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4 —como la misica o la cirugla— que requieren o suelen requerit buenas dosis de conocimientos te6rieos no son juzgadas como inteli- gentes por la posesién de esos conocimientos tedricos, ni s por su aplicacién, sino ante todo por su capacidad pa dido a hacerlo mejor a partir de la practica continuada, Este conocimiento tacito no esta verbalmente articulado, lo que dificulta que una mentalidad racionalista lo reconozca como tal co. nocimiento. Para alguien con esa mentalidad solo es conocimiento el que se puede meter entre las dos tapas de un libro?. Es tal vez el momento de insistir en que no trato ni por un mo- mento de sustituir la leyenda intelectualista por una leyenda antiin- telectualista: es por supuesto evidente que en muchas situaciones ‘meditamos antes de actuar. Lo erréneo de la leyenda intelectualista 1 esta en esto, sino més bien en dos cosas distintas: en suponer que siempre es necesatia la meditacién racional para la ejecucién de una conducta inteligente; y en dar por sentado que el uso de la racionali- dad es en toda circunstancia el mejor procedimiento que se puede emplear para establecer el modo idéneo de actuar. En los saberes pricticos no suele ser este el caso, y puede incluso acontecer que prestar atencién te6rica a los detalles de una habilidad que ya hemos adquitido interfiera con la ejecucién de esa habilidad 0 nos vuelva més torpes en ella. «Por concentrar la atencién en sus dedos, un pia- nista hard que se paralice temporalmente su movimienton ™. El modo de conocimiento habitual en la vida del individuo y también en el espacio colectivo es este saber prictico que, por la mo- destia de medios que emplea, suele pasar inadvertido, pero que, a pesar de ello, constituye el basso ostinato que soporta tanto la exis- tencia individual como la colectiva. El conocimiento tesrico, reflexi- vo, ¢s comparativamente mas infrecuente pero a la vez més vistoso; monta més estruendo en torno a él y se as arregla para hacerse notat. ° El modo en que funciona la cabera de un racionalistaesté muy sagazmente capta do por Michael Oakeshott en Rattonalism in Pouties and Other Essays, Liberty Press, Indi 1991, pigs. 5-42 y 99-131 "© M, Polanyi, ob ct, pag. 18. LO QUENO SE PUEDE CONSEGUIR A FUERZA DE VOLUNTAD.IU 45 En muchas ocasiones su papel es crucial para rectificar las inercias ppetniciosas en que puede incurrir una sabiduria practica irreflexiva". Pero la funci6n de la racionalidad no es aqui sustituir los habitos, las normas y las instituciones por ese minucioso cavilar que, presunta- ‘mente y segtin la mentalidad intelectualista, debiera preceder a toda conducta inteligente, sino, todo lo més, inaugurar modos de proce- det que, con el transcurso del tiempo, se convertirin en nuevos habi- tos, normas ¢ instituciones. En cualquier caso, la supervisisn racio- nal de cada una de nuestras acciones es un ideal impracticable y, ademés, innecesatio en muchos casos, extenuante en otros y contra- producente en casi todos. ¢Qué pensariamos de quien, por ejemplo yen vena socritica, nos intimara a repasar mentalmente la definicién de cada palabra antes de pronunciarla? DEL INTELECTUALISMO A LA UTOPIA El aprendizaje moral se realiza de forma parecida al aprendizaje lingiiistico: asistiendo al comportamiento de personas rodeadas de un fuerte halo de ejemplaridad y tratando de emularlas. Al imitar al modelo entramos en conocimiento implicito de las reglas seguidas por este en su conducta. Ambas cosas —la conducta y las reglas— forman parte del mismo lote y, de hecho, lo que capta expresamente cl aprendiz es la conducta del modelo, no las reglas subyacentes que la acompafian como sombras #. No hace falta que conozcamos te: camente las reglas por separado, lo que equivale a decir que no es necesario leer manuales de ética o de buenas maneras para compor- tarse bien. No era este, en todo caso, el punto de vista ni de Séerates ni de Platén, Es muy posible que su intelectualismo semantico les condu- /éanse las penetrantes palabras dle Michael Oakeshott sobre este particular en su ibro, ya citado, pigs. 465-487, "A.S, Reber, Implicst Leamnong and Tactt Knowledge, Oxford University Press, Nueva York, 1993, pig. 113. 46 jera a otra forma de intelectualismo: el intelectualismo moral, la su- posicién de que para obrar bien hay que, con antelacién, conocer te6ricamente lo que significa el bien, Una vez que se conoce la idea de bien, la voluntad no puede sino hacer lo que es bueno. Es otta forma de pasar por alto que el obrar bien es una habilidad practica que precisa, para ser desarrollada, de la imitacién de modelos de con- ducta, mas que de la sesuda reflexién o la lectura de un manual de ética que nos aclare el concepto de lo bueno. Una consecuencia del intelectualismo moral es que la maldad se atribuye a la ignorancia; solo se obra mal por desconocimiento, por falta de luces. Pero una vez que la antorcha de la razén ha iluminado lo que es bueno, la vo- Juntad, que es una potencia subordinada y cautiva, no puede dejar de realizarlo Sécrates y Platén comparten el intelectualismo moral, el inte- lectualismo politico parece ser ya una teoria original de Platén, que encuentra su expresidn canénica en el que es considerado su