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amarillento, arrancado de una bolsa de supermercado o algo así. Rodó un poco por
Ciudad del Viento, sólo por broma, pero era de verdad una ciudad ventosa. Un montón
siguiente ráfaga se llevó el papel fuera de la vista, y yo volví mi atención a asuntos más
amarillo rodó directo hacia mí, a pesar de la brisa. Lo levanté. Tenía una sola palabra
Alexia...
Cuentos de los Ryujin 1 3
Por Sandra Viglione
Capítulo 1.
Bentén.
El sol brillaba claro sobre los campos. Era casi el tiempo de la cosecha. Una
chica descendía por el camino sinuoso que venía de la villa. Era joven, alta y hermosa, y
sol se reflejaba en su cabello largo y oscuro, y la corta carrera le hacía brillar los ojos.
La brisa enredaba su cabello que había dejado suelto y ella se lo alisó con la mano. Una
sonrisa se demoraba en sus labios: había eludido a los guardias de las puertas y nadie la
había visto salir. Se volvió para asegurarse de que nadie la seguía, y volvió a sonreír
cuando vio el camino completamente vacío. La tarde los volvía somnolientos a todos, al
parecer. Nadie vio siquiera a la chica vestida de rojo fuego huyendo de la villa. Ni
siquiera aquellos que supuestamente debían vigilarla. Ahogó una risita y apresuró el
paso.
La chica tomó el camino que zigzagueaba entre los graneros y siguió hacia los
campos de heno. Ella sabía que un grupo de Cosechadores estaría allí hoy, y si tenía
suerte...
Los campos descendían en suaves ondulaciones bañadas por el sol, y los olores
otoños en estas tierras solían ser generosos. Miró alrededor a los campos dorados y
suspiró. A veces pensaba que le gustaría viajar a algún otro lugar, pero una y otra vez no
El sonido de los ronquidos hacía temblar el suelo, y Bentén soltó una risa
silenciosa. Los Cosechadores trabajaban en verdad. Pero el sol se sentía bien sobre su
espalda, envolviéndola en tibias caricias de calor. De modo que lanzó una piedra en
dirección de los ronquidos, y un gemido ahogado le indicó que había dado en el blanco.
Bentén se rió de nuevo y corrió a lo largo del camino hacia el puente sobre el arroyito.
El gruñido bajo hacía temblar nítidamente el suelo ahora. Venía de todas partes a
Hubo una vibración en el aire, fuerte, poderosa; y un dragón color cobre aterrizó
Sacudió los brazos como si tratara de volar. — Muy largas para caminar y muy delgadas
hacia atrás, y perdió control de su transformación. Una nube de humo se levantó junto
con su exclamación.
— ¡Ey! ¡Bentén! — Pero sostuvo a la chica por la cintura. — Estoy seguro que
quemes...
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Por Sandra Viglione
momento en silencio. La tarde estaba hermosa, tibia, y el olor del aire recordaba el
En la Fiesta del Tigre Blanco las muchachas más jóvenes (las que no se habían
casado aún) debían elegir marido. Muchas de las jovencitas de la villa ya tenían novio, y
estaban esperando la Fiesta para hacerlo oficial. Bentén no quería un marido. Ella
hubiera preferido seguir siendo niña por otros cien años o más. Pero las Ceremonias no
la iban a esperar para siempre. Ella tenía responsabilidades con su familia. Niji lo sabía
bien.
Nikkijh-jin, del clan de los Cosechadores, era amigo de Bentén. Él había estado
ahí la vez que ella se metió en problemas en los pantanos... Ella había escapado, como
que parecían estar hechas de agua la habían atrapado. Las criaturas eran como
manojos de tentáculos que salían directamente del barro oscuro de la ciénaga; cientos
tocarla. Ella pensó que su fuego le bastaría para liberarse, pero los tentáculos eran
demasiado numerosos y demasiado fuertes. ¿Se trataba de una sola criatura, o eran
muchas? Porque los tentáculos, todos a la vez se habían lanzado contra ella,
toque del agua en su interior y perdió fuerza. En ese momento un relámpago castaño
fueron a combatir al nuevo agresor. Bentén estaba muy debilitada para pelear, o
siquiera para huir, pero lanzó sus últimos fuegos para ayudar a su salvador. Luego se
— ¡Se supone que no debes entrar ahí! ¿Estás loca? ¿Quieres matarte? No
sabes lo que son, ¿o sí? No lo sabes todo, así que cuando te dicen que no vayas ahí,
— No me rezongues. Yo soy...
No había sabido quién era, ni siquiera cuando la dejó junto a las puertas del
palacio, sucia y humillada. Pensó que era una doncella, o la hija de algún funcionario
— N-no... — dijo él con calma. — No tengo que hacerlo. Siempre estás diciendo
lo mismo...
buena niña como Mikori hasta que vengan a decirme "Niña, éste será tu marido"?
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Por Sandra Viglione
— Entonces, plebeyo, deja de tocarme con esas manos llenas de tierra y oliendo
a envolver en sus anillos, apretarla y sofocarla, pero ella también se transformó. El largo
cuerpo de serpiente color rojo rubí se deslizó entre los anillos del otro dragón y trató de
y arrastrándola hacia arriba o abajo, o a cualquier lugar adonde ella no quisiera ir. Él era
— ¡Dímelo! — protestó.
— No.
rió e hizo una voltereta. Se zambulleron en una gran nube blanca y después de unos
— Ahá. La encontré aquí esta mañana... Y creí que te gustaría ver la puesta de
— Ja. Sólo cien años más viejo y crees que lo sabes todo, — dijo ella
Ella se había soltado al fin. Con una llamarada juguetona hacia él lo desafió a
La Montaña era uno de los lugares mágicos del Mundo Superior, posiblemente
el principal. Existían muchísimas leyendas acerca de la Montaña, pero sólo unos pocos
protegida... por Nadie. La magia fluía de ella como agua de la roca, o la lava de un
volcán, y fluía hacia todo el mundo, alcanzando aún los lugares más lejanos. Una de las
leyendas, tal vez la más antigua, o sólo la que le habían contado más veces a Bentén,
decía que el corazón de la Montaña era un Cristal Viviente, nacido de la propia Tierra. Y
latido de ese Cristal era la Magia. Era tan sólo una leyenda, pero de hecho, la montaña
se movía como si estuviera viva y animada por una voluntad propia. Estaba un día aquí
y al siguiente allí, y nunca podías adivinar dónde estaría la próxima vez. Estaba en
Todas Partes...
La Montaña tenía muchos secretos, y aún más maravillas. Tenía caras como si
fuera un diamante tallado, unas caras lisas y tersas, como talladas con cincel, y otras
erizadas de gemas brillantes. En una de sus caras menos labradas, hacia el oeste, había
una cueva, la Casa de los Vientos; el lugar en donde los vientos descansaban cuando no
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estaban trabajando; la entrada al país de los Vientos, tal vez, custodiada por los Tennin.
En otra de sus caras, estaba la Cascada. El Río Dorado nacía allí, en la cara que miraba
al este. Las doradas aguas manaban de la roca negra y pulida y llenaban un gran cuenco
miríadas de arco iris, rugiendo incesantemente desde las profundidades del abismo.
La Cascada corría hacia arriba por la otra pared del precipicio, como si las leyes
lugares, corriendo desde la cima de la Montaña hasta la más profunda grieta en el fondo
Ah, sí. Había un montón de leyendas sobre el Mundo de Abajo también. Nadie
vivía allí, en el Corazón de la Tierra... Pero mientras jugaba con Niji, girando en
remolinos de fuego alrededor de las aguas que caían doradas, haciendo piruetas y
— No sé por qué las chicas tienen que elegir marido antes de los doscientos...
Niji se rió.
— Porque ustedes tienen que poner los huevos. Si esperas demasiado, no podrás
— Pero los muchachos no tienen que elegir esposa en la Fiesta de Tigre. Nadie
los presiona...
— Los solteros no son bien vistos tampoco. Deja de quejarte y limítate a elegir.
campo, — bostezó.
y yo...
— Un regalo. Para ti, si dejas de decir tonterías, — dijo él. Tenía un collar hecho
de gotas del Río Dorado. A medida que lo acercaba a sus manos, las gotitas se
seleccionaron un Sucesor?
— Por nada en especial... Ya pasaron cinco mil años desde la última Sucesión, y
después de un momento:
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— No. Le dije a Nuri que estaría ocupado. Cree que tengo novia...
El rojo sol se hundía en el horizonte. Sentada junto a Niji, Bentén pensó cuán
bello era, y cuánto le gustaba estar ahí con él, sin preocupaciones, sin exigencias;
confesémoslo, sin obligaciones. Acurrucada contra él, bajo su enorme ala, ella enroscó
la cola alrededor de la de él y miró el cielo teñirse con todos los colores de las llamas.
Suspiró.
— ¿Alguna vez aprenderás a leer las señales? ¿Qué clase de princesa eres? — se
burló él. — Si miras para atrás, verás la Estrella del Dragón, el Ojo, mirando la puesta
— No. Lo vi mientras volábamos aquí arriba. Mira la Corona Roja sobre el sol.
formando una pista, empujó a Bentén por ella como si fuera un tobogán.
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Capítulo 2.
La Familia Real.
Bentén se escurrió en el cuarto de las niñas por la ventana. Su idea había sido
— ¡Bentén! — chillaron dos vocecitas, y se vio enredada por las gemelas. Las
tres rodaron por el piso. Las gemelas se habían transformado en dragón, y los restos de
— ¡Ríndete!
las tres.
Una de las gemelas estaba bajo la cola de Bentén, y la otra, encerrada en una
metido?
La seda del vestido de Vasti crujió con un ruido muy nítido cuando Saris la pisó
al levantarse. Se miraron una a la otra con susto. Pero Mikori estaba rezongando a
Bentén ahora.
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Por Sandra Viglione
Una luz de orgullo lució brevemente en los ojos de Mikori. Bentén había
aprendido, al fin.
Ahora...
— No. Yo las vestiré. Ve y métete al baño. Le dije a papá que estabas tomando
sin ti.
cómo Mikori adornaba el cabello de las pequeñas con joyas adecuadas antes de
Reina. Y aunque ella era todavía una Princesa, el color de las Reinas le sentaba tan bien.
Ella sería una Reina perfecta, pensó Bentén, exactamente como decía Niji. Mikori
parecía de diecisiete en forme humana, aunque tenía doscientos setenta y ocho. Era casi
una niña y apenas una mujer. Tenía dulces ojos castaños, tan oscuros como su cabello,
largo, negro y fragante. Solía llevarlo en una redecilla con perlas, que recordaba las
estrellas en el cielo. Lo mismo hizo esta noche, y se puso la corona de Princesa encima.
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Por Sandra Viglione
cabello de su hermana. Todavía estaba envuelta en toallas. Mikori la miró a través del
espejo y sonrió.
— Por ahí...
Bentén asintió con la cabeza. Se estaba poniendo el vestido rojo oscuro que
— Es... grande. Es... una Montaña. Cascada de un lado, cima llena de nieve... Yo
qué sé.
— No. Es una Montaña viajera. ¿Qué es lo que quieres que tenga de extraño? —
Bentén vio asombrada cómo Mikori enrojecía. Luego se encogió de hombros, y para
después de un rato.
molesta. — ¿Y tú? Ya vas casi ochenta años tarde. Nunca tuviste que elegir...
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Por Sandra Viglione
De pronto, Bentén se dio cuenta que Mikori era la única princesa que no se había
casado a la edad habitual. El color cubrió las mejillas de su hermana otra vez.
— Es diferente. Mi mano ya había sido pedida mucho antes. No tuve que elegir,
— dijo. Y añadió en un susurro: — ¿No te parece que yo hubiera preferido elegir, como
todas las demás? — No había levantado la voz, pero el tomo amargo le advirtió a
tema suavemente:
— ¿La Reina? ¿Yo? No. Ese es tu papel. Serás una perfecta Reina, Mikori... y yo
no tendré que casarme, y viviré aquí, con Saris y Vasti, y seremos niñas tanto como
— ¡Ma! — Olvidando todo protocolo, Vasti y Saris corrieron hacia los brazos
Bentén. — Creí que la había visto entrando a la villa, algo apurada, en compañía de un
Bentén enrojeció.
— No... yo...
— No tienes que ocultarlo, querida. La Fiesta del Tigre Blanco se acerca. Está
humor.
— Están hermosas como siempre, mis niñas. Pero vine a anunciarles algo. La
había vuelto a las gemelas, que habían estado jugando y se detuvieron de golpe,
La Reina la miró.
La Reina sonrió, y luego de besar a cada una de ellas, salió del cuarto.
Reina se aproximó al hombre alto que miraba pensativo las rosas, y apoyó una
mano en su hombro.
— Mi Rey... — saludó.
fuego, y se inclinó ligeramente. Ella le hizo una reverencia y aceptó el brazo y la flor
El Rey suspiró.
— No todavía, pero...
Habían llegado al centro del diseño del mosaico que adornaba el Patio. Un círculo de
oro, de donde salían espirales de colores que alcanzaban a todos los rincones. Cuando el
Rey llegó al centro del dibujo, una tenue luz empezó a esparcirse por las líneas, débil al
junto a él.
El Rey sonrió.
Así diciendo, ella sacó una joya blanca que tenía en su collar, escondida entre la
ropa. Ninguno de sus hijos la había visto nunca. Se la presentó a su Señor y él sostuvo
sus manos, con la Joya entre ellas. Su voz sonó poderosa, aunque nadie sino la Reina
pudo escucharla.
preciso. Debes volar de regreso a tu lugar y levantar a un nuevo Rey o Reina entre los
Ryujin.
unido y a salvo a través de los buenos y los malos tiempos... hasta que la nueva
Encerraron la Joya entre sus manos unidas y soplaron un fuego blanco azulino.
Cuando abrieron las manos, a la Joya le habían brotado un par de alas. Voló un
***
— ¿No habían dicho que era una celebración especial?— le susurró Bentén a
Mikori, sentada junto a ella. Mikori podría haberse encogido de hombros, pero ese era
un gesto impropio para la mesa del Rey. Se volvió y sonrió. Pero en ese momento,
con tanta malicia que sus compañeros del otro lado de la mesa no sabían a qué se debía
Al final, Mikori miró severamente a Rusk por sobre la cabeza de Bentén. Apenas
Y Rusk asintió y se rindió. Se disculpó con Bentén, pero, aún así, no les dijo de
tú, Mikori.
Mikori miró sin entender. Podía tener un gran poder sobre las mentes de los
otros, pero todavía era una jovencita. Rusk sonrió. Era mayor que las chicas, en casi mil
años. Su esposa, Sarhu estaba sentada junto a él; una bella Ryujin de doce siglos. Rusk
tenía ochenta cuando la conoció, y nunca se habían querido separar. Se habían mudado
al norte, a un frío castillo en una tierra llena de hielo y nieve, y sus niños solían jugar
con llamas de hielo, más que con los fuegos normales de los Ryujin. Estaban haciendo
en esa dirección. Era Mohr. Vivía lejos, también, pero en un cálido país sureño. Él solía
vestir de rojo, casi del mismo color que Bentén, y se reía de algo que su nueva novia le
susurraba al oído. Ella pertenecía a otro clan, un clan extranjero. Bentén la observó un
rato, y luego de la primera impresión, la encontró hermosa. No llevaba joyas, como las
otras, sino sólo flores, extrañas y grandes flores en su cabello, alrededor de su cuello y
en su vestido de colores. Un vestido demasiado colorido, pero que hacía juego con su
piel bronceada y su cabello negro, lacio y largo. Se reía mucho, como Mohr. Se reían
juntos. Una y otra vez. Eso era bueno. La primera esposa de Mohr había muerto en un
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accidente. Había quedado atrapada en una erupción de lava cuando trataba de salvar
unos niños de la aldea. La segunda esposa no había muerto, pero ellos se habían
separado hacía tiempo. Ella era más... discreta que esta nueva prometida. ¿Discreta o
malhumorada? Discreta era la descripción de Mikori. Bentén había pensado que era
amargada. Bueno, el punto era que ella no estaba aquí ahora. La hija de Mohr estaba por
allí, sentada muy compuesta junto a un joven Ministro y hablando con él. Muy
interesada. ¿Podía ser siempre igual? Esa Fiesta del Tigre los tenía a todos pensando en
eso. Bentén miró alrededor para encontrar algo más interesante. Todos sus hermanos y
hermanas... El Palacio Real no había visto jamás una fiesta como la de esta noche. A
algunos de sus hermanos ella no los había visto nunca, como ese hombre alto tan
parecido a su padre, hablando con él muy serio y asintiendo. Cuatro mil años lejos de
casa, en una provincia lejana, cerca de la frontera... Muchos problemas allí. No había
Su padre sacudió la cabeza con violencia y golpeó la mesa. No podía oír por
sobre los ruidos del Salón, pero vio a la Reina volviéndose a ellos asustada.
—Problemas en el Este, — dijo Rusk. —El Tirano nos ha estado dando más
problemas que todo el resto de los Reyes y Señores y Jefes de clanes juntos.
—¿Qué Tirano?
—Eso espero... — dijo Mikori en un leve susurro, tan leve que solo Bentén la
escuchó.
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Por Sandra Viglione
Capítulo 3.
La Ceremonia de Reparto.
—Bien, mis niños, — dijo el Rey Dragón luego de los postres. Se había
fuerza.
—Estamos aquí reunidos en este lugar para conmemorar los primeros cinco mil
años de nuestro Reino. Deben saber, porque yo mismo se los conté cuando eran niños
pequeños, que nuestro poder se sustenta en un pacto. El poder debe ser pasado a la
dijo con voz potente. Pero el silencio era denso, y nadie respiraba siquiera para poder
escuchar. — El nuevo sucesor puede ser cualquiera de ustedes. Ustedes saben que el
Fuego buscará una nueva alma que habitar. Más temprano, esta tarde, su Reina y yo
liberamos el Fuego... En las próximas semanas, o meses, o aún años, uno de ustedes
escuchará el llamado y lo encontrará.— El Rey miró a sus hijos y nietos más jóvenes
—Sé que muchos de ustedes no lo entienden ahora, pero si son el próximo Rey o
Reina, sabrán lo que deben hacer cuando el Fuego los encuentre, — dijo. Luego se
—En unos momentos, anunciaré el Reparto del Reino a nuestra gente. Cada uno
de ustedes recibirá una parte, y estará obligado a obedecer y asistir al nuevo Rey y
Reina.
Hubo un silencio. El hombre junto al Rey, el hijo mayor, se levantó, hizo una
Y uno tras otro, todos sus hermanos y hermanas hicieron voto de obediencia al
Rey. Cuando hasta los más chicos hubieron hablado, todos empezaron a aplaudir a la
estar ahí parada. Primero habían bajado a la plaza, y allí, parados al mismo nivel que la
gente, el Rey Dragón había anunciado que el momento de la Sucesión había llegado y
explicó que las responsabilidades debían ser divididas. Aplaudieron. El aplauso fue
llamar a sus hijos uno a uno. De pie en el centro en forma humana, se transformaban en
dragón frente a su padre y se inclinaban. El Rey habló con su poderosa voz de dragón.
—Mohr, mi hijo, tendrás dominio sobre los Fuegos de la Tierra; los volcanes de
tu provincia te obedecerán, para que guíes a tu gente en paz y seguridad... Pero recuerda
lo movió, una niebla dorada se formó entre ellos, y todos vieron la lujuriante vegetación
volvía junto a su prometida. Ella le sonrió y entrelazó sus manos alrededor de las de él
—Rusk. Tú, mejor que nosotros, sabes que el hielo quema como el fuego. Este
es el menos apreciado de los dones, pero solo tú entre mis descendientes sabrás honrar y
Rusk sonrió cuando recibió el Cetro con un diamante que parecía un cristal de
hielo. Lo sacudió un poco mientras se transformaba, y una leve lluvia de copos de nieve
cayó sobre los asombrados dragones. Muchos de ellos nunca habían visto nieve. Los
vagabundear por ahí como una impredecible gota de agua, a veces nieve, a veces lluvia,
a veces nube... De manera que tuyo será el Cetro de las Aguas Medias, y serás la
Bentén dio un paso al frente para recibir un nuevo Cetro, este con una gran
nada impresionante con él. Tendría que preguntarle a Mikori cómo debía usar el Cetro...
—Para ti, Saris, te daré el control sobre los Charcos y las Lagunas... Mi chiquita,
todas las Pequeñas Aguas serán tuyas para que cuides de ellas... — y el padre puso una
—Para ti, Vasti, dado que te gusta correr y saltar y cantar, tendrás la Espuma de
las cascadas y los pequeños Arroyos que corren saltando entre piedras...
Así diciendo, el padre puso una joya blanca y verde en la corona de Vasti, y besó
a las dos niñas con una sonrisa. Luego se puso serio otra vez.
El Rey tomó una gran Corona con joyas azules, blancas, rojas y verdes
engarzadas en su borde.
A medida que las iba nombrando, las joyas (azul por el viento, blanco por las
nubes, rojo por el relámpago, verde por la lluvia y el océano) centelleaban. Volvieron a
destellar cuando el viejo Rey puso la corona sobre la cabeza de Missar. El hombre alto
nietos.
todo, Lossar era sólo un nieto, mientras que ella era la hija. Pero el Rey continuó.
—Para ti, el Cetro del Trueno. Gobernarás el Fuego del Cielo, Ni-jin, el
relámpago, y Fu-jin, el trueno estarán bajo tus órdenes. — Le dio al dragón otro Cetro,
muy parecido al de Mohr. El rubí rojo amarillento convocó al relámpago cuando Lossar
lo movió.
—Última de todos, te llamo a ti, Mikori, mi dulce princesa. No hay más Feudos
El Rey se volvió a la Reina, que tomó una corona que había estado oculta en
una mesa lateral. Cuando el Rey la sostuvo en alto las joyas destellaron azules y
—No temas. Los Tennin te envían este regalo: el poder sobre los Vientos. Serás
tocaba su negro cabello, un viento fuerte hizo temblar el fuego de las antorchas
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Por Sandra Viglione
viento formó un remolino y tomó la forma de un hombre joven, que se paró allí,
mirando a Mikori.
Y Bentén recordó de golpe. Las imágenes cruzaron raudas por su mente mientras
observaba la escena.
—Mikori... Mikori...
Un susurro más que una voz. El susurro de la brisa. Vio el camisón blanco de
Mikori cuando ella pasó junto a su cama y siguió hasta la ventana abierta.
—Mikori...
—Mikori...
Diferentes escenas amalgamadas. ¿Había sido una noche, o un millar? ¿Cuánto tiempo
Mikori enrojeció.
los Vientos. No te lo había dicho antes, cuando entraba por tu ventana, pero te lo estoy
diciendo ahora. ¿Serás mi esposa, Princesa Mikori, hija del Rey Dragón?
—¡Sí, claro que sí! — gritó una voz en el círculo. La Princesa Melori, la
¡si esperábamos juntas! Mi deseo era que nos casáramos las dos el mismo día, y tú lo
Rey de los Vientos. Ella misma unió sus manos bajo la mirada divertida del Rey y la
hombro. Había temido este momento por muchos años, y ahora, todo se había resuelto
de una manera inesperada. Todo era perfecto, todo estaba bien. Él la llevó aparte, a un
—Y con esto, mi Reino queda repartido entre mis hijos e hijas. Ellos han
juicio de la Sucesión está abierto, y sólo el tiempo mostrará quién es el elegido. Soy el
Una ovación siguió a estas últimas palabras. El pueblo estaba satisfecho del
Reparto. Unos momentos más tarde, el chambelán anunció que la celebración seguiría
habitaciones, pero la mayoría de los príncipes y princesas más jóvenes se quedaron para
—Ey, Princesa... ¿Todavía atontada? — dijo una voz detrás de ella, y una mano
— dijo ella. Había estado mirando a los bailarines por largo rato, no muy consciente de
lo que estaba viendo. Algunos bailaban en forma humana bajo los arcos de flores. Pero
—No, — dijo él. Ella se volvió hacia él. Lucía apuesto en forma humana y ropa
—Tú... No estás lleno de tierra esta noche, — dijo mirándolo de arriba abajo.
Él se rió.
— No. No podía. Hoy has presenciado una de las más importantes Ceremonias
del Reino. Y la hija del Rey Dragón debería saberlo... — se burló él.
— Bah...
—Hablas como... ¡hablas como Mikori! — dijo ella. No se le ocurrió nada más
dijo él pensativamente.
—Ah, no. La Princesa Mikori debe haberte dicho esto un millón de veces.
¿Cuándo aprenderás las viejas tradiciones? Cada Ryujin tienen una clase diferente de
—Debes descubrirlo por ti misma, — dijo él. — Hagamos algo más útil: vamos
a bailar.
—Está bien.
Mikori y el Rey de los Vientos se habían separado del resto. La música los siguió
un momento mientras se internaban entre los arbustos de los jardines. Ella se sentó en
un banco bajo los pinos, y él la rodeó con los brazos. Muy cerca.
a los ojos.
—Los Tennin viven tanto como los Ryujin, pero nuestro desarrollo es diferente.
No podía venir antes. Mi padre y el tuyo han sido amigos desde hace mucho tiempo. Y
pensaron que llegaría un tiempo en que sus reinos podrían unirse a través de sus hijos.
Esperaron mucho tiempo, hasta que tú naciste... Yo estaba por aquí el día que rompiste
el cascarón, y me llenaste con tu primer fuego... Desde ese día te he estado esperando, a
que eras sólo un sueño. — Ella se reclinó contra él y continuó en un susurro suave: —
Luego me dijeron que estaba prometida a alguien... Tuve miedo. ¿Y si era...? — Las
Fui tras de ti tantas veces en mis sueños... Nunca me atreví a creer que fueras real...
Cuentos de los Ryujin 1 31
Por Sandra Viglione
Ella lo miró. Sus ojos parecían un cielo estrellado, y ella se dejó llevar. Él se
inclinó y la besó, lenta y dulcemente. Ella sintió como su vestido y su cuerpo estallaban
Sus llamas pasaron del blanco al rojo y el viento le arrancó chispas de luz. Luego todo
le acarició el cabello.
—Tu eres fuego, mi amor. Y yo viento. Cada uno hace que el otro viva...
Ella se refugió contra él y cerró los ojos. En ese momento no había ningún otro
Capítulo 4.
—¿Y dónde está Mikori? — preguntó Vasti. Estaba en los brazos de su padre, y
la Reina llevaba a Saris. Las gemelas estaban tan excitadas esta noche que sus padres
sirvientes.
—Céfiro ha estado rondando a Mikori desde que era niña. Desde que ambos
eran niños. Ella sopló sus sueños de fuego en él, y el la llenó con sueños de brisa...
—¿Qué quieres decir, ma? — preguntó Vasti, parándose sobre su cama otra vez.
camisón que ya no se podía mover. El Rey la miró divertido. —¿Y Bentén? ¿Por qué no
—Bentén está bailando con un chico de color cobre... Los veo por la ventana, —
dijo Saris con calma, provocando que Vasti saltara de nuevo sobre la cama para ver. Se
—Quiero verla...
—Está bien. Pero te quedarás en la cama después, — dijo el Rey. Tuvo que
sostener a Vasti en alto para que ella pudiera mirar por la ventana, y después de un
—No puedo dormir... No volveré a dormir nunca, — dijo Saris con un suspiro.
Sopló su fuego dorado en una columna que se elevó alta entre ellos. Vasti se
puso de costado para ver. En las llamas, las imágenes del cuento se irían formando,
dieron ser a la esencia de las diferentes cosas: Tierra, Fuego, Aire, Agua...
esmeralda verde hacía brotar corrientes de agua y llenaba los océanos con agua clara y
olas festoneadas con espuma blanca. Un zafiro azul sopló vientos, suaves y fragantes
brisas, húmedas ráfagas con llovizna y vientos salvajes de las tempestades. Un rubí rojo
estalló en mil llamaradas, y un topacio amarillo dió ser a llanuras, montañas, valles y
colinas. En el centro de todo ese mundo había una gran Montaña, con un brillante
corazón de cristal. Latía con luz, y la luz, desbordando de la Montaña formaba un Río
derramaba hacia las otras cosas, el resto del Mundo Superior. Okhonajh era generosa,
su vida residía en el dar y esto la hacía más poderosa. Ryo, la Serpiente, el hijo del
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Por Sandra Viglione
Agua, quería el poder para sí. Así que subió furtivamente la Montaña, y Okhonajh no
Montaña, y la Serpiente era tan grande como ella. La Serpiente puso su boca en el
manantial y empezó a beber todas las aguas mágicas de luz, y empezó a crecer.
—Ryo tragó avaricioso toda la magia que pudo sacar de Okhonajh, dejando al
resto del mundo en la oscuridad. En ese momento una parte de lo que era se separó de
la Tierra, y en el fondo del Mar. — La voz del Rey se volvió más profunda ahora, y
sonaba como si él estuviera recordando algo que hubiera presenciado. Pero las gemelas
estaban absortas en las danzantes imágenes del fuego. La Reina miró a su esposo y
—La Serpiente empezó a hincharse y a crecer, y se volvió muy pesada, aún para
una Montaña...
