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VIVIENDO
por el
DE
LA FE
GENE R. COOK
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CONTENIDO
PAG.
04 . CAPITULO 1. EL PODER DE LA FE ...
Propósito de este libro,
Contenido de este libro,
Cómo leer este libro.
Preguntas para meditar.
10. CAPITULO 2. QUÉ ES LA FE ...
La fe es la certeza de lo que se espera.
La fe es el principio de acción en todos los seres inteligentes.
La fe es poder.
Preguntas para meditar.
16. CAPITULO 3. CARACTERÍSTICAS DE LA FE .
La fe está relacionada con la creencia.
La fe está relacionada con la esperanza.
La fe no se asocia con la duda y el temor.
La fe da seguridad y firmeza.
La fe no viene por las señales.
La fe no es conocimiento perfecto.
Preguntas para meditar.
22. CAPITULO 4. EL FUNDAMENTO DE LA FE ...
La ¡dea de que Dios existe verdaderamente.
Una idea correcta del carácter, perfecciones y atributos de Dios.
Un conocimiento de que la dirección que lleva nuestra vida está
de acuerdo con la voluntad de Dios.
Preguntas para meditar.
38. CAPITULO 5. CÓMO SE OBTIENE LA FE ...
Un deseo de creer.
Creer en la palabra del Señor.
Experimentar y recibir evidencias espirituales.
La fe aumenta y se fortalece.
Se obtiene un conocimiento perfecto en esa cosa.
Nutriendo la palabra.
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La fe es un don de Dios.
Centrando nuestra fe en el Señor Jesucristo.
El Proceso de creer en la Palabra del Señor.
Usando el poder del Espíritu Santo.
Reconociendo la fe que ya tenemos.
Preguntas para meditar.
48. CAPITULO 6. CÓMO SE AUMENTA LA FE ...
Aumentemos nuestra esperanza.
Demos oído a la palabra de Dios.
Leamos fervientemente la palabra de Dios.
Actuemos en armonía con nuestra compresión presente.
Guardemos los mandamientos.
Sacrifiquemos en las pruebas y tribulaciones.
Preguntas para meditar.
55. CAPITULO 7. CÓMO SE EJERCE LA FE ...
La fe se ejerce por medio de la palabra.
Debemos ser dignos.
El poder de la fe es espiritual, y está dentro de nosotros.
No se debe ejercer la fe en forma contraria a la voluntad del
Señor.
Entreguemos todo nuestro corazón al Señor.
Avancemos sin temor a lo desconocido.
Seamos específicos al comunicarle nuestros justos deseos al
Señor.
Procuremos ser totalmente disciplinados.
Estemos dispuestos a ofrecer sacrificios.
Reconozcamos y utilicemos las evidencias espirituales para
edificar nuestra fe.
Usemos lo que aparentemente son fracasos, para fortalecer
nuestra fe.
Tengamos la seguridad de que Dios obrará de acuerdo con
nuestra fe.
Preguntas para meditar.
70. CONCLUSIÓN
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EL PODER DE LA FE
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luego, si había tiempo, sacara mis escrituras, y que no se preocupara de nada más.
El presidente y yo teníamos muchas cosas de qué hablar, pues estaríamos
juntos solamente esa noche. No obstante, sentí la fuerte impresión de que debíamos
hacer todo lo que estuviera a nuestro alcance para recobrar las escrituras. Después
de la comida, todos los presentes nos arrodillamos en oración una vez más.
Decidimos buscar en el área que circundaba la oficina de la misión, y en un campo
cercano, con la esperanza de que tal vez los ladrones se habrían llevado lo que
pudieran vender fáciimente y podrían haber desechado los libros, por estar en inglés.
En la oración, suplicamos que las escrituras nos fueran devueltas; que las
personas que las hablan tomado fueran motivadas a reconocer su acto Injusto, y se
arrepintieran; y que la devolución de los libros fuera el medio para traer a alguien a la
Iglesia verdadera.
Eramos unos ocho o diez los que subimos a la camioneta, con linternas, bien
abrigados,.y nos dirigimos a la oficina de la misión en el centro de la ciudad.
Registramos los terrenos vacíos que estaban al otro lado de la calle, y las calles
contiguas; hablamos con los vigilantes; agotamos todas las posibilidades. Nadie
había oído ni visto nada. Finalmente, regresamos a casa, desanimados. Ahora sólo
nos quedaba orar personalmente, y esperar. El Presidente Allred y yo trabajamos
esa noche muy tarde para terminar nuestros asuntos, y al día siguiente, mi esposa y
yo tomamos el avión de regreso a Quito, donde vivíamos.
Durante las semanas siguientes, los misioneros buscaron otra vez en los
terrenos; buscaron detrás de matorrales y en botes de basura; buscaron en un
parque cercano; pusieron un letrero en una barda, cerca de donde ocurrió el robo,
solicitando que los libros fueran devueltos; y estuvieron muy al tanto, para ver si
aparecían en algún sitio inesperado. Llegando al extremo, tratando de hacer todo lo
que estaba a su alcance, decidieron poner un aviso clasificado en dos periódicos,
ofreciendo una recompensa y dando información detallada sobre los libros.
En Quito, Ecuador, yo libraba una lucha espiritual excesivamente difícil para mí.
Por casi tres semanas no había estudiado las escrituras en lo absoluto. Lo había
intentado en numerosas ocasiones, pero cada vez que leía un versículo, recordaba
sólo unas cuantas de las muchas concordancias que había anotado durante los
últimos veinte años. Estaba desalentado, deprimido, y no tenía absolutamente ningún
deseo de leer. Oré muchas veces, expresándole al Padre que nunca había
procurado usar mis escrituras para ningún otro propósito que el de glorificar su
nombre y el de tratar de enseñar a otros las verdades que El me había enseñado a
mí. Le supliqué que hiciera lo que fuera necesario para que me fueran devueltas. Mi
esposa y mis pequeños hijos oraban incesantemente por la misma bendición. Aun
después de dos o tres semanas, seguían orando cada día: "Padre Celestial,
devuélvele a papá sus escrituras".
Luego de como tres semanas, sentí una fuerte impresión espiritual: "Eider
Cook, ¿cuánto tiempo vas a seguir sin leer y estudiar?" Me parecía que era una
prueba que tenía algo que ver con el "precio" de la bendición que yo deseaba. Esas
palabras me quemaban, y tomé la determinación de ser lo suficientemente humilde y
sumiso para empezar todo desde el principio. Con el permiso de mi esposa para usar
sus escrituras, comencé a leer Génesis en el Antiguo Testamento, marcando y
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relacionando otra vez.
El 18 de agosto, nuestro amigo, el hermano Ebbie Davis, llegó de Bolivia a
Ecuador, y puso mis escrituras sobre mi escritorio, junto con un legajo que contenía
los papeles que yo había escrito en Cochabamba, y unos presupuestos misionales
recién preparados que también habían sido robados. Dijo que eso era lo único que
se había recobrado; que se lo había entregado el Presidente de la Misión en La Paz,
al abordar el avión, y que no sabía cómo se habían encontrado los libros, pero que
me lo dirían cuando yo llegara allá dentro de unos días, para recorrer la misión.
Es indescriptible el gozo que experimenté ese día. Ver que mi Padre Celestial
podía, en manera milagrosa, quitar esos libros de las manos de los ladrones en una
ciudad como La Paz, y devolverlos intactos, sin que les faltara una sola página, ni
rotos, ni sucios, es un milagro para mí.
¡Cómo fue recompensada la fe de nuestra familia, y de muchos misioneros
bolivianos! Ese día le prometí a mi Padre que haría mejor uso de mis escrituras y de
mi tiempo, como medios en sus manos para enseñar el evangelio.
El domingo 21 de agosto tomé el avión hacia Guayaquil, Ecuador, y de ahí a La
Paz, Bolivia, llegando allá el día 22. A mi llegada oí el siguiente relato:
Estando en uno de los muchos mercados de La Paz, una mujer vio a un
borracho sacudiendo un libro negro. Sintió la fuerte Impresión espiritual de que se
estaba profanando algo sagrado. Se acercó al hombre y le preguntó qué libro era
ése. El no lo supo, pero se lo mostró. Ella preguntó si eso era todo lo que tenía, y él
sacó otro libro negro. Ella volvió a preguntar si no había más, y él sacó un legajo de
papeles que dijo que iba a quemar. La mujer ofreció comprarle los objetos en
cincuenta pesos —aproximadamente $2.50 en moneda norteamericana—, y él
aceptó.
Luego de haber cerrado el trato, ella se sintió descontrolada por lo que acababa
de hacer, pues se dio cuenta que los libros y papeles estaban en inglés, y ella no
hablaba, ni leía ni entendía el inglés, y no quería libros en inglés. Había pagado casi
el diez por ciento de su ingreso mensual por unos libros en un idioma que no podía
leer. De inmediato empezó a buscar la iglesia que se mencionaba en las primeras
páginas de los libros. Tras haberse dirigido a diversas iglesias, llegó por último a la
oficina de la misión en La Paz, guiada por la mano del Señor. No sabía nada de la
recompensa ni del anuncio en el periódico que iba a aparecer ese mismo día. No
pidió dinero, ni siquiera para reponer los cincuenta pesos que había pagado por los
libros y papeles. Los élderes recibieron con regocijo los libros y el legajo, y le
entregaron la recompensa de todos modos.
Ella les dijo a los misioneros que pertenecía a una secta Pentecostés, pero
escuchó con mucho interés mientras le exponían el evangelio. Recordó haber leído
algo sobre José Smith en un folleto que había recogido en la calle dos o tres años
antes. Después de la primera charla, los misioneros se dieron cuenta de que ella era
"un contacto de oro". En la segunda plática, aceptó el desafío bautismal.
Dos semanas más tarde, el 11 de septiembre de 1977, un domingo por la tarde,
en La Paz, Bolivia, la hermana María Cleofas Cárdenas Terrazas y su hijo, Marco
Fernando Miranda Cárdenas, de doce años, eran bautizados en la verdadera Iglesia
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de Jesucristo, por el élder Douglas Reeder.
¿Cómo se podrían describir nuestros profundos sentimientos de impotencia,
desánimo y desaliento abrumadores cuando se perdieron las escrituras? ¿Cómo
podría yo describir el inmenso sentimiento de gozo y regocijo al ver revelarse el
poder del cielo de una manera milagrosa como ésa? Nuestro Padre Celestial sí
escucha y contesta las oraciones de sus hijos e hijas si ellos ejercen la fe en el Señor
Jesucristo. El Señor dijo:
"Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a
este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en
su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice,
lo que diga le será hecho.
Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando,
creed que lo recibiréis, y os vendrá" (Marcos 11:23, 24).
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CÓMO LEER ESTE LIBRO
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3. ¿Cuál fue el "precio" que el Señor requirió para devolver las escrituras
perdidas? ¿Siente usted en su corazón que acaso no ha pagado todavía el "precio"
de las bendiciones que desea? ¿Qué debe hacer para pagarlo?
4. ¿Qué bendiciones espirituales y temporales surgieron de la experiencia de
las escrituras perdidas? ¿Qué bendiciones puede ver usted como resultado de las
cosas que está haciendo para ejercer su fe?
5. ¿Qué dice el Señor que debemos hacer para lograr nuestros deseos justos?
6. ¿Qué sugerencias se dan en la introducción sobre cómo aprovechar al
máximo este libro? ¿Cuál de las sugerencias siente usted que le ayudaría más?
7. Escoja un desafío en el que le gustaría concentrar su fe mientras lee, medita
y practica los principios de fe que va a leer en este libro.
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QUÉ ES LA FE
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vaya a Paraguay, y pensé que debía usted enterarse de ciertas cosas:
1. En Paraguay no se puede bautizar. Cuando menos diez o quince élderes me
han contado sus experiencias ahí. 2. Los miembros no ayudan en nada.
