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27-05-2007
Emociones individuales y colectivas

Hasta ahora los psicólogos se habían centrado en el aspecto individual de la


emociones. Ahora sabemos que son fenómenos colectivos, producto de las
interrelaciones sociales. La empatía es el motor de las emociones. Sirve como
espejo hacia los demás para que vean como están ellos mismos. El cerebro es
importante, pero no lo son menos los grupos.

Las diferencias sociales y culturales influyen en la expresión de las emociones


en los diferentes pueblos. Pero ¿Son universales las emociones?, ¿se expresan
de la misma manera en todo el mundo? O ¿existen dialectos emocionales? A
esto y mucho más intentaremos dar respuesta esta semana en Redes.

Brian Parkinson, Profesor de Psicología Social, Universidad de Oxford, tiene un


interés especial en descubrir la relación entre las emociones básicas del ser
humano y lo que se llama la inteligencia social, la capacidad de relacionarnos
con otras personas. Hoy descubriremos de su mano cómo se contagian las
emociones en un grupo o cómo validamos nuestros propios sentimientos en
relación a los demás y de que forma esto moldea tanto nuestra vida diaria
como la historia.

Contaremos además con la experiencia y opiniones de Carlos Gil, Primatólogo


de la Universidad de Madrid, y José Miguel Fernández Dols, catedrático de
Psicología Social de la Universidad Autónoma de Madrid.

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Bloque 1
Eduard Punset:
Hoy vamos a hablar de las emociones, pero desde fuera, porque
normalmente, cuando hablamos de emociones, pensamos enseguida en el
cerebro, la amígdala, y en individuos.
Brian…tú dices que hay que tener en cuenta que las interrelaciones con los
demás, con los grupos, son muy importantes. ¿Qué quieres decir
exactamente?
Brian Parkinson:
Bueno, ante todo, jamás se me ocurriría decir que el cerebro es irrelevante
para las emociones: el cerebro es un órgano muy importante que desempeña
un papel fundamental en las emociones. Sin embargo, me parece que los
psicólogos se han concentrado excesivamente en los aspectos privados de las
emociones. Cuando pensamos en las emociones, a menudo nos lo
imaginamos como algo que sobreviene de repente y que es el resultado de
interpretaciones muy personales de lo que nos sucede. Pero creo que, en
realidad, si consideramos la amplia variedad de nuestras experiencias
emocionales en la vida cotidiana, resulta evidente, en primer lugar, que la
mayoría de las cosas que nos generan emociones tienen que ver con otras
personas de algún modo: nos disgustamos cuando alguien dice algo que nos
ofende, por ejemplo. Esto es algo poco controvertido, todo el mundo acepta
que las emociones tienen que ver con lo que los demás hacen, dicen,
etcétera. Pero me parece que se puede ir un poco más allá, porque en mi
opinión, al pensar en las emociones como algo que se basa en nuestras
propias interpretaciones y evaluaciones personales de lo que nos pasa, nos
olvidamos que en realidad estas evaluaciones e
interpretaciones están condicionadas por lo que los demás sienten y piensan:
nos basamos mucho en las expresiones faciales de los demás, en su
orientación aparente hacia una acción por su manera de dirigir la atención… y
esto determina nuestra propia atención. Si vemos que alguien mira hacia una
dirección, tenemos una fuerte tendencia a mirar en esa misma dirección. Y
todas las expresiones faciales y conductas no verbales pueden influir también
en nuestras propias emociones.
Por tanto, si nos centramos exclusivamente en los aspectos individuales de
las emociones, nos perderemos una parte enorme de información.
Eduard Punset:
Y no sólo se trata de la imaginación. Pensemos por ejemplo en las personas
que padecen depresión. ¿Qué sucede con estas personas? Sus emociones
dependen realmente de cómo se comporten los demás hacia ellos, ¿verdad?
Brian Parkinson:

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Creo que sí, por lo menos en algunos casos de depresión. La depresión cubre
una amplia gama de problemas emocionales, pero para algunos casos de
depresión me parece muy aplicable una teoría desarrollada por James Coyne,
en los Estados Unidos, una teoría interpersonal de la depresión. Grosso modo,
lo que Coyne dice es que la depresión, la expresión de la depresión, tiene
como objetivo que los demás te consuelen, te brinden algún tipo de apoyo,
pero si las expresiones que buscan el consuelo se prolongan demasiado, se
vuelven demasiado intensas, entonces los demás sufren una especie de
fatiga de compasión, no pueden seguir consolándote si parece que eso no
mejora nada la situación.
Eduard Punset:
Se hartan.
Brian Parkinson:
Básicamente se hartan de ofrecer consuelo, y el problema es cómo reacciona
la persona deprimida ante este abandono aparente de las personas más
cercanas. Muchas veces, lo que hace la persona deprimida, en lugar de
retroceder y decir: «entiendo que me he estado quejando demasiado
últimamente» es intensificar sus quejas como una especie de intento
desesperado de restablecer el consuelo de los demás, y lo único que consigue
es que los demás se aparten todavía más. Y cuando alguien deprimido se
somete, por ejemplo, a terapia cognitiva, la terapia se centra en las
interpretaciones de cómo responden los demás, y el terapeuta le dice: «crees
que esta persona te rechaza, pero en realidad no lo hace».
Eduard Punset:
Exacto.
Brian Parkinson:
Pues bien, eso puede ayudar si esa persona cambia su actitud y por ende su
manera de responder a los demás, que a su vez detiene la depresión; pero
estos pensamientos pueden ser producto de un conjunto interpersonal
peligroso de relaciones. El motivo por el que alguien deprimido cree que los
demás le rechazan es porque los demás hasta cierto punto sí que le rechazan
cuando está deprimido, cuando se queja demasiado.
Bloque 2
Eduard Punset:
Ha habido un debate durante años en tu profesión sobre las emociones, ¿no?
Unos dicen que las emociones son universales, y no solamente son
universales, sino que todo el mundo las expresa de la misma manera;
mientras que otros afirman que existen dialectos emocionales. Por ejemplo,
los japoneses… hay un ejemplo famoso de esto, una comparación con los
estadounidenses…
Brian Parkinson:

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Sí; yo creo que los psicólogos se han preocupado demasiado sobre este tema,
y que hay una respuesta sencilla a la pregunta de si las emociones son
universales o culturales: algunas partes de las emociones son universales, y
algunas partes son culturales, pero el problema es que ambas cosas están
ligadas. Es decir, la cultura no es un fenómeno completamente alejado de lo
biológico: la cultura es algo que ha surgido a consecuencia de una
predisposición biológica, y a la tendencia de relacionarse con los demás de
una manera concreta… y la biología, que funciona a través de la selección
natural y la evolución, recurre a aquello que ya existe en el entorno social. Por
ejemplo, cuando se discute si los niños se socializan para experimentar cierto
tipo de emociones o bien si están preprogramados biológicamente para sentir
cosas como la vergüenza, el miedo, la felicidad, la culpa y algunas de las
emociones más específicas a cada cultura, en cierto modo se podría
argumentar que, incluso si la influencia de la aportación de los padres es muy
grande en este sentido, la manera en la que los padres responden a los niños
también está determinada hasta cierto punto por su estructura biológica. Lo
que intento decir es que estas cosas son tan complicadas, la biología y la
cultura están tan inextricablemente unidas,
que no tiene demasiado sentido hablar de ellas por separado. Sin embargo…
Eduard Punset:
Sin embargo… en cuanto al miedo…
Brian Parkinson:
Hay diferentes ideas en el ámbito de la psicología de las emociones sobre
cómo interactúan la biología y la cultura entre sí. Y hubo un experimento
famoso realizado por Wallace Friesen y presentado por Paul Ekman, a
principios de la década de 1970… fue un estudio que se presentó para
refrendar la noción de los diferentes roles adoptados a la hora de mostrar, de
expresar, una emoción concreta. Este estudio ofrece una demostración de
que los estudiantes japoneses tienen una manera diferente de expresar sus
emociones que los estudiantes estadounidenses…
Eduard Punset:
Que los estadounidenses. Sobre una película desagradable que les hicieron
ver, ¿verdad?
Brian Parkinson:
Exacto. Se les mostró una película desagradable, con operaciones médicas y
cosas que normalmente inspiran repugnancia, una reacción de asco en la
gente. En la primera fase del experimento, tanto los estudiantes japoneses
como los estadounidenses vieron estas películas individualmente, y se
grabaron sus expresiones faciales durante la película. En esa fase, por lo
menos según se presentan normalmente los resultados, no hay diferencias
demasiado grandes entre ambas culturas, todos reaccionan de un modo

