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Créditos

Colaboración y
apoyo:
Isabel Rodriguez
Faver Rivas- fotografias
Fernando Vargas
Oscar Pantoja
Jesus Alberto Motta

Agradecimientos:
A Mi Madre, Isa,
Salomé,Maestro motta Pablo
Guerra , Edna, La Jente, Darwin,
Puma, Monty, Rafantiguo ,Lu-
ciano , Javier, Gustavo,Verona,
Apoli, Nikus, Esther, Misamores,
El Lucero.

Historia y Dibujos:
Jean Paul Zapata

Editor: Jesus Alberto Motta

Contacto:
editorialculturas@gmail.com
cultura.s@gmail.com

Una Historia hecha en Colombia para Edito-


rial Cultura(s). 2010, Bogotá. Todos los
derechos son para Editorial Cultura(s) el autor
y, 2010.
al rato
dolly...

dolly.

esta mujer en mi

vida, intensa y

provocadora.

inquieta con su

lenguaje, hasta el

punto de torturar

mi cuerpo. cada

susurro era una

condena, pues con-

llevaba el peso del

adios, del instante

muerto del beso

eterno. mi voz

simplemente se

apagaba cuando me

decia algo y

procuraba a toda

costa que no

sonaran las trom-

petas chistosas de

aquel concurso de

ortografia

pereirana.
a dolly le
gustaba caminar
sobre mi cerebro.
cabalgaba como
profesional en
raros laberintos
que
surcaba con su
hoz.

en el preciso
momento que
la deseaba, se
me escapaba. y
cuando al
final pierdo el
juego y la re-
chazo.... ella
me desea.
Por un tiempo solo se
la pasaba en su cuarto
pintandose las unas y vi-
endo tele, despues en la
esquina tomando con los
gamines de la cuadra;
asi conocio el bazuco.
Una madrugada llegaba
del centro y desde la
entrada del barrio dos
hombres la siguieron, en
la calle de la vuelta la
intentaron violar, ella no
se dejo y la apunalearon
en un rinon.

“Camino hasta la casa y


dona Rosa no le abrio.
Chili Le debia unos dias
de arriendo. Acurru-
cada llorando junto a
la puerta del inquilinato,
empunando un billete de
veinte, murio desangrada,
sin cumplir su mayoria de
edad. Pero esta no es
la historia que te voy a
contar.”
Después de estas tres horas de pensarlo, salgo de la
residencia, cojo el carro y me voy a la cancha de tejo
de Jetier, la que queda arriba cerca de Los Balcanes.
Hace algún tiempo mi padre combatió con él
y Jetier por algún suceso u otro le juro lealtad
hasta la muerte. Trato de atar cabos sobre todo
lo sucedido. Creo que fue la vez que en la
panadería le dí el cabezazo al primo Ávila, el
era uno de los protegidos de La Casa del Sur.
Pudo haberlo guardado todo este tiempo y
ahora quiere cobrármelas.

Pero porque putas tenían que matar a Dolly. Porque


no me mata a mí y listo?? ! Oh cómo la amo, cómo
la amé, nostalgia eterna desde que la dejé acostada
en la cama de la residencia. Debo entrar y pregun-
tar por Jetier el dueño, el me protegerá.
Que haces acá
chico?, sólo le debo favores a tu padre,
no a tí. Vete.

Jetier era un hombre escuálido pero activo, de son-


risa amplia, barbilla partida, sombrero y camisa
graciosa. Era una aspiración a Clásico en nues-
tros tiempos, pero con un toque de irreverencia
que los seductores poseen. Su mirada era tierna,
sin quitarle que también escondía una vil prest-
ación para asuntos del crimen, siempre miraba a la
negra,como pidiéndole permiso. Nina, su grande
e inmortal compañera, bazuquera, hábil con los
cuchillos y excelente besadora. Su habilidad en
la cocina se extendió en el manejo criminal de los
cuchillos. Además, ella había amenazado matarlo
si la abandonaba.
Caramba, El
mismo hijo de Júpiter que viene a
visitarnos, cuéntame ¿qué te hizo
descender del Olimpo donde te
la pasas? ¿Robaron tu carro?
¿Atacaron tu casa? ¿Ya no
tienes cómplices que te ayuden
en tus caprichos? ¿Te atracaron
y ahora vienes a mí sin respecto
alguno a pedirme que mate y
asesine por ti?o...me equivoco en
lo que te digo?

