste sea integral, que fortalezca
la soberanía de la nación y su régimen democrático y que,
mediante el fomento del crecimiento económico, el empleo y
una justa distribución del ingreso y la riqueza, permita el
ejercicio pleno de la libertad y la dignidad de los individuos,
grupos y clases sociales, cuya seguridad protege esta
Constitución.

Art. 27 – La propiedad de las tierras y las aguas dentro de los


límites del territorio nacional corresponden originalmente a la
nación...

Corresponde a la nación el dominio directo de todos los


recursos naturales....

Solo los mexicanos por nacimiento o por naturalización y las


sociedades mexicanas tienen derecho para adquirir el dominio
de las tierras, las aguas y sus accesiones.

Art. 33 – Los extranjeros no podrán, de ninguna manera,


inmiscuirse en los asuntos políticos del país.
32

Art. 36 – La soberanía nacional reside esencial y originalmente


en el pueblo. Todo poder político dimana del pueblo y se
instituye para beneficio de éste...

Art. 41 – El pueblo ejerce su soberanía por medio de los


poderes de la Unión en los casos de la competencia de ésta, y
por los Estados en lo que toca a sus regímenes interiores... (12)

Estas son las principales normativas constitucionales con respecto a la


soberanía y que en realidad constituyen una base jurídica suficiente para
su ejercicio en función de los intereses nacionales, sin embargo y
desafortunadamente, el texto constitucional no siempre es respetado en el
sentido de su espíritu nacionalista original.

Con el curso de los años se configuró en México una economía


empresarial basada en la propiedad privada. Con los procesos de
acumulación y centralización de capitales, se creó un reducido número de
grandes empresas monopólicas, tanto estatales como privadas, que junto
a las corporaciones transnacionales hoy dominan la economía.

Luego de culminado el proceso de transformaciones revolucionarias


1910 – 1917 – 1940, desde 1940 hasta 1982 se desarrolla el modelo de
industrialización sustitutivo de importaciones, que va a tener como
denominador común la industrialización dependiente y la subordinación al
capital transnacional de origen norteamericano. El régimen de maquila,
establecido en 1960 es un fuerte indicador de lo anterior.

Merced a una vigorosa política inversionista se experimentó un


acelerado crecimiento económico, marcado, no obstante, por crecientes
desajustes y el endeudamiento externo.

El Estado, altamente proteccionista, tendrá un gran protagonismo, no


sólo por regir y regular el orden económico, sino también por estimular la
33

creación de empresas privadas y convertirse él mismo en un gran


propietario de centenares de empresas.

El movimiento estudiantil de 1968, las represiones y la insurgencia,


fueron síntomas que cuestionaron la viabilidad de un modelo desarrollista
de carácter excluyente para las mayorías del pueblo.

La crisis de 1974 – 1976, pudo sobrepasarla este modelo merced al


boom petrolero, pero en 1982 estalla nueva crisis que hace ya inoperante
el modelo económico.

Con la elección de Miguel de la Madrid en 1982, se produce un viraje


radical, iniciando la transición hacia la apertura económica y las políticas
neoliberales, importadas y ajenas a la tradición y la historia mexicanas.

El ingreso de México al FMI induce a aplicar el axioma de éste: el


desequilibrio externo es originado por desequilibrios internos, que se gasta
más de lo que se produce, por lo que se impone el ajuste. En
consecuencia, el Estado hará formal renuncia de su papel rector y
regulador de la economía y en la regulación social, entregando en la
práctica estos poderes a aquellos actores extra – nacionales.

Paradógicamente, este nuevo rumbo se asocia en el Plan Nacional de


Desarrollo de 1983 – 1988 con la idea de mantener y reforzar la
independencia de la nación en base a una mayor fortaleza de la economía,
supuesto que fallará ampliamente.

En definitiva, el proyecto neoliberal no sólo es una creación externa,


sino que se le va a imponer al Estado desde el exterior, en franco
detrimento de su soberanía. Así lo atestiguan, por ejemplo, las cartas de
intención firmadas con el Fondo Monetario Internacional, como la del 10 de
noviembre de 1982, en la que el gobierno se compromete a consultar con
el Fondo las medidas económicas a implementar, compromiso que afecta
34

la soberanía. (13)

No es menos cierto que las élites monopolistas internas también eran


solidarias a las presiones de Estados Unidos y del FMI para lograr la
apertura.

La política exterior mexicana ha tenido como uno de los propósitos


fundamentales la defensa y consolidación de la soberanía nacional bajo el
presupuesto de que el fortalecimiento de su capacidad negociadora es la
condición básica. Sin embargo, ha operado una cierta desarticulación entre
las dimensiones económica y política de la política externa que le ha
impedido, merced a las concesiones económicas y a la defensa puramente
formal de los principios soberanos, constituirse en un interlocutor válido en
toda la extensión de la palabra para los Estados Unidos.

B.- Globalización y soberanía nacional.

La soberanía de los Estados ha quedado fuertemente cuestionada


bajo el impacto de la globalización. Mas debemos tener presente que la
noción de soberanía no puede considerarse en términos absolutos.

La soberanía de los Estados a lo largo de la historia ha sido bastante


relativizada, ya sea por el ejercicio de que ha sido objeto por parte de los
gobiernos, que en muchos casos no la hicieron prevalecer debidamente,
-gobiernos entreguistas-, como por las características del escenario
internacional en que interactúan los Estados en diferentes épocas.

Nos estamos refiriendo al hecho de que la existencia de estados con


diferentes niveles de poder económico, político y militar, ha determinado
generalmente balances de poder en los que unos Estados sometieron a
otros a relaciones de dependencia.
35

Así, durante la época de la guerra fría, el mundo se encontraba


dividido en dos grandes bloques bajo el liderazgo respectivo de la URSS y
de los Estados Unidos y la soberanía de los estados se encontraba
subordinada a los factores ideológicos. En el campo capitalista, los Estados
Unidos aplicaban mecanismos de intervención para impedir las “fugas”,
como en los casos del derrocamiento del gobierno nacionalista de Jacobo
Arbenz en 1954 en Guatemala, de Salvador Allende en 1973 y del
movimiento Nueva Joya en Granada, por sólo citar algunos ejemplos
relevantes.

Pero incluso, dentro del campo socialista, en países que realizaban


proyectos avanzados de justicia social, la soberanía nacional quedó
supeditada para los países del Este a la necesidad de la conservación del
sistema, lo que pudo apreciarse en Hungría 1956 y Checoslovaquia, 1968.
Y de modo más dramático en la sujeción umbilical de aquellos regímenes
al modelo soviético de desarrollo, impidiendo alternativas nacionales.

En este caso, la globalización lo que ha hecho es destacar un


problema que venía presentándose antes, básicamente por la
internacionalización de las relaciones de producción capitalistas, afectando
sobre todo a los países subdesarrollados.

En el caso de México, los problemas de su soberanía ya no implicaron,


como en el siglo XIX, serias amenazas territoriales e intervenciones
militares, pero sí intervenciones de otro tipo.

Aquí vale retomar las apreciaciones del notable historiador Eric


Hobsbawn, quien al referirse a los vínculos de México con Estados Unidos
traía a colación una famosa frase de Porfirio Díaz: “Pobre México, tan lejos
de Dios y tan cerca de Estados Unidos “.

Efectivamente, sobre la actuación soberana del Estado mexicano


36

gravita poderosamente el peso de la cercanía geográfica y los intereses de


los Estados Unidos.

Para Eric Hobsbawn

“...lo que pase en México es políticamente de gran interés en


Washington, y el gobierno norteamericano intervendrá en una
u otra forma, pero específicamente, ¿de qué forma?. No
invadirían, pero intervendrían económicamente.” (14)

Esa presión intervencionista ha estado y estará presente en los


marcos de la actuación exterior y aún interior de México. También
determinadas medidas de corte doméstico en los Estados Unidos lesionan
los intereses del Estado mexicano o de sus nacionales, como las leyes
sobre inmigración.

Volviendo al contexto de la intensificación de los procesos de


globalización, estamos asistiendo a un fuerte y múltiple cuestionamiento
de la viabilidad histórica de los estados nacionales y a un debilitamiento
real de los mismos. La soberanía como atributo que define al Estado ha
sido uno de los principales elementos de su integridad tradicional
afectados.

En épocas anteriores se producían intervenciones y muchos Estados


tenían limitada de modo permanente su soberanía. Pero formalmente se
les reconocía tal. Hoy, al contrario, se le cuestiona, en un espectro de
opiniones que va desde quienes sostienen la idea de la obsolescencia total
del Estado y la necesidad de suprimirlo, (Gingrich, speaker de la Cámara
baja del Congreso de los Estados Unidos y su “Contrato con América”),
hasta los que, reconociendo los imperativos actuales, hablan de su
redimensionamiento, ya sea en beneficio del propio Estado o del orden
transnacional. Es importante precisar que el cuestionamiento a la
37

viabilidad de los Estados parte de la creencia ideológica neoliberal según la


cual los controles estatales son contrarios a la libertad individual.

El investigador Francisco Javier Peñas se ha referido al hecho de que


los principios fundamentales del Derecho Internacional: la soberanía, la
libre determinación y la no intervención están siendo fuertemente
cuestionados, señalando en particular, la contradicción entre soberanía y
libre determinación, la degradación de la no intervención y la
subordinación de la independencia a otros principios de las relaciones
internacionales, lo que ha puesto en cuestión la propia vigencia del
Derecho internacional.

En este sentido, ha afirmado que:

"Sería quizás demasiado pronto para abandonar una teoría de las


relaciones internacionales y un derecho internacional
basados en la primacía del Estado y de la soberanía. No hay
todavía claridad, pero no sería de extrañar que los Estados,
sobre todo los poderosos, en la busqueda de la estabilidad y
en la defensa de esa su cultura, se vieran tentados de
revisar los principios que han fundamentado la sociedad
internacional durante siglos".(15)

No obstante, de algún modo está ocurriendo la erosión de esos principios. Así,


el Dr. Silvio Baró ha llamado la atención sobre el hecho de que en las Naciones
Unidas, so pretexto de los derechos humanos, se ha cuestionado la soberanía y
defendido el “derecho” de intervención, bajo el argumento de que la problemática de
los derechos humanos borra las fronteras entre lo interno y lo externo.

Este tipo de posición se ve un tanto respaldada por la conflictividad en


el Tercer Mundo, que propicia la aparición de un sedicente derecho de
intervención, bajo la fórmula de intervenciones humanitarias.
38

Nos encontramos, entonces, - escribe el Dr. Baró - , en el


momento en que se desarrollan las argumentaciones dirigidas
a justificar las condiciones en que se podría desarrollar una
intervención humanitaria. En tal sentido, ya se enuncian las
siguientes: (a) violación grave de los derechos humanos
fundamentales, (b) situación de urgencia y necesidad de
actuar, (c) agotamiento de otros medios de protección, (d)
proporcionalidad entre el uso de la fuerza y los objetivos
perseguidos, (e) carácter limitado de la operación en el tiempo
y en el espacio, y (f) información inmediata de la operación al
Consejo de Seguridad.” (16)

En este sentido habrá que continuar el debate, internacional, a fin de


evitar su entronización con las peores consecuencias para el Tercer Mundo.

Se habla también de la presunta desaparición de los Estados, pero, ya


son muy pocos los defensores a ultranza de la desaparición próxima de los
Estados. Es una idea que no resiste un análisis serio si se mira la realidad
actual, donde son muchos los Estados y aún las nacionalidades que
reivindican su existencia independiente. Entre tanto, la idea de la
sustitución de los Estados por un gobierno mundial sigue siendo prematura
y sumamente improbable por la ausencia de entidades internacionales o
supranacionales suficientemente representativas y capaces de asumir esa
función, pese a que se habla ya de un protoestado mundial representado
por el FMI, BM, OTAN, G-7 y otras entidades del mismo corte.

La ONU, enfrascada en un proceso de reforma que ya es


indispensable, no acaba de adoptar mecanismos suficientemente
democráticos y se encuentra sumida en el debate de intereses
particulares, especialmente de las grandes potencias en torno a derecho al
veto y prerrogativas globales.
39

Existen otros organismos internacionales con poder económico y


político suficiente como para ejercer como actores políticos independientes
con autoridad supranacional, como los arriba citados: FMI, BM, etc., pero
ligados profundamente a los intereses de los Estados Unidos y otras
grandes potencias, son incapaces de realizar una política mundial
verdaderamente constructiva.

Con todo, se ha producido un relativo debilitamiento de los Estados,


debido fundamentalmente a la transnacionalización económica, que
dificulta el control de las economías nacionales y las relaciones con otros
países, que pasan a ser controladas por las CTN.

Vista del modo que se analiza en el primer capítulo, la globalización


ejerce una influencia cardinal sobre la soberanía al afectar el
funcionamiento de los Estados en su conjunto. Dicha influencia se verifica
desde dos puntos de referencia: desde el proceso objetivo de
transformaciones mundiales y desde las políticas que impulsa el
capitalismo central, de actual sentido neoliberal.

Conviene precisar que globalización y neoliberalismo son dos


fenómenos diferentes. La globalización es un proceso objetivo fruto de un
alto nivel de liberalismo económico, internacionalización de los flujos y
acelerada revolución científico – técnica, entre otros factores. Entre tanto,
el liberalismo es un pensamiento político y económico, también una praxis,
que aprovechando el proceso objetivo de la globalización, intenta imponer
un discurso que pregona la libertad absoluta - del mercado – como ideal
de realización de las aspiraciones de los individuos y las naciones, pero
que en el fondo responde a los intereses del capitalismo central.

A su vez, la globalización en razón de sus orígenes, ejerce un


novedoso impacto sobre el principio de la soberanía de los Estados.
40

Aunque estos referentes tienden a aparecer unidos, intentaremos un


análisis separado. En primer término, la globalización como fenómeno
objetivo afecta la soberanía desde dentro y desde afuera por aquellas
fuerzas, (CTN de diferente índole, medios de comunicación, nuevos actores
como los grupos ecologistas), que insertados al interior de un estado o
desde afuera, tienden a operar globalmente. El ejemplo más socorrido que
puede emplearse es el de Internet, la cual viabiliza un flujo de información
que generalmente escapa al control de los Estados. Por esta vía puede
entrar, - junto con valiosa información científica, comercial o cultural -, otro
tipo de información no deseable referidas a la pornografía, redes de
prostitución, narcotráfico o neofascismo.

También a través de ella pueden concertarse convenios comerciales


que podrían eludir regulaciones nacionales. Por estas y otras razones está
surgiendo una nueva rama del derecho: el Derecho Informático.

Este ejemplo también nos sirve para ilustrar la conjugación de los dos
referentes arriba mencionados: siendo Internet un producto de alta
tecnología generado en los países industrializados, - concretamente
Estados Unidos -, se corre el peligro de un nuevo tipo de dependencia: que
los países subdesarrollados se vean obligados a aceptar las normas de
gestión informática originadas en los centros de poder y también tengan
que adquirir de ellos, - como ya ocurre -, hard y software. Un síntoma de lo
anterior ya está vigente: la obligación de los usuarios de Internet de
mantenerse on line (en línea) aún cuando no estén utilizando los servicios
de la red de redes. Ello no sólo representa gastos adicionales en equipo y
energía, sino principalmente el peligro de que cualquier intruso pueda
penetrar las bases de datos. De ahí la necesidad de que los países
subdesarrollados diseñen sus propias redes y las normas de vinculación
con el exterior. La TV por satélite y la inmediatez de la información es otra
vía de insospechable poder de influencia, no sólo cultural sino también
41

política al interior de los estados.

El otro punto de referencia, el de la globalización dirigida, es decir,


neoliberal, desde el punto de vista de las relaciones internacionales se
expresa en la actuación de los países industrializados, directamente o a
través de organismos multilaterales para introducirse en la política interior
o exterior de los Estados y modelarla a su conveniencia. Esto se aprecia en
un definido fundamento teórico, y en propuestas concretas acerca de la
reforma del Estado en sí y en sus relaciones interiores y exteriores,
aprovechando el curso objetivo de la globalización.

En el plano teórico, el neoliberalismo predica el abandono de las


concepciones noekeynesianas y el “retorno al individuo” como sujeto
político, lo que significa a la renuncia al estado benefactor, es decir, al
estado que se preocupaba por cierta estabilidad, aplicando políticas
sociales y que regulaba las relaciones económicas estimulando la inversión
y redistribuyendo, hasta cierto punto, la riqueza social.

El nuevo estado, según la concepción neoliberal, deberá rediseñarse y


asumir el mercado como elemento determinante, autorregulador de todos
los vínculos: económicos, políticos, culturales; mediante el abandono
paulatino de sus funciones tradicionales, en un proceso que se ha dado en
llamar, desregulación.

En este mismo sentido, lesivo del concepto tradicional de soberanía


operan las tendencias que pretenden un cambio en la correlación entre lo
público y lo privado al interior de los Estados, a favor de este último,
considerando lo privado más apto para promover la globalización.

Sin embargo, antes de analizar algunos elementos de la reforma del


Estado, debemos subrayar dos cuestiones cardinales que restan
credibilidad y coherencia al proyecto neoliberal.
42

En primer lugar, el “retorno al individuo” como sujeto representa un


mito, en tanto que el capitalismo contemporáneo, basado en la vigente ley
de acumulación capitalista, ha dado lugar a un contexto en el que
predominan las corporaciones transnacionales, que hacen nulas las
posibilidades de la libre actuación de los individuos, aparte del hecho de
presentar al individuo como un ente abstracto, aislado de comunidades
más amplias.

En segundo lugar, aunque se pregona el abandono de la intervención


del Estado en la economía, es precisamente el Estado el que aplica una
activa política intervencionista, desreguladora, que como tal acentúa la
influencia del Estado en el rumbo de las naciones.

Tanto los ideólogos neoliberales como otros disímiles representantes


del pensamiento político contemporáneo, desde la derecha hasta la
izquierda, coinciden en afirmar que en las condiciones de la globalización,
el Estado no será más que lo que hasta ahora ha sido.

En lo atinente a su soberanía, que en el fondo es la condición sine


qua non de su existencia, los principales planteamientos giran en torno a
su presunta obsolescencia. Este planteamiento tiene que ver tanto con la
creciente interdependencia de las naciones como con el problema global
de la gobernabilidad y estabilidad de la sociedad transnacionalizada.

Partiendo del núcleo duro de la teoría noeliberal, es el mercado y no el


Estado el gran regulador social, por lo tanto la noción de soberanía se le
subordina, apareciendo una fuerte tendencia a debilitar y aún
desacreditar la autoridad de los estados, tanto en el orden interno como el
externo. Así lo afirman los autores del libro Globalizacion y Conflicto:
Cuba – Estados Unidos:

“El discurso político liberal y las acciones que emanan de los


43

centros están orientados a instaurar en el sistema


internacional los mecanismos que aseguren que los estados del
Sur se conduzcan acorde con las directrices trazadas, para lo
cual tratan de desacreditar – en nombre de la modernidad -,
principios que deben regir las relaciones internacionales, como
son, la soberanía, la autodeterminación, la no intervención....”
(17)

Aquí cabe subrayar con los autores, que no es únicamente mediante el


discurso político, sino que ya se emprenden acciones en esta dirección, lo
que se aprecia en el intento de imponer su modelo de organización política
y de derechos “en clara intención de homogeneizar los comportamientos
políticos de los Estados” (18)

Se trata de debilitar por numerosas vías la soberanía, ya sea


mediante órganos supranacionales o de mecanismos de monitoreo. Estas
vías están constituyendo ya un gran riesgo para la soberanía de los
Estados, pues se ha comenzado a utilizar a la ONU como instrumento para
legitimar las nuevas concepciones y prácticas, que tienden a concentrar el
poder económico y político del mundo en manos de un pequeño número
de países lidereados por Estados Unidos, recurriendo a nuevos conceptos,
(enunciados en su momento por el ex – Secretario General de la ONU,
Boutros Ghali), como los de “soberanía limitada”, “diplomacia preventiva”,
“mantenimiento y construcción de la paz”, ”intervención humanitaria”,
“restablecimiento de la democracia”, todos ellos concatenados en sendos
proyectos denominados Un programa para la paz y un programa para
el desarrollo, publicados en 1992 como documentos oficiales de las
Naciones Unidas.