3. Hay muchos problemas con la castidad..."
Me enumeró diez o doce cosas de las más negativas que yo hubiera oído
jamás, y pensé: "¡Oh, no!, ya lo ha influido la gente negativa" Pero al terminar la lista,
me decía: "Solamente quiero que sepa, Presidente, que no creo una sola de esas
cosas". ¡Eso es tener fe! Y añadía: "Quiero que sepa que el día de Navidad vamos a
bautizar veinticinco personas". La Navidad llegaría en tan sólo veinticinco días más, y
al leer eso, pensé: "El Señor lo bendiga. Si puede lograr eso, tiene usted una fe
inmensa. No conoce el país; ni siquiera ha estado ahí. No sabe dónde va a vivir. No
conoce a su compañero, a los líderes, ni a los miembros. No conoce nada, y todavía
me dice que va a bautizar veinticinco personas en veinticinco días".
Este joven sí tenía una fe inmensa, y era un ejemplo excelente de un verdadero
líder latino. El veinticinco de diciembre bautizó a dieciocho personas; no habían
logrado los veinticinco; bautizaron dieciocho, que era aproximadamente la cantidad
que se bautizaba en todo el país en un mes. Dos semanas después, cuando estuve
en Paraguay, fue un gran privilegio para mí participar en un servicio bautismal en el
que él y su compañero bautizaron a otras once personas. Su distrito, en el que él
había enseñado a los élderes cómo trabajar, bautizó treinta ese mismo día.
¿Cómo fue que este élder logró resultados tan maravillosos? ¿Habrá sido
gracias a su carisma? ¿Usó acaso técnicas mundanas de persuasión? ¿O fue
simplemente mediante una actitud positiva? No. Lo logró por medio de su fe en
Jesucristo.
El Salvador dijo: "Sí tenéis fe en mí, tendréis poder para hacer cualquiera cosa
que me sea menester" (Moroni 7:33).
Por medio de las Escrituras, vamos entonces a definir qué es la fe, pues eso
nos dará el fundamento para comprender y desarrollar la clase de fe que ese élder
tenía.
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... por lo cual también su fe le fue contada por justicia (versículo 22).
El niño nació, desde luego, pero aun después de eso, Abraham enfrentó otro
desafío. Cuando llegó la hora de sacrificar a su hijo, Abraham creyó, aun hasta el
último momento en que iba a segar la vida de su hijo. Abraham tenía una segundad
interior inconmovible,.en cuanto a la promesa que esperaba, de posteridad infinita.
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hubieran hecho, físico o mental, si no hubieran creído previamente? Acaso no
todos nuestros esfuerzos, de cualquier tipo, dependen de nuestra fe? O
podríamos preguntar: ¿qué tenemos, o qué poseemos que no hayamos
obtenido en razón de la fe? (Discursos sobre la Fe 1:11).
Mas adelante, los Discursos dicen que nuestra comida, vestido, aposanto, todo
lo que tenemos, es el resultado de esa clase de fe. Tal como yo lo entiendo, se aplica
a toda la gente, buena o mala, que tiene fe en que si hace "esto", ocurrirá "aquello".
Hay muchos que se han vuelto muy ricos, hasta millonarios, porque han aprendido
algunas de las cosas que se relacionan levemente con la fe. Han aplicado algunos
de esos principios, que han comprobado ser verdaderos, y los han hecho funcionar
para ellos, y han obtenido un éxito temporal.
Recuerdo haber oído a varios misioneros decir que la fe es tener una actitud
positiva. Eso es verdadero y falso a la vez. Es verdadero en el sentido que un
hombre lleno de fe mostrará una actitud positiva, pero eso no quiere decir que quien
tenga una actitud positiva esté lleno de fe (la fe a que nos referimos ahora, que es la
fe en el Señor). No obstante, la fe en una forma u otra es el principio de acción en
todos los seres inteligentes. Debemos preguntarnos: "¿Nuestras acciones diarias se
basan en la fe en el Señor, o en otra cosa?"
LA FE ES PODER
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También leemos:
De no haber sido por el principio de la fe los mundos nunca hubieran sido
formados, ni tampoco hubiera sido el hombre formado del polvo. La fe es el
principio por medio del cual obra Jehová, y por medio del cual ejerce poder
sobre todas las cosas, tanto temporales como eternas. Si se le quitara este
principio o atributo -porque es un atributo- a Dios, El dejaría de existir
(Discursos sobre la Fe 1:16).
Ahora pensemos en la fe en ese sentido amplio: que es literalmente el poder
por el cual obra Dios mismo. Entonces, cuando alguien dice: "Ahora debo estudiar
otras cosas, porque ya he estudiado los primeros principios del evangelio", puede
estar seguro que todavía le falta mucho para empezar siquiera a comprender una
pequeña porción del primer principio del evangelio: la fe en el Señor Jesucristo.
La fe es mucho más que sólo una actitud positiva o cualquiera de las muchas
técnicas que el hombre ha aprendido a usar para consumar sus deseos. La
verdadera fe para vida y salvación está en el Señor Jesucristo. En el mundo hay
muchos que han puesto su fe, su actitud positiva, en las cosas terrenales, pero eso
nunca los llevará a ninguna parte. Nunca han llegado a comprender que la fe tiene
poder, dominio y autoridad sobre todas las cosas; que es el poder por el que obra
Dios mismo.
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CARACTERÍSTICAS DE LA FE
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LA FE NO SE ASOCIA CON LA DUDA Y EL TEMOR
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por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que
recibirá cosa alguna del Señor (Santiago 1:5-7).
Leemos en Marcos 11:23, 24:
De cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el
mar, y no dudara en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga
le será hecho.
Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os
vendrá.
Si una persona no duda en su corazón, sino cree que se cumplirá lo que dice,
se cumplirá verdaderamente. Si creemos, recibiremos. ¿Nos esforzamos por creer
en Dios y desechar las dudas, temores y pensamientos negativos?
LA FE DA SEGURIDAD Y FIRMEZA
Moroni escribió:
De modo que los que crean en Dios pueden esperar con seguridad un mundo
mejor, sí, un lugar a la diestra de Dios; y esta esperanza viene por la fe, proporciona
un ancla a las almas de los hombres y los hace seguros y firmes (Eter 12:4)
Moroni está describiendo los efectos de la fe: la fe nos hará seguros y firmes.
No se está refiriendo a la seguridad del mundo, sino a la seguridad espiritual.
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Paro he aquí, la fe no viene por las señales, mas las señales siguen a los que
creen.
Sí, las señales vienen por la fe, no por la voluntad de los hombres, ni como les
place, sino por la voluntad de Dios (D. y C. 63:7-10).
Recordemos bien que las señales no producen fe. Hay personas que piensan
que si se les apareciera un ángel, creerían y tendrían fe, y cuando éste se fuera
guardarían todos los mandamientos. Esas son enseñanzas del hombre natural, y no
son verdaderas. La fe nace de adentro. La fe viene por el Espíritu de Dios, no por
señales.
Recordemos no confundir las señales con los dones del Espíritu. El Señor nos
ha aconsejado: "Buscad diligentemente los mejores dones" (D. y C. 46:8). En
Doctrina y Convenios están enumerados muchos de esos dones (D. y C. 46:9-33).
Los dones espirituales pueden venir por la voluntad de Dios mediante la fe. Las
señales vienen por la voluntad de Dios, y son consecuencia de la fe.
LA FE NO ES CONOCIMIENTO PERFECTO
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pues sabéis que la palabra ha ensanchado vuestras almas, y también sabéis
que ha germinado, que vuestra inteligencia empieza a iluminarse y vuestro
entendimiento comienza a ensancharse.
Alma explica magistralmente algunas de las características de la fe. Al estudiar
esas características, debemos recordar que la fe es algo sobre lo que sabemos muy
poco. El Señor dice que si tenemos fe como un grano de mostaza, podremos decir "a
este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará" (Mateo 17:20). Por ello me doy cuenta
de que usualmente tenemos algo menos que eso, y que sabemos muy poco sobre
ello. Por eso sigo esforzándome por comprender lo que significa tener fe en el Señor
Jesucristo. Espero que todos nosotros consideremos esto como el comienzo de un
mayor estudio, meditación y oración para entender la fe en el Señor Jesucristo. Al
hacerlo, el Señor nos revelará conocimiento adicional sobre estos importantes
principios, pues El ha prometido: "Si pides, recibirás revelación tras revelación,
conocimiento sobre conocimiento, a fin de que puedas conocer los misterios y las
cosas apacibles, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna" (D. y C.
42:61).
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EL FUNDAMENTO DE LA FE
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de acuerdo con la voluntad de Dios (Discursos sobre la Fe 3:2-5).
Si nuestra fe se basa en estos elementos, entonces podemos ejercer una fe
verdadera en el Señor para vida y salvación.
El llegar a saber que Dios existe, tiene su base en dos principios o ideas
principales: el primero, que las creaciones de Dios testifican que El existe. El Señor
dijo:
La Tierra rueda sobre sus alas, y el sol da su luz de día, y la luna da su luz de
noche, y las estrellas también dan su luz, a medida que ruedan sobre sus alas
en su gloria, en medio del poder de Dios.
¿A qué compararé estos reinos para que comprendáis?
He aquí, todos éstos son reinos, y el hombre que ha visto a cualquiera o al
menor de ellos, ha visto a Dios obrando en su majestad y poder (D. y C. 88:45-
47).
El Señor nos ha bendecido con suficiente entendimiento para reconocer que
sus creaciones testifican que El vive, de modo que todos puedan tener fe y creer en
su nombre. Los hombres y mujeres en todo el mundo creen en alguna clase de Ser
Supremo que ha creado los cielos y la Tierra. Ignoran qué o Quién es, pero cuando
menos creen en El. Eso para mí es un gran testimonio de que el Señor preparó todo
para que, tan sólo por sus creaciones, pudiéramos tener fe en que El existe.
El Señor le dijo a Adán:
Se han creado y hecho todas las cosas para que den testimonio de mí; tanto las
que son temporales, como las que son espirituales; cosas que hay arriba en los
cielos, cosas que están sobre la Tierra, cosas que están en la Tierra y cosas
que están debajo de la Tierra, tanto arriba como abajo; todas las cosas
testifican de mi (Moisés 6:63).
Y Alma le dijo a Korihor:
Todas las cosas Indican que hay un Dios, sí, aun la Tierra y todo cuanto hay
sobre ella, sí, y su rotación, sí, y también todos los planetas que se mueven en
su orden regular testifican que hay un Creador Supremo (Alma 30:44).
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Alma testificó que el Señor organizó los elementos de tal manera que todas las
cosas dan testimonio de Dios a sus hijos.
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Adán vio a Dios. Caminó y habló con El, y oyó su voz. Y de Adán y Eva llegó a
otros el testimonio de Dios:
Y Adán y Eva bendijeron el nombre de Dios, e hicieron saber todas las
cosas a sus hijos e hijas (Moisés 5:12).
Mormón declaró:
Ahora llegamos a esa fe de la cual dije que hablaría; y os indicaré la manera en
que podéis recoger toda cosa buena
Porque he aquí, sabiendo Dios todas las cosas, dado que existe de eternidad
en eternidad, he aquí, El envió ángeles para ministrar a los hijos de los
hombres, para manifestar concerniente a la venida de Cristo; y que en Cristo
habría de venir toda cosa buena (Moroni 7:21, 22).
En otras palabras, el Señor envió ángeles para testificar de El, para que los
hombres pudieran ver con sus ojos y ser testigos de que Dios vive realmente.
Y Dios también declaró a los profetas, por su propia boca, que Cristo vendría.
Y he aquí, de diversos modos manifestó cosas que eran buenas a ios hijos de
los hombres; y todas las cosas que son buenas vienen de Cristo; de lo
contrario, los hombres se hallaban caídos, y ninguna cosa buena podía llegar a
ellos.
De modo que por el ministerio de ángeles, y por toda palabra que salía de la
boca de Dios, empezaron los hombres a ejercitar la fe en Cristo; y así, por
medio de la fe, recogieron toda cosa buena; y así fue hasta la venida de Cristo.
Y después que vino, los hombres también fueron salvos por la fe en su
nombre; y por la fe llegaron a ser hijos de Dios. Y tan cierto es que Cristo
vive como que habló estas palabras a nuestros padres, diciendo: Cuanta
cosa le pidáis al Padre en mi nombre, que sea buena, creyendo con fe que
recibiréis, he aquí os será concedida (Moroni 7:23-26)
Más adelante, Mormón declara:
Ni han cesado los ángeles de ministrar a los hijos de los hombres.