Para este momento, la imagen de la Montaña era casi invisible bajo la Serpiente
enroscada a su alrededor.
—El segundo en venir fue el Aire. Los Vientos, todos a la vez, soplaron
fieramente contra Ryo. Pero él era demasiado grande ahora, y demasiado fuerte.
Bostezó (como Saris hace ahora) y tragó a Noto, y a Levante y Céfiro, y aún a Bóreas,
La Serpiente estaba hinchándose más y más. La Montaña era invisible bajo Ryo,
también.
—Los Vientos luchaban desde el interior, pero era más fuerte. Y la magia de los
—Y la voz se elevó desde Okhonajh, pidiendo ayuda, y llegó al Sol, hijo del
Fuego. Bajó desde el cielo para luchar con la enorme Serpiente, avariciosa e
insaciable. Pero aún siendo el más poderoso entre los hijos de los Elementos, eso no ea
—Ryo había devorado el poder de la Tierra, del Fuego, del Aire, y tenía desde
vieron hoy... Y eso lo mató. En su interior los vientos prisioneros, y el Sol y la magia
Dorado. Los Vientos se levantaron desde su cima en una espiral y volaron lejos, dejando
—Pero el poder en los pedazos de Ryo era todavía demasiado grande... y cada
uno de ellos tuvo un poco de Fuego, un poco de la fuerza de la Tierra, y un poco del
Cuentos de los Ryujin 1 36
Por Sandra Viglione
alma del Viento; y cada uno de ellos se transformó en un dragón. Ellos fueron los
desapareciendo.
—Por eso es que cada Ryujin tiene una diferente clase de Fuego, porque cada
uno proviene de una parte diferente de Ryo. Somos almas de fuego, en cuerpo de Ryo...
El Rey suspiró.
—Llegó un mensajero, justo antes que partieran hacia aquí para la Ceremonia.
—Bentén, — susurró.
—Su poder es muy grande como para tenerlo escondido aquí. Él debe haberla
presentido...
—¿Crees...?
—Su destino la está alcanzando, igual que alcanzó a Mikori... — dijo ella
suavemente.
Bentén y Niji estaban todavía danzando en el patio. Habían retenido las formas
humanas, y él estaba usando los mismos brazos que había criticado en la tarde para
retenerla contra él. Su cabello olía delicioso. Y entonces, rompiendo el sueño, otra
pareja se les unió para una danza más vivaz. La música había cambiado. Así que los
cuatro empezaron a girar y saltar a su ritmo. Bailaron unos momentos, hasta que Bentén
con fijeza.
antes de pasar por la ventana para no hacer ruido y despertar a las gemelas. El Rey y la
—¿Por qué no estás allá abajo? Todavía hay música, — dijo el Rey, tan cálido
como su esposa.
—Queridita... Ella está con Céfiro... — susurró la Reina con una sonrisa
comprensiva.
—Ah...
—Lo sé. Debería estar feliz por ella, pero... — murmuró Bentén sentándose
junto a la Reina en la cama de Saris. La Reina le pasó el brazo sobre sus hombros.
—¿Pero? — susurró.
no te irás en esta Fiesta del Tigre. Extrañaré las escapadas de Mikori, y necesitaré de las
tuyas.
—Cada vez que el viento olía a flores... — dijo él. —Es la señal de Tenyo.
—Pensé que eras una niñita hace un momento... — sonrió el Rey. —¿Qué es ese
resplandor, Bentén?
camisón y sacó el collar que Niji le había regalado. —Guau, está creciendo... — dijo
sorprendida. El sencillo hilo de perlas de luz tenía ahora lo que parecía la promesa de un
—Es hermoso, mi querida... Gotas del Río Dorado, ¿no? — preguntó la Reina
—Tu padre me dió uno como ese una vez... hace tiempo. — El Rey y la Reina se
—¿No le falta una Joya? — Ella señalaba el lugar que antes había ocupado la
—Los de Tenyo son criaturas de Aire, los Hijos del Viento. Suelen envolverse
El Rey sonrió. Hacía años que ella no lo llamaba "pa;" desde que aprendió el
protocolario "padre."
Cuentos de los Ryujin 1 40
Por Sandra Viglione
—Bien... Conocí al padre de Céfiro una vez, hace tiempo... Estábamos luchando
con otro clan... En el principio, todos los Ryujin vivíamos juntos al pie de la Montaña,
hace casi diez mil años... Yo era apenas un niño... Vivimos allí muchos siglos en paz...
Ryo. Se volvió ansioso de poder, más y más ambicioso, nunca tenía lo suficiente... Trató
que recurrió al pueblo. Nuestra gente era joven entonces, muy joven e inocente...
menos los suficientes como para dividirnos en varios clanes. Las luchas internas por el
siguió... Pero este dragón nos atacó. Una y otra vez, hasta que abandonamos nuestra
hermosa ciudad en la ladera, la Vieja Ciudad. Ahora es una ciudad fantasma... la Ciudad
del Viento la llaman algunos. Mi padre, el Rey, convocó a aquellos que eran leales, y su
rugido fue tal que su voz desgarró las rocas que aprisionaban los pies de la Montaña.
desplegó las alas. Nuestra gente voló hacia el oeste, hacia aquí, la Ciudad Central. Aquí,
esperanza. Las montañas nos protegerían, o eso creímos. Pero el Tirano nos persiguió,
su ejército cayó sobre nuestra retaguardia y tuvimos algunas bajas. Mi padre rugió por
tercera vez, y los Vientos vinieron a su llamada. Los Tennin nos ayudaron, y entre ellos,
gente. El Rey de los Vientos levantó una barrera para protegernos, y tu padre se
—El día que mi madre puso la Corona en mi cabeza, levanté un pacto con el Rey
de Tenyo de compartir mi reino con él a través de nuestros hijos. Y ese mismo día, el
Tirano nos atacó de nuevo. Me levanté y presenté batalla, y los Tennin estuvieron con
Bentén bostezó.
eso... Mikori pensó que habría guerra, pero Rusk dijo que estaban negociando...
—Sí, estamos negociando. Kuo es el hijo del Tirano que mató a mi padre. Es el
—¿Por qué quiere la Corona, papá? — Bentén había cerrado los ojos y hablaba
—Por su poder, mi cielo. La Corona del Rey Dragón te hace vivir fuera del
—Ah... — Bentén suspiró y puso las manos juntas bajo la mejilla. Estaba
dormida ahora.
El Rey se limitó a sacudir la cabeza y llevarla fuera del cuarto de las niñas.
Cuentos de los Ryujin 1 42
Por Sandra Viglione
Capítulo 5.
El Lugar de la Reina.
El sol brillaba sobre los campos... Era casi el tiempo de la cosecha. La chica...
No; la mujer, tomó el camino que zigzagueaba entre los graneros y siguió hacia los
campos. Sabía desde hacía mucho que un grupo de Cosechadores solía trabajar allí en
esta época del año. El ligero ronquido la hizo sonreír. Todos los años la misma historia.
sonido del batir de otro par de alas y planeó hacia la colina donde solían reunirse.
Pensé que nos dejarías descansar esta tarde... Esta noche es la Fiesta del Tigre.
—Niji... Deberías saber que nunca te dejaré dormir durante tu turno de trabajo,
— dijo ella.
después de tantos años, la compañía también era una costumbre para ella. Esa visita de
—Mm. No. Es muy joven todavía. No tiene quinientos aún, — dijo Bentén
descuidadamente.
Cuentos de los Ryujin 1 43
Por Sandra Viglione
—Cuando tú digas que sí. Y este año tenemos otras bodas en mente.
sobre ellos durante semanas enteras. Y Saris se salió con la suya, por supuesto. Se
conocieron, y bailaron juntos la Fiesta del Tigre pasada. Se comprometerán este año.
—Ciento... ¿sesenta?
Bentén le devolvió la sonrisa. Habían sido amigos por tanto tiempo que ella no
de Mikori.
treinta años antes de casarse. Céfiro trajo a cada uno de sus hermanos y hermanas a la
Ciudad Central. Algunos de los hijos del Rey tenían nombres de los vientos: Noto,
Sus vientos patronos soplaron sobre la ciudad todo el tiempo que ellos permanecieron
Los Tennin eran gente de Aire, del mismo modo que los Ryujin lo eran de Fuego.
Muchos de entre la gente de Tenyo eran doncellas. Eran sumamente hermosas cuando
tomaban forma humana, y eran tenues como caricias de brisa. Encantaron la Ciudad
Central con su gracia y belleza. Los jóvenes entre ellos eran aún más sutiles. Muchas
veces uno ni siquiera los notaba. Un ligero cambio de temperatura o en el perfume del
El día de la Boda, el céfiro soplaba sobre los campos, y muchos de los Tennin
bajaron de las nubes doradas en que habitaban y llenaron las calles con flores y
perfumes. La música de los Tennin siguió a Bentén por días después de eso.
noches. El aire se llenó con chispas de luz, las Chispas de Dragón, los Ryo-To, chispas
cesaba de acariciarla, y de mover su largo cabello que había dejado suelto. Las
chispas de luz quedaban atrapadas en él, y ella parecía por momentos no la futura
Reina de los Vientos sino la Reina de la Noche Estrellada. Y la joya blanca en su escote
centelleaba con luz de luna. Céfiro estaba allí, junto a ella, alto y apuesto en su capa
azul oscuro. La Corona de los Vientos centelleaba azul sobre su cabeza. Y la Corona de
la Reina de los Vientos destellaba en blanco sobre la de Mikori. Pasaron juntos bajo los
—Mikori, hija del Rey y la Reina de los Ryujin — Ella se inclinó. —Y Céfiro,
hijo del Rey y la Reina de los Tennin... —Ahora él se inclinó. — Han decidido hace
tiempo unir sus vidas en una... El momento de liberar la Mariposa de Plata ha llegado,
Permaneció un momento posada sobre el borde, moviendo lentamente sus alas blancas,
muy lentamente. Parecía que no iba a volar. Bentén se dio cuenta de que se estaba
clavando las uñas en las palmas. Si no volaba, no habría boda. Uno, dos, tres segundos
más y ella contenía la respiración. Notó que Céfiro estaba apretando fuerte la mano de
Mikori. Y de repente la Mariposa se elevó. Centelleó con una luz plateada y voló
alrededor de la pareja tres veces, envolviéndolos en una hebra plateada. Tres veces...
Era perfecto. La boda quedaba tres veces bendecida. Bentén no podía pedir más. El
—Mikori y Céfiro... Han pasado por buenos y malos tiempos, juntos. He visto
cómo Mikori esperaba a Céfiro noche tras noche, susurrándole sus sueños a la brisa.
He observado cómo Céfiro soplaba su amor alrededor de Mikori, noche tras noche,
A medida que hablaba, el Rey iba trenzando la hebra plateada sobre los brazos
—Yo, Mikori, hija del Rey Dragón y la Reina, prometo amarte en tanto haya
fuego ardiendo en mí... — dijo simplemente. Pero significaba mucho. El día que un
—Yo, Céfiro, Rey de Tenyo y de los Tennin, te prometo vivir y morir por ti en
tanto que los vientos, mis hermanos, sigan soplando por el mundo.
El Rey había hecho un nudo por cada promesa, y había llegado a las manos de
—La hebra irrompible de la Mariposa de Plata será testigo entre ustedes de las
Y la hebra desapareció.
de regreso bajo los arcos de flores. Pero no lo hizo. De improviso, las Chispas de
siguieron aplaudiendo hasta que la pareja volvió a la normalidad y bajaron a los arcos
Siete años más tarde, Mikori y Céfiro habían subido a una carroza de Chispas de
Dragón, los Ryo-To, y volaron hacia el palacio de Céfiro, en la Montaña, cerca del
cielo.
Cada cincuenta años, Mikori y Céfiro volvían para la Fiesta del Tigre Blanco,
pero este año... Cuando recibieron el mensaje, Bentén se sorprendió. Reina había
ella de repente.
Cuentos de los Ryujin 1 47
Por Sandra Viglione
—Te la buscaste, — dijo él. Y rodaron por la colina en una pelea fingida a
medias.
arbustos, y se detuvieron jadeantes, junto al camino. Bentén miró a Niji a los ojos, y
—No quiero que nos comprometamos. Besarte con fuego significaría boda el
próximo año...
—¿Por qué no, Niji? — insistió. Podía percibir claramente su amor, pero él
Ella lo miró mohína. Algunas veces se seguía comportando como una chiquilla.
—Yo sé... Sé lo que te hace falta, niña traviesa: ¡un baño de barro!
—¡Ey! ¡No puedo!... — gritaba, pero él batía alas con fuerza y voló hacia los
golpe la dejó caer en las arenas movedizas. Ella gritó más, transformándose mientras se
revolcarlo en el limo. Se arrastraron fuera de los charcos con las alas tan llenas de barro
—¡Ja! ¿Sucio Cosechador, dijiste? Mírate ahora, Princesa roñosa, — se rió él. La
vieja llama brillaba de nuevo el los ojos de ella. Estos últimos años había estado un
sola ahora.
—¡Sh!
—¿Qué?
Él la siguió. Ella iba a alguna parte, guiada tan solo por el oído, y parecía
haberse olvidado por completo del barro y de la mugre. Él se limitó a seguirla. No podía
evitar lo que iba a suceder, pero si había algún peligro para ella, tenía que estar ahí para
ayudarla.
perfectamente circular.
—Bentén, no hay nada ahí, — susurró él. Tenía un mal presentimiento de todo
Él no había visto nada antes, pero cuando el dragón rojo rubí entró, la luz llenó
el círculo. Trató de seguirla, pero no pudo traspasar el borde. Este lugar le estaba
prohibido. Cerró los ojos un momento, y entonces se obligó a abrirlos de nuevo para
El claro estaba lleno de luz dorada. Y la luz tenía una especie de música en ella...
parecida a la música de Tenyo, y a la vez, diferente. Era la música de los Ryujin. Bentén
avanzó.
En el centro del claro había una roca. Un alto cristal, dividido en dos pilares que
semejaban manos ahuecadas. Y desde esas manos se derramaba una cortina dorada de
agua entre los dos pilares. Bentén avanzó hacia las aguas. Algo en la luz, algo en la
música la llamaba.
Ella se acercó a las aguas, y casi sin notarlo entró en ellas. El barro se disolvió y
ropas desaparecieron. Se paró allí, bajo el agua, vestida en luz, y Niji vio que su collar,
el mismo que él le había regalado hacía tiempo, se había transformado en una red de
perlas de luz y cristales de plata. Y una Joya, una Joya de Fuego Blanco, bajó con las
Para Niji fue como si viera a Bentén por primera vez. Era hermosa, majestuosa,
noble, pura... Era la Reina. La nueva Reina. Y el dolor desgarró su alma una vez más.
La luz se desvanecía ahora, y la música; y Bentén bajaba del sitial. Ella estaba
otra vez vestida como siempre, pero la Joya brillaba en su pecho. Salió del claro y la luz
desapareció.
Ella apoyó una mano sobre su cabeza inclinada, y en ese momento él supo que
Capítulo 6.
La guerra.
Mikori y la Reina estaban allí, en su cuarto cuando ella entró por la ventana,
Bentén sonrió, cálida y la abrazó. Se dio cuenta a primera vista que Niji tenía razón.
Había puesto su primera nidada. Pero Mikori se separó con rapidez. —Bentén, tú...
¡Madre!
hija. No dijo nada. Miró a Bentén y ella abrió el escote para mostrar la Joya.
el día que nos mostraste tu collar. — Y ella abrió su propio escote para mostrar su collar
sin la Joya. —Tu padre me regaló esto el día que nos comprometimos. Después él
música... La seguimos, y la Joya nos escogió... ¿Qué pasó con tu amigo? ¿Él?...
—Él no escuchó la música, ni pudo entrar al claro... — dijo ella. Una sombra
comprometieron...
—Él nunca quiso... Y hoy me dijo que no era parte de mi destino. No lo entendí
en ese momento.
—Mi corazón... Si hubiera sido cualquier otro año, deberías mostrar la Joya a
—¿Qué sucede? Me siento muy rara desde que esta cosa llegó a mí...
La Reina asintió.
Reina de los Ryujin. No debes decir lo que has encontrado, y yo no debo repetir el título
que te acabo de dar. — La Reina bajó la voz hasta un susurro. —Estamos en Guerra.
prisionero, y tu padre ha ido a luchar junto a Lossar con nuestro mejores Guerreros.
confundida.
—Sí, los teníamos. Hace mucho. Se mezclaron con los otros clanes, y se
ocuparon de otras tareas, pero hoy tu padre los convocó otra vez. Haré el anuncio esta
—Estamos bajo el signo de la Guerra ahora. Tendremos que ser fuertes, resistir y
Bentén se inclinó.
—No diremos nada acerca de tu... hallazgo, pero te necesitaré a mi lado esta
noche.
resto de los Ryujin ella era todavía la Princesa Bentén, ella percibía un claro cambio en
la actitud de algunos de sus hermanos y hermanas. Por ejemplo Rusk. La invitó a pasar
un par de años en su helado castillo en el norte. Ella aceptó. Se sentía sola en la villa, no
La hospitalidad de Rusk era tan cálida como siempre, y regaló a Bentén con
todas las maravillas de su extraña y fría tierra. Ella saboreaba el beso del viento en las
Una de esas noches, mirando las estrellas del norte, oyó los pasos calmos de
—Bentén, ¿todavía aquí?— preguntó con amabilidad. —La fiesta está por
empezar.
territorios pueden ser diferentes, pero en el fondo las partes son las mismas. ¿No te
—No. Pero estoy empezando a aprender. ¿Qué está sucediendo afuera, Rusk?
—Eh... — Rusk dudó un momento. Ella se apoyaba sobre la baranda del balcón,
mirando la noche. Se veía tan sola... no pudo evitar sentir lástima por ella. Y ella se
Real vio a la Reina en su hermana por primera vez. No había visto la Joya, pero no lo
—No deberías llevar esa carga tú sola, hermana mía, — dijo con la voz rota. —
—No. El que yo amo no puede ser mi marido, — dijo ella. Rusk miró al suelo
por un momento. Cuando volvió a levantar la mirada, sus ojos claros estaban nublados
—Había una roca, en el corazón del Viejo Reino... Nuestro padre debe haberte
contado la historia... La roca tenía una leyenda — o una profecía tallada en ella.
Bentén lo miró.
—La piedra hablaba de una pareja de gobernantes, un Rey y una Reina, los
únicos que permanecieron solos... Uno de ellos trayendo una Maldición sobre nosotros,
—No lo sé. Pero no me gusta la idea que tu destino esté grabado en esa roca...
—Rusk, dime porqué me trajeron aquí, — pidió ella. No era sólo una pregunta.
—¿Por qué?
Rusk suspiró.
Cuentos de los Ryujin 1 55
Por Sandra Viglione
Bentén asintió.
—Ese día, los emisarios del Tirano habían alcanzado a la comitiva de Missar.
—¿Qué quería?
—¿Cualquiera?
Ella lo quedó mirando por un momento. ¿El Tirano era el Rey Solitario?
—El Rey dijo que no. No daría la Corona, pero aún si lo hiciera, jamás
entregaría a una de sus hijas al Tirano. Missar no tenía dudas acerca de la respuesta,
momento...
Bentén palideció.
—Lo harás. Podrás ser la Reina, pero todavía soy tu hermano mayor. Te
Mohr. Él las mantendrá a salvo ahí. Evacuaremos la gente en pequeños grupos y los
Cuentos de los Ryujin 1 56
Por Sandra Viglione
distribuiremos entre las restantes ciudades. Mamá estará por aquí en un mes. Y tú
Bentén se había acercado a la cama, y cayó doblada sobre ella. Rusk se inclinó y
—Recuerda que los ataques no han empezado todavía. Están seguras por el
momento.
Bentén había permanecido allí, como le habían pedido sólo los primeros diez. Pero
luego, empezó a sentirse inquieta otra vez. Fue a la vieja ciudad. Estaba casi desierta
ahora. Menos de ocho familias, casi todos campesinos, y dos Cosechadores: Nuri y Niji.
piedra en el hocico. Él sopló una irrespetuosa nube de humo sobre ella, y ella se sintió
—Te estaba esperando. Sabía que tu hermano, aún siendo un Rey en su tierra no
—Ja, muy divertido. Vine a buscarte. ¿Por qué no te has puesto a salvo?
riéndose, y se rió tanto que no pudo levantarse hasta que él la ayudó. Hacía años que no
se reía así.
—Tú... tú eres...
Cuentos de los Ryujin 1 57
Por Sandra Viglione
mejor. Los últimos partirán luego de la próxima cosecha, cuando los Mensajeros vengan
por ella. Había pensado en ir tras ellos, para ayudar a los viejos...
—Iremos al sur. Puedes venir y ver a tus hermanitas... Creo que la Princesa Saris
hace lo que quiere. Ni siquiera la Princesa Vasti ha sido capaz de detenerla alguna vez.
Entonces ella se puso de pie y levantó su mano. El Cetro de Esmeralda que había
recibido estaba allí, y ella lo sacudió. Un dragón de agua, una forma de niebla, o rocío,
o nube, apareció, juntándose desde la nada. La figura se elevó en el aire y voló como
—Se hará hielo antes de llegar, pero la nieve también es agua. Entregará mi
—Nunca rechazaría una propuesta como ésa... — dijo él, lanzándose sobre ella
Ese viaje había significado unas plácidas vacaciones para Bentén. Volando par a
par con Niji, deteniéndose frecuentemente para esperar o ayudar a Nuri, siguiendo la
Cuentos de los Ryujin 1 58
Por Sandra Viglione
estela de los Mensajeros entre las nubes. Y después de la cordillera más alta, las tierras
empezaron a descender en colinas redondeadas cubiertas por una jungla densa. El clima
se volvió tórrido y húmedo. Después de esa refrescante década con Rusk, Bentén sentía
que se cocinaba. Niji se reía frecuentemente de ella. Pasaron sobre unos poblados
humanos, la mayoría durante la noche, pero Bentén pudo ver una o dos veces la gente
Él miró hacia atrás por sobre su hombro y se encogió de hombros. Nuri contestó.
—Porque somos diferentes, Princesa. Por muchos años, los Ryujin temieron a
los Tennin, hasta que un día el rey de Tenyo salvó al hijo del viejo Rey... Ahora, la hija
de ese hijo es la Reina de Tenyo, y los dos pueblos están unidos. Los humanos viven
muchos menos años; tienen poca memoria... y nos temen... Ellos no recuerdan... Un día,
una doncella de nuestra gente se casará con un mortal y de esa unión tendremos Juicio y
Liberación...
—Es una antigua leyenda... Dice que de la línea de los Reyes de los Ryujin y de
los Reyes de los Hombres vendrá la libertad de una nueva Era... para aquellos que
—¿Podrías ser más claro, Nuri? — pidió Niji. —Nunca me contaste ese cuento...
—Es una leyenda, no un cuento. Y no recuerdo los versos. Está grabado en una
Bentén suspiró.
—Ya escuché historias de esa roca. Creo que debería ir y echarle una mirada...
Bentén asintió, pero la expresión en sus ojos no había tranquilizado los temores
de Niji.
no lo había visto nunca. Se paró en la orilla, dejando que el agua siseara sobre sus pies
completamente asombrada.
—¡Ey, guardiana de las aguas! No deberías estar tan asombrada — dijo Niji.
—¿Habías visto alguna vez algo tan... asombroso? — dijo ella sin aliento,
ignorando la burla.
océano.
padres murieron en el océano. Las aguas se tragaron a su madre, y su padre fue tras ella.
Nunca regresaron.
—Por mí. Yo quiero descansar junto al océano. Y por ti. No te dejará, no importa
Bentén miró al viejo dragón por unos instantes, pero no quiso seguir
preguntando.
Bentén, alcanzaron la isla antes de la puesta de sol. Mohr los recibió con bailes en la
playa, y se quedaron allí, con Saris y Vasti por seis o siete años. Luego, ella partió. El
palacio submarino de Melori parecía una buena opción, así que allí fue. Luego, al cabo
Cuentos de los Ryujin 1 60
Por Sandra Viglione
de unos quince años, las Chispas de Dragón señalaron el camino a las puertas aéreas de
Sin darse cuenta de ello, ella estaba inspeccionando el Reino entero, hablando
con sus hermanos y hermanas, escuchando a la gente, observando los daños que la
Guerra les había causado... buscando una respuesta entre las historias y leyendas.
Y un día, cincuenta años después de dejar las heladas tierras de Rusk, ella se
Capítulo 7.
El Exilio.
Bentén miró atrás furiosa. Los últimos cincuenta años él la había estado
siguiendo a dondequiera que ella fuese. La había esperado junto a la entrada submarina
de Melori, y junto a los portales aéreos de Mikori... y había entrado tras ella a todos los
—¿Por qué estás haciendo esto? — preguntó ella luego de una inútil voltereta
te detendré si es necesario.
—Ja, ja. Muy graciosa... — dijo él, mordiéndole la cola otra vez. Ella sacudió,
golpeándolo en la cara y aleteó con más fuerza. De esta manera llegaron a las puertas de
Missar.
en forma humana y ropas de viaje. Niji se había quedado afuera. Después de todo él era
sólo un Cosechador. Había un guardia ante el Rey, diciéndole algo. Ella se escurrió
silenciosa por uno de los lados hasta los tronos, tratando de escuchar.
Cuentos de los Ryujin 1 62
Por Sandra Viglione
autorizado a negociar. Sólo pide audiencia porque tiene un mensaje urgente para los
Señores.
—Tráelo aquí, — dijo Lossar. Pero un gesto autoritario de parte del Rey lo
detuvo.
—Vamos, papá. Han estado ocultándome por medio siglo. Estoy cansada.
—Al menos quédate oculta, — pidió el Rey. Bentén siguió avanzando, lo besó y
dijo suavemente:
oscuro se inclinó profundamente y tomó forma humana. Una antigua y común forma de
respeto, el cambiar a la forma que el Rey tuviera estando en su presencia. Pero parecía
dijo:
Okho era el nombre de la Montaña, pensó Bentén con una sonrisa indulgente.
título de Rey provocó cierta inquietud entre los soldados a lo largo de las paredes. Fue
recién en ese momento que Bentén se percató que había otros guardias en la habitación.
Tirano, porque esa es la única repuesta que merece. Pero te pediré, mi Señor, por la vida
Se interrumpió. Había notado a Bentén. —¿No debería la Dama retirarse? Esto no es...
cabeza. El hombre se inclinó y uno de sus hermanos le alcanzó lo que parecía una
bandeja. Bentén ahogó un gemido y cerró los ojos. No pudo detener las lágrimas que los
Missar.
—Mi Señor dice que éste será el fin de toda tu casta, si no entregas lo que él ha
pedido: la Corona de los Ryujin. Y la única de tus hijas que permanece soltera, como
Luego se inclinó otra vez, y depositando la bandeja a los pies del Rey, presentó
su propia daga.
Cuentos de los Ryujin 1 64
Por Sandra Viglione
primero que tu hijo resistió hasta las últimas consecuencias, y que el Tirano sólo
—Si tomo tu vida, ¿me devolverá eso a mi hijo? No, Mensajero. No tomaré tu
vida, porque esa respuesta no me honra. Dile al Tirano que no tendrá ni mi hija ni mi
corona.
Lossar.
—Lossar, el mayor de mis nietos. Cuida que los restos de tu padre reciban el
—Mi Señora, la vida en tiempo de Guerra es muy dura para nosotros. Todavía
recuerdo las historias de mi abuelo de cuando los Ryujin eran un solo pueblo. Mi padre
murió en batalla cuando yo era un niño, y mis hermanos no habían empollado todavía.
Ellos no lo recuerdan. No escucharon las historias. Y cada día hay más y más de ellos.
Pero muchos de nosotros todavía recordamos que la vida sin Guerra es posible, aunque
el Tirano no nos deja mucho tiempo libre para pensar. Está preparando un nuevo
ataque...
—No. Estoy buscando una salida pacífica. Pero eso será imposible con Ryo-
Kuo. Cada año que pasa, su odio y su ambición crecen y crecen... No quiero creer que
entregarle mi respuesta. — El Rey sonrió con amargura. —Será fácil de recordar. Solo
dile "No."
El Mensajero hizo una profunda reverencia y los tres dragones salieron del
cuarto.
Varios minutos habían pasado en silencio. Lossar regresó y se sentó a los pies de
su abuelo, sombrío y con la cabeza gacha. Bentén se le acercó y apoyó una mano sobre
—No, sería inútil. Ellos están preparados para caer sobre nosotros y
gente está sufriendo, pero no combatirán al Tirano a menos que se levante un paladín.
—Sí, estoy segura, — respondió ella. — Llévate a nuestra gente. Díselos esta
noche, y tan pronto como el Mensajero se haya ido, volaremos al norte. Levantaré una
—No. Pero el Tirano podría leer sus mentes. Son muy jóvenes, — dijo ella.
