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Un consumidor argentino – la pequeña novela de frávega

Por alguna razón el 21 de octubre andábamos por el alto palermo. Creo que fuimos a comprar mi
ropa para el civil. Sí, compramos el pantalón en ufo, donde nos hicieron un 25% de descuento por
pagar con la tarjeta RIO –¿Pero acá en el ticket no se ve ningún descuento? –Quedate tranquilo
que después te lo reintegra el banco, fijate en el próximo resumen de cuentas. También compramos
la camisa en old bridge donde no nos hicieron ningún descuento. No sé por qué uno termina en
estos lugares en donde se aglomera la gente para realizar compras los fines de semana. –Es que está
todo junto ahí, es más rápido. Compramos todo y nos volvemos a casa; o tomamos algo, o de
última cenamos allá. Cada local de un shopping está atestado de empleados parejamente
ineficientes que se miran todo el tiempo con cierta complicidad, bromean entre ellos y nunca, nunca
le pegan al talle ni al color de la camisa que uno quiere.
–Ya que estamos acá, ¿por qué no compramos el aire acondicionado? Total lo pagamos con la
tarjeta y nos quedamos con la guita que nos dieron tus viejos para pagar los muebles, querés? –Si,
dale. En realidad a mi me había caído bien el gordito que nos atendió en la sucursal de frávega del
abasto, y si van a comisión hubiera preferido dársela él; nos asesoró bien, yo que sé… Pero
tenemos que resolver esto y rápido; además no es cosa de andar haciendo beneficencia a cualquier
gordito simpático que uno se cruce por ahí. –Compramos uno de 3000 frigorías, entonces. Porque
si le preguntas a estos te van a decir cualquier cosa. –Si, mi amor, el que habíamos visto. El local
de frávega del alto palermo está en un rincón arriba del todo. Uno no entiende cómo les pagan a
estos tipos por estar todo el día boludeando, haciéndose bromas, mirando a las minas que pasan,
totalmente faltos de predisposición para el laburo. Más incomprensible aún es que uno vaya, ande
persiguiendo a los vendedores y compre! –Tienen el mejor precio, ¿adonde vas a ir? –Sí, aparte en
todos lados es igual.
–Hola, si, estábamos viendo un aire acondicionado sigma…? –Si, esperá, a ver…, justo el chico del
sector está ocupado… ¿ustedes tenían algo visto, ya? – Si éste de acá, de 3000 frigorías. –Ah,
bueno entonces pasá por acá que ya lo hacemos. Tenés el mismo precio en 12 cuotas sin interés con
tarjeta. –Bueno dale. –Listo, la chica te cobra. Antes de irnos se nos acerca el vendedor –Fijate que
por comprarlo hoy, que está en promoción, tenés la instalación básica sin cargo; eso sí, lo tenés que
hacer con el instalador oficial de frávega para que te lo cubra la garantía; llamás el lunes a primera
hora a este número y te dicen que instalador te toca según la zona. –Ah, buenísimo, gracias. Y nos
fuimos a tomar un café con un lemon pie, Erica, y una coca con un tostado, yo. Felices burgueses
ambos.
–¿Qué falta, el disk-jockey, hay que terminar de pagar el catering…ah, y los livings? –Esto de la
fiesta no se termina nunca. ¿Lo de la luna de miel ya esta todo, no? -Si, bueno, pensá que ya se
viene el calorcito y vamos a tener el aire en la habitación, vamos a poder descansar mejor…¿Te
imaginabas que te ibas a casar alguna vez? –Nunca pensé mucho en el tema…la verdad que no.
Hay cosas que son difíciles de imaginar. Hay otras en las que uno prefiere no pensar. Pero esta no
es la historia del casamiento. El evento no fue más que un mientras tanto para el problema
retorcido, bizarro y ridículo que les quiero contar.

El lunes por la mañana llamo al call center de frávega. Me atiende Natalie. Nuestro instalador es
díaz y padín. –Se van a estar comunicando con ustedes dentro de las 48 horas, igual le doy el
número del instalador.
Esto recién empieza...
Nunca me llamaron. El miércoles por la mañana llamo a díaz y padín. –Preferiría que fuera un
sábado, así no tengo que faltar al trabajo... sí, el sábado 4 de noviembre está bien... sí, a las nueve...
gracias.
–Che, ya son las 10 ¿porqué no llamas a ver si vienen?
–Me atiende un contestador. –Bueno, aunque sea dejale un mensaje, algo...