Boutros Galhi desarrolló toda una teoría en torno a la idea de la


“soberanía limitada”. Reivindicó el derecho de la comunidad internacional,
44

a través de las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos internos de los


Estados en caso de presuntas violaciones de los derechos humanos por
Estados no basados en principios democráticos o por actos que hicieran
peligrar la paz y seguridad internacionales.

Concibió la “diplomacia preventiva” como la capacidad de la ONU


para tomar medidas de presión sobre Estados transgresores, y la
“intervención humanitaria” como recurso definitivo para imponer
militarmente a dichos supuestos transgresores.

El “restablecimiento de la democracia” y el “mantenimiento y


construcción de la paz” equivaldrían a la intervención en los asuntos
internos de un Estado una vez suprimida la situación anterior (guerra civil,
guerra local, dictadura) para moldear las estructuras económicas y
políticas acordes a lo que la ONU pudiera entender como satisfactorio.

Ello implicaría en la situación actual, la imposición de los criterios de


las grandes potencias y de sus intereses geopolíticos, amén de pisotear la
soberanía de los Estados del Tercer Mundo, quienes quedarían a expensas
de lo que decidieran las grandes potencias y consagraría el derecho de
intervención y con él la muerte de la soberanía.

Fue este un precedente muy importante relacionado con el


cuestionamiento de la soberanía nacional. Y aunque no se le haya
aprobado como política oficial de la ONU, El espíritu de sus
planteamientos ha estado presente en las intervenciones contra Haití,
Somalia y otros Estados.

Frente a estas nuevas tendencias el mundo subdesarrollado se


encuentra inerme, pues comportan generalmente el uso de la fuerza, con
sanciones económicas, presiones políticas e intervención militar.

La existencia o surgimiento de situaciones de crisis, donde los


45

derechos de los ciudadanos de un Estado son violados, justifica en cierta


medida la adopción de decisiones internacionales. Sin embargo, hasta
ahora, la experiencia ha demostrado que la comunidad internacional no
puede, - carece de fuerza -, para enfrentar estas situaciones; son en la
práctica los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, y
particularmente Estados Unidos, quienes intervienen y deciden, por
encima de la comunidad internacional y de los derechos soberanos de los
Estados.

En el fondo de este tipo de enfoque a la soberanía, subyace el


problema de la gobernabilidad del sistema internacional. Se pretende
imponer la “soberanía limitada” en aras de crear un mundo estable para
los intereses de las grandes potencias, que son los mismos que los de las
transnacionales. Pero además de ceder soberanía, y ante la acumulación
de un conjunto de problemas globales, (sociales, medioambientales), se
esgrime la tesis de la corresponsabilidad de los estados, o sea que todos,
desarrollados y subdesarrollados tienen igual responsablidad por los
problemas del medio ambiente, tráfico de drogas, etc., de lo que se deriva
que los países subdesarrollados tendrían que hacer un esfuerzo semejante,
- que significa mayor en términos económicos -, en la solución de
problemas que ha generado el mundo industrializado.

Muy maltrecha queda la soberanía de los países subdesarrollados


cuando se habla de igualdad soberana, por cuanto esta viene a expresarse
en proporción al poder económico, de modo que el concepto
interdependencia, objetivamente necesario, tiende a ser mediatizado por
la capacidad del Estado para ejercer sus derechos frente a otros más
poderosos, lo que genera asimetrías en convenios de apariencia
mutuamente ventajosos y equitativos.

El presidente Fidel Castro, en su intervención televisiva posterior a la


46

visita del Papa a Cuba se refirió ampliamente al tema:

... los Estados desaparecerán, es decir, los Estados nacionales


creados en un período de la historia desaparecerán. Están
desapareciendo ya, es un parto difícil, pero están
desapareciendo. La soberanía de los Estados venía
desapareciendo ya como una secuela inevitable de la
hegemonía del imperialismo norteamericano, del mundo
unipolar, del orden y las instituciones que ellos han
establecido, que merman y erosionan cada vez más la
independencia de los Estados y de los países, en primer lugar
de los medianos y pequeños. (19)

A su modo de ver, los Estados nacionales desaparecerán como una ley


natural de la historia para dar lugar a “una sola familia humana”, lo que se
ajusta a la concepción marxista del progreso social. Esto, consideramos, es
un proceso de larga duración, y Fidel lo tiene en cuenta, para afirmar que
se acelera con la globalización:

“ Vemos multiplicarse las comunicaciones de todo tipo, la


velocidad de esas comunicaciones: aéreas, marítimas y
terrestres, electrónicas, telefónicas, radiales, televisivas, las
cuales van ejerciendo una influencia enorme en los
acontecimientos.” (20)

Añade que estos fenómenos están ligados a los avances de la ciencia


y la técnica y al desarrollo caótico y desordenado de la civilización
humana, para afirmar que el mundo del porvenir no puede ser ese mundo
egoísta, irracional e insostenible que se nos anuncia, porque es necesario
hacerle frente al neoliberalismo, oponiéndole resueltamente la solidaridad,
-“la globalización de la solidaridad” -, y el reparto equitativo de los bienes
que crea el hombre.
47

Desde la óptica del mundo subdesarrollado, los procesos vividos en la


actual década evidencian un serio deterioro de la soberanía de los Estados,
principalmente a causa de imposiciones exteriores, generalmente
vinculadas a la necesidad de ajustarse a determinados cánones
económicos y políticos, en aras de acceder a una relación aparentemente
equitativa con el mundo industrializado. Sin embargo, esta relación resulta
asimétrica: igualdad soberana aparente, apertura a las transnacionales
que ahogan a los productores nacionales y extraen las riquezas del país.

Esta situación amenaza con convertir a los Estados periféricos en


meros instrumentos de una política global generada en los países del
capitalismo central. Ciertamente, es necesario abrirse al mundo, aceptar la
interdependencia, asumir colectivamente la solución de los problemas
globales, pero sin perder de vista las necesidades y proyectos de cada
nación.

La soberanía no desaparecerá a corto o mediano plazo, pero sí


cambiará la forma de su expresión y realización; tendrá que
redimensionarse. La independencia debe conservarse en los nuevos
marcos de la interdependencia creciente. Interdependencia no debe
significar renuncia a la soberanía, sino cesión convenida y mútuamente
beneficiosa de espacios de soberanía, con la garantía de una retribución
real y no engañosa, como la que representan a veces, convenios de
apariencia equitativa. Ello depende en gran medida de la voluntad de las
fuerzas gobernantes, que deben realmente expresar la voluntad general de
la nación, porque, en el orden de las relaciones económicas, los conceptos
de autonomía en las decisiones son enterrados bajo el peso de la creciente
interdependencia, que debe entenderse literalmente cuando se habla de
naciones con un nivel económico semejante, pero cuando se refiere a
naciones del Norte y del Sur, esta interdependencia suele ser asimétrica,
con el gran riesgo de convertirse en dependencia.
48

Las contradicciones Estado nacional – CTN. La


transnacionalización económica ha conducido a la apertura de los
mercados, el libre comercio, el flujo internacional de capitales, la creación
de zonas de libre comercio, la eliminación de barreras arancelarias y
administrativas al comercio internacional, la integración en bloques
económicos, el libre flujo de mercancías, servicios y capitales, el amplio
uso del dinero electrónico, todo ello con el subsecuente fortalecimiento de
las CTN, que se han convertido en émulos del Estado.

Las funciones soberanas del Estado, principalmente en el terreno


económico, pero también en el político, se han visto subsumidas en los
nuevos mecanismos de la economía globalizada. El Estado ha perdido, - o
ha cedido – potestades en materia de aranceles, movimiento de capitales,
control de cambios, reglamentación a la inversión extranjera, lo que ha
sido asumido por los grandes mercados financieros, monetarios, bursátiles
y comerciales, que tienden a unificarse por encima de los Estados.

El capital internacional en forma de CTNs y de “organismos


multilaterales” tipo FMI, ha encontrado su propia “soberanía”. Es libre de
moverse internacionalmente, elige al Estado en que invierte, salta las
fronteras nacionales y emigra en cuestión de minutos hacia mercados más
prometedores. Cuando un país no ofrece condiciones “atractivas” para la
inversión, el capital puede bloquearlo, retirar las inversiones existentes o
incluso ocasionarle dificultades comerciales y financieras, y el Estado no
puede evitarlo: ha perdido el control sobre buena parte de su economía y
de su capacidad para diseñar políticas económicas independientes al ser
menoscabada externamente su soberanía, y también por la imposibilidad
de encarar proyectos de desarrollo aislados del contexto internacional.

Las facultades de gobierno sobre la economía han ido a parar a los


directivos de las CTN, que son las que planifican la industria y el comercio
49

a nivel mundial y toman decisiones que en la práctica resultan de


obligatorio cumplimiento para todos.

Un ejemplo muy revelador de estas realidades es lo ocurrido a un país


de una solidéz económica indudable como Suecia: las empresas Volvo y
Ericson amenazaron con invertir 50 mil millones de coronas fuera de
Suecia si el país no se integra a la Unión Europea. “¿Qué podemos hacer?,
-dijo Lars Anell, embajador ante la UE-, “Suecia necesita a Ericson,
Ericson no necesita a Suecia.” (21)

Así, el poder del Estado está siendo suplantado por la planificación y


operación de las CTN, que bien articuladas entre sí disponen en las cosas
económicas y con frecuencia, también políticas.

Pero el conflicto no puede considerarse concluido, ni mucho menos


que el Estado desaparecerá o perderá totalmente sus atribuciones. En
primer lugar, porque, como sostiene Eric Hobsbawn, “...la creación de una
economía mundial neoliberal sin el Estado sólo puede alcanzarse a través
del Estado.” (22)

Es decir, que es el propio Estado el que impulsa las políticas


neoliberales desde una posición fuerte, prácticamente sin contrarresto; es
él mismo quien renuncia a la intervención en la economía, aunque para el
Tercer Mundo funcione más como imposición externa; pero de todos
modos, es el Estado quien dirige esos cambios.

Y en segundo lugar, porque las CTN necesitan de un marco político


donde actuar, un marco que establezca garantías legales, estabilidad y
orden social. Y esto lo puede crear y mantener sólo el Estado. Es
sobradamente conocido que en países donde se producen crisis políticas,
guerras civiles o inoperancia del Estado, las transnacionales no invierten.

De modo que las contradicciones Estado-CTN tienen un límite: el de


50

la gobernabilidad. Mientras no exista otra forma de regulación política,


jurídica y administrativa, digamos, un gobierno mundial, el Estado no está
amenazado ni en su existencia ni en el ejercicio de determinados aspectos
de su soberanía.

Como sostienen notables personalidades del mundo científico, entre


ellos Eric Hobsbawn y Noam Chomski, las soberanías nacionales no
desaparecerán, tampoco las nacionalidades. Ocurrirá un
redimensionamiento necesario, porque incluso las CTN necesitan los
marcos legales y de estabilidad que sólo garantizan los Estados.

Se impone la necesidad de que los estados del Tercer Mundo ejerzan


un control efectivo de sus recursos naturales, que se implementen políticas
distributivas más equitativas, y a nivel político, la fortaleza de Estado y la
búsqueda de la unidad, mediante agrupaciones de estados con intereses
semejantes para enfrentar las relaciones asimétricas.

Hará falta tambiém una política interna mundial que aborde los
problemas globales de la agenda tercermundista, especialmente los
derivados de la transnacionalización económica.

La soberanía podrá asumir las consecuencias de la interdependencia


en le medida en que los mutuos condicionamientos no afecten los
intereses nacionales de los respectivos actores, lo que implica la reforma
de todo el orden internacional vigente.

C.- Efectos de la globalizacion sobre la soberania mexicana.

Es sabido que después de la Segunda Guerra Mundial el principal reto


para la soberanía mexicana ha sido la penetración económica,
particularmente norteamericana. Con la globalización dicha penetración se
intensifica, amenazando con subsumirla en un espacio económico, - y
político -, transnacionalizado, gobernado por las CTN y los organismos
51

multilaterales como el FMI y el Banco Mundial, tras los que se encuentran


ineluctablemente, los intereses de los Estados Unidos.

Sin embargo, México viene a ocupar un lugar privilegiado dentro de la


estrategia de los Estados Unidos hacia América Latina en la postguerra
fría. México es objeto de mayores atenciones y “privilegios” de parte de los
Estados Unidos. Pero, desafortunadamente, no principalmente en función
de los intereses mexicanos.

Nuestra posición geográfica nos hace perfectamente elegibles en


términos de oportunidades y otorgamiento de prioridades. La cercanía a un
gran centro de poder es el primer elemento que facilita el interés de los
inversionistas, con los alicientes adicionales de los bajos costos de
producción, (salarios más bajos, materias primas más baratas, menores
gastos en transportación) y las facilidades de todo tipo otorgadas por el
Estado.

Pero aún más importante es el hecho de que Estados Unidos aplica


una política de Estado deliberada hacia México, en el sentido de otorgarle
esas prioridades, pues quiere convertirlo en la gran barrera que absorba
todos los efectos negativos de una mayor polarización mundial de las
riquezas y sirva para contener las presiones migratorias y de otro tipo
provenientes del Sur.

De modo que el papel hegemónico que se abroga Estados Unidos no


sólo en el Continente, sino en el ámbito mundial, coloca a México en una
posición intermedia, solamente beneficiosa para los Estados Unidos.

La rápida intervención de los Estados Unidos y los organismos


financieros multilaterales para salvar a nuestro país de la bancarrota
financiera en 1994, es un indicador suficiente para demostrar el interés de
los Estados Unidos por su estabilidad. Este tipo de intervención a su vez
52

compromete aún más a los gobernantes mexicanos con los Estados Unidos
y revela el carácter profundamente asimétrico de esta relación.

El agotamiento y crisis del modelo desarrollista existente en México en


décadas anteriores determinó la necesidad de formular un modelo
alternativo de desarrollo que a la vez permitiera al país insertarse en la
economía globalizada a partir de que sólo mediante esa inserción en esos
procesos mundiales es posible acceder al desarrollo.

La materialización de estos propósitos vino a concretarse con la


apertura al exterior y la adopción de fórmulas noeliberales. Es sumamente
importante subrayar que este rumbo no fue el resultado de una proyección
de las perspectivas nacionales hacia la situación exterior, sino más bien
consecuencia, de una parte, de la imposición de estas políticas por el FMI y
el Banco Mundial, y de otra, por la simpatía de la clase política y
empresarial del patio hacia las potencias económicas, particularmente
Estados Unidos. No se adoptó un proyecto consensuado que tuviera en
cuenta las aspiraciones nacionales sino los intereses de los grupos de
poder económico, aunque se presentó el proyecto, - en sintonía con el
discurso neoliberal internacional -, como la vía maestra del desarrollo,
como el único camino para garantizar progreso y bienestar a todos los
ciudadanos. Este discurso también se articuló con el de la Revolución
Mexicana: soberanía, progreso, bienestar.

En su introducción al libro La Sociedad Global, el destacado


politólogo mexicano Luis Javier Garrido, sostiene que desde los años ´50
un grupo de políticos e intelectuales que sólo tenían en común el hecho de
encontrarse al servicio de los grandes consorcios, - denominado Grupo
Mont Pèlerin -, se dio a la tarea de instrumentar un nuevo proyecto cuyo
objetivo esencial era ponerle fin, en nombre del mercado, a la intervención
estatal en la economía. Según Garrido, formaron parte de este grupo los
53

mexicanos Antonio Ortíz Mena, dos veces secretario de Hacienda y su


cuñado, el secretario de Industria y Comercio; Raúl Salinas Lozano, padre
de Carlos Salinas de Gortari, quien sería el principal impulsor del
neoliberalismo en México.

En este contexto se habla entonces de una “nueva política” del


capitalismo central hacia el Tercer Mundo que en la práctica será el “nuevo
injerencismo”, aunque de “nuevo” no tenga otra cosa que el cambio de
los paradigmas en que se basa: ya no interesa el control territorial ni la
injerencia militar como instrumentos principales, basta el control
económico y parcialmente político para asegurar los intereses de las
grandes potencias y de las CTN.

Todo el proceso de reformas que de manera accidentada transcurre


en México en los últimos años, está permeado por esos dos grandes
factores exteriores que desde los centros capitalistas se promueven: es el
mercado y no el Estado el regulador social por excelencia; y la fórmula
homogenizadora democracia-multipartidismo-derechos humanos, que
pueden interpretarse como

“...acciones de presión que éstas, (las potencias centrales),


realizan con vistas a debilitar a los Estados nacionales o
adecuarlos en función de los intereses de la globalización.” (23)

Estas motivaciones externas han sido determinantes del proceso de


reforma del Estado en México, que en sus diferentes vertientes busca
adecuar el país a los acondicionamientos externos en lo económico,
político y social. (Consultar al respecto epígrafe dedicado a este tema.)

Creemos legítima la readecuación o redimensionamiento del Estado


para adaptarse a las condiciones de la globalización: pero este proceso
pierde legitimidad cuando se realiza, como es el caso, soberanía pretexto
54

del progreso nacional, cuando en realidad responde a intereses foráneos.

La inserción de México en el TLC es otro elemento que subvierte la


soberanía. Se inscribe en las tendencias del capitalismo central hacia la
creación de entidades supranacionales que suplanten el papel del Estado,
en este caso en el orden económico comercial, pero con profundas
repercusiones políticas, al privar al Estado de la capacidad para
instrumentar políticas independientes.

Aunque en el discurso político las autoridades siempre se han


manifestado por el control soberano de los recursos de la nación y del
ejercicio de su capacidad política, tal como establece la Constitución, en la
práctica, con la instrumentación de las políticas neoliberales y con el TLC,
especialmente al abrir aún más el país a la inversión extranjera, se ha
intensificado la cesión del control de los recursos naturales y humanos. Su
explotación se revierte en beneficios para las transnacionales y muy pocos
para el país. Subsecuentemente, cede soberanía en dos planos: al
renunciar en la práctica al control de esos recursos y al permitir su
explotación intensiva e indiscriminada por entidades extranjeras. Y un
elemento fundamental: el Estado, o sus representantes, abdican
voluntariamente a su prerrogativa de ejercer la capacidad decisoria,
cediéndola a terceros. Muy sintomático es, por ejemplo, el proceso de
reforma a la ley sobre los sindicatos, actualmente en curso, que, como se
reconoce públicamente está condicionado por los compromisos asumidos
en el Tratado de Libre Comercio.

El TLC supone para México una interdependencia asimétrica respecto


a sus socios, económicamente mucho más poderosos. Aún duplicándose
en breve tiempo el PNB de México, no alcanzaría a ser suficiente para
elevar su capacidad negociadora, puesto que en un lapso semejante, la
economía de sus socios también se habría duplicado.
55

Otra consecuencia del Tratado de Libre Comercio que debilita a México


en sumo grado es que condiciona sus relaciones con terceros países, pese
a que se afirme lo contrario. Y en este contexto, por sus compromisos
crecientes con el Norte, tiende a verse imposibilitado de realizar una
política común con otros países subdesarrollados para promover la agenda
tercermundista. La disyuntiva a esta cuestión aparece reflejada en una
reciente intervención de la secretaria de Relaciones Exteriores ante la
Asamblea General de la ONU, donde abogó por la búsqueda de soluciones
multilaterales a los problemas derivados de la globalización, como el
“efecto dominó” de la crisis asiática, en lo que se revela un lenguaje, si
bien realista, más contemporizador que reivindicativo, al asociar las
inevitables ayudas que una crisis implica, con los costos que se derivan
para los donantes.

La inserción de México en los procesos globalizadores, por las


características que asume, puede crear situaciones impredecibles para el
país. El mencionado “efecto dominó” de la crisis financiera asiática es una
de las consecuencias negativas de la interdependencia en las condiciones
de libre acción de las fuerzas del mercado y un elemento de riesgo que
pende sobre la economía mexicana.