—Muy bien, mi Reina. El Exilio comienza mañana, — dijo el Rey con una
reverencia.
Lossar también se inclinó. Su abuelo había reconocido en voz alta lo que casi
cada Ryujin estaba rumoreando: que ella era la nueva Reina. La Corona debía pesarle
mucho si es que estaba pensando en pasársela a una niña. Luego se sintió avergonzado.
Su tía, la Princesa Bentén —Reina Bentén — había sido elegida por el Fuego. Él no
tenía nada que... Pensó que la muerte de su padre lo habría perturbado un poco. Pero
—¡No me sigas! — gritó ella de nuevo. Era su tercer día de huida, y Niji no se
separaba de ella. A mediodía, el primer día, Bentén había levantado el Cetro, y las nubes
convergieron sobre la villa, y la niebla cubrió los campos. Los Ryujin aletearon
Dos días más tarde, la gente había comenzado a hablar de nuevo. Niebla y nubes
todavía cubrían su retaguardia, y Bentén volaba atrás una y otra vez para apurar a los
Bentén se rió.
Niji la miró un poco sorprendido, y luego sonrió. Ella eligió un grupo de árboles
cerca de la curva de un río, y él la siguió allá abajo. Se sentaron junto al agua en forma
—Sí...
Las nubes corrían por el cielo ahora que la caravana de dragones había pasado.
El sol se sentía bien sobre la piel. Ella siempre disfrutaba del sol. Tan tibio...
estás asustando.
—¿No puedes leer mi mente ahora? — preguntó ella con una luz en ellos.
—Lo siento Niji. Pero tienes razón. Debo ir, y no quiero que me sigas.
Ella hizo una mueca y se acercó para ponerlo más cómodo contra el tronco.
—¿Y tú crees?... — él la miró con ojos desorbitados. Esto era increíble. — Eres
—No soy una niña. Soy la Reina. Tengo poder suficiente para ir allí y espiarlo, y
quizá recuperar la Corona de las Tormentas... La vida del Tirano no está en la Guerra...
no será muerto en batalla... Quién sabe cuál es el destino del Tirano... — dijo ella
sombría.
—No puedes...
—Bentén, tú...
Él no había vuelto la cara. Ella no supo lo que hacía cuando lo besó. Sintió su
ello sopló del suyo en él. Apenas se dio cuenta cuando él la abrazó, o cuando los fuegos
Comprensión como le había dicho una vez, sino Presciencia. El sabía las cosas antes de
que sucedieran. Y ella supo lo que él percibía en ese preciso momento. No se volverían
intensamente en ese beso de fuego mezclado. Toda su vida ardiendo en ese solo beso.
Se separó con lentitud, todavía mirándolo a los ojos. Los dos los tenían llenos de
—Adiós, mi amor...
—Ella fue hacia el este después de romperme el ala para que no la siguiera.
—¿¡Cómo pudo...!?
sanándosela.
—Ella cree que puede detener la Guerra, o espiar, o recuperar la Corona de las
Niji miró al Príncipe. Pudo sentir algo oscuro moviéndose en su mente, pero no
pudo luchar contra ello. Miró al Príncipe a los ojos y asintió lentamente.
Cuentos de los Ryujin 1 71
Por Sandra Viglione
Capítulo 8.
La colina azul.
Bentén voló primero hacia la ciudad de Missar. Oculta en una de las colinas
vecinas, vio a los soldados del Tirano arrastrarse como serpientes e invadir la ciudad. Al
amanecer, atacaron. Nadie respondió, y quemaron y saquearon las pocas cosas que
quedaban en la villa. Registraron los alrededores, pero Bentén ya se había ido para ese
entonces. No tenía nada más que ver. Y no dejó rastro que ellos pudieran seguir.
Voló toda la noche hacia el este. Se detuvo sólo cuando el sol naciente le lastimó
los ojos. Eso, o el dolor por la destrucción presenciada la noche anterior le había llenado
los ojos de lágrimas. La ciudad de Missar había sido hermosa. Fuentes susurrantes,
bordeadas de flores, pájaros en los árboles, música en las casas. Missar había sido un
poeta forzado a actuar como guerrero. Había luchado por proteger la belleza y mantener
un rincón pacífico para los suyos. Su esposa, Luna, era de otro clan. Había llegado a la
ciudad, a la Ciudad de las Fuentes, en la frontera este, una noche de luna llena... un
dragón de plata, hecho de luz de luna. Ella tenía un fuego extraño, con el poder de
impartir descanso y dulces sueños a los cansados y los agotados. Luna había sostenido a
Missar a través de la Guerra, dándole fuerza más allá de su resistencia natural. Solía
hablar en suaves susurros, casi como la brisa. Y desapareció en la luz plateada cuando
Missar fue capturado, como si ella misma hubiera sido el sueño de Missar. Mirando el
noche de la destrucción, Bentén creyó ver las sombras de Missar y de Luna vagando por
Cuentos de los Ryujin 1 72
Por Sandra Viglione
ellos. Pero había sido un engaño de la luz, con toda seguridad. En la mañana, los
jardines habían sido quemados y las casas y cabañas derribadas, y los escombros
Cuando el sol dejó de herir su vista, ella siguió ciegamente hacia el este. Pero...
¿por qué? ¿Por qué el este? ¿Por qué la ciudad del Tirano? ¿Qué creía ella que podía
hacer allí? Sus pensamientos permanecían inconexos por el dolor. Voló sobre ríos, y
tierras, y un amplio brazo de océano que lamía la tierra firme, sin darse cuenta. Luz y
oscuridad significaban lo mismo para ella. Y el cansancio la derribó en una suave colina
— ¡Hola! ¿Qué tenemos aquí? — dijo una voz cerca de ella, y sintió el golpeteo
de un bastón. Abrió los ojos y vio una anciana pobremente vestida parada cerca de ella.
Se enderezó, llevando las manos a la cara para ver si había tomado forma humana o de
dragón.
afortunadamente.
— Nelak. ¿Cómo llegaste? ¿Qué estás haciendo aquí, y sola? Veo que eres
vio el lugar.
— ¿Qué edad crees que tengo? — Nuri nunca le había explicado la rapidez de
envejecimiento de los humanos. ¿Ochenta años? Según los cálculos de los Ryujin, ella
era todavía una niña, y su aspecto era como de diez mil años... para un Ryujin. Ni
siquiera el más viejo de ellos había llegado a esa edad con ese aspecto. Bentén estaba
asombrada.
impensable. — Veintitrés, — dijo, reteniendo solo la última parte del número. A esa
— Lo siento, yo nunca...
— Eso es obvio. Mírate esas manos... Y quizá algún día alguien pase por aquí
preguntando por una dama perdida. Si huiste, no quiero saberlo. Si quieres quedarte,
— Aprenderé, — dijo.
Cuentos de los Ryujin 1 74
Por Sandra Viglione
volvió tranquilizadora. Día tras día, las humildes tareas que tenía a su cargo (alimentar
los animales, revisar los suministros, cocinar, coser, remendar las sandalias, cuidar del
fuego) fueron formando una rutina sedante que borró de su memoria la destrucción de la
Guerra. Cuando Nelak no miraba, Bentén encendía el fuego con un simple soplido, pero
era más complicado cuando Nelak estaba por allí. A veces Bentén extrañaba aquellos
plácidos vuelos sobre los campos, pero en el fondo sabía que lo que extrañaba era la
compañía de Niji. ¿Dónde estaba él ahora? ¿Cuánto habría tenido que esperar para ser
Semana tras semana y mes tras mes, Bentén fue sembrando involuntariamente su
magia en los terrenos de los alrededores. Había sido tierra árida, y nada crecía ahí. Pero
un par de días después de su llegada, Nelak había encontrado una pequeña campanilla
hombros siguió con sus tareas. Aquel verano, Nelak comentó sorprendida que el huerto
había producido el doble de lo del año anterior. Y se felicitó por haber adoptado a Myo.
Bentén también trajo un par de árboles (pinos) y los plantó junto a la cabaña en el
otoño, diciendo que la resguardarían de los vientos, pero en el susurro de las hojas, ella
escuchaba los ecos de la voz de Mikori. Nelak la sorprendió muchas veces con lágrimas
A través de todo el invierno, Bentén pasó las tardes sentada junto a la ventana
bordando una pieza de seda que había encontrado en el viejo baúl de Nelak. Nelak se la
Cuentos de los Ryujin 1 75
Por Sandra Viglione
había dado cuando ella se la pidió. Cada tarde, la anciana miraba con curiosidad el
trabajo de Myo, y no veía ningún progreso. Recién para la primavera pudo apreciarlo.
Myo había llevado la seda afuera para lavarla, y el sol brilló súbitamente sobre el
bordar así?
sucesión, pero Nelak la quedó mirando, esperando una respuesta. La sonrisa enigmática
no era suficiente.
— ¿Tu madre? Esta es Seda de las Hadas... a menos que tu madre fuera un
Myo sonrió.
Así diciendo, se volvió y fue a ocuparse de sus propias tareas. Nelak se quedó
pequeño estanque junto a la cabaña, para criar unos patos, y aún peces. Nelak dijo que
era muy difícil, que llevaría mucho trabajo hacer un hoyo suficientemente grande... y
así. Bentén solo la miró con una sonrisa extraña en la cara. Esa noche, unos ruidos
Cuentos de los Ryujin 1 76
Por Sandra Viglione
prado izquierdo de la granja. Los animales ya abrevaban en él, y algunos patos, venidos
— ¿Mm? Bueno, a veces los sueños se hacen realidad... ¿No lo crees? — había
dicho Myo con una luz divertida en la mirada. Nelak había sacudido la cabeza, si no
disgustada, al menos preocupada. Tanta buena suerte no era cosa buena... Y empezó a
La noche extendía su manto azul sobre los campos. Bentén se había sentido
inquieta y nerviosa toda la tarde. Algo sucedía allá, lejos. Ese silencio en los árboles y
en las aguas no podía significar nada bueno. Nelak la observó saliendo afuera una y otra
vez, saltando ante el más leve sonido, mirando pensativa por la ventana y tratando
Bentén se sentía alterada. Tres años en este tranquilo lugar no le habían traído
ninguna noticia acerca del Tirano. Había acompañado a Nelak al pueblo, ese primer año,
esperando una ciudad como la villa de Missar: una pequeña ciudad, plena de belleza y
maravillas. Pisó las calles barrosas y miró alrededor. Un puñado de chozas, tan pobres y
sucios corriendo tras ellos. Bentén los miró con curiosidad. Parecían tener la edad de
Saris y Vasti cuando tenían veinte o treinta. Nelak le dijo que tenían cinco. Un Ryujin de
cinco era apenas capaz de sostenerse sobre sus patas traseras, aunque eran
Cuentos de los Ryujin 1 77
Por Sandra Viglione
niñez, y pensó vagamente que le gustaría tener niños. Luego se encogió de hombros. La
mayoría de los Ryujin esperaban a cumplir el medio milenio antes de poner su primera
nidada. Solo Saris... Y Mikori, pero el marido de Mikori, como Tenyo, tenía diferentes
estadios en su desarrollo. Los Tennin no eran capaces de hablar durante su primer siglo,
y no tomaban forma física hasta los doscientos o trescientos. Mikori tendría que esperar
humana, al menos por el momento. Había observado la ciudad y supo que no hallaría
ayuda aquí. Tampoco información. Siguió a Nelak de una casa a la otra, llevando la
canasta con los huevos y la verdura que pretendían vender, y las cosas que habían
comprado. Mantuvo la cara oculta y la boca cerrada. Nelak la felicitó por eso cuando
volvieron a casa. Bentén no había llamado la atención. Y permaneció en la villa por dos
años más.
Esta noche era la Fiesta de la Cosecha, la Fiesta del Tigre Blanco, allá lejos, en
casa. La noche era fría y tenía ese olor dulzón que se va con el verano.
Toda la tarde, Bentén la pasó en una ansiedad creciente, y ahora que Nelak
estaba dormida, se levantó silenciosa y salió. El Ojo del Dragón la observaba por sobre
los árboles. Subió a la colina de las nomeolvides. Le gustaba mirar las puestas de sol y
los amaneceres desde allí, y a Nelak jamás la habían preocupado sus caminatas
Se quedó allí, vio la luna amarillenta levantarse, y el Ojo del Dragón mirándola,
rojo. A veces brillaba rojo y a veces blanco. Siempre había brillado rojo antes de un
ataque.
Cuentos de los Ryujin 1 78
Por Sandra Viglione
Los ataques... Ya casi había olvidado la inquietud que la había invadido durante
años, mientras observaba el cielo helado del norte, o pisaba la cálida arena de las playas
de Mohr, y sabía, a pesar que le ocultaban la información, que había habido un ataque.
Podía cerrar los ojos y ver en su mente los campos arrasados, los muertos, la
destrucción. La última vez, fue la ciudad de Missar, pero... ¿cuántas veces antes de eso
ella había visto cómo las ciudades-dragón eran arrasadas por el Tirano? Y él... A él
también lo había visto. En los últimos tres años, el Ojo del Dragón había brillado rojo
unas pocas veces. Brillaba menos, parecía menos amenazador que antes, pero le
producía una mayor desazón, como si el peligro estuviera más cerca. Y las villas de los
alrededores habían sido atacadas una a una. Hoy, la estrella brillaba con un rojo intenso.
Necesitaba información.
Así que levantó los brazos y se transformó. Hacía tres años que no lo hacía.
cielo. Los Ryo-To formaron un camino luminoso, como si las estrellas hubieran bajado
creerlo. Si ése era el secreto de Myo... Pero Myo sólo les había hecho bien. Había
traicionar su secreto, y no lo haría. Le había ocultado las noticias de los ataques sobre
las otras villas, pero... Pero tenía la impresión de que Myo sabía, de alguna manera. Se
lo diría mañana, si Myo regresaba, y entonces le preguntaría... Myo sólo les había hecho
entró en la choza por la mañana. Bentén hizo una mueca. ¡Que recepción! Se dio cuenta
de que Nelak debía haber estado despierta cuando ella salió la noche anterior.
— Bueno... Somos diferentes. Nuri, un viejo amigo, me dijo una vez que los
— Ya sé que no querías dañarnos, — dijo. Bentén sonrió. Ella sabía, pero ¿y los
Bentén suspiró. Ahí estaba: desconfianza. Siempre estaba ahí. Nelak nunca había
— No. Nuestro enemigo, el Tirano nos está buscando por toda la faz de la Tierra.
Nos encontrará un día u otro. Y creo que está preparando un ataque muy pronto...
— ¿Qué?
— ¿Y porqué te sigue a ti? ¿Estás segura que sólo quiere la Corona? — Pero
cambió de tema cuando vio la expresión de Bentén. Nelak se dio cuenta de que
obviamente, esta chica no tenía noción de cuán hermosa y atractiva era. Adivinó que
había otras cosas involucradas en esta situación, pero no se atrevió a preguntarle. Así
que dijo: — Hay un dragón azul atacando los pueblos a nuestro alrededor. Empezó casi
Cuentos de los Ryujin 1 80
Por Sandra Viglione
al mismo tiempo que tu llegaste. Tememos que el próximo sea el nuestro... Te está
siguiendo, ¿verdad?
— Abuela... Soy más vieja que tú, — dijo Bentén con suavidad. — Casi
— No. Ellos no lo entenderían... No puedes, Myo, por favor. Ellos... ellos tienen
un plan para matar al dragón... Y no creo que distingan al amigo del enemigo.
La anciana le aferró el brazo, pero Bentén se paró y se puso una capa sobre los
hombros.
— Vamos.
— Ellos van a matarte, aún si los salvas... — dijo Nelak. — Por favor, sé
Nelak suspiró. Era tan obstinada. Como su propia hija solía ser.
— Está bien, — dijo al fin. Al menos, yendo con ella podría protegerla un poco.
reunían allí. La enorme habitación estaba en penumbra, limpia aunque llena de humo y
leves sonidos de tos. Los campesinos habían llegado rápidamente, cuando Nelak dio la
alarma. Estaban discutiendo si el ataque sería ahora o más tarde, la semana próxima.
Cuentos de los Ryujin 1 81
Por Sandra Viglione
dragón estaba en camino. Bentén permaneció embozada en un rincón, sin decir o hacer
nada, como Nelak le había pedido. Los campesinos desconfiaban de ella, aún después
de tres años. Su silencio no aliviaba las sospechas tampoco. Y ella sabía que su plan de
matar el dragón no iba a funcionar. Después de todo, solo tenían cuerdas y lanzas de
madera para atacarlo. Deberían darse cuenta de que el fuego de un dragón era mucho
más fuerte que un fuego normal. Inclinó la cabeza no sabiendo cómo podía hacer para
— Voy a ayudar, Nelak. Guarda silencio, — dijo Bentén. Sus ojos tomaron un
Las sombras de los dragones que volaban y las llamaradas no la asustaban. Vio
el ligero resplandor de las llamas en un granero más allá del límite, y se imaginó los
animales huyendo. Un mugido lejano de una vaca o algo parecido pudo oírse en la
lejanía. Ella avanzó lentamente por la calle principal al encuentro de una espesa nube de
humo y fuego.
El humo se disipó un poco, y ella vio una figura de hombre acercándose. Piel
oscura, largo cabello negri-azul, ojos fríos y negros. Su boca todavía humeaba curvada
— ¿Qué tenemos aquí? — dijo sorprendido, mirándola. Una luz extraña iluminó
sus ojos. — ¿Una chica? — Y sopló una ráfaga de fuego sobre ella. Ella no gritó, ni
otra vez con la túnica roja que usaba entre los Ryujin. El bordado de oro reflejaba los
dragón azul oscuro. Amenazó golpear con la cola y aplastar a la anciana que había
salido corriendo del edificio. Algunos campesinos salieron tras ella. Bentén debía hacer
Nelak. Creyó ver a la gente arrastrando a Nelak hacia un refugio, pero tenía que prestar
atención a la batalla. Kuo intentaba desgarrarle las alas con sus garras, y ella sopló
fuego en su cara. Él rugió. No lograba quemarla porque ella se retorcía mucho así que la
Su primera intención había sido estrellarla contra las rocas, pero la luz del sol
dirección, obligándolo a descender. Pero él era más fuerte. Rugió otra vez y sopló más
fuego sobre ella para ahogarla, y sus garras sacaron gotitas rojas de sangre de sus
costados.
— ¡Myo! — Ese fue el último grito que ella oyó. Kuo llamó a sus dragones y se
retiraron. Bentén perdió fuerza. Él tenía veneno en sus garras, el primer Ryujin con
Capítulo 9.
El Tirano.
Era un cuarto sombrío. El aire olía raro aquí... rancio, encerrado... no era aire
— Hola... — dijo la voz de una chica desde las sombras. — ¿Estás bien?
— ¿Castillo?
aquí?
Violeta asintió.
— No eres suficientemente mayor como para ser una Curadora. ¿Por qué...?
Cuentos de los Ryujin 1 85
Por Sandra Viglione
— ¿Fui designada para eso? La Guerra nos causa muchas bajas y heridos. Cada
uno que muestra habilidades para sanar es entrenado. Soy muy joven para seguir a los
soldados, pero estaré lista muy pronto. — La expresión de Violeta era sombría.
mataran una y otra vez. Y luego va a enviarme a mí. Sólo somos peones en el juego.
Cuando ejecutó al Rey Missar, mi amigo fue el encargado de llevar la cabeza al viejo
Bentén pestañeó. Recordaba muy bien al joven Mensajero y sus hermanos. Pero
fingió ignorancia.
— ¿Y lo hizo? — preguntó.
y lo envió de vuelta...
el control sobre sí misma. Estiró las piernas, otra vez en forma humana.
— Se puso furioso. Reunió a su ejército y cayó sobre la villa del Rey Missar. La
Bentén suspiró.
— Sí, lo hicieron. Ni una fuente, ni una columna, ni un arco florido quedó para
en esta chica.
— Decían que era her... — Ella se interrumpió, pálida de repente. — Está aquí,
una puerta oculta mostró brevemente un corredor iluminado por antorchas. El dragón
sobre ella, y ella siguió mirándolo. Se transformó súbitamente en humano y la tomó por
el cabello.
responder, imperiosa e irrespetuosamente. Él la soltó tan de repente que ella cayó a piso.
Bentén se había puesto de pie. Apenas le llegaba al hombro. Él era alto. Y aún
— ¿El Tirano ofrece su palabra? ¿El Tirano tiene palabra de honor? — se burló.
Él reprimió otro movimiento súbito, y ella sintió la ola de calor golpeándola. Fue
Él avanzó hacia ella y ella se enderezó, preparándose para luchar. Pero él se detuvo y la
— Eres fuerte. Y hermosa. Serías una bella reina, Myo, pero debo tener a
lanzándose contra él. Una mueca torció sus labios mientras la detenía, impidiéndole
debatía tanto que él la apretó y le clavó la garra en el cuello, envenenándola hasta que se
tono suave para tranquilizarla. Ella temblaba casi constantemente, y a veces parecía no
— ¿Describirla?
bruscamente y enrojeció.
— ¿Acerca de qué?
— Sí. Mikori, la Reina de los Vientos, hubiera sido una Reina hermosa y buena
para los Dragones. Ella hubiera terminado esta Guerra. Saris, con su paciencia... aunque
es un poco obstinada; o aún Vasti, con su interminable curiosidad... Melori, ella hubiera
debido ser la Guardiana de las Aguas... después de todo, su reino es submarino. Sissar,
en su trono de sal, en el oeste; ella podría hacer cualquier cosa. Mohr, en su tierra llena
de volcanes, ¿Por qué no fue él el Rey del Fuego?... Y Rusk, en el helado norte...
— Él estaba abajo, en los calabozos. Tuve que ir allí una vez. Él era tan amable
y paciente...
Bentén sonrió. Missar solía ser amable y paciente. No podía recordar una sola
— Mm. Esa clase de regalos... ¿sabes? Kuo nunca hubiera podido sacársela
— Pero resistió hasta el final... — Violeta miró al vacío un momento con una
— ¿Sabes? Corren rumores extraños entre los guardias... Dicen que escuchaban
voces, tarde, por la noche, en el calabozo... Dicen que desde la primera noche, cuando la
luz de la luna tocó la ventana del calabozo, se llenó de luz, y escuchaban la voz del Rey
Bentén sonrió.
— Su esposa, Luna... ella era plateada y ligera como un destello de luz de luna, y
hablaba en susurros como la brisa... Siempre sospeché que no era una verdadera
Ryujin...
Cuentos de los Ryujin 1 90
Por Sandra Viglione
— No lo sé... ¿Una Tennin de luz? La cosa es que ella se fue cuando Missar fue
capturado.
— Pero... — Violeta no se atrevió a decir "Ya deberías haberte casado" así que
siguió mirándola.
cuestión de destino.
— Eso puede arreglarse, — dijo una voz tras ellas. Violeta se puso blanca, y
miró espantada.
en forma humana.
sentándose con calma en el borde de la cama. Bentén se levantó y caminó hacia el otro
Myo. —Se levantó y avanzó hacia ella. Ella se puso tensa, preparada para el ataque. —
— Nunca.
sobre ella.
Las matronas estaban con el nido en la puerta. Y Violeta. Ella se retorcía las
manos nerviosa, saltando cada vez que los ruidos de golpes o cosas rotas traspasaban la
puerta cerrada. Miró desesperada a las matronas, pero ellas se limitaron a sacudir la
cabeza. Se habían ocupado de las anteriores esposas de Kuo, todas ellas ejecutadas antes
o después, luego de empollar. Kuo no se ocupaba de hijos o esposas. Los hijos estaban
en el ala de los niños, creciendo. Algunos de ellos habían sido entrenados, y estaban
ahora entre los soldados. Ningún tratamiento especial. Sus madres habían fastidiado o
Un par de rugidos las sacudió. Eran rugidos de furia, no de placer. Algo más se
— Entren el nido y esperen en la otra habitación. Tú, Curadora, quédate con ella,
— y se fue furioso.
Cuentos de los Ryujin 1 92
Por Sandra Viglione
o quemado, la cama estaba fuera de sitio, las sillas volcadas y rotas, igual que el par de
floreros que tenían las flores que Violeta había traído para alegrar a Bentén.
con los restos de la colcha. Ojos cerrados. Forma humana. No podía poner los huevos
en esa forma, pensó Violeta. Y entonces vio los arañazos, las ampollas, los golpes y la
sangre. Ella había resistido hasta las últimas consecuencias. Como Missar había hecho.
huevos no puestos la quemaban por dentro. Pedía agua cada pocos momentos, y casi no
podía comer. Violeta le rogaba que pusiera esos huevos. De todas maneras, las matronas
los empollarían, y ella no tendría que ocuparse de ellos. Pero Bentén no quería. Él la
había lastimado, y ella estaba tomando venganza en los huevos. El fuego en su interior
Las matronas revisaban el nido cada mañana y tarde, pero ella no cedía. No lo
haría. Jamás.
— Ah, gracias.
Cuentos de los Ryujin 1 93
Por Sandra Viglione
— Fuera, — escupió.
ahora menos pronunciado. La altanería de Bentén volvía a la joven curadora más segura
de sí. Él estornudó una nube de humo, y retuvo el vaso en el campo visual de Bentén,
— Oh, no, querida. Me es muy útil. Pero la enviaré tras los soldados. Creo que
está pronta. Si no... bueno. Quizá la dejen atrás, pero estamos en Guerra, tú lo sabes.
— ¿El agua? Ah, ¿te refieres a ésta? Mm. No. — Él la vertió lentamente sobre el
piso delante de los ojos de Bentén. El agua se extendió por el piso y se escurrió. Ella no
se movió.
Cuentos de los Ryujin 1 94
Por Sandra Viglione
alivie hasta que pongas esos huevos. — Él la miró unos momentos. — Cuando estés
sentido de que serías más poderosa que la misma Reina Bentén, y tus hijos y no los de
Capítulo 10.
Los huevos.
Las antorchas se habían apagado horas antes. Bentén se daba cuenta ahora de
cuan poco había valorado los cuidados de Violeta. El simple toque de sus manos le
había traído alivio y su suave voz había convocado un sueño sin pesadillas. Desde que
estaba aislada las pesadillas no cesaban de acosarla. Se despertó sobresaltada otra vez, y
cintura se lo impidió. Suspiró. Ella había tenido realmente necesidad de ese último vaso
de agua, o eso había creído. Ahora el ardor y la sed eran cien veces peor.
de Mikori, la visita a la Tierra Helada de Rusk, Vasti bailando cubierta de flores... el día
que recibieron su parte. El Cetro. La idea la sacudió. Ella era la Guardiana de las Aguas.
Aún estando encerrada en una caja de piedra, todavía lo era... y el agua manaba de la
Hizo un enorme esfuerzo para levantarse y se las arregló para hacerlo. Levantó
Cetro, con la esmeralda brillando en su punta. Tocó la pared con la piedra, y una hebra
de agua clara empezó a correr tintineando. Formó un pequeño charco a los pies de
Bentén. Ella no lo pensó. Se paró bajo el chorro de agua y el agua siseó en su piel
ardiente. Se sentía maravilloso. Se arrodilló bajo el agua, dejando que le llenara la boca
igual que el agua excedente. Bebió hasta saciarse, y permaneció allí un largo rato.
Cuentos de los Ryujin 1 96
Por Sandra Viglione
de Violeta para pasar el tiempo, se sentía completamente confundida. Los suaves ruidos
Una luz verdosa llamó su atención. Desde que no tenía antorcha para iluminarse
veía cosas muy extrañas. Pero el centelleo no desaparecía. Parecía el reflejo de la luz a
través de un techo de hojas en una tarde de verano, o el reflejo del sol sobre la superficie
de un lago. Se volvió a la fuente y vio algo: una forma que la hizo enderezarse y
guié para que te lo diera a ti... Como la Reina, puedes ver también el Espíritu del Fuego,
y el Espíritu del Viento, y el Espíritu de la Tierra, si miras dentro de las cosas y liberas
tu mente...
— Te saludo, Gran Espíritu de las Aguas. Pobre e inútil ha sido el servicio que te
he prestado... — dijo.
— Lo es, de la manera que es ahora. Estás dejando que te maten, Reina, en lugar
de luchar.
— Hay una sola cosa que él desea y no puede tener: tú. Y tú posees esa cosa.
— ¿Dices que debería poner esos huevos? ¿Y entonces qué? ¿Sabes cuál es el
destino de estos niños? Empezarán una lucha que condenará nuestra raza...
— No. Realmente, Reina... Los huevos de Ryujin necesitan casi sesenta días de
fuego para empollar. Tú los has mantenido dentro de un cuerpo humano, un frío cuerpo
humano, por casi tres semanas. Los bebés deben estar muertos ya. Aún si pones los
— Así que maté a los bebés, — dijo Bentén sin ninguna satisfacción.
— No les diste una vida, — dijo el Agua. — En tanto tú no los quieras, ellos no
pueden empollar, no importa cuan caliente esté el nido... ¿No lo entiendes todavía,
Reina? Si tú no quieres esos bebés, no pueden existir. Los huevos estarán vacíos. Tú
eres la Reina.