No.

Negrita Tráeme dos tequi-


las. No. Mejor tráeme una
botella y mira que chicas
hay por ahí...

Pienso que es una venganza.


Algo que tienen contra mí.
Alguien. Creo que aun está vivo
Jetier mira la mano y la y me busca.
comienza a tomar con amor,
la acaricia. Mateo mira a
distintos lados, alcanza a ver
como la negra habla con
varios personajes de la mesa,
en ella están: el apuesto
Monty, el Chino y Pepiyo,
hombres de brillante calaña.
No digas idioteces.
Cállate y más bien
escucha. Viniste acá
para que te ayude a
encontrar a quien te
hizo esto o quien se lo
hizo a ella? Estas son
las reglas: tú te callas
yo hablo, dime sí o no
con la cabeza.
¿!!Crees que porque estoy
en este barrio de mierda y
falto de oportunidades no
sé dónde estoy? Llegan un
día a tu casa y te cortan
la cabeza frente a todo el
pueblo.
Y tú me muestras una mano
como si no conociera esos
métodos. Los que buscas
también son peones como
nosotros, que tienen sueldo
como nosotros o de una u
otra forma tienen que
conseguir el pan.

No los justifico.
Ser el brazo criminal de fuerzas
tan benévolas, que no te imaginas
lo que está por detrás de esta
cortina de violencia televisiva.

Ve a casa y báñate después


pasa por nosotros. Llamaré
a mi hermano Trompier,
para que traiga los
instrumentos con los que
haremos esto.
Pasa el día, saben que tienen que llegar por la madrugada
pero el camino es largo y deciden esperar toda la tarde
con dos botellos y seguir derecho para llegar a tiempo.
Mateo espera pacientemente hora tras hora en la cabina
de su carro,fumando cigarrillo mientras ve las cosas que
pasan a través de su ventana.Comienza a lloviznar en
un frio cielo azul grís. Estallan en los cristales las gotas
, como estrellas fugaces transparentes. Son las siete de la
mañana y todos llegan puntuales. Inician su camino, un
sonido de piano triste atraviesa los oídos de Mateo
mientras entre el auto escuchan y canta reggaetón a
todo volumen. A l voltear una esquina, en camino
los detiene la policía,la negra se altera y se pone
picante,comienza a sabotear a un teniente, este los
hace requizar baúl. Los capturan y les dan ocho
años de cárcel, por porte ilegal de armas.
Me llaman Juan. Soy uno de los cuatro, tal ves,
el más tímido. Esta noche me quedo con Mateo
en esta mesa, mientras Marcos y Totó bailan.
Me gusta escuchar. Aunque no dejo de pensar
en la naturaleza honesta de la estúpidez. Esto no
me hace exento de también sentirme estúpido.
Aunque no debería sentirlo tanto, soy desven-
tajado, un chico en un barrio de hombres, en el
Barrio es así y esto en vez de preocuparme me
alegra, pues si estuviera en un mundo domi-
nado por las mujeres; existirían menos Mateos,
sería todo menos chistoso... Un cenicero brilla
y distingo otro cigarrillo, otro instante desnudo
de nicotina. Se me antoja una orinada. Ahora
La cruz de huequitos, cada vez está más pálida
y craquelada, rebota un sonido conocido toda
mi vida. Saliendo del baño me encuentro con
un hombre que obstruye la siguiente puerta, lo-
gro alzar la cabeza y no es el baño de mujeres,
pensar borracho no es pensar, el pensamiento
no concuerda con lo que propone mi cerebro,
y sobre todo si pienso que estoy pensando
mientras en realidad recuerdo esto. El hombre
vuelve a empujar mi hombro, me indica que debo
girar e irme. No entiendo nada más. Como un re-
lámpago logro reaccionar a sus intentos de per-
suadirme y antes que siga hablando le propino
un excelente puñetazo. Es un corto espacio entre
los dos, el hombre se desmaya y parece ahora
más borracho que yo.
Cae sobre mi cuerpo hasta seguir su camino
al piso. Llegan cinco hombres con armas que
parecen sacadas de una historia de un guionista
de Medellín. Trato de decirles con mi mirada que no les tengo miedo. Los enfrento. En todo este tiempo
no había sentido náuseas y estas vuelven ahora. Aunque mal sentado alcanzo a meter la cabeza en mis rodil-
las; hay muchas hormigas en el piso. Estoy muy borracho. De mi boca lentamente salen babas, ahogan las
hormigas. En un maremoto de mi saliva. Me pasan las náuseas, me pongo de pie y mi cabeza es embestida
por el ambiente. El blanco rechina más, dando un efecto de cámara lenta en los manes que me apuntan.
Escucho la música del padrino y una voz detrás de la puerta chillona. Tráiganlo, dice la voz ahora, todo
es borroso. Un ruido de radio se interrumpe por una ronca voz nasal, que dice un nombre: Russo, ya voy
patron. El tubo frío de un revólver en la nuca me guía a la puerta. Paso descuidado encima del cuerpo que
mande a dormir hace unos minutos... Un hombre grita” malparido le quebraste el cuello”. La habitación
misteriosa resulto ser un pequeño salón que huele a requezón de mico.
Con sombra de hollín en sus esquinas y olor a tabaco que impregna los cojines de los asientos que hay en
cada pared y sus espejos. En el centro hay un pequeño escritorio de madera con dos lámparas de pie como
acompañantes. Quien habla ahora por teléfono y que centra toda mi atención es un hombre pequeño, un
poco rubio que trata de hablar rápido mientras besa continuamente un cigarrillo. Todo es silencio excepto
por su voz gritando y discutiendo en esta llamada telefónica. Creo que era su madre. Pienso en que estará
haciendo ahora la mía. Hace de nuevo otra llamada y ordena a unos hombres que se detengan en cualquier
intención , algo sobre unos protegidos de él. Creo que mi madre tal ves estará limpiando un tapete mientras
escucha alguna canción que le gusta, ó ,ve la tele mientras cose en su pequeña maquinita. Esta tarde tenía
un bolsillo roto del pantalón y lo pude arreglar sólo. Creo que lo más difícil de las máquinas de coser es
enhebrarlas, de resto es fácil hacer un buen vestido.