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bastante parecido a las imágenes, a las películas desagradables, muestran


muecas faciales negativas de varios tipos… pero, en una fase posterior, se les
vuelve a mostrar la película y, mientras la ven, un experimentador entrevista
a la persona que mira las imágenes sobre sus reacciones a la película, y
nuevamente se graban sus expresiones faciales. Y resulta que entonces las
expresiones de los estudiantes japoneses y los estadounidenses son muy
distintas.
Eduard Punset:
Cuando hay un entrevistador, cuando otra persona entra en la habitación.
Brian Parkinson:
Cuando hay un entrevistador que les hace preguntas sobre la película. La
interpretación habitual…es que ambos grupos están reaccionando al
contenido emocional de la película, pero los estudiantes japoneses, como se
les ha enseñado, en su socialización, a no mostrar emociones negativas
delante de una autoridad, están ocultándolas con expresiones más positivas.
Eduard Punset:
Exacto…
Brian Parkinson:
La idea es que las emociones experimentadas en ambos grupos son
idénticas, pero los estudiantes estadounidenses se sienten libres para
exteriorizar sus sentimientos reales, mientras que los japoneses ocultan su
verdadera sensación de repugnancia.
Sin embargo, hay otras interpretaciones posibles a lo que sucede en este
experimento. Alan Fridlund, que tiene una visión alternativa de cómo
funciona la expresión facial, sostiene que en realidad lo que sucede es que el
contexto social es diferente para estos dos grupos de participantes. Los
participantes no sólo están reaccionando a la película, también están
reaccionando al entrevistador. Y puede que los japoneses, por motivos de
cortesía, presten más atención al entrevistador que al contenido emocional
de la película, y por eso muestren interés y sonrían educadamente al
entrevistador, mientras que los estudiantes estadounidenses creen que no
hay ningún problema con seguir concentrándose en la película y expresar sus
emociones, incluso exagerarlas, para mostrarle al entrevistador lo que opinan
de lo que ven.
Bloque 3
Eduard Punset:
También se han llevado a cabo experimentos sobre la ira, la emoción de la ira,
y la tristeza, intentando descubrir si había diferencias en la manera que
tienen las distintas civilizaciones, pueblos o razas de expresar esa emoción.
Brian Parkinson:

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Sí. De nuevo, volvemos al tema de las diferencias interculturales en las


emociones y, de nuevo, a los psicólogos les resulta muy difícil ponerse de
acuerdo sobre qué significan las diferencias interculturales. En primer lugar,
es evidente que existen diferencias interculturales en el lenguaje de las
emociones. Claramente, algunas culturas, algunas sociedades, algunos
idiomas, tienen palabras para expresar emociones que carecen de una
traducción directa a otras lenguas. Por ejemplo, los japoneses tienen una
palabra para una emoción llamada «amae», que es una especie de entrega
infantil a alguien que nos cuida. Si te lo explico, puedes entender cómo debe
de ser ese sentimiento, pero no tenemos una palabra para expresarlo. Y la
pregunta es: ¿el hecho de que un idioma tenga una palabra para ello significa
que esta sociedad tiene una emoción diferente que nosotros no
experimentamos? Yo no lo creo, me parece que podemos experimentar cosas
similares. Sin embargo, el hecho de que un idioma preste suficiente atención
a una emoción para codificarlo en la lengua debe significar que se trata de
una emoción especialmente importante en esa cultura, lo que probablemente
implique que reconocen esa emoción más a menudo, que tienen maneras
concretas de fomentarla, o de regularla de alguna manera… y el propio hecho
de tener el concepto probablemente cambie la manera en la que abordamos
la emoción y nos enfrentamos a ella. Pero no me parece adecuado decir que
las personas de sociedades distintas no tengan las
mismas experiencias individuales… más bien se trata de su manera de
responder a dichas experiencias.
Eduard Punset:
Con la tristeza tal vez resulte más claro, ¿no? Algunas personas tienden, no
sólo a ocultar la tristeza, sino a veces a transformarla en algo divertido.
Brian Parkinson:
Sí… Creo que hay varias cosas aquí… por ejemplo, se hizo un estudio
antropológico muy importante en Tahití, que dice…
Eduard Punset:
Tahití, ¿no?
Brian Parkinson:
…que su postura ante la tristeza es totalmente distinta, no es una emoción
que experimenten o de la que hablen demasiado. Sin embargo, puede
deberse a varios motivos, una posibilidad es que su sociedad esté organizada
de tal manera que no haya tantas ocasiones para la tristeza como en nuestra
cultura, aunque no creo que eso lo explique totalmente. Pero, como decías,
otra posibilidad es que estas personas hayan aprendido otra forma de
responder a las situaciones tristes, transformándolas en otro tipo de emoción,
otras maneras de abordar, de enfrentarse a lo que sucede…
Bloque 4