— Así que dices que yo debería... — Bentén estaba más y más confundida a
cada palabra.
murmullo débil.
— Y vendrá por otro hijo. Y lo estaré esperando, — dijo Bentén con voz dura.
— Fuera — le dijo a Violeta, como siempre. Violeta lo miró con furia, y apretó
amiga...
— ¿Qué?
— El precio... Ahora es más alto. Quiero una ventana, — dio ella testaruda.
Kuo la miró. Era tan hermosa... y fuerte, y... Y no podía dejarla salirse con la
suya.
— Está bien, – dijo. Lanzó una bola de fuego contra la pared más lejana, y una
pequeña abertura con rejas se abrió allí. Bentén le dio la espalda y quedó mirando a la
pared.
Se reprimió para no tocarla y salió del cuarto. Pero volvió antes de que otro mes
hubiera pasado.
Pero él no estaba de humor para burlas. Sopló una ráfaga de fuego y selló la
ventanita.
— No puedo... nos seas estúpido, — dijo. — Sólo una vez cada siglo, lo sabes...
— No... Sólo una vez cada siglo... lo sabes... — Bentén estaba asustada ahora.
quemara viva.
— ¡Cúrala!
Eso fue todo lo que él dijo cuando Violeta entró en la habitación otra vez.
Encontró a Bentén desmayada en la cama. El nido estaba todavía ahí, vacío. Violeta no
entendía. ¿Por qué no ponía los huevos? ¿Estaba planeando hacer lo mismo otra vez?
Cuentos de los Ryujin 1 100
Por Sandra Viglione
heridas de la vez pasada, así que no lo había provocado. No se había resistido. Pero
entonces... ¿dónde estaban los huevos? Debería haber puesto al menos uno... Unió sus
manos sobre Bentén y sopló fuego violeta, dejándolo caer suavemente sobre ella. El
fuego curativo se fundió en las escamas color rubí de Bentén. Ella se estremeció, pero
no abrió los ojos. Algo andaba mal. Violeta la miró frunciendo el ceño, y pronunció la
antigua invocación, recurriendo a todo su poder. Una luz dorada se formó entre sus
manos y bañó a Bentén por un momento. Pero se desvaneció demasiado pronto. Violeta
deseó furiosamente por unos momentos tener poder suficiente... pero era tan joven.
Trescientos eran demasiado pocos para una Curadora... pero era suficientemente mayor
— ¿Qué estás haciendo aquí? Tienes una tarea, — le dijo de mal humor.
— ¿Qué le hiciste?
humo.
Violeta estaba tan perturbada que había perdido todo el miedo. Miró al Tirano
con sus inocentes ojos color lila llenos de lágrimas. Y se sorprendió de encontrar una
Él no dijo nada. Simplemente se levantó y Violeta tuvo que correr tras él.
Cuentos de los Ryujin 1 101
Por Sandra Viglione
sangre iba desde la cama hasta el nido donde había algo que parecía un pedazo roto de
Bentén se estremeció.
— Sólo una nidada cada cien años... Esa es la regla... Tú lo sabes... — murmuró.
— ¿Qué regla? Nosotros empollamos cada vez que queremos... — dijo Violeta
con suavidad.
Vivimos en clima suave y tierras pacíficas... Las doncellas se casan a los doscientos,
pero esperan a los quinientos antes de poner su primera nidada... y después, solo una
camada cada cien años, no más de dos o tres huevos cada vez... Vivimos así por tanto
o quizá dormida.
Ella estaba tan pálida, pensó él. Aún en forma de dragón rubí se veía opaca y
sentó junto a ella, y se inclinó para mirarla de cerca. Su aliento caliente de dragón la
— Duerme... — murmuró, acercando la cara todavía más. Ella olía siempre tan
bien. Extendió la mano y la tocó. Tan fría... Se tendió junto a ella, respirando caliente
sobre ella para hacerla entrar en calor. Él había tenido fuego curativo una vez... cuando
era niño. Después había cambiado. Su padre se lo había exigido. Quizá pudiera todavía
curar...
Él se levantó sobre un codo para mirarla. Todavía dormida. La abrazó más fuerte
— Niji...
cara. No lo rechazó cuando se inclinó a besarla. Recibió su beso de fuego sin ninguna
— Niji... — suspiró ella por tercera vez cuando él la dejó ir. Él siguió
Capítulo 11.
El engaño.
— Espero que esto te ayude a recuperarte, — dijo. Parecía esperar algo. Bentén
lo quedó mirando.
levantó. Realizó la reverencia real con fina gracia y un fuego de desprecio en los ojos
Pero a pesar de sus palabras, Bentén apreciaba esa ventana. Cuando a la mañana
siguiente, él volvió, la encontró sentada al sol. Ella trató de pararse y disimular, pero él
ya lo había notado. Esta vez hacía que trajesen plantas para el balcón. Él no dijo nada.
Se limitó a echarle una mirada fugaz y salir. Dos meses más tarde había añadido un par
— Ahora tendrás esta habitación para las visitas, — dijo él. — Sólo yo entraré
Ella lo miró con odio. Él no agregó nada más. El nido no había vuelto a aparecer,
Reino, los mismos cuentos que su padre le había contado. Pasaban el tiempo bordando,
pero Violeta tenía poco acceso a la información, o era demasiado discreta. De hecho,
ella parecía tener una secreta preocupación. Bentén le preguntó una o dos veces, pero
Violeta parecía turbada, y aún asustada, de manera que supuso que tendría que ver con
el Tirano.
Violeta estaba molesta, más que eso, enojada consigo misma. La mujer que ella
llamaba Myo le agradaba mucho. Le tenía lástima, y admiraba la manera en que había
resistido, pero... Ella había recibido la orden de dejarla sola por las noches. Debía
Muchas mañanas encontró la cama de Bentén con signos de haber sido ocupada por
alguien más. Bentén nunca dijo nada, y su único compañero podía ser el Tirano. La
manera como ella lo trataba le hacía suponer que ella no lo sabía. Él debía estar
hechizándola. Y entonces, una tarde... Bentén la había enviado por seda para un nuevo
bordado. El corredor estaba vacío cuando ella tropezó con el mismo Tirano.
— No debes dejarla sola, salvo por las noches. Y no debes comentarlo con nadie.
Violeta lo había mirado a la cara, y encontró la llama helada que los iluminaba, y
El sueño era extraño. Debía ser un sueño. Ella volaba con Niji. La sensación era
maravillosa. El aire fresco en la cara, el ligero toque de sus alas sobre las de ella... En
este sueño, Niji no temía tocarla... Sentía su respiración en la espalda y torció el cuello
hacia atrás para besarlo. Él no la rechazó en este sueño. Parecía deseoso de besarla una
y otra vez. Ella sentía como su fuego la invadía, y se sentía extraño. Pero era un sueño.
Y en sus sueños, Niji siempre la besaba así... tan apasionado, tan lleno de deseo. Ella lo
había besado con fuego un millar de veces en sus sueños. Mucho más que antes, cuando
— ¿Pondrás huevos para mí? — le preguntó con una voz curiosamente ronca.
— Sólo un gran amor puede romper la prohibición, lo sabes... — se rió ella. Ella
sólo se reía en sus sueños. — Los cien años no han pasado aún.
— ¿Qué sucede?
Violeta frunció el ceño. Escuchando con atención, no podía oír nada. ¿Debería
habitaciones de servicio contiguas. Tenía un pasaje secreto para entrar a las habitaciones
de Bentén. Ella y Bentén lo habían abierto mágicamente varios años atrás para prevenir
algún arranque de mal genio del Tirano. Notó que alguien había estado allí, esperando
durante algún tiempo. Los almohadones estaban aplastados. También había paja en el
piso. ¿El nido? Atravesó el cuarto y abrió la puerta detrás del espejo.
El pasaje secreto era corto y conducía directo al armario de Bentén. Por entre las
ropas, Violeta espió dentro de la habitación. Estaba oscuro, y no se oía nada. Sólo una
un rincón. El nido estaba allí, y sobre él, vigilante, estaba el propio Kuo en su forma
Hubo un tenue gemido, y la punta de una cola roja se asomó debajo del ala de
Kuo.
estaba cuidándola, calentándola con su aliento mientras ella empollaba los huevos.
¿Cómo podía ella? ¿Y él? Los dos. Violeta abrió la boca con indignación.
Violeta trató de entrar en las habitaciones de Bentén una y otra vez durante los
siguientes dos meses. Cada vez que se asomaba por el armario, los llameantes ojos de
— ¡Fuera!
echado alguna clase de hechizo sobre Bentén, debía estar despierto para mantenerlo.
Cuentos de los Ryujin 1 107
Por Sandra Viglione
Nunca había hecho eso por ninguna de sus esposas. De hecho, ningún Ryujin solía
hacerlo así. Solamente si la mujer estaba enferma, o débil... Bueno, más o menos ése era
el caso. Bentén nunca empollaría por sí misma o por su propia voluntad. Violeta se dio
con palabras suaves. Ella estaba dormida. Él había entrado en sus sueños y los había
Día cincuenta y seis. No, no... Día cincuenta y tres. Extraños rumores habían
visto por días, semanas. Sus Ministros no sabían qué hacer. Y cuando llegó el último
Señor, — dijo un joven Mensajero con calma. — Yo iré y le diré, si me dicen donde
Cuentos de los Ryujin 1 108
Por Sandra Viglione
está. Si resulto muerto, que es lo más probable, ustedes deben cuidar que él no se
trabajo... — Curiosamente, era el Ministro joven, apenas cincuenta años mayor que el
Mensajero.
pisado nunca un campo de batalla, y los Generales... bueno, los Generales solían dirigir
desde la retaguardia.
sean soldados: quiero que sean guerreros. Quiero que controlen al Tirano y protejan al
pueblo.
incómodos.
— Violeta... — sonrió él. Y extendió los brazos hacia ella. — Te extrañé tanto.
Cuentos de los Ryujin 1 109
Por Sandra Viglione
Violeta asintió.
— Pensé que ella nos ayudaría, no que nos daría un nuevo enemigo, — dijo
enojado.
— Te dije que te fueras, — dijo el Tirano. Tenía un fuego de locura en los ojos.
El cuarto estaba todavía oscurecido, y él parecía no haberse movido en los dos meses.
soldados; en Allenais, ocho mil; en la Colina Azul, un poblado humano, perdimos dos
enemigos. Cinco batallas perdidas en los últimos dos meses. Luego de eso, llegó un
mensaje del Príncipe Lossar, hijo de Missar. Los Ministros no lo han escuchado.
— Dice que quiere una reunión, — dijo Okho con una reverencia. Sus
— ¿Cuándo?
— En dos días.
— Ella no está. Nadie parece saber dónde está ella. Envié más espías a la Ciudad
de Hielo, sin permiso de los Generales... — Había excedido su autoridad en esto, pero el
Tirano no reaccionó.
probablemente.
bajado del nido donde Bentén yacía enroscada alrededor de dos huevos. Ella los cubrió
con el ala cuando sintió el cambio de temperatura y brilló en un tibio tono rojo oscuro.
Kuo la miró un momento, y ella escondió el hocico bajo el ala también. Él sacó la manta
— Manténla abrigada. Si ella pierde estos huevos, pagarás con tu vida, — gruñó
Día cincuenta y seis. Sí. Día cincuenta y seis. El Tirano se había ido. Violeta
había permanecido junto a Bentén, manteniendo el cuarto oscuro y caliente como Kuo
había hecho. Pero no podía mantener el hechizo que la retenía en el sueño. Escuchó
varias veces a Bentén llamando a alguien de nombre Niji, y usó su fuego curativo en
El día cincuenta y siete, Bentén empezó a volver en sí. Pidió agua y dijo, todavía
en sueños, que hacía mucho calor. Violeta abrió la ventana un poco, y la corriente de
aire fresco la hizo sonreír y dormirse otra vez. El día cincuenta y ocho se despertó
sobresaltada.
pasado...
lamento, Myo.
— Nunca hubiera puesto huevos para él, así que tuvo que engañarme... Sólo un
Luego miró a los huevos. Se estremeció otra vez con una expresión indescifrable
en la cara. Para ella, esos huevos eran de ella y Niji. Kuo no había tenido nada que ver.
Y sin embargo...
Violeta se puso pálida, pero asintió. Era necesario. Los herederos del Señor eran
quebró, pero ella no había golpeado con suficiente fuerza como para aplastarlo. No
podía. Hubo un sonido y ella detuvo el segundo golpe. Una cascarita cayó y un
hociquito verde olfateó el aire con curiosidad. Bentén dejó escapar un gemido.
La puerta se abrió en ese momento. Violeta miró hacia allí y vio entrar a Okho.
forcejeó un poco más, y de repente hipó una bocanada de humo y se liberó. Él (era
Vieron al huevo sacudirse un poco más, y una forma oscura golpeando desde el
interior. No podía romper la cáscara. Bentén acercó la cara y sopló su aire caliente sobre
Cuentos de los Ryujin 1 113
Por Sandra Viglione
él; eso solía ayudar. El huevo se sacudió un poco más y se quedó quieto. Bentén y
Violeta se miraron la una a la otra, y Bentén rompió la cáscara con la garra. Allí,
enroscada en la mitad rota del huevo había un bebé, una niña, en completa forma
humana.
Cuentos de los Ryujin 1 114
Por Sandra Viglione
Capítulo 12.
Yi.
Bentén no los oyó. Había tomado forma humana y acunaba a la bebé en sus
como un ronroneo.
— Sólo la Reina podía tener un bebé humano... — dijo Violeta con reverencia.
hermano Missar, — suspiró ella. En este momento una explicación parecía necesaria. —
como dices. Violeta, tú la ocultarás cuando él venga. Okho, necesito que me traigas
algo... con huesos. Intenta en la cocina. Dirán a las matronas que enloquecí y quemé el
— En una semana o algo así. Antes si se entera que los huevos ya se abrieron.
Tirano quería tomarlo como prisionero para intercambiarlo por... por ti.
demanda.
— Violeta, no me llames así. Debo seguir escondida... pero por ahora podemos
lados. Pero desde que tú llegaste él le está prestando menos atención. Ahora quiere
negociar...
— No son esas las noticias que estoy pidiendo. Quiero saber de los rebeldes, —
— No, ella no me lo dijo, — dijo Bentén. — ¿Qué hay de los otros? ¿Cuántos
son?
nos ha estado persiguiendo por décadas, aún siglos. Nos olfatea, y nos mata... Ni
Okho asintió, pálido. Su poder era grande, lo había percibido antes. Podía leerle
la mente cuando el mismo Tirano no podía. De verdad había crecido en estos últimos
años.
— Ahora debo esperar por los niños. Pero antes de que el siglo haya pasado
debo huir. Tengo que quitarle el poder. Entonces, manos a la obra. Encontrarán dónde
Okho se inclinó profundamente. Ella era la Reina que él había estado esperando.
había charcos de agua sucia en todo el piso. Habían apagado el fuego en esta misma
habitación. Violeta no estaba aquí; Bentén le había pedido que llevara a Aleena a un
lugar seguro. El bebé en brazos de Bentén lloró con voz aguda. Kuo se detuvo.
mi bebé.
— ¿¡Qué!? — repitió él, pero el tono era más suave. — ¿Otro bebé? ¿No
mataste...?
Cuentos de los Ryujin 1 117
Por Sandra Viglione
quería Bentén. No sonrió, y atrajo el bebé hacia sí, negándoselo a su padre. Kuo se
tono era cortante como un cuchillo. — Se arañó tratando de romper el cascarón, y está
— No tienes derecho a... — empezó él, pero encontró un par de ojos llenos de
ella.
Por primera vez, él no se atrevió a discutir. Había visto el nido quemado y las
matronas le habían contado que ella enloqueció cuando vio al bebé muerto. No quería
que nada le sucediera a este otro. Él... se sentía perplejo por su reacción, y pensó que ya
que pasaba las noches con ella desde que el bebé había nacido... diez años atrás. No
había pedido otra camada, como temía Bentén. Y así se habían ido pasando los años.
Esa mañana, Yi se arrastró sobre la cama de Bentén lloriqueando. Era tan alto en
forma de dragón como Bentén en forma humana, pero todavía no podía transformarse.
Cuentos de los Ryujin 1 118
Por Sandra Viglione
Era sólo un bebé. Ahora frotaba su espalda contra su mamá quejándose. Estaba medio
— Yi tiene un nuevo problema... Apuesto que... — Bentén soltó una risita. — Sí,
forma de dragón para dormir, y después de diez años, ella ya sabía que era más seguro
estar de acuerdo con él. Cuando ella no lo provocaba, él no era tan malo. Él le alcanzó
de ella y la condujo con firmeza para hacer los cortes. Aflojó unas pocas escamas a lo
— Vi a mi madre haciéndolo a mis hermanos menores una y otra vez, sin que mi
padre lo supiera.
Había una expresión extraña en su cara cuando lo dijo eso, y Bentén apartó la
mano cuando él se la sostuvo. Lo había sentido antes, y no quería hacerlo. Así que le dio
la espalda, pero él todavía retenía su mano cuando usó un poco de fuego curativo sobre
Cuentos de los Ryujin 1 119
Por Sandra Viglione
los cortes. El bebé humeó con alivio y cerró los ojos. Bentén liberó su mano de Kuo y
de mí, — dijo.
— Veremos, — dijo.
Bentén volvió la cabeza para mirarlo y lo vio de pie contra la luz. Era atractivo
en forma humana. Volvió la cabeza otra vez. Debería recordar que él era el enemigo. No
debía olvidarlo. Él se puso la túnica por encima y salió con una vaga sonrisa en la cara.
cuarto. Kuo pensaba que ella trataría de escapar probablemente. Pero hoy, un hermoso
día de primavera, el sol se sentía maravilloso sobre la piel, y las escamas color jade de
su hijo destellaban aún más que sus chispeantes ojos. Estaba excitado. Era su primer día
afuera.
Entrenadores y alumnos eran igualmente rudos y Bentén no quiso mirar por mucho
tiempo. Yi parecía interesado. La luz en sus ojos se volvía fría, como la que los ojos de
— ¿Te gusta? — dijo Kuo con suavidad. — Este es tu ejército, hijo mío.
Entonces echó la cabeza hacia atrás y rugió. Las luchas abajo cesaron de
inmediato.
frente al ejército. Era distinto en su habitación. Estaba mejor protegida ahí. En público,
él podría sentirse obligado a matarla para defender su derecho. Así que miró, pálida de
ira cómo los soldados saludaban a su hijo como heredero del Tirano. Apretó los dientes
y guardó silencio.
— Sí... — dijo Kuo en voz muy baja, — sé lo que piensas, pero él es mi hijo.
sostenía de una manera que no podía retroceder. Vio, pálida, el mar de caras que tenía
frente a ella, y notó a Okho, allá atrás, mirándola directo a los ojos. Se estremeció y se
quedó quieta, rígida, con los ojos cerrados. Era el primer anuncio público de su relación
con el Tirano. ¿Qué consecuencias podría traer? ¿Qué pasaría si alguien (cualquiera de
los soldados) se daba cuenta que ella era la Reina? ¿Y si alguno era un espía y la
reconocía? ¡Y le decía a su padre! O peor de todo, ¿si alguno de ellos le decía a Kuo que
otra vez, y estirar las alas un poco. Ve, enséñale a tu hijo a volar. Pero... — y él clavó su
Cuentos de los Ryujin 1 121
Por Sandra Viglione
garra en el brazo de ella, — recuerda que hay arqueros prontos a disparar si tratas de
huir.
Bentén miró más allá de él, a su propia ventana, donde Violeta se había quedado
con Aleena.
Así empezó la lección de vuelo. Kuo observaba divertido, desde cierta distancia,
cómo Bentén le explicaba a su inquieto retoño cómo posarse sobre la barra, y la manera
— Estoy escuchándote...
Bentén resopló.
había sujetado muy fuerte a la baranda, y cayó hacia delante. Bentén estiró el cuello y lo
Una y otra vez, Yi trató y cayó, o se enredó, o no pudo elevarse más que unos
— Mujeres... Como siempre, si quieres un trabajo bien hecho tienes que hacerlo
tú mismo...
Asió a su hijo por el cuello con su zarpa derecha y se lanzó hacia arriba. Bentén
lo siguió chillando:
Pero él no fue muy lejos. Solo tomó altura suficiente y dejó caer al bebé. Yi cayó
como una piedra, y Bentén se lanzó tras él. Kuo fue más rápido. La retuvo entre sus
— Quieta. Volará, — dijo con calma. A pesar de sus palabras, Bentén sentía su
tensión y se dio cuenta que volaban muy cerca del bebé que caía. Y Yi captó la idea de
pronto. Aleteó desesperadamente al principio, para después, cansado, plegar las alas y
empezar a caer de nuevo. Una y otra vez, un poco arriba, un poco abajo... y de pronto
desplegó completamente las alas copiando a su padre, y planeó como él. En ese
— Síguenos, Myo, — dijo. — Ven, hijo mío, — invitó. Y batió alas enormes y
Yi lo seguía con dificultad. Era demasiado joven, y era su primer vuelo. Bentén
seguía a su hijo. Volaba en círculos a su alrededor, sin quitarle los ojos de encima.
— ¡Ey! ¡Espéranos! — gritó. Kuo los miró por sobre el hombro y su respuesta
— ¡Vuela! — rugió.
seguirlos, porque había estado encerrada por casi un siglo. Le dolía la espalda y el
pecho, y sentía calambres en las alas. Podía imaginarse que su hijo sentía lo mismo.
Pasaron por sobre una grieta de la cual soplaba un viento fuerte. Bentén fue
arrastrada varios metros lejos de su hijo, y dejó escapar un grito. Kuo volvió la cabeza y
— ¡Vuelen!
Ella continuó. Yi se las arregló para quedar al lado de su padre. Ella estaba
detrás. Sobrevolaron una pared de roca y se posaron sobre la cresta del precipicio. Las
tierras se extendían allá abajo, como un mapa: la ciudad de los dragones, las tierras de
cultivo, los bosques hacia el sur, y la línea brumosa del horizonte hacia el oeste.
— Hijo mío. Éste es tu Reino, a tus pies. Cuando tenía tu edad, el día que
— Yo... yo...
Bentén, todavía jadeante en el piso. — Pero creo que tu madre no podrá. Y tú estarás
cansado. Sosténte de mi espalda. Los llevaré a los dos, — dijo. No dijo que su padre
había dejado a su madre atrás, y que él, Kuo, había tenido que ir a buscarla en secreto
Cuentos de los Ryujin 1 124
Por Sandra Viglione
una semana más tarde. Ella nunca se había recuperado por completo. No le haría lo
mismo a Bentén. La aferró con delicadeza y voló hacia el castillo bajo un sol magnífico.
Cuentos de los Ryujin 1 125
Por Sandra Viglione
Capítulo 13.
Traidores y espías.
Mes a mes, y año tras año, Bentén fue ganando el derecho de caminar libremente
por el Castillo y sus alrededores. A veces olvidaba que no debía alejarse demasiado, y
esas veces, Kuo en persona iba tras ella y la traía de regreso, a veces sosteniéndola
amablemente entre sus garras, y otras arrastrándola del cuello o de la cola. La había
mordido muchas veces, y ella ya conocía los efectos de su veneno lo suficiente como
daba cuenta de la creciente libertad e independencia que Bentén estaba obteniendo. Los
sirvientes, todos ellos, preferían obedecer los pedidos de Bentén antes que las órdenes
de Kuo. Ella trataba de disimularlo, pero muchas veces ellos habían ocultado a Kuo sus
Aleena se transformaba en una hermosa chica dragón de color miel, un dragón de luz
dorada, casi como Mikori había sido. Bentén y Violeta no habían tenido necesidad de
ocultarla luego de que se transformara. Kuo la vio una o dos veces rondando las
habitaciones de Bentén, jugando con Yi. La miró con curiosidad y le preguntó a Bentén
Kuo frunció el ceño. Un dragón de luz dorada. Eso le recordaba algo... algo
profecía decía que de su propia familia, su propia sangre. Dorado, no de color miel.
Cuentos de los Ryujin 1 126
Por Sandra Viglione
— Crees que puedes casarlos, ¿no es así, Myo? ¿Y que tendrán al Dorado? Pero
ese momento los niños entraron y Kuo la soltó. No habían vuelto a hablar de la chica
Y los años siguieron pasando. Los cien años estaban terminando y Bentén
empezó a temer que Kuo reclamara otra nidada. Sentía que su actitud hacia ella estaba
Ciudad Central y no lo sabes? ¿Cómo puede ser? Cuando la tenga, su poder será mío,
— dijo.
Los golpes en la puerta habían sido suaves. Violeta estaba afuera con los niños.
Ambos en forma humana, habían estado jugando en los jardines, seguidos por Violeta.
todos estos años. La Guerra había incrementado su violencia hacía unos cincuenta años.
Ella se había acercado a Kuo, pidiendo más participación en la educación de Yi. Ella lo
habían disminuido. Había sido un alto precio para ella. Yi empezó a admirar a su padre,
y ella perdió influencia sobre él, aunque la ganó sobre el Tirano. La Guerra se había
suavizado.
Bentén asintió.
— Interviniste de una manera muy efectiva, pero hubo algo más que me han
— No lo sé. Pero quiere probarte. Te pedirá que veas al prisionero. Quiere ver si
Bentén lo miró un momento. Una extraña luz pasó por sus ojos. Ella respiró
profundamente y se levantó.
— Sí ¿Cómo lo sabes?
— Hemos estado hablando acerca de leer mentes recientemente, — dijo ella con
cabeza. Ella se había dejado el cabello suelto y le caía más abajo de la cintura. Sus ojos
brillaban desafiantes, con ese fuego indomable que lo había atraído desde el principio.
— Myo. Luces bien, — dijo desdeñoso. Hacía más de tres meses que no iba a
sus habitaciones. Pensó que ella vendría a las suyas... No lo hizo, pero el chico sí. Yi
había estado siguiéndolo a dondequiera que él fuese por años. Y él estaba complacido.
Su hijo. Yi era suyo más que de ella. En esto, él había ganado. Ahora miró a Myo
antiguo vecino tuyo... — dijo. — Vamos. — Había bajado del Trono y la tomó del brazo
por los guardias. Hizo un gesto autoritario, y los guardias abrieron la puerta.
El dragón se movió de nuevo sin una palabra, y las cadenas que aprisionaban su
cuello y patas fueron visibles para ella. No había separado sus ojos de ella.
— ¡Yi! ¡Alto! — Ella le tiró de la cola hacia atrás. — Nunca te lances contra un
— ¿Por qué? — quiso saber Yi, sorprendido. Eso no era lo que le habían
enseñado. Ella podía sentir la penetrante mirada de Kuo. No se perdía un solo gesto de
ella. No dudó.
Cuentos de los Ryujin 1 130
Por Sandra Viglione
Le retiró el collarete, pero dejó las cadenas de las manos y piernas. Lossar se transformó
había habido tono de respeto como él había esperado. Pero él había sido muy familiar
con ella. ¿Pertenecía ella a la Familia Real, quizá? Esto se volvía muy interesante.
dejará. — Kuo apoyó la mano en el hombro de Yi. En forma humana, tenía la apariencia
de un chico de unos diez años, ojos negros y cabello oscuro como su padre, pero su piel
era clara como Bentén y la familia de Wo. Ella y Lossar se veían pálidos y tensos en el
oscuro calabozo.
principio, ¿ya lo olvidaste? Y arqueros sobre los techos para vigilar que permaneciera en
el patio, noche y día. Ahora, ¿qué información quieres que obtenga de este hombre? —
dijo ella.
Lossar fuera un amigo en un banquete. — Bien, él no quiere reconocer estos objetos que
Un sirviente trajo una bandeja cubierta y se retiró con expresión asustada. Kuo la
descubrió.
encuentran.
del Viejo Reino. La Corona de las Tormentas, robada al padre de Lossar; el Cetro de las
Rusk; los siete Cetros de los Vientos, la herencia de los hijos de Mikori... Bentén miró a
Lossar y luego a Kuo. El Cetro del Trueno y el Relámpago (el cetro de Lossar) no
estaba allí. Él también había sido traicionado, pero no había vendido su parte. Y Lossar
vio que el cetro de Bentén, el Cetro de las Aguas tampoco estaba allí. Él supo que podía
confiar en ella.
— Éstos son los símbolos del Viejo Reino, lo sabes. Todos presenciaron el
Reparto hace cuatrocientos años. El Rey Missar recibió la Corona de las Tormentas, la
Princesa Melori, Reina del Mundo Submarino recibió este Cetro para mantener
apartados a los demonios de las profundidades, y los demás recibieron los otros... —
ella señaló los símbolos desde lejos, sin tocarlos, pero aún así, centellearon y brillaron
que sí significarían más batallas. Responder que no significaría la muerte para los dos.
había llamado al Rey por su nombre. Sólo la Familia Real... Kuo reprimió una sonrisa, y
lo que le dijiste, por favor. — Su tono había sido hipnótico, relajante, tranquilizador... Y
apoyó la mano en el hombro de Lossar, como había hecho la víspera del exilio. Lossar
inclinó la cabeza.