Porque he aquí, se sujetan a El para ejercer su ministerio de acuerdo con la
palabra de su mandamiento, manifestándose a los que tienen una fe fuerte y un
espíritu firme en toda forma de santidad.
Y el oficio de su ministerio es llamar a los hombres al arrepentimiento; y cumplir
y llevar a efecto la obra de los convenios que el Padre ha hecho a los hijos de
los hombres; y preparar la vía entre los hijos de los hombres, declarando la
palabra de Cristo a los vasos escogidos del Señor, para que den testimonio de
El.
Y obrando de este modo, Dios el Señor prepara la senda para que el resto de
tos hombres puedan tener fe en Cristo, a fin de que el Espíritu Santo pueda
tener cabida en sus corazones, según su poder, y de este modo el Padre lleva a
efecto los convenios que ha hecho a los hijos de los hombres.
Y Cristo ha dicho: Si tenéis fe en mí, tendréis poder para hacer cualquiera cosa
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que me sea menester (Moroni 729-33).
Nuestra fe tiene la oportunidad de aumentar cuando escuchamos el testimonio
de alguien más. Nuestra fe en que Dios vive empieza a crecer y desarrollarse.
Pensemos en las palabras de Pablo: "La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de
Dios: (Romanos 10:17). Algunas personas dicen: "¿Necesitamos en realidad asistir a
las reuniones de la Iglesia? ¿Necesitamos ir a escuchar las predicaciones de los
siervos del Señor?" Yo respondería: "SI quieren aumentar su fe, sí necesitan ir".
Pensemos un rato en esta pregunta: "¿Quién es Dios?", o "¿qué representa
Dios para mí?" Ahora mismo tomemos unos minutos y reflexionemos en eso antes
de seguir leyendo. Ante esa pregunta, el hombre natural que hay en nosotros tiende
a nombrar las cosas mayormente físicas. A tales preguntas nosotros contestaríamos:
"Dios es un hombre perfeccionado. Resucitó como lo hizo Jesús. Es un Ser
glorificado. Es un Ser aparte del Espíritu Santo, pues éste último es únicamente un
espíritu". Puede ser que mencionáramos esas cosas. Pero ésas sólo son cosas
acerca de Dios. Mas si nos ponemos a reflexionar más profundamente, podríamos
pensar algo como: "Recuerdo una experiencia de cuando yo era más joven, que me
enseñó que Dios nos ama a todos y no hace acepción de personas. Y sé que me
ama, porque ha contestado mis oraciones". Al pensar en cosas como ésas,
llegaríamos a un mejor entendimiento sobre quién es Dios, y cuánto sabemos o no
sobre El. Una cosa es que digamos que sabemos que Jesús es el Cristo, y otra muy
diferente es que lo conozcamos.
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descubrir todos sus caminosi Y nadie hay que conozca sus sendas a menos
que le sean reveladas; por tanto, no despreciéis, hermanos, las revelaciones de
Dios (Jacob 4:8).
Esa es la única manera en que podemos ganar ese conocimiento: por
revelación de El.
Quisiera sugerir otra manera de conocer mejor al Señor: una búsqueda intensa,
continua y fervorosa por conocerlo a través de las Escrituras. En ellas, el Señor ha
revelado mucho de lo que necesitamos saber sobre sus características, perfecciones
y atributos.
El Señor le dijo a Martín Harris, por medio del profeta José Smith: "Aprende de
mí y escucha mis palabras; camina en la mansedumbre de mi Espíritu, y en mí
tendrás paz" (D. y C. 19:23). Samuel el Lamanita advirtió que muchos de los
lamanltas eran "conducidos a creer las Santas Escrituras... que los llevan a la fe en el
Señor" (Helamán 15:7). Estudiar las Escrituras es un poderoso medio para conocer
al Señor y desarrollar la fe en El.
CARACTERÍSTICAS DE DIOS
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El reside independientemente el principio de la fe, y El es el objeto en al que se
centra la fe de todos los demás seres racionales y responsables, para obtener
vida y salvación (Discursos sobre la Fe 2:2).
A partir de las Escrituras, los Discursos enseñan lo siguiente sobre el carácter
de Dios:
Primero, que El fue Dios antes que el mundo fuera creado, y es el mismo Dios
después de la creación.
Segundo, que El es misericordioso y lleno de gracia, tardo para la ira, grande en
bondad, y que ha sido así desde la eternidad y lo será hasta la eternidad.
Tercero, que El no cambia, ni hay en El variación, sino que es el mismo de
eternidad en eternidad, siendo el mismo ayer, hoy y para siempre, cuyo curso
es un giro eterno, sin variación.
Cuarto, que El es Dios de verdad y no puede mentir.
Quinto, que no hace acepción de personas, sino que de cada nación, el que
teme a Dios y obra rectitud es aceptado por El.
Sexto, que El es amor (Discursos sobre la Fe 3:13-18).
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Amados, ahora somo hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos
de ser; pero sabemos que cuando E! se manifieste, seremos semejantes a El,
porque le veremos tal como El es.
Y todo aquél que tiene esta esperanza en El, se purifica a sí mismo, así
como El es puro (1 Juan 3:1-3).
Eso no solamente nos enseña que veremos a Dios como El es y sabremos que
físicamente fuimos creados a su imagen (cuando era más joven, yo pensaba que eso
era todo lo que significaba), sino también enseña que si seguimos
perfeccionándonos y santificándonos, podemos llegar a ser esplritualmente como El
es.
Jesús dijo: "Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3). Para mí, eso es tanto
como decir que nuestra vida eterna depende de que lleguemos a conocer a Dios y
saber cómo es El en realidad.
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Ahora pensemos en nuestra condición espiritual. ¿Qué habríamos hocho
nosotros? Laman y Lemuel murmuraron, diciendo quizá cosas tales como: "Papá
siempre ha sido un visionario. Siempre sueña cosas. 1 ::te sueño puede deberse a
que cenó tarde anoche". Imaginemos las cosas que pueden haber dicho,
murmurando de su padre. De hecho, se negaron a creer la voluntad revelada del
Señor.
A continuación, consideremos a Nefi. El estaba en la misma situación y oyó las
mismas palabras de su padre pero, ¿cuál fue su actitud?
Por lo tanto, ve tú, hijo mío, y el Señor te favorecerá porque no has murmurado
(versículo 6).
Nefi oyó lo mismo que sus hermanos, pero creyó y no habló mal de su padre.
Y sucedió que yo, Nefi, dije a mi padre: Iré y haré lo que el Señor ha
mandado, porque sé que El nunca da mandamientos a los hijos de los
hombres sin prepararles la vía para que puedan cumplir lo que les ha
mandado (versículo 7).
¿Podemos ver cómo fue que Nefi puso el asunto en la perspectiva correcta? No
era Lehi quien le estaba pidiendo que fuera a Jerusaién; era el Señor, por medio de
Lehi. Había una gran diferencia, y Nefi la reconoció.
Y aconteció que mi padre quedó altamente complacido al oír estas
palabras, porque comprendió que el Señor me había bendecido (versículo 8).
La relación entre ellos era armoniosa, y Lehi supo que el Señor había
bendecido a su hijo. Nefi comprendió espiritualmente la verdad de las palabras de su
padre. Conocía la voluntad del Señor; lo que le restaba era ir y hacerla.
Y yo, Nefi, y mis hermanos emprendimos la marcha por el desierto, con
nuestras tiendas, para ir a la tierra de Jerusalén (versículo 9).
Es fácil saltarse un versículo como ése. Pero ¿podemos imaginarnos es esa
posición? El viaje a Jerusalén era largo, y sospecho que había muchos problemas en
el camino. No creo que el Señor le dijera a Nefi dónde plantar su tienda por la noche.
Dudo que un ángel lo hiciera por él. Nefi mismo lo hacía. Posiblemente careció de
agua en ocasiones, o batalló para conseguir comida. Ignoramos los detalles sobre
ese breve versículo, pero el viaje no debe haber sido fácil, y el Señor no hizo todo el
trabajo. Nefi mismo lo hizo. Y sucede lo mismo con nosotros.
Y aconteció que al llegar a Jerusalén, yo y mis hermanos deliberamos unos con
otros (versículo 10).
Siempre me ha parecido interesante el hecho de que se pusieron a deliberar,
preguntándose tal vez: "¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a obtener las
planchas?" Por lo que se les había dicho hasta ese momento, parecía que sería una
tarea fácil. La tendencia del hombre natural podría haber sido pensar: "Si el Señor
prepara la vía, probablemente Labán tuvo el mismo sueño que nuestro padre. Ya ha
de tener las planchas en un saco, listas para que las recojamos. Todo lo que
tenemos que hacer es tocar a su puerta y pedírselas". Nefi y sus hermanos podían
haber tenido toda la razón en creer eso, ¿no es así?
30
Es posible que hayan llegado a considerar varias opciones. Quizá se les ocurrió
algo como: "Yo podría trabajar para Labán varios meses, para ganar la mano de su
hija, y entonces nos permitirá tomar las planchas". Esa es una posiblidad, ¿verdad?
Ese pequeño versículo que dice que se pusieron a deliberar me indica que carecían
de un plan fácil, detallado, para obtener las planchas de Labán. Todo lo que tenían
es lo que nosotros tenemos ahora en nuestra vida, o sea, la palabra del Señor a
través de su siervo. El Señor les dijo que obtuvieran las planchas. No les dijo
específicamente cómo obtenerlas. Así que se pusieron a deliberar.
Y echamos suertes para ver cuál de nosotros iría a la casa de Labán. Y sucedió
que la suerte cayó sobre Laman, y fue y entró en la casa de Labán, y habló con
él mientras estaba sentado en su casa (versículo 11).
Una vez más, sospecho que Laman, como cualquier otro que siguiera las
inclinaciones del hombre natural, tal vez pensaba que sería fácil pedirle las planchas
a Labán, y que él se las daría.
Y le pidió a Labán los anales que estaban grabados sobre las planchas de
bronce que contenían la genealogía de mi padre.
Y he aquí, aconteció que Labán se llenó de ira y lo echó de su presencia; y no
quiso que él tuviera los anales. Por tanto, le dijo: He aquí, tú eres un ladrón, y te
voy a matar.
Pero Lamán huyó de su presencia, y nos contó lo que Labán había hecho
(versículos 12-14).
Sospecho que sus hermanos se sorprendieron un poco. Habían hecho
exactamente lo que se les había dicho, pero en lugar de tener éxito, por poco pierden
la vida. Es interesante notar que Nefi dice:
Y empezamos a afligimos en extremo...
Me imagino que estaban algo desanimados, igual que todos nosotros cuando
nos fijamos una meta y no logramos alcanzarla.
... y mis hermanos estaban a punto de volver a mi padre en el desierto
(versículo 14).
32
¿Se impresionó Labán? Parece haberse impresionado con el oro, pero no con
tener que entregar las planchas.
Y aconteció que cuando Labán vio nuestros bienes, y que eran grandes en
extremo, él los codició; por lo que nos echó fuera y mandó a sus siervos que
nos mataran, a fin de apoderarse de nuestras riquezas.
Sucedió, pues, que huimos delante de los siervos de Labán, y nos vimos
obligados a abandonar nuestros bienes, que cayeron en manos de Labán.
Y huimos al desierto sin que nos alcanzaran los siervos de Labán, y nos
escondimos en la hendidura de un peñasco (versículos 25-27).
Habían fallado por segunda vez en lograr su objetivo. Me pregunto cuán fuerte
sería nuestra fe si pasáramos por la misma situación. Dos veces habían sido
obedientes e ido a la casa de Labán para conseguir las planchas. Lo habían perdido
casi todo, y ahora estaban escondidos para salvar sus vidas. Mas Nefi, sabiendo que
la voluntad del Señor era que tuvieran éxito, seguía creyendo.
33
Y luego que nos hubo hablado, el ángel se fue.
Y después que el ángel hubo partido, Lamán y Lemuel empezaron otra vez a
murmurar (versículos 30, 31).
Aquí podemos ver el impacto que puede tener un ángel en la fe de un incrédulo:
prácticamente ninguno. Lamán y Lemuel eran "hombres naturales", y luego que el
ángel se fue, hicieron una pregunta "de hombre natural". Cierto es que el Señor nos
permite hacer esa pregunta, pero debemos hacerla con una actitud de fe. Lamán y
Lemuel preguntaron con dudas "¿cómo?": "¿Cómo es posible que el Señor entregue
a Labán en nuestras manos?" (versículo 31). Nefi no sabía la respuesta. Todo lo que
sabía era que tenían que ir y hacerlo, y el Señor proveería. Por el contrario, lo único
en que Lamán y Lemuel podían pensar era la dificultad de la tarea.
Lo que ellos esperaban era un plan detallado para hacer la voluntad del Señor,
quizás algo así: 1. Llegar a Jerusalén a las 4:00 p.m. 2. No entrar por la puerta, sino
trepar por la muralla en la parte trasera de la ciudad. 3. Tomar la calle Fulana. 4.
Caminar cuatro cuadras y luego doblar a la derecha, etc. Puede parecer ridículo tal
vez, pero en esencia eso es lo que estaban esperando para poder creer. Con
evidencias como ésa casi cualquiera podría creer, pero el Señor no opera de esa
manera. El Señor revela su voluntad en general para permitirnos tener fe en El y ver
si estamos dispuestos a probar esa fe a través de nuestras propias acciones, a pesar
de que no sepamos específicamente cómo hacer su voluntad. El nos revela la luz, y
espera que caminemos en terreno desconocido, y sólo entonces revelará más luz y
verdad.
Eso me recuerda unas grandes palabras en el libro de Abraham. A Abraham se
le mostraron las inteligencias que fueron organizadas antes que el mundo fuese, y se
le dijo que él era una de ellas. Entonces se le enseñó uno de los grandes propósitos
de esta vida:
Y estaba entre ellos uno que era semejante a Dios, y dijo a los que se hallaban
con El: Descenderemos, pues hay espacio allá, y tomaremos de estos
materiales y haremos una tierra sobre la cual éstos puedan morar; y con esto
tos probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les
mandare (Abraham 3;24, 25).
El Señor nos da sus mandamientos a través de las Escrituras, los profetas y los
susurros del Espíritu Santa, pero El espera que nosotros encontremos, por medio de
nuestra fe, las maneras específicas de guardar sus mandamientos. ¿Cómo
podríamos llegar a ser como El si tomara todas las decisiones por nosotros, si nos
llevara de la mano todo el tiempo?
En generál, no se conocen los detalles específicos sobre cómo cumplir la
voluntad del Señor
Volvamos a Nefi, que se hallaba en medio de la prueba de su fe. Lamán y
Lemuel seguían murmurando (1 Nefi 3):
¿Cómo es posible que el Señor entregue a Labán en nuestras manos? He aquí,
es un hombre poderoso, y puede mandar a cincuenta, sí, y aun puede matar a
cincuenta; luego, ¿por qué no a nosotros? (versículo 31).
34
Lamán y Lemuel se dejaban impresionar por el poder del mundo. Imagino que
cuando huyeron la segunda vez, vieron las espadas y percibieron que apenas si
habían escapado con vida. Tratemos de imaginar esa situación tal como la veían
Lamán y Lemuel. Habían visto un ángel, y hacían el contraste entre él y cincuenta
hombres armados de espadas. En la mente de un hombre natural, la comparación
podría ser mas o menos así: "Vi un ángel, es cierto. De eso estoy seguro. Pero más
seguro estoy de haber visto cincuenta hombres armados". Nefi también hizo la
comparación, mas cuando enfrentó los argumentos de sus hermanos, les contestó
lleno de fe:
Volvamos a Jerusalén, y seamos fieles en guardar los mandamientos del
Señor...
Observemos que casi siempre que hablaba, Nefi mencionaba los
mandamientos del Señor. No decía: "Hagamos lo que nos dijo nuestro padre que
hiciéramos", sino: "Vayamos y hagamos lo que el Señor dijo". Estoy seguro que al
Señor le complace cuando damos nuestro testimonio de que El vive. Pero lo
verdaderamente importante es nuestro amor por el Señor y el que hagamos su
voluntad y guardemos sus mandamientos. Escuchemos a Nefi, y conoceremos la
fuerza de su fe en el Señor:
... pues he aquí, El es más poderoso que toda la Tierra. ¿Por qué, pues, no ha
de ser más poderoso que Labán con sus cincuenta, o aun con sus decenas de
millares? (1 Nefi 4:1).
Me gustaría añadir que si mantenemos esa misma actitud en medio de las
tribulaciones, al final veremos recompensada nuestra fe.
Vamos pues, y seamos fuertes como Moisés; porque él de cierto habló a las
aguas del mar Rojo y se apartaron a uno y otro lado, y nuestros padres salieron
de su cautividad por sobre tierra seca, y los ejércitos de Faraón los persiguieron
y se ahogaron en las aguas del mar Rojo.
He aquí, a vosotros os consta la certeza de esto, y también sabéis que un ángel
os ha hablado; ¿cómo, pues, podéis dudar? Vayamos allá; el Señor puede
librarnos como a nuestros padres, y destruir a Labán como a los egipcios.
Nefi les enseñó a sus hermanos que el Señor actuaría con ellos como lo hizo
con Moisés. El Señor puede actuar con nosotros de Igual manera hoy día.
Nefi continúa:
Y cuando hube hablado estas palabras, todavía estaban irritados, y continuaron
murmurando; sin embargo, me siguieron hasta que llegamos a los muros de
Jerusalén.
Y era ya de noche; e hice que se ocultaran fuera del muro (versículos 4, 5).
35
Si con anticipación Nefi hubiera sabido exactamente lo que iba a suceder, si
hubiera sabido que serían protegidos y que todo iba a salir bien, ¿hubiera dejado a
sus hermanos escondidos fuera del muro? Lo dudo. Pero lo hizo, pues ignoraba lo
que iba a pasar, y por eso tomó esa precaución extra. El Señor le estaba permitiendo
que ejerciera su juicio personal, lo cual lo ayudaría a crecer.
Y cuando se hubieron escondido, yo, Nefi, entré furtivamente en la ciudad y me
dirigí a la casa de Labán (versículo 5).
En el siguiente versículo encontramos el desenlace de todo lo que hemos
estado hablando:
E iba guiado por al Espíritu, sin saber de antemano lo que tendría que hac8r.
No obstante, seguí adelante (versículos 6, 7).
Nefi seguía adelante, decidido a cumplir la voluntad del Señor, a pesar de no
saber exactamente cómo cumplirla. Fue después de eso que el Señor empezó a
revelarle casi exactamente lo que tenía que hacerse. Y finalmente pudo obtener las
planchas. No obstante, eso no sucedió sino hasta después de la prueba de su fe.
Sólo hasta después que el Señor supo que Nefi le serviría a toda costa, le reveló
específicamente su voluntad. Fue entonces que bendijo a Nefi con su Espíritu, para
que lo instruyera.
Nosotros nos hallamos" en la misma posición que Nefi. Al ir adelante con fe, el
Señor nos revelará su voluntad para que sepamos qué debemos hacer. Me he
conmovido grandemente al ver cuánta revelación ha derramado el Señor sobre los
miembros de su Iglesia sobre cómo hacer su obra y resolver los problemas, así como
la derramó sobre Nefi. Cuando le digamos sinceramente al Señor: "Padre, creo en tu
voluntad, y quiero cumplirla; haré todo lo que sea necesario para hacerla", y luego
respetemos nuestra promesa, el Señor nos revelará cómo cumplirla. Entonces
sabremos que la dirección que lleva nuestra vida va de acuerdo con la voluntad de
El, y podremos ejercer la fe en El, no únicamente para guardar sus mandamientos,
sino para alcanzar la vida y salvación .
37
5
CÓMO SE OBTIENE LA FE
Hace algunos años visité Machu Picchu, las famosas ruinas incas, cerca de
Cuzco, Perú. Antes de regresar a Cuzco, arriba en la montaña conocí a un hombre
que, según supe, era un arqueólogo bastante erudito. El estaba fascinado por las
ruinas; era la primera vez que visitaba Machu Picchu, aunque había estado en
muchas otras ruinas. Me citó lugares de los que yo nunca había oído —y creía yo
haber visitado bastantes. E¡ había estado en "ruinas de ruinas". Hablamos un poco
sobre Machu Picchu, y luego lo fui introduciendo en una charla sobre el evangelio. Le
pregunté: "¿Quiénes eran los de este pueblo, y qué hacían aquí?" Sin embargo, en
cuanto mencioné el Libro de Mormón, endureció su corazón. Dijo: "Sr. Cook, no
quiero que me hable sobre iglesias o religión". Un rechazo tan claro como ése
requiere abordar el tema desde un ángulo diferente, por lo que le dije: "Sé que usted
es un científico, así que no le hablaré acerca de las formas espirituales de conocer la
verdad. Pero quisiera que me contestara sólo dos o tres preguntas". Y dije para mis
adentros: "¿Cuáles preguntas, hermano Cook? Que el Espíritu me ayude, pues de
otra manera, ¿cuáles son las dos o tres preguntas que le voy a hacer a este
hombre?" Y una de ellas fue: "El libro Lo que el Viento se llevó está lleno de
anacronismos o errores históricos. Escribirlo le llevó al autor diez años. ¿Cómo se
explica el hecho de que José Smith tradujera el Libro de Mormón en sólo sesenta
días?" Entonces guardé silencio, y me dispuse a escuchar. "Pues", dijo él, "no lo sé.
Primero que nada, tendría yo que suponer que es cierto lo que usted dice". Y le dije:
"Lo es. Está históricamente comprobado". Y añadió: "Pues no sé. la respuesta".
Entonces dije: "Veamos la siguiente pregunta: Usted sabe tan bien como yo que
hace unos diez o quince años los arqueólogos decían que el cemento fue
descubierto únicamente en Europa, y que los antiguos americanos no conocían el
cobre. El mundo no cuando José Smith publicó el Libro de Mormón, que dice que en
las Américas había caminos de cemento, utensilios de cobre, caballos y elefantes.
Hoy, como usted sabe, ya los arqueólogos han encontrado todas esas cosas en este
continente. Yo he andado en caminos de cemento, y he visto cientos de cuchillos de
cobre, y los huesos de caballos y elefantes. Cortés trajo caballos cuando vino, pero
ya había habido caballos aquí mucho tiempo antes de Cortés. ¿Cómo supo José
Smith, en el año 1830, que estaba bien poner esas cosas en Libro de Mormón?"
¿Qué podía decir este hombre? Y como Alma le dijo a Korihor, le dije: "La única
evidencia que usted tiene de que no hay Dios, es su propia palabra" (véase Alma
30:40). ¿Podemos ver el poder de tal argumento? Entonces el hombre emprendió la
retirada, pues la presión era mucha. Mas en la retirada llegó nadamás hasta donde
acostumbran llegar los agnósticos, así que me dijo: "Sr. Cook, no puedo afirmar que
haya un Dios, o que no lo haya; no lo sé". ¿Se dan cuenta en qué posición estaba?.
Estaba exactamente en el punto medio, y eso no sirve para nada. Una persona tiene
que moverse de ese punto. Tiene que tener al menos el deseo de creer. Si tan sólo
cuenta con eso, puede empezar a tener fe. Si no, no llegará a ninguna parte.
Al analizar cómo se obtiene la fe, debemos estudiar los principios que podemos
38
aprender de las Escrituras. Discutiremos aquí algunos de esos principios bajo los
siguientes subtemas. Al ir leyendo estas seis secciones, debemos referimos
continuamente al diagrama de la página 54
1. Un deseo de creer
Alma explicó la manera de obtener la fe:
Pues como dije acerca de la fe, que no era un conocimiento perfecto, así es con
mis palabras. No podéis, al principio, saber a perfección acerca de su
veracidad, así como tampoco la fe es un conocimiento perfecto.
Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta poner a prueba
mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo
de creer, dejad que que este deseo obre en vosotros, sí, hasta que de algún
modo creáis que podéis dar cabida a una porción de mis palabras (Alma 32:26,
27).