–Los estuve esperando todo el sábado y ni siquiera me atienden el teléfono!! –No puede ser señor,
nuestros instaladores trabajan de lunes a viernes de 9 a 18. ¿Con quien habló usted? ¿No se
acuerda el nombre de la persona? Lo único que le puedo ofrecer es una nueva fecha, puede ser... el
lunes 13... sí, de este mes por supuesto. Cualquier cosa mi nombre es Romina.

El lunes 13 de noviembre a las 8 de la mañana estábamos en Retiro, volvíamos de Villa Mercedes.


No había un mísero taxi, así que nos tomamos el 23 hasta Corrientes. Allí Erica se tomó el subte al
trabajo y yo me fui para Los Incas con los bolsos. A las 9 en punto abrí la puerta de casa. Sonaba
el teléfono. Era el instalador, Jorge de díaz y padín, que avisaba que estaba demorado. Llegaría a
eso de las 10. Haber sabido, no me apuraba tanto. A las 11:30 h. bajé a abrirle. Venía con un pibe.
–Bueno lo instalamos acá...– dijo el bueno de Jorge mientras observaba un lugar muy conveniente,
en el living, por sobre el calefactor y al lado de la ventana. –No, es arriba, en el dormitorio.
–Estos equipos son buenos, eh... no vas a tener ningún problema, yo ya instalé como 50 nomás esta
temporada. –¿Ah, sí?. –Aparte hiciste bien en comprar el de 3000 frigorías, porque los vendedores
son unos chantas, no saben nada, por ahí te enchufan uno cualquiera, yo he visto cada cosa...¿Hay
alguna ferretería por acá? –Sí, en esta cuadra. –Ahora baja el pibe a comprar unos metros de cable,
porque esto tiene un enchufe de 20 amperes, más grande, y la instalación eléctrica la tenés que
hacer vos. Yo lo que hago es: te lo pruebo para que vos te quedes tranquilo, y después ya lo haces
vos particular, por tu cuenta viste, porque frávega no nos deja.
Así fue que se improvisó el empalme del enchufe de patas grandes al toma de la pared, probándose
asimismo el funcionamiento del equipo.
-Bueno che, que los disfrutes y disculpá la demora pero tuve un problemita estomacal por eso se me
hizo tarde. –Ok, no hay problema. Me dejó un papelucho a modo de boleta y me hizo firmar uno
igual. Yo no dije nada.

–¿El miércoles recién podes venir? No, es una boludez, hay que hacer la instalación eléctrica de un
equipo de aire acondicionado. Si, está puesto, lo que pasa es que a mi no me habían dicho nada y
estos tipos te lo instalan pero no hacen la parte eléctrica, y la verdad prefiero que lo haga uno que
sepa y no meter mano yo, a ver si todavía hago cagadas, claro...sí...

–Bueno, ya está listo, prendelo nomás. –Che, Martín esto no tira aire frío –No, esperá, hay que
esperar un cachito... cerrá todo, sino no lo vas a notar –No, esto larga aire caliente. –Bueno, pero el
otro día andaba...sí, andaba bien...bueno, lo probó un ratito nomás. –No, esto no enfría nada, tiene
razón tu mujer.
Agarré el teléfono ni bien se fue el electricista. –El equipo no enfría nada. No, nada, nada... me
llama enseguida..? El mismo instalador? Bueno, lo espero.
Nos estuvimos mirando la cara durante un rato. –Che, estos no llaman. Porqué no llamas de
nuevo?
–Listo. Me dicen que en un ratito me llama el instalador. –En un ratito, ¿cuando? –No saben,
están tratando de localizarlo al tipo. –Martín, llamalos y deciles algo, no sé, no podemos estar acá
toda la mañana.
La tercera vez que llamé fue a los gritos. Me aseguraron que me iban a llamar a la brevedad y que
tenían todos mis teléfonos. Nunca me llamaron.
Al rato y después de varios intentos me logré comunicar con el call center de frávega. –Yo le doy
el número del service y usted se comunica. Anote el número de orden, que se lo van a pedir.

El servicio técnico estaba a cargo de la empresa moresic, y estos muchachos no tenían turno sino
hasta dentro de una semana. Además me dieron un rango horario de cinco horas. Me quedé en casa
toda la mañana del miércoles 22 de noviembre hasta que a las dos de la tarde aparecieron. Eran
dos, también. Uno se puso a revisar el equipo y el otro me pidió ir al baño. –Mirá, acá está la
pérdida, ves en la conexión. El tipo había sacado la cinta con que estaban forrados los caños y me
señalaba la mancha de aceite. –Aha, bueno y ¿lo podés solucionar ahora? –No, ésto te lo tiene que
solucionar el que te lo instaló. –Pero cómo, ¿ustedes no son service oficial de frávega? ¡Yo lo
instalé por frávega! ¡Yo llamé a frávega y me derivaron con ustedes! –Nosotros nos hacemos
cargo de lo que instalamos nosotros, o si es una falla del equipo, pero esto es una falla del
instalador. Acá está clarito que te hizo mal la pestaña. La solución rápida, si vos querés, es... yo te
lo cargo, pero me tenés que pagar $180... –No, no... escuchame, yo hice todo tal cual me indicaron,
acá tiene que correr la garantía. Bueno, los voy a llamar a estos tipos de vuelta, a ver que pasa...
–¿Lo puedo usar aunque sea como ventilador? –No, si lo usas así lo vas a romper... Salvo que lo
pongas en 30ºC, entonces no va a arrancar nunca. –Ah, cómo ¿no tiene protección? –No, este no.
Tenía el ventilador más caro del mercado.

Llamé de nuevo a call center de frávega. Cada llamada al call center, que no es gratuita, implica
lidiar con autómatas que se manejan en un estrecho margen de libertad, con capacidad operativa
escasa y poder de decisión nulo. Más de un par de veces me dejaron en espera hasta que la
comunicación se cortó, sospechosamente, o bien hasta que por aburrimiento, ira o fastidio fui yo el
que corté. Pero también está la opción de mandar un e-mail a contactenos@contactcenter.com.ar
explicando que uno no se puede comunicar por teléfono, ya sea porque las líneas están saturadas, o
bien porque el idiota de tuno lo colgó en espera. Si usted opta por esto, obtendrá pronta respuesta:

Sr. Rodriguez

En respuesta a su consulta debe comunicarse al 0810-999-3728 op 4


de Lunes a Sábados de 9 a 21hs con factura en mano.
Las lineas funcionan correctamente.

Atentamente
Contactcenter Fravega

Así fue que finalmente di con call center, again!