— Tuve que decirle acerca de la Joya de los Reyes, ahora en manos de la nueva
de sorpresa cruzó los ojos de Lossar, y no pasó desapercibido para Kuo. — Confía en
cayó sobre sus rodillas, abrazando su cintura. Ella lo abrazó y se tambaleó en dirección
al catre.
de Lossar. Kuo miró a la pareja por un momento. Ella había empezado a murmurar
había prohibido mucho antes de su nacimiento. Sólo sus espías y los rebeldes lo
hablaban. Ahora Lossar, el traidor se había acurrucado contra ella y hacía unos ruidos
estrangulados que ella parecía entender. ¿Debía confiar en ella? No. Seguro que no.
Pero de todas maneras se retiró del calabozo con su hijo, y esperó afuera, después de
lenguaje.
Cuentos de los Ryujin 1 133
Por Sandra Viglione
Una vez que los guardias estuvieron afuera, Lossar dejó de actuar. Le hizo la
reverencia debida y le contó en un susurro bajo que había fingido convertirse en traidor
para entrar en las fuerzas del Tirano. Su plan era, una vez infiltrado, seguir y minar el
poder del Tirano, y si fuera posible contactar a los rebeldes y ayudarlos. Por esta razón
él había pasado realmente información acerca de los viejos símbolos. Había esperado
— Fui capturada, — dijo ella brevemente. — Empollé para él... dos huevos. Él
sólo conoce a Yi. Aleena nació con forma humana... Pero ninguno de ellos es dorado.
nosotros.
pronto. Llevarás de regreso tu herencia y los otros símbolos a mi padre... mi tiempo aquí
estado enferma. Bentén sigue perdida, nadie la ha visto o sabe dónde está ahora. Están
Cuentos de los Ryujin 1 134
Por Sandra Viglione
pensando en otro de los príncipes o princesas para suceder al Rey a pesar de la Joya de
los Reyes... — dijo. Pero él la había aferrado por el codo y la miraba fijamente, como si
— Los cien años no pasaron todavía... — dijo ella. Él la arrastró a las escaleras,
Yi miró a su padre y pestañeó. Abrió la boca para decir algo, pero Violeta lo
arrastró afuera.
— Sh. Vamos al patio. Tengo algo que mostrarles a los dos, — murmuró
apresuradamente. Echó una mirada preocupada sobre Bentén, pero ella había liberado
Aleena también la miró preocupada. Pero no dijo nada. Temía mucho a su padre.
— Los cien años no han pasado. ¿Qué quieres de mí? — dijo ella.
— Ah... ¿El nido, quieres decir? ¿Sabes? Ya no lo necesito. Los cien años de
Myo pueden no haber terminado, pero los años de Bentén acaban de iniciarse. Hoy me
he dado cuenta porqué es que mis mejores espías no la encontraron en casi un siglo...
Capítulo 14.
La huida.
Era medianoche. Kuo estaba todavía sobre ella, y la única cosa que lo había
calmado y hecho dormir era el fuego de Aleena. Bentén gateó de debajo de su garra y él
murmuró en sueños.
Un marido que ella no había pedido, pero que no pudo rechazar. Sacudió la cabeza
pensando en abandonarlo para siempre, experimentó una extraña sensación. Miró a Kuo
de nuevo, reuniendo cada brizna de odio que pudo y entonces salió por el pasaje secreto
Ella había ido silenciosamente al calabozo y había ordenado a los guardias que
le abrieran la puerta. Lossar había mirado con un ojo medio cerrado cuando le pidió al
guardia que entrara con ella. Ella sopló fuego desde atrás, súbitamente, y Lossar desde
el frente. Atrapado entre los dos fuegos, el guardia cayó sin sentido. Ella liberó a Lossar,
— Él se dio cuenta. Tengo que poner los últimos huevos... — murmuró ella.
El Salón del Trono estaba vacío cuando entraron. Un profundo silencio pesaba
sostuvo en alto, y un rayo de luz les mostró la dirección. Bentén avanzó hacia allá, y en
Tormentas sobre la cabeza de Lossar. Las joyas destellaron cuando ella las tocó, como
habían hecho en el calabozo. Tomó los otros símbolos y los puso en una bolsa. Luego
— Ah... Debo hacerlo, — gimió. Pero una luz extraña brillaba en sus ojos. Se
arrastró en forma de dragón hacia el Trono y se acurrucó sobre él. Estuvo allí un rato,
tan antinatural.
— Están vacíos, — dijo ella. Y con un repentino golpe de cola mostró lo que
quería decir. Las cáscaras se rompieron, y no tenían nada dentro. Ni siquiera clara o
yema. Los pedazos rotos quedaron ahí y Bentén se transformó de nuevo en humana sin
mirarlos siquiera.
— Hemos soportado su furia antes. Si nos vamos, ¿quién evitará que borre cada
límites.
Como si fuera una respuesta, un rugido terrible desgarró la noche. Una bola de
distraeremos.
desconfianza.
desplegó sus rojas alas y se levantó hacia el cielo, seguida por Lossar.
— ¿Adónde?
— Al norte.
El ruido era fuerte, pero el griterío en los patios y en el Castillo lo disimuló. Muy
pronto sólo vieron la luz de la luna llena centelleando sobre los campos, y los ruidos
desaparecieron en la distancia.
Cuentos de los Ryujin 1 139
Por Sandra Viglione
Habían volado casi seis horas antes de la primera parada. Bentén y Lossar
Luego se acurrucaron alrededor de los niños, cada uno apoyando la cabeza en la cola del
Yi lo miró desconfiado.
— Porque soy Bentén, próxima Reina de los Ryujin, y no una simple campesina
Ella se preguntó de nuevo cuánto podría entender Yi. Ella misma, habiéndose
necesidad de él... Sintió los ojos de su hijo clavados en ella. Estaba tratando de leer en
Bentén asintió.
Esperaba más preguntas, pero Yi estiró su cuello color jade sobre ella y cerró los
ojos.
— ¿Nos verá?
— No. Pero... puede sitiarnos. No puedo protegerte, mi Reina, pero puedo darte
tiempo...
Bentén la abrazó.
— ¿No lo es? Le dije a los espías donde podían encontrar los símbolos. Sólo
fueron incapaces de entrar en los feudos de Mikori y Mohr. Cuando todos los lugares
— No puedo protegerte, Bentén. —Le mostró sus garras, que había estado
muñones.
también conocía a Kuo, y sabía que esa era la reacción más probable de su parte. Pero
— ¡Yi! — Su aullido fue ahogado por la rápida mano de Lossar sobre su boca.
— ¡Yi!
— Yi...
— ¿Cómo...?
Yi había arrastrado silencioso a través de los arbustos y había llamado desde otro
— Está loca, padre. Fue hacia el sur... No pude seguirla. Dijo que volvería por
Kuo lo miró, sosteniendo su mentón para mirarlo a los ojos. El silencio se hizo
pesado. Okho, el Mensajero había posado cerca de ellos, a una discreta distancia.
— Ven, chico. Te llevaré a casa, — dijo la voz de Kuo. El batir de alas ahogó el
gemido de Bentén.
Un día y una noche habían pasado, y Bentén todavía temblaba bajo los efectos
del veneno.
preguntó. Lossar la miró. Ella era una chica inteligente, sin duda.
El bote se mecía suavemente sobre las olas. Ella reexaminó por centésima vez
Primero, este primo Lossar... De alguna manera, había puesto a su padre sobre la
todos los reinos libres de los Dragones. Su padre había atacado a su madre y ella había
tenido que huir. Ella los llevó a ella y a su hermano consigo. Su padre los había
hizo. Amaba a su padre... Y su padre a él. Por dos días ella esperó, pero a medida que se
alejaban del lugar donde lo habían dejado, ella perdió toda esperanza de volver a verlo.
uno y a otro, se dieron cuenta que la villa era reciente, habían llegado hacía unos
cincuenta años solamente. Era mucho tiempo para la gente de allí, pero apenas un abrir
y cerrar de ojos para los dragones. Compraron un bote, y desde los muelles, Aleena
lanzó el hechizo para protegerlos. La gente creyó que los saludaba, y la despidieron
no se había recuperado todavía. Se estaba tomando mucho tiempo para hacerlo. Así que
tomó una decisión. Lo hizo cuando Lossar estaba dormido sobre el timón. Había
como un aura. Y no quería que la vista de la Joya las privara de la única ayuda con la
que contaban.
Cuentos de los Ryujin 1 144
Por Sandra Viglione
brilló blanca e intensa en señal de reconocimiento. Sangre real, aunque no fuera Reina.
luces. Una mujer bajó las escaleras. Aleena la miró asombrada. Era hermosa. Cabello
largo y negro, dulces ojos oscuros y una sonrisa amable. Se presentó como Mikori,
Ella habló con una voz suave como la brisa. Aleena apenas entendía lo que veía.
La mujer rozó apenas la vela del barco, y la tela cambió en seda púrpura que se hinchó
perlas. Un bote plateado que despedía un suave resplandor al deslizarse sobre las aguas.
Se llevó a Lossar con ella, y le dijo a Aleena que no se preocupara. Todo saldría bien.
Lossar sería restaurado, y ellas... seguirían su camino, dondequiera que condujese. Todo
saldría bien, repitió con suavidad. Apoyó una mano suave sobre su cabeza, y Aleena se
sintió soñolienta. Se durmió con la imagen de esa mujer todavía en los ojos.
Cuentos de los Ryujin 1 145
Por Sandra Viglione
Capítulo 15.
Kiyomori.
vela de satén escarlata. La misma brisa se había detenido. Los hombres dejaron los
remos. Había una extraña calma todo alrededor, una calma y un silencio que
Capitán se asomó sobre la borda. El bote parecía hecho de conchas marinas y tenía el
brillo nacarado de las perlas. Era una joya más que una embarcación. El transporte de
una Reina... o de una Diosa. Dos figuras yacían envueltas en la misma manta
expectativa casi mágica. Kiyomori no dudó. Saltó sobre el pequeño bote. Oyó las voces
de sus hombres, gritándole que no lo hiciera, pero no pudo contenerse. Era como si sus
sentidos hubieran sido bloqueados por un hechizo. Avanzó hacia las figuras y las
La chica abrió la boca, pero no dijo nada. Retrocedió asustada hacia la segunda
momento no pudo decir nada. La segunda figura era una mujer. Una mujer tan hermosa
que quedó mudo por el momento. Estaba desmayada, y no se atrevió a tocarla. No podía
Cuentos de los Ryujin 1 146
Por Sandra Viglione
sacarle los ojos de encima. Fue el griterío lo que le hizo volver en sí. El bote se estaba
desvaneciendo, y él sintió que el agua le mojaba los pies. Miró alrededor confundido.
Entonces levantó a la chica y la entregó a las varias manos extendidas hacia ellos. La
chica fue izada y puesta a salvo justo a tiempo. El bote se había desvanecido, y la
hermosa mujer se hundía sin remedio. Todavía estaba sin sentido. Kiyomori se zambulló
Debía ser un truco de las algas o la sal en sus ojos, porque hubiera podido jurar
que la forma de mujer cambiaba bajo las aguas, como si se transformase en otra cosa.
No prestó atención, ni siquiera a las sombras como serpientes que huían y se ocultaban
en las profundidades verdes. Una, dos, tres brazadas y la alcanzó. Parecía no respirar.
arrastraba a la mujer con él. Los hombres les echaron una cuerda y los trajeron de vuelta
a la embarcación.
La chica corrió hacia la mujer, soltándose de las manos que trataban de retenerla.
tripulación.
No vieron el fuego, pero Kiyomori podría haber jurado que él sí lo había visto. De todas
maneras, la mujer se movió, pestañeó y abrió los ojos. Su expresión fue de terror.
Abrazó a la niña contra ella, protegiéndola, miró a la tripulación con ojos llenos de
fuego.
— ¿Cuál es tu nombre?
— ¿Y el de tu madre?
— Ella está... enferma. Tenemos... tenemos que cruzar este estrecho y llegar a
Pero el bote mágico... Había un sinnúmero de preguntas que le hubiera gustado hacer,
— Muy bien, señoras. Debemos cruzar estas aguas de todas maneras, y ustedes
Los hombres asintieron. La desaparición era demasiado increíble como para ser
molestará allí.
Le indicó a uno de los marineros que condujera a las damas a sus propias
El tiempo había sido increíblemente apacible desde que estas mujeres habían
de las olas. De vez en cuando, levantaba la mano y saludaba a las gaviotas, y se volvía
Cuentos de los Ryujin 1 148
Por Sandra Viglione
para sonreírle a su madre. La madre no había hablado aún. Se limitaba a agradecer por
las comidas con una inclinación de cabeza, y vigilaba celosamente sobre su hija.
Kiyomori no había visto la más leve sombra de una sonrisa en ese hermoso rostro,
curvando esos labios de miel, tiñendo de rosa esas mejillas pálidas como la luna. Miraba
a esa mujer, y ella todavía le quitaba el aliento cada vez que la veía sobre la cubierta.
Este viaje parecía haberse vuelto mágico, pensaba a veces. Había esperado poder
hablar con esta mujer, Bentén, pero ella no había permitido que nadie entrara al
camarote, ahora su dominio. Los hombres le echaban miradas fugaces, casi temerosos
de su figura de mármol y su belleza distante. Ella no les había hablado. A veces, por la
noche, Kiyomori había oído una suave voz de mujer respondiendo a la de la chica en un
susurro. Había escuchado a la chica cantando y tarareando en voz alta, tarde por las
Ahora vio a la chica enderezarse y mirar hacia el este con el ceño fruncido. Miró
madre. Kiyomori las oyó susurrar y las vio entrar en sus habitaciones. Subió a la
cubierta principal y escrutó el horizonte. Una lejana y débil niebla lo empañaba, pero
eso no podía significar más que lluvia para mañana o algo así. ¿Qué podía haber visto la
chica?, se preguntó. Pero dejó las preguntas para la semana entrante. Cuando llegaran a
puerto, y él retomara sus tareas como Señor de la Provincia, la mujer y la chica estarían
media hora más tarde. Se volvió hacia él con una sonrisa cortés y se inclinó, respetuosa.
— Señor...
Cuentos de los Ryujin 1 149
Por Sandra Viglione
— ¿Qué tiene?
nuestro escondite...
gente. Era un chico, casi un bebé para las cuentas de los Ryujin, pero ella lo percibía
momento de duda y se volvió para irse. Él no agregó nada. Tenía muchas cosas que
considerar. Huir de un marido, más que eso de un Tirano, un Rey, era una grave felonía.
Podía significar la muerte para cualquiera que ayudase a las fugitivas. Pero... el bote de
conchas marinas y perlas desvaneciéndose en las aguas... No eran mujeres comunes. Por
lo tanto, quizá tampoco fuera un Tirano común. Kiyomori miró a la chica pasando entre
los remeros. Se detuvo junto a Akhu. Él tenía desde hacía mucho una fea herida en el
Cuentos de los Ryujin 1 150
Por Sandra Viglione
hombro, que nunca habían podido sanar. La chica miró la costra por un instante y posó
la mano en el hombro del hombre. Kiyomori vio que Akhu se estremecía y miraba
sobresaltado a la chica. Luego ella siguió hasta su lugar favorito en la proa. Sus risas
limpio.
hombro... — Se miraron el uno al otro y la misma idea apareció en sus mentes. La chica
Era de noche. El barco se sacudía violentamente con las olas. Los golpes en la
estaban ya vestidas.
Kiyomori la siguió.
Pero mientras que él tenía que gritar a toda voz para hacerse oír y sostenerse de
las cuerdas para no ser barrido por las olas, ella caminaba tan fácil y libremente como si
hermosa en la proa del barco. Levantó la mano y pronunció una invocación. Las
Bentén las había pronunciado, aunque nunca las pudo repetir en voz alta después de ese
Cuentos de los Ryujin 1 151
Por Sandra Viglione
Kiyomori vio un Cetro. Bentén habló otra vez, en ese desconocido lenguaje, y chispas
enorme, fantástico, venía por ese camino. Un dragón amarillo verdoso, saliendo de las
Más chispas habían formado un sendero hacia las nubes, y también de allí otra
forma enorme y maravillosa se acercaba. De hecho eran dos formas. Un dragón blanco
plateado, y uno verde azulado. Aletearon un momento, y al igual que el otro, se posaron
sobre la cubierta y se transformaron en una pareja: un hombre con corona, y una mujer
— Las necesito, hermanas... y a ti, sobrino. Viene tras de mí, y necesito que
cubran mi rastro y luchen con él... — dijo. — Melori, Reina del Feudo Submarino,
llevarás esta nave y nos ocultarás... Mikori, Reina de los Vientos, tú enviarás a tus
Tormenta y del Trueno... Soplarás esta tormenta encima de ellos para hacerlos
retroceder...
El dragón verde amarillo se había quedado cerca. Voló en círculos alrededor del
barco y lo hundió envuelto en una burbuja bajo las aguas turbulentas. Kiyomori vio
conducidos hacia las profundidades del mar. Perdió la noción del tiempo y del lugar.
Cuentos de los Ryujin 1 152
Por Sandra Viglione
***
El mar estaba calmo como un plato. El sol se reflejaba en las aguas a medida que
jugando con la espuma y las gaviotas. Tres días habían pasado en silencio a bordo, y los
recuerdos confusos del tiempo que habían pasado bajo el mar mantenía a los marineros
silenciosos y desconfiados.
tripulación no la había visto como Reina de los Dragones, pero él sí. Su memoria no
había sido tocada. Él había visto la provincia de Melori y todavía estaba asombrado de
su belleza y armonía. Cerrando los ojos, podía ver todavía el magnífico palacio, sus
salones, sus luces tenues y sombras verdosas, sus columnas de madreperla, su trono de
perlas y nácar, puertas de concha, sus corrientes sinuosas y sus algas vacilantes... Sólo
tenía que cerrar los ojos para estar ahí de nuevo, nadando y flotando de la mano de
Bentén.
lugar seguro. Y recordó la isla. Así que puso proa al noroeste, hacia la isla donde el sol
poniente ardía rojo y los amaneceres eran de fuego. Desde hacía mucho tiempo los
hombres la llamaban la Isla del Fuego, y pensó que sería el lugar más apropiado para la
Señora. Ordenó que bajaran el bote. Bentén y Aleena bajaron con él. Remó él mismo
hacia la playa dorada. Era casi el atardecer y ya la penumbra cubría la playa cuando
desembarcaron. Los árboles del bosque crecían casi hasta el mismo borde del agua. Un
grupo de ciervos se les acercaron sin miedo. Bentén los miró un momento con una
Cuentos de los Ryujin 1 153
Por Sandra Viglione
sonrisa. Luego tomó la mano de Aleena. Miró hacia las colinas donde el sol se había
— Gracias, mi Señor.
Kiyomori la miró, pero ella ya no estaba allí. Dos nuevos ciervos, uno de ellos
rojizo como el vestido de Bentén y el otro color miel, como el de Aleena, trotaban hacia
Capítulo 16.
La vida en la isla de Miya-shima había sido pacífica. Aleena pasaba sus días
derrotado... — Ella nunca terminaba esa frase. Aleena sabía que todavía temía a Kuo.
Su última noche como dragón había sido aterradora. Su madre no hablaba de eso, pero
Ella había visto a los hombres (humanos) alcanzando la playa dos años atrás y
descargar materiales. No se lo había dicho a Bentén. Ella habría conjurado una tormenta
secreto de los bosques. Pero Aleena deseaba compañía. Aún compañía humana, eso era
mejor que nada en absoluto. Así que había ocultado a los humanos y sus actividades de
Bentén. Al principio había pensado que pretendían construir una villa. Pero no encajaba.
Los materiales... maderas blancas y rojas, mármol rojo y verde, tallado para simular
ahora, luciendo algo más canoso, pero con el mismo porte de siempre. Se le acercó con
Pero lo había hecho. Por más de un año más ella había ocultado las actividades
humanas en la isla. Siempre que Bentén miraba hacia la orilla ella la llevaba a dar un
buen paseo, o una larga caminata por los bosques que cubrían las colinas. Hasta una
noche...
Una dulce noche de verano cubría de azul los bosques. El aire olía a flores, y las
estrellas brillaban arriba, en el cielo. Aleena había ido a volar en la orilla opuesta, entre
águila y volaba enloquecida de uno a otro lado, jugando con el viento. A veces Bentén
pensaba que debería permitirle que tomara forma de dragón, pero... nunca se atrevía.
Kuo no estaba suficientemente lejos. Podía oler su odio desde aquí. Y haber perdido a
Yi, aunque necesario, había sido demasiado para ella. No podía soportar perder a
Aleena. Así, año tras año, había pospuesto la decisión, y continuaron de la misma
manera, y una docena había pasado antes de que se diera cuenta. Ahora miró hacia la
este lugar. Ella había cedido a su ruego, y en un momento de debilidad había creído en
su palabra. Pero el resto de sus hombres deberían haber olvidado todo lo que habían
había prometido no decir nada a nadie, y no regresar jamás. Había prometido mantener
el secreto y protegerlas, a ella y a Aleena, por tanto tiempo como su familia perdurase.
Era un corto tiempo, porque los humanos vivían tan poco. Quizá él pensó que ellas
habían muerto. O quizá otro grupo de hombres había encontrado el camino hacia la isla
La playa estaba desierta cuando ella llegó. Escuchando con toda su atención sólo
olfateando desconfiada. Sentía los aromas de las distintas maderas, y el perfume salado
del océano, y un perfume suave y dulce, como incienso. No había olor a humanos.
Las olas lamían los escalones de la entrada. El patio frontal estaba ya inundado,
y las puertas abiertas. La brisa la empujó un poco para que entrara en ese lugar, y ella
al mar tras ella, pronta para huir tan pronto como oyera cerrarse las puertas a su espalda.
Caminó tensa hasta el centro del salón. Y entonces, lámparas flotantes, velas encendidas
La sorpresa la hizo tomar forma humana. Miró alrededor con asombro. Este
templo era una copia del Palacio Real de Melori, con verdes algas talladas en mármol
alrededor de las columnas, el reflejo del agua atrapado en las pulidas superficies, el
suave toque de las olas acariciando sus pies con cada embate de la marea. Se volvió en
redondo, suspirando y sonriendo a cada detalle Y alguien encendió las antorchas junto al
trono.
pasado, y ella tenía la misma asombrosa belleza que él había visto cuando la encontró
Ella sonrió. Él intentó encender las antorchas para iluminar el salón, pero ella lo
— No. Esto requiere de otra clase de fuego... — dijo. Y él presenció otra vez la
extraña danza y la antigua invocación, y cuando ella levantó la mano, el aire se llenó de
aguas, dándole al lugar un aspecto magnífico y mágico bajo la noche que se asomaba.
— Estoy muriendo, mi Señora. Y no quería dejar este mundo sin verte una vez
más.
— ¿Muriendo, mi Señor? Sé que los humanos viven pocos años. Ustedes son
ancianos mientras que nosotros somos todavía niños... pero... No eres lo suficientemente
viejo.
Kiyomori suspiró.
te diría esto, mi Reina... Y ahora, no sé qué decir... — Él había estado mirándose las
manos, que tenía juntas sobre la mesa. Bentén apoyó las suyas sobre las de él.
manteniendo esta isla en secreto. No te negaré nada que me pidas, aún cuando trajiste
— No regresarán. Retuve el mapa y la brújula, y ellos son gente leal que juró
mantener el secreto... Los necesitaba para construir tu Templo... Es un regalo para ti.
Kiyomori se levantó.
para verte una vez más antes de morir. Llevaré tu imagen en mi mente, y mientras
que desembarque. Tú guardarás a mi gente del Tirano que nos acosa con tormentas de
— ¿Por qué dices que estás muriendo, mi Señor? — preguntó ella. Este
hombre... Este hombre era un mortal, pero tenía un fuego en su alma que ella no podía
resistir.
vieja tripulación y yo. Buscaremos al demonio que causa las tormentas y lo mataremos
Cuentos de los Ryujin 1 159
Por Sandra Viglione
si es posible. Sólo yo sé que él es tu Tirano, y que esta hazaña significará la muerte para
todos nosotros.
Bentén se había levantado, y él la abrazó por la cintura. Ella cerró los ojos.
La mañana era brillante y el sol lucía en todas las ventanas. Kiyomori salió de la
— Mamá fue por el desayuno. Puedes ir a buscar agua, nuestras reservas están
escasas.
Así diciendo, le colgó un balde de cada mano y lo empujó hacia la parte de atrás
¿¡cómo pudiste!?
mamá? ¡Por favor! Hace ciento cuatro años que no tenemos algo decente para
almorzar...
— Ya lo veo... Bien, soy el niño aquí. Cuarenta y dos. Así que tendrán que
mimarme, — dijo de buen humor. Bentén se rió. Y Aleena sonrió. Nunca había oído a su
Esa noche, Bentén había bajado al iluminado Templo con Kiyomori. Había
danzado para él en el desierto salón, bajo la mágica luz de las antorchas y los suaves
hecho sentar en el trono, y cuando la danza terminó, se acercó y se sentó a sus pies,
apoyando la cabeza en sus rodillas. Miraron levantarse la luna desde el oscuro mar, y su
brillo tiñendo de plata la cresta de las olas; y el Ojo del Dragón, la gran estrella,
siguiéndola.
— Mi Señora, mi Reina...
— Debes ir y cuidar de tu gente, — dijo ella con calma. — Pero cada vez que la
luna brille en este color... cada vez que el Ojo del Dragón brille a su lado como hoy,
Kiyomori no dijo nada. Sabía que no podía permanecer a su lado sin ser
Él se levantó. Algo se movía bajo las aguas. Algo que brotó frente a Bentén, y
Kiyomori volvió a ver a la mujer de verde claro que había visto una vez en la cubierta
de su barco.
reverencia, pero luego miró alrededor y sonrió. Dijo algo que hizo sonreír a Bentén.
— Este mortal lo diseñó... para que los otros no olvidasen. Melori, Reina del
Feudo Submarino... Quiero que tus sirvientes cuiden de su flota. Ninguna de sus naves
debe hundirse, ninguno de sus marineros debe ahogarse... Él luchará junto a nosotros
contra el Tirano.
Melori hizo una reverencia, y retiró un cristal que pendía de una cadena de entre
— Esta joya gobierna las mareas. Nunca encallarás, ni serás arrastrado por
sonrieron la una a la otra. Y esta nueva mujer también hizo una reverencia a Bentén.
— Mi hermana, Mikori, Reina de los Vientos. Quiero que tus sirvientes cuiden
de este hombre y su flota. Deben encontrar siempre vientos favorables para regresar a
Mikori se inclinó y ella también sacó un cristal de entre sus ropas. También lo
— Esta joya comanda los vientos. Serás capaz de navegar tan rápido como si
Una tercera cosa venía de las aguas, centelleando con la luz de la luna. Un
puñado de luces, como luciérnagas gigantes, que formaron un camino bajo las aguas, y
una tras otra subieron hacia la superficie. Las aguas se separaron, y Kiyomori vio una
— Debes irte esta noche, mi Señor... — dijo Bentén. — Pero recuerda: cuando el
Ojo del Dragón brille como esta noche, esta misma nave te estará esperando para traerte
a mí.
decir palabra.
Cuentos de los Ryujin 1 163
Por Sandra Viglione
Capítulo 17.
La Serpiente Blanca.
Diecisiete años más de guerra habían pasado lentamente. Los chicos corrían con
Aleena en el bosque. Bentén los miró un momento con una sonrisa. Diecisiete años...
Habían pasado como un suspiro para ella. Pero no para Kiyomori y sus hijos.
— ¡Mamá! ¡¿Qué te pasa?! — había preguntado Aleena un día, once años atrás.
tú.
— Pero yo no soy medio humana, — dijo Aleena. Era la primera vez que se
— No. Pero fuiste concebida en forma humana... así que tienes mayor afinidad
por esa forma. Cuando tengas tus hijos, algunos de ellos nacerán con forma humana,
también...
— Será humano. Quizá adquiera alguno de los poderes de nuestra gente, pero...
madre no le permitió preguntar quién criaría a este bebé: ¿ella o su padre? Kiyomori
vivía en otra isla, siempre ocupado con la guerra y la sucesión. Estaba más viejo ahora,
Tres años después del nacimiento de Kiyomoto, Bentén dio a luz a una niña,
Aliko. Kiyomori estaba complacido. Su única queja era no poder vivir todos juntos. Y
rodaban por la colina luchando, y una bocanada de fuego hacía que Bentén corriera
afuera para verificar que ninguno estaba herido. Aliko era más tranquila. Se parecía más
a Saris, pensaba Bentén. Y el intenso deseo de ver a las mellizas se apoderó de ella.
estanque redondo que se derramaba en una pequeña corriente. Levantó la mano para
tomar el Cetro de las Aguas, y tocó la fuente con la joya de su extremo. Una risa llegó,
mezclada con el sonido de las aguas, y la cara de Vasti se asomó en la cascada. Bentén
— ¡Hermanitas!
empezó Vasti. — ¿Cómo están tus niños? ¿Por qué no llamaste antes? Y tu esposo
mortal, ¿dónde está? — Cuando Vasti empezaba, no acababa. Bentén miró a Saris.