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Eduard Punset:
Cuanto más te escucho, más me inclino a pensar que realmente llegamos a
mundo con emociones muy básicas y muy similares para todos, y que luego
la cultura influye, en cuanto a si codificamos estas emociones con una
palabra o las expresamos de un modo distinto, pero básicamente no resulta
tan sorprendente, pues cuando pensamos en la genética, somos iguales.
Brian Parkinson:
Pues bien, lo que me gustaría hacer, para responder a esa pregunta, es
distinguir entre dos maneras de pensar en las emociones. Creo que, en las
primeras fases de desarrollo, la primera aparición de las emociones
constituye una manera completamente natural de relacionarse con el
entorno. De hecho, las primeras emociones que experimenta el ser humano
son emociones sociales, es decir, son la respuesta al afecto de las personas
que nos cuidan o a la privación de dicho afecto, etcétera.
Eduard Punset:
Sí.
Brian Parkinson:
Los bebés experimentan varias emociones, pero no las reconocen como
categorías emocionales concretas. Pronto desarrollan una extensa variedad
de maneras de relacionarse con el mundo social y práctico con contenido
emocional, pero nuevamente no las categorizan como emociones separadas
en esa fase. Un ejemplo de este fenómeno es algo que parece en cierto modo
el precursor de la vergüenza, una emoción que muchos psicólogos creen que
no es posible hasta que el bebé ha alcanzado cierto grado de
sofisticación cognitiva y puede comprender que es el objeto de la evaluación
de otra persona. Pero podemos observar algo muy similar a la vergüenza a
partir de las 10 semanas, los 2 meses del bebé, entre 2 y 3 meses de edad…
Eduard Punset:
¿Ah, sí?
Brian Parkinson:
Y consiste en apartarse [hace el gesto] de alguien…
Eduard Punset:
Es verdad…
Brian Parkinson:
Cuando la atención de alguien se vuelve demasiado intensa, el bebé se gira,
pero sonríe mientras se gira [Eduard ríe]. Es como si dijera: «esta relación
sigue siendo importante para mí, pero ahora no quiero tanta atención
concentrada en mí». Y claramente no es un pensamiento consciente.

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Probablemente el movimiento surge, al principio, como una manera de


