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Tres aos

Paseo con Virgilio

Llego caminando a una torre del piso sale un humo hermoso. A medida que avanzo a travs de la sangre voy olvidando las palabras A medida que paso saboreando el humo voy empezando con las preguntas: Cmo me llamo? Por qu esta cara? Hasta cundo con el cuerpo? El cuerpo ya no lo tengo. Se acumula con millones en soledad. La muerte es el paseo al que a todos nos convocan Y tal vez el cuerpo lo recupere al final del humo Me esperar esa, la otra vida la de la sapiencia la de conocer el lmite del espanto.

Montserrat imaginario

El demonio lleg de nuevo Se le est volviendo costumbre. Cuando menos piense me va a empezar a dictar versos, y ah gritare: ahora s me enloquec. Me enloquec cuando me-encerraron cuando me interrumpieron las visitas aduciendo exceso de cordura. Yo slo respond: el miedo a sentir es el mismo pavor de verse. Y es que siento con las manos, con las letras que de ellas salen. Llamas que fueron y que trato no olvidar Y uno sigue con la vida otro paseo al que tambin convocan repitiendo versos como estos: Uno no se enloquece A uno lo enloquecen Por eso hay que fijarse muy bien en los labios que lo nombran.

De hotel en hotel As como los maestros se empean en ensear

la muerte como paso a otra vida ingenuos nombran a la locura como paso al dolor irreparable Yo la tengo sin duda Yo me a-tengo, no hay duda a ella sin dolores. Slo los de-parto Sin quejarme paso por la creacin de su mano. Porque no hay luz como la suya

Los mejores y peores versos son hijos de su aura. Por eso el testimonio nunca ausente de mi goce, satisfaccin infaltable de pasar del dolor a la creacin de la locura a la vida

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