Russo mueve sus manos con gracia mientras encoge sus hombros. Si no hablara por teléfono, pensaría que
esta al frente la persona a la que habla. Después cuelga y se dirige a mí. Una voz melodiosa y pausada con
acento extranjero, conjugada con una mirada pequeña y escondida entre sus párpados caídos con unas veci-
nas cejas rojas.Cortas. Expresivas. Me grita: ¡Siéntese!- el megáfono humano a unos nueve, metros de mi.
y yo, preocupado por mí , que de lo borracho parezco su abuela, siento que hace cinco minutos no respiro,
sentado en esta banca, trato solo ser amablemente impersonal. Bueno, le respondo.

Por su acento pude percibir que su corazón se asienta en la soledad de las tinieblas, como una pequeña y
subterránea maldad escondida en las formas y las palabras. Me pregunta el por qué de golpear a uno de sus
1. juan rodeado y amarrado

hombres.Le dije que tan solo me defendí. Desde pequeño tuve vocación para la guerra, en el batallón en
el que presté servicio, jugaba a pelear con lo demás soldados. Es un hecho el que sabía pelear, físicamente
cuerpo a cuerpo, no le temía a ningún hombre vivo. Me echaron de muchos colegios y siempre fue por
tabiques rotos y quejas de niños llorones. No daba permisiones en cuanto al orgullo, en cuanto a mi nombre
se tratará y mi voz solo la oían pocos. Tenía más acción que palabra y no buscaba nunca problemas.

Russo con una intensa verborrea me relata lo que es la vida, algunos hombres más que están en el cuarto,
detrás de sus gafas negras, no dejan de ocultar la aprobación sobre todo lo que dice. Después de cinco
minutos de discurso comienzo a aburrirme de nuevo, las palabras bajan como en arroyuelo en una canal
transparente y predecible. La soledad, en este momento, parece tener carácter comunitario. Los rostros se
languidecen en la industria del dolor que es la espera. Entre nacer y morir transcurre nuestra espera. Como
una llamada a un triage, del hospital del Tunal. Me acomodo en la silla. Bruscamente toman mi brazo,
lo desnudan y lo amarran a la silla. Ninguno de los dos hombres me mira. Acostumbrados a la muerte,
perdieron la alegría de la vida; para la enfermedad siempre hay cura y se fascinan con la idea del poder y
la tortura ajena, por esto como rémoras acompañan las acciones violentas de cualquier estúpido con dinero
que carezca de pudor para hacerle daño al prójimo. Esto no va más allá de un oficio.Me dice un man del
al lado.Lo miro detrás de esas gafas negras, que parecen más una venda en los ojos de bailarina de mago,
solo existe un aspirante a Mafio. No puedo dejar de fijar en la gran marca de hollín y tizne en la parte alta
del rincón de la pared. Tal vez alguien fue quemado víctima de algún tipo de torturación. No sé porque se
me ocurren tantas guevonadas. Ahora recuerdo que estoy amarrado, no logro volver en sí. Aló...aló...

Ahh..¿Qué es lo que hago aquí? me pregunto, estoy sentado al frente, mientras encienden un cigarrillo que
pedi hace un momento. ¿Qué edad tiene? Veintiuno? – ¿Veintiuno?, contesto-. Y viene entonces la pre-
gunta más estúpida, siendo esta la única vez que Russo me mira la cara: ¿Cómo te sientes? Mal Doc. Siento
un dolor brazo – en ese momento me deja de mirar- debe ser por el bailao que le diste a mi chico, dice. No,
yo le digo, que va desde el hombro hasta acá, en el codo, es como una picada que me quema.

Pasados cinco minutos de preguntas sin sentido, y respuestas aún más desfasadas. Russo se ríe y se voltea
al fondo de la habitación donde la luz de la lámpara no llega, de un closet en metal que hay saca un ma-
chete ensangrentado y oxidado. No niego que ya me siento más cómodo y trato de relajarme. Creo que la
intención de todo este discurso es saber que dentro de unos pocos momentos me van a matar. Comienzo
a descifrar a Russo. Un hombre que da muchas vueltas al lenguaje como si fuera agua que lo sanara; trataba
de bañarse en auto elogios descuidados de modestia fingida para auscultar su necesidad de crueldad. Lo uti-
lizaba como método para ganar respeto entre todos. Dominaba el verbo y la acción. En la acción era sencillo
e inescrupuloso. Me habla de su hermano en silla de ruedas y sus nuevas metralletas, mientras me pasa el
machete por la parte izquierda de la nuca. Me dice sus recuerdos como verdugo en las guerrillas de Europa
y como eran las cosas con su madre antes de llegar al Barrio. Un vallenato suena y uno de los hombres le
sube un poco, sabiendo la música que le gusta a su patrón. Trato de moverme de mi asiento y Russo me da
un planazo con el machete.
Me dice que si quiero hacer algo por él y que por eso más bien me va matar. Le digo que es un tonto porque
sabe que solo puede hacer esto mientras yo estoy amarrado en esta silla, se caga de la risa y me dice que le
debo, que no tengo mas que majadería en mi. Un hombre leporino entra rápido y cambia todo el panorama.
“Ha arribado la policía”. Es chistoso porque en un principio no entendí lo que dijeron. Creí escuchar “Llego
la poesía”. El cuarto era otro, ahora con luz prendida y mucho movimiento. La poesía inquieta a la gente,
pensé dentro de mi.

Mientras estamos en la celda , todos comemos y discuten sobre equipos de fútbol. Un hombre pide que
le dé mi presa de pollo y yo me quedo callado mientras me la como. La celda es fría y no tengo ningún
aliado, los murmullos de muchas voces parecen poblarla más que los cuerpos. Todos silenciosos esperando
mi respuesta, creo que es un enviado de Russo, desde el otro extremo de la celda. El hombrecillo insiste,
buscando la manera vulgar y grosera de llamar mi atención. Lo golpeo y cae al suelo. Después de este
acto su hermano me ataca por la espalda y quiere romper mi cuello, nos separan entre gritos de varios hom-
bres y en un descuido lo golpeo cayendo al suelo de un solo jab en la quijada. Todos se separan y quedan
atentos mirándome, retándome con temor, como el único enemigo. Pienso de nuevo en la naturaleza de la
estupidez. Sus bocas abiertas contemplando cuerpos en el piso, Russo me abraza y me lleva a la esquina
de la celda.
“ Ven chico, quieres morir rápido? No sé qué diablos te pasa con la vida, pero uno no puede estar repar-
tiendo puños gratis así... Hay que pelear de verdad, la verdadera lucha es por la comida. Lo que tienes en tus
puños es oro puro y yo se como hacerte ganar mucho dinero. En cuatro o cinco peleas ya serías millonario,
porque te desgastas con estos guevones”.