–Lo que vamos hacer es dejar asentado un reclamo, si? Este reclamo va a tener un dictamen, como
muuucho, dentro de las 96 horas. –¿Qué significa eso? –Claro, dentro de las 96 horas se van a
estar comunicando con usted para informarle señor, si? –Te explico: yo pasado mañana me caso, y
después me voy de luna de miel, así que hasta el 5 de diciembre no va a poder ser… –Je, je, bueno
ya lo va a tener solucionado para cuando vuelva entonces, je, je.
También llamé a díaz y padín. –¿Ah, cómo, no se comunicó el técnico con usted? –No. –Yo lo que
puedo hace es mandarle mañana a la tarde a alguien para que vaya y vea… cuando son casos así
como éste, nosotros tratamos de darle respuesta enseguida. Otra vez a explicarle…que me caso,
que no puedo hacer nada hasta que vuelva de la luna de miel...otra vez a escuchar las mismas risitas
idiotas. Arreglamos para el martes cinco de diciembre a primera hora de la mañana.
El lunes cuatro por la tarde ya estábamos en casa. Lo más raro del asunto había sido que unos días
antes, mientras estábamos de luna de miel, me llamó al celular una persona de moresic, el service,
para arreglar un día para la instalación de un equipo. (¿¡!?) Kafkiano. Enseguida llamé a diaz y
padín para refrescarle la memoria a esos turros. –Usted había arreglado para mañana, no para hoy.
–Sí, pero yo quería verificar que esté todo listo para que vengan mañana a primera hora, como
habíamos acordado… –La hora no se la puedo confirmar, se va a comunicar con usted un técnico en
el transcurso de la mañana.
Al otro día aparecieron a las 15:30 h dos pibes de no más de veintipico, y veintipico cortos.
Previamente llamé dos veces para reclamar al instalador y una a frávega. El de frávega me dijo: no
podemos hacer nada porque el plazo acordado todavía no se cumplió, espere hasta mañana y haga
un reclamo. Para decirme esto necesitó consultar dos veces a un supervisor. Ya sé lo que hacen en
frávega con los reclamos, te dan 96 horas como muuucho, y después de eso… nada!
Pero bueno, estábamos con los dos muchachos de díaz y padín. Uno se llamaba Walter y era el jefe,
o por lo menos el que hacía el trabajo. El otro llevaba la valija y quizá le dejaban ajustar una tuerca
o algo por el estilo, de vez en cuando. Cuando los fui a buscar a la puerta para hacerlos subir, me di
cuenta enseguida de que algo andaba mal. No traían el tubo de freon. Lo deben tener en la
camioneta, pensé. Pues no. A estos pibes les habían dicho que tenían que reparar “una bandeja que
tiraba agua para adentro”. –Yo me tomo un remis acá en frente y me voy hasta la empresa a buscar
un tubo. De casualidad tengo el manifold– manómetros en criollo. –No tiene ni una gota de gas. A
estos imbéciles los deben mandar a todos a hacer el mismo curso. Ahora que me acuerdo, el otro,
Jorge, también le decía manifold a los manómetros. Walter se fue y el otro se quedó en casa
esperando. Ah, me olvidaba, camioneta no tenían…
–A vos ¿quién te lo instaló? –Un tal Jorge de la empresa de ustedes. –¿Uno de bigotitos? –Sí. –Ah,
lo echaron a ese… sí, se había mandado cada cagada, la empresa gastaba tanta plata en remis
mandándonos a nosotros a hacer las reparaciones que lo echó. –Ah, mirá vos. No le creí un carajo.
Al rato llegó Walter con el tubo y se pusieron a revisar la conexión. –El problema es que entró
torcido el caño, la pestaña está bien. En un momento miré la valija de herramientas, la vi bastante
pobre, y me lo vi venir –¿No tendrás una francesa vos, que me puedas prestar? –Sí, ya te la traigo.
Conectaron todo y le dieron presión. –Che, ¿no querés que te traiga una esponja con un poquito de
detergente para que pruebes sino pierde?– le sugerí –Ah, sí dale. Eran más pelotudos de lo que yo
suponía (perdón por el exabrupto, pero se lo merecen). Probaron… y sí, perdía. Así que ajustaron
más la tuerca y dejó de hacer burbujitas el detergente.
Dejé funcionando el equipo desde que se fueron hasta el día siguiente. Cuando Erica volvió del
trabajo me preguntó si no hacía mucho ruido. No le di mucha importancia.

A la mañana del día siguiente, jueves 6 de diciembre de 2006, el ruido era insoportable y uno de los
caños de cobre exteriores estaba cubierto de hielo. Estos idiotas lo pasaron de carga, pensé. Los
primeros veinticuatro años de mi vida los viví en una casa, mi casa, en la que funcionaban un taller
de heladeras primero, y uno de aire acondicionado de autos después. Enseguida lo llamé a mi viejo.
No estaba. Por los síntomas mi vieja sentenció: te lo pasaron de carga. Al rato lo ratificó mi padre,
hace poco le habían caído con un auto al que le tuvo que sacar como dos cargas. –Y allá en Buenos
Aires está lleno de chantas– agregó.
A la tarde me fui hasta el centro, a la oficina en la que trabaja Erica. Ella había retomado el trabajo,
yo seguía de licencia por matrimonio. Llamamos a díaz y padín (ya se va a comunicar el técnico
con usted, quédese tranquilo) y a frávega. –Pedile el nombre a la persona que te atiende. Me
atendió una tal Mariela Alegre. –Usted tiene que comunicarse con moresic que es el service oficial
de frávega y ellos se tienen que hacer cargo gratuitamente. Se iba cerrando el círculo de la
estupidez humana… y en torno de mi. Traté de explicarle que moresic no se iba a hacer cargo
porque ellos no habían causado el problema… le conté todo lo anterior pacientemente. Erica estaba
furiosa. La mina esta, Mariela, ante mis insistentes reclamos, me dejaba en espera, consultaba a un
supervisor y volvía a la carga con lo mismo “llame a moresic con este número de orden”. Le grité
un poco. –La verdad, no sé que más decirte… ahora te va a hablar mi mujer! Erica manoteó el
teléfono y repitió más o menos lo mismo que yo pero dos tonos de voz más elevados, utilizando
apelativos tales como “querida”, “nena” o “chiquita” como sólo las mujeres saben hacer. Le pidió
el número de legajo a la chica, no se lo dió, hasta que al fin le pidió hablar con un supervisor. La
supervisora de turno, Gabriela Santer, no estaba disponible y se comunicaría con nosotros ese
mismo día. Con el número de reparación que nos dio Mariela llamamos a moresic. Allí Viviana
Alvarez nos confirmó lo que ya sabíamos. “El costo corre por su cuenta”. “Yo no tengo porqué
llamar a frávega para explicarles, ellos ya saben perfectamente”
–Pensándolo bien la mina esta que nos atendió no tiene la culpa. –Acá nadie tiene la culpa, pero
nadie se hace cargo tampoco. –Pobre mina, se debe comer cada puteada.