El Señor no espera que creamos sin contar con alguna evidencia. Eso puede
cambiar después, pero al principio El proporciona la evidencia. Al aparecerse a José
Smith, el Señor proporcionó la evidencia más grande de que El existe. Y en el Libro
de Mormón tenemos grandes evidencias, por millares. Tenemos los testimonios de
los profetas y de otros. Y tenemos los susurros del Espíritu Santo. Al ir creciendo
espiritualmente, necesitaremos cada vez menos evidencia para creer, pero al
principio requerimos de alguna.' Sin embargo, aun con evidencia, debemos tener el
deseo de creer. Sin ese deseo no creeríamos aun con mucha evidencia. Pero
teniendo el deseo, hemos iniciado el proceso de obtener la fe, y el Espíritu Santo nos
ayuda a llegar al punto en que podemos creer las palabras del Señor.
2. Creer en la palabra del Señor
Compararemos, pues, la palabra a una semilla. Ahora, si dais lugar para que
sea plantada una semilla en vuestro corazón, he aquí, si es una semilla
verdadera, o semilla buena, y no la echáis fuera por vuestra incredulidad,
resistiendo al Espíritu del Señor, he aquí, empezará a germinar en vuestro
pecho...(Alma 32:28).
Si damos lugar a que una semilla buena (una porción de la palabra del Señor)
sea plantada en nuestro corazón, debemos tener cuidado de no echarla fuera por
incredulidad. Esto se aplica no sólo a la obtención de un testimonio; se aplica
también al ejercer la fe como padre, como madre, como líder del sacerdocio, o como
misionero, o en cualquier otro aspecto de la vida. Por causa de nuestra incredulidad
todos los días desechamos grandes cosas. Mas si no arrojamos de nuestro corazón
esa porción de la palabra del Señor, empezará a crecer dentro de nosotros,
ensanchándose en nuestro pecho. Es así como describe Alma el fuego en nuestro
pecho, o el testimonio del Espíritu de la veracidad de la palabra del Señor.
... y al percibir esta sensación de crecimiento, empezaréis a decir dentro de
vosotros: Debe ser que ésta es una semilla buena, o que la palabra es buena,
porque [1] empieza a ensanchar mi alma; sí, [2] empieza a iluminar mi
inteligencia; sí, [3] empieza a ser deliciosa para mí (versículo 28).
39
3. Experimentar y recibir evidencias espirituales
A esas alturas ya disponemos de evidencias: sabemos que sentimos algo, pues
hemos tenido esa "sensación de crecimiento". Sin embargo, en forma inspirada,
Alma no terminó ahí su explicación, y estoy agradecido por eso, ya que es posible
que diferentes personas tengan ideas diferentes sobre lo que es un sentimiento
espiritual y lo que significa. De modo que, ¿cómo podemos reconocer correctamente
ese sentimiento, y saber que la semilla (la palabra) es de Dios? Alma proporciona
tres evidencias definitivas que nos indican que la semilla viene del Señor;
1. Empieza a ensanchar nuestra alma.
2. Empieza a iluminar nuestra inteligencia.
3. Empieza a ser deliciosa para nosotros.
Hace varios años, unos misioneros de estaca estaban enseñando en nuestro
barrio a un hombre que ya entendía el evangelio, pero que por alguna razón no
deseaba ingresar a la Iglesia. Vino a verme uno de los misioneros, y me dijo: "Eider
Cook, estoy seguro de que si usted fuera con nosotros a visitar a este hombre,
podríamos persuadirlo a que se bautizara". Yo me sentía fuera de práctica, pues
había terminado mi misión hacía ya algunos años. ¿Qué podía hacer?. Es evidente
que había algo de incredulidad en mi corazón. Pero el misionero manifestó fe en mí,
diciendo una vez más: "Eider Cook, estoy seguro de que si usted visita a ese
hombre, podrá persuadirlo para que se bautice". El tenía fe en que el Señor podía
obrar por medid de nosotros para ayudar a este hombre a entrar a la Iglesia; ¿qué
me restaba? Oramos pidiendo que se hiciera la voluntad del Señor, y salimos a
visitar al hombre. El ya había escuchado las charlas misionales tantas veces, que
probablemente las sabía mejor que yo. En los primeros quince minutos de nuestra
plática, supe que no estaba evitando el bautismo por falta de conocimiento o
comprensión. También me di cuenta que estaba guardando los mandamientos. Por
lo que rápidamente llegamos al fondo del asunto. El hombre dijo: "Élder Cook, creo
que lo que pasa es que no sé que la Iglesia es verdadera. Si supiera que es
verdadera, me uniría a ella, pero no lo sé".
Yo ya había sentido que él sí lo sabía, pero no sabía que lo sabía. Y le dije:
"Hermano, quisiera pedirle algo. Tome esta hoja de papel, y anote todas las razones
que se le ocurran por las que no deba bautizarse. Nosotros le ayudaremos a pensar".
Su esposa, que era miembro de la Iglesia, estaba ahí sentada, y también le dije:
"Ayúdenos usted. Vamos a tratar de pensar en toda razón imaginable por la que su
esposo no deba bautizarse".
El hombre procuró pensar en algunas razones, pero la única que se le ocurría
era que no estaba seguro de que la Iglesia fuera verdadera. No podía decir que no
se ajustaría a esa clase de vida, pues ya la estaba viviendo. Por lo tanto, le dije: "Si
le ayudáramos a eliminar esa razón, ¿se bautizaría? Contestó que sí, así que quedó
comprometido. Entonces sentí que a mi mente venían unas palabras del Señor, y le
dije: "Hermano, ¿quisiera usted contarnos alguna experiencia que haya tenido con
los misioneros, en la que haya sentido que su alma se ensanchaba?" Nunca antes
había yo dicho esas palabras; brotaron de mí automáticamente. El dijo: "Bien,
cuando estos élderes comenzaron a venir, yo tenía la costumbre de maldecir, no
tiene ¡dea cuánto. Era algo terrible. Pero siento que mi alma ha crecido porque me
40
enseñaron a no maldecir, y desde entonces no lo he hecho". Luego nos dio otros
ejemplos de cómo había crecido su alma, y le dije: "Ahora, ¿quiere contarnos de las
veces que haya sentido que se le ha iluminado la mente?" Desde luego que
estábamos escribiendo sus respuestas, conforme las decía. Y nos contó de cuando
se iluminó su mente: "¿Saben?, yo tenía un problema que me había estado
preocupando por mucho tiempo, y cuando tos élderes vinieron a enseñarme,
desapareció por completo". Y otra vez vinieron a mí las palabras, y dije: "¿Le parece
el evangelio corno algo delicioso? ¿Lo disfruta? ¿Le parece que tiene algo así como
un sabor agradable?" "Sí, efectivamente", dijo él. Y nos relató unas cuantas
experiencias que indicaban que le era delicioso. Sólo entonces recordé el pasaje
sobre la fe, que está en Alma 32. Yo ni siquiera sabía exactamente lo que decía; a
grandes rasgos sí, pero no palabra por palabra. Abrí el Libro de Mormón en ese
pasaje, y dije: "Vamos a leer", y empezamos a leer; y cuando llegamos a las tres
pruebas de la verdad, ese buen hermano no solamente supo que el evangelio era
verdadero, sino supo que lo sabía, El sábado siguiente se bautizó como miembro de
La Iglesia de Jesucristo de tos Santos de ios Últimos Días.
Comparto este relato para ejemplificar un poquito cómo obtener la fe en la
palabra del Señor. Ya sea que la palabra venga por medio de las Escrituras, el
obispo, el presidente de estaca, o el profeta, el procedimiento es el mismo. Por
ejemplo: el Presidente Kimbal nos pidió que realizáramos la Noche de Hogar —
bueno, ya recibimos la palabra del Señor. Si la experimentamos, haciendo lo que el
profeta ha pedido, recibiremos las tres evidencias mencionadas por Alma, de que la
petición del Presidente Kimball viene del Señor. Y, como dijo Alma: "¿No aumentaría
esto vuestra fe?" (Alma 32:29). Por supuesto que sí.
4. La fe aumenta y se fortalece
Alma sigue diciendo:
Os digo que sí; sin embargo, no ha llegado a ser un conocimiento perfecto.
Mas he aquí, al paso que la semilla se hincha y brota y empieza a crecer,
entonces no podéis menos que decir que la semilla es buena; pues he aquí, se
hincha y brota y empieza a crecer.
Y he aquí, ¿estáis seguros ahora de que es una semilla buena? Os digo
que sí; porque toda semilla produce según su propia especie.
Por tanto, si una semilla crece, es semilla buena; pero si no crece, he aquí que
no es buena; por lo tanto, es desechada.
Y he aquí, por haber probado el experimento y sembrado la semilla, y porque
ésta se hincha, y brota, y empieza a crecer, sabéis por fuerza que la semilla es
buena.
5. Se obtiene un conocimiento perfecto en esa cosa
Y ahora, he aquí, ¿es perfecto vuestro conocimiento? Sí, vuestro
conocimiento es perfecto en esta cosa, y vuestra fe queda inactiva; y esto
porque sabéis, pues sabéis que la palabra ha ensanchado vuestras almas,
y también sabéis que ha germinado, que vuestra inteligencia empieza a
iluminarse y vuestro entendimiento comienza a ensancharse.
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Luego, ¿no es esto verdadero? Os digo que sí, porque es luz; y lo que es luz,
es bueno, porque se puede discernir; por tanto, debéis saber que es bueno
(versículos 29-35).
6. Nutriendo la palabra
Tras haber obtenido esta fe y este conocimiento, no debemos detenernos, sino
que debemos seguir nutriendo la palabra hasta que podamos alcanzar la vida eterna.
Alma dice:
Y ahora, he aquí, ¿es perfecto vuestro conocimiento después de haber gustado
esta luz?
He aquí, os digo que no; ni tampoco debéis dejar a un lado vuestra fe, porque
tan sólo habéis ejercitado vuestra fe para sembrar la semilla, a fin de llevar a
cabo el experimento para saber si la semilla era buena.
Y he aquí, a medida que el árbol empieza a crecer, diréis: Nutrámoslo con
gran cuidado para que eche raíz, crezca y nos produzca fruto. Y he aquí, si lo
cultiváis con mucho cuidado, echará raíz, y crecerá, y dará fruto.
Mas sí desatendéis el árbol, y sois negligentes en nutrirlo, he aquí, no echará
raíz; y cuando el calor del sol llega y lo abrasa, se seca porque no tiene raíz, y
lo arrancáis y lo echáis fuera.
Y esto no es porque la semilla no sea buena, ni tampoco es porque su fruto no
sería deseable; sino porque vuestro terreno es estéril y no queréis nutrir el
árbol; por tanto, no podréis obtener su fruto.
Y por lo mismo, si no cultiváis la palabra, mirando adelante con el ojo de la fe
hacia su fruto, nunca podréis recoger el fruto del árbol de la vida.
Pero si cultiváis la palabra, sí, y nutrís el árbol mientras empieza a crecer,
mediante vuestra fe, con gran diligencia y con paciencia, mirando adelante a su
fruto, echará raíz; y he aquí, será un árbol que brotará para vida eterna.
Y a causa de vuestra diligencia, vuestra fe y vuestra paciencia con la
palabra, nutriéndola para que eche raíz en vosotros, he aquí que con el
tiempo recogeréis su fruto, el cual es sumamente precioso, y el cual es más
dulce que todo lo dulce, y más blanco que todo lo blanco, sí, y más puro que
todo lo puro; y comeréis de este fruto hasta quedar satisfechos, de modo que
no tendréis hambre ni tendréis sed.
Entonces, hermanos míos, segaréis el galardón de vuestra fe, y vuestra
diligencia, y paciencia, y longanimidad, esperando que el árbol os dé fruto
(versículos 35-43).
Al llegar a este punto, ya hemos pasado por un proceso muy importante.
Hemos oído la palabra del Señor. Hemos tenido el deseo de creer. Hemos
experimentado con la palabra. Y por último, hemos obtenido no sólo ¡a fe en la
palabra, sino un conocimiento sobre ella y sobre cómo nutrirla (véase el diagrama de
la página 54). No obstante, en el proceso da obtener la fe hay otros factores que hay
que tener en mente.
