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Una vez continuaron con su camino, más adelante, en el sitio conocido como
Lizama, los paramilitares los esperaban. En declaraciones posteriores, dadas
por miembros del grupo paramilitar que perpetró el hecho, los comerciantes
fueron torturados, descuartizados y posteriormente sus cuerpos fueron
lanzados al río Ermitaño2. Luego que se supo sobre la desaparición de los
comerciantes, 2 familiares de ellos, fueron a Puerto Boyacá en busca de
indicios de los cuerpos, incitados en parte por una llamada anónima que les
decía que podían recuperarlos, pero desafortunadamente estas 2 personas
corrieron con la misma suerte. Una vez desaparecidos los comerciantes, se
supo que la mercancía hurtada a los comerciantes, fue puesta en venta en
diferentes almacenes de Puerto Boyacá, y otra parte de dicha mercancía fue
regalada a los campesinos de la región, con el fin de demostrar que los
paramilitares si realizaban obras sociales. 3
1
En World Wide Web
[http://www.memoriaydignidad.org/index.php?option=com_content&view=article&id=62:desaparicion-
de-19-comerciantes-1987-y-masacre-de-la-rochela-1989&catid=39:masacres&Itemid=69]
2
Ibídem
3
En World Wide Web [http://www.semana.com/nacion/para-no-olvidar/80596-3.aspx]
1.3 Víctimas.
A continuación los nombres de las 19 víctimas desaparecidas durante este
incidente:
Víctor Manuel Ayala Sánchez, Alirio Chaparro Murillo, Reynaldo Corzo Vargas,
José Ferney Fernández Díaz, Antonio Flórez Contreras, Alberto Gómez, Luis
Hernando Jáuregui Jaimes, Álvaro Lobo Pacheco, Juan Alberto Montero,
Gilberto Ortiz Sarmiento, Huber Pérez, Rubén Emilio Pineda Bedoya, Israel
Pundor Quintero, Carlos Arturo Riatiga, Gerson Javier Rodríguez Quintero, Luis
Domingo Sauza Suarez, Juan Alberto y José Ferney.
Uno de los principales argumentos que tuvo la CIDH para fallar en contra del
Estado, es que "el grupo 'paramilitar' que desapareció a los 19 comerciantes
tenía estrechos vínculos con altos mandos de la Fuerza Pública de la región del
Magdalena Medio, así como también recibía apoyo y colaboración de éstos". A
lo largo de las 138 páginas de la sentencia, la Comisión intentó demostrar
cómo el Estado fue clave en la conformación de estos grupos paramilitares ya
qué “en el marco de la lucha contra los grupos guerrilleros, el Estado impulsó la
creación de tales 'grupos de autodefensa' entre la población civil, cuyos fines
principales eran auxiliar a la Fuerza Pública en operaciones antisubversivas y
defenderse de los grupos guerrilleros". Pero para nadie es un secreto, que lo
que en un principio eran unas autodefensas campesinas que buscaban acabar
con subversión, al final, terminaron derivando en grupos paramilitares que
cometían varios tipos de delitos, tal y como lo hace saber la CIDH: "se hace
notorio que muchos 'grupos de autodefensa' cambiaron sus objetivos y se
convirtieron en grupos de delincuencia, comúnmente llamados 'paramilitares'.
Primeramente se desarrollaron en la región del Magdalena Medio y se fueron
extendiendo a otras regiones del país".
A lo largo de la sentencia, la Comisión quiso demostrar ante CIDH la
participación del Estado a través de su Ejército, además de la inoperancia de la
Justicia en el caso, pasando por varios juzgados: “Cimitarra (1987), Tunja
(1989) y San Gil (1992); por las fiscalías de Vélez y Cúcuta, y por la Unidad
Nacional de Derechos Humanos de la Fiscalía, que, en 1995, libró la primera
medida de aseguramiento contra cuatro autores materiales. En 1996, luego de
una denuncia de la Comisión Colombiana de Juristas ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, la Fiscalía vinculó al general Farouk
Yanine Díaz y a tres militares más. En 1997 –10 años después de la masacre–
se condenó a tres autores materiales a 30 años de cárcel. Uno de ellos y los
jefes del grupo paramilitar murieron durante el proceso. Otros cuatro fueron
finalmente absueltos.
Esto evidencia que el caso fue dilatado por varios años, exonerando incluso a
algunos de sus autores, de ahí que el caso fuera presentado ante la CIDH y
esta considerara que “los recursos judiciales utilizados por el Estado con el fin
de esclarecer la muerte de las presuntas víctimas “no satisfacen los estándares
de justicia previstos en la Convención Americana”. “Estas normas establecen
la obligación de prever el acceso a la justicia con garantías de legalidad,
independencia e imparcialidad dentro de un plazo razonable, así como la
obligación general de proporcionar un recurso judicial eficaz frente a la
violación de los derechos fundamentales, incorporando el principio de la
eficacia de los instrumentos o mecanismos procesales”
4
En World Wide Web [http://justiciaypazcolombia.com/Una-condena-historica?date=2003-01]
Una vez declarado el Estado culpable la CIDH a través de la sentencia, toma
entre otras las siguientes consideraciones:
En total son 23 los puntos de la sentencia, siendo los 3 primeros en los que se
declara la culpabilidad del Estado, y los siguientes, en los que la CIDH
dictamina como es que las víctimas deben ser reparadas por el Estado.
Para concluir, se puede afirmar que, esta sentencia ha sido histórica, debido a
que crea un precedente, que ante la inoperancia de la justicia nacional, se
puede recurrir a instancias internacionales, que a través de un rasero más
objetivo reconocen los derechos violados por el Estado, ya sea por
participación directa de éste por medio de sus instituciones, o por omisión, de
ahí la importancia de esta sentencia para las víctimas que aún no ven resueltos
sus casos ante la justicia ordinaria nacional.
Fuentes: