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Conozco a un hombre que desde pequeño quería ser sacerdote.

Estudió en un Colegio Católico, con monjas norteamericanas y

curas españoles. Fue monaguillo desde pequeño hasta casi

terminar la escuela superior. Era muy religioso, le gustaba la

iglesia, pero no le gustaba la escuela. Era muy inquieto,

desordenado. Siempre terminaba en la oficina de la Madre

Superiora, castigado, arrodillado, mirando la pared. Era su

manera inconsciente de expresar su necesidad interior. Su papá y

mamá se habían divorciado y él, junto a tres hermanos y una

hermana mayor, habían quedado con su papá. El no recuerda

quién lo arropaba de noche, ni quién le daba las medicinas, ni

quién le compraba la ropa de la escuela. Solo sabía que su mamá

se había quedado en Santurce cuando él y su familia se habían

mudado para Hato Rey. Era un niño llorón, sensible y sentimental.

Le hacía falta su mamá...

Era muy religioso, soñaba con ser cura pero las monjas no

quisieron firmarle el referido para ir al Seminario Católico en

Aibonito. Dos veces solicitó, dos veces le dijeron que él no tenía la

conducta adecuada para ir al seminario y ser sacerdote. Fue


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doloroso; la que él creía que era su misión, se vio detenida. Su

historia se parece a la de muchos frustrados: alcohol, drogas,

delincuencia, rebeldía.

Pero, Dios siempre busca la manera de cuidarnos, Dios siempre

busca la manera de alcanzarnos con Su Amor: el último año de

escuela superior tuvo como consejera a una monja que le

aconsejó bien. De esta manera pudo terminar su Escuela Superior

y graduarse. Aunque se colgó en el College Board, logró ir a un

“Junior College.” Allí su condición empeoró; conoció a otros

frustrados y por poco se alcoholiza. Dejó definitivamente la

Iglesia, se alejó de Dios y se dedicó a sentirse mal.

Gracias a Dios, el segundo semestre tomó clases con una

profesora de español y quedó enamorado de ella (aunque ella

nunca se enteró). Aquella profesora le hizo ver la necesidad de

educarse bien para defender la cultura puertorriqueña y el joven

respondió bien. Comenzó a preocuparse por su inteligencia y

comenzó a sacar buenas notas y se cambió para la UPR/RP (la

"yupi"). Se envolvió en la política, ocupó varias posiciones de

liderato en los grupos políticos, se dejó crecer el pelo y aunque


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participó en los motines universitarios, se graduó con "altos

honores" de la Universidad de Puerto Rico. Luego, se casó.

En la UPR terminó un Bachillerato y una Maestría en Educación.

Trabajó como maestro de niños y luego se trasladó a la

Universidad de Harvard a realizar un doctorado en Educación.

Su vida personal no reflejaba sus éxitos académicos. Al regresar a

PR, aunque consiguió trabajo como profesor en la UPR en Arecibo,

su matrimonio terminó. La separación de su hijito de tres años

sería el sufrimiento más grande de este hombre. La fama, el

prestigio, la posición, el status, nada podía apagar el sentimiento

de separación de su hijo, ésta era su angustia, su aflicción y nada

podía hacer, pensaba él.

Esta era la condición en que se encontraba: "por fuera," todo

parecía exitoso, "por dentro," estaba vacío, sin esperanza, solo;

pensaba él. Pero Dios siempre anda buscando maneras de

alcanzarnos con SU AMOR y el segundo semestre de su primer año

enseñando en Arecibo, tuvo como alumna a la presidenta de los

jóvenes de la Iglesia Metodista “La Roca” en Camuy. Esa

estudiante le hablaba de Cristo y de los milagros que Dios hacía.


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El profesor se burlaba de ella, diciéndole que eso eran pamplinas,

inventos de los hombres para dominar a los demás hombres; que

Dios no existía y que la religión era un "duérmete nene" para no

luchar por la revolución.

Un día, el profesor le preguntó a la estudiante: -- ¿Dónde está tu

Dios para ir a verlo?, pensando que así le rompería todos los

argumentos; pero la estudiante le contestó: -- “Dígame Profesor,

¿Dónde está el viento para ir a verlo? Dios es como el viento, no

se ve, pero se siente.” La jovencita de un pueblito de "la isla"

había sorprendido al Catedrático graduado de Harvard con una

verdad superior. Aquel Catedrático necesitaba aceptar su

condición de pecado y despertar a la realidad de que se

encontraba perdido y sin esperanza…

Así, DIOS, a través de aquella estudiante llamó la atención de

aquel profesor universitario y le hizo comprar su primera Biblia. Lo

cierto es que solo leyó hasta Génesis 5:27 donde dice que murió

Matusalén a los 969 años. El profesor se sintió engañado. Pensó

en la "comía de celebro" que le habían dado a aquella muchachita.

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Al increparle sobre esta información inverosímil, la joven se rascó

la cabeza y le instruyó a que leyera sobre la vida de Jesús en el NT.

Lo que le faltaba a aquel Catedrático era el ingrediente principal

para leer inteligentemente la Escritura: le faltaba arrepentirse de

sus pecados y aceptar a Jesucristo como su Salvador personal. El

Catedrático leyó el Nuevo Testamento y fueron muchas las dudas

y preguntas que vinieron a su mente.

Fue así su primera visita a Camuy. Luego vino su primera visita a

una iglesia "protestante," su primer cassette de música cristiana y

su atención a las cosas de Dios. Dios estaba creando las

condiciones para el nuevo nacimiento de aquel hombre. Dios

estaba actuando en su favor.

Siempre deseó ser ministro de Dios, desde pequeño. Nunca supo

cómo lo iba a lograr. Cuando conoció acerca del Cristo Vivo, ya

como profesor en la Universidad, se interesó en conocer más. Se

dio cuenta que necesitaba a Dios. No entendió inmediatamente

que Dios le había estado buscando y él había estado huyendo de

EL. Entendió esto cuando fue a Boston a terminar su tesis

doctoral. Allí tuvo una experiencia con el AMOR de Dios.


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Al otro día de llegar a Boston, el Pastor que le recibió en su casa,

le invitó a una campaña evangelística y fueron todos los días de

esa semana. El último día de campaña fue el domingo 29 de

septiembre del 1982. Allí se predicó sobre el significado de la

sangre derramada por Jesús en el Calvario. Jesús, el Hijo de Dios,

Dios encarnado, murió por nosotros pecadores para que tengamos

vida abundante. Aquel Catedrático escuchó el llamado de Dios y

sintió en su corazón que Dios le aceptaba a como estaba, que

aunque no merecía nada, Dios le perdonaba y le comisionaba para

predicar el Evangelio del arrepentimiento y perdón de pecados a

todo el mundo.

Aquel domingo, el Catedrático graduado de Harvard, se puso de

pie y aceptó la invitación que Dios le estaba haciendo. Una nueva

relación comenzó allí. El Catedrático echó a un lado su tesis

doctoral y comenzó a estudiar sobre “el Pan de Vida”. A los tres

meses regresó a Puerto Rico, pidió la mano de aquella joven que le

había presentado a Cristo y, a los siete meses, se casó con ella.

Se integró a la Iglesia Metodista “La Roca” en Camuy. Allí estuvo

dos años estudiando La Biblia y practicando los rudimentos y la


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disciplina de la fe. Allí recibió la enseñanza más profunda y de

consecuencias eternas que jamás recibiría en ninguna universidad.

Allí conoció la Gracia de DIOS que busca, perdona y santifica al ser

humano. Allí colaboró con la Iglesia como laico destacado en la

enseñanza y la predicación. Allí recibió su llamamiento para el

pastorado. Finalmente, renunció a su cátedra universitaria y se

fue con su “padre espiritual” a levantar una Iglesia para los

hispanos en Milwaukee, WI. Allá ayudó a levantar un Hogar de

Misericordia para adictos en restauración. Nunca pensó que, diez

años después, su propio hijo fuera a necesitar los servicios de

aquel Hogar. Colaboró en Milwaukee y en otra Iglesia Hispana en

Waukesha, WI hasta que logró entrar al Seminario Teológico en

Chicago. En este Seminario estudió su Maestría en Divinidad,

trabajó como Director de Ministerios Hispanos y, cuando terminó

su Maestría, trabajó como Profesor de Educación Cristiana. Para

este tiempo, fue nombrado Pastor de una Iglesia Metodista Unida

Hispana en el barrio latino de Chicago. Allí se mudó con su familia

y tuvo su primera experiencia como Pastor.

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En el 1993, en Ponce, (Iglesia Metodista de Puerto Rico “La

Resurrección,” Calle Villa), fue ordenado diácono de la Iglesia

Metodista de Puerto Rico. En el 1994 fue nombrado Pastor en la

IMPR “Juan Wesley” en Arecibo y en el 1995, en Arroyo, fue

ordenado Presbítero de la IMPR. Su sueño de ser ministro de Dios,

por fin, se vio realizado a sus 45 años…

Aquel hombre soy yo. Mi nombre es Juan Guillermo Feliciano-

Valera, participé en la Caminata #10, Mesa de Pablo, y soy Pastor,

por la misericordia de DIOS, en la Iglesia Metodista de Puerto Rico

"Obispo Corson" en Ponce.

Confieso que he nacido de nuevo.

Soy testigo del Poder de DIOS.

Testifico que DIOS nunca me ha abandonado.

En medio de las tormentas, DIOS ha sido fiel: ha estado conmigo

en todo momento.

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