— ¿Igual a qué? ¿Qué estás insinuando, hermana? Podrás ser la Reina, pero si
Bentén se rió.
Los chicos están crecidos. Los bebés humanos crecen muy rápido. Kiyomoto tiene once,
Cuentos de los Ryujin 1 165
Por Sandra Viglione
y Aliko ocho. Él tiene el aspecto de Aleena. Y Aleena está impaciente por conocer a
nuestra gente.
— Nunca entendí porqué insistes en permanecer ahí tan lejos... — agregó Vasti.
villas una tras otra. Los Señores menores han sido borrados, la mayoría muertos, y
algunos se pasaron a su lado. Reunimos a los sobrevivientes, y les dimos refugio. El año
pasado, para la Fiesta de la Primavera, fue sobre la Tierra Jardín. Los vigías de Mohr
Vasti se apartó para permitir que Bentén viera las imágenes en el agua. El
horizonte en llamas, y las estrellas que se apagaban a medida que el humo avanzaba
sus hijos entre sus garras para huir desesperados. Mohr se levantó. Popolik, su esposa
estaba junto a él. Él levantó el Cetro del Fuego, y una pared de lava se levantó entre
ellos y sus enemigos. Bentén vio a Mohr volviéndose a Popolik, y adivinó que le decía
que se pusiese a salvo. Ella asintió con sonrisa dulce, y se transformó. Su castaño
Cuentos de los Ryujin 1 166
Por Sandra Viglione
cuerpo de dragón se elevó en el aire, pero Bentén la vio ayudando a la gente. Una y otra
vez Mohr le gritó que se fuera. Él también se había transformado, y ahora sólo su largo,
enorme, poderoso, hermoso cuerpo de serpiente evitaba que la lava desbordada inundara
la isla. Sus escamas se incendiaron. El fuego de la Tierra era más poderoso que el fuego
— Fui con Akunave para traer a la gente de regreso. La lava había formado un
anillo, una pared separando el lago interior del mar afuera. Encontramos un árbol
extraño en la pared de lava... un árbol petrificado, pero le habían brotado flores, flores
— Ella se zambulló en la lava para morir con él. La escuché muchas veces decir
— Así que Mohr está perdido. — Ella cerró los ojos otra vez para apartar las
lugar en el cristal...
cristal mágico. Ella tenía antigua sabiduría y maravillosos poderes. Bentén conocía muy
Cuentos de los Ryujin 1 167
Por Sandra Viglione
bien ese espejo de hielo. Ella había mirado en él, una vez, cuando era una niña traviesa
y orgullosa, y creía que el mundo se doblegaría ante ella. Había visto cosas que no había
querido creer entonces, y nunca le había contado a nadie lo que había visto allí. Era
demasiado... No. Era un destino que debía combatir. Demasiadas cosas habían pasado
que la habían acercado a ese destino, y ella no quería pensar en eso. Estaba a salvo aquí.
— Ella encontró una tierra escondida en la nieve. Rusk dice que puede levantar
— Akunave dice que puede usar el Cetro de su padre para calentar el corazón de
también está cerca, aunque su gente está dispersa bajo los mares. Mis niños irán con su
padre. Es tiempo de que crezcan como humanos. Había pensado en ir con ellos, pero...
— No, Bentén. Hay algo oscuro en él. Puedo sentirlo, pero él no quiere hablar de
eso.
Bentén hizo una mueca. Ella sabía lo que era. El terrible fuego de Kuo
potenciaba el no menos terrible fuego de Lossar. Habían nacido para la guerra, y no era
sólo el salvar a los Ryujin lo que movía a Lossar. Verdaderamente disfrutaba la campaña
su afrenta.
— Está bien, Reina de los Ryujin. Haz tu voluntad, — dijo Saris con una
reverencia.
— Nuestra gente seguirá vigilando desde cada arroyo y fuente, — dijo Vasti.
Bentén se inclinó y las caras se desvanecieron en las aguas. Mohr estaba muerto. La
Guerra continuaba, cada vez peor. Suspiró y se lavó la cara en el claro estanque.
escapar de sus obligaciones en este rincón del mundo, pero sus obligaciones la habían
La nave mágica se llevaba a los niños. Bentén siguió sacudiendo la mano por
largo rato. Habían sido tres días de fiesta, y al fin, Bentén les había dicho a los niños
que irían con Kiyomori. Kiyomoto y Aliko quedaron atónitos, y luego empezaron a
saltar y a gritar de alegría. Luego, poco a poco, se dieron cuenta que su madre no
vendría, y la abrazaron.
— Aleena vendrá a visitar a la tía Mikori y a la tía Melori... La tía Melori tiene
— ¿No se quedarán aquí? ¿Por qué no podemos estar juntos? — preguntó Aliko.
Bentén suspiró. Miró a Kiyomori. Él lo había entendido y aceptado hacía tiempo sin
— ¿Y Aleena?
— Muéstrame, — pidió.
— Está bien. Verás el cuerpo en el cual nací cuando dejen de ver esta tierra.
Entonces, desde el barco, miren hacia aquí y me verán elevándome y volando alrededor
dijo suavemente. — Iremos a la Ciudad del Aire, a la tierra de Mikori primero. Veré a
Ella asintió con una sonrisa, pero sus ojos estaban llenos de fuego cuando dijo:
Guerra parecía ser la Maldición de los Ryujin. Cuarenta años más, acampando aquí y
presentar batalla cuando no estaba listo, golpeando una y otra vez... siempre
distrayéndolo de los campesinos que huían, ya fuesen de una u otra especie. Los
Kiyomori tenía noventa y nueve años para este momento. Estaba envejecido, y la guerra
palacio de Melori. Había ido allí para encontrarse con sus padres. La reunión había sido
más emotiva de lo que ella había esperado. De alguna manera sabía que no los vería de
Kiyomori estaba muriendo. Bentén se apresuró a su lado. Yacía en el Templo. Sólo sus
hijos estaban junto a él, la isla estaba prohibida a todos los demás.
Bentén salió del mar junto con la marea, y entró en el Templo con las primeras
olas. Los niños — un hombre y una mujer, ya no más sus bebés — se volvieron hacia
ella. Ella no dijo nada. Pasó por el salón oscurecido y fue directamente hasta su esposo.
— Mi Reina... Siempre tan... hermosa... — dijo él. Sus ojos estaban un poco
pero se quedó sin fuerzas. Ella le levantó la mano y apoyó la mejilla en ella. Él sonrió.
Abrió la boca para decir algo más, y sus labios se movieron un poco. Sólo Bentén leyó
abrazándolo.
Y se inclinó para besarlo en los labios. Un beso de fuego. Las llamas y el humo
Con los años, ella había llegado a aceptar el hecho de que su madre fuera dragón, pero
al principio había sido muy difícil. Se había volcado a su padre, y él la había protegido
hasta que se casó. Había sido más sencillo para Kiyomoto. Había sido entrenado como
soldado y como gobernante. Heredaría (de hecho ya lo había hecho hacía casi veinte
años) la Provincia de su padre. Había sido aclamado como Señor veinte años atrás.
¿Qué le quedaba a ella? Y Aleena. Ella heredaría el reino y el linaje de los dragones...
vio enderezarse a su madre con la cara surcada de lágrimas. El cadáver de su padre era
ahora un puñado de cenizas, y ella sopló suavemente sobre ellas. Las cenizas volaron y
— Aliko, hija mía. Tu padre me había pedido hace tiempo que esto fuera pasado
a ti. Pero no podía hacerlo antes de su muerte. Estas son las Joyas de Ryujin y Tenyo.
Esta controla las mareas, y esta otra, los vientos. Tu misión, desde ahora, y la de tus
herederos, será cuidar del bienestar de tu gente, en tanto que tu hermano cuida de su
seguridad...
Bentén puso el doble collar alrededor del cuello de Aliko. Aliko pestañeó para
Bentén la dejó ir luego de un momento. Luego sopló de nuevo las cenizas. Una
serpiente blanca (tan blanca como las cenizas) se movió y trepó a su cintura.
— Ahora debo pedirles algo, — dijo Bentén. — Los suyos han sido los únicos
nacimientos en esta isla, y la del Señor Kiyomori ha sido la única muerte. No quiero
ningún otro nacimiento ni ninguna otra muerte aquí... para no perturbar su memoria...
Ella se veía tan majestuosa en ese momento; una verdadera Reina. Kiyomoto se
Bentén asintió.
— Abriré este lugar a los humanos. No viviré más aquí. — Miró alrededor con
los ojos llenos de lágrimas. Y posó la mirada en la cara de Aliko. — Pero iba a pedirte
Aliko no pudo decir nada. Se tambaleó hacia adelante y abrazó a su madre otra
vez.
Cuentos de los Ryujin 1 173
Por Sandra Viglione
Capítulo 18.
La Colina Amarilla.
Estaba tomando sol. La primavera era tibia, y la brisa agradable. Movió una
garra y dijo:
para dejar que el sol le acariciara el vientre, e hiciera destellar sus escamas ventrales. El
aire caliente de su suspiro hizo temblar las siemprevivas. Cerró los ojos.
Un siglo había pasado desde que había dejado la Isla del Templo, Miya-shima.
Al principio ella y su madre habían ido de un feudo a otro, entrevistando a los Señores.
Ella no presenció las reuniones. Su madre había estado muy ocupada con eso. La había
dejado sola por largos períodos, pero Aleena entendía que era debido a su decisión de
demorado tanto como pudo, pero ahora... Inevitable. La palabra saltó a su mente como
Aleena exploró los distintos reinos y conoció a mucha gente. Gente de los Ryujin.
Violeta por mucho tiempo, y luego, sola con los ciervos en Miya-shima; demasiado
tiempo como para disfrutar el falso brillo de la vida pública. Tomó la costumbre de huir
a los bosques o a las colinas cerca de los poblados, de preferencia sola. Pero tenía que
Bentén nunca estaba sola por ese entonces. La serpiente blanca estaba siempre
brazo, descansando su cabeza en su hombro; siempre estaba cerca de ella. Nadie hizo
preguntas, pero Aleena sabía que era el alma de Kiyomori. Como humano, él había
estado preso del encanto de su madre, y aunque ella nunca había usado su poder para
atraparlo, él nunca había querido ser liberado. Le había pertenecido en alma y cuerpo,
y todavía era suyo, aún después de la muerte. ¿Y su madre? Ella lo había amado. Se
susurraba al oído. Pero una sombra de tristeza cruzaba su mirada a veces. La tía
huyó. Ahora que ella estaba de nuevo entre los dragones, su ausencia la hacía sentirse
triste, sin duda. Y además el Tirano. Su padre estaba todavía combatiendo a los Ryujin.
Y Yi, el heredero estaba a su lado. Bentén debía sentirse dividida, tanto como Aleena
misma se sentía.
Aleena rodó de costado para que el sol le calentase la espalda, y con otro suspiro
volvió sus pensamientos a sus hermanos humanos. Aliko y Kiyomoto habían muerto
hacía treinta o cuarenta años, a edad muy avanzada. Ambos habían sobrepasado el siglo.
Kiyomoto había tenido tres hijos, pero había sido el hijo de Aliko quien heredó la
Provincia. Él también había muerto hacía unos años, pisando los cien años, y su hija
había tomado el gobierno en sus manos. Su marido era muy... suave como para ser
capaz de gobernar, pero la chica... No, la mujer; ella era fuerte como su abuela Aliko. Y
su bisabuela Bentén. Tenía ahora alrededor de cincuenta años, y era tan firme y fuerte
como si tuviera veinte. Y testaruda como si tuviera quince. Había levado adelante la
Después del viaje por las ciudades de los Ryujin, Bentén había querido tomar un
descanso. Fue a cierta villa humana, cerca de una colina azul de nomeolvides.
Bentén la había llevado directo a una granja cercana a la colina, pero ésta
techo transparente para mirar las estrellas se levantaba en el lugar en que ella había
vestidos humildes, y un joven sacerdote les contó la historia de una mujer que había
vivido en ese lugar y había albergado a una doncella-dragón... casi cuatrocientos años
atrás. La chica les había traído bienestar y riqueza, pero otro dragón había atacado la
villa, pocos años después. La chica había combatido con él, y volaron lejos. Nunca
la vieja Nelak solía hacer. Ella siempre esperó volver a encontrarla. Le contaron la
joven sacerdote vio las lágrimas en los ojos de Bentén, y continuo: — Veo que eres
sus nietos acerca de los Ryujin. Miró de pronto al sacerdote a los ojos.
— Entonces, sí, sacerdote. Entraré. Pero no con estas vestiduras, — dijo. Y ante
el asombro del hombre ella se transformó en el dragón rojo. Pasó junto al asombrado
Cuentos de los Ryujin 1 176
Por Sandra Viglione
sacerdote que se tambaleó hacia atrás, y entró en el Templo. Miró alrededor del Salón
central y sopló fuego azul en las antorchas. Ella giró, transformándose de nuevo en
humana, y bailó como una llama en el centro del Templo. A medida que giraba
alrededor de las columnas, ellas se encendían con Ryo-To, las luces vivientes de los
Ésta es la verdadera celebración, — dijo Aleena. Y sopló su fuego sobre él. Mientras
ella lo tomaba de la mano, las luces formaron un camino, y la gente de Mikori bajo al
llamado de Bentén. Fue una noche maravillosa. La música de los Ryujin se mezcló con
la de los Tenyo esa noche, llenando los sentidos y llevándolos más allá. Doncellas
Tenyo danzaron con el sacerdote en el aire, en tanto los Ryo-To dibujaban círculos de
comenzó a manar en ese sitio. Las aguas se extendieron e inundaron el piso, reflejando
las luces de las antorchas. Parecía el palacio de Mikori... y la luz en los ojos de Bentén
Eso había sido hacía mucho tiempo, pensó Aleena. Dedicó todavía un momento
La luz de las antorchas era todavía azul, y la fuente estaba todavía allí. Había mirado
alrededor, frotándose los ojos y descubrió a Aleena. Cayó sobre sus rodillas, y Aleena
se rió, feliz.
Y se fue. Por lo que había sabido, el sacerdote lo había hecho. Había partido
toda su vida.
Después de eso, mamá se había quedado cerca de la Colina Azul durante algunos
años, y luego fue al viejo Templo que se Inunda, pero ella se había mudado a este lugar.
La colina de las siemprevivas amarillas era su lugar favorito. La Isla del Creciente se
levantaba de las aguas, alta, escarpada, con una corta playa blanca entre las colinas
Ahora, desperezándose una vez más prestó atención al canturreo de sus amigos
humanos, trepando hasta su cabaña. Se dejó deslizar como por un tobogán por el
La cabaña estaba oscura. Se había olvidado de correr las cortinas. Estaba bien.
apropiado: ella era la bruja del pueblo. Se echó encima una capa gris, y sopló fuego bajo
el caldero. Miró burlonamente las llamas anaranjadas. Inútiles y sin poder, salvo para
cocinar. Si se quería un hechizo bien hecho se necesitaba fuego púrpura, o verde. Azul
para limpiar, blanco para purificar... Amarillo (dorado, de hecho) para energizar, rojo
para atraer la pasión... ¿Naranja? Oscilando entre la energía y la pasión y sin identidad
instantáneamente. Eso era bueno. Tendría que ir por más hierbas la próxima luna llena.
por la capa, a pesar del tiempo cálido. El asombro en las caras de los campesinos era
Cuentos de los Ryujin 1 178
Por Sandra Viglione
divertido. Ellos creían que ella era una anciana y probablemente sorda mujer de casi
cien años. Aún cuando no le veían la cara (todavía estaba encapuchada) su voz no
temblaba y obviamente los había oído. Ellos no sabían que el oído de los Ryujin era
Cada creciente los jóvenes y a veces hombres adultos subían a la colina para
pedir consejo y ayuda de parte de la bruja. Cada menguante, las chicas y las mujeres lo
hacían. Pedían cosas tan diferentes... y tan parecidas. Querían las mismas cosas, y una y
otra vez tropezaban con las mismas barreras. Este chico que tenía enfrente, por ejemplo.
Hacía tres meses que subía a la colina y se retiraba sin atreverse a hacer su pedido. Y
ella lo había estado esperando por casi seis meses. Estaba enamorado de una chica, la
hija de un comerciante. Ella era rica, y hermosa, y perfecta, y... Por casi vente minutos
antes de detener al muchacho, Aleena tuvo que escuchar los muchos elogios acerca de
ella. El muchacho podría haber seguido por horas. La chica, por supuesto, había llegado
primero. Lo había visto, y sonrojándose, le había dicho a Aleena que le gustaba mucho.
Pero él era tan tímido, había dicho ella... Aleena sabía que ese no era el problema. Él era
tan pobre. Hijo de pescadores. Y de la misma manera que les había sucedido a sus
padres, el dinero había puesto una barrera entre ellos. Luego de un momento, cuando el
El muchacho miró al piso con una expresión perpleja que hizo que Aleena
sonriese. Él enrojeció.
Ella se había levantado y caminó lentamente hacia la pared de atrás. La tocó con
una mano que era todo menos vieja. Nikko la miró, pero ella estaba todavía oculta bajo
la capucha.
La pared se desvaneció y un túnel se abrió allí. Aleena entró en él, y Nikko tuvo
La siguió por un largo corredor. Ella canturreaba algo que él no entendía, pero
que le sonaba muy familiar, como si lo hubiera escuchado antes, mucho tiempo atrás. Y
en cierto momento ella se detuvo. Metió la mano en la pared de roca y miró lo que tenía
en ella.
caminando.
Salieron de la cueva junto al mar. Las olas rompían contra la roca, salpicando
mano mostró una esmeralda verde, del tamaño de un huevo de gallina. La lanzó al mar.
tendrás que buscarla en las aguas verdes, donde las algas ocultan la luz del sol, y ni
siquiera los peces se atreven a nadar, — dijo. Y echó atrás la capucha. Nikko la miró
— Y ahora que conoces el secreto de la bruja, el mismo secreto que tus padres
conocieron cuando les ofrecí una salida para su problema, te diré algo: naciste en esta
misma cueva, Nikko, y yo fui la partera. Tu madre dejó a su familia para ser la esposa
quería un heredero, desde que su hija se había ido. Estaba más viejo ahora, y su
desconfianza hacia los pescadores enamorados se había suavizado. Harían las paces con
su hija, y aceptaría a Nikko como sucesor, y él sería rico y poderoso como para pedir la
Sólo tienes que esperar al momento adecuado, pensó. Pero los humanos viven
propia familia. Se obligó a revisar las noticias que había obtenido de los campesinos.
La Guerra no había tocado estas islas por años. Escondida tras la isla principal
islas enteras a su paso. Esta era una isla pequeña, con la forma de la luna creciente,
caía, Aleena podía adivinar la silueta de la Isla del Templo entre la niebla, al límite de la
vista. En las noches de verano, trepaba a la cima y se posaba allí en forma de dragón
A pesar de la paz, el Señor vendría por el pueblo en los meses siguientes. Aleena
no se sentía nerviosa por ello. Un Señor u otro... eran lo mismo para ella. Este era un
conocer sus dominios e impaciente por aumentar su riqueza. Bien, si eso significaba
prosperidad para la gente... Aleena suspiró. Abrió la ventana para ver las estrellas y vio
"El tiempo de encontrar lo que fue perdido..." pensó, y se fue a dormir envuelta
en un extraño sentimiento.
Cuentos de los Ryujin 1 182
Por Sandra Viglione
Capítulo 19.
La Bruja y el Dragón.
en esa guerra fantástica por más de un siglo. Su conflicto imaginario ha caído sobre
¿Qué hay del ejército? — Miró fijamente al Ministro. Éste sacudió la cabeza.
— No. Podrían intentarlo, pero perderíamos un grupo tras otro sin capturar a la
bestia...
— ¡La bestia! Sabes que son solo un puñado de rebeldes quemando los campos,
de sorpresa.
audiencia.
— Ve, entonces. Espero que al menos eso sea algo que puedas solucionar...
La oficina del Ministro era amplia y suntuosa. Las colgaduras oscuras le daban
un aspecto elegante y una distante frialdad que hacía estremecerse al padre de Ikuno.
pequeño cofrecillo. Miró, nervioso la cara del Ministro y bajó los ojos nuevamente.
— No reconozco este objeto. ¿Por qué creíste que querría verlo? — preguntó
con calma. La gente, especialmente los campesinos siempre asumían que cualquier
cosa, lo que fuera, sería una buena excusa para pedir una entrevista.
La madre de Nikko estaba nerviosa. Lo ocultó tanto como pudo, pero el ser
que pudo, y se puso lo mejor que tenía. Eran pobres y se notaba, pero no era eso lo que
El Ministro estaba de espaldas, mirando hacia afuera por la ventana. Habló sin
mirarlos.
Está aquí.
— Has sido bien instruido. Dicen que tú encontraste la joya que está sobre el
— Sí.
— ¿Dónde?
— No, mi Señor.
— Hazlo ahora.
hablar en público.
— Sí, — dijo ella. El respetuoso "mi Señor" faltaba. Nikko la miró. Ella había
avanzado un paso y miraba fijamente la espalda del Ministro. Él no se había dado vuelta
todavía.
nombre?
manos del Ministro aferrando el antepecho de la ventana eran visibles para Nikko desde
donde estaba.
una luz extraña en sus ojos. Y Miowe sonrió al acercarse. Extendió los brazos hacia él,
pero fue imposible decir cuál de los dos dio el primer paso. Se abrazaron cálidamente
para sorpresa de Nikko y del padre de Ikuno. El padre de Nikko sacudía la cabeza desde
de ella. Ella sonrió, lo besó en la mejilla y le secó las lágrimas con la manga.
mando la hubiera detenido cuando huyó para irse contigo. La hiciste feliz, y le diste un
Miowe se rió.
— No. Se parece más a mamá. Son perfectos... — dijo con suavidad. La mano
haberte asustado en la última entrevista. Era la única forma de forzar a Miowe a venir.
cuántas cosas le hubiera gustado pedir. Pero luego su sonrisa brilló clara.
El Ministro sonrió ampliamente asintiendo, y golpeó las manos para llamar a los
sirvientes.
Era una fiesta curiosa, pensó el Señor, mirando divertido cómo su noble y digno
Ministro bailaba con su hija. La obstinada chica había huido para casarse con un
pescador de una de las más pobres villas de la Playa cuando tenía quince, y el orgulloso
padre no había querido perdonarla. Casi veinte años habían pasado, y el anciano había
cedido. Pero parecía feliz ahora. Eso era algo. ¿Qué podía decir de sí mismo? Nada de
ese estilo. La tierra heredada le había traído más problemas que satisfacciones, y ahora
el asunto del "dragón." ¡Un dragón! Los dragones no existen, se repitió. Debía ser un
Cuentos de los Ryujin 1 187
Por Sandra Viglione
derribándolo. ¡Dragones! Sólo esa... loca de su prima creía en esas viejas fantasías del
Rey Dragón y la Tormenta de Fuego. Volvió su atención a las parejas que pasaban. Más
allá, el muchacho danzaba con su prometida. Susurraban entre ellos, y después de unos
honor que en el Palacio hubiera despertado las más fieras rivalidades. Pero esta era una
remotamente al tanto de ello. La mirada que la pareja intercambió le dijo que sí, ellos lo
sabían.
Nikko sonrió, más tranquilo ahora. Ser llamado por el Señor no era cosa común
para él. El Señor sonrió indulgente. Necesitaría algún tiempo, después de todo había
sido sólo un pescador, y de repente se encontraba como el futuro Ministro Mayor, como
Señor le hizo una seña con la mano para que comenzara. Ella se levantó y atravesó el
salón hacia los músicos. Pidió la vina y se sentó en el borde de la plataforma. Miowe
sonrió y condujo a su padre hacia su sitio junto al Señor. Ella se sentó a sus pies. E
Ikuno comenzó a cantar. Sus manos blancas y delgadas pulsaban delicadamente las
una chica en una playa blanca besada por las olas. La simple historia fue embellecida
por la poesía de Ikuno y ella alabó el coraje del muchacho, nadando hacia las profundas
aguas verdes y luchando contra extrañas alucinaciones para recuperar la joya que la
bruja había dicho le traería lo que necesitaba para obtener la mano de la chica. La
nació... Ella la ocultó para que tú no me encontraras... — Una expresión extraña había
— La bruja de la colina ha estado ahí por años y años. Pensé que era una mujer
— Ella es una de las antiguas diosas de los cuentos. Estoy segura. Pero nunca
vimos su verdadera forma, — dijo clara y lentamente. El Señor reprimió una mueca.
— No, Miowe. Esas son solo supersticiones... — dijo el Ministro con prudencia.
Esa fue la razón por la cual un mes después la compañía real se aproximaba a la
Colina Amarilla, aunque no era creciente. Aleena los vio venir desde la cima. Había
estado cazando mariposas de fuego allí. El grupo que se acercaba no le resultó del todo
Ministro sentiría curiosidad. Así que se transformó en ciervo y bajó hacia la cabaña.
Cuentos de los Ryujin 1 189
Por Sandra Viglione
aromáticas en la estufa y la chimenea tiró bien. Una nubecilla de humo azul manchó el
cielo.
— Ella los está esperando... — dijo Nikko en voz baja. — Ella siempre sabe
buena. Cualquier soldado lo hubiera notado, pero Nikko había sido educado como
pescador.
La vieja mujer envuelta en una harapienta capa gris estaba doblada sobre los
La mujer se enderezó con lentitud. Su cara arrugada mostraba una sonrisa sin
dientes.
La anciana apoyó una mano cansada sobre sus caderas. Miró alrededor y dijo,
sacudiendo la cabeza.
Cuentos de los Ryujin 1 190
Por Sandra Viglione
lo haría.
furtivo. Si ellos tenían un poco de visión, como ella creía... Las mariposas volaron
visitantes normalmente no las veían, pero éstos las siguieron con la mirada, y el Señor
volvió la cabeza para mirar a la vieja. Ella había vuelto a su trabajo, pero un rizo
La mujer se levantó sin dificultad y echó la capucha hacia atrás. Sonrió e hizo
una reverencia.
— Te felicito, Señor. Muchos hombres pensaron que eran más inteligentes que la
— Ellos nunca tratan de engañarme a mí. Entren, por favor. Mi Señor debe estar
cansado por la escalada, y el Ministro está viejo para estas bromas... — Ella se había
dirigido correctamente a cada uno, sin dejarse engañar por los disfraces. El Señor se
cuencos redondos.
Cuentos de los Ryujin 1 191
Por Sandra Viglione
momentos si ella sabría cuál era la manera correcta de dirigirse al Señor, y luego miró
su mano alrededor de la taza. Esa mano sabía de ser besada. La dueña de esa mano sabía
de ser llevada ante un Señor, quizá ante un Rey o un Emperador. Miró su anillo unos
momentos. Un anillo con antiguos signos de una antigua casa. No los reconoció, pero se
dio cuenta que la bruja era mucho más que una bruja campesina.
Señor se prolongó demasiado. Sabía qué clase de hechizo estaba lanzando ella: el más
viejo del mundo, ese que cualquier mujer hermosa hecha sobre cualquier hombre joven.
fuera la manera en que debía dirigirse a ella. — Un dragón está devastando la Punta
Este. Se está acercando hacia el centro de la isla, quemando los bosques y los campos
de cultivo...
Aleena y el Ministro fruncieron el ceño. Ella porque pensó que había entendido
Dragones?
— No.
— Bien, eres bruja, ¿verdad? Necesito que des a mis soldados una protección
sea un dragón. Creo que se trata de un grupo de rebeldes incendiando los campos para
tener una revolución. Si mi ejército puede controlar los fuegos, controlarán al...
"dragón."
Aleena hizo una mueca. Sí, eso se parecía más a lo que había en su mente. Pero
una sutilísima idea estaba tomando forma detrás de sus otros pensamientos. ¿Y si el
posando sus ojos verdes en los del Señor. Una sombra se movió y se ocultó tras ellos.
— Sí...
La respuesta llegó con más dificultades esta vez. Él luchaba para liberarse.
"dragón" — dijo.
Capítulo 20.
Hermano y hermana.
— Ni idea.
Aleena estaba arropada en su capa gris. No había permitido a nadie que le viera
la cara. Una o dos veces en este viaje de tres días, el Señor se había acercado con su
caballo a la carroza y le había hablado en voz baja. Los hombres no oyeron las
respuestas.
