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El intelectual y la política: compromiso y responsabilidad.

Notas a propósito de Bobbio *

J AIME B ASSA M ERCADO

I.

Norberto Bobbio se caracterizó por reflexionar respecto de su


propio quehacer como intelectual; reflexionar en torno a su
actividad fue casi tan importante como su actividad misma [en
concordancia con su definición de intelectual 1 ]. Por otro lado, fue
plenamente autoconsciente del sentido social y público de su
propia labor: su reflexión en torno a cómo el intelectual mira a la
sociedad y cómo ésta lo mira de vuelta, da cuenta de un hombre
preocupado por dilucidar la posición que ocupa el intelectual en la
tríada política-cultura-academia; una posición no del todo fácil,
llena de alegrías y sinsabores.

Gracias a la preocupación constante de Bobbio por su propio


quehacer intelectual, tenemos hoy antecedentes suficientes para
entender su concepción acerca del rol del intelectual en la sociedad
actual. En este ámbito es posible identificar importantes
conclusiones/enseñanzas que nuestro autor puede dejarnos a
quienes nos iniciamos en la actividad académica.

II.
*
Ponencia presentada en el seminario Norberto Bobbio a cien años del natalicio.
Un diálogo abierto con su pensamiento, Santiago, 9 de junio de 2009, Universidad
de Chile.
1
“Alguien que no hace cosas, sino que reflexiona sobre las cosas, que no maneja
objetos, sino símbolos, y cuyos instrumentos de trabajo no son las máquinas, sino
las ideas”, B OBBIO , “Los intelectuales y el poder”, en: Mondoperaio (1977), pp. 63-
72, recogido en Norberto Bobbio: El filósofo y la política. Antología (comp. de
Fernández Santillán, FCE, México, 1996, 516 p.), por el que se cita, p. 452.

1
Si bien la convocatoria a este seminario ha hecho referencia al
compromiso del intelectual en Bobbio, nuestro autor ha preferido
preocuparse de la responsabilidad del intelectual antes que de su
compromiso, no sólo porque es más relevante saber por qué el
hombre de cultura se compromete con o se desentiende de alguna
causa 2 , sino porque el compromiso supone ciertas adhesiones
políticas más estrictas que restringen la labor del intelectual, por
cuanto el sujeto pierde parte de aquella libertad que le permite
dudar y dialogar. Por otro lado, en el contexto actual del Estado
democrático, Bobbio pone el acento en la responsabilidad que es
posible exigir a toda autoridad pública por sus actos y decisiones.
Así, el intelectual es continuamente requerido para pronunciarse
acerca de los grandes conflictos que se presentan en la convivencia
democrática; en este requerimiento al intelectual en tanto
referente público, Bobbio es claro acerca de la postura que él ha
tomado y defendido.

Vamos por parte.

A. La responsabilidad del intelectual.

Bobbio nos transmite con claridad que es muy difícil enjuiciar la


postura que puede adoptar un intelectual frente a los conflictos
que, de tiempo en tiempo, dividen a la sociedad. Los conceptos de
traidor y desertor son siempre relativos al bando desde el cual se
realiza el juicio y no, necesariamente, al contenido de la decisión
de quien traiciona o deserta 3 . Frente a ello, la posición del
2
B OBBIO , Norberto, “Sobre la presencia de la cultura y la responsabilidad de los
intelectuales”, en: Studi senesi, XC, f. 3 (1978), pp. 307-328, recogido en
Norberto Bobbio: El filósofo y la política. Antología (comp. de Fernández Santillán,
FCE, México, 1996, 516 p.), por el que se cita, p. 478.
3
La ambigüedad entre cambio de bando y abandono del amigo, impide
determinar con plena certeza qué lado es el bueno y cuál el malo, p. 446.

2
intelectual es ingrata, ya que “no puede salvarse de una u otra
condena: si participa, traiciona; si no participa, deserta” 4. He aquí
el gran dilema que enfrenta al intelectual.

Sin embargo, Bobbio nos entrega luces para comprender, sin


enjuiciar, las decisiones que podemos tomar: “se trata de una
contradicción aparente: tomar partido no es una traición cuando el
lado del que me pongo es el que realiza mejor los principios en los
que creo; no tomar partido no es una deserción cuando ninguna de
las partes los realiza” 5 . Y aquí el mensaje es claro: sólo el propio
sujeto es parámetro suficiente para enjuiciar la postura que se
asume y, en consecuencia, el resto carece de la legitimidad
suficiente para ello. Así, no hay ideales objetivos de justicia en
virtud de los cuales sea posible acusar la traición o la deserción de
un intelectual. Sólo la posición del observador y el compromiso con
los principios propios, son variables relevantes en este ejercicio.
Por ello, la sola preocupación por el compromiso del intelectual nos
aporta poco, ya que el mero hecho del compromiso es insuficiente;
para Bobbio es más significativo saber por qué causa se pronuncia
el intelectual 6.