eliminar un estímulo que resulta incómodo.
Eduard Punset:
Y como no puedes hacer nada con el objeto…
Brian Parkinson:
Te apartas de él.
Eduard Punset:
Te apartas de él.
Brian Parkinson:
Exacto. Pero la sonrisa es también una manera de mantener la relación social.
Ahí tenemos una emoción que ya está diferenciada. En cuanto a si ya está allí
desde el nacimiento, sospecho que no, sospecho que es algo que surge
durante el transcurso de las primeras experiencias con la madre o los
cuidadores… pero surge inevitablemente, probablemente con independencia
del contexto cultural. Siempre que haya otra persona que te cuide desde tu
nacimiento, desarrollarás ese tipo de pauta de reacción. Pero en una fase
posterior, por supuesto, aprendemos el lenguaje de las emociones, las
distinciones entre las emociones… aprendemos cómo se supone que deben
desarrollarse las emociones... aprendemos, por ejemplo, que solamente
debemos enfadarnos cuando alguien ha hecho algo para herirnos a propósito.
Creo que la versión más primitiva del enfado o la ira, que es una especie de
oposición contra algo que se nos resiste a la práctica y la manera de
demostrar a los demás lo que sentimos, sucede en un abanico mucho más
amplio de casos… cuando nos sentimos frustrados, nos enfadamos. Pero
sabemos que supuestamente sólo debemos enfadarnos cuando alguien ha
hecho algo a sabiendas, e intentamos regular las otras formas de ira,
intentamos manejar nuestro enojo, adaptarlo al guión cultural que determina
cómo se supone que debe desarrollarse la ira. Y no solamente es una decisión
personal: es una decisión que se ve reforzada por las reacciones de los
demás, si proceden de nuestro mismo contexto cultural. Los demás no verán
con buenos ojos la ira que se desata como respuesta a una acción que no se
ha hecho a propósito, y su reacción reforzará el significado cultural de esa
emoción. Sin embargo, creo que hay
algo más que subyace a eso, un nivel más básico de respuesta emocional. No
creo que sea innato ni que esté ahí desde el nacimiento, pero sí que opino
que surge inevitablemente durante el transcurso de las interacciones con los
demás…
Eduard Punset:
Sea cual sea la cultura.
Bloque 5

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Eduard Punset:
Por último, Brian, después de hablar tanto sobre las emociones, quería
preguntarte una cosa…. En el mundo occidental, seguimos tendiendo a
contraponer la emoción con la racionalidad. ¿Sabes? Si te comportas de una
manera emocional, decimos que eres irracional, y si te comportas de una
manera supuestamente lógica y carente de emociones se supone que eres
incluso más inteligente. Mi pregunta es: ¿hemos avanzado algo en este
debate? Y mi segunda pregunta sería, sobre este mismo tema, si todo el
mundo en este planeta…
Brian Parkinson:
…establece esta distinción.
Eduard Punset:
Establece esta distinción.
Brian Parkinson:
¡No lo creo! Me parece que hay investigaciones muy sensatas y lógicas que
afirman que esta distinción es principalmente histórica, y que se encuentra
en ciertos tipos de culturas modernistas, por ejemplo. No soy un experto en
este tema, pero no creo que sea una idea universal que la razón se opone a la
emoción. El trabajo de la antropóloga Catherine Lutz, por ejemplo, cuestiona
mucho la noción de que la razón y la emoción siempre se contrapongan.
Dentro de la psicología de las emociones, ha habido una especie de regreso a
la idea de que las emociones pueden considerarse como reacciones
razonables y funcionales, que cumplen un objetivo muy racional.
Eduard Punset:
Eso es.
Brian Parkinson:
Pero sospecho que muchos se decantan demasiado en esa dirección. Me
parece que muchas emociones surgen justamente cuando las
representaciones convencionales sobre cómo abordar una situación se
rompen. Las emociones se producen a menudo cuando hay dos personas con
dos posturas, dos modos de actuación, que no encajan. Y ciertos problemas
en nuestra sociedad no tienen una solución lógica y racional. Imaginemos dos
grupos de seguidores de fútbol de equipos enfrentados. Uno podrá decir: «eso
ha sido falta, y vuestro equipo jugó fatal hoy». En cambio, los hinchas del
equipo contrario dirán: «no, no han jugado fatal, han jugado bastante bien.
Además, eso no ha sido falta». ¡No hay una respuesta verdadera en ese caso!
Simplemente son dos perspectivas irreconciliables, y este tipo de situación
siempre generará algún tipo de reacción emocional. Creo que las emociones
son justamente un intento de reajustar perspectivas que no acaban de
encajar, para las cuales no existe una manera lógica de llegar a una síntesis.
Esto sucede incluso con las emociones positivas, incluso con algo como el

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orgullo. El orgullo, en cierta medida, consiste en decir: «merezco que se me


reconozca el mérito, así que debes ajustar tu actitud hacia mí para tener en
cuenta que he conseguido este éxito concreto». El orgullo es una manera de
reajustar relaciones para reconocer un cambio de estatus. Y un cambio de
estatus no es algo que tenga una base lógica absolutamente racional. Con el
orgullo intentas que se te reconozca el mérito de algo con lo que los demás
no necesariamente están de acuerdo. ¿Entiendes?

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