Ahora yo estaba furioso. Erica, resignada. El tema me dio mil vueltas en la cabeza. Yo seguía de
licencia. Consideré escándalos públicos, actos vandálicos, terrorismo, etc. El sábado 9 de
diciembre me puse a escribir una nota en la computadora. La iba a presentar en defensa al
consumidor. Saqué fotos del caño con hielo, fotocopias de la factura, redacté la nota sin jactancias
ni ironías, tal como lo recomendaban las páginas web de las ONGs de defensa al consumidor. Sentí
un pequeño placer al firmar la nota como “ingeniero”. Por último, comencé el trámite de denuncia
online y me dieron turno para el miércoles 13 de diciembre. Voy a ser el Blumberg de los
acondicionadores de aire, el Artaza de los electrodomésticos! Ya van a ver estos hijos de puta! Lo
que un pequeño burgués as capaz de hacer cuando juegan con su religión: el dinero. Que vergüenza
admitirlo.

–Hola, ¿usted pidió hablar con un supervisor de frávega? Hemos intentado contactarlo pero no
hemos podido. A la brevedad lo va a estar contactando un supervisor. ¿Se comunican conmigo
para decirme que no se pueden comunicar? ¿Hay más todavía?

Ese miércoles me fui temprano al centro. Hice la denuncia. Me fijaron una audiencia de
conciliación para el lunes 8 de enero a las 8:30 h con la mediadora Eva Azcona. Iban a citar
también a díaz y padín y a moresic, además de frávega. También dejé la misma nota en la central
de frávega, sobre la calle Valentín Gomez. Esa misma tarde ni bien llegué al laboratorio me suena
el celular. Esta buena gente de frávega me dice que va a interceder por mi para determinar qué
empresa se va a hacer cargo del asunto (d&p o moresic). El lunes 18 al mediodía me llaman de
nuevo. Me dicen que díaz y padín se va a hacer cargo de todo. Si el equipo está roto ellos lo van a
verificar. Le pregunto porqué me habían derivado dos veces ya con moresic. Me cambia de tema y
me dice que llame a d&p de una puta vez y que me deje de joder, todo esto con la mejor onda y en
otras palabras, pero yo sé leer entre lineas. díaz y padín me dice: ya se va a comunicar el técnico
con usted, quédese tranquilo (¿les suena conocido?).
Por ese entonces ya había empezado a comentar el tema con alguna gente del trabajo. Realmente
me daba vergüenza contarlo, no era creíble, era inverosímil. Pero, como sucede en estos casos
siempre hay un roto para un descocido y surgen ejemplos aún peores. Me calmé, esperé. Ya estaba
jugado.
–Hiciste bien en hacer la denuncia, ahora lo que tenés que hacer es darlo a publicidad. Mandá una
carta de lectores a algún diario, o a la radio,…a ellos lo que más le molesta es eso. Mabel tenía
razón, pero no me pareció que fueran a publicar algo así. Voy a ser sincero: no me moviliza tanto el
alertar a potenciales nuevos clientes como el hecho de perjudicar a frávega. ¡Celebraré la quiebra
de frávega con un Dom Perignon! Esto saca definitivamente lo peor de mí…
En el trabajo, los que sabían del tema me preguntaban, cuando me cruzaban por los pasillos: ¿ya te
solucionaron lo del aire? poniendo cara de circunstancia. Mi viejo, cada vez que me llamaba por
teléfono, se reía: “¡Qué querés con estos porteños! ¡Son todos chantas! Un fin de semana de estos
voy yo y te lo arreglo”. Al menos Erica me decía que estaba contenta por cómo me había hecho
cargo del tema.