De hecho ella le había dado pocas respuestas. Para su fastidio, ella conducía la
partida, diciéndole a los exploradores cuál camino debían tomar, e ignorándolo. Parecía
saber adónde iban. Y además, todavía no había visto nada de ese famoso hechizo que
Por su lado, Aleena tenía muchas cosas en que pensar. Se había transformado en
dragón por años en este lugar, y cualquiera de los Ryujin, aún los partidarios de Kuo
podrían haberla olfateado en la isla. Ella no había sido cuidadosa. No compartía ni por
un segundo la teoría del Señor acerca de una banda de rebeldes. Estaba segura que el
Señor tampoco lo creía, en el fondo. Ni siquiera Nikko o el Ministro. Pero ¿la manera
que el dragón permanecía en tierra? No era su manera normal de pelear. Lo usual era un
rápido aterrizaje, varios incendios en los campos, un par de golpes para marcar la tierra,
y una fuga más rápida aún. Por alguna causa, no podía despegar, y entonces destruía las
tierras. Siendo uno de los partidarios de Kuo, ella sabía que no habría una razón. Pero
podría ser uno de los partidarios de su madre. ¿Quién era este dragón? Y este hombre, el
que la inundaba cuando estaba en presencia de su padre. Una parte de respeto, una parte
de reverencia, y una gran parte de miedo... Se sentía atraída por este hombre, podía leer
la ambición en sus ojos, la misma llama inextinguible que iluminaba los ojos de su
padre. Había pasado dos siglos sin pensar en el Tirano. Protegida en el regazo de su
madre, había bloqueado todo recuerdo del resto de su familia. Y ahora olfateando el aire
otra vez, se dio cuenta quién era el dragón que estaban cazando. Era Yi. Un
— No lo sé... Lo siento, mi Señor. Viene niebla. Creo que sería mejor hacer un
alto.
El Señor la miró con sospecha, pero asintió. De todas maneras, la noche estaba
ya sobre ellos.
alrededor con la mirada una o dos veces, pero no vio a Aleena. Se levantó antes de que
la cena hubiese terminado. Salió discretamente y revisó los límites del campamento.
Ella estaba ahí, como él había esperado, un paso más allá del límite, sobre el
acercó un paso más. Y ella se descubrió la cabeza y aulló. Debió ser un truco de la
niebla, pensó el Señor después, porque creyó que su cabeza se había transformado en
Cuentos de los Ryujin 1 196
Por Sandra Viglione
Los hombres saltaron fuera de ellas, empuñando las armas. La niebla se levantó
como una pared frente a ellos. El Señor tiró del brazo de Aleena de regreso a las tiendas.
— Fue el dragón. Dos veces. La bruja dice que está cerca, — dijo el Señor a sus
hombres. Dos veces. No había otra posibilidad. — Mañana será nuestro. Estén
preparados.
— Esta compañía tomará aquel camino, y nosotros iremos por el otro, con el
pasada había pasado. La mente del soldado estaba funcionando, fría y clara.
— ¿Cómo sabes que hay una pared de piedra? — preguntó el Ministro con el
— Por los ecos, cuando rugió anoche... — sonrió ella, y se volvió al Señor. —
Fue hacia la carroza y tomó una bolsa gris de entre sus cosas. La abrió
cuidadosamente y sacó un puñado de cenizas blancas que sopló sobre los soldados,
gritando unas palabras al viento. Luego se enderezó mirando hacia el este, directo al sol
que se levantaba. Se quedó quieta como si estuviera esperando algo. El Señor se movió
nervioso, y ella lo detuvo con un gesto. El sol se levantó un poco más y de pronto
posaron sobre los soldados. El destello rojo en el sol se apagó y la luz volvió a ser
blanca.
las guarden en el bolsillo o las sostengan en la mano, serán inmunes al fuego del
dragón. Esta noche, al caer el sol las mariposas volverán a vivir y deben liberarlas. De
otra manera los quemarán vivos, — dijo en voz alta. Luego hizo una reverencia y
Aleena estaba concentrada en el traqueteo del coche, con los ojos cerrados. El
olor del dragón era muy definido ahora, y pensó que pronto los caballos se pondrían
nerviosos. Por el momento, trotaban silenciosamente por los bordes herbosos del
en la mañana... Abrió los ojos y vio sorprendida que él subía al coche. El fuego en sus
ojos la asustó. Él se movió con rapidez, y ella no tuvo tiempo de retroceder o gritar. Él
coche.
Cuentos de los Ryujin 1 198
Por Sandra Viglione
al dragón antes que a nosotros, — susurró. — Te liberaré cuando todo haya terminado.
Era el final de la tarde cuando el Señor saltó al coche de nuevo. Aleena estaba
romper las cuerdas, que estaban tan encantadas como el resto del equipo. Flechas,
lanzas, espadas, hombres, caballos, todo lo que había en el campamento era inmune al
fuego del dragón. Y tan firmemente atada, tampoco se podía transformar. El Señor no
sabía hasta qué punto sus precauciones habían sido precisas y efectivas.
La miró un momento, con una luz de triunfo en sus ojos oscuros. Por un segundo
los pensamientos de Aleena volaron hacia su padre, pero él se inclinó hacia ella y le
Ella lo miró con furia, pero no se movió ni dijo nada mientras él la desataba. Se
enderezó.
nosotros...
Ella le echó una mirada fugaz por sobre el hombro y se frotó las muñecas sin
— ¿Cuántos heridos?
otra vez.
El Señor abrió la boca. Pensó que sería mejor si ella se tranquilizaba un poco
antes de ver al monstruo. Pero luego observó la expresión de sus ojos. Ella parecía
ansiar el poder tanto como él. Después de todo era una bruja. Cerró su boca y asintió.
El enorme dragón verde estaba custodiado por media docena de soldados. Estaba
quieto, con los ojos cerrados, pero el movimiento de sus narinas le dijo a Aleena que
estaba completamente despierto. Una de sus alas estaba correctamente plegada, pero la
probablemente le dolía. Por eso era que no había abandonado la isla. Bajo el ala, una fea
herida le cruzaba el pecho. La herida estaba sucia de polvo y sangre coagulada. Aleena
acercó.
Caminó hacia el gran hocico y apoyó una mano sobre él. El ojo amarillo se abrió
y la miró, para cerrarse enseguida. No hubo otra reacción. Aleena golpeteó el hocico y
domada. Afloja esta cadena para que pueda curar su ala y su pecho, — dijo ella con fría
calma.
— Está bien. Pero estaré cerca... por si acaso, — dijo el Señor sacando la espada
Aleena echó una mirada burlona al Señor y su espada, y le dio la espalda para
aproximarse al dragón.
El ala era tan grande que ella podía estar de pie bajo ella. Examinó
en su cintura y las sopló sobre la herida. Una nube plateada fue la única cosa que los
hombres vieron, pero ella sopló fuego dorado curativo en el ala de su hermano. El ala se
extendió bruscamente y el dragón la movió con cierta violencia. Los hombres saltaron y
gritaron.
Aleena no prestó atención. Yi trataba de rodar y pararse, pero ella estaba bajo su
ala. Lo tocó donde sabía que a él le gustaba, como había hecho miles de veces antes, y
el dragón dejó escapar una especie de mugido. Aleena se rió desde atrás del ala.
golpeteó en el pecho del dragón. Él rodó de costado para dejarla trabajar. Ella volvió a
soplar polvos plateados, pero esta vez, el Señor vio el fuego dorado. Frunció el ceño.
Cuando retrocedió el pecho del dragón estaba sano. Ella se alejó y sonrió en
Los ojos amarillos estaban abiertos, y la bestia la observaba. Ella apoyó una
Entonces el sol tocó el horizonte oeste. De los bolsillos de los soldados, los
de los hombres tomaron los carbones en las manos y dejaron salir las mariposas. Otros
cola la liberó de las cadenas, y el movimiento de las alas arrancó el resto de ellas. El
dragón dejó escapar una espesa nube de humo y fuego, y topando con la cabeza, hizo
que Aleena montara sobre su cuello. Aleteó y se alejó antes que los soldados pudieran
reaccionar.
cuando Aleena se transformó en dragón para volar junto a Yi. Él hizo un juguetón anillo
de humo para que ella lo atravesara. Después ella amagó una carrera, y él la siguió. Él
era más rápido, y más fuerte. Por supuesto, su padre lo había entrenado como soldado.
Aleena se rió.
Yi se encogió de hombros.
¿no?
— No. Tres días para ir, cuatro para volver. Creo que se perderán en los
Yi dejó escapar un gruñido. Podía haber sido una risa, pero no estaba
cuánto tiempo había pasado Tenía un millón de preguntas que hacer, pero no pudo elegir
ninguna.
Cuentos de los Ryujin 1 202
Por Sandra Viglione
— Mm... A veces bien, a veces mal... La mayoría del tiempo horrible. Mi padre
expresión descuidada.
mamá?
— Sí, lo he oído de mis espías. Padre no lo sabe, por supuesto. Los hubiera
matado. A mí me hubiera gustado ir... de visita, ya sabes... Pero Padre podría haberme
seguido. No confía en nadie... — Yi bajó la voz hasta un susurro. —... y hace bien. Los
nuestro padre, será asesinado... antes o después. Su gente no puede soportarlo más... —
— ¿Qué?
fantasma, la Ciudad del Viento. La vi una vez... Leí las inscripciones... Y después, Padre
la hizo ocultar fuera de palacio. No quería que yo la viese. Contaba acerca del Rey
Cuentos de los Ryujin 1 203
Por Sandra Viglione
Solitario y la Reina Solitaria... Pensé que eran ellos, ¿sabes?... — Yi seguía mirando el
— Por eso no quieres un marido Ryujin. Temes traer esa Maldición sobre ellos.
mismo que me pasa a mí, no te preocupes. No quiero traer ninguna Maldición sobre los
Ryujin. Padre es un castigo demasiado pesado de soportar como para traer otro...
después de todo, hacía casi dos siglos que no se veían. Para el segundo atardecer, Yi
humano súbitamente.
— Está bien, pero no desde aquí. Podrían verte. — Y ella lo condujo de regreso
a la cabaña.
— No lo sé. Tendré que volver a Padre, sabes que debo... pero... Me gustaría ver
Aleena sonrió. Sí, a ella también le gustaría ver a mamá. Pero podía hacerlo en
cualquier momento.
la de color verde y le pidió: — Sopla ésta para mí, hermano. Yo también quiero verte de
vez en cuando...
—Esta es para mamá. Sopla conmigo, ella podrá vernos a los dos...
Aleena se rió.
Salieron de la cueva junto al mar. La misma cueva que Nikko había visto apenas
— Sí, lo sé. Me las arreglaré... Vuela hacia el oeste, hacia el sol rojo, hasta que
veas las estrellas sobre la playa... — dijo ella. Yi pestañeó y la miró con las cejas
levantadas.
Aleena lo miró. Y encontró sus ojos negros. Negros exactamente como los de su
suavemente en la mejilla.
Capítulo 21.
El Señor.
— ¿Estás...? ¿Estás bien? — jadeó él, acercándose, y tirando de ella para ponerla
de pie.
— Mi Señor... tú... yo... — Aleena no podía hablar. Él la besaba una y otra vez,
contra sí.
Aleena pensó en gritar "¡No!," empujarlo, transformarse y huir. Se quedó inmóvil por
una docena de segundos, sosteniendo la respiración. Y cuando abrió a boca, dijo con
— Sí.
Trece años habían pasado. Aleena se movió un poco, y su mano se deslizó por su
costado, recordándole que debía fingirse dormida hasta que él se levantara. Suspiró.
Trece años. Sólo un parpadeo, pero él envejecía tan rápido. Su cabello empezaba a
veces, pero noche tras noche no podía abandonar sus brazos protectores y cálidos.
limitó a hacer una mueca. No le creía. Nunca le creía. Y se retiró sin más comentarios.
Aleena se estiró un poco, y por un momento de pereza dejó que su mente volara
Él había ido tras ella, después que ella liberase a Yi. Le había pedido que se
casara con él, y la tomó por esposa. Así de fácil. Le tomó años a Aleena entender sus
razones. Como el dragón se había ido, recurrió a la siguiente fuente de poder: la bruja.
Ese pensamiento le arrancó una sonrisa amarga. Pero aquella noche, ella no lo había
sabido. Aquella noche, su luna de miel... Si las cosas hubieran sido diferentes, él podría
haberla amado... con el tiempo. Pero ella estaba tan nerviosa. Él había sido muy
amable con ella, tan suave y paciente. Ella había creído que él nunca se comportaba
así. La hizo sentir como una niña. Y entonces... ella perdió el control. Un estallido de
sirvientes irrumpieron.
— ¡Una de las antorchas cayó sobre la cama! — exclamó él. Aleena lo miró
todavía más asustada. ¿Cómo podía ignorar lo que había pasado en realidad? —
muy confundida, pero él no hizo eso. La acunó, tomándola cálidamente entre sus
Aquellos fuegos habían sido difíciles de extinguir. Era común con los fuegos de
dragón. Pero el Señor no había querido prestar atención a las explicaciones de los
sirvientes. Había acogido a Aleena en sus habitaciones privadas, las habitaciones que
ni las esposas ni las concubinas debían invadir. Dos días después, ordenó mudar a
Aleena al Patio de las Siete Fuentes, un hermoso lugar en el corazón del Palacio, con
comunicaba con el patio a través de una celosía que filtraba la luz de la luna en las
noches de verano y el tímido sol del invierno. A Aleena le gustaba ese lugar, y por
muchos años no se dio cuenta cuán encerrada estaba allí. Él lo había diseñado para
ella, solía decirse, de la misma manera que Kiyomori había diseñado cientos de
Templos para su madre. Pero este hombre no era Kiyomori. Kiyomori había aceptado a
Bentén tal como era, y nunca había pedido nada. El Señor nunca aceptó el hecho de
que ella fuera una mujer dragón. Cerró los ojos a toda evidencia de la verdadera raza
Palacio. Y los años pasaron, y ella lucía siempre igual, mientras él envejecía,
tercamente ciego.
sucedido. Era ahora el Mayor del Consejo, aunque era el más joven. El Señor solía
decir que sus consejos eran siempre apropiados, y su visión de las situaciones precisa y
Nikko, eran sus damas favoritas. Ella estaba completamente informada de lo que se
Había ayudado a Ikuno a dar a luz a su primer bebé. Una labor dificultosa. Ella
y Miowe le habían dicho a las otras damas, algunas de ellas tratando honestamente de
ayudar y otras sólo tratando de ganar un puesto más cerca de Aleena, que se fueran.
Aleena se transformó frente a Ikuno y Miowe. Era la única manera que tenía de liberar
fuegos curativos suficientemente poderosos sobre la mujer. Ikuno había estado muy
cerca de la muerte esa noche. Miowe permaneció junto a ella, y ayudó tanto como
pudo. Aún llegó a enfrentar al Señor y le dijo cuán duro había trabajado Aleena para
salvar la vida de Ikuno. Y el Señor, que había estado muy enojado al principio, refrenó
Dos días después del nacimiento, Aleena voló lejos para traer una joya mágica
para la dote de la hija de Ikuno. El bebé necesitaba protección, y las viejas joyas
harían un buen trabajo con ella. Había ido silenciosamente al patio esa noche. Era
el aire y batió alas hacia su vieja cabaña. La luz de la luna centelleó en sus escamas, y
no pudo evitar embriagarse en el sentimiento de estar libre otra vez. Hizo un par de
El viaje no era largo, pero ella lo demoró cuanto pudo. Hacía mucho tiempo
abandono. Suspiró. Después de todo, había sido su hogar durante muchos años.
Sacudió la cabeza y se dirigió a la pared del fondo y el pasaje secreto se abrió para
ella.
lejanas. La música del mar le hablaba, llenándola con recuerdos del Feudo Submarino
Cuentos de los Ryujin 1 210
Por Sandra Viglione
de Melori. Esperó allí, sosteniendo la joya verde de Yi entre sus manos y pensando en
su familia hasta la salida del sol. Al amanecer se levantó. Alzó la joya y dejó que la luz
del sol naciente a su espalda la atravesara. La luz se concentró frente a ella y pudo ver
a su hermano. Estaba bien, parecía, pero entonces se dio cuenta que estaba discutiendo
como para incluir un enorme dragón azul: su padre. Él echaba humo con furia, y de
pronto ella lo vio soplando su fuego sobre su propio hijo, y se enzarzaron en una pelea.
No podía escuchar la discusión, y sólo las rocas oyeron sus gritos. Su hermano terminó
envuelto en llamas y sus emociones fueron tan intensas que la joya verde estalló en
— Morirá... Debo ir... — gritaba Aleena mientras corría de vuelta a través del
Estaba buscando las antiguas medicinas que guardaba en la caja que escondía
— No me dejarás... — gruñó.
avanzado hacia ella, y como había hecho aquella vez en el carro, la redujo y la amarró.
Ella vio aterrorizada cómo él sacaba la caja, pero en lugar de abrirla la lanzó
al fuego. Las llamas blancas que ella misma había encendido para abrir una puerta
única esperanza de su hermano. Ella luchó inútilmente con las cuerdas, pero el Señor
no prestó atención. Había conservado aquellas cuerdas que ella una vez no había sido
capaz de cortar, cuidadosamente preservadas en caso que alguna vez las necesitara. Y
— Eres mía ahora. No necesitas este lugar, — dijo. Y encendió una antorcha en
las llamas blancas. La llevó afuera, e incendió la cabaña. Aleena lo miraba con los
— No tienes pasado, no tienes ligaduras, ni ningún otro lazo. Eres mía, bruja...
Mi Señora. Recuérdalo.
Ella no había querido hablarle en los días que siguieron. Si Yi había muerto era
culpa suya, se repetía. Y se retiraba al rincón más alejado del cuarto cuando él trataba
de entrar. Y los días fueron pasando. Ella sintió claramente el momento en que su
hermano murió, un par de horas después que ella estuviera de regreso en el castillo. No
dejaba de pensar que si hubiera estado cerca... si hubiera estado junto a él... Ella... ella
hubiera compartido su vida con él; si hubiera sido necesario, se la habría dado toda.
Era su hermano. Él había renunciado a todo, arriesgado todo para salvarlas a ella y a
su madre, hacía tiempo, cuando huían del Tirano. Y entre sus lágrimas, sus
pensamientos se volvieron al Tirano. El Señor no había tenido nada que ver con la
muerte de Yi. Era el Tirano el que había quemado vivo a su hijo. El Tirano había
En esos momentos Aleena miraba a Miowe a los ojos. Ella siempre contenía las
palabras, pero ella sabía que Miowe no había olvidado. Y Miowe nunca agregaba nada
sometiéndose a su destino, Aleena perdonó al Señor. Eso había sido unos siete años
atrás.
Desde esa lejana mañana luego que el Señor quemara su cabaña, ella le había
realmente hasta tarde para evitar sus caricias matutinas. Por las noches él estaba
normalmente tan cansado que se dormía en sus propias habitaciones la mayoría de las
veces. No habían tenido niños. A Aleena no le preocupaba. Era demasiado joven para
los cálculos de los Ryujin. Pero el Señor empezaba a ponerse nervioso por ello.
Esa mañana, luego que el Señor se fuera, Aleena se levantó y fue hacia su cuarto
de labores. Llamó a Ikuno y le pidió que trajera a su hija, por entonces una niña de siete
años. Ikuno se inclinó, un poco sorprendida y fue por la niña. Aleena empezó a trabajar
en silencio.
— Sakuya-Hime.
Cuentos de los Ryujin 1 213
Por Sandra Viglione
mantuvo sus ojos sobre la seda que estaba bordando con oro y cristales.
— Aleena... — dijo ella con suavidad. — En idioma muy antiguo significa "la
trabajo de Aleena. — Guau, es maravilloso... — soltó de repente. Aleena dio las últimas
— ¿Te gusta?
— Es Seda de las Hadas... Puedes usarla para envolver tus sueños en ella y
preservarlos...
— Lo es, — dijo simplemente. Luego dejó vagar la mirada más allá, a través de
la celosía, a las móviles aguas de la fuente más cercana. — Hace siete años, fui por una
joya para tu bebé, para protegerla y enriquecer su dote. Pero no la conseguí. Presencié la
Cuentos de los Ryujin 1 214
Por Sandra Viglione
muerte de mi hermano, y mi esposo me encerró aquí. Nunca traje esa joya, así que
pensé que podría compensarte por eso. Me tomé el tiempo necesario para una Seda de
las Hadas, y realicé una de ellas para tu niña. Contiene la mayoría de los recuerdos de
mi niñez. En cierta forma, vale lo que la vida de mi hermano... — Aleena hizo una
pausa Luego habló con una voz clara que nunca le habían oído antes. — Esta seda te
dará poder, Sakuya-Hime. Poder para proteger, poder para curar, poder para defender al
pobre y necesitado... Te dará larga vida y riqueza, y memoria, y sabiduría; los de una
debería recibir.
— Es lo que tu hija merece. — Aleena la miró con una tenue sonrisa. Se sentía
extraña ahora. — Miowe... Necesito seda roja y dorada para un nuevo trabajo... pero
piezas más pequeñas... — Se reclinó y cerró los ojos. Su voz bajó hasta un susurro y se
perdió. — Hebras de plata y perlas para ellos, y un par de zafiros del Salón del Tesoro...
entre ellas.
— Mi Señora... Mi Señora... — susurraba una voz. Tan suave. Ella abrió apenas
los ojos. La luz era todavía clara. Era mediodía, o algo así. El Señor nunca venía a
mediodía. Lo miró.
y su tono tierno. Ella no dijo nada. Sólo levantó la cabeza y lo besó de una manera
Él la besó en la oreja.
Ella cerró los ojos y sonrió. Él la hizo volverse y empezó a besarla de nuevo.
Cuentos de los Ryujin 1 216
Por Sandra Viglione
Capítulo 22.
Seis meses más tarde, Aleena paseaba por entre las Siete Fuentes de su patio.
Estaba envuelta en una capa de piel. Tenía frío casi todo el tiempo, aunque el tiempo era
tibio. Miowe e Ikuno la acompañaban. Después de todo eran sus damas favoritas, y
agua susurrante por un momento y sacó los dos zafiros. Eran los que ella misma había
pedido para los mantos de los bebés. Dos mantillas reales, una de ellas roja y la otra
dorada. Pero cuando empezó el bordado se dio cuenta que los trabajos eran muy
algo más cercano. La seda dorada exigía un trabajo diferente. Plata y perlas resultaban
diamantes. A medida que su embarazo progresaba, se dio cuenta que iban a ser mellizos.
Y a medida que el bordado de la seda dorada crecía, empezó a descubrir los viejos
símbolos en él. Algo en su interior se movió inquieto, y esa era la razón por la que
Miró alrededor por un segundo, y sólo estaban Ikuno y Miowe allí. Ellas sabían,
los zafiros a la fuente. El aire alrededor tembló ligeramente, y algo se formó tras las
aguas.
Cuentos de los Ryujin 1 217
Por Sandra Viglione
La mujer de rojo brotó de la fuente y salió del agua con una sonrisa en la cara y
— Mamá...
— Déjame verte... ¿Más nietos? Y son dos... — dijo, y su hermosa sonrisa brilló
otra vez. Acarició el vientre de su hija y algo cruzó por su mirada. Miró a Aleena.
— La tienes...
— Sopla conmigo.
Soplaron juntas algo de su fuego sobre los zafiros, y los calentaron. Uno de ellos
se volvió casi negro, mientras que el otro tomó un color azul profundo.
— Uno de tus hijos será humano... mortal. El otro... es de los nuestros, — dijo
tomó la mano.
— Estas piedras tuyas los protegerán a los dos, estoy segura. No te preocupes.
— Mm... Pero eso no es todo. Kuo descubrió al líder de los rebeldes. Okho no
cuidó por muchos años. También me curó muchas veces. Y a Yi... Cuando Kuo los
encarcelados, él podría arreglar una huida... por eso era la discusión. Kuo sospechó las
peor de sus fuegos. Después trató de apagar las llamas. Yi ya estaba muerto. Y Kuo
Aleena miró a su madre. ¿Cómo podía ser tan fría? Y entonces vio las pequeñas
— ¿Cómo lo sabes?
estaba todavía desmayado. Trajeron a muchos a nuestro lado. Pensaron que Kuo
Miowe se inclinó profundamente y tiró del brazo de Ikuno para que ella también
se inclinara.
— Señora... — susurró.
— Ikuno, tráeme las mantas de los bebés, por favor, — pidió Aleena.
Ikuno se inclinó y se retiró. Estuvo de vuelta muy pronto, trayendo dos piezas de
daré riqueza y salud, e inteligencia para mantener a tu gente en armonía a través de tus
Miowe la miró sobresaltada. ¿La Reina Mikiko? ¿Cómo podía saberlo? Bueno,
era la Reina Dragón, eso debía ser suficiente. ¿Debería advertir a su hijo? Sabía que el
Señor y su hijo estaban planeando una visita a las tierras de la Reina Mikiko... Sí. Se lo
Una luz blanca, enceguecedora, corrió por las hebras de plata y centelleó en cada cristal
Esta vez Bentén la examinó muy seria, y después levantó los ojos hasta Aleena.
Cuentos de los Ryujin 1 220
Por Sandra Viglione
— El dueño de esta mantilla tendrá grandes poderes entre su gente. Será el más
grande de todos... Mira aquí: le diste el poder de la Tierra, que es el de curar... y el del
Agua, que es intuición... Y Fuego, que es pasión... Y aquí... Le diste una búsqueda
eterna... — Bentén iba señalando diferentes partes del bordado. En este punto miró a
destino... — protestó Aleena. Había llevado las manos a su vientre como protegiéndolo.
conocimiento... Salud para vivir y hacer vivir a los otros... Poder más allá del poder de
su gente, y más allá de sus propias expectativas... Siempre recordará las viejas
Centelleó brillante, como lo había hecho el otro, y una onda de luz cruzó la seda.
miró.
— Mamá... no puedes...
Cuentos de los Ryujin 1 221
Por Sandra Viglione
— Gracias, mamá...
desaparecer.
Aleena caminaba nerviosa de uno a otro lado del cuarto. Tres semanas sin
noticias de él... Había rogado, suplicado, llorado... pero el Señor se había limitado a
sonreír, besarla e irse. Dijo que estaría de vuelta para el nacimiento, pero ese momento
estaba cerca, y en las últimas semanas no había tenido ninguna noticia. Recordaba muy
— Está bien. Todas afuera... — dijo Miowe. — Ikuno... prepara las mantillas...
cuyas decisiones uno pudiera discutir. Ikuno preparó el otro cuarto para recibir a los
bebés.
Miowe no lo necesitó. La calmó con las mismas palabras que Aleena había usado con
ella treinta años atrás. Pero Ikuno no oyó el pedido. Estaba en el otro cuarto. Salió y se
Señor...
Ikuno sonrió y besó a su esposo, dándole cuenta justo ahora que al fin habían
regresado.
— Y pagaremos nuestra deuda de gratitud con ella... Todo estará bien ahora.
— Tráeme la seda roja... — escuchó ella un par de horas más tarde. Se apresuró
a entrar al salón, pero Aleena estaba reclinada en los almohadones, sonriendo a pesar de
su cara cansada. Forma humana. Miowe había cuidado muy bien de que nadie viera a
Aleena en su forma natural. Ahora tomó la seda roja y envolvió al bebé. Un varón. Se lo
nombre, mi pequeña llama... — Besó la frente del bebé, pero pronto apartó la cara con
una mueca.
El segundo parto fue aparentemente más complicado que el primero. Pero Ikuno
no tuvo tiempo de prestar atención a los ruidos que le llegaban del cuarto contiguo.
presentarle su hijo al Señor. El Señor también olvidó el protocolo. Sus ojos brillaban
— Mi hijo... Ignara... el Hijo del Fuego. Ése será tu nombre, — murmuró. Luego
— No se lo dije... — dijo.
— Mi Señor... Son dos bebés... Son mellizos... —dijo ella con una sonrisa. El
Señor la miró con los ojos agrandados por la sorpresa. Ella sonrió todavía más y él
preguntó:
a su hijo como si no pudiera creer que estuviera realmente allí. — ¿Así que tienes un
hermano?
— ¡Ikuno! — La voz de Miowe les llegó desde el otro cuarto. — ¡La mantilla
La voz sonaba extraña, y un murmullo llegó del cuarto. No hubo llanto. El Señor
— No, espera aquí... — dijo Ikuno. El Señor todavía tenía a su hijo en los
brazos.
pulmones. El bebé que Miowe tenía en brazos era humano solo a medias. Tenía
escamas, manos como garras y aún cola... como un dragón. Un medio-dragón. No pudo
le inundó la cara. La sangre huyó de su rostro y abrió grandes los ojos. Murmuró:
— Mi Señor...
Cuentos de los Ryujin 1 224
Por Sandra Viglione
Pero él no miraba a su esposa. Miraba a la cosa que Miowe tenía en brazos. Se acercó a
la espada.
camisón estaba manchado todavía. Sopló fuego frente a él y arrancó el bebé de las
manos de Miowe.