Además de los seis elementos que acabamos de considerar, debernos tenar
42
presente que la fe es un don de Dios; que debemos centrar nuestra fe en Jesucristo;
que debemos usar el poder del Espíritu Santo; y que debemos reconocer y
agradecer por la fe que ya hayamos logrado.
LA FE ES UN DON DE DIOS
Otro principio fundamental que tiene que ver con la fe y cómo obtenerla, es la
necesidad de centrar nuestra fe en alguien. Debemos centrar nuestra fe en el Señor
Jesucristo, de la manera que El ha indicado.
Nefi nos dijo:
Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo,
profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras propias profecías, para que
nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus
pecados.
Y ahora, he aquí, os digo que la senda verdadera es creer en Cristo y no
negarlo; y Cristo es el Santo de Israel; por tanto, debéis inclinaros ante El y
adorarlo con todo vuestro poder, mente y fuerza, y con toda vuestra alma; y si
hacéis esto, de ninguna manera seréis desechados (2 Nefi 25:26, 29).
Recuerdo una entrevista que tuve en una ocasión, con un joven que había
quebrantado la ley de castidad, siendo militar en el Japón. En el proceso de sacar las
cosas a la luz y aclarar todo, le pregunté por qué lo hizo. Su contestación fue
43
interesante, y en contraste directo con el consejo dado en las Escrituras. Dijo: "La
razón por la que he guardado la ley de castidad toda mi vida hasta ahora, es mi
madre. Nunca hubiera podido hacer nada que la ofendiera a ella, ni a su bondad y
pureza. Por ella guardé la ley de castidad. Y cuando me encontré a doce mil
kilómetros de ella, mi fe flaqueó porque estaba centrada en un ser mortal. Por eso
caí". Al oír esas palabras, supe que yo nunca podría permitirme el basar mi fe en
nada ni en nadie que no fuera el Señor Jesucristo. El es la roca de nuestra salvación.
El es inmutable. Su curso es un giro eterno, y podemos depender de El dondequiera
que nos encontremos, en cualquier momento de nuestra vida, por toda la eternidad.
El siempre será el mismo.
El profeta Alma hizo una serie de preguntas profundas, en las que haríamos
bien en reflexionar:
Y ahora os pregunto, hermanos míos de la Iglesia: ¿Habéis nacido
espíritualmente de Dios? ¿Habéis recibido su imagen en vuestros rostros?
¿Habéis experimentado este gran cambio en vuestros corazones?
¿Ejercéis la fe en la redención de aquél que os creó? ¿Miráis hacia lo futuro con
el ojo de la fe y veis este cuerpo mortal levantado en inmortalidad, y esta
corrupción levantada en incorrupción, para presentaros ante Dios, y ser
juzgados de acuerdo con las obras que se han hecho en el cuerpo mortal?
(Alma 5:14, 15).
Alma nos enseñó que todo lo debemos centrar en el Señor. Mediante el Señor
debemos tener esperanza, y mediante El debemos esperar el tiempo de la
resurrección de nuestros cuerpos, pues, como dijo Mormón: "En Cristo habría de
venir toda cosa buena" (Moroni 7:22).
El poder del Espíritu Santo es otro elemento clave para obtener la fe. El Espíritu
Santo es un revelador; revela todas las cosas, incluso los atributos de Dios, sobre los
que se basa la fe. Las verdades que recibiremos espiritualmente, como miembros de
la Iglesia, vendrán a través del Espíritu Santo. El Señor le dijo a Adán:
De manera que se da para que permanezca en vosotros; el testimonio del cielo;
el Consolador; las cosas pacíficas de la gloria inmortal; la verdad de todas las
cosas; lo que vivifica todas las cosas; lo que conoce todas las cosas y tiene
todo poder de acuerdo con la sabiduría, la misericordia, verdad, justicia y juicio
(Moisés 6:61).
Ese versículo menciona algunos de los atributos de Dios que son revelados por
medio del Espíritu Santo para que podamos tener fe en Dios.
El Élder Bruce R. McConkie declaró lo siguiente:
La fe se basa en la verdad, y es precedida por el conocimiento: hasta que una
persona adquiera el conocimiento de la verdad, no puede tener fe... La fe y la
verdad son inseparables; si ha de haber fe, fe salvadora, fe para vida y
44
salvación, la fe que conduce al mundo celestial, primero debe tenerse la verdad.
No únicamente es el conocimiento verdadero de Dios un prerrequisito para
tener fe, sino que ¡a fe sólo pueden ejercerla aquéllos que se sujetan a los
principios de verdad procedentes del Dios verdadero (Mormón Doctrine, p. 262).
Tal como yo lo entiendo, lo que el Élder McConkie está diciendo es que la fe se
fundamenta en la verdad. Si una persona tiene un falso concepto de Dios, aunque
puede realizar algunos cambios en su vida, por su fe o creencia, y puede recibir
respuesta a sus oraciones, no obstante, no tiene una fe salvadora, la fe que lo llevará
al reino celestial. La única manera en que puede ejercerse esa clase de fe es
basándose en un conocimiento verdadero de Dios, y no hay otra. Y el conocimiento
verdadero de Dios viene por el ministerio del Espíritu Santo.
Los Discursos sobre la Fe establecen:
¿Cómo reciben los hombres al conocimiento de la gloria de Dios, sus
perfecciones y atributos? Consagrándose a su servicio, fortaleciendo su fe en El
mediante la oración y súplica incesantes hasta que, como a Enoc, el hermano
de Jared y Moisés, Dios se les manifiesta( Preguntas y respuestas del Segundo
Discurso).
Como resultado de nuestro servicio, paciencia y oración constante, el Señor se
nos revelará, y obtendremos la clase de fe necesaria para alcanzar la vida eterna.
Tales manifestaciones y revelaciones vienen por medio del Espíritu Santo. Al
examinar nuestra vida debemos preguntarnos: ¿Estamos obrando consciente y
diligentemente con la ayuda del Señor para ser dignos de la compañía del Espíritu
Santo?
Los Discursas sobre la Fe nos dicen también:
El grado de entendimiento sobre el carácter y la gloria de Dios que puede
obtener cualquier parte del género humano, después de saber que Dios existe y
que ha creado y que sostiene todas las cosas, ese grado de entendimiento
depende del empeño y fidelidad en buscarlo a El, hasta que, como Enoc y el
hermano de Jared, y Moisés, obtengan fe en Dios y el poder de verlo cara a
cara (Discursos sobra la Fe 2:55).
Esa es una invitación justa y abierta para seguir purificándonos y
santificándonos hasta que, buscando al Señor fiel y diligentemente, podamos verlo
cara a cara.
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Señor visitó a los nefitas, dijo las siguientes palabras en cuanto a esos lamanitas:
Y al que venga a mí con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, lo
bautizaré con fuego y con el Espíritu Santo, así como los lamanitas fueron
bautizados con fuego y con el Espíritu Santo al tiempo de su conversión, por
motivo de su fe en mí, y no lo supieron (3 Nefi 9:20).
Interesante, ¿verdad? Fueron bautizados con fuego y con el Espíritu Santo,
pero no lo supieron, posiblemente porque todavía no estaban completamente a tono
espiritualmente. En igual manera quisiera preguntar: ¿Tenemos fe? Sí, pero quizás
"no lo sabemos". ¿Hemos sido bautizados por fuego y por el Espíritu Santo? Estoy
seguro que sí, en cierto grado, pero quizás "no lo sabemos". Al volvernos más
sensibles espirituaimente, comenzamos a darnos cuenta que espirituaimente nos
están sucediendo grandes cosas, las cuales no se perciben con el ojo natural.
Cuando era yo más joven y dudaba ciertas cosas porque todavía no había
recibido un testimonio por mí mismo, las palabras de Mormón me matuvieron firme
en el evangelio, pues no podía negarlas. Dijo Mormón:
Ahora llegamos a esa fe de la cual dije que hablaría; y os indicaré la manera en
que podéis recoger toda cosa buena.
Eso suena como algo digno de aprenderse, ¿verdad? A mí me gustaría saber
cómo puedo recoger toda cosa buena.
Porque he aquí, sabiendo Dios todas las cosas, dado que existe de eternidad
en eternidad, he aquí, El envió ángeles para ministrar a los hijos de los
hombres, para manifestar concerniente a la venida de Cristo; y que en Cristo
habría de venir toda cosa buena (Moroni 7:22).
En otras palabras, todo lo que es bueno viene a través de Jesucristo.
Porque El ha cumplido los fines de la ley, y reclama a todos los que tienen fe en
El...
El nos reclamará si tenemos fe en El. Si no la tenemos, nos reclamará alguien
que no nos va a gustar.
... y los que tienen fe en El se allegarán a toda cosa buena...
He ahí una gran clave espiritual!
Por consiguiente, toda cosa que es buena viene de Dios, y lo que es malo viene
del diablo; porque el diablo es enemigo de Dios, y lucha contra El
continuamente, e invita e incita a pecar y a hacer lo que es malo sin cesar.
Cuando yo era joven, y examinaba ios principios que se enseñan en el Libro de
Mormón, o que oía que se enseñaban en la Iglesia, supe que todos ellos me
encaminaban a hacer el bien. No había nada que me incitara a hacer el mal. Las
enseñanzas siempre tendían a convertirme en una mejor persona. Si algo me incita a
hacer el bien, debe ser del Señor, porque todas las cosas buenas vienen de El.
Mormón añadió:
Pues he aquí, mis hermanos, os es concedido juzgar, a fin de que podáis
discernir el bien del mal; y la manera de juzgar es tan clara, a fin de que sepáis
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con perfecto conocimiento, como la luz del día lo es de la obscuridad de la
noche.
Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que pueda
distinguir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque
toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada
por el poder y el don de Cristo, por lo que podréis saber con un conocimiento
perfecto, que es de Dios.
Pero cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo malo, y a no creer
en Cristo, y a negarlo, y a no servir a Dios, entonces podréis saber, con un
conocimiento perfecto, que es del diablo, porque él no persuade a ningún
hombre a hacer lo bueno, no, ni a uno solo; ni lo hacen sus ángeles; ni los que
a él se sujetan (Moroni 7:12, 15-17, 22, 28).
Necesitamos tener cuidado de no juzgamos mal a nosotros mismos. Tenemos
fe en el Señor. En ocasiones no es tan fácil saber cuánta. Nos acongojamos muchas
veces al ver cuánta fe parecen tener otras personas, o la que el Señor, en su
perfección, tiene; y nos sentimos muy humildes ai percibir que tenemos muy poca.
Pero podemos obtener la fe que deseamos al paso que oramos continuamente,
estudiamos las Escrituras, y aplicamos las enseñanzas del Señor en nuestras vidas.
El Salvador dijo: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y
abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (Apocalipsis 3:20).
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6
CÓMO SE AUMENTA LA FE
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Cuando el rey Benjamín hubo hablado así a su pueblo, indagó entre ellos,
deseando saber si creían las palabras que les había hablado. Y todos clamaron
a una voz, diciendo: Sí, creemos todas las palabras que nos has hablado; y
además, sabemos de su certeza y verdad por motivo del Espíritu del Señor
Omnipotente, el cual ha efectuado un potente cambio en nosotros o en nuestros
corazones, por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer
lo bueno continuamente.
Y también nosotros mismos, por medio de la infinita bondad de Dios y las
manifestaciones de su Espíritu, tenemos grandes indicaciones de aquello que
está por venir; y si fuere prudente, podríamos profetizar de todas las cosas.
Yes la fe que hemos depositado en las cosas que nuestro rey nos ha hablado lo
que nos ha llevado a este gran conocimiento, por lo que nos regocijamos con
un gozo tan sumamente grande (Mosíah 5:1-4).
51
comprendemos en el presente. Esto en verdad es un elemento clave para desarrollar
la fe. Debemos actuar conforme a nuestro conocimiento y comprensión presentes del
evangelio. En su discurso "La Verdadera Fe", Orson Prart declaró:
La única manera de recibir fe adicional es vivir de acuerdo con la luz que ya
tenemos. Si hacemos eso, tenemos la promesa de Dios de que nuestra fe
brillará más y más hasta el día perfecto (A Compilation Containing the Lectures
on Fahh, p. 84).