En otro plano, la revolución científico-técnica contemporánea,


originada en los países del capitalismo central, modifica totalmente las
perspectivas del futuro. La posesión de determinados recursos naturales y
energéticos ya no es garantía absoluta o suficiente del desarrollo: se
imponen las nuevas tecnologías y los nuevos materiales, el dominio de las
mismas y del know how, que dan lugar a una industria totalmente
diferente de la actual, convirtiendo a nuestra actual planta industrial en
parcialmente obsoleta.

Por último, pero no menos importante, si afirmamos con Marx que la


56

política es la expresión concentrada de la economía, y sostenemos que el


poder político en México es un poder oligárquico, cuando el poder
económico va trasladándose al control transnacional, el poder político no
puede menos que gravitar ineluctablemente en esa dirección, hacia la
conversión del Estado en un “Estado gerente” (Chomski), sin fines, mero
intermediario entre el productor y el verdadero dueño: las CTN.

Si entendemos por soberanía, en primer lugar la soberanía económica


y política, bajo este punto de vista se impone la lucha de los sectores cada
vez más marginalizados en defensa de la soberanía nacional, que es
condición primaria, básica, no sólo de la preservación de nuestra identidad
nacional, también de nuestro derecho y de nuestras esperanzas de
desarrollo.

Como puede observarse, hemos venido analizando los problemas


vinculados a la soberanía desde sus vertientes económicas y políticas
principalmente. No intentamos un estudio exhaustivo desde el punto de
vista del Derecho, - aunque en momentos se aborda -, porque en la política
de poder contemporánea el Derecho ocupa un lugar secundario: se ha
impuesto el pragmatismo, la lucha de intereses. Y el Derecho se interpreta,
- o se manipula -, según las conveniencias de los actores.

D.- La crisis del contrato social: la reforma del estado.

Como se indicó en el epígrafe anterior, el Estado mexicano busca


adecuar el país a condicionamientos externos, y en este sentido se inserta
el problema de la reforma del Estado.

Los múltiples efectos que produce la globalización y los


condicionamientos que trazan las políticas neoliberales han puesto en serio
cuestionamiento al Estado en sus funciones tradicionales. Se necesita
adecuarlo para que no sea un obstáculo a los flujos de la globalización y
57

también se imponen generalmente desde el exterior políticas neoliberales


encaminadas a minimizar su papel. En esta relación causal queda
implicada la soberanía, en el sentido de un serio cuestionamiento, lo que
sugiere la necesidad de abordar el curso actual de la reforma del Estado en
México en relación a su impacto sobre la soberanía.

El “contrato social” vigente en México se configuró tras la Revolución


de 1910. En las décadas inmediatamente posteriores se consolidó el
estado post-revolucionario mediante la unión política de las organizaciones
obreras con el partido oficial y los grupos empresariales. La Reforma
Agraria, la expropiación petrolera y el modelo de desarrollo capitalista
instrumentado fueron pivotes fundamentales de este consenso.

Un papel relevante correspondió al sindicalismo mexicano, que aceptó


integrarse al bloque de poder, contribuyendo a la estabilidad, al absorber
la disconformidad social. Como contrapartida a ese apoyo sindical, el
Estado adoptó medidas de premio, como la creación del Instituto Mexicano
del Seguro Social, IMSS, en 1943 y el Instituto de Seguridad y Servios
Sociales para Trabajadores del Estado, ISSSTE, en 1960. De esta forma se
creó una complementariedad objetiva entre el Estado y los sindicatos, no
exenta de complicidades y compromisos con patronos y funcionarios.

“La atipicidad del sistema político mexicano, - escribe José


Miguel Candía -, se explica en gran parte, por la persistencia
que adquirió la subordinación de las dirigencias obreras y de
otros grupos sociales populares a los dictados y
condicionamientos que se originan desde el Estado”. (24)

De otra parte, sustentaba esta situación, la sustitución de las clases


rentistas por una burguesía de nuevo tipo, moderna, que creció al amparo
del estado interventor y proteccionista promotor de la industrialización.
58

La estabilidad lograda estuvo basada en la legitimidad y


representatividad del Estado surgido de la guerra civil, en la misma medida
en que rompía con las rígidas estructuras de poder heredadas del
colonialismo, en los planos económico, político y social, a niveles mucho
más radicales que en la mayoría de los países latinoamericanos.

La “revolución institucionalizada” dio lugar en México a un Estado de


tipo corporativo, fuertemente centralizador y “asistencial”, con alta
capacidad decisoria en los asuntos interiores y exteriores.

Pero el compromiso histórico fundado en el régimen de monopolio


político del PRI, con el tiempo se ha tornado obsoleto. El cambio de las
condiciones económicas y la reorientación de las políticas
gubernamentales cuestionan el sistema de alianzas que permitieron aquel
consenso, imponiéndose ahora el reto de formular nuevas reglas del juego.

La aparición pública en 1994 del Ejército Zapatista de Liberación


Nacional ha sido una clara demostración de esta necesidad.

Los cambios iniciados a mediados de los años ´80 con las medidas de
ajuste y la reformulación del modelo de desarrollo, marcaron una nueva
etapa totalmente diferente de lo que había caracterizado al México post-
revolucionario.

Comenzaron a abandonarse el modelo de industrialización sustitutiva,


el protecionismo y las políticas del ”welfare state”.

La reforma del Estado viene a insertarse en los procesos globales: la


expansión del modelo neoliberal, y los cambios en el clima político
nacional e internacional.

Colocado entre los extremos del “welfare state” y el “laissez faire”, la


reforma del Estado es un proceso que opta por el último extremo,
59

encarando las facetas económica, política y social.

Para Alejadro Lambreton, la reforma del Estado en México

“ ... es la piedra de toque para poder alcanzar plenamente la


modernidad y el desarrollo...Resulta vital, porque nuestro país
ha estado inmerso en una crisis recurrente desde 1982,
generada en parte por los excesos populistas de la década
previa, pero también por las inconsistencias de un
neoliberalismo que en los últimos dos sexenios puso
demasiado énfasis en la apertura hacia fuera y muy poco en la
equidad hacia adentro.”. (25)

Esta es una apreciación muy justa, aunque planteada en términos de


expectativas. El autor, con una gran dosis de utopismo plantea una
reforma que conduzca al bienestar de toda la sociedad, cuando en la
práctica se está viendo que en su esencia el nuevo proyecto estratégico
está destinado a lograr una inserción funcional de nuestro país en el
mundo transnacionalizado y en función de las clases y sectores
dominantes.

Pero una cuestión cardinal sobresale dentro del discurso oficial: la


necesidad de reconstruir la legitimidad del poder, fundar un nuevo
contrato social acorde con las tendencias mundiales en boga, teniendo
muy en cuenta que el Estado se desliga cada vez más de los compromisos
sociales (empleo, seguridad social), que estuvieron en la base del
consenso anterior y que la apertura económica y privatizacion, (incluso de
funciones del Estado), está significando una creciente marginalización de
importantes sectores sociales.

El elemento principal de la reforma del Estado es hoy la reforma


política. El monopolio del poder por el PRI es seriamente cuestionado y hay
60

quienes suponen que la democracia mexicana se perfecionaría si se


lograra la alternancia de partidos, lo que en el contexto actual del estado
corporativo es poco menos que imposible, por el control que a nivel del
Estado y de la sociedad aún conserva el PRI.

Ante estos retos, la dirigencia del PRI se ha propuesto “refundar” al


Partido, cambiando la ideología del “nacionalimo revolucionario” por el
“liberalismo social”, transfiriendo a los ciudadanos los mecanismos de
participación y selección de candidatos para mantener el poder con base
en la alianza histórica con el pueblo mexicano. Gustavo Gordillo,
subsecretario de Reforma Agraria lo resumió así:

“Una de las grandes apuestas del proyecto modernizador es


lograr transitar del corporativismo estatal, caracterizado por la
supeditación de las fuerzas sociales a un corporativismo
societal”. (26)

Los demás partidos, especialmente el PRD fundan su proyecto más en


el combate a la línea neoliberal oficial que en propuestas alternativas. Hay
aquí más lucha política que programas.

Las demás prioridades de la reforma política para el gobierno son, el


nuevo federalismo, fortalecimiento del poder legislativo, reforma electoral
y nueva relación Estado – indígenas. Son metas, además, la atenuación
del centralismo, frenar los vínculos clientelares en las relaciones
territoriales y descentralización administrativa.

¿Darán esas medidas mayor poder decisorio al pueblo? , en otros


términos, ¿Significarán la implementación de un ejercicio más democrático
del poder? El discurso oficial propone un mayor ejercicio de la soberanía
popular. Veamos.

El problema del federalismo radica en la necesida de que se canalicen


61

de manera más óptima, recursos suficientes a los estados y municipios,


pero también hace falta crear los mecanismos institucionales que
garanticen su uso eficiente. En algunos estados se ha reproducido una
especie de caudillismo, lo que determina la necesidad de superar estos
vicios, de modo que el freno a la influencia excesiva de los gobernadores
debe apoyarse en la creación de instancias que garanticen la distribución
de los presupuestos hasta las localidades.

Con referencia las comunidades indígenas, tradicionalmente la


relación con ellos, de signo “civilizatorio”, ha significado el ataque a sus
tradiciones y costumbres, bajo el criterio de que todos los ciudadanos son
iguales ante la ley. La cuestión central es hoy si se otorga o no, autonomía
a las comunidades indígenas, lo que puede significar, de una parte, el
respeto a sus costumbres, pero de otra, la exclusión social.

Con relación a la democracia directa, es decir, establecer los


mecanismos de consulta popular como el referendum y el plebiscito,
mediante una reforma constitucional, círculos oficiales opinan que este
derecho debe ser limitado por lo que denominan el “carácter voluble de la
opinión pública” y porque este sistema otorgaría derecho directo de
participación a los ciudadanos, suplantando el régimen de partidos y aún
las atribuciones del Congreso.

Aunque éstas objeciones son evidentemente exageradas, dejan


traslucir el temor que tiene la clase política de perder el control de la
sociedad, cosa que está muy lejos de lo posible.

Y un asunto de gran importancia es el de la reforma electoral, en lo


que se refiere a otorgar derecho al voto a los ciudadanos mexicanos en el
extranjero, que tiene que ver principalmente con los residentes en los
EE.UU. Existen algunas limitaciones como la imposibilidad de elaborar un
padrón confiable, los problemas del control de las propias elecciones y el
62

carácter extraterritorial que tendrían las decisiones que tomara cualquier


tribunal en la solución de un conflicto de este tipo. Es decir, los tribunales
mexicanos, en caso de conflicto, tendrían que pronunciarse sobre unas
elecciones realizadas dentro del territorio norteamericano, y,
eventualmente también las autoridades norteamericanas podrían verse
involucradas en la solución de problemas entre mexicanos.

Por último, en el plano social, asumiendo la heterogeneidad cultural


del país, se reconoce que las políticas culturales han entrado en un
proceso de franca declinación, esto es particulararmente válido en el plano
educativo y teniendo en cuenta la penetración, por via del consumo, de
valores culturales extranjeros. De aquí se ha inferido la necesidad de una
reforma educativa. Las ideas más recientes al respecto fueron formuladas
en el Plan Nacional de Desarrollo, 1995 – 2 000 del presidente Zedillo.
Partiendo de la necesidad de adecuar el sistema educativo a las demandas
del cambio y modernización del Estado, se plantea la modificación de los
contenidos de la enseñanza, mejorar la capacitación de los agentes
educativos y perfeccionar el apoyo didáctico con vistas a profundizar la
calidad de la enseñanza, en una sociedad donde la adaptación a los
procesos productivos cambiantes y a los retos de la apertura, constituyen
imperativos esenciales.

En este contexto se plantea la necesidad de formar cuadros


científicos y técnicos altamente calificados, que contribuyan a la formación
de los jóvenes, al desarrollo de investigaciones sobre la realidad nacional,
sobre los avances científicos internacionales, en la adecuación de las
nuevas tecnologías a la realidad nacional, al estudio de la cultura y las
artes, consideradas en el contexto de la soberanía nacional y del desarrollo
sustentable.

Sobre estos proyectos la psicóloga Mirta Bicecci señalaba el peligro


63

que se corre de “reducir el saber a las leyes de mercado, donde todo el


problema se reduce a un valor económico” (27)

El Estado es una institución necesaria para el desarrollo de las


potencialidades de la sociedad. El individuo y el Estado están ligados de
manera que sus intereses deben converger. A lo largo de la historia, la
convergencia del concepto jurídico de Estado con la noción sociológica de
nación dio lugar a la idea moderna del Estado nacional. Y por cuanto, a
través del Estado el individuo debería alcanzar sus fines más elevados, no
podría imponérsele límites a aquel para promover los intereses del
individuo, lo que dio lugar a la noción de soberanía del Estado.

Es así como toda reforma del Estado implica a la soberanía, en tanto


la política del Estado debe establecer un equilibrio entre soberanía y
libertad.

En un mundo caracterizado por una creciente interdependencia de las


naciones en los marcos de la globalización, cada país debe lograr un
balance entre la práctica de la acción estatal y los nuevos escenarios para
esa acción, de lo que se deriva la necesidad de reformas.

La reforma del Estado, en las vertientes analizadas, constituye la


preparación de México para la asimilación de nuevas formas productivas y
la apertura exterior.

Replanteando entonces la pregunta realizada más arriba, hemos de


reconocer que el conjunto de las reformas proyectadas ataca vicios y
limitaciones de todo el sistema institucional mexicano, pero no están
dirigidas, como se pretende, a garantizar el bienestar, la justicia y la
equidad. Una mayor participación del pueblo en los asuntos públicos busca
fomentar un nuevo consenso social que desligue al Estado de compromisos
asistenciales, a la vez que asegurar la gobernabilidad, uno de los
64

problemas básicos del mundo de hoy y exigencia de los grandes


inversionistas y acreedores. También hay que considerar los llamados a
ajustarse a las “normas” internacionales de democracia.

La reforma del Estado, en su conjunto, tiene importantes efectos para


el ejercicio de la soberanía. Muchas decisiones que se tomen a nivel local
pueden tener efectos nacionales y aún exteriores. En este orden, el
ejercicio de la soberanía, la capacidad de decisión a diferentes niveles de
la sociedad, puede asegurar su defensa, pero también que aquella se
diluya en regímenes de atribuciones.

La reforma, indudablemente afectará la capacidad del ejercicio


centralizado por el Estado de la soberanía. Pero es un reto que hay que
enfrentar, y diríamos, una forma nueva de rediseñar al Estado y a la propia
noción de soberanía. Sin embargo, ello entraña extraordinarios riesgos, no
por el hecho de que se vayan a democratizar las capacidades de decisión
sino, sobre todo, porque es el interés de los grupos políticos que en un
momento dado predominen aquí o allá, y en última instancia el interés
económico de los poderosos, el que con más probabilidades se impondrá.

La reforma del Estado es un proyecto de riesgo, pero no para los


grupos de poder, es un riesgo para el ejercicio de la voluntad soberana de
la nación en su conjunto, que solamente podria expresarse mediante un
régimen que realmente tuviera en cuenta las necesidades del pueblo y de
toda la nación. Pero para un consenso de este tipo se requeriría una
transformación radical, en la esencia y no en la forma, de la
institucionalidad actualmente vigente.

E.- El Tratado de libre comercio de America Del Norte y sus


efectos para México.

La globalización de la economía mundial ha acarreado para México


65

profundos cambios, en particular, la creación del TLC, como respuesta


regional a las exigencias de la interacción competitiva a nivel global, ha
implicado reformas de largo alcance no solo de la estructura del estado
mexicano, sino también del contrato social existente hasta entonces.

La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC),


constituye un paso decisivo, - para bien o para mal -, en la inserción de
México en el mundo globalizado.

Las complejas características de la vida moderna han hecho del


Estado una entidad insuficientemente dotada para afrontar aisladamente
las demandas del desarrollo económico y humano. Esto es especialmente
cierto en el Tercer Mundo, por la estrechez de los mercados, bajo poder de
consumo, altas tasas de crecimiento demográfico, marginación social,
escasez de capitales y subdesarrollo científico-técnico, todo lo cual
redunda en un estrangulamiento económico imposible de superar en los
marcos nacionales.

Por ello ha ganado fuerza la idea de la integración económica como


instrumento del desarrollo, que busca introducir sistemas modernos de
producción para un espacio económico más amplio.

La integración económica supone la remoción de las barreras


arancelarias y otras que interfieren el libre movimiento de los factores de
la producción, (personas, bienes, capitales, tecnología, servicios), entre
países.

Esto pone en cuestionamiento la soberanía. ¿Hasta qué punto la


creación de un poder supranacional dotado de órganos propios y de un
sistema jurídico de obligatoria observancia por los Estados supone una
contradicción con la soberanía estatal? ¿La formación de una entidad
comunitaria de esta clase con facultades para tomar decisiones es
66

incompatible con la soberanía?

Hay consenso respecto a que la integración es necesaria y aún


ineludible. Pero la formación de un organismo colectivo, bajo un sistema
jurídico específico, la integración, no debe limitar, sino reafirmar la
soberanía, en tanto cada Estado haya limitado voluntariamente los
alcances de su poder a cambio de las ventajas económicas que la
supeditación a un orden integrador le pueden ofrecer, siempre que la
relación de interdependencia tenga en cuenta las asimetrías.

Este proceso, en el caso de México, fue preparado por un conjunto de


premisas entre las que debemos destacar, en primer lugar, que
históricamente los vínculos económicos exteriores de México se han
centrado en las relaciones con Estados Unidos, a pesar de que el estado
mexicano ha intentado afirmar vínculos con otras regiones, que neutralicen
un tanto el peso abrumador de esta relación.

Es interesante anotar que: “Al optar por el TLC norteamericano, el


gobierno mexicano escogió el camino pragmático y viable, ya que si bien
ha habido iniciativas continentales, ninguna ha tenido éxito” .(28)

Efectivamente, en lugar de optar por la integración con Latinoamérica,


con la que existen mayores identidades, problemas y expectativas
comunes, se optó por un bloque de naciones poderosas como vía de
incorporación a la globalización productiva, asumiendo la tesis de los

“Falsos profetas del determinismo económico, - según


Cuauhtémoc Cárdenas -, quienes aseguran que no tenemos
otra opción sino enrolarnos en un bloque internacional
determinado”(29)

Lo cierto es que la incorporación al TLC obedece a estas tendencias


integracionistas, de las que nadie quiere quedar fuera, alentados por los
67

éxitos europeos y asiáticos. El gobierno mexicano razonó conveniente


unirse al bloque norteamericano antes que arriesgarse al aislamiento o
aventurarse a una integración con América Latina.

Otra importante premisa de la incorporación de México al TLC reside


en las transformaciones económicas realizadas. Desde mediados de los
años 80 México abandonó la economía altamente regulada, optando por la
liberalización y la desreglamentación. Los mercados financieros fueron
desregulados , la agricultura y la industria fueron expuestas a mayor
competencia mediante la reducción de las barreras comerciales, se
privatizó la propiedad pública en gran escala y la mayor parte de los
bancos comerciales. En 1992 se realizó una reforma agraria que permitió a
los inversionistas adquirir tierras de los pequeños propietarios, todo lo cual
abrió la economía mexicana a la competencia extranjera.

La adhesión al Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio,


(GATT) en 1986, la renegociación de su deuda externa en 1990 y,
circunstancialmente, la escasez de capitales, fueron también elementos
coadyuvantes a la negociación del Tratado.

Así, en junio de 1990 se anunció por México, Estados Unidos y Canadá


la intención de negociar un tratado de libre comercio. El proceso de
negociación, una vez comenzado, se vio demorado por múltiples
obstáculos, entre ellos, el cabildeo en el Congreso de los Estados Unidos y
las presiones al gobierno mexicano para que cediera en aspectos que eran
considerados por la parte mexicana claves para su soberanía,
especialmente lo referido al petróleo. En este sentido, las declaraciones
del secretario mexicano de Comercio, Jaime Serra Puche, el 2 de agosto de
1992, en referencia a que sólo se aceptaría un tratado que beneficiara el
interés nacional, fueron interpretadas por los observadores como una
respuesta a dichas presiones.
68

La conversión del TLC en tema de campaña electoral en los Estados


Unidos y el incidente del secuestro por agentes de la Agencia
antinarcóticos norteamericana, DEA, del médico Humberto Alvarez
Machaín en territorio mexicano, revelan algunas de las vicisitudes del
proceso, aunque una nota significativa la daba el congresista Byron
Dorgan, quien declaró que el gobierno mexicano había gastado más de
100 millones de dólares en cabildeos en el Congreso de los Estados Unidos
para promover el Tratado.

Concluidas las negociaciones el 12 de agosto de 1992, no fue hasta el


7 de octubre cuando los ejecutivos de los tres países Mulroney, Salinas y
Bush, asisten a la inicialización del proceso de aprobación.

En varios cientos de páginas el Tratado de Libre Comercio detalla sus


disposiciones. En el preámbulo los tres países confirman su compromiso de
promover el empleo, el crecimiento económico y la competitividad
internacional de las empresas de sus respectivos países.

Declaran que la zona de libre comercio se establece conforme al


Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, (GATT), y que sus
objetivos son, entre otros, eliminar las barreras comerciales, incrementar
las oportunidades de inversión y fomentar la cooperación trilateral,
regional y multilateral.

Se agrega que los países miembros lograrán estos objetivos mediante


el cumplimiento de los principios y reglas del Tratado, como los de trato
nacional y trato de nación más favorecida, así como transparencia en los
procedimientos.

Para efectos de interpretación se establece que prevalecerán las


disposiciones del Tratado de Libre Comercio sobre otros convenios, con
excepción de los convenios ambientales, que prevalecerán sobre el TLC.
69

La parte mexicana ha declarado que el Tratado de Libre Comercio no


obstruye sus relaciones con terceros, aún cuando uno de los primeros
obstáculos puestos por el Congreso de los Estados Unidos durante las
negociaciones fue el de las relaciones de México con Cuba.

El Tratado de Libre Comercio prevé la eliminación de todas las tasas


arancelarias sobre los bienes que sean originarios de los Estados Unidos,
México y Canadá, estableciendo para ello reglas de origen. Se consideran
bienes originarios aquellos producidos con materiales provenientes en su
totalidad o mayoritariamente de América del Norte.

Se establece un período de transición para la eliminación de aranceles


durante el cual, se supone, las empresas y los mercados nacionales habrán
ido ajustándose a las nuevas condiciones de competencia, lo cual, como es
obvio, resulta más oneroso y también riesgoso para las empresas
mexicanas, que se ven obligadas a realizar las mayores inversiones.

Ante las dudas suscitadas por el Tratado de Libre Comercio, en


particular respecto a una presunta pérdida de soberanía , el premier
canadiense Bryan Mulroney expresó en 1991: “...solo un niño pensaría que
va a obtener algo sin dar nada a cambio. Esto es lo que se llama
interdependencia”(30)

Esta posición, a fuer de pragmática es realista. Pero depende del


contexto, depende de la capacidad de los sujetos en la negociación.
Canadá y Estados Unidos pueden negociar como iguales. Este no es el
caso de México frente a ellos.

Al respecto, el secretario de Comercio de México, Jaime Serra Puche


expresó: “Conozco esa declaración del Mulroney. Yo creo que no es cierto,
un Tratado de Libre Comercio como el que nosotros estamos definiendo no
cede soberanía. Ceder soberanía equivale, por ejemplo, a lo que hicieron
70

los europeos... (31)

Esta afirmación es aún cuestionable. Si bien no se hicieron


compromisos respecto a terceros, la propia existencia del Tratado de Libre
Comercio tiende objetivamente a condicionar las relaciones con terceros,
en el sentido de ser un convenio ya vigente y por otorgar el trato de nación
más favorecida, lo que, de hecho, coloca en segundo plano cualquier otra
relación.

Durante las negociaciones, el tema de los hidrocarburos fue uno de los


más difíciles y también el más sensible para la sociedad mexicana. El
recuerdo de los excesos de las empresas extranjeras y de la consecuente
expropiación y nacionalización todavía es un tema vigente en México. Aún
cuando la Constitución mexicana fija nítidamente las restricciones en este
terreno, se temía que los negociadores mexicanos cedieran soberanía en
este rubro. Hubo fuertes presiones para que México aceptara los contratos
de riesgo, considerados tradicionalmente como inconstitucionales en lo
referente al petróleo. Ellos finalmente aceptaron los contratos de
desempeño.

Según los contratos de riesgo, un contratista asume los gastos y si la


prospección es exitosa, pasa a ser propietario de un porcentaje del
petróleo descubierto. El contrato de desempeño establece un pago
monetario en relación con el petróleo descubierto. De esta forma, afirman
los especialistas, México sucumbió a las presiones de los Estados Unidos,
pues sin comprometer la propiedad del subsuelo, - ni entrar en conflicto
con su Constitución -, permite a empresas norteamericanas y canadienses
participar en obras de exploración y perforación, recibiendo ganancias en
dinero, es decir, disfrutando de los beneficios que aporta el petróleo.

En otros planos el Tratado de Libre Comercio prevé fortalecer el


comercio de bienes energéticos, a la vez que prohibe establecer precios
71

mínimos o máximos al comercio de hidrocarburos. Las restricciones a la


importación o exportación se reducirán a planes de estabilización de
precios o a la conservación de recursos naturales agotables.

El estado mexicano se reserva la propiedad de los bienes e


inversiones básicas en hidrocarburos, pero permitirá la inversión privada
en bienes petroquímicos no básicos y en generación de electricidad para
autoconsumo. México no aceptó la cláusula de abasto seguro para sus
socios, que le obligaría a suministrar todos los hidrocarburos que
requirieran los Estados Unidos y Canadá en tiempos de crisis o de gran
demanda.

El Tratado, aunque se denomina comercial, tiene entre sus objetivos


primordiales para México, la atracción de capitales. Al respecto elimina
importantes barreras a la inversión, otorgando amplias garantías a los
inversionistas . Se consideran inversiones todas las formas de propiedad y
participación en las empresas, a la propiedad tangible e intangible y a
aquella derivada de un contrato. Cada país otorgará a los inversionistas de
un país del TLC y a las inversiones que realicen, trato no menos favorable
que el que otorga a sus propios inversionistas, (trato nacional) o a los de
otros países, (trato de nación más favorecida), así como plena seguridad y
protección, acorde con el Derecho Internacional.

Ningún país les podrá imponer niveles de desempeño (niveles de


exportación, contenido nacional mínimo, trato preferencial a proveedores
nacionales), excepto las compras del sector público.

Estas previsiones obviamente que favorecen a los inversionistas


norteamericanos y canadienses, en razón de sus condiciones tecnológicas
y financieras generalmente superiores, lo que implica, en el fondo, un trato
asimétrico, no equitativo.
72

La libre convertibilidad y transferencia de las ganancias que establece


el Tratado puede ser una vía de fuga de capitales.

Entre las restricciones principales que se establecen se encuentran el


respeto a la capacidad de las Partes para adoptar medidas en interés de la
seguridad nacional y el derecho a restringir el comercio, en circunstancias
limitadas, para proteger su balanza de pagos. Estas últimas regulaciones
son un reconocimiento fáctico de la soberanía de los estados y una
demostración tácita de que ella continuará aún operando en la sociedad
internacional contemporánea.

Por otra parte, es necesario subrayar que México sí tuvo que dar algo
a cambio. La prueba está en la autorización de los contratos de
desempeño , que son una ficción jurídica para “respetar” la Constitución, o
en el simple hecho de que para viabilizar lo acordado en materia de
inversiones ha sido necesario revisar las facultades de la Comisión
Nacional de Inversiones Extranjeras, lo cual es una influencia inducida
sobre la capacidad del gobierno mexicano para formular sus políticas
internas.

No obstante, aunque solamente sea en teoría, tenía razón el


presidente Salinas cuando afirmó que

“La independencia de la nación no se garantiza edificando


muros reales o imaginarios ni refugiándose en actitudes o
estrategias, que, válidas en su momento, resultan inoperantes
en el umbral del próximo milenio”. (32)

El TLC crea riesgos reales para la soberanía mexicana. Y no sólo en el


plano económico; también en el territorial, el político y aún el cultural, al
crear un efecto gravitatorio, - o más bien acentuarlo -, hacia la parte más
poderosa y potencialmente influyente en la mayoría de los aspectos
73

enunciados.

La integración de las economías, proceso ya en marcha


anteriormente, - integración silenciosa, según Huchim -, por la estrecha
vinculación previamente existente, que se intensifica con el TLC, se perfila
como previsible a largo plazo si sigue la lógica de los procesos
actualmente en curso.

Antes del Tratado de Libre Comercio México ya era el tercer socio


comercial de los Estados Unidos, después de Canadá y Japón. Dos tercios
del comercio mexicano se efectúan con Estados Unidos, alcanzando en la
década de los 80, los 40 mil millones de dólares. El 70 % del turismo que
entra a México es norteamericano.

Al negociarse el Tratado de Libre Comercio se habló de un espacio


económico único, quedando el Tratado diseñado como zona de libre
comercio, que puede apuntar hacia una integración mayor, dadas las
tendencias de la economía mundial y por el hecho de que, al firmar el
Tratado, México institucionaliza la orientación estadounidense de su
política exterior.

Creemos que el TLC, tal como afirman sus defensores, promoverá el


crecimiento económico de México. Pero crecimiento económico no implica
generalización del bienestar, como tampoco un mayor peso político de
nuestra nación dentro de esta triada.

Las siguientes cifras dan una idea de la desventaja de la economía de


México respecto a sus socios, según datos de comienzos de los 90:

Estados Unidos tiene una extensión de 9 millones, 373 mil kilómetros


cuadrados; Canadá, 9 millones 976 mil y México, un millón, 972 mil, para
una población de 250, 27 y 85 millones de habitantes respectivamente;
entre tanto, el PNB de Estados Unidos es de 5 billones 200 mil millones de
74

dólares; el de Canadá, 531 mil 600 millones y el de México, 201 mil 400
millones de dólares. Si se analiza el PNB per cápita, tenemos que el de
Estados Unidos es de 20 mil 904 dls.; el de Canadá, 20 mil 214 dls.,
mientras el de México se ubica muy por debajo, con 2 mil 356 dls., sin
contemplar las desigualdades distributivas. (33)

De hecho, México entra al TLC en una situación terciaria bien alejada


de sus socios, y justamente por ello, - y a pesar del discurso acerca de la
igualdad de oportunidades -, México entra en una situación dependiente
de la tecnología, de las finanzas y de los programas macroeconómicos de
sus socios. Se verá subordinado por fuerza de las cosas a aquellos
poderosos intereses. Esto sin obviar el hecho de que son las CTN las reales
y verdaderas beneficiarias, que se instalarán en mayor número en México
aprovechando materias primas baratas y bajos salarios, escasos controles
estatales y, pese a todo, una legislación ambiental no sólo poco exigente,
sino probablemente muy susceptible de ser violada.

No puede negarse que se incrementarán los puestos de trabajo y la


circulación monetaria, pero todo el proceso tiende a convertirnos en un
gran maquilador, productores a bajo costo para la exportación, con
pingües ganancias para las transnacionales y la depredación de nuestros
recursos naturales, humanos y ambientales.

En este contexto, nuestro gobierno muy poco podrá hacer en términos


de manejo soberano de la economía, que no sea ajustarse a las crecientes
demandas de las grandes empresas. Habrá mayor industrialización, pero
no habrá industria nacional, que quedará ahogada en las poderosas redes
transnacionales.

Y si no hay industria nacional tampoco habrá un sector social con


gran poder económico e independencia capaz de defender intereses que
llamaríamos nacionales, frente a tan poderosos interlocutores. Serían, en
75

todo caso, una capa de intermediarios entre el estado y el capital


transnacional. A esta capa de gerentes, técnicos y economistas
corresponderá jugar un papel esencial en lo que respecta a los intereses
nacionales. Al respecto solo cabe dejar planteada la interrogante de si
serán capaces de actuar en este nuevo contexto defendiendo los intereses
nacionales, que es lo mismo que la soberanía.

La territorialidad es un atributo básico de la soberanía y ha


significado históricamente, todo un sistema de controles fronterizos que
tradicionalmente han aplicado los estados. Estos controles, en el contexto
de la globalización tienden a desvalorizarse y devienen más bien en
obstáculo a la creciente interrelación entre las naciones. En este sentido el
Tratado de Libre Comercio supone como metas esenciales la supresión de
barreras comerciales y el estímulo a la inversión extranjera. Ello implica la
disminución del control estatal sobre los flujos comerciales y de capitales
transfronterizos, así como cierta desterritorialización de la soberanía en
términos económicos, al permitirse las inversiones extranjeras en la
mayor parte de los sectores económicos y en cualquier zona del territorio
nacional. También el estado dejará de captar impuestos por concepto de
regulaciones comerciales.

Otro aspecto muy interesante, en este mismo sentido, consiste en que


el Tratado de Libre Comercio permite, según Fidel Castro, “...la libre
circulación de capitales y de mercancías, pero no de personas” (34) En
este plano se revela un aspecto de desigualdad del Tratado en relación,
particularmente con México. Es conocida la presión migratoria que ejercen
los ciudadanos mexicanos sobre la frontera sur de los Estados Unidos por
razones económicas. El Tratado de Libre Comercio no abordó este
problema, sin embargo, estaba presente en el contexto de las
negociaciones, al punto que, en respuesta a los detractores del Tratado, en
Estados Unidos se esgrimió el argumento de que el mismo contribuiría a
76

eliminar este problema: así lo afirmó Bush durante una reunión en la Casa
Blanca ante los miembros de la Legión Americana.

Ante el temor expresado de que el Tratado de Libre Comercio


generara desempleo en el suroeste de Estados Unidos, expresó que el
acuerdo mejoraría el estándar de vida en México y, como consecuencia,
generaría más demanda de productos estadounidenses y disminuría la
presión migratoria de los mexicanos. (35)

Por su parte, el presidente Salinas afirmó en otra ocasión que una


mayor inversión en México generaría mejores oportunidades de trabajo y
un flujo más reducido y ordenado de trabajadores. (36)

Efectivamente, existe la creencia de que al crear puestos de trabajo


adicionales en México, el TLC ayudará a resolver este engorroso problema.
En este sentido, el Tratado, al no establecer la libre circulación de
personas, - como acordaron las Comunidades Europeas -, de hecho la
limita. Mas esta limitación opera principalmente para los ciudadanos
mexicanos, es decir, para la clase trabajadora, porque los empresarios de
uno y otro lado tendrán amplias posibilidades de movimiento, quedando
así la inmensa mayoría de los mexicanos limitados en sus posibilidades de
movimiento o emigración por razones económicas. Y debe entenderse que
aún cuando las condiciones económicas de México mejoraran producto del
Tratado, Estados Unidos continuará ejerciendo un atractivo importante por
la sustancial diferencia de niveles de vida, que no se elevará en México a
un nivel semejante en un futuro previsible.

Los efectos de la inserción de México en el mundo globalizado


comenzaron a verse desde mediados de los 80 en que se transitó de una
economía altamente regulada a otra totalmente liberalizada y desregulada.
Estas tendencias tienden a intensificarse con la firma del Tratado de Libre
Comercio.
77

Este nuevo diseño de la economía ha conducido a un amplio espectro


de oportunidades y amenazas para las diferentes regiones y grupos
sociales; los ricos son más ricos y los pobres, más pobres, y en mayor
número. Unas regiones se potencian, en otras su base económica tiende a
hacer crisis.

En los 90 la parte más rica de la población se benefició con la


privatización de la industria estatal y las inversiones agrícolas; los sectores
industriales y comerciales orientados al mercado norteamericano, también
se han beneficiado.

Se están creando nuevos empleos en la zona maquiladora (norte) y de


cultivos comerciales (costa del Pacífico). Pero la pobreza continúa
aumentando: del 19 % en 1984 al 21 % en 1989, (en las zonas urbanas se
acercó a 8 millones). Después del colapso financiero de 1994 más de un
millón de mexicanos perdieron su empleo.

De modo que todo el mundo no gana. Aparentemente México ganará


en términos de ingreso neto como resultado del Tratado de Libre Comercio.

Pero detrás de esta proyección general se encuentran los perdedores.

Entre los especialistas prevalece la opinión de que los principales


perdedores serán los productores de maíz, que es un alimento básico del
país. En México el maíz no solo es un importante elemento económico de
sobrevivencia de grandes grupos de población: forma parte además, de la
cultura y juega un papel fundamental en el modo de vida rural. Cerca de la
mitad de las tierras de cultivo de México se dedican al maíz.

La mayoría de los productores mexicanos de maíz, - pequeños


productores -, tienen una economía deficitaria, trabajan en tierras pobres,
con acceso limitado a créditos, insumos y equipos. Se calcula que en las
mejores zonas, el rendimiento medio de la producción de maíz es una
78

quinta parte del de los estados del medio oeste de los Estados Unidos, con
los que habrá que competir a medida que se vayan eliminando las
restricciones comerciales. ¿Qué espera a estas personas?

Según un estudio realizado, por esta causa perderán su empleo 700 –


800 mil personas, es decir, un 15 % de la población económicamente
activa en la agricultura. (37)

Actualmente más del 30 % de la población del campo vive por debajo


de los niveles mínimos de ingreso y con mínimo acceso a viviendas,
servicios de agua y electricidad. Para el México rural todo tiende a declinar;
cae el salario real, crece el desempleo, que no es compensado con los
nuevos empleos; es improbable que el empleo en actividades no agrícolas
compense estos problemas, y si pudiera hacerlo, muchas personas no
estarán capacitadas para optar por empleos que requieren algunos
conocimientos técnicos.

Como resultado, algunas zonas rurales serán potenciadas y otras


entrarán en crisis profunda. Las familias se verán obligadas en muchos
casos a abandonar sus medios tradicionales de subsistencia, aplicando
estrategias cada vez más desesperadas, incluida la emigración a zonas de
agricultura comercial, a las ciudades o a los Estados Unidos.

¿Qué tiene que ver todo esto con la soberanía? . Creemos que mucho.
La dislocación social que conlleva, la pérdida del modo de vida tradicional,
el desarraigo, constituyen un gran riesgo para la sociedad. Puede que
muchos logren reinsertarse en otros contextos. Pero el riesgo mayor es la
marginación y la aculturación. Para el aborígen el maíz era un elemento
trascendental en la vida. Para el mexicano de hoy sigue siendo parte
sustancial de su dieta y muchos están empleados en su producción y
procesamiento. ¿Podremos imaginarnos a un campesino mexicano
desempleado comprando tortillas fabricadas en Denver o Kansas City? La
79

desnacionalización económica es un riesgo para la integridad social y para


la identidad nacional, condiciones básicas para que pueda mantenerse la
conciencia de soberanía.

Con el Tratado de Libre Comercio se ha logrado una exitosa revolución


macroeconómica, acompañada de impactos negativos para importantes
sectores de la economía.

La indiscriminada apertura ha fracasado: Creció exponencialmente la


inversión extranjera, pero a la vez, la pequeña y mediana industria
nacionales fueron ahogadas, como era previsible, por la competencia
extranjera. Las importaciones provenientes de condiciones más
competitivas han sustituido a las producciones nacionales sin dificultad.
Las finanzas del Estado se han consolidado pero la caída del valor del peso
frente al dólar vuelve a incidir, lenta pero inexorablemente. Crece el
desempleo y se polariza más la riqueza.

El Estado continúa retirándose del control de la economía y a pesar de


los impactos negativos, no parece encontrar otra alternativa que seguir
aplicando mayores dosis de la misma medicina. Se está produciendo una
gradual enajenación de la soberanía, pero no en función de las reglas del
Tratado de Libre Comercio sino más bien por la cesión del ejercicio de la
guía estatal a las CTN.

F.- Soberanía y seguridad nacional.

El análisis de los factores que convergen con la soberanía nacional


implica abordar su interacción con la noción de seguridad nacional, pues
a través de ella se reafirma la primera.

Antes de prevalecer las tendencias globalizadoras, la noción de


seguridad nacional, en su acepción tradicional, se interpretó
principalmente vinculada a los aspectos políticos – militares. Sin embargo,
80

esta percepción se ha modificado sustancialmente

En el plano de la seguridad nacional, bajo los efectos de la


globalización, la situación ha comenzado a cambiar para todos los Estados.

En la época de la guerra fría, los problemas de la defensa se


interpretaban desde una óptica nacional, aún cuando muchos Estados
estaban integrados a organismos de defensa colectivas.

Pero hoy en día, la noción de defensa “nacional” se pone cada vez


más en duda, sobre todo en el plano militar.

Por una parte, los costos de la tecnología militar avanzada son cada
vez más altos; por otra, se está produciendo una disociación entre las
nociones de defensa y seguridad: las respuestas militares ya no garantizan
por sí solas, ni principalmente, la seguridad del Estado.

La defensa, vista como las capacidades y opciones de protección del


Estado en sus aspectos políticos – militares no asegura totalmente la
seguridad. La solidez económica del Estado y el control de las tecnologías,
no solamente militares, sino que diríamos principalmente productivas,
son las que realmente garantizan la seguridad. Hoy los secretos mejor
guardados son los de las tecnologías de producción. De hecho, la defensa
de la soberanía nacional ha dejado de medirse en términos estrictamente
políticos y militares. Al alejarse el peligro de la guerra total, que no
significa que haya desaparecido, ni que los aspectos militares de la
defensa sean anticuados, los problemas de la seguridad se desplazan de
manera abrumadora al terreno económico y tecnológico.

Una somera explicación del cambio de los paradigmas de defensa y


segridad pudiera encontrarse, por una parte, en que tras el derrumbe de
la URSS y el campo socialista, no existe un enemigo identificado; por otra,
a causa de las profundas transformaciones económicas que han originado
81

una economía – mundo, donde la capacidad operativa de los estados


reside principalmente en su poder económico.

De ello se ha derivado, por una parte, que los aspectos económicos


centren el interés de la actividad diplomática a nivel internacional, por
otra, la aparición de dos agendas internacionales: la que promueve el
capitalismo central con su peculiar modo de ver los problemas mundiales,
y la del Tercer Mundo.

Para los países industrializados, las prioridades que imponen en su


“nueva “ agenda internacional, se vinculan a problemas reales:
narcotráfico, deterioro del medio ambiente, flujos migratorios.

Así, los países industrializados están tratando de desplazar las


tradicionales demandas del Tercer Mundo relacionadas con la lucha por un
nuevo orden económico internacional, contra la pobreza, por la solución de
los problemas de la deuda y por el desarrollo, como prioridades
fundamentales.

Por tanto, el reto es doble para los países del sur: en el exterior,
buscar solución a los problemas enunciados y al interior, la cuestión se
torna más compleja por cuanto un control transnacionalizado de los
recursos económicos, priva al Estado de la capacidad para garantizar su
propia seguridad y lo coloca en una situación inestable, al depender su
eficacia interna y estabilidad, de múltiples factores internacionales, tales
como la competencia y el estado de las finanzas de otras naciones con las
que se relaciona en sus intercambios exteriores.

En este complejo escenario se ubica la nueva estrategia


intervencionista que enarbolan los promotores de la “soberanía limitada”,
entendida como el derecho de terceros a intervenir, por motivos
específicos, en los asuntos internos de los Estados. Ello tiene su origen, por
82

una parte, en la inseguridad del actual sistema internacional; por otra, en


las tendencias a la homogeneización política y a la fijación de parámetros
equivalentes para todos los Estados, particularmente en referencia a las
nociones de democracia y derechos humanos.

Con razón afirma Dieter Senghhas que

“... cuando en los debates actuales se hace referencia a la


“obsolescencia de la soberanía nacional como un fenómeno de
alcance mundial, debemos darnos cuenta que esta es una
manera de ver las cosas muy centrada en la OCDE”. (38)

Para Senghaas la soberanía nacional es un referente de distinto valor


cuando se habla del Tercer Mundo o cuando tenga que ver con el mundo
industrializado. En el primer mundo no está cuestionada en el sentido que
lo está para el tercero, como lo muestra la Unión Europea, donde las
cesiones de soberanía tienden más bien a potenciar los intereses
nacionales en un ente colectivo. Para el Tercer Mundo la soberanía es una
condición de sobrevivencia y de expectativas de desarrollo.

Según este autor, determinadas políticas internas de los Estados


pueden repercutir de modo significativo en otros países, por ejemplo,
determinadas turbulencias políticas, guerras, pueden generar flujos
migratorios y otros efectos, con lo que las consecuencias las pagan otros.
Por tanto justifica, en determinados casos, la intervención, bajo el principio
de que cuando se produce un efecto indeseado debe eliminarse la causa,
esto es, intervenir para asegurar que la interdependencia entre Estados no
sea nociva.

En teoría, este esquema es válido, sin embargo, la experiencia actual


muestra que, - además de lo complicado de identificar cuando sería lícito
intervenir -, generalmente entran en juego intereses geopolíticos de
83

terceros, casi siempre las grandes potencias.

En cuanto a los aspectos propiamente nacionales de la seguridad, la


estabilidad social y económica, la gobernabilidad y un ajustado régimen de
relaciones con el exterior, son los elementos determinantes.

El gran dilema reside en que la propia noción de soberanía se modifica


y la seguridad nacional depende cada vez más de las cuestiones externas.

Para México, legatario de una larga tradición pacifista y de no


injerencia en los asuntos internos de otros Estados, esta forma de
presentar el problema no es totalmente satisfactoria; reducir la jurisdicción
nacional en el área de seguridad comportaría perder la soberanía.

Por ello es válido el criterio oficial de que

“...no podemos aceptar, sobre la base de pretendidos valores


humanitarios universales, iniciativas de corte claramente
injerencista (porque) diluyen la soberanía de los Estados en
abierta contradicción con la Carta de la ONU (y pueden)
encubrir iniciativas que responden a intereses unilaterales,
ajenos a la voluntad común.” (39)

En este plano, la reforma del actual orden internacional representado


por la ONU y la concentración en la agenda tercermundista, es la opinión
de México acerca de lo que debería hacerse. Luego, los principios del
derecho internacional, tales como el de la autodeterminación y el de la no
injerencia en los asuntos internos son también seriamente afectados en la
relación soberanía – seguridad nacional bajo el prisma de la globalización.

La interconexión económica, la interdependencia hace que las


decisiones de un Estado, incluso en el ámbito de la política interna,
afecten a terceros, manifestándose un cuestionamiento a la capacidad del
84

Estado para ajercer la autodeterminación en la deficición de sus políticas.


También aparece la violación franca al principio de la no ingerencia, lo que
se aprecia particularmente en la imposición de políticas por el FMI, o en
los largos debates en torno a las atribuciones del Tribunal Penal
Internacional.

En México después de la Segunda Guerra Mundial el estado, en su


vertiente exterior, no se ha visto seriamente amenazado. El nivel de
estabilidad le dio cohesión interna al Estado, lo que operó como factor de
disuasión: la integridad territorial no se ha visto amenazada, como
tampoco su capacidad para realizar la política exterior, que en términos
geopolíticos se tradujo en un importante factor de estabilidad hemisférica.
También es cierto que para la nación no existieron riesgos exteriores
potenciales.

(El sistemático apoyo del Estado mexicano a la Revolución Cubana y


su oposición al bloqueo, su reconocida vocación por el respeto a los
principios del Derecho Internacional y sus recientes iniciativas en los
procesos de paz centroamericanos validan la afirmación anterior).

México ha entrado al TLC, - si lo entendemos como proceso


integracionista -, y este carece de mecanismos de defensa conjunta de la
seguridad nacional; sin embargo, pertenecemos al TIAR, el cual, sin ser
necesariamente excluyente respecto al TLC, plantea otros compromisos y
otras responsabilidades. Tampoco es ocioso anotar que con el TLC México
ha dado una orientación prioritaria a los vínculos con los Estados Unidos, lo
que tiene una importancia capital y es comparable a los acuerdos franco –
alemanes de los años 50.

La acentuación de esta orientación compromete tanto a la seguridad


nacional como a la capacidad de México de jugar el rol hasta el presente
desempeñado en América.
85

En relación a las “agendas internacionales” el gobierno mexicano


opina que:

“Si bien nadie duda de su importancia, estos nuevos temas no


deben relegar a un segundo plano preocupaciones
tradicionales, aún no resueltas de la comunidad internacional,
como son el funcionamiento eficaz de un legítimo régimen de
seguridad colectiva, o la cooperación internacional para la
solución de problemas económicos y sociales acuciantes, en
particular la pobreza extrema...”(40)

Con relación a los intervencionismos en boga, la crisis asiática viene


demostrando de manera dramática la fragilidad del sistema internacional y
los nuevos peligros exteriores, no ya de una invasión militar, sino de orden
puramente económico, financiero o tecnológico.

También en el plano de la propiedad intelectual o de la denominación


de origen de los productos, existen riesgos que afectan los intereses
económicos nacionales y por tanto la seguridad.

A manera de ejemplo ilustrativo, el profesor de la UNAM Federico


Bolaños ha comentado que los países industrializados sacan del Tercer
Mundo gratuitamente variedades de arroz, maíz o trigo, resistentes a las
enfermedades o altamente productivas, para luego competir
ventajosamente en el mercado contra esos mismos Estados, como le ha
ocurrido a México con el maíz, en una nueva forma, muy sutil, de
explotación, que además coadyuva a mantener incapacitados a nuestros
países en el plano del desarrollo.

Como se indica en otra parte, la estrategia de la política exterior


mexicana ha mostrado una dicotomía entre los objetivos políticos y
económicos. Para México un imperativo exterior esencial ha sido el de la
86

conservación de su soberanía, sin embargo, su política exterior se ha


orientado cada vez más hacia Estados Unidos, haciendo al país más
sensible a los intereses de los Estados Unidos, a la vez que la penetración
por la vía económica hace ilusorio y aún utópico el discurso político oficial
sobre la preservación de la soberanía.

La soberanía nacional mexicana estará cada vez más condicionada a


la interdependencia con Estados Unidos, consecuentemente, su seguridad
nacional tiende a subordinarse también a los imperativos norteamericanos,
especialmente en este contexto del cambio de los paradigmas de
seguridad nacional.

En un mismo sentido de seguridad nacional corresponde analizar con


un poco de detalle los efectos de la RCT contemporánea sobre la soberanía
de los Estados.

g.- La revolución científico - técnica en las condiciones de la


globalización.

Si el control de los recursos por el Estado es una de las condiciones


del ejercicio de la soberanía, ello es válido también en el plano de la
tecnología.

La llamada tercera revolución industrial que se produce en la


actualidad, tiene como característica fundamental la sustitución del
sistema de producción en masa de tipo fordista por la producción flexible
que se define por la innovación continua en aras de adaptarse a las
condiciones de la competencia y la demanda.

Los nuevos descubrimientos, que han impactado prácticamente todas


las esferas de la actividad del hombre, se agrupan básicamente en la
microelectrónica, biotecnología y los nuevos materiales, tienen
importantes efectos en el desarrollo de las fuerzas productivas.
87

Estas nuevas realidades, cuyos efectos positivos son innegables,


generan, por otra parte, serios problemas para los países del Tercer Mundo:

− el alto costo de la investigación - desarrollo.

− desterritorialización y fragmentación de los procesos productivos.

− obsolescencia de la planta industrial basada en la producción


masiva.

− escasas posibilidades financieras para adquirir tecnologías de


punta.

− pérdida relativa de la importancia de la posesión de recursos


naturales y energéticos por el surgimiento de los nuevos
materiales y la diversificación del aprovechamiento de fuentes de
energía renovables, así como por la aplicación de eficientes
patrones de consumo material y energético en la producción.

Todo ello ha permitido a las naciones industrializadas "ganar un nivel


de independencia respecto de los suministros y otras influencias
provenientes de las naciones subdesarrolladas." (41)

Como consecuencias directas se produce una creciente disminución


de la participación de los estados del Tercer Mundo en la producción y el
comercio mundiales, pérdida de capacidad negociadora y dependencia del
mundo industrializado por su monopolio de las tecnologías. Esto se
produce por la incapacidad del Tercer Mundo para a).- financiar la
investigación - desarrollo; b).- modernizar sus industrias a los niveles
necesarios; c).- pérdida de la capacidad exportadora agrícola o tradicional
por el crecimiento de la eficiencia en las naciones industrializadas, con lo
que se pierden las ventajas comparativas.
88

Según el PNUD, las naciones industrializadas realizan el 95 % de los


gastos de investigación - desarrollo, poseen cerca del 90 % del personal
científico - técnico del mundo, (Obtenido también por la vía del "robo de
cerebros"), y además lideran la apropiación de los frutos de la RCT.

De este modo, para acceder a las nuevas tecnologías el Tercer Mundo


se ve obligado a someterse a los dictados y acondicionamientos del mundo
industrializado.

En una interesante propuesta, un publicista mexicano proponía el


retorno a las tradiciones productivas de la nación, pero no en el sentido del
gandhismo, de retorno al pasado, sino en el de emplear estas tradiciones
productivas potenciándolas con los logros mundiales de la RCT. Esta
propuesta, que no deja de ser racional, es a todas luces insuficiente,
porque la rapidez del desarrollo tecnológico y las ventajas comparativas
que brinda en su conjunto nos coloca en la disyuntiva de consumir la
tecnología producida en otras partes del mundo o quedarnos atascados en
el atraso.

Otros efectos nada desdeñables de la RCT tienen que ver con el


campo de los medios de comunicación y con la cultura.

La microelectrónica ha revolucionado los medios de comunicación y


además de sus efectos en la optimización de los procesos productivos y en
la interconexión de los mercados financieros, ha transformado
radicalmente la cultura, que se desplaza de la escritura a la imagen,
dando lugar a procedimientos miméticos que crean una realidad virtual
que se vuelve global y normativa frente a las sociedades nacionales,
(Chomski).

En México, cuando la opinión pública discutía los posibles efectos del


Tratado de Libre Comercio, se insistía en el peligro de la pérdida de la
89

identidad nacional. Este es un riesgo no solamente derivado del TLC, sino


de todo le proceso globalizador y en dos vertientes: una objetiva, impuesta
por la interrelación creciente del mundo y la mezcla de culturas, la otra se
refiere a los proyectos culturales homogeneizadores del capitalismo central
que intentan imponer estándares de comportamiento por medios
sofisticados con posibilidades normativas.

Sin embargo, aunque este peligro existe, somos de la opinión de que


inevitablemente, y como parte del curso de la historia, se producirá una
"universalización" de las culturas, pero las raíces siempre serán nacionales.

Un activo muy importante de nuestra nación es la fortaleza de su


identidad cultural y nacional. México supo absorber lo hispano sin
abandonar lo precolombino. Poseemos una cultura multiétnica, llena de
color y fuerza, capaz de asimilar aportes sin desvirtuarse. Entre tanto, la
cultura de nuestro vecino norteño no acaba de asimilar otra que no sea la
blanca anglosajona. El pueblo mexicano también se ha forjado un elevado
concepto de la soberanía nacional en su lucha histórica por la
independencia nacional, de ahí el profundo arraigo de esta noción, y su
condición de fundamento esencial de la conservación de nuestra identidad.

Identidad nacional y soberanía son dos nociones consustanciales.


Solamente la conciencia de sí de un pueblo, le permite afirmar la
soberanía. Esta conciencia, por muchas influencias exteriores que se
produzcan, no abandonará los valores que le son tan caros, como la
música, los hábitos alimentarios y el modo de ser, que aún modernizado,
continuará bebiendo de la tradición para reproducirse en las nuevas
generaciones.

Todo ello, aunque se expresa de modo natural, no puede dejarse de


considerar al formular las políticas nacionales, que en el plano cultural y a
través de lo educativo y de los medios de comunicación, deberán potenciar
90

la identidad nacional, empleando los medios de la RCT, como vía


convergente de fortalecimiento de la soberanía nacional.

CAPÍTULO III – RETOS Y PERSPECTIVAS

a.- Diagnóstico.

Un análisis realista de la situación actual de la nación mexicana revela


que siendo un país con los mayores potenciales económicos y humanos del
subcontinente latinoamericano, su pueblo no disfruta de una real
soberanía, al estar las riquezas y el poder en manos de una oligarquía
ligada y dependiente del extranjero. México es uno de los países de mayor
Producto Interno Bruto del Continente (237 mil millones de dólares
en1990) que lo colocan en el número 14 entre las primeras 20 potencias
económicas del planeta y es considerado entre los New Industrialized
Countries, NIC, o Países de Reciente Industrialización por sus índices
macroeconómicos, pero exhibe también altos niveles de pobreza: más del
40 % de la población se encuentra por debajo de los límites nutricionales.
(42).

“El caso de México, - escribe Bolaños -, es verdaderamente


patético, la ganadería constituye hoy en día la actividad más
importante del sector primario, 90 millones de hectáreas se
han dedicado a la producción de carne, lo que la convierte en
la causa principal de la degradación ambiental de país. Sin
embargo, su participación en la dieta del mexicano es
mínima”.(43)

De modo que no es un país, sino “dos países” en un mismo territorio:


un pequeño número de personas inmensamente ricas y de otra parte, la
inmensa mayoría del pueblo con bajos salarios, desempleo, (que ronda en
los ocho millones), y ausencia de servicios elementales de agua, sanidad y
91

seguridad social.

En este contexto, y aunque se proclame, ¿De qué soberanía disfruta


el mexicano promedio, si su país es controlado por las transnacionales?

Las cesiones de soberanía que el gobierno ha realizado son ilegítimas


por innumerables causas.

En primer lugar, por ser impuestas desde afuera, por poderes


ilegítimos. El Fondo Monetario Internacional y otras instituciones afines, no
disponen de poderes democráticamente asumidos ni autoridad
supranacional conferida. Sin embargo, ejercen esos poderes y autoridades
en función de la política del capitalismo central con los agravantes del
engaño premeditado y la obligatoriedad de cumplir unas disposiciones que
ellos formulan que presuntamente garantizarían resolver los problemas
presentes y futuros de la nación.

En segundo lugar, el poder político en México es un poder oligárquico


que responde a los intereses de la clase empresarial, estrechamente ligada
al capital transnacional, y aunque proclama servir a los intereses
nacionales, sirve a los intereses de esos sectores oligárquicos nacionales y
extranjeros. Estamos en presencia pues de una democracia desvirtuada en
su esencia. El poder realmente existente no es una democracia burguesa
representativa donde estarían representados una suma de interese
diversos, es el poder de los sectores económicamente poderosos.

En tercer lugar, todo el paquete de medidas neoliberales no es el


fruto de un estudio reposado de los problemas que aquejan a la sociedad
mexicana y sobre esta base la proyección de un programa que responda a
las expectativas nacionales, es la imposición de las determinaciones del
capitalismo central y en función de sus designios.

En cuarto lugar, las medidas instrumentadas fueron adoptadas de


92

forma autoritaria, no hubo consulta popular, no hubo consenso. Solamente


a posteriori se trató de legitimar el rumbo, presentándolo como la única vía
posible, la más rápida y eficiente para la realización de las aspiraciones
nacionales del futuro: una sociedad moderna, avanzada, de bienestar.

Finalmente, los resultados, aún parciales, de esas políticas están ya a


la vista. Muchas cosas pueden diagnosticarse y aún cuantificarse: el
desempleo, la quiebra de cientos de pequeñas y medianas empresas
frente a una competencia extranjera incontrastable, la invasión del país
por inversores extranjeros, especialmente de los Estados Unidos, en suma,
desnacionalización de la economía y pauperización cada vez mayor del
pueblo, junto a la caída del poder adquisitivo.

Según datos de la CEPAL, hasta 1996 habían invertidos en México 70


mil millones de dólares y el país recibió un incremento sustancial de la
Inversión Extranjera Directa, IED, captando 8 566 millones de dólares, el
19,7 % de la IED a la región latinoamericana. Este notable crecimiento se
atribuye a la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte. (44)

¿Y cómo se refleja esta aparente bonanza al interior del país? En una


reciente Audiencia del secretario de Agricultura, Ganadería y Desarrollo
Rural ante la Cámara de Diputados, los partidos de la oposición señalaron
que

“... el campo mexicano se encuentra en crisis, devastado y


sumido en la pobreza... el TLC de Norteamérica propició una
apertura indiscriminada que ha dañado al agro.” (45)

En el mismo evento los legisladores se pronunciaron por proteger a la


industria láctea nacional, ahogada por la importación indiscriminada.

Pero hay otros efectos que no pueden diagnosticarse, ni aún trazar un


93

curso predecible. Una economía abierta, cada vez menos regida por el
Estado, con las condiciones de México, país potencialmente rico pero sin
una infraestructura industrial y sobre todo tecnológica de alta
competitividad; sin una clase empresarial suficientemente poderosa, pone
a la nación en una situación imponderable, sensible a los efectos más
negativos de la transnacionalización. Las CTN no buscan el progreso del
país, buscan ganancias. Y si la estabilidad económica actual se pone en
duda, se retiran los capitales y la economía se sumerge en la crisis. En
resumen, de mal para peor.

Si lesiva es la penetración transnacional, más gravosa es la situación


que se crearía si el país fuese “descalificado” por razones económicas o
políticas. Es el círculo vicioso del capitalismo dependiente.

Si analizamos los reportes de los círculos oficiales, todo parece ir bien,


solo se trata de situaciones transitorias, propias de un período de
readaptación.

Quisiéramos poder creer que esto es cierto. Pero un análisis


perspectivo nos indica que nuestra nación y no solamente su soberanía
corre grave peligro. Nos hemos lanzado cual inerme velero al tempestuoso
mar del mercado global, azotado por temporales financieros y surcado por
potentes acorazados de alta tecnología. Este panorama apocalíptico, (para
nosotros, que es decir la mayoría de la nación), solo tiene un puerto
seguro: el de la recuperación de las claves de nuestra soberanía.

El modelo neoliberal seguido en México en los últimos años ya está


dando indicios de agotamiento, al ser un concentrador de riquezas frente a
una pobreza cada vez mayor en millones de mexicanos, ajenos a la
cuantiosa especulación globalizada que realiza el capital financiero.

Se manifiestan problemas crecientes de desempleo, caída del ingreso,


94

inseguridad diaria, agobio de múltiples pequeñas empresas, arruinadas por


una competencia desleal, al amparo del Tratado de Libre Comercio, puntal
del proyecto neoliberal mexicano.

Como justamente señala Fernando Carmona, en un estudio reciente


del Instituto de Investigaciones Económicas de la UAM,

“... en un mundo en que los agentes básicos del cambios son


las CTN y en donde la soberanía de los países latinoamericanos
se ha perdido, ya que sus políticas económicas son
supervisadas desde Washington o New York, es necesario
rescatar dicha soberanía nacional a fin de alcanzar el desarrollo
y potencialidades de sus habitantes, y esto en el caso de
México, significa además la posibilidad de dar algún bienestar a
la mayoría de los mexicanos.” (46)

Recuperar la soberanía no presupone cerrar el país a cualquier


influencia externa. Esto no sería en absoluto conveniente. Tampoco sería
posible ni deseable, frente a las realidades internas y externas.

¿Cuáles serían las alternativas?

Creemos que existen dos caminos. Uno de ellos, el primero, sería la


reestructuración de las relaciones económicas y políticas internas y
externas en base al modelo socioeconómico vigente, para
“renacionalizarlo”.

El otro sería la adopción por el pueblo mexicano de otra opción


histórica.

Un diagnóstico del proceso de globalización arroja también un


conjunto de verdades ya evidentes que es necesario reconocer para poder
incorporar el contexto exterior al análisis de las perspectivas nacionales.
95

Con frecuencia los analistas usan el calificativo de “lo realmente


existente” para referirse a los procesos del mundo contemporáneo. Esta
redundancia no podemos considerarla un vicio del lenguaje en términos
politológicos, sino un resultado del estado actual del pensamiento y de la
percepción de la realidad: con demasiada frecuencia se confunden
modelos teóricos e ideas sobre la organización, presente y futuro del
mundo con “lo realmente existente”. De ahí que se continúe insistiendo en
esta perspectiva.

Y el mundo realmente existente ofrece perspectivas muy diversas.


Todo depende del prisma o la latitud desde donde se mire.

La disyuntiva de este conjunto de mundos posibles fue reflejada de


modo muy gráfico por un líder tercermundista en la ONU: ante las
maravillosas perspectivas que ofrece la revolución tecnológica actual y
futura, recordó que todavía existen millones de personas en el mundo que
nunca han tomado en sus manos un teléfono.

Por mucho que se hable de democracia, derechos humanos, desarrollo


humano y distribución equitativa de las riquezas, la política de poder sigue
siendo el fundamento de las relaciones entre los actores internacionales.
El axioma es: a más poder, mayor capacidad para realizar las estrategias
exteriores.

¿Y qué sucede en la realidad? Con la globalización se está


produciendo una inaudita concentración del poder económico en manos
de los países del capitalismo central. Bajo esta lógica, la revolución
científico – técnica, las corporaciones transnacionales y los organismos
multilaterales actúan en gran medida como agentes de esa concentración.
Esas naciones se han colocado a niveles de desarrollo prácticamente
inalcanzables para el resto del mundo, tanto por el volumen de inversiones
que se requeriría como por el problema de la sustentabilidad planetaria.
96

Pero, ironías del capitalismo, ese primer mundo lleva también un “Tercer
Mundo” dentro: los marginados de la sociedad postindustrial.

Hay que analizar también el hecho de que, aunque el poder de las


transnacionales crece incomensurablemente, los problemas de la
caducidad del Estado y la obsolescencia de la soberanía no son, no se
consideran pertinentes para el mundo industrializado. Ellos pueden
permitirse ceder soberanía, - por ejemplo en la Unión Europea -, sin que
sus intereses fundamentales se vean afectados, antes al contrario, en la
lógica de la política de poder, la acción mancomunada a través de
organismos supranacionales, ya sea la Unión Europea o el Fondo
Monetario Internacional, otorga a estos centros capitalistas poderes aún
mayores a los que exhibieron antes.

“Si analizamos el estado actual del sistema mundial y del


Estado global, - escribe Noam Chomski -, observamos que
todas sus esferas de reproducción esenciales están
organizadas de manera jerárquica, antidemocrática y
explotativa. El orden mundial creado a imagen de los
vencedores de 1492, constituye hoy día un régimen
internacional, cuya cúspide de poder político, económico,
cultural, social y militar se encuentra en manos de una
pequeña oligarquía, o mejor dicho, plutocracia internacional.”
(47)

El otro polo es el de la pobreza, la marginación, la nueva colonización,


no con la cruz y la espada, sino con la multimedia y el reciclaje mental. No
en vano, opina Chomski, la escuela de la sociedad global intenta crear el
trabajador adaptable a cualquier enchufe empresarial, y en última
instancia, desechable.
97

¿Puede ser viable un sistema basado en tales desequilibrios? Contra


toda lógica, parece que sí. El capitalismo mercantilista explotó durante 500
años al mundo colonial. El capitalismo transnacional se propone construir
su reino de mil años, sustituyendo en la mente colectiva del Tercer Mundo
“lo realmente existente” por una realidad virtual.

El nudo gordiano de la transnacionalización es, sin embargo, la


interdependencia. ¿Qué se configura?

Por una parte, interdependencias más o menos simétricas entre o


intra centros de poder; por otra, la interdependencia asimétrica,
tecnicismo eufemístico que identifica a la nueva dependencia, no ya a una
metrópoli, sino a cualquier actor internacional, (Estados, organismos
multilaterales), dueños de poderes espurios, pero suficientes para doblegar
cualquier soberanía.

Las CTN edifican su propia “soberanía”, pero los Estados nacionales


aún conservan un resquicio para pervivir: la necesidad de garantizar
gobernabilidad y orden legal suficientes en los espacios nacionales para la
operación libre de riesgos de las corporaciones transnacionales y para
evitar que el orden internacional se subvierta en contra de los poderes
establecidos.

b.- Perspectivas internas.

La regeneración democrática

El cuadro anteriormente esbozado no es obligatoriamente el que se


impondrá, ni ineluctablemente irreversible: tarde o temprano las premisas
del cambio habrán de producirse.

Realicemos entonces una exploración virtual de los caminos que


nuestras naciones tienen ante sí. Desechemos el de la sumisión, que en
98

caso de instrumentarse solo puede ser históricamente pasajero.

Enfocando la perspectiva de la regeneración democrática del sistema


político vigente asumimos como punto de partida el criterio de los autores
de La Sociedad Global, quienes sostienen que la democracia liberal en el
Tercer Mundo adolece de una deficiencia esencial: su lejanía con respecto a
los planteamientos originales de sus padres fundadores.

Así, la noción de que las leyes nacen de la lucha de opiniones y


argumentos ha sido sustituida por el cálculo político y los intereses de
poder. Para el caso de México esto fue fácticamente reconocido por el
presidente Zedillo en 1997: “...no tenemos la vigencia del estado de
derecho que se requiere para que México se desarrolle.” (48)

El primer punto del paradigma democrático liberal son las elecciones


libres. Antes de llegar a ellas tenemos que limpiar el fraude electoral, el
caciquismo y el comercio de influencias políticas.

El siguiente elemento es el de la representatividad de los partidos. El


PRI, el PAN, y según la opinión pública, parcialmente el PRD, son partidos
electorales, que basan sus estrategias en la lucha por el poder político, al
margen de que ellos están públicamente bien identificados: los dos
primeros con la clase política y empresarial y el último, con los sectores
populares. No es cuestionable su representatividad sectorial, lo que sí
puede criticarse es que desde los institutos políticos realicen, - y lo hacen -,
una política de partido, en lugar de representar a la nación, como reza el
credo liberal.

Las elecciones no pueden ser un cheque en blanco al caudillo de


turno, que defenderá en el discurso a la soberanía y en la práctica la
pisoteará.

Alternancia es una palabra que suena como música a los oídos de los
99

líderes de la oposición en México. Durante décadas la democracia


mexicana ha funcionado como un Estado corporativo unipartidista. Se cree
ahora que la alternancia implicará avances democráticos excepcionales:
verdad a medias que puede desilusionar. Es más, el monopolio político del
PRI fue factor de estabilidad durante décadas, a pesar de todo. La
alternancia debe ocurrir para expresar un estado superior de la democracia
mexicana que suprima el control clánico – familiar sobre la administración
pública y abra nuevas alternativas.

Los “ex” casi siempre se expresan con sinceridad, y así lo hizo


Fernando Gutiérrez Barrios, ex – ministro del Interior del gobierno Salinas:

“...no es posible una democracia electoral sin una democracia


social, ni tampoco es válido afirmar que el factor distintivo de
la democracia es la alternancia en el poder. Cierto, es un
elemento, pero no sustantivo ni definitorio. Lo importante es
acatar la voluntad soberana del pueblo...” (49)

En su última frase está la clave de la regeneración democrática:

“La soberanía popular, - escribe Chomski -, que es el


fundamento de cualquier sistema democrático, existe en los
regímenes latinoamericanos básicamente en el papel. El
verdadero poder reside en un pequeño círculo de banqueros,
capitalistas y políticos nacionales, quienes están asociados a
los correspondientes de las metrópolis.” (50)

La soberanía nacional no puede ser plena si no se respeta el concepto


de la democracia; si el poder es de carácter oligárquico, esa oligarquía lo
ejercerá para sí, no para la nación, que será mero escaño desde el cual
perpetuarse. Solamente mediante el rescate de la soberanía popular, aún
en sus límites liberal burgueses genuinos, puede encontrar su articulación
10
0
y expresión la soberanía nacional.

Para ello sería necesario que las elecciones y el cambio político dejen
de ser manipulados por las élites a conveniencia. Harían falta campañas
electorales con posibilidades equitativas para todos los actores y que
ninguno use el privilegio del control de Estado; que las opciones
electorales representen la amplitud de intereses de todos los sectores de
la sociedad, sin excluir a los indígenas; que las promesas electorales sean
cumplidas y el poder no sea vía de legitimación o de consagración de una
élite sobre toda la sociedad.

Habría que lograr una mayor participación ciudadana, un ejercicio


efectivo de su derecho a la participación política, mediante instrumentos
de consulta popular que permitan validar y legitimar las grandes
decisiones. (Una tendencia importante del actual proceso de globalización
es precisamente que la toma de decisiones esenciales sobre el futuro de la
sociedad y del Estado se realiza por las élites del poder).

La regeneración democrática implicaría un mayor control de la


ciudadanía sobre las políticas distributivas y un retorno a la
responsabilidad del Estado en la protección al ciudadano en sus derechos
económicos, políticos, culturales y de las minorías.

Las políticas de inversión extranjera y privatizaciones deberían estar


sujetas a un control social por afectar sensiblemente la seguridad del
ciudadano. En el mismo sentido debería tratarse el problema de la
propiedad monopólica. En México, a pesar de que el monopolio está
prohibido por la constitución, existen no sólo grupos monopolistas,
también dos corporaciones transnacionales de origen mexicano que se
ubican entre las primeras del mundo. Ejemplos de estas sociedades son
“Televisa” y “TV Azteca”.
10
1
La democratización de los medios de comunicación como vehículo
cultural y de expresión de los intereses de las mayorías, es una necesidad
apremiante. Véase como define Emilio Azcárraga, dueño de “Televisa” y
propietario de una fortuna de 5 400 millones de dólares, la función “social”
de su cadena.

“México es un país de una clase modesta muy jodida (...) que


no va a salir de jodida. Para la televisión es una obligación
llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad y de
su futuro difícil.” (51)

Estas proyecciones sobre una presunta regeneración de la democracia


mexicana no serían completas si no se acompañan de la sustitución del
modelo económico neoliberal actual por un modelo alternativo de corte
social.

Un ejercicio menos mediatizado que el actual de la voluntad soberana


del pueblo, crearía condiciones Mucho más propicias para la defensa de la
soberanía nacional. Entonces no serían los intereses de las potencias
centrales o de sus agentes los que determinarían la política interior y
exterior, sino loa auténticos intereses nacionales.

La opción de un cambio de paradigma. Muchos creen que la idea


socialista quedó enterrada bajo los escombros del Muro de Berlín, pero
esto no es cierto. Una sociedad basada en los ideales proclamados por el
marxismo no está descartada como proyecto de futuro. lo confirma la
propia inviabilidad del capitalismo como sistema incapaz de garantizar
bienestar para todos.

Hemos esbozado anteriormente un proyecto de regeneración


democrática de México como una primera opción para el rescate de la
soberanía. Pero sabemos que tal proyecto, con ser un paso de avance,
10
2
tendría limitaciones sustantivas por el propio hecho de que el
capitalismo, especialmente en el Tercer Mundo, por su carácter de régimen
de explotación, y por su condición dependiente, no garantizará amplias
expectativas de equidad social y soberanía popular.

La contradicción entre los limites de las riquezas naturales de la Tierra


y la aspiración a unos niveles de consumo equivalentes a los del primer
mundo para todas las naciones, hace imposible su universalización, aún
descontando los esfuerzos que habría que realizar para lograrlo. Además,
está la distancia real: en Estados Unidos un crecimiento del 1 % del PNB,
reportaría 200 dólares adicionales al ingreso anual per cápita, que es de
unos 20 mil dólares. Para el caso de, un crecimiento anual del 1%
representaría un ingreso anual per cápita de 20 dólares, desde un nivel
actual de unos 2 000.

por tanto, si pretendiéramos que México alcanzara a los Estados


Unidos en algunos índices globales, tendríamos que emplear gran número
de años, inmensos recursos y contar con que la economía de aquel país se
estancara.

Pero el problema real es otro: el del acceso de millones de personas a


los medios básicos de subsistencia que el actual sistema no ha
garantizado, pese al notable crecimiento macroeconómico y que en virtud
de las leyes objetivas del capitalismo, no existen ni remotas posibilidades
de que se logre.

Lo que sí se puede lograr es una moderación en la redistribución de la


riqueza, mediante adecuados controles estatales y sociales; lograr un
“capitalismo sustentable” próximo a los proyectos cepalistas y de la
izquierda latinoamericana, que aunque limitadamente, sería una
alternativa más viable que el capitalismo salvaje de las recetas
neoliberales.
10
3
Pero si la noción de la inviabilidad del capitalismo es correcta,
entonces el camino sería sustituirlo por un nuevo proyecto social de
efectiva orientación popular.

Sería impropio fabricar una receta de socialismo a la mexicana. Lo


pertinente es subrayar que tal opción debe presuponer la liquidación del
régimen de dominación económica y política de la clase capitalista al
interior, y de la burguesía transnacional al exterior. Solamente entonces se
lograría conjugar soberanía estatal con soberanía popular, articular un
régimen político del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, disponer de los
recursos económicos, humanos y naturales de forma equitativa y soberana
para encarar la tarea de construir una sociedad de bienestar y justicia,
donde el paradigma sea el bien del hombre y no como en la actualidad, la
acumulación capitalista de riquezas.

c.- Perspectivas externas.

Un país es genuinamente soberano cuando tiene entre otras, la


capacidad para formular y realizar una política exterior independiente, que
le permita potenciar su proyecto nacional y promover los valores y
aspiraciones de paz, bienestar y desarrollo de sus ciudadanos. Tales
condiciones fortalecen la soberanía a la vez que se amplía la capacidad de
determinar el rumbo del Estado.

El marco normativo de la política exterior de nuestro Estado lo


constituye el artículo 89, fracción X de la Constitución, que
establece como principios los de

“... la autodeterminación de los pueblos; la no-intervención; la


solución pacífica de controversias; la proscripción de la
amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales;
la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación para el
10
4
desarrollo; la lucha por la paz y la seguridad
internacionales.” (52)

Cuando México firmó la Carta de la ONU, aceptó encomendar a este


organismo, la realización de los fines del mantenimiento de la paz y la
seguridad internacionales, afirmando su vocación pacifista.

Desde entonces, el Estado mexicano se opuso a la vulneración de la


convivencia pacífica, a los intentos de algunos Estados de anteponer, de
manera unilateral, sus propósitos particulares o su legislación interna al
derecho internacional.

Ello se traduce en el necesario reconocimiento a la igualdad jurídica


de todos los Estados, que hace posible el establecimiento de normas
jurídicas aceptables para todos, que rijan las relaciones internacionales. De
este modo, el derecho internacional, libremente acordado entre los
Estados, debe operar como una garantía más a su soberanía. Este axioma
vendrá a ser cuestionado en la etapa actual de la globalización.

Desde la administración de Salinas comenzaron a operarse cambios


sustanciales en la política exterior, que junto a la defensa de los principios
históricos acentuó su intención negociadora con los centros políticos,
financieros, comerciales y tecnológicos internacionales, para promover,
según el discurso político de entonces, la mejor reinserción del país en el
contexto internacional en función de los propósitos nacionales de
desarrollo.

El abandono del modelo sustitutivo de importaciones y la amplia


apertura económica al exterior, fueron elementos clave de la nueva
estrategia. Así, el Primer Plan Nacional de Desarrollo identificó entre sus
objetivos replantear las relaciones con los Estados Unidos para maximizar
los beneficios de la vecindad y reducir sus inconvenientes. A la vez,
10
5
diversificar los vínculos con otras regiones, especialmente América
Latina, Europa y la Cuenca del Pacífico, en interés de contrarrestar el peso
de los vínculos con Estados Unidos. Además, intensificar los vínculos con
los países que existían intereses especiales o coincidencias, tales como
Canadá, Japón, China, Corea, Alemania, Francia, España, Italia, Gran
Bretaña, países centroamericanos, Chile, Colombia, Venezuela y Cuba.

Sobre la base de estas orientaciones estratégicas se produjo la


convocatoria a la Primera Cumbre Iberoamericana, el acercamiento a los
países OCDE, la constitución del Grupo de los Tres con Colombia y
Venezuela, la cooperación económica con la Cuenca del Pacífico y el
respaldo a la reforma de la ONU.

Las relaciones con Estados Unidos se modificaron sustancialmente. El


reconocimiento de los crecientes intereses compartidos fue la base de un
entendimiento entre los dos gobiernos. Se decidió que las diferencias que
se produjeran en un aspecto de las relaciones bilaterales no debían
distorsionar la marcha de las relaciones en otras esferas. (Curiosamente,
son generalmente las acciones de los Estados Unidos las que han
provocado diferendos). Se impuso así un manejo pragmático de las
relaciones bilaterales. Esta orientación permitió la negociación del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte.

Con la desaparición del sistema mundial bipolar, el gobierno


mexicano asumió una importante definición conceptual: el nuevo orden
internacional solamente podría edificarse sobre la base del

“... pleno acatamiento de los principios de la


autodeterminación de los pueblos y de no-intervención en los
asuntos internos de los Estados, la proscripción de la amenaza
o del uso de la fuerza en las relaciones internacionales y la
cooperación internacional para el desarrollo.” (53)
10
6
México continuó siendo congruente en la aplicación de estos
principios de política exterior, tomando distancia de la política
norteamericana hacia América Latina.

Si en la década del ’60 se le señalaba a México la incongruencia de


respaldar unas relaciones internacionales basadas en el derecho, en tanto
se producía una desvinculación entre las políticas interna y exterior, en los
años ’80, la política exterior se diversifica hacia el logro de los objetivos
internos mediante una activa diplomacia económica.

Sin embargo, va a aparecer una dicotomía entre los aspectos


económicos y políticos de su estrategia exterior: mientras se acentúa la
proclamación de la defensa de la soberanía nacional, las relaciones
económicas exteriores van a subordinarse, - de facto -, a los
condicionamientos de los Estados Unidos y de los organismos
multilateales, en función del importado proyecto neoliberal. En los
momentos en que se proclamaba la defensa de la soberanía y los derechos
soberanos de otros Estados, se estaba cediendo soberanía, no solamente
mediante la apertura económica indiscriminada, sino fundamentalmente al
importar un modelo de desarrollo y aceptar condicionamientos de todo
tipo que subordinan mucho aspectos de la propia política interna a
designios e intereses extranjeros, so pretexto de la inserción en el proceso
de globalización productiva.

La opinión pública mexicana se ha hecho eco sistemático de las


consecuencias de este rumbo. Titulares tales como este: “La trampa de la
globalización: los grandes inversionistas internacionales dirigen ya la
economía mundial” o “¿Qué nos queda de Patria?”, recogen una

visión nada optimista, no ya del futuro de la soberanía, sino del futuro


de toda la nación. Y el Fondo Monetario Internacional se permite
monitorear la política interna de México. Un artículo del Diario
10
7
UnomasUno cita el Informe 1997 del FMI, en el que se apoyan las
políticas de tipo monetarista “... que inducirá a una mayor disciplina de
mercado”. (54)

No obstante, el Gobierno insiste en proclamar de manera prioritaria la


defensa de la soberanía. En el Plan Nacional de Desarrollo 1995 – 2 000 se
ha plAnteado como objetivo número uno: “Fortalecer el ejercicio pleno de
la soberanía nacional, como valor supremo de nuestra nacionalidad y como
responsabilidad primera del Estado mexicano”. (55)

Para cumplir este objetivo se propone fortalecer la capacidad del


Estado para garantizar la seguridad nacional, la vigencia del estado de
derecho y la presencia de las instituciones de la República en todo el
territorio nacional; realizar una activa política exterior que garantice la
presencia de México en el mundo y defienda nuestra posición en las
relaciones internacionales; proyectar la identidad pluricultural de México y
asegurar un crecimiento económico rápido y sostenido como vías para
asegurar nuestra soberanía nacional.

Estas proyecciones nos parecen impecables en tanto tengan una


materialización práctica, porque si asumimos la globalización como
proceso objetivo, podemos entonces convenir en que el Estado puede
accionar para utilizar sus tendencias en beneficio nacional, que debe ser, y
aparentemente es, la orientación política exterior del Estado.

Sea cual fuere la determinación interna del Estado, reformado o no,


existe un contexto internacional de características establemente
conformadas, dentro del cual se debe accionar para el logro de los
objetivos nacionales. En ese marco objetivo, el de la globalización
productiva, importa plantearse, en aras de salvaguardar la soberanía,
algunos propósitos esenciales:
10
8
1.- Luchar por la transformación del injusto orden económico y
político internacional. Esta aproximación presupone no acatar
pasivamente las influencias exteriores, más bien al contrario, luchar por la
democratización de las Naciones Unidas y de los organismos multilaterales
que hoy por hoy son instrumentos de los países del capitalismo central.

2.- Rechazar por injerencistas, los modelos de desarrollo, las políticas


de ajuste y el acondicionamiento a las certificaciones de diversa índole al
país.

3.- Aprovechar las posibilidades de la diplomacia multilateral para


promover la agenda tercermundista, especialmente en lo que se refiere a
la lucha contra la pobreza, la creciente desigualdad social y por el
desarrollo económico.

4.- A pesar de los crecientes compromisos con los Estados Unidos,


México no puede aislarse del Tercer Mundo y en particular de América
Latina, debe continuar su tradición legitimista y promover la unidad de
esfuerzos y la integración económica en la región.

5.- Aunque no existe un riesgo inmediato de absorción por la cultura


anglosajona, deben implementarse políticas culturales que sirvan de
contrarresto al abrumador influjo de la cultura homogeneizadora y
alienante que difunde el capitalismo central.

6.- En tanto el poder económico sigue siendo elemento esencial y


expresión de la capacidad de acción en el concierto internacional, este
debe potenciarse sobre bases nacionales, pero aún pobre, un país que
tenga en estima su dignidad, nunca podrá ser subyugado.

El cuadro apocalíptico que trazan algunos publicistas no está lejos de


la realidad, por tanto se impone el ejercicio de la voluntad política, no
exclusivamente de los sectores gobernantes, sino de toda la nación, para
10
9
que los propósitos de defensa de la soberanía nacional puedan
realizarse, ajustándonos a las exigencias del mundo contemporáneo.

CONCLUSIONES
En la etapa actual de la globalización, la intensificación de las
interdependencias ha puesto en cuestionamiento la existencia de los
Estados nacionales en su forma tradicional en todo el mundo, se está
produciendo un desplazamiento de la capacidad del Estado para generar
y ejercitar el poder hacia entidades supranacionales identificadas en
sujetos distintos: las CTN, acuerdos de integración y los organismos
multilaterales. Algunos autores ven en ellos la expresión de un protoestado
mundial y su respectiva burguesía.

La soberanía es el principal elemento socavado por estos procesos,


que se está transfiriendo desde los Estados nacionales a sujetos colocados
por encima de ellos, obedeciendo no sólo a las necesidades de desarrollo
del capitalismo, sino también a políticas impulsadas desde el capitalismo
central, de claras intenciones hegemónicas.

En este proceso, de múltiples facetas, la soberanía nacional parece


haber perdido pertinencia. La transnacionalización económica, el cambio
en los paradigmas de defensa y seguridad, la multiplicación de los
contactos, la inmediatez de las comunicaciones, originan la necesidad de
viabilizar los intercambios, limitando la capacidad del Estado para generar
soberanía.

El Estado renuncia, o es privado, de la capacidad de controlar,


planificar y regular la economía, lo que se expresa en la privatización de
funciones, desregulación, liberalización comercial y financiera, apertura de
las fronteras, estandarización a normas transnacionales. Todos estos
cambios comportan cesión de soberanía, voluntaria o involuntariamente.
11
0
De todos modos, aún en ellos puede apreciarse una fuerte intervención
del Estado para dirigir estos procesos, indicativo muy claro de que más que
un suicidio se está produciendo un redimensionamiento.

La soberanía nacional en su interpretación tradicional, - control de un


territorio, capacidad de actuar sin contrarresto, independencia -, se
disgrega. Y los gobiernos no son otra cosa que un actor más en las
relaciones transfronterizas. Las nociones de “asuntos internos” y
“exteriores” se trastocan. El Derecho y la ley internacional devienen mera
fórmula, subsumida en los intereses y apremios de los principales actores
del capitalismo central.

En las nuevas circunstancias el Estado no fenece: la sociedad política


sigue siendo el conglomerado más importante de ejercicio del poder.
Donde no hay Estado el mercado no funciona; es, con todo, su marco
regulador. Sus instituciones políticas y jurídicas son necesarias para la
protección de inversiones y garantizar gobernabilidad. Las CTN requieren
de un marco de actuación estable. El Estado garantiza el “equilibrio”
entre los intereses transnacionales y los sujetos de su soberanía, equilibrio
que puede expresarse, y se expresa, en la conversión del Estado en un
instrumento, - más o menos coercitivo -, para imponer los intereses del
capital transnacional. Otro ámbito no descartado de la función del Estado
es el de la conducción de las políticas desreguladoras en medio de las
cuales el Estado apunta a convertirse en Estado gerente, simple
intermediario del poder transnacional.

Nuestro estudio, que por razones de tiempo y posibilidades se limita a


México, sin poder usar más que circunstancialmente experiencias de otros
países y regiones para validar nuestras conclusiones, nos permite asumir
como válidas y plenamente operativas, las conclusiones teóricas arriba
compendiadas para el caso de nuestro país.
11
1
Si otorgamos credibilidad al discurso político de los gobernantes
de México y asumimos la preeminencia en él de los intereses nacionales
sobre los de clase, o si hiciéramos lo contrario, el resultado sería el mismo:
por efectos que se derivan de la interacción dinámica de los factores
internos y externos, la soberanía de México ha sido seriamente dañada en
su noción clásica, de acuerdo a las pertinencias de la globalización
neoliberal, pero sin dar lugar a un nuevo concepto de soberanía ajustada
en función de los intereses nacionales.

¿Por qué afirmamos esto? Sin que sea una afirmación absoluta, que
niegue efectos positivos y posibles correctivos, el rumbo político y
económico realizado por las últimas administraciones no se ha revertido
en cambios cualitativamente positivos para el ciudadano común y para la
nación en su conjunto.

El rumbo neoliberal, más que importado fue impuesto desde afuera.


La economía mexicana se encuentra atada a los intereses transnacionales.
Respecto a Estados Unidos, en lugar de mutua complementación tenemos
una dependencia absoluta: de su mercado, de sus tecnologías, de sus
capitales y hasta de su capacidad para respetar el derecho ajeno.

La soberanía estatal ha quedado subsumida, a través del paquete


neoliberal, en la “soberanía” de las CTN, del FMI, de la OCDE y de los
Estados Unidos, a los que se ha otorgado la capacidad de incidir de modo
sustantivo sobre las políticas internas y exteriores de México.

En nuestro caso, la cesión de atribuciones soberanas no ha


comportado la implementación de reglas comunes, aunque en apariencia
así sea, e incluso se tengan en cuenta en el Tratado de Libre Comercio las
asimetrías. Es algo que va más allá, que no se limita a meros derechos
comerciales o “igualdad de oportunidades”, el Estado mexicano ha cedido
buena porción de su capacidad para regir los destinos nacionales,
11
2
entregándola al gobierno de los Estados Unidos y al FMI.

¿Cómo recuperar las claves de nuestra soberanía? ¿Cómo liberarse de


los compromisos de la interdependencia, que en realidad es dependencia?
¿Cómo asumir un nuevo modelo de soberanía ajustada a la globalización,
pero también a los intereses nacionales?

Es imposible subvertir el actual “orden” internacional. No es probable


siquiera una “revolución ética” al interior del país ni en el escenario
internacional. ¿Podremos contar con un viaje gratis de la dependencia a la
interdependencia, que es un imperativo contemporáneo? En efecto, la
actuación aislada en la arena mundial comporta los mayores riesgos; la
acción común es el medio más idóneo de potenciar a los actores
individuales: la interdependencia es un imperativo sustantivo. ¿Cómo
llegar a ella?

Más que respuestas, quedan incógnitas. Pero es necesario romper con


la inercia que impone el discurso neoliberal.

Para rescatar una soberanía interdependiente más que multiplicar el


PNB, es importante delimitar aquello que la nación debe defender: un
presente más equitativo, un futuro sustentable.

Dejarse arrastrar por los modelos de pensamiento neoliberales


emanados del capitalismo central equivale al suicidio nacional. Es
necesario conservar un Estado fuerte, política y económicamente, que no
significa dictatorial, sino sustentado en el consenso y con capacidad
negociadora; debe rescatarse en toda su plenitud el control de los recursos
naturales, e implementar políticas distributivas más equitativas. Es
imprescindible rescatar la cultura nacional, amenazada por los modelos
homogenizadores de la globalización en curso. El hombre ha de
universalizarse, pero la base tiene que ser su cultura nativa, no puede ser
11
3
aculturado. Los proyectos educativos deben operar en esta dirección,
así como para impedir que el ciudadano del futuro sea un ente adaptable a
los procesos productivos, incapaz de actuar para sí.

Construir una fórmula teórica alternativa desde un ejercicio


investigativo sería una pretensión absurda, si bien los anteriores pueden
considerarse elementos normativos indispensables para la nueva, o
redimensionada, noción de soberanía.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1.- Octavio Ianni – Teorías de la Globalización.,Siglo XXI Editores, México, 1996,


p. 163.

2.- Idem., p. 64.

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1996, p.3.

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Nuestro Tiempo, México DF, 1994, p. 161

5.- Gracila Chailloux Laffita, Rosa López Oceguera y Silvio Baró Herrera -
Globalización y Conflicto. Cuba - Estados Unidos, Editorial Ciencias Sociales,
La Habana, 1997, p. 5.

6.- Idem anterior, p. 21

7.- Citado por Fernando Diego Cañizares – Teoria del derecho Ed. P y Ed, 1997,
p196.

8.- Rodrigo Borja – Enciclopedia de la politica. Fondo de Cultura Económica,


México, 1997.

9.- Maurice Crouzet – Historia General de las Civilizaciones. Ed.


Revolucionaria, La Habana, 1966, t 6 , p 404)

10.- Alonso Aguilar – Defensa de nuestra soberanía nacional, Ediciones


11
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Nuestro Tiempo, México, 1989, p. 40)

11.- Bernardo Olmedo – Capital transnacional y consumo. U.N.A.M.,1986)

12.- Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Colección


Porrúa, Editorial Porrúa S.A., 103ª edición, México , 1994, pp. 21 - 23,36,39.

13.- El Trimestre Económico, Fondo de Cultura Económica, México ,Nº. 198, pp.
1132.

14.- Ruddy Santana- “Entrevista a Eric Hobsbawn sobre el Estado y el


Neoliberalismo”. Revista Economía Informa, Facultad de Economía, UNAM, No.
256, abril de 1997, p.44.

15. - Cit. por Silvio Baró - “Hacia nuevas normas y principios en las relaciones
internacionales”. Inédito.

16. - Silvio Baró - “Hacia nuevas normas y principios en las relaciones


internacionales”. Inédito.

17. - Gracila Chailloux Laffita, Rosa López Oceguera y Silvio Baró Herrera -
Globalización y Conflicto. Cuba - Estados Unidos, Editorial Ciencias
Sociales, La Habana, 1997, p. 42

18. Gracila Chailloux Laffita, Rosa López Oceguera y Silvio Baró Herrera -
Globalización y Conflicto. Cuba - Estados Unidos, Editorial Ciencias
Sociales, La Habana, 1997, p. 54.

19. Periódico Trabajadores, La Habana, 9-2-98, p. 5

20.- Idem, p5.

21.- Citado por Noam Chomski y Heinz Dieterich – La sociedad global. Editora
Abril, La Habana, 1997, p. 73.

22.- Ruddy santana – “Entrevista a Eric Hobsbawn sobre el Estado y el


Neoliberalismo,” Revista Economía Informa, IIE, UNAM, México abril de 1997, p.
42.

23.- Graciela Chailloux, Rosa López y Silvio Baró – Globalización y Conflicto.


11
5
Cuba – Estados Unidos. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1997, p149.

24.-José Miguel Candía - “Sindicatos Mexicanos: del esplendor populista al TLC”.


Revista Problemas del Desarrollo, oct. – dic. De 1993, p. 138.

25.- Alejandro Lambreton - Revista Examen, N° 1 de 1998, p. 19.

26.- La Jornada, México, 3 de junio de 1990.

27.- Memoria del X Encuentro de Investigación Educativa. Instituto


Mexicano de Ciencias de la Educación, Morelia, 1995, p. 20.

28.- Eduardo Huchim - TLC. Hacia un país distinto, Editorial Patria S.A. de C. V.,
México, 1992, p. 127.

29.- Idem., p. 126.

30.- Idem p. 24.

31.- Idem, p 25.

32.- Idem, p. 39.

33.- Idem, p. 145-146.

34.- Fidel Castro – Discurso con motivo del 45 Aniversario del Asalto al Cuartel
Moncada, Santiago de Cuba, 26 de julio de 1998.

35.- TLC, p. 95.

36.- Idem, p 50.

37.- Kevin Watkins – “Ganadores y perdedores en México”, En : Globalization


and Liberalism. The implications for poverty, distribution and inequality
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38.- Andrés Rozental – La Política Exterior de México en la era de la


Modernidad, Fondo de Cultura Económica, México, 1993, p. 105.

39.- Dieter Senghaas – “¿Cómo concebir un gobierno global? Revista Diálogo y


Seguridad. Nº 1, dic. 1994, p. 161.

40.- La política exterior de México, p. 103.


11
6
41.- Gracila Chailloux Laffita, Rosa López Oceguera y Silvio Baró Herrera -
Globalización y Conflicto. Cuba - Estados Unidos, Editorial Ciencias Sociales,
La Habana, 1997, p. 73.

42.- Federico Bolaños – “Nuestra América circa 1992”, Revista Problemas del
Desarrollo. Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM, Vol XXIV, octubre-
diciembre de 1993, pp. 79-80.

43.- Idem, p. 81.

44.- CEPAL: “Informe sobre Inversión Extranjera Directa en América Latina y el


Caribe, 1997. En: Notas sobre la economía y el desarrollo. CEPAL, Nº 614,
Abril de 1998.

45.- Diario Unomasuno, México, 22 de sept. de 1998. p. 3.

46.- Colectivo de Autores – La economía mexicana al filo del cambio.


Instituto de Investigaciones Económicas, UAM, Editorial Nuestro Tiempo, México,
1998, p. 27.

47.- Noam Chomski y Heinz Dieterich – La Sociedad Global. Editora Abril. La


Habana, 1997, p. 152.

48.- Diario La Jornada, México, 8 de marzo de 1997.

49.- Citado por Noam Chomski y Heinz Dieterich – La Sociedad Global. Editora
Abril, La Habana, 1997, p. 191.

50.- Idem., p. 202.

51.- Idem., p. 173.

52.- Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Colección


Porrúa, México, 1994, 103° edición, p. 69 –70.

53.- Andrés Rozental – La Política Exterior de México en la Era de la


Modernidad, Fondo de Cultura Económica, México, 1993, p.15.

54.- “Apoya el FMI convertir en deuda pública el Fobaproa”. Diario Unomasuno,


México, 28 de septiembre de 1998.
11
7
55.- Cuauhtémoc Anda Gutierrez – Estructura socioeconómica de México
, (1940 – 2 000), Editorial Limusa, Noriega Editores S.A., México, 1998, p. 291.

ANÁLISIS BIBLIOGRÁFICO.

− A Global Agenda. Issues before the 51st. General Assembly of the UU. NN.

− Recoge algunos datos del desarrollo económico y social de México sobre la


base del Indice de Desarrollo Humano, IDH.

− Aguilar, Alonso - Defensa de nuestra soberanía nacional y popular. Ediciones


Nuestro Tiempo, México, 1989, 110 pp. En este libro el autor realiza un análisis
histórico de la evolución de las luchas por la defensa de la soberanía nacional
mexicana para abordar las problemáticas sociales de los años ´80.

− Anda Gutiérrez, Cuauhtémoc - Estructura socioeconómica de México, (1940-2


000) Editores Limusa, Grupo Noriega Editores, México, 1998, 330 pp. El
profesor Anda Gutiérrez ha escrito este libro como base de la asignatura
homónima que se imparte en el nivel medio. En la obra se abordan los
fundamentos teóricos para el estudio de la disciplina, y un análisis de la
evolución de la estructura socio-económica de México desde 1940 con
proyecciones al futuro. Aborda algunos elementos sobre el Estado y el proceso
de reforma.

− Bedenski, León - “La dimensión espacial del proceso de globalización


económica”. Instituto de Investigaciones Económicas, Facultad de Economía,
Universidad Nacional Autónoma de México. Vol. XIV, oct.-dic./1993, pp. 33-36.
El autor es Director del Centro de Estudios económicos de la Universidad de las
Américas. Aborda algunos elementos básicos de la definición de concepto
globalización, centrando su análisis en los aspectos económicos.

− Bicecci, Mirta - “Educación para el siglo XXI, ¿Hacia dónde?”. Memoria del X
Encuentro de Investigación Educativa. Instituto Michoacano de Ciencias de la
Educación, Morelia, México, 1995, pp. 28-29. La autora, psicoanalista,
abordando la riqueza de aristas desde donde se puede enfocar el proceso
educativo, alerta contra los determinismos que imponen los planes del
11
8
gobierno para la educación en términos exclusivamente socioeconómicos.

− Bolaños y Serrato, Federico A. – “Nuestra América circa 1992”. Problemas del


Desarrollo, Revista Latinoamericana de Economía, órgano oficial del Instituto
de Investigaciones Económicas de la UNAM, No. 95, Vol. XXIV, oct.-dic./1993,
pp. 61-85. El autor, profesor Titular de Historia Contemporánea de la Facultad
de Filosofía y Letras de la UNAM, realiza un análisis de la situación económica
de América Latina, destacando la riqueza en recursos naturales de países
como Brasil y México, que, sin embargo, muestran bajos niveles de disfrute
nacional de esos recursos por la vía del saqueo exterior y la desigual
distribución, concluyendo en el carácter inmoral, injusto e ineficiente del
sistema capitalista de la libre empresa.

− Candía, José Miguel - “Sindicatos Mexicanos: del esplendor populista al


Tratado de Libre Comercio”. Problemas del Desarrollo, Revista Latinoamericana
de Economía, órgano oficial del Instituto de Investigaciones Económicas de la
UNAM, No. 95, Vol. XXIV, oct.-dic./1993, pp. 133-151. El autor analiza la
evolución histórica del sindicalismo mexicano desde el corporativismo hasta el
reacomodo de sus estrategias con vistas a adaptar la sociedad mexicana a los
retos de la modernización neoliberal.

− Castaingts Teillery, Juan - “El TLC como resultado de un mundo triádico”.


Problemas del Desarrollo, Revista Latinoamericana de Economía, órgano oficial
del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, No. 95, Vol. XXIV,
oct.-dic./1993, pp. 37-41. Castaignts, profesor – investigador de la Universidad
Autónoma Metropolitana, sostiene que el Tratado de Libre Comercio es la
respuesta de los Estados Unidos ante los desafíos de la triada (Estados Unidos
– Japón – Europa), surgida en la nueva recomposición de los poderes
mundiales. Afirma que no desaparecerán los Estados nacionales, ni las
nacionalidades, pero que se pasará por un período de nuevas definiciones,
caracterizado por fuertes tensiones sociales.

− Castro, Fidel – Comparecencia en la TV cubana después de la visita del Papa a


Cuba, 2 de febrero de 1998. Diario Trabajadores, La Habana,9 de febrero de
11
9
1998. El presidente cubano aborda algunos problemas relacionados con la
historicidad del Estado y de la soberanía, argumentando que los mismos
desaparecerán en una larga perspectiva, como tendencia del desarrollo de la
sociedad humana.

− __________- Discurso en Santiago de Cuba por el Aniversario del Asalto al


Cuartel Moncada, 26 de julio de 1998. Aborda el TLC para indicar que no
establece libre flujo de personas.

− CEPAL - “Informe sobre inversiones Extranjeras en América Latina y el


Caribe”. CEPAL, Notas sobre la Economía y el Desarrollo. No. 618, abril/1998.
Este Boletín ofrece un análisis del comportamiento de la Inversión Extranjera
Directa, (IED), en América Latina y el Caribe durante los últimos años,
anotando los efectos estimuladores del Tratado de Libre Comercio para México.

− Chailloux Lafitta, Graciela; Rosa López Oceguera y Silvio Baró Herrera. -


Globalización y Conflicto. Cuba – Estados Unidos. Editorial Ciencias Sociales, La
Habana, 1997, 292 pp. Los autores son científicos sociales con experiencia de
trabajo investigativa y docente, así como amplia labor publicística en Cuba y
en el extranjero. En su libro se realiza un estudio teórico y metodológico del
proceso de globalización, con numerosas definiciones conceptuales,
apropiadas para comprender el proceso y aplicables al análisis de todos los
contextos de la globalización.

− Chávez, Marcos - “La aldea globalizada deshecha por la especulación”. Boletín


Mexicano de La Crisis. Semanario Político, 19-25 de septiembre de 1998, pp.
12-14. El autor cuestiona la “fantasía de la aldea global”, “arrasada por la
especulación de los mercados financieros”.

− Chomsky, Noam y Heinz Dieterich - La sociedad Global. Casa Editora Abril; La


Habana, 1997, 224 pp. Chomski es un notable lingüista y politólogo
norteamericano de izquierda. Heinz Dieterich, doctor en Ciencias Sociales y
Económicas de la RFA, profesor de sociología de la UAM. El libro contiene una
aguda crítica al neoliberalismo desde la óptica de intelectuales con vasta
cultura y dominio del discurso de los centros de poder, ofreciendo
12
0
proyecciones del futuro en base a una interpretación de los posibles
derroteros de la globalización y de las fuerzas sociales que dentro de ella
actúan.

− Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Colección Porrúa,


Editorial Porrúa, 103ª, edición, México, 1994.

− Cox, Robert W. - “Globalización, Multilateralismo y posibilidades de elección”.


Realidad Económica, Revista del Instituto Argentino para el desarrollo
Económico, (IADE), No. 1109, 1-15 de agosto de 1992, pp. 88-92. Robert W.
Cox es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de York,
Toronto, Canadá. Es coordinador del Programa sobre Multilateralismo de la
Universidad de las Naciones Unidas. En el presente trabajo analiza como las
nuevas agrupaciones, (mujeres, “verdes”, grupos religiosos), saltando por
encima de los canales tradicionales del sistema estatal, introducen sus
demandas en el debate global, creando nuevos desafíos a las élites estatales y
convirtiendo a los estados en entidades no totalmente soberanas, sino como
un nivel más de autoridad.

− Crouzet, Maurice - Historia General de las Civilizaciones. Ediciones


revolucionarias, La Habana, 1966, Tomo VII. Este libro es una historia general
cuyo tomo VII está dedicado al siglo XX. De él hemos tomado aspectos
relacionados con la historia de México en sus vínculos con otras naciones y en
referencia la soberanía.

− Dieter- Keim , Karl - “Regiones en trancisión”. Simposio Mexicano-Alemán,


Guadalajara, marzo de 1994. Diálogo Científico. Revista del Instituto de
Colaboración Científica, Tubinga, RFA. Vol. 5, Nº. ½ de 1996, pp. 144-146. El Dr.
Dieter – Keim es profesor del Instituto berlinés de Investigaciones Regionales y
Planeación Estructural. Analiza las semejanzas de las trancisiones en México y
Alemania del Este en lo referente a la adaptación rápida a las nuevas
condiciones globales.

− “El agro en crisis...”. Audiencia del secretario de Agricultura en la Cámara de


Diputados. Informe de Prensa. Diario UnomásUno, México, 22 de octubre de
12
1
1998, pp. 3-5. Los representantes de la oposición en la Audiencia señalan
los graves efectos del TLC sobre la agricultura mejicana y sobre la industria
láctea nacional.

− Ghali, Boutros - Un Programa de Paz, NN. UU. , Nueva York, 1995.

− ___________ - Un Programa de Desarrollo, NN. UU., Nueva York, 1995.


Constituyen los principales documentos internacionales en que se abordan por
primera vez y en forma amplia, las nociones de soberanía limitada, diplomacia
preventiva, intervención humanitaria, establecimiento de la paz, etc., en un
esfuerzo por crear un fundamento teórico y político a estas nuevas
orientaciones estratégicas que se instrumentan en la política mundial.

− González Compeán, Miguel - “La reforma del Estado ¿Para quién?”. Examen,
Revista del PRI, México DF, Nº. 99/ 1998, pp. 22-26. El autor es presidente del
Instituto de Capacitación y Desarrollo Político. Argumenta los problemas que
justifican la reforma del Estado, como el indígena y el del federalismo.

− Hayashi Martínez, Laureano - “El postgrado nacional y las perspectivas de la


modernización”. Economía Informa, Revista de la Facultad de Economía de la
UNAM, Nº. 261/97, pp. 35-41. El autor, profesor de la Facultad de Economía de
la UNAM, aborda la reforma educativa como parte del proceso de reformas y
preparación del país para insertarse en el proceso de globalización productiva,
da ahí las directrices de la reforma educativa en función de preparar
académica y profesionalmente a los jóvenes.

− Hinojosa, Juan José _ “Lecciones del ‘Grito´”. Revista Proceso, Nº. 1142,
México , 20 de Septiembre de 1998. pp. 40-41. El autor realiza una
retrospectiva histórica desde el Grito de Dolores a la actualidad para constatar
las vicisitudes y frustraciones por las que ha pasado el pueblo mejicano para
alcanzar una todavía incompleta soberanía popular.

− Huchim, Eduardo - TLC. Hacia un país distinto. Nueva Imagen, Editorial Patria,
S.A., México, 1992, 265 pp. En el libro se documenta la historia del Tratado de
Libre Comercio de América del Norte desde sus orígenes hasta su
inicialización, incluyendo un análisis de las perspectivas que el mismo ofrece a
12
2
México. Incluye explicación del contenido del Tratado.

− Ianni, Octavio - Teorìas de la Globalización. Siglo XXI Editores, México, 1996. El


politólogo brasileño Octavio Ianni traza un cuadro del proceso de la
globalización, enfocándolo desde la óptica del Tercer Mundo y realizando un
balance de las influencias del proceso para nuestra región.

− “La fuerza diplomática”. Comentario editorial. Diario UnomasUno, México, 22


de octubre de 1998, p. 3. Recoge elementos de las intervenciones de la
Secretaria de Relaciones Exteriores de México ante la LIII Asamblea General de
la ONU, donde realizó propuestas de ejercicio de la diplomacia multilateral
para enfrentar los efectos nocivos de la interdependencia.

− Laidi, Zaki; coordinador - Pensar el Mundo después de la Guerra Fría. Presses


de la Fundation Nationale des Sciences Politiques, París, Publicaciones Cruz O.
S. A., Colección Perfil, México DF, 1993, 266 pp. Es una obra colectiva realizada
por un grupo de especialistas del Centro de estudios y de Investigaciones
Internacionales de la Fundación Nacional de Ciencias Políticas de Francia y
profesores universitarios, bajo la dirección de Laidi, que aborda la
transformación del espacio internacional a partir del fin de la guerra fría,
analizando la interacción de viejos y nuevos problemas políticos, en medio de
“una realidad mundial cada vez más inasible”. Los autores realizan un estudio
global y por regiones, intentando revelar las claves de la nueva etapa de las
relaciones internacionales. Es de nuestro interés en esta obra el capítulo I,
Sentido y poder en el Sistema Internacional, de Zaki Laidi, como autor
principal, quien ya en el prefacio analiza la quiebra de muchos pronósticos y
teorías, como el “fin de las ideologías” y “fin de la historia”, aunque respecto a
esto último, lo acepta en el sentido de “promesa hegeliana finalizada”. En el
mismo orden asume la tesis de Francois Furet, sobre el “fin del ciclo histórico
abierto por la Revolución Francesa. Luego, en el capítulo I analiza los rasgos
del orden internacional anterior y posterior al fin de la guerra fría,
especialmente este último, abordando la multipolaridad y aspectos
relacionados con el Estado nacional, como la disociación entre defensa y
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3
nación, así como la erosión del Estado, aunque continúe siendo un
poderoso actor del sistema internacional, como sostiene.

− Lambreton Narro, Alfredo - “Equilibrio en la reforma del Estado “. Examen,


Revista del PRI, México DF, Nº. 99/1998, pp. 16-21. Lambreton es Coordinador
de Asesores del CEN del PRI. Expone el punto de vista del gobierno y del PRI
sobre la reforma del Estado, que es considerada piedra angular para alcanzar
la modernidad y el desarrollo. El autor enfoca los problemas de la soberanía y
critica los “excesos populistas de los `80 y las inconsistencias de un
neoliberalismo que puso demasiado énfasis en la apertura hacia fuera”.

− Ortíz, Arturo - La economía mexicana al filo del cambio. Instituto de


Investigaciones Económicas, UAM, Ediciones Nuestro Tiempo, México, 1998. Es
un estudio donde se señala que se dan síntomas de agotamiento del modelo
neoliberal mexicano, al ser un gran concentrador de la riqueza, frente a una
pobreza social cada vez mayor. Concluye en la necesidad de recuperar las
claves de la soberanía nacional.

− Quijano, Anibal - “América Latina en la Economía Mundial”. Problemas del


Desarrollo, Revista Latinoamericana de Economía, órgano oficial del Instituto
de Investigaciones Económicas de la UNAM, No. 95, Vol. XXIV, oct.-dic./1993,
pp. 43-59. El autor es un economista peruano, miembro de la Comisión
Consultiva de la Revista. Parte de que actualmente América Latina es
exportadora neta de capitales, en un contexto de concentración del poder
económico en el Norte, para concluir con la tesis de que sin la redistribución
de los recursos a nivel mundial y al interior de los Estados, no habrá desarrollo.

− Ramírez, Gustavo - “Reforma autoritaria a la Ley Federal del Trabajo”. Boletín


Mexicano de La Crisis. Semanario Político, 19 al 25 de sept. de 1998, pp. 17-
20. El autor analiza las principales propuestas de reforma a la LFT, exponiendo
los condicionamientos internos, (de los partidos) y externos (Acuerdo de
Cooperación Laboral de América del Norte y TLC), augurando de ellos el
fracaso de las negociaciones.

− Ramírez López, Berenice P. - “América Latina frente al proceso de


12
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globalización. Retos y potencialidades. Problemas del Desarrollo, Revista
Latinoamericana de Economía, órgano oficial del Instituto de Investigaciones
Económicas de la UNAM, No. 95, Vol. XXIV, oct.-dic./1993, pp. 87-110. La
autora es investigadora del IIE. Señala que la globalización, lejos de
homogeneizar, acentúa las diferencias productivas; analiza los flujos
mundiales de inversiones y comercio para concluir que en la región se está
estructurando un modelo de desarrollo con fuerte orientación exterior, pero
exportador de materias primas y manufacturas de bajo valor agregado y que
los procesos de integración en la región están diseñados en función de
necesidades extra-regionales.

− Rangel, José - “Estados Unidos: Hegemonía vs. Globalización”. Problemas del


Desarrollo, Revista Latinoamericana de Economía, órgano oficial del Instituto
de Investigaciones Económicas de la UNAM, No. 95, Vol. XXIV, oct.-dic./1993,
pp.25-32. El autor, investigador Titular y Secretario Académico del Instituto de
Investigaciones Económicas de la UNAM, argumenta que la hegemonía
mundial de Estados Unidos ha comenzado a ser sustituida por la competencia
entre bloques, según unos, o por la responsabilidad compartida, según otros;
bajo el denominador común de la globalización. Señala que en este contexto
se considera la incorporación rápida a los procesos de integración como vía
para obtener beneficios maximizados, pero que características como el estado
trancisional del sistema internacional, el grado de incertidumbre y la
obsolescencia de una parte sustantiva de la acción del Estado, pueden traer
consecuencias negativas. Cita el caso de México, donde, en su opinión, la
indiscriminada apertura y la voluntad política de ceder a las demandas de los
centros capitalistas, ha llevado a un fracaso de la política macroeconómica con
las secuelas de desempleo y avasallamiento por importaciones altamente
competitivas. Aunque el autor mezcla las nociones de globalización (como
proceso objetivo y como programa del capitalismo central), sus análisis
resultan valiosos.

− Rosental, Andrés - Entrevista a Eric Hobsbawn sobre el Estado y el


Neoliberalismo. Economía Informa, Revista de la Facultad de Economía de la
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UNAM. Nº. 256, abril de 1997, pp. 41-46. Santana, dominicano, Candidato
a Dr. en Economía por la New School for Social Research. Hobsbawn es uno de
los historiadores más importantes de Occidente, Profesor Emérito de la
Universidad de Londres. Hobsbawn aborda los factores que apuntan al
debilitamiento de los Estados, como la transnacionalización económica y las
políticas neoliberales. Señala los aspectos en que se han debilitado los Estados
y afirma que estos no desaparecerán.

− Senghaas, Dieter - “¿Cómo concebir un Gobierno Global?”. Diálogo y


Seguridad. Revista de Instituto Internacional de Estudios Sobre la Paz, Oslo. Nº.
1 Diciembre de 1994, pp. 157-170. El autor es profesor de Investigaciones
para la Paz, los Conflictos y el Desarrollo, de la Universidad de Bremen, RFA.
en su artículo, dedicado al tema que anuncia, aborda los problemas de la
limitación de soberanía y la intervención exterior, justificándolos parcialmente
a partir del criterio de que cualquier acción interior de un Estado puede tener
consecuencias negativas al exterior, lo que afecta un curso favorable de la
interdependencia. Su óptica desde el paradigma liberal de la Teoría de las
Relaciones Internacionales propone como condición “civilizar” la política
internacional. Sostiene que en el Tercer Mundo la soberanía continuará siendo
muy importante para enfrentar el control abrumador de las economías más
productivas y el control soberano de los recursos naturales es indispensable
para ello, pero no es una garantía porque las políticas económicas pueden
conducir a resultados negativos. También presupone la necesidad de Estados
fuertes en el Tercer Mundo para poder ejecer la soberanía.

− Wiñazky, Alberto - “La crisis del desarrollo capitalista y las nuevas relaciones
internacionales de producción”. Realidad Económica, Revista del Instituto
Argentino para el Desarrollo Económico. Nº. 109 1-15 de agosto de 1992, pp.
93-100. El autor analiza como el sistema capitalista vive un proceso de
reestructuración que implica un cambio en el patrón de desarrollo de
postguerra, lo que incide en los estados nacionales: se relativiza su
importancia, las fronteras se hacen vulnerables. Aborda así mismo el signo
empobrecedor y reaccionario del nuevo proyecto del capitalismo.
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− Zemelman, Hugo M. - “Sobre bloqueo histórico y utopía en
Latinoamérica”. Problemas del Desarrollo, Revista Latinoamericana de
Economía, órgano oficial del Instituto de Investigaciones Económicas de la
UNAM, No. 95, Vol. XXIV, oct.-dic./1993, pp. 15-24. El autor es profesor del
Centro de Estudiso Sociológicos del Colegio de México. En este artículo analiza
como la globalización va produciendo un nuevo modelo de sociedad
caracterizado por la creciente concentración del ingreso y, en consecuencia,
crecientes desigualdades sociales, situación que aunque se intenta sea
aceptada, es necesario enfrentar desde una óptica volitiva para evitar que la
integración, en lugar de un espacio de pluralidad, se limite a ser mera
tecnología de poder.

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