— ¡Bruja! ¡Vuelve! — aulló él, saltando por sobre las llamas para seguirla. Y la
gran serpiente blanca se levantó delante de él, deteniéndolo. Siseó amenazadora, pronta
serpiente. Pero no alcanzó a Aleena. La única cosa que vio fue la punta de su cola
elevándose en el crepúsculo.
convocar la carroza de Ryo-To para llevar a su hijo junto a su madre. Luego regresaría
por su otro hijo. Quizá pudiera todavía manejar a su marido y no tendría necesidad de
huir... Eso pensaba mientras las luces iban formando un sendero bajo las aguas y salían
a la superficie, abriendo el camino mágico. Algo grande y oscuro venía por él.
Cuentos de los Ryujin 1 225
Por Sandra Viglione
— ¿Mamá? — preguntó Aleena. Pero se oía un griterío cerca. Miró atrás por
sobre su hombro. El Señor en su veloz caballo estaba a pocos metros a su espalda. Los
gritos provenían de la gente, un poco más lejos. Sus amigos del pueblo. Aquellos a
quienes la bruja de la colina había ayudado alguna vez. Nikko era el más cercano,
seguido por Miowe e Ikuno con el bebé de Aleena. Ella distinguía la mantilla roja
flameando al viento.
peligrosamente.
— ¡No! — chilló ella. Volvió el cuerpo para proteger al bebé y sintió el hielo del
acero en su carne. Vio a su madre de pie frente a ella en forma humana, con los ojos
completamente abiertos de espanto y le entregó al bebé antes de caer. Pero no cayó sola.
El Señor había sido traspasado por dos o tres flechas de su propia gente. Los sonidos y
Bentén miró a la pareja sangrando sobre la arena blanca, y las sangres mezcladas
— ¡Aleena! — gritó. Echó la cabeza hacia atrás y soltó una larga llamarada
— ¡Te maldigo, Isla del Creciente! ¡El huracán y la tormenta te golpearán hasta
que te hundas en el fondo de las aguas, de donde nunca debiste haberte levantado!
Cuentos de los Ryujin 1 226
Por Sandra Viglione
esposa y al bebé en su propia capa y empujar a la gente tierra adentro, a un lugar seguro
antes de que las olas salvajes barrieran los cuerpos de la playa y alcanzaran las rocas.
Capítulo 23.
Familia.
Ryujin, el hijo de Aleena, había crecido de una manera extraña. Bentén estaba
todavía asombrada. Había crecido a velocidad de humano. Pero hacia los quince su
permitió. De alguna manera recordaba que esa era la única cosa que su padre le había
dado. Y ella misma recordaba que le había dado el don de la voluntad desde antes de su
nacimiento. Así que siguió llamándolo Ryujin, como si él fuera la encarnación de toda
Muy pronto sus escamas tomaron un inconfundible color dorado, y muy pronto
también aprendió a tomar completa forma humana o de Ryujin. Pero su sangre humana
hecho con Aleena y Yi. Le enseñó cómo sanar casi cualquier clase de herida, y cómo
transformarse en casi cualquier clase de criatura. Le enseñó la historia del Viejo Reino,
y le contó acerca de Ryo-Wo, el Rey Dragón, que vivía en el lejano norte. Pero nunca le
dijo de su abuelo, el Tirano. Y aunque Violeta y Okho vivían con ellos, y Ryujin sabía
que no era el único, Bentén nunca lo llevó al Viejo Reino de los Ryujin. La Ciudad
le pidió a Violeta y a Okho que no le dijeran de Kuo y el clan del este. De esa manera,
Okho se sacudió con la risa y voló más rápido, fuera del alcance de Ryujin.
dragón... Era demasiado para él. Sintió que iba perdiendo el control de la
transformación, y voló más bajo para aterrizar en cualquier lugar en donde pudiera
Okho había desaparecido tras la montaña. Ryujin pensó que volvería en cuanto
lo echara en falta, y buscó un refugio entre las rocas de la desnuda pendiente. Había una
pequeña caverna, en realidad un agujero. Dejó caer su bolsa de viaje sobre una roca y se
que podía entre la roca de la entrada y la pared de piedra. Hacía un escándalo por todo.
Todo era motivo de preocupación para ella. El año pasado, él había pedido ir a buscar
las hierbas mágicas a la Playa Negra, cerca de la Colina Amarilla, en la Isla del
Creciente. Debería ir antes de la tormenta, dijo. Ella había palidecido. Enojada. Más que
enojada, estaba furiosa. Dijo que no entre nubes de humo. Él trató de explicarle que en
esa isla crecían hierbas que no crecían en ninguna otra parte: Estrellas de Fuego y
pequeñas Flores Luna. Ella no lo escuchó. Y Violeta como siempre lo había llevado
afuera. Ella no le explicó lo que había sucedido a su abuela pero él supo que estuvieron
hablando un largo rato después. Aún así, él no había obtenido permiso para ir allí, ni
tampoco información acerca de lo que había pasado. Cada vez que trataba de preguntar,
Luego había querido ir a la Montaña. Estaba cerca ese mes. Su abuela no había
dicho que no, pero estaba perturbada... triste. Violeta se lo había llevado, pero
Cuentos de los Ryujin 1 229
Por Sandra Viglione
obviamente ella estaba tan confundida como él. Tampoco consiguió información esta
Y ahora. Había pedido otra vez para ir a buscar las hierbas. Las hierbas mágicas
ya-sabes? Él no sabía de ningún lugar. Okho partió hacia el norte, y Ryujin lo siguió en
un silencio hosco. No le habían dicho nada, y él quería ir al este. Una vez fuera de la
vista y del alcance del oído, Okho le dijo que aterrizara en un pequeño promontorio
tenido una muy mala experiencia en el este, y que él no debía recordárselo. Por esa
— ¿E-no-shima?
— Sí. Te llevaré al este, pero no debes decírselo a la Reina, — dijo Okho en voz
baja. — Y debes ser cuidadoso. La Tormenta de Fuego ha ido al sur estos días, pero
Okho asintió, y una sombra le cruzó la mirada. Había querido decirle a Ryujin
mucho antes, pero Bentén lo había prohibido. Por su parte, él continuaba en contacto
con los rebeldes de la ciudad del Tirano y sabía que su fuerza menguaba. Su fuego
estaba apagándose. Okho sabía que si los rebeldes se rendían no habría esperanzas para
la Ciudad Este y su gente. Sus hermanos estaban todavía allí. Sus amigos. Su familia.
La familia de Violeta... Tenía una responsabilidad con ellos. Todos ellos dependían de
él. Y él sabía que sólo el Ryujin dorado era capaz de hacer revivir la agonizante
esperanza en sus corazones. Debía presentarle a Ryujin a los rebeldes. El viejo refugio
Cuentos de los Ryujin 1 230
Por Sandra Viglione
estaba en la frontera norte de los dominios del Tirano, cerca de la ciudad fantasma, las
ruinas de la Ciudad del Viento. Así que, después de una consulta secreta a sus espías,
Ryujin no sabía dónde estaba ahora. Okho no se lo había dicho. Y Okho había
mirando al oeste, se decidió a pasar la noche allí. El sol se hundía en un horizonte rojo
sangre. Sacó su manta, y después de una cena sumaria, se acurrucó en el fondo del
batir de alas. Alas de dragón; los pájaros no volaban en estas alturas, ni a la luz de la
Bostezando, miró a la luz que se arrastraba sobre las rocas a sus pies. Algo
hebra de luz se movía como una serpiente de plata, dibujando letras y palabras a medida
que pasaba. Se enrolló y se detuvo en una especie de nudo, en la pared de atrás. Ryujin
se levantó y la tocó. No había sido capaz de descifrar los símbolos (Bentén no le había
enseñado la antigua escritura), pero cuando tocó el nudo de luz, la pared se desvaneció y
se abrió un pasaje. Entró sin dudarlo. Algo parecía arrastrarlo allí, a la oscuridad y la
caracol tallada por manos anónimas en el corazón de la roca. Parecía conducir a la cima.
curiosidad era más fuerte que la prudencia... o el miedo. No tenía miedo, en realidad. La
El pasaje se abrió al exterior a pocos metros del borde del precipicio. La luna
El hombre volvió la cabeza a medias. Tenía algo entre las manos que mantenía
Algunas piedras crujieron bajo sus pies y cayeron haciendo ruidos que se perdieron en
— ¿Quién eres? — preguntó autoritario. Era alto, pero Ryujin también lo era.
Mostró los dientes en una mueca cruel. — Mi hijo tenía un nombre parecido al tuyo.
Los ojos del hombre expresaban un frío delirio. Estaba desvariando. Ryujin lo
Ryujin había dado un paso adelante y extendió las manos hacia el hombre.
Cuentos de los Ryujin 1 232
Por Sandra Viglione
— Permíteme...
Había sujetado las manos del otro y se preparó para soplar su fuego dorado (el
Fuego Curativo) sobre ellas. Tomó aire y de repente sintió como un choque eléctrico.
continuó mirándolo.
— ¿Qué edad tienes? ¿Quiénes son tus padres? — exigió frunciendo el ceño y
— ¡Okho! ¡Deténte! ¡Es viejo! ¡No sabe lo que está haciendo! — gritó
aquellas historias de un Rey... Pero debía haber otros. Y entonces se dio cuenta que este
Cuentos de los Ryujin 1 233
Por Sandra Viglione
dragón conocía de antes a Okho. Y Okho lo conocía a él. Evitaba las garras
desgarraban las rocas que caían al abismo destrozadas. Los dragones también caían,
— ¡Alto! — aulló. Junto con su grito, una ráfaga de fuego dorado iluminó el
precipicio. Las llamas se estrellaron contra las rocas. A la luz de las llamas, distinguió a
sopló con todas sus fuerzas. Su fuego se levantó como una pared entre los
combatientes, separándolos. Los fuegos se curvaron alrededor del viejo dragón y Ryujin
tuvo el tiempo justo de acercarse y sostener a Okho antes de que cayera desmayado.
Estaba envenenado.
— Ah, estás de vuelta, — dijo la voz de Ryujin. Pero no sonaba tan amable
hombre.
precipicio anoche. Él te envenenó, pero pude agarrarte antes de que cayeras. No pude
Cuentos de los Ryujin 1 234
Por Sandra Viglione
rescatar al otro... — dijo. Hablaba en frases cortas, como si sus pensamientos estuvieran
— ¿Quién?
dragón?
— Ryo-Kuo, el Tirano. Él... — Okho cerró los ojos y lo soltó de una vez. — Es
tu abuelo.
— ¿¡Qué!?
— Secuestró a tu abuela. Ella puso dos huevos para él. Tu madre, Aleena, nació
— ¿Y el primero?
— ¿Cómo? ¿Cuándo?
Tirano. Él... me atrapó, y Violeta trató de rescatarme. Kuo nos apresó a los dos. Nos
condenó a muerte. Yi intercedió por nosotros para ganar tiempo y poder preparar
nuestro escape... Kuo se enojó... Se dio cuenta de sus intenciones, o quizá leyó su
Ryujin lo miró sin saber que decir. Okho continuó en voz baja.
— Luego trató de apagar las llamas con sus manos. Perdió las garras, y algo de
— Está loco. ¿No lo viste en sus ojos? — dijo Ryujin en voz baja.
Okho asintió.
— Violeta y yo huimos esa noche, hace sesenta y cinco años... Fuimos con la
Reina y nos quedamos con ella. Fue antes de que tu llegaras, Ryujin...
— Ryujin recordó brevemente las letras de luz de luna que había visto la noche anterior.
Okho continuó: — Yo nunca la leí, pero tu abuela sí. Es acerca de un dragón dorado que
combatirá la Maldición y nos liberará... — Okho hizo una pausa. Miró al vacío cuando
— ¿Crees que debería...? — Ryujin era un chico otra vez. Un chico confundido.
— Creo que deberías ir con tu abuela, la Reina Bentén, y pedirle a ella que te
cuente toda la historia. Ella te llevará a la corte de Ryo-Wo. Allí aprenderás lo necesario
terriblemente molesto en otras circunstancias sonaba bien para él ahora. Había visto
pelear al dragón azul. No era un cobarde, pero una confrontación directa con el hombre
Cuentos de los Ryujin 1 236
Por Sandra Viglione
que había conocido... Kuo, la Serpiente... Había sentido su poder cuando tocó sus garras
quemadas. Sabía que no estaba listo para enfrentarlo... y que quizá nunca lo estaría.
ellos en silencio.
Cuentos de los Ryujin 1 237
Por Sandra Viglione
Capítulo 24.
La última batalla.
Ella empujó una montaña de escombro a un lado con la cola y olfateó el lugar.
No... No había más sobrevivientes. Los arranques de furia del Tirano habían ido
demasiado lejos. Los últimos habían demolido los edificios y estaba destruyendo la
no estaba de campaña, destruía algo. Al principio habían sido solo las habitaciones de
ciudad. Esta casa porque tenía una fuente como las que le gustaban a ella. Aquel edificio
porque tenía el color de sus escamas. El otro porque había sido levantado el día del
Mayor, no eran capaces de controlarlo. Sólo Okho, el joven Mensajero había sido
Eso había sido mucho tiempo atrás, antes de la muerte de Ryo-Yi. Ryo-Yi había
sido un buen Ryujin. Habría sido un buen Rey. Era bueno, y muchos de sus actos
estaban dirigidos a corregir los abusos de su padre. La gente lo amaba, pero había
muerto. Uzume conocía bien las circunstancias. A veces pensaba que si la gente, la
gente común, la de la calle, supiera cómo había muerto el Príncipe, habrían matado al
Tirano con sus propias manos. Pero, mientras volteaba los escombros de una casa
— ¡Ey! ¡Aquí! ¡Alguien que me ayude! — gritó. Pero nadie podía venir.
ataque había destruido la mitad de la ciudad, como un terremoto. Concentró sus poderes
— ¡La ayuda viene! ¡Resiste! — dijo, fingiendo calma. Sus poderes eran
insuficientes para mover el pedazo de pared y techo que aprisionaban al dragón herido.
La cola se movió un poco más, y una pata trasera empujó un huevo que rodó
Las últimas palabras le llegaron con humo. Su último fuego. La madre había
muerto. Uzume miró helada la punta de la cola y el huevo que tenía entre los brazos.
Sabía que era inútil, pero intentó mover los pedazos de pared. No pudo.
— Uzume, necesitamos...
Era, después de todo, su primer día como Rescatadora. No era mucho lo que
podía hacer. Pero habían convocado a todos los que podían ayudar. El último ataque de
locura del Tirano había sido terrible. La gente no podía, no debía soportarlo más,
pensaba Uzume, mientras recorría las calles buscando un camino que no estuviera
para tranquilizarlo, pero la cáscara se quebró, y un par de ojos dorados la espiaron. Los
resquebrajó un poco más y un pequeño dragón púrpura, una niña, saltó sobre ella,
atónita. El Ryujin Dorado llevaba a Okho, el Mensajero. Debía llamar a los otros. ¿Pero
el bebé? El segundo de duda fue suficiente para que el dragón dorado se desvaneciera
en la oscuridad. Pero ella debería... Una sombra azul oscura que ella conocía muy bien
cruzó el cielo como una flecha tras los dos dragones. El Tirano... Si había tenido alguna
había tiempo para eso) sino para el lugar de reunión de los rebeldes. Aullaba
— ¡Mi Reina!
Cuentos de los Ryujin 1 240
Por Sandra Viglione
Bentén salió del Templo que se Inunda. No admitía ser molestada durante la
semana que pasaba allí cada año. Nunca lo había permitido. Su cara mostraba todo su
— Mensajero... ¿Qué...? — Pero sus ojos fueron atraídos por otra cosa. La
pálido de repente.
— Nos siguió...
Ryujin nunca había visto. Ella levantó la mano, y un Cetro con una gran esmeralda
vestido de gala rojo, bordado en oro y plata, con mangas anchas y un escote amplio en
el que brillaba un magnífico collar con una Joya blanca. Su cabello centelleaba con
joyas doradas y plateadas, tejiendo una corona alrededor de sus sienes. Ella era la Reina,
Ella golpeó en el suelo con el Cetro tres veces. La joya verde centelleó, y un
hombre (un Ryujin en forma humana) apareció y se arrodilló frente a ella, besándole la
mano.
La nube de fuego azul estaba más cerca, y él se inclinó ante Bentén una vez más.
— Estaré listo.
Sopló una alta columna de fuego rojo, de donde comenzó a salir un ejército de
Bentén avanzó hacia la orilla, y tocó tres veces en las aguas con el Cetro.
Un camino de luces vivientes, los Ryo-To, se abrió para dar paso a un dragón
verde claro, que se transformó en una hermosa mujer al llegar a la playa. Se inclinó ante
Bentén.
— Hermana... Mi Reina.
Bentén se había vuelto hacia las colinas. Movió extrañamente el Cetro, como si
estuviera llamando a una puerta invisible. De nuevo, las chispas de dragón se unieron en
el aire, indicando un camino hacia el cielo. La puerta invisible se abrió, y otra mujer,
mirada.
al trabarse en lucha hizo temblar la tierra. Rodaron sobre la playa, pero Bentén no dio la
darse cuenta de los muchos dragones que aterrizaban alrededor de la pareja que luchaba.
grito. Cayó y rodó a un lado bajo la mirada burlona de Kuo. Él avanzó sobre el dragón
caído, presto a terminar con él, pero una forma se puso en su camino. El fuego de
— No. No lo matarás...
Uzume, la hija de su Ministro Mayor lo desafiaba. La furia lo cegó de una manera que
el fuego no había sido capaz. Avanzó y la tomó por la muñeca, torciéndola. Resopló
humo, listo para quemarla viva, pero una cosa chiquita y púrpura corrió sobre el brazo
avanzó un paso en su dirección, pero Lossar, aunque herido, estaba allí, cubriéndola a
ella y al bebé con su cuerpo. Okho, el otro traidor estaba ahora a su lado, y la fría
mar se puso negro y burbujeó, y las formas oscuras de los demonios empezaron a subir
abandonado a los demonios. Solo los denodados esfuerzos del ejército de la Reina los
mantenía alejados de sus esposas e hijos y familias que los habían seguido. No les llevó
Pero el poder del Tirano era menor de lo que solía ser. Pronto se dio cuenta que
amenazador. Estaba muy cerca de ella ahora, y Okho vio que no podría alcanzarlos a
Cuentos de los Ryujin 1 244
Por Sandra Viglione
tiempo para protegerla. Las piernas de Lossar ya no lo sostenían, y cayó sobre Okho. Lo
envenenado con su propia garra y presionó para hacer salir el veneno. No tenía cuchillo
para hacerlo apropiadamente. Sopló el mejor de sus fuegos blancos y Lossar soltó un
aullido.
— No la tocarás, — dijo.
gruñó.
Kuo se lanzó sobre Ryujin y rodaron sobre la arena como él y Lossar habían
hecho. Pero Ryujin había observado su manera de luchar. Enterró las uñas en el cuerpo
de Kuo y aleteó antes de que él o alguien más pudiera intervenir. Arrastró al dragón que
alejaba, y los encuentros se esparcían por la playa. Aquí y allí, un par de soldados de la
Ciudad del Aire atrapaba a un demonio en una nube dorada y lo llevaba de regreso a las
Cuentos de los Ryujin 1 245
Por Sandra Viglione
profundidades, a los calabozos de Melori en el fondo del mar. Los dragones de Lossar y
los de la Ciudad Este luchaban lado a lado ahora, todas las diferencias olvidadas.
Okho interrumpió:
con mi padre...
La luz en sus ojos era extraña. El fuego de la Joya había subido a ellos. Okho se
Capítulo 25.
El precio de la libertad.
Lossar miró al techo, azul y blanco, como el cielo de una tarde de primavera. Era
Lagartija?
Uzume no se había separado de él desde que habían llegado. No, desde antes.
Desde que rodó a sus pies cuando luchaba con Ryo-Kuo... tres semanas atrás. Y
— En el patio. Las envié para que descansaran un poco. Uzume se está poniendo
demasiado pálida...
Lossar sostuvo la mirada de Mikori unos momentos. Luego bajó los ojos.
Lossar cerró los ojos. Sus recuerdos eran confusos. Tenía todavía una buena
cantidad de veneno en él. Bentén había dicho... Sí. La Reina había ordenado poner la
él. Okho llamó a Violeta. Ella tenía grandes poderes... Ella y Uzume entrelazaron las
manos y soplaron fuego curativo sobre él. Pudo dominarse un poco más.
Okho para atreverse a volar hacia las puertas que se abrían. Uzume también habló. Ellos
les dijeron que el tiempo de temer al Tirano se había ido para siempre, y les recordaron
la vieja profecía según la cual el Ryujin Dorado liberaría la gente... Lossar no pudo
hablar. Se sentía mareado. Se preguntó qué estaría pasando tras las colinas donde Ryujin
Abrió los ojos. Uzume estaba a su lado. Los dragones volaban, algunos más
lento, otros más rápido. Los más viejos ayudados por los jóvenes y los niños ayudados
por sus padres. No había signos de la batalla, y los últimos soldados se unían a las filas
de refugiados.
— Flor de Ciruelo, — tradujo él. — ¿Y qué? Vuela con el resto antes de que seas
— Te estoy esperando. No podrás volar en este estado, — dijo ella con calma.
ordenar a los soldados que hablarle a las damas. Pero ella era obstinada.
vez.
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Por Sandra Viglione
Ella hizo una mueca y se fue. Entonces él se recostó contra la pared y cerró los
regreso.
traje esto.
acurrucó sobre su pecho tan pronto como sintió el calor que desprendía. Lossar suspiró
y volvió a cerrar los ojos. Se sentía demasiado cansado para discutir, y de verdad, no los
esfuerzo y se sentó. Era de día otra vez, y las puertas al Feudo de Mikori estaban
cerradas.
Uzume levantó una ceja, pero no dijo nada. Lo cuidó hasta que vinieron por
ellos.
— ¿Mi Señora?
— ¿Almuerzo, Señora? Hemos estado esperándolos por tres días. ¿Qué hacen
todavía aquí?
— Todavía tiene veneno adentro. No puedo sacárselo, — dijo ella con suavidad.
Así, Uzume bajo su ala derecha y Okho bajo su izquierda, llevaron a Lossar al
palacio de Mikori.
su verdadero nombre.
Lossar suspiró.
donde quedarse.
Lossar frunció el ceño mientras Mikori se retiraba con la bebé. ¿Por qué no se
había llevado a Uzume? Quería morir, y poder descansar al fin. Habían habido
Uzume sonrió.
Lossar se encogió de hombros en la cama y cerró los ojos. Ella tendría que
conseguirse un esposo.
— Sí.
Trató de recordar qué había pensado desde que la conoció. No pudo. Ella se
quedó allí, quieta. Esperando. Él podía sentir su calor a través de las mantas. Trató de
separarse un poco y el movimiento le provocó una punzada. Tenía los ojos cerrados,
estuvieron sobre los de él. El fuego de ella disolvió su resistencia, y las sábanas se
— ¿Qué edad crees que tengo? Hice de madre para mis hermanos y hermanas
desde que mi propia madre murió. No es la cantidad de años, sino cómo los vivas... —
dijo todavía sobre su boca. Podía sentir el roce de sus labios, suaves, incitantes... Quiso
Todavía por un segundo pensó en rechazarla. Pensó en decirle "No está bien" o
algo como eso. Abrió la boca para decirlo, y terminó por besarla como los dos habían
estado deseando.
Tres semanas atrás... Ryujin se llevó la mano a la frente. Si cerraba los ojos lo
Las colinas se levantaban oscuras contra la noche. El sol se había ido, pero el
dragón azul que se debatía entre sus garras brillaba con un resplandor oscuro. Se dio
Al pasar las colinas, Kuo se liberó con una violenta sacudida. Ryujin salió
rechazado hacia atrás contra las rocas. Pero él era joven, y más fuerte de lo que él creía.
zarpazos envenenados. El fuego fundía las rocas a sus espaldas, y Ryujin las oía caer
Pero Kuo era astuto. Y todavía era poderoso. Y había conservado gran parte de la
magia de los símbolos que había robado largo tiempo atrás y que Bentén recuperara.
Gritó un par de palabras en el antiguo lenguaje, y la Corona de las Tormentas que una
vez había tenido en sus manos, brilló sobre su cabeza. Se rió mientras se la quitaba y le
soplaba humo azul encima. La playa cercana se levantó en olas de espuma blanca y
nubes venidas desde todas partes oscurecieron el cielo. La tormenta golpeó fuertemente
la playa y las colinas, y pronto la lluvia hizo imposible volar. Ryujin se aferró a una roca
Kuo se rió otra vez. Volaba fácilmente bajo el diluvio y el viento no lo molestaba.
Golpeó la roca de la que Ryujin se sostenía, y los dos cayeron al abismo: Ryujin y la
roca.
Kuo le gritó algo mientras caía, pero no pudo escucharlo. Sacó fuerzas de quién
sabe dónde y aplastó la roca que lo arrastraba hacia abajo. Voló hacia arriba como una
flecha y se dio cuenta que él estaba brillando más fuerte. Su luz proyectaba arcoiris
contra las nubes negrísimas. Y vio a Kuo ordenando al Fu-jin y al Ni-jin, los demonios
del trueno y del relámpago que lo atacaran. Debía pensar rápido, pero no le llegó
ninguna idea Se acurrucó como una pelota de fuego dorado, preparándose para resistir,
y su fuego brilló todavía más, como si un pequeño sol hubiera bajado para iluminar el
mundo. Fu-jin se paró en seco y Ni-jin huyó. Rai-jin, el demonio del viento se puso de
Cuentos de los Ryujin 1 253
Por Sandra Viglione
su lado. Sopló loca y salvajemente, empujando las nubes a uno y otro lado, y
Ryujin se zambulleron tras ella. Pero ninguno de ellos la obtuvo. Bentén había llegado.
Tomó la Corona y se la puso. El cielo se aclaró y la luna plateó la piel negra y mojada
de las colinas. Sostuvo su Cetro en alto pronta para atacar a Kuo, pero él había sujetado
a Ryujin desde atrás y estaba llevándoselo lejos, hacia el fondo del Mar Interior. Bentén
los perdió de vista, y aullando con desesperación se sumergió en las aguas verdes,
Las profundidades del océano eran más oscuras que la noche. Por un segundo
pensó que se ahogaría, y luego se dio cuenta que podía respirar bajo el agua al igual que
Kuo. Vio el lejano destello de la Ciudad de Melori, pero Kuo estaba sujetándolo con
Kuo. Los dos fueron atrapados por la corriente. Escuchó los gritos de Kuo. Gritaba algo
frío y la oscuridad, y este fuego dorado era doloroso y atemorizante para ellos. Y una
cuerda blanca lo alcanzó desde afuera. La aferró y en unos pocos tirones alguien lo
sacó. Kuo estaba todavía tratando de salir. Sus ayudantes habían huido, y Ryujin vio que
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quien lo había rescatado era Bentén. Su joya blanca brillaba clara sobre su corazón de
dragón.
Kuo la vio en ese momento. Una expresión extraña le crispó la cara, y bramó:
— Te llevaré al juicio del Rey, — dijo ella con calma. — Él es justo y...
Nunca terminó esa frase. Tan pronto como sus patas traseras tocaron suelo
sólido, él saltó sobre ella y enredándola, voló hacia arriba, hacia la superficie y el cielo
abierto.
Los había seguido por días, sobre colinas y montañas, y bosques y valles, y
nunca los alcanzó. Kuo era fuerte, y su resistencia parecía inquebrantable. Había
golpeado a Bentén contra las paredes de los precipicios una o dos veces, pero ella
resistió. Estaban lejos de las montañas, en una tierra de suaves colinas y grandes
llanuras cuando ella por fin pareció reaccionar. Ryujin vio de lejos las llamas rojas
levantándose para envolver al fuego azul. Se apresuró, pero estaban muy lejos. Sus
podría significar que su abuela... No, no quería pensar en eso. Sólo batió alas
El lugar era extraño. Frío. Un bosque bajaba por la colina, y había un lago junto
a ella. Una roca se levantaba sobre la colina, curiosamente señalando el cielo. Un mojón
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o una señal. El humo trepaba y se enroscaba a su alrededor, acre. Escocía en los ojos.
Un hombre encorvado estaba parado allí, mirando a la cueva que se abría bajo la
— ¿Quién eres?
— Un viejo amigo. Estaba esperándola. Pero ella entró ahí... los dos entraron
— Sólo humo y cenizas, pero todavía siento su perfume. Su fuego blanco era la
última cosa que esperaba ver... — dijo con suavidad. — Adiós, mi Reina. — Era más un
suspiro que un saludo. Algo blanco rodó fuera de la cueva. El ciego lo detuvo con su
bastón.
— Tómalo, — dijo.
papel en mi bolsillo.
— ¡Ey, Mandy!
— ¿Bob? — Él solía llamarme Mandy. Era su jefa, y él decía que era mandona.
Después de dos años de eso, resultaba un apodo cómodo. — ¿Cómo está tu esposa?
Él miró sin recordar. Yo le había apostado que eran dos bebés, mientras que él
— ¿Cómo va la excavación?
Suspiré. Sí, me lo había dicho. Pero yo tenía mis órdenes. Así que los
alcornoques del Museo nos tuvieron escarbando inútilmente por seis meses en el lugar
tenía sentido.