Esto nos indica —cosa que he notado en mi propia vida— que si una persona
recibe el entendimiento de un principio del evangelio, y vive según ese
entendimiento, corrigiendo su vida y ordenándola de acuerdo con ese principio, el
Señor lo bendecirá con más entendimiento y conocimiento. Pero el Señor no seguirá
bendícíéndonos si no obedecemos los principios que ya entendemos. Si deseamos
aumentar nuestra fe, debemos analizar bien los principos que ya comprendemos, y
asegurarnos de ponerlos en orden antes de que podamos esperar que el Señor nos
dé más. Siendo que el Señor es misericordioso, nunca nos revela grandes
cantidades de la verdad, que podrían abrumarnos, porque una vez que
comprendemos un principio, somos responsables por él.
El Presidente Brigham Young dijo algo muy interesante sobre la fe:
La creencia y la incredulidad se hallan independientes en el hombre, igual que
oíros atributos. El hombre puede reconocer o rechazar, volverse a la derecha o
a la izquierda, levantarse o permanecer sentado; puede decir que el Señor y su
evangelio no valen la pena, o puede inclinarse ante ellos... Nuestra propia
experiencia puede satisfacernos de que no es necesario requerir la fe ni con
hechos ni con falsedades presentadas ya sea a los sentidos o a las
percepciones de la mente.
En otras palabras, ni los hechos ni las mentiras afectan necesariamente a la fe
de una u otra manera. En última instancia, \a fe viene de adentro.
Si hablamos de la fe, es el poder de Dios mediante el cual los mundos son y
fueron hechos, y es un don de Dios para aquéllos que creen y obedecen sus
mandamientos. Por otra parte, ningún ser inteligente, ya sea que sirva o no a
Dios, actúa sin creer. Lo mismo podría intentar vivir sin respirar que vivir sin el
principio de la fe. Pero debemos creer la verdad, obedecer la verdad y practicar
la verdad para poder obtener el poder de Dios que se llama fe (Discourses of
Brigham Young, p. 153).
Si vamos a practicar las verdades que ya conocemos, debemos tener sumo
cuidado de escuchar ios susurros del Espíritu. Estoy convencido de que recibimos
muchos susurros pero sólo obedecemos unos cuantos. No obedecemos los susurros
porque a veces no sabemos que estamos siendo inspirados, o porque pensamos que
los susurros vienen de alguna otra fuente dentro de nosotros mismos. Dentro de mi
limitada experiencia, he aprendido que al ir creciendo y madurando espiritualmente,
encontramos que recibimos más y más inspiración para ayudarnos a vivir en armonía
con lo que ya sabemos.
52
GUARDEMOS LOS MANDAMIENTOS
53
éstos son aceptados por mí (D. y C. 97:8).
Hacer un convenio es muy fácil. Como miembros de la Iglesia, hacemos
muchos convenios. Pero el Señor pide más que eso. Hacer un convenio es
solamente el principio. Después debemos guardar ese convenio mediante sacrificio.
En otras palabras, el Señor nos probará para ver si mediante sacrificio guardamos
los convenios que hemos hecho. Estoy convencido de que debemos colocar sobre el
altar del Señor un sacrificio espiritual que sea aceptable ante El.
Necesitamos examinar nuestra vida para saber las cosas que el Señor quiere
que sacrifiquemos. Lo más usual es que El quiera que abandonemos nuestros
pecados. El Señor requiere el sacrificio de un corazón quebrantado y un espíritu
contrito (véase 3 Nefi 9:20). Y cuando sacrifiquemos lo que el Señor requiere,
veremos que nuestra fe aumenta.
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testimonio tendrán la fe para obtener vida eterna. Y por la fe podrán también
perseverar hasta el fin y recibir la corona que está reservada para los que aman
la venida de nuestro Señor Jesucristo (Discursos sobre la Fe 6:7, 9, 10).
El Señor les habló a los nefitas sobre el sacrificio que El requiere:
Vosotros ya no me ofreceréis más el derramamiento de sangre; sí, vuestros
sacrificios y vuestros holocaustos cesarán, porque no aceptaré ninguno de
vuestros sacrificios ni vuestras holocaustos.
Y me ofreceréis como sacrificio un corazón quebrantado y un espíritu contrito. Y
al que venga a mí con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, lo
bautizaré con fuego y con el Espíritu Santo... (3 Nefi 9:19, 20).
Testifico que la fe es poder. Es un poder espiritual que trasciende todo lo que
nos podamos imaginar: es el poder mismo mediante el cual obra Dios. Es un poder
que vendrá a través del tiempo, paciencia, tribulación y mucho sufrimiento. Pero
vendrá a los fieles que lo desean y lo buscan.
Es mi oración que cada uno de nosotros continúe la búsqueda, tal vez eterna,
por tener más fe y ser más como nuestro Padre Celestial y su Hijo Jesucristo; y
adorarlos por el poder del Espíritu Santo en todo lo que hagamos.
55
7
CÓMO SE EJERCE LA FE
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Empecé a darme cuenta de que en vez de planear qué decir, debía darle al
Señor la oportunidad de poner pensamientos en mi mente, y que debía ejercer la fe
en que El me diría qué decir. Unas dos semanas después de esa experiencia con mi
amigo, el obispo de mi barrio vino y me dijo: "Hermano Cook, nos gustaría que diera
un discurso en la reunión sacramental". Recuerdo que me temblaron las rodillas,
pero acepté.
Mientras se iba, me dije: "¡Ayayay! Hermano Cook, aquí está el desafío para tu
fe. Mis padres piensan que yo soy el mejor discursante de! mundo, pero si solamente
subo al pulpito e improviso por veinte minutos, ¿qué pensarán?" En mi familia
siempre bromeábamos sobre quién de mis hermanos era el mejor discursante. Ya
era como una tradición que se había convertido en algo indebido cuando nos pedían
que discursáramos —espero que por buenas razones. Pero yo me preocupaba por
impresionar a mis padres y a toda la familia. Luego pensé: "El obispo piensa que voy
a hacer un buen papel. ¿Qué tal si me paro ahí y no me sale nada?" Todas esas
dudas me empezaron a venir.
Desafortunadamente, mi fe se hallaba en esa condición en esos tiempos, y uno
tiene que comenzar desde donde esté. Pero estaba preocupado, y oré en cuanto a lo
que iba a hacer. Pensé en sólo bosquejar un discurso pero dejarlo en casa el
domingo, pues así tendna una idea general de lo que diría. Traté de escoger un
tema, pero no pude. Pensaba en una idea, y luego en otra, y no me sentía bien con
ninguna. Seguían pasando los días, hasta que llegó el sábado y yo todavía no podía
pensar en nada. Descendí al punto más bajo de mi fe durante esa experiencia, pues
me dije: "Muy bien, voy a pararme al frente e intentarlo, pero por si acaso, voy a
llevar en mi bolsillo un discurso 'de emergencia' "Entonces oí la voz del Espíritu, que
decía: "Hermano Cook, ¿crees o no crees? Así de simple". En mi corazón tuve que
contestar que sí creía.
De modo que no preparé ningún discurso. Nada más leí las Escrituras. Fue todo
lo que pude hacer, para no estar pensando durante la Santa Cena: "Oye, tienes que
decidirte por algo. Cuando menos piensa en un tema y unas cuantas ideas, un par de
relatos, o algo. Sólo te quedan cinco minutos". Necesitó mucha disciplina para no
hacerlo. Nunca olvidaré haber subido al pulpito sabiendo que mi mente estaba vacía.
Verdaderamente estaba ejerciendo mi fe, y oré: "Padre Celestial, si no me ayudas
ahora, estoy acabado". En verdad oré con todo mi corazón.
Entonces, al ponerme de pie ahí, sentí que sobre mí venía algo que me dominó,
y hablé por el Espíritu del Señor. Hasta este día no sé de qué se trató el discurso,
pero para mí fue un gran testimonio espiritual de que EL SEÑOR QUIERE OBRAR
CON NOSOTROS, SI LO DEJAMOS. Me sentí bien en cuanto al discurso porque
sentí que el Señor me había dado lo que habría de decir, y después varias personas
fueron motivadas a arrepentirse por el Espíritu, que obró a través de mí en esa
ocasión. Varios hermanos dijeron: "Hermano Cook, ¿qué le pasó? Sentí algo que me
ha hecho cambiar. Nunca volveré a ser el mismo" Para mí fue un gran testimonio de
que si ejercemos nuestra fe en el Señor, El cumplirá sus palabras. El nos ha dicho:
Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no
hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis (D. y C. 82:10).
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LA FE SE EJERCE POR MEDIO DE LA PALABRA
A veces he ido con otros hermanos para dar una bendición a alguna persona, y
alguien dice: "Hermanos, ejerzamos nuestra fe", y algunos de los hermanos aprietan
los puños y tensan sus músculos, como si de alguna manera al hacer eso pudieran
ejercer su fe. Sin embargo, el ejercicio de la fe es un proceso espiritual, no físico, e
incluye el uso de la palabra.
Los Discursos sobre la Fe nos dicen:
¿Qué debemos entender cuando se dice que el hombre obra por fe?...
Debemos entender que cuando el hombre obra por fe, obra con esfuerzo
mental y no físico. Es por la palabra, en lugar del uso de poderes físicos, que
obra todo ser cuando obra por fe. Dios dijo: "Sea la luz; y fue la luz." Josué
habló, y se detuvieron los grandes astros que Dios creó. Elias mandó, y los
cielos se sellaron por tres años y medio, y no llovió. Mandó otra vez, y los cielos
dieron la lluvia. Todo eso se hizo por fe. El Salvador dice: "... si tuviereis fe
como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se
pasará..." La fe, entonces, obra por la palabra, y con la palabra se han llevado a
cabo, y se llevarán a cabo, sus más poderosas obras (Discursos sobre la Fe
7:3).
Hay muchos pasajes en las Escrituras que indican que la fe obra no por
esfuerzo físico, sino por la palabra. El profeta Jacob, del Libro de Mormón, exclamó:
¡He aquí, grandes y maravillosas son las obras del Señor! ¡Cuán inescrutables
son las profundidades de sus misterios; y es imposible que el hombre pueda
descubrir todos sus caminos! Y nadie hay que conozca sus sendas a menos
que le sean reveladas; por tanto, no despreciéis, hermanos, las revelaciones de
Dios.
Pues he aquí, por el poder de su palabra el hombre apareció sobre la faz de la
Tierra, la cual fue creada, por el poder de su palabra (Jacob 4:8, 9).
Consideremos estos pasajes que enseñan que la fe se ejerce por medio de la
palabra:
Y tan grande fue la fe de Enoc, que dirigió al pueblo de Dios; y sus enemigos
salieron a la batalla contra ellos; y él habló la palabra del Señor, y tembló la
tierra, y huyeron las montañas, de acuerdo con su mandato; y los ríos de agua
se desviaron de sus cauces, y se oyó el rugido de los leones en el desierto; y
todas las naciones temieron en gran manera, por ser tan poderosa la palabra de
Enoc, y tan grande el poder de la palabra que Dios le había dado (Moisés 7:13).
Porque el hermano de Jared dijo al monte de Zerín: ¡Apártate!; y se apartó. Y si
él no hubiera tenido fe, el monte no se hubiera movido; por tanto, tú obras
después que los hombres tienen fe.
Pues así te manifestaste a tus discípulos: porque después que tuvieron fe y
hablaron en tu nombre, te mostraste a ellos con gran poder (Éter 12:30).
Mas recordad que no todos mis juicios son dados a los hombres; y tal como mis
58
palabras han salido de mi boca, así se cumplirán, para que lo primero sea
postrero, y lo postrero sea primero en todas las cosa que he creado por la
palabra de mi poder, que es el poder de mi Espíritu.
Porque por el poder de mi Espíritu las he creado; sí, todas las cosas, tanto
temporales como espirituales (D. y C. 29:30, 31).
Y lo que hablen cuando sean inspirados por el Espíritu Santo, será Escritura,
será la voluntad del Señor, será la intención del Señor, será la palabra del
Señor, será la voz del Señor y el poder de Dios para salvación (D. y C. 68:4).
A veces cuando he observado a los misioneros, miembros, u otras personas,
intentando ejercer su fe, resuenan en mi mente las palabras de José Smith de que el
medio para ejercer la fe es la palabra.
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No hay ningún otro lugar en las Escrituras en que el Señor hable sobre una
"lección única". Ha de ser muy importante. Y ésta es la lección:
Que los derechos del sacerdocio están Inseparablemente unidos a los poderes
del cíalo, y que éstos no pueden ser gobernados sino conforme a los principios
de Justicia (D. y C.121:34-36).
Si querernos aprender a ejercer la fe, debemos empezar con nosotros mismos;
debemos estar en orden. El Señor no requiere que nos pongamos en orden en todo
de una sola vez, pues nadie podría hacerlo. Nos ponemos en orden poco a poco, al
irse expandiendo nuestro entendimiento. Al volvernos más sabios y aprender más de
las Escrituras y del Señor, adquirimos más capacidad para ponernos en orden.
Empezamos a ver que hay muchas cosas que no están bien; nos arrepentimos; el
Espíritu Santo puede estar con nosotros más abundantemente, y enseñarnos más; y
se aumenta nuestra fe. Finalmente, llegamos al punto en que nuestros pecados son
pecados de omisión y no de comisión, y el proceso continua.
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perderán su recompensa (D. y C. 58:26-28).
Orson Pratt dijo lo siguiente:
[La mente] es el agente del Todopoderoso, vestida con un tabernáculo mortal, y
debemos aprender a disciplinarla, y no permitir que el diablo interfiera con ella o
la confunda, ni la distraiga de nuestro gran objetivo.
Sí una persona educa su mente para que ande con el Espíritu, y dirige su
mente para que funcione bajo el principio de la fe, el poder de Dios la
acompañará constantemente, y sus facultades para obtener conocimiento no
tendrán límites.
Para ejercer la fe debemos disciplinar nuestra mente. Muchas personas todavía
están batallando con su cuerpo; y algunos de nosotros, que somos ya mayores, ya
batallamos para que nuestro cuerpo haga lo que queremos que haga. Yo hablo
mucho conmigo mismo. No sé si es saludable o no, pero recuerdo a un consejero
profesional que me dijo que las personas creativas siempre hablan consigo mismas,
y eso me hizo sentir un poco mejor. Por lo que seguí haciéndolo. A mi cuerpo le digo:
"Oye, ¿quién es el que manda aquí?" Pues el verdadero Gene Cook es una entidad
espiritual, ¿no? Yo soy el que manda, y este cuerpo es mi tabernáculo. Cuando mi
cuerpo quiere hacer algo que mi mente no quiere, pregunto:
"¿Quién manda aquí, tú o yo? Mando yo!, así que: ¡Andando!". Y mi cuerpo
obedece. Con nuestra mente podemos hacer lo mismo. El Señor nos dio el poder
para realizarlo. Lo que quiero decir es: Podemos prevalecer sobre otras
personas, cosas y situaciones, por medio de nuestra fe.
Cuando ejerzamos nuestra fe en algo, tenemos que poner en ello todo nuestro
corazón; no se puede hacer a medias. El Señor nos ayudará solamente al grado que
entreguemos nuestro corazón. Si hoy le entregamos un poquito, así responderá El.
Mientras más aprendamos a dar, más sentiremos su presencia.
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El Señor dijo: "Elevad hacia mí todo pensamiento; no dudéis; no temáis" (D. y
C. 6:36). Ese es un mandamiento muy grande. Conforme concentremos toda nuestra
alma en un propósito justo, se realizará.
Es posible saber la medida de nuestra fe mediante la cantidad de deseos justos
que hemos cumplido. O sea, si yo digo que voy a hacer algo justo, y lo hago, ésa es
una buena medida de mi fe. Algunas personas van a la deriva por la vida, sin tomar
una posición determinada. Nunca dicen: "Voy a hacer esto", y lo hacen. Más bien se
resignan "a ver qué pasa".
Imaginémonos a un presidente de misión que dice: "¿Cuántas personas va a
bautizar este mes, élder?"
Y el élder dice: "Pues no lo sé; todo depende".
—¿Depende de qué?
—Pues, como usted sabe, por acá los miembros no nos ayudan mucho.
—Entonces, ¿de qué depende?
Luego el élder dice: "Pues, hace mucho calor", como si su éxito dependiera de
algo más que de sí mismo y del Señor. Cada uno de nosotros debe comprometerse a
hacer algo que requiera ejercer la fe con toda el alma.
Para ejercer la fe, tenemos que entrar en terreno desconocido; tenemos que
arriesgar algo. Recuerdo el relato del hombre que resbaló de un barranco y quedó
colgando de un arbusto, a cien metros del suelo. Y empezó a orar, diciendo: "Señor,
sálvame, sálvame. Esta rama está a punto de quebrarse. Sólo me queda un minuto o
dos". Arriba de él se apareció el Señor, y le dijo: "Suéltate, y yo te agarraré". Esa era
la prueba, ¿verdad? La fe precede al milagro.
Recuerdo a un individuo que escribió un libro sobre cómo perder peso. Seis
meses antes de que se publicara el libro, él pesaba cien kilogramos. En su libro
escribió: "Ahora peso sesenta y seis kilogramos. Estoy feliz con mi nuevo peso". Y
describía cómo se sentía pesando sesenta y seis kilogramos. Pero cuando lo escribió
pesaba todavía cien kilogramos. ¿Se estaba arriesgando? Cuando el libro saliera a la
luz, tenía que pesar sesenta y seis kilogramos. Y lo logró. ¿Podemos ver cómo
concibió la idea anticipadamente, y luego la hizo realidad? Nosotros debemos decidir
lo que queremos hacer que suceda, y luego hacerlo que suceda. ¿Lo creemos? Es la
verdad.
Si permanecemos en la esfera de lo que podemos hacer, no lograremos mucho.
Algunas personas dicen, sentándose a un lado de la estufa: "Dame calor y te daré
leña". Ridículo, ¿verdad? No se puede obtener calor de una estufa a menos que
primero le pongamos leña. Mas a nivel espiritual tendemos a hacer eso mismo.
Decimos: "Señor, permíteme ganar más dinero, y entonces podré pagar los
diezmos". Pero el Señor dice: "Paga los diezmos y prosperarás". Estamos dispuestos
a hacer la voluntad del Señor, pero a veces decimos en nuestras oraciones:
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"Muéstrame tu voluntad, y la haré". El Señor dice: "No, hazla primero, y en el proceso
te la mostraré".
Muchas veces el Señor revela su voluntad a medias. Lo hace para que
ejerzamos la fe para recibir el resto. ¿Por qué? Para que podamos ser
independientes, como El. Al entrar con fe en terreno desconocido, recibimos la luz de
la revelación. Pero hasta que traspasemos el límite de lo conocido, y hagamos todo
lo que podamos, el Señor no nos dará más.
Es posible que nos revele sus propósitos generales, pero casi nunca se revelan
los detalles hasta que hayamos hecho todo lo que podamos.
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persona un compromiso. Si estaba en una conferencia de estaca, decía al
Presidente: "¿Qué va a hacer con el Sacerdocio Aarónico durante los próximos tres
meses?" "Pues no lo sé; todo depende". ""¿Depende de qué?" "No lo sé". Entonces
decía el Presidente Kimball: "¿Por qué no piensa en dos o tres metas?" Si el
Presidente de Estaca podía fijarlas en ese momento, lo hacía; si no, el Presidente
Kimball decía: "La conferencia terminará mañana, y me reuniré con usted al
mediodía. Usted tendrá listas las metas y lo que va a hacer para lograrlas. Quiero
saber específicamente cuáles son y en qué fecha las logrará; después, espero que
me dé un informe sobre ello". El era muy específico, y amaba a las personas lo
suficiente para ayudarlas a crecer.
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específico, sino que debemos prometer hacer todo lo que podamos para cumplir la
voluntad del Señor. El resultado depende del Señor. Pero el disciplinarnos depende
de nosotros.
El Señor dijo:
De cierto os digo, que todos los que de entre ellos saben que su corazón es
recto y está quebrantado, y su espíritu es contrito, y están dispuestos a cumplir
sus convenios con sacrificio, sí, cualquier sacrificio que yo, el Señor, mandare,
éstos son aceptados por mí (D. y C. 97:8).
En otras palabras, hacer un voto o promesa es bastante fácil; pero lo que sí
cuesta es sacrificar lo que sea necesario para probar nuestra fe por nuestras obras.
El Señor quiere que mediante nuestro sacrificio le demostremos que verdaderamente
creemos; que haremos lo que está a nuestro alcance para cumplir su voluntad.
Sin embargo, hay que usar sabiduría. No sé cómo explicarlo mejor que diciendo
que algunas personas—espiritualmente—se meten, al parecer en un laberinto de
problemas suponiendo que para complacer a Dios tienen que complicarse la vida.
Pero no se requiere que suframos innecesariamente. Si esas personas que se creen
mártires dejaran que el Señor les resolviera sus problemas, aprenderían la lección
sin sufrir tanto y él les diría "Basta, esas penas no son necesarias." Pero la
naturaleza de algunos los lleva a creer que tienen que padecer y sufrir
constantemente. Y si eso quieren, elSeñor se los permite. Pero la desgracia de todo
eso es que desperdician el tiempo y no avanzan al aprendizaje de otros principios El
Señor nos deja aprender muchas cosas por la experiencia, pero en ocasiones
podríamos ser librados mucho más pronto si lo dejamos que él nos libre . Moisés
podía haber dicho: "Lo que hay que hacer para cruzar este mar Rojo es conseguir
todas las cubetas que podamos". Pero no sufrió innecesariamente; sólo hizo todo lo
que estaba razonablemente a su alcance, y luego el Señor desnudó su brazo y
efectuó un gran milagro.
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USEMOS LO QUE APARENTEMENTE SON FRACASOS, PARA
FORTALECER NUESTRA FE
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vendrán, porque es seguro que vendrán. Y debemos aprovecharlas para fortalecer
nuestra fe en el Señor. El Apóstol Pablo lo dijo con gran elocuencia:
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro
Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en
la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo
que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba,
esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado
(Romanos 5:1-5).
Luego de haber ejercido nuestra fe, podemos tener la confianza de que Dios
cumplirá sus promesas y hará su voluntad. Así lo hizo con Adán, con Noé, con
Abraham, con Nefi, y con todos sus siervos a lo largo de la historia, y lo hará con
nosotros. El cumplirá todas sus palabras, y nos concederá nuestros justos deseos,
de acuerdo con nuestra fe.
Después de escribir a los hebreos sobre la fe de los antiguos patriarcas, el
Apóstol Pablo dijo:
¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac,
de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas;
que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon
bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron
fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos
extranjeros.
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de
testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos
con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el
autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de El sufrió la
cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran
pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra
buena para que hagáis su voluntad, haciendo El en vosotros lo que es
agradable delante de El por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los
siglos. Amén (Hebreos 11:32-34; 12:1, 2; 13:20, 21).
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CONCLUSIÓN
1. Seamos creyentes, y que nuestros deseos sean con la única mira deglorificar
a Dios.
2. Comprometámonos y disciplinémonos completamente en palabra y hecho.
3. Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para cumplir con nuestra parte.
4. Oremos como si todo dependiera del Señor.
5. Preparémonos para las pruebas intensas y constantes de nuestra fe.
6. Confiemos en que el Señor obrará de acuerdo con su santa voluntad, y de
acuerdo con nuestra fe.
Ante todos y ante el Señor, reconozco que entiendo muy poco sobre lo que
significa tener fe en el Señor Jesucristo. Pero testifico que es verdaderamente el
poder por el que Jehová obra, y que es el poder que necesitamos tener, porque a
través de él podemos exaltarnos, y exaltar a nuestra familia y a todos los que nos
rodean. Oro por que el Señor nos bendiga para que podamos recordar tos principios
verdaderos de este libro, y que estos principios puedan sobresalir sobre lo que no
pude decir tan claramente como hubiera querido. Oro por que continuemos
estudiando y orando sobre el significado de vivir por el poder de la fe, y que al
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hacerlo, podamos obtener la paz en esta vida, y la vida eterna en el mundo venidero.
Que el Señor nos bendiga en ese propósito, oro en el nombre de Jesucristo. Amén.
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