El martes 19 de diciembre después del mediodía me fui a comprar una gaseosa al kiosco del Tandar.
Suena el celular. Era una mina de frávega que, me decía, estaba terminando de leer mi nota. No
tenía ni idea de que me habían llamado de frávega avisando que díaz y padín se iba a hacer cargo,
etc., etc… ella era de “legales”. Iba a chequear mi historial, llamaría a díaz y padín y se iba a
volver a comunicar. A las 14:10 h. ya estoy de vuelta en el laboratorio. Se comunica conmigo un
tipo que dice ser gerente de no sé qué de frávega. Tiempo después supe el nombre: Diego
Fernández Me pide disculpas. –Justo fuiste a dar con toda la burocracia de frávega, d&p y
moresic…te vamos a cambiar el equipo y te lo va a instalar sin cargo moresic, te van a llamar para
arreglar una cita.

Sucedió que jamás se comunicaron. Así que el lunes 8 de enero a las ocho y cuarto estábamos,
Erica y yo, en las oficinas de defensa al consumidor de la calle Esmeralda. Nos hicieron subir al
primer piso. Allí una mujer con pinta de secretaria nos preguntó la hora de la audiencia y si
sabíamos el nombre de la audiencista. Se había caído el sistema. No así el sistema de televisión
por cable. Estaba mirando la familia ingals por retro. Empezó a subir más gente: un gordo con
unos papeles bajo el brazo, una señora, un pibe trayendo café y otro de traje. A las nueve, cuando
llegó la audiencista, se dirigió al susodicho de traje. –¿Vos sos de frávega o de garbarino?
¿Ustedes son los de las tapitas que te cambian por el dvd? Yo también había juntado las tapitas de
la promo de h2oh!, pero se agotó el stock... mala suerte. –¿Martín Rodríguez, está? –Sí, soy yo. –
Faltan dos de las partes, bueno...pasen. Nos hizo pasar a una pequeña sala. Nos explicó que
moresic había sido notificado de la audiencia, no así díaz y padín dado que la dirección que tenían
no coincidía con la de la empresa. Salió un momento. Ahí el abogado aprovechó para hablarnos. –
¿Así que tuvieron problemas con díaz y padín? Yo también. A mi me hicieron un desastre. Y te
digo que desde adentro de la empresa me costó para que lo arreglaran. ¿Quién te lo instaló? Ah,
¿uno de bigotitos? Sí, el mismo que a mí. Me dijeron que lo echaron. –A mi también me dijeron
lo mismo.
Le conté a la jueza someramente lo que había pasado. –En definitiva el instalador, que frávega me
obliga a aceptar, rompió el equipo y nadie se quiere hacer cargo. A mi me llamó el 19 de diciembre
un gerente de frávega y me dijo que me lo iban a cambiar, pero nunca más se comunicaron. Ahí
saltó enseguida el abogado –¿Quién fue el que te llamó? –La verdad es que no anoté el nombre, un
gerente de ventas creo... La mediadora lo miró al doctor Perez Moralez y dijo sonriendo: “se lo
van a tener que cambiar entonces”. –La verdad es que yo no tengo instrucciones, por eso me
hubiera gustado que vinieran moresic y díaz y padín para ver lo que pasó. –Bueno entonces lo que
vamos a hacer es un cuarto intermedio y mientras tanto fijate si se lo pueden solucionar a los chicos,
que hace calor... Me miró y agregó. –Tomalo como una prórroga. A lo mejor ni siquiera tenés que
venir porque ya te lo solucionaron. La fecha sería el viernes 19 de enero a las 12:30 h. El abogado
me dio su tarjeta: Dr. Gonzalo Martin Perez Moralez – Apoderado. Se levantó y nos dejó salir
primeros. Se quedó apenas un instante con la audiencista y salió atrás nuestro.
Ese mismo lunes por la tarde me llaman de d&p para concertar una visita. Acordamos para las
17:30 h del mismo día. Iría un tal José Luis. Al rato me llama el abogado diciendo que se decidió
el reemplazo del equipo. Me van a contactar... Me pidió que levante la denuncia. Le dije que en
cuanto estuviera el equipo listo y funcionando, la levantaba. Me llaman de d&p para cancelar la
visita. –Se le va a cambiar el equipo, señor. En cuanto tenga el nuevo, nos llama para que se lo
instalemos. Sí, me río de janeiro. Ustedes no lo van a tocar, inútiles!

