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Su nombre: "de la Altagracia" nos recuerda

que por ella recibimos la mayor gracia que es


tener a Jesucristo Nuestro Señor. Ella, como
Madre, continua su misión de mediadora unida
inseparablemente a su Hijo. Los hijos de
Quisqueya la llaman cariñosamente "Tatica, la
de Higüey".

María de la Altagracia lleva los colores de la


bandera Dominicana anticipando así la
identidad nacional. Su cabeza, enmarcada
por un resplandor y por doce estrellas,
sostiene una corona dorada colocada
delicadamente, añadida a la pintura original.
Un poco retirado hacia atrás, San José
observa humildemente, mirando por encima
del hombro derecho de su esposa; y al otro
lado la estrella de Belén brilla tímida y
discretamente.
¡Altagracia! La gracia que sobrepuja al
pecado, al mal, a la muerte. El gran don de
Dios se expande entre los pueblos del
Nuevo Mundo, que hace cinco siglos oyeron
las palabras de vida y recibieron la gracia
bautismal. Un don que está destinado a
todos sin excepción, por encima de razas,
lengua o situación social. Y si algunos
hubieran de ser privilegiados por Dios, éstos
son precisamente los sencillos, los humildes,
los pobres de espíritu.
Todos estamos llamados a ser hijos
adoptivos de Dios; pues “para ser libres nos
libertó Cristo” (Ga 5, 1): ¡libres de la
esclavitud del pecado!
¡Madre de Dios! ¡Virgen de la Altagracia!
Muestra los caminos del Enmanuel, nuestro
Salvador, a todos tus hijos e hijas en el
Continente de la esperanza para que, en
este V Centenario de la Evangelización, la fe
recibida se haga fecunda en obras de
justicia, de paz y de amor. Amén.
República Dominicana 12-10-1992
¡Virgen Santísima de Altagracia! De todo
corazón te agradecemos las continuas
bendiciones que sobre nosotros derramas. De
tus manos y de tu corazón maternal recibimos
cada día el sustento que nos da nuestro Padre
del cielo. Tu eres nuestra defensora en los
peligros, nuestro socorro en las necesidades y
nuestra esperanza en los sacrificios de nuestra
vida cristiana. Por tu Corazón Inmaculado
queremos tributar a Dios un himno de acción de
gracias por tantos beneficios dispensados. Te
prometemos ¡Oh Madre! Gratitud y fidelidad. Tu
reinarás siempre en nuestros hogares y en
nuestro pueblo, donde todos te veneraremos
como a Señora y Madre, haciendo florecer todas
tus virtudes. Haznos dignos de llamarnos tus
hijos, a fin de que sirviendo a Dios y a Ti en este
mundo, alcancemos la más alta gracia que nos
traes: una muerte cristiana que nos abra las
puertas del cielo.

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