Después me muestra la palma de su mano en acción de amistad. Me dice que solo ofrece su mano una
vez, que me perdona lo de el hombre que golpee en su discoteca y que la amistad de él es eterna, mientras
también le sean leales. El policía abre la reja y deja salir a Russo y sus hombres junto conmigo. Mientras
1. ruso aconsejando

me voy la mayoría se pegan a la reja diciéndole halagos a Russo, como gritarle aun Mesías mientras se
va en un burro. “Patrón, no nos olvides Patrón. Afuera de la estación reposan parqueadas tres camionetas
mercedes de color negro con unos nuevos guardaespaldas. En la camioneta que conduce “el negrote”, nos
dirigimos hacia el norte del barrio. Russo no me habla nada y termina por dormirse.

Me siento como una veleta que el viento lleva. Como un gallo de pelea que está siendo probado por el
destino.

En mi barrio hay un millón de personas que se unirían para firmar unánimemente el que una mujer de la
farándula se desnude,al mismo tiempo, hay sólo 13 mil que se unen para firmar el que no se privatice el
agua. Es un lugar de intensas contradicciones, frivolidad, miedo, políticas cívicas, gente, personas, individuos,
personalidades, personajes, gamines, desplazados, civiles, y algunos soñadores. Consume todo, en el deseo de
vender y de revender, imagen, mundo, cuerpos, conceptos, símbolos, leyes, noticias, información; Conven-
ciones, convenciones estilísticas, miradas, posiciones de transformacion en los mundos, peros , mentiras y
gentío.
Ahora recuerdo los paseos con mis amigos, entre alegres y grises, con el justo amargo y con el justo humor.
Dar un paseo por mi barrio es recorrer las filas de la uniformada diversidad que todos aceptamos. Se es lo
que se ve. Y si buscas profundidad, estas condenado al silencio. La Casa del Sur no era tan grande como el
Barrio, pero aquí es donde me ha tocado vivir. En las calles que bien o mal, gracias a su cultura y sociedad,
he sentido el paso del tiempo, mis cambios, mis momentos y mi encuentro con otros. Metrópolis, la ciudad
de Hierro, la ciudad cristal, nada de esto se le parece. Es una comunidad silente y desmembrada. Dar un
paseo en la noche en la ciudad puede significar para muchos la muerte y para otros dinero. Dar un paseo
en la mañana, es integrarse al frenesí demoníaco del caos, el estréss, la incertidumbre del atropello ciuda-
dano. La gente corriendo a los buses alimentadores, llenos como sacos de arroz, la rutina del transporte y
la indiferencia hacia el espacio personal, los buses de transporte masivo donde la política es que “Barrio
es de todos”, pero muy pocos son sus dueños. Pavimentar, como si lo único que transitaran fuesen gallinas.
Esquinas y alcantarillas ahuecadas, sucias, herrumbradas, corroídas sin ningún tipo de señalización ni
semáforos. Viviendo en un lugar apretado, deshabitado de alegría, lleno de luz amarilla y ruido de paredes
que lloran. De oscuridades de esquina con olor a bazuco.
También es un barrio bonito, donde cada día se construye un Zigurat nuevo que nos habla de progreso.
Donde las “T” de construcción dirigen la mancha del paisaje. Donde el progreso y los resultados son la
meta última y el medio mayor, esto contagia a todos, a ricos y a pobres. Unos somos ambiciosos, otros no
lo somos. Otros son más ambiciosos, y son los que quitan los sueños y resaltan las injusticias buscando
alentar la guerra. También viene la frustración económica, como provocadora de violencia y crimen en los
mismos lugares donde vive la gente que produce el dinero (que no disfrutan).
Tambien la Tele y los espectáculos pagados por la Alcaldía, para coordinar la idea de que los recursos del
Barrio son bien distribuidos. Hay algunas ventajas de ser de un lado o de otro. Hay algunos en un lado que
se limpian lo sucio con seda, otros utilizan papel aluminio (usado) ò lo que se encuentre para limpiar su
mente. La concepción del bienestar es una concepción circunstancial, y mientras las mentes sigan domadas
en sistemas de bienestar personal cuantificable y domesticado, las diferencias persistirán en este lugar. Mi
estupidez se amaina cuando cruzamos un portón alto con reja.
Ya amanece fuera de los autos. No sé si pude dormir bien, el caso es que me desperté de nuevo en un sofá blanco, asustado
por sonidos de cucharas y platos. La señora está sirviendo el desayuno en una pequeña mesita delicada frente a mí.
Ahora Russo brota de un cuarto con una levantadora ridícula y cantando una canción en un idioma que no
distingo, se hace al lado mío y lee cómodamente el periódico. Después me cuenta sobre el. Es un hombre
mitad paisa, mitad eslovaco. Creció en Bosnia y a los 30 años vino acá al barrio. Todo el pasado en su
ciudad natal es un misterio. Sé por él que su madre es una mujer paisa que estudiaba idiomas en Moscú y
se relacionó con algúno de allá y de ahí salió este retoño con tan buen gusto al vestir. Pienso que La gran
mayoría de los hombres no tienen opinión, solo relatan hechos sencillos como formas heroicas y simbólicas
de su propia vida. Todo depende de los intereses y a través de ellos se construyen castillos de plastilina. La
vida intelectual en el barrio es un verdadero misterio.

Salgo al plató y hay equipos de gimnasia con los que comienzo a jugar un rato. Después de un tiempo
siento que las máquinas son como prótesis y me detengo en los ejercicios. Algo en una esquina. Un par
de guantes.Hace días no utilizo guantes de Box, ya no me gusta mucho la pelea, pensándolo bien, debería
buscar otras fronteras.Trabajar en la tele o algún lugar donde tenga que fingir que peleo, ser actor quizás.
fué? saberlo será un posible alivio a mi tristeza.
Pero no es así, no estás y el Barrio es distinto.
Antes de que No sé que era La Casa del Sur, si un mito o una
comiences a leer todo esto, que no comentes fantasía, lo más cercano que estuve a ella eran
a nadie de lo que leas o sientas con esta vai- unas cinco cuadras. En el tucho. La Casa estaba
na. La vida en la cárcel es muy distinta a la vigilada por metaleros mariachi, quienes con mo-
del Barrio, no mejor, no peor. Simplemente tosierra hacían sentir la justicia en el Barrio. Justa-
distinta. Si quieres un pan, al menos tienes mente discuto la existencia de la Casa. Nunca supe
la libertad de elegir la panadería, adentro de su existencia , tan solo crecí con la ley del
no. Lo que más extraño son mis compa- Barrio. Quien era el dueño de La Casa del sur?
ñeros y mis amigos, lo chistes tontos con Podría yo?!, persiguiéndome mientras jugaba al
los que jugábamos, el aire fresco de una mujeriego, al buscador de tesoros. Me mani-
mañana en el potrero, la sonrisa ingenua fiesto como psicólogo de mi clon robot. Y
escondida en las palabras, la carne al de- ya lo veía , el barrio no era el mismo, las
sayuno, el hombre vendiendo mazamorra peluqueras carton Prepago, los niños
en la calle etc. Hoy todos los recuerdos jugaban a “Capitán de ladrones”, el
advienen mientras escucho un violonchelo chance lo venden con megáfono, las
y el Barrio se configura en otros colores, cantinas Gospel, en fin,la tele sin
tratando de decirme algo: que nunca es- chistes.
tuve aquí. Al final supe que Jetier era com- Ahora, las miradas son secretas y
padre de Ruso y que nos sapío la vuelta de las esquinas habitadas con silbí-
la Casa del sur. Nos tendió la más sencilla dos. un valioso cofre de la liber-
de las trampas y se deshizo de algunos ton- tad tomada, tras los muros de una
tos incluyéndome a mí. Ahora debe estar carcel, cada día, cada aguacero,
mejor apadrinado por la Casa del sur, ser cuando baten los tombos.
el dueño de esa zona. Y Ahora Dolly, Hoy Cada escape en el camino.
estas aquí y te escapas en un cajon. ¿Quien Hasta que pasen cuatro años.

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