El miércoles 10 de enero por la tarde no tenía noticias del equipo. Lo llamé al abogado. Me
atendió otro tipo que tomó el mensaje y me pidió que llamara al día siguiente. El jueves 11 de
enero a las nueve y cuarto lo llamé de nuevo. Me dijo que la autorización para el cambio del equipo
estaba desde el día 19 de diciembre!!! El mismo día en que me llamaron la mina de “legales” y el
gerente de no sé qué. La autorizó Fernando Venini, gerente de reclamos. Había habido un
problema de coordinación entre las partes (¿qué partes?). Me indicó que llame a moresic, el nuevo
instalador, para presionar...(¿?). Tiempo después caí en la cuenta de que cuando el abogado se
presentó a la audiencia ni siquiera se tomó la delicadeza de averiguar sobre el caso. Sino hubiera
sabido que la orden del reemplazo estaba dada.
Llamo a moresic.
–Desde el 19 de diciembre nos hemos intentado comunicar con la sucursal de frávega de alto
palermo, hemos mandado por lo menos cinco mails sin obtener repuesta,...vamos a mandar un mail
más en este momento y a la tarde te avisamos por sí o por no.
Llamo al abogado.
–Mirá, yo estuve averiguando y es un poquito más complejo el caso. Diego Fernández, la persona
que te llamó para avisarte del reemplazo, ¿te acordas? me dijo que hay un problema de stock con el
equipo sigma de 3000 frigorías. Lo que yo te puedo ofrecer es tomarme lo que pagaste como nota
de crédito y reemplazarlo por uno más caro. Más barato no hay. Igual la ley de defensa al
consumidor lo que dice es que tenemos que reemplazar por el mismo y siempre y cuando haya en
stock. Yo no tengo instrucciones de cambiar el equipo por uno más caro...
–Yo quiero un equipo de 3000 frigorías igual o mejor y no voy a poner un solo peso más. ¡Hace
casi tres meses que lo compre! Y si compré ese equipo es porque era barato. No quiero otro. Igual
lo voy a consultar con mi mujer, pero desde ya te digo que no.
–Entonces te lo van a cambiar cuando haya en stock...

