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La chica temblaba. Cordelia cogi uno de los jerseys gruesos de Mark y lo coloc sobre los hombros.

Las astillas comenzaron a arder gracias a las hbiles manos de Hugo. Cordelia entr a la cocina para preparar caf y dej la linterna de lado en el filo del alfizar de la ventana para que alumbrara la hornilla de petrleo. Prendi el fuego ms grande y cogi una jarra de barro de la estantera, los dos tazones con el borde azul y una tacita para ella. Una segunda taza desconchada contena el azcar. Slo tard dos minutos en hervir media tetera con agua y echarla sobre el caf. Oy la voz dbil, insistente y consoladora de Hugo, procedente de la salita, entremezclada con respuestas monosilbicas de Isabel. Coloc el caf en la nica bandeja que tena, sin esperar a que se hiciese; dicha bandeja era una lata deformada y decorada con una foto estropeada del castillo de Edimburgo. La llev a la salita y la coloc en el hogar. Los haces de lea chisporroteaban y ardan, despidiendo una lluvia de chispas brillantes que cubrieron el vestido de Isabel de estrellas. Entonces se prendi un madero mayor y el fuego resplandeci con mas fuerza y suavidad. Cuando se inclin a mover el caf, vio un pequeo escarabajo correteando desesperadamente por el filo de uno de los troncos pequeos. Cogi una ramita de las astillas que an estaban en la chimenea y la puso como va de escape. Pero lo confundi an ms. Del susto, se gir y corri hacia el fuego, entonces se enrosc y finalmente cay por una grieta que tena la madera. Cordelia se preguntaba si el animal alcanz a comprender su terrible final. Encender un fuego era un acto tan trivial para ocasionar tal agona y terror. Les pas a Isabel y Hugo sus tazones y cogi la suya. El agradable olor a caf recin hecho se mezclaba con el sabor resinoso de la madera que arda. El fuego trazaba grandes sombras sobre las baldosas del suelo y la lmpara de aceite proyectaba un tenue resplandor sobre sus rostros.

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