didlogo fluyente: la Republica “. Es alli donde sostiene que una mino- ria de la poblacién —los filésofos—, expresamente educada durante afios de manera exigente y selectiva en el conocimiento de la verdad, y sefialadamente en la aprehensién intelectual de la Idea de Bien, es » El locus elisico del inelec en Protégoras, 345d-c. Arstétles se desmarca de esta postura soeri cémaco, 1145b. Martha Nussbaum ibraya mas en general que para Aristteles saber o6 mereta depend de una sabiduria prudencial obtenida por exper «asos paticularesresueltos en el pasado. En su Arid, 1995, pig. 454) se encuentra claramente ex} K.R Popper, La sociedad abieray sus enema fona, 1982, * Es cierto que ya Sécrates encontraba descabellada la prictica ater rar la mayor parte de las cargos piblicos por sr lads por ignorantes en el arte de 10 comportarse en una si ceducar los misc reciso y progres iquiera, los encargados de conducit 2 que scan ellos, os mejores (y no «i Estado, LO QUENOSE PUEDE CONSEGUIR A FUERZA DE YOLUNTAD. 47 la tinica facultada para disefiar la ciudad ideal y gobernarla después. La sabiduria acerca de lo que es el bien nos hace moralmente bue- nos, y si poseemos esa sabiduria en grado superlativo o eminente, tal cosa nos destina de forma natural a ditigir la ciudad y los destinos de los demés, En la Repaiblica de Platén nos encontramos con la prime ra defensa literatia conservada de una utopia social de signo totalita- rio. Los esctitos ut6picos anteriores se han perdido 0 solo los cono- cemos por referencias indirectas ® Pero el totalitarismo es un fenémeno politico que no se ha dado sino hasta el siglo xx, y en dos formas tan dispares como el nazismo y el comunismo ®, Un régimen totalitario no es simplemente un régi- men dictatorial. De modo correcto distinguia el profesor de filosofia Alfred Hoernlé, en una conferencia dada en abril de 1937 en la Uni- versidad de Johannesburgo, entre el simple tirano o dictador (que se beneficia del poder pero que no quiere hacer nada con él, salvo con- servarlo o acrecentarlo) del lider totalitario, que anda detrés de algo mucho més peligroso: emplear el poder como instrumento para rea- lizar una idea que le resulta personalmente enardecedora, en la vi- sién de cuya pureza se consume: una sociedad organizada de forma perfecta, siguiendo un plan intelectual. Un déspota absoluto, como Luis XIV de Francia, puede decir quello de «El Estado soy yo» en su intervencién ante el Parlamento el 13 de abril de 1655. Pero lo que le faltaba a Luis XIV para conver- tirse en alguien en verdad temible era lo que precisamente distingue al gobernante totalitario, y es verse a si mismo como el arquitecto de un orden social definitivo en su perfecci6n. El Estado, con todo su. © CLR Pipes, Propiedad y libertad, Turner y FCE, Madrid y México, 2002, pags. 2526. Stefan Zw wera ya Ja Ginebra del siglo xv1 sometida al puio de hierro de ida. De la Ginebra calvin. ‘en Europa se acomete ol intento de bre de una ides» (S. Zweig, Castello contra Calvino, El Acan: Madeid, 2001, pips. 408 48 instrumental coereitiy. es el medio para plasmar esta idea de bien comin que se ha apoderado de la imaginacién del dirigente. El es el Sinico que conoce en qué consiste la voluntad colectiva, lo que «su pueblo», «su nacidn» e inclusive «la humanidad> realmente quieren, Jo que les haré felices. Silos individuos tienen proyectos de vida per- sonales, si hay instituciones sociales que persiguen determinados fi- nes, unos y otros han de ser vaciados de sus deseos, de modo tal que ‘anicamente subsista la voluntad del lider, que se confunde con la vo- luntad general. El totalitarismo tiene, por lo tanto, un efecto devas- tador tanto sobre las instituciones de la sociedad civil como sobre los iduos y sus planes de vida, En este afin excluyente de cualquier otro centro de voluntad estriba la diferencia entre un régimen mera- mente autoritario 0 autocratico y uno totalitario , «Bueno, si —comenta reflexiva mente el doctor—; dentro de una amplia gama de posibilidades, esté el tumor cerebral.» Mickey entra en un estado de congelacién instantanea al oft estas palabras, pronunciadas por un médico que, més que otra cosa, parece guiado por su celo profesional y por no dejar fuera ninguna hipétesis. Pero, como buen hipocondriaco, Mickey solo presta oidos a esta iltima y mas fatidica posibilidad, y empieza a convencerse de que esté a punto de morir victima de un cancer. El dia convenido, Mickey pasa las pruebas de audiometria en el hospital. El especialista que lo atiende no lo tranquiliza del todo: hay tuna «pequefia zona gris» en el cerebro de Mickey. Lo vuelve a citar para el lunes de la semana siguiente con el fin de hacerle pruebas alin mas exhaustivas, que incluyen un esedner de su cerebro. «¢De mi cerebro?», pregunta Mickey al borde del colapso. Durante el terrible fin de semana, Mickey empieza ya a sentir que hay en su cerebro «un tumor del tamaiio de una pelota de ba- oncesto, El tormento de la incertidumbre desaparece cuando el lu- nes le dicen, por fin, que todo esté en orden, que no tiene nada gra- ve. Mickey abandona la clinica dando saltos de alegria..., hasta que, de repente, en plena calle, se detiene, asi, de golpe. Como le cuenta

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