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RENÉ GUÉNON:
En la Kábala hebrea se dice que, desde que los sabios se ocupan de los misterios
divinos, la Shekinah está entre ellos; así, incluso en una forma iniciática donde el
trabajo colectivo no parece ser, de manera general, un elemento esencial, una
"presencia" espiritual no deja de estar afirmada claramente en el caso en que tal
trabajo tiene lugar, y podría decirse que esta "presencia" se manifiesta en cierto
modo en la intersección de las "líneas de fuerza" que van de uno a otro entre
quienes participan de ella, como si su "descenso" fuera directamente requerido por
la resultante colectiva que se produce en este punto determinado y que le ofrece
un soporte apropiado. No insistiremos más acerca de este aspecto quizá
demasiado "técnico" de la cuestión, y solamente añadiremos que se trata aquí
más especialmente del trabajo de iniciados que ya han alcanzado un grado
avanzado de desarrollo espiritual, contrariamente a lo que tiene lugar en las
organizaciones donde el trabajo colectivo constituye la modalidad habitual y
normal desde el principio; pero, por supuesto, esta diferencia no cambia en nada
el principio mismo de la "presencia" espiritual.
Lo que acabamos de decir debe, por añadidura, ser comparado a esta frase de
Cristo: "Cuando dos o tres se reúnan en mi nombre, yo estaré en medio de ellos";
y esta comparación es particularmente notable cuando se conoce la estrecha
relación existente entre el Mesías y la Shekinah (4). Es cierto que según la
interpretación corriente, esto se referiría simplemente a la oración; pero, por
legítima que sea esta aplicación en el orden exotérico, no hay ninguna razón para
limitarla exclusivamente a él y para no considerar también otro significado más
profundo, que debido a ello será cierto a fortiori; o al menos no podría haber en
ello otra razón que la limitación del propio punto de vista exotérico, para quienes
no pueden o no quieren superarlo. Debemos además llamar muy especialmente la
atención acerca de la expresión "en mi nombre" que, por otra parte, se encuentra
tan frecuentemente en el Evangelio, pues no parece ser actualmente entendida
mas que en un sentido muy pobre, si no pasa incluso inadvertida; casi nadie, en
efecto, comprende todo lo que implica tradicionalmente en realidad, bajo el doble
aspecto doctrinal y ritual. Ya hemos hablado un poco de esta última cuestión en
diversas ocasiones, y quizá debamos volver sobre ella; por el momento,
solamente queremos indicar una importante consecuencia desde el punto de vista
en que nos situamos; y es que, con todo rigor, el trabajo de una organización
iniciática siempre debe cumplirse "en nombre" del principio espiritual del cual
procede y que está en cierto modo destinada a manifestar en nuestro mundo5.
Este principio puede ser más o menos "especializado", de acuerdo con las
modalidades propias de cada organización iniciática; pero, siendo de naturaleza
puramente espiritual, como evidentemente exige la propia meta de toda iniciación,
es siempre, en definitiva, la expresión de un aspecto divino, y es una emanación
directa de éste lo que propiamente constituye la "presencia" que inspira y guía el
trabajo iniciático colectivo, a fin de que tal trabajo pueda producir resultados
efectivos según la medida de las capacidades de cada uno de los que en él toman
parte.
NOTAS
(4) A veces se pretende que existiría una variante de este texto, que se refiriera
solamente a "tres" en lugar de "dos o tres", y algunos quieren interpretar a estos
tres como siendo el cuerpo, el alma y el espíritu; se trataría entonces de la
concentración y de la unificación de todos los elementos del ser en el trabajo
interior, necesario para que se opere el "descenso" de la influencia espiritual en el
centro de este ser. Esta interpretación es con seguridad plausible, e,
independientemente de la cuestión de saber exactamente cuál es el texto más
correcto, expresa en sí misma una verdad innegable, aunque, en todo caso, no
excluye en absoluto la que se refiere al trabajo colectivo; sólo si estuviera
realmente
especificado el número de tres, debería admitirse que representa entonces un
mínimo requerido para la eficacia de dicho trabajo, tal como de hecho ocurre en
ciertas formas iniciáticas.
(5) Toda fórmula ritual distinta de aquella que responde a lo que estamos diciendo
no puede entonces, cuando es una sustitución, ser considerada más que como
representando un empobrecimiento debido a un desconocimiento o a una
ignorancia más o menos completa de lo que es verdaderamente el "nombre", e
implicando en consecuencia una cierta degeneración de la organización iniciática,
puesto que esta sustitución demuestra que ésta ya no es plenamente consciente
de la auténtica naturaleza de la relación que la une a su principio espiritual.