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A. Gramsci
delincuencia. Slo en una apasionada atmsfera social, cuando las costumbres y la mentalidad predominante han cambiado, puede suceder algo semejante. La libertad hace libres a los hombres, ensancha el horizonte moral, hace del peor malhechor bajo el rgimen autoritario un mrtir del deber, un hroe de la honestidad. Dicen en un peridico que en cierta prisin estos malhechores han rechazado la libertad y se han constituido en sus guardianes. Por qu no sucedi esto antes? Por qu las crceles estaban rodeadas de murallas y las ventanas enrejadas? Quienes fueron a ponerles en libertad deban ser muy distintos de los jueces, de los tribunales y de los guardianes de las crceles, y los malhechores debieron escuchar palabras muy distintas a las habituales cuando en sus conciencias se produjo tal transformacin que se sintieron tan libres como para preferir la segregacin a la libertad, como para imponerse voluntariamente una expiacin. Debieron sentir que el mundo haba cambiado, que tambin ellos, la escoria de la sociedad, se haba transformado en algo, que tambin ellos, los segregados, tenan voluntad de opcin. Este es el fenmeno ms grandioso que la iniciativa del hombre haya producido. El delincuente se ha transformado, en la revolucin rusa, en el hombre que Emmanuel Kant, el terico de la moral absoluta, haba anunciado, el hombre que dice: la inmensidad del cielo fuera de m, el imperativo de mi conciencia dentro de m. Es la liberacin de los espritus, es la instauracin de una nueva conciencia moral lo que nos es revelado por estas pequeas noticias. Es el advenimiento de un orden nuevo, que coincide con cuanto nuestros maestros nos haban enseado. Una vez ms la luz viene del Oriente e irradia al viejo mundo Occidental, el cual, asombrado, no sabe ms que oponerle las banales y tontas bromas de sus plumferos.