La llamé a Erica. Para mi sorpresa estaba de acuerdo con pagar más y terminar con esto de una vez
por todas. Yo seguía beligerante. Estaba dispuesto a aguantarme el calor. ¡Quería justicia! O
como se llame. Que ganen los buenos de una puta vez.
Me metí en la página web de frávega. Busqué acondicionadores de aire de 3000 frigorías.
Aparecían el electrolux y el white westinghouse a $1249. ¡Pero si yo lo había pagado $1182! Son
$67 de diferencia, los pagamos y listo. Seguro que cuando se enteren de lo que es la diferencia, no
nos van a cobrar nada... Lo llamé al abogado y le dije que quería un white westinghouse. Me dijo
que se iba a comunicar con Diego Fernández. Al rato me llama un tal Cristian de la sucursal alto
palermo de frávega. Me dice que pase a la tarde munido de la factura, para que me cambien el
sigma por un white westinghouse, abonando la diferencia por mi cuenta. Lo instala moresic el
lunes 15 de enero.
La primera palabra que se me ocurrió fue MISERABLES. Más tarde surgió RIDÍCULOS. El tipo
que dictaba la política de atención al cliente de frávega, si es que existe tal política y por ende tal
tipo, era un boludo con techo a dos aguas. Con techo a dos aguas y un par de goteras. Si por $67,
luego de más de dos meses de espera, dilataron un mes más la cosa, es porque no tienen idea del
concepto de satisfacción al cliente. ¡Estamos hablando de $67 en un producto que cuesta $1200! El
producto es un problema que ellos se sacan de encima al vendértelo y cuando cruza la puerta del
local... ¡que dios te ayude!
Llegué a casa, dejé el bolso, comí algo. Estaba Erica trabajando con Juan desde temprano en el
paper. Los saludé y salí. “Voy a ver si le gano al capitalismo” les dije. –Al capitalismo nunca le
vas a poder ganar, lo mejor es unirte. Me tomé el ciento once hacia Palermo. Estaba bastante
hacinado. Quedé en medio de una conversación que versaba sobre las bondades de la baba de
caracol. A mi se me ocurrió que si la baba del ser humano fuese tan buena como la de este
animalito sería negocio poner un geriátrico, empastillar a los viejos y juntar la baba que se les cae.
Tan sólo una digresión. En realidad pensaba qué decirle a los de frávega, o mejor dicho, cómo
decírselo. “...a mi me parece que un gerente que se precie de tal, teniendo en cuenta las
circunstancias, los tres meses de espera, todas las vueltas que dieron, sino puede autorizar un gasto
de $67, al menos tiene la dignidad de poner la plata de su bolsillo.” “...si Martín Rodríguez, becario
del sistema científico tecnológico argentino, que cobra un sueldo del estado, puede pagar $67,
entonces la exitosa empresa del rubro de los electrodomésticos frávega s.a.c.i. e i. bien puede
disponer de dicha suma.” Ésas y otras elucubraciones iba maquinando yo cuando me bajé en
Coronel Díaz. Había pensado el tono de voz y la postura para decirle, en la cara y a quien
corresponda, lo anteriormente aquí expresado. Subí hasta el último piso del shopping. Las veces
anteriores que fui a reclamar personalmente me había preocupado de ir bien vestido, evitar las
zapatillas y los jeans gastados. Esta vez me importaba poco, nadie se mira al espejo antes de hacer
la revolución. ¡Todo el poder a los soviets!
Cuando llegué al mostrador me presenté y le pregunté a una de las pibas de la caja por Cristian. La
mina entró en un pequeño cuartucho que quedaba detrás de la caja y habló con un tipo que estaba
sentado frente a la PC, en un banquito azul de plástico, de esos que se consiguen en colombraro por
$12,99. ¡Era el gerente! El tipo salió y se presentó. Se llamaba Ariel. Ahí me cayó la ficha. Le
llamarían gerente pero en realidad era un pobre diablo con corbata. Metido en ese sucucho de uno
por uno, con un vasito de café aguachento goteando sobre el teclado ¡Este perejil no puede
autorizar ni un gasto para papel higiénico! Me dio lástima. A pesar de la cara de pocos amigos que
tuvo todo el tiempo. Salió bufando, carraspeando, con un suspiro largo me dio la mano, como
queriendo decir “no sabes los dolores de cabeza que me causaste”. –Estuve leyendo tu denuncia.
¿Te vas a llevar un westinghouse? ¿Vas a pagar la diferencia? Hacéle la factura, por favor. Al
final tuve que pagar la irrisoria cifra de $35 de diferencia, $24 de los cuales correspondían al flete.
Voy a obviar los comentarios. –¡Pero vos lo tenés instalado al otro! –Si, obvio. –¿Y cómo te lo
desinstalo yo ahora? –Y yo que sé... Se metió en el sucucho de nuevo, cazó el teléfono y al rato
volvió. –Listo, te lo desinstala moresic cuando va por el otro. Chau.
Me fui sin decirle nada. ¿Qué se le puede decir a un pobre diablo?

El lunes 15 de enero me instalaron el equipo nuevo. Perdí todo el día. No me dieron un rango
horario y aparecieron como a las tres de la tarde. El equipo es un poco ruidoso pero enfría.
Tecnología de punta que le dicen. Lo probé dos días y el miércoles siguiente tuve que ir a retirar la
denuncia. La multa más pequeña para las empresas denunciadas es de $500. Pero como yo retiré la
denuncia, no hay multa. Defensa al consumidor funciona como una instancia más para que
empresas como frávega ganen tiempo y piensen en un modo de zafar. Supongo que hacer la
denuncia ayudó. Pero no hay castigo de ningún tipo para los que no cumplen. Confieso que en
algún momento pensé que cuando se enteraran “los de arriba” en frávega iban a tener una atención
con nosotros. Un ventilador, un turbo, había pensado. ¡Qué candidez! Cuando a mi viejo o a mi
abuelo le aparecía un trabajo que había fallado, dejaban todo y se ponían a solucionarlo en el acto.
Estaba la honestidad de por medio. Más aún, la honra, una palabra en desuso. Pero no se le puede
pedir a las empresas que exhiban la moral de las personas, ¿o si?
MISERABLES y RIDÍCULOS. Tengan cuidado.

26/01/07 - Martín Rz’

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