Por otro lado, en el actual escenario de masificación de las


manifestaciones sociales que diluye la responsabilidad (pública y
privada) de los actores, el intelectual asume una responsabilidad
individual, personal, al usar su propio intelecto para remover la
inteligencia de los demás 7 . La imposibilidad fáctica de que exista el

4
B OBBIO , “Los intelectuales y el poder”, p. 460.
5
BOBBIO , “Los intelectuales y el poder”, p. 461.
6
BOBBIO , “Sobre la presencia de la cultura y la responsabilidad de los
intelectuales”, p. 478.
7
BOBBIO , “Sobre la presencia de la cultura y la responsabilidad de los
intelectuales”, p. 479.

3
intelectual-masa hace patente el tipo de responsabilidad que él
asume: responde en primera persona. Para el intelectual, ello
supone ser conciente de las consecuencias de las propias acciones
así como de la responsabilidad política de quien pertenece al
mundo de la cultura. Esta responsabilidad supone, particularmente
en democracia, abrirse a las razones antes que a las decisiones.

B. El intelectual en el Estado democrático.

Para Bobbio, la labor del intelectual supone comprender las razones


que las distintas posturas en conflicto pueden argumentar,
buscando los puntos que unen antes que los que separan8 .

“Todo o nada: he aquí la fórmula en la que se expresa la opción


radical, la que no deja espacio a la mediación, a la síntesis, al
‘pasar por alto’, pero tampoco a la duda metódica, a la reflexión, a
la distancia crítica, que generalmente es lo que el mundo espera
del hombre de razón” 9 . Y me parece que es precisamente aquí
donde radica la responsabilidad del intelectual en el actual Estado
democrático: “independencia, pero no indiferencia” 10, es decir, que
la contemplación pasiva y distante sea reemplazada por una fuerte
voluntad de participación en las luchas políticas de su tiempo, pero
con una distancia crítica que le permita mantener su libertad y
honestidad intelectual.

Bobbio lo grafica de la siguiente manera: “estar tan dentro del


mundo para poder darse cuenta que son necesarios los

8
DÍAZ , Elías, “Norberto Bobbio: la responsabilidad del intelectual”, en: Doxa.
Cuadernos de Filosofía del Derecho, Nº 28 (2005), p. 39.
9
BOBBIO , “Sobre la presencia de la cultura y la responsabilidad de los
intelectuales”, p. 483.
10
BOBBIO , “Los intelectuales y el poder”, p. 462.

4
reglamentos militares, pero no tan adentro para olvidar que los
reglamentos militares no bastan. ¡Ay de la humanidad si se rige
sólo por los reglamentos militares! El recordar que no bastan los
reglamentos militares, ¿no es acaso la tarea de los
intelectuales?” 11.

Precisamente, sin perjuicio de las posturas propias, quizá la


principal responsabilidad del intelectual en el Estado democrático
sea la disposición permanente al diálogo, promoviéndolo, con su
propio testimonio, como garantía para la convivencia democrática.
Por ello Bobbio distingue responsabilidad de compromiso: al
observar la política, el intelectual debe ser capaz de dialogar con
soltura con las distintas opciones que la configuran; en ese diálogo,
el intelectual es responsable consigo mismo, en tanto sigue o no
los principios en los que cree, y es responsable con la sociedad, en
la medida que su intervención contribuye al diálogo democrático.
Sin embargo, cuando se compromete, la duda metódica –aquella
que mueve el trabajo del intelectual– es reemplazada por las
certezas dogmáticas que lo inmovilizan y cierran el diálogo
democrático.

C. El intelectual mediador.

Ante las grandes preguntas y los grandes problemas de la


sociedad, esos que la dividen en bandos de partidarios y
detractores, el intelectual puede definir su postura entre cuatro
grandes posibilidades: 1. tomar partido y abanderizarse por uno u
otro lado, 2. abstenerse y desentenderse totalmente del asunto, 3.
adoptar una postura convenientemente ecléctica, falsamente
equidistante, y 4. lo que Bobbio llama ser ‘de aquí y de allí’. Esta
11
B OBBIO , “Los intelectuales y el poder”, p. 462.

5
última posición, que Bobbio hace suya, implica el diálogo con unos
y con otros y el esfuerzo por comprender sus argumentos, siendo
capaz de extraer la razonabilidad que pueda presentar cada
parte 12.

El compromiso político, aquel que lleva al intelectual a tomar


ciegamente la primera de las opciones señaladas, le impide realizar
a cabalidad la función que le cabe en la sociedad y frente a la cual
es responsable, que es defender la razón, y por tanto el diálogo,
ante quienes buscan cerrarlo, atendiendo a otras razones que
intencionalmente son adjetivadas con diversos apellidos. Para
Bobbio, la responsabilidad política de los intelectuales es clara, en
tanto “toman posición en cuanto hombres de letras frente a una
prevaricación del poder político, y combaten la razón de Estado en
nombre de la razón sin otras especificaciones, defendiendo la
verdad, de la que se consideran depositarios y custodios, contra la
‘mentira útil’” 13.

Sin embargo, ello no puede llevarnos a concluir que Bobbio es


indiferente a la realidad política de su tiempo: su espíritu
democrático lo lleva a afirmar que antes de apostar por la
salvación de la humanidad, apostaría “a favor de la afirmación de
que la única vía de salvación es el desarrollo de la democracia, que
mira hacia el control de los bienes por parte de todos y su
distribución equitativa, de manera que ya no haya por un lado los
prepotentes y por otro los marginados” 14. La indiferencia es

12
DÍAZ , “Norberto Bobbio: la responsabilidad del intelectual”, p. 40.
13
B OBBIO , Norberto, “Intelectuales”, en: Enciclopedia del novecento, Istituto
dell’Enciclopedia Italiana, vol. V, 1989, pp. 798-808, recogido en Norberto
Bobbio: El filósofo y la política. Antología (comp. de Fernández Santillán, FCE,
México, 1996, 516 p.), por el que se cita, p. 437.
14
BOBBIO , “Los intelectuales y el poder”, p. 470.

6
completamente ajena al pensamiento de Bobbio. Él tiene una clara
postura frente a los problemas que caracterizan a nuestra
sociedad, y la expresa sin problemas.

Pero seamos claros: la realidad social es más complicada que las


categorías que usamos para entenderla. En este sentido el trabajo
de Bobbio es notable: en su esfuerzo por sistematizar las distintas
actividades de los intelectuales, que lo lleva a clasificar sus
labores, nunca llega al juicio valorativo fácil. El trabajo que realiza
es verdaderamente intelectual: el concepto que tiene de su propia
responsabilidad como intelectual le impide comprometerse
explícitamente con alguna de las categorías que él mismo
identifica. Así, no tarda en valorar el aporte, v. gr., de ideólogos y
de expertos, explicitando la importancia que ambos tienen en el
mundo actual 15; de la misma manera, sólo identifica los puntos
extremos de dicha clasificación –el intelectual utópico y el
intelectual técnico–, sin emitir juicios de valor al respecto 16.

Lo propio hace respecto del intelectual independiente y del


intelectual comprometido, explicitando que siempre han tenido dos
caras: independencia entendida como situarse por sobre la lucha
para encontrar una solución más correcta (+) o como apartarse
aristocráticamente de ella (-), y el compromiso, por una parte como
la vanguardia de las masas en ascenso (+), por otra como el celoso
portavoz de las directrices del partido (-) 17.

Este aspecto de su quehacer intelectual constituye un valioso


ejemplo para quienes nos desempeñamos en el actual contexto

15
B OBBIO , “Los intelectuales y el poder”, p. 455 ss.
16
BOBBIO , “Los intelectuales y el poder”, p. 458 ss.
17
BOBBIO , “Intelectuales”, p. 444.

7
sociocultural, tan cercano a la crítica fácil, muchas veces
infundada, tan propia de la actual sociedad de masas y que es
alimentada, a veces en forma irresponsable, por los medios de
comunicación. El espacio de la sala de clases debiera privilegiar la
duda metódica por sobre las afirmaciones livianas, la
argumentación de las razones propias por sobre los argumentos
dogmáticos de autoridad.

III.

Ahora bien, ¿cómo uno, en tanto joven profesor de Derecho


Constitucional, puede hacer suyas las palabras de Bobbio? ¿Qué
aportes podemos encontrar en el trabajo de Bobbio para la
actividad docente en un Estado democrático? En el marco de las
ideas de Bobbio, es posible afirmar que el profesor debe reunir una
doble condición: en primer lugar, el profesor debe ser no
beligerante, es decir, que su compromiso con la verdad le impida
tanto distorsionarla como improvisar doctrinas para justificar sus
propias opciones políticas 18. En segundo lugar, el deber del
profesor es mantener el compromiso con la búsqueda de la verdad
y estimular el espíritu crítico frente a la realidad. Si aplicamos
estas afirmaciones a la disciplina de la que participo, creo que es
posible realizar dos órdenes de cuestionamientos:

a. ¿Cómo incentivar el espíritu crítico en el estudio de un texto


constitucional que no refleja el actual consