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escoba, que lo lastimaría con algún instrumento y lo cegaría, o lo volvería
sordomudo, representa su temor a la madre con pene. En su fuga él viajó a
Escocia hacia la bruja, ostensiblemente porque su angustia, ahora
intolerable, lo impelía a tratar de arreglar las cosas con ella. Con todo, en
cuanto, su afán de reconciliación era con el padre dentro de la madre, se
hace claro por qué antes del viaje tuvo la fantasía de defender a una
muchacha del asalto sexual de un hombre. El objetivo de su viaje era
alcanzar el "sombrero" de la bruja (el pene). Pero al igual que más tarde, en
ocasión de los robos, a último momento se retuvo por el temor del otro
hombre, así en este viaje no alcanzó su objetivo final: una pelea con el pene
del padre. Al llegar a Edimburgo enfermó. Sus asociaciones mostraron que
esta ciudad representaba los genitales de la bruja; el significado era, pues,
que no debía avanzar más adentro. Esta angustia está acorde también con la
impotencia del paciente.
Como señaló el Dr. Bryan, el sueño de angustia a continuación de la
visita al dentista se basaba en la identificación con la madre. Su temor a una
terrible destrucción, una explosión, se debía a la naturaleza anal-sádica de
su identificación. Puesto que el paciente asumía que su incapacidad de
engendrar niños se debía a haber destruido y robado el útero materno,
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anticipaba una destrucción similar de su propio cuerpo. Las acciones del
dentista representan la castración por el padre ligada a su identificación con
la madre. Esto también aparece en el recuerdo que surgió cuando el
paciente relató su sueño. Se vio parado en cierto lugar de un parque contra
el cual la madre lo había prevenido particularmente. Le dijo que hombres
malos podían atacarlo, de lo cual él dedujo que podían robarle el reloj.
La duda del paciente sobre cuándo y cómo podía o debía dejar el
parque se relaciona, como dice el Dr. Bryan en sus conclusiones, con su
angustia de ser atacado por el padre durante el coito con la madre, tanto
dentro como fuera del cuerpo de la madre.
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familia restringida o ampliada, para las comunidades pequeñas o grandes.
La menstruación siempre fue considerada por los hombres como un hecho
peligroso ante el cual reaccionaban con temor, angustia y desprecio.
Prevaleció la creencia de que el contacto con una mujer que menstrúa es
dañino, por lo que se impusieron severas restricciones para separar a la
mujer "impura" de la comunidad por varios días. La forma en que se la
excluía dependía de las diferentes tribus. Este exilio de la mujer que
menstrúa es una breve repetición de la exclusión de las adolescentes de la
comunidad, de acuerdo con los ritos de la pubertad, exclusión que puede
durar meses y hasta años y que aún se encuentra en tribus primitivas.
Chadwick muestra convincentemente que el temor de los primitivos a
la mujer que menstrúa es el miedo a la venganza de ciertos demonios, y que
esto es igual a la angustia de castración. Además demuestra cómo otro
grupo de fenómenos en épocas posteriores tienen el mismo origen, por
ejemplo el miedo a las brujas que llevó hasta a quemarlas. Aun en la
actualidad ciertas exigencias y prohibiciones religiosas tienen la misma
motivación. Esta angustia se expresa también en ciertas supersticiones,
como la de que las flores que son tocadas por una mujer que menstrúa se
marchitan.
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comprender mejor este problema y a modificar sus actitudes, con lo que se
podría prevenir de ulteriores daños a la generación siguiente.
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pero también proyecta en las personas de su ambiente sus sentimientos de
amor y así desarrolla la imagen de padres buenos y amantes. Desde el
primer día de vida estos procesos son influidos por las actitudes reales de
la gente que lo cuida, y las experiencias externas interactúan con las internas
constantemente. Al dotar a sus padres con sus sentimientos amorosos y
construir luego un "yo ideal", el niño lo hace impulsado por necesidades
mentales y físicas imperativas. Moriría sin el cuidado y el alimento
maternos, y todo su bienestar mental y su desarrollo dependen de que
pueda establecer firmemente en su psique la existencia de figuras buenas y
protectoras.
Los distintos aspectos de su superyó derivan del modo como
concibe a sus padres durante su desarrollo. Otro importante elemento en la
formación del superyó son sus sentimientos de rechazo a sus propias
tendencias agresivas, rechazo que experimenta inconscientemente en los
primeros meses de vida. ¿Cómo explicamos esta lucha tan temprana de una
parte de la mente contra otra, esta tendencia a la autocondena que es la raíz
de la conciencia? Un motivo poderoso es el temor inconsciente de que sus
impulsos violentos prevalezcan y produzcan la destrucción de sus padres y
de sí mismo; no olvidemos que en su mente sus deseos y sentimientos son
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omnipotentes y que los dos padres se han convertido en una parte integral
de sí mismo (superyó).
El abrumador miedo de perder a aquellos que ama y necesita pone en
marcha en su mente no sólo la restricción de su agresión sino la tendencia a
preservar a los objetos que ataca en su fantasía, a repararlos por los daños
causados. Esta tendencia a reparar da impulso y dirección a la creatividad y
a todas las actividades constructivas. Algo más se añade a la concepción de
bueno y malo: "bueno" es también aquello que preserva, repara o recrea los
objetos amenazados por su odio o que fueron dañados por su agresión;
"malo" es su odio dañino.
Las actividades constructivas y creadoras, los sentimientos sociales y
cooperativos son sentidos entonces como moralmente buenos y son, por
consiguiente, los medios más importantes para superar los sentimientos de
culpa. Cuando se han unido los distintos aspectos del superyó (como
sucede en personas maduras y equilibradas), el sentimiento de culpa no ha
desaparecido, sino que, en unión con los medios para neutralizarlo, se ha
integrado a la personalidad. Si la culpa es muy intensa y no puede manejarse
adecuadamente, puede llevar a acciones que generen más culpa (como en
los criminales) y ser la causa de desarrollos anormales de todo tipo.
Cuando en la mente se han afirmado los imperativos "No mataras"
(en especial los objetos amados) y "Salvarás de la destrucción" (también a
los objetos amados, y en especial de la agresión del propio niño), se
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establece una pauta ética que es universal y el rudimento de todos los
sistemas éticos, pese a todas las variantes y distorsiones y aun reversiones
de dichos imperativos. El objeto amado original puede ser reemplazado por
cualquiera de los múltiples objetos de interés humano: un principio
abstracto o un problema pueden representarlo, y ese interés parecerá
entonces muy alejado de los sentimientos éticos. Un coleccionista, un
inventor o un científico pueden sentirse capaces de cometer un crimen para
lograr su propósito; en su mente, este particular interés o problema
representa en su inconsciente el objeto amado original y por consiguiente
debe ser salvado o recreado; todo aquello que lo impida es malo.
Un primer ejemplo de distorsión, de transformación en lo opuesto, es
la actitud nazi. Allí la agresión y el agresor son amados y admirados, y los
objetos atacados son malvados y por lo tanto deben ser destruidos. La
explicación de esta reversión podemos hallarla en la temprana relación
inconsciente hacia las primeras personas atacadas y dañadas en la fantasía.
El objeto se torna en perseguidor potencial porque se teme que la retaliación
venga con los mismos medios con que se atacó. La persona dañada, sin
embargo, es idéntica a la persona amada que debe ser protegida y reparada.
El miedo excesivo tiende a aumentar la concepción de que la persona
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dañada es un enemigo, y entonces el odio prevalecerá sobre el amor;
además, el amor será distribuido de manera que provocará una depravación
del superyó.
Debo mencionar aun un paso más en la evolución de lo bueno y lo
malo en la mente individual. Como ya señaló la Dra. Stephen, la madurez y
la salud mental son "buenas". (La madurez armoniosa, sin embargo, aunque
"buena" en si misma, no es la única condición para la "bondad" adulta,
pues hay varios órdenes de "bondades", aun en gente cuyo equilibrio
mental está perturbado.) El equilibrio mental y la armonía, también la
felicidad y la alegría, implican que el superyó se ha integrado al yo, lo que a
su vez significa que los conflictos entre ambos han disminuido y que
estamos en paz con el superyó. Esto implica haber logrado armonía con los
que amamos y odiamos por primera vez y de quienes deriva el superyó.
Hemos recorrido un largo camino desde los tempranos conflictos y
emociones, y los objetos de nuestro interés y nuestros objetivos han
cambiado muchas veces, siendo cada vez más elaborados y
transformándose en el proceso. Por más alejados que nos sintamos de
nuestra dependencia primaria, por más satisfechos que nos hallemos por la
realización de nuestras exigencias éticas, en la profundidad de nuestra mente
persisten nuestros primeros deseos de preservar y salvar a nuestros padres
y de reconciliarnos con ellos. Existen muchas maneras de obtener
satisfacción ética, mediante objetivos sociales y cooperativos, o aun por
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intereses muy alejados del mundo externo y, sin embargo, cuando mediante
su consecución experimentamos el sentimiento de bondad moral, en nuestra
mente inconsciente lo que realizamos es la reconciliación con los objetos
originales de nuestro amor.