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del mismo derecho. A este fenómeno suele identificársele, desde el punto de vista del
nuevo titular, como adquisición del derecho subjetivo. En cambio, considerándolo desde
la perspectiva del anterior titular, se habla de transmisión del derecho subjetivo o
sucesión en el derecho subjetivo.
Las categorías de sucesión son:
· Sucesión inter vivos y mortis causa: en el primer caso, se trata de relaciones
jurídicas que suponen el cambio de titularidad de un determinado derecho subjetivo
entre personas que actúan en vida.
Por el contrario, la sucesión mortis causa supone que le nuevo titular del derecho
subjetivo accede a tal condición por haber fallecido el titular anterior.
· Transmisión gratuita y onerosa: se habla de transmisión gratuita cuando el
titular del derecho subjetivo cede o transmite a otra persona su titularidad sin
contraprestación alguna, en caso de existir contraprestación, la transmisión se considera
de carácter oneroso.
· Sucesión universal o particular: la transmisión a título particular se da cuando
un determinado derecho subjetivo es objeto de cambio de titular; por el contrario, se
habla de sucesión a titulo universal cuando el objeto de la transmisión viene
representado por un conjunto plural de derechos subjetivos o de relaciones jurídicas que
se consideran agrupadas, bien por la ley, bien por los particulares, como ocurre en el
caso de la herencia o en el supuesto de venta de una empresa.
5.7 Modificación objetiva; la subrogación real (imp. Examen)
Durante su vida, el derecho subjetivo puede sufrir modificaciones relativas al
objeto sobre el que recae, aunque el derecho en sí mismo considerado no pierda su
identidad y, por tanto, deba considerarse sustancialmente el mismo. Tales
modificaciones pueden ser cuantitativas, o bien, cualitativas, sin que lleguen a
determinar el nacimiento de un nuevo derecho.
MODIFICACIONES CUANTITATIVAS: es por ejemplo la elevación de la renta
a pagar por una finca, o que esa finca vea incrementado su suelo rústico como
consecuencia de que un riachuelo que pasaba por ella se halla secado.
MODIFICACIÓN CUALITATIVA: puede venir dada por diferentes
circunstancias, entre las cuales puede ser la propia intervención del legislador o de los
poderes públicos: una huerta colindante con la ciudad pasa a ser suelo urbanizable.
La insistencia en considerar que pervive el mismo derecho subjetivo tiene
trascendencia desde diferentes puntos de vista, que por ahora, sólo podemos vislumbrar:
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ejemplo en dicha línea , suele ser frecuente reservar la palabra extinción para la
desaparición del derecho en sí mismo considerado, mientras que la perdida vendría a
significar que la titularidad del derecho pasa o se trasmite a otro sujeto.
Dicho precepto ordena que los derechos que se ostentan deben materializarse de
conformidad con el modelo de conducta que socialmente es considerado honesto y
adecuado. En consecuencia, no estaría permitido realizar actos de ejercicio que se
aparten de ese “canon de lealtad” en las relaciones sociales.
Así, pues, la buena fe sigue siendo un principio general del derecho, pero es ahora un
principio normativizado: buena fe en sentido objetivo y como pauta general de conducta
en el ejercicio de los derechos.
Antes de ser positivada (sentido subjetivo), esto es, incluida en el CC, la buena fe era
exigible en función del caso concreto (circunstancias de persona, tiempo y lugar). Sin
embargo, ahora se habla de buena fe en sentido objetivo, es decir, norma que también
establece como modelo de conducta la necesidad de que el ejercicio de los derechos se
adapte a la buena fe.
Son numerosas las sentencias del Tribunal Supremo que recurren a la idea de la
doctrina de los propios actos, rechazando el ejercicio de un derecho cuando resulta
incompatible con la conducta anteriormente observada por su titular respecto del mismo
derecho o de las facultades que lo integran, conforme a una vieja tradición medieval
según la cual “nemo potest venire contra factum proprium” (no puedes ir contra tus
propios actos.”
El Tribunal Supremo entiende que es un principio general del derecho mientras que
los teóricos entienden que es una derivación inmediata del principio de buena fe.
La idea del abuso del derecho se encuentra imbricada directamente con el análisis del
contenido del derecho de propiedad, mientras que, resulta innegable su matiz
jurisprudencial.
En efecto, son algunas sentencias francesas de Juzgados de Primera Instancia las que
ponen el dedo en la llaga, en la segunda mitad del siglo XIX, al declarar abusivas las
conductas de ciertos propietarios que, actuando dentro de los linderos de sus fincas,
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Desde entonces, el desarrollo de la prohibición de los actos abusivos por parte de los
titulares de derechos subjetivos ha sido una constante jurisprudencial y doctrinal hasta
su conversión en texto normativo (lo que acaece por vez primera en el B.G.G.). En la
construcción jurisprudencial española del concepto es fundamental la sentencia del
Tribunal Supremo de 14 de febrero de 1944.
(1) El clásico axioma “qui iure suo utitur neminem leedit”, quiere decir que el
ejercicio del derecho es lícito aun cuando, merced a él se lesionen simples intereses de
terceras personas... mas no debe darse a esa máxima un alcance literal y absoluto, que la
pondría en pugna con las exigencias éticas del derecho, reconocidas en todos los
tiempos y que ni siquiera fueron extrañas al propio derecho de Roma.
(2) La doctrina ha elaborado la teoría llamada del abuso del derecho, que considera
ilícito el ejercicio de los derechos cuando sea abusivo, y que, incurre en responsabilidad
el que, obrando al amparo de una legalidad externa y de un aparente ejercicio de su
derecho, traspasa en realidad los impuestos al mismo por la equidad y la buena fe, con
daño para terceros o para la sociedad. Tesis esta que ha sido patrocinada también por la
doctrina científica patria, que ha recogido y perfilado el concepto de abuso del derecho,
considerándolo integrado por estos elementos esenciales.:
a) uso de un derecho, objetiva o externamente legal.
La incorporación del abuso del derecho a nuestra legislación acaece por primera vez
en el texto refundido de la Ley de Arrendamientos Urbanos (D 4104/1964, de 24 de
diciembre), cuyo art. 9.2 establece que “los jueces y tribunales rechazarán las
pretensiones que impliquen manifiesto abuso o ejercicio anormal de un derecho...”
Lo contrario ocurre cuando, en ocasión de la reforma del Título Preliminar del CC, el
art. 7.2 del vigente CC dispone que: “la ley no ampara el abuso del derecho o el
ejercicio antisocial del mismo. Todo acto u omisión que por la intención de su autor por
su objeto o por las circunstancias en que se realice sobrepase manifiestamente los
límites normales del ejercicio de un derecho, con daño para tercero, dará lugar a la
correspondiente indemnización y a la adopción de las medidas judiciales o
administrativas que impidan la persistencia en el abuso.”
La extralimitación puede deberse tanto a la actitud subjetiva del titular del derecho
objeto de ejercicio, cuanto por razones de carácter objetivo en el ejercicio del mismo,
aunque no pueda imputarse al titular mala fe deliberada en la actuación del derecho en
cuestión.
Es evidente que quien sufra la conducta u omisión abusiva de cualquier otra persona
en dependencia de las circunstancias de hecho, puede solicitar a la autoridad judicial
ambos tipos de medidas conjuntas.
La protección de los derechos puede ejercitarse de forma directa por el propio titular,
actuando por sí mismo mediante el recurso a lo que, desde antiguo se denomina defensa
privada. Sin embargo, la regla general es que el titular del derecho subjetivo debe
reclamar su protección de los juzgados y tribunales que integran el poder judicial.
- La autotutela -
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Los autores más modernos, en vez de hablar de defensa privada, prefieren utilizar la
expresión “autotutela de los derechos subjetivos” para referirse a aquellos supuestos o
medios de reacción que el titular de tales derechos puede poner en ejecución por sí
mismo, sin interpretar el auxilio de la autoridad judicial.
- La tutela judicial -
Hoy día la tutela de los derechos subjetivos la realiza el Estado por medio de los
órganos del Poder Judicial, esto es, los juzgados y tribunales. De ahí que detenten en
exclusiva la potestad jurisdiccional para juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, según
dispone el art. 117.3 CE.