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POESÍA ANÓNIMA

Me desperté, mil pensamientos bullen, quizás la escritura los libere, qué se yo, vacío lleno de
imágenes, intentando dar una salida, sabe el que sabe o está más perdido, qué sé yo, regresa
la pesadez, todo es silencio, menos aquí dentro, muy dentro, algo bulle, a toda mecha, muy
rápido, demasiado, para cualquiera que se precie tranquilo.

Me desperté, ¿dónde quedó la brisa del verano, y el aroma a silencio puro y olas sosegadas?
¿Dónde? Quizás quedó sepultado tras la horda de estupideces y otras no tanto, ¿quién dijo
que las tenía que dar cabida? ¿Fui yo? ¿Hice una promesa? Quién sabe, vacío aquí dentro, pero
lleno ahora de cachibaches, molestan más que sirven, ayudan pero juntos impiden siquiera
respirar y gozar del vacío, de la arena y de la larga conversación de las olas, largo tiempo ya
olvidadas, hasta ser borradas de la memoria, no, no, eso nunca. Todo menos ese dulce sonido,
las olas. ¡¡Qué amabilidad en sus explicaciones!! ¡¡ Qué paciencia con sus aprendices de
observadores y con sus melancólicos!! Qué amor desapegado hacia sus oyentes. Las olas, y,
me pregunto, ¿hacen sonido las olas de la playa cuando no hay nadie que las escuche? Y ello
me trae de recuerdo los cachibaches de mi vacío, tengo que hacer limpia otra vez, esta vez se
acumuló alquitrán en la proa, algún día este barco ya partirá hacia otra playa pero los
cachibaches se quedarán con sus dueños, ya sirvieron, por eso son lo que son ahora, un
impedimento para mi soliloquio al amparo de las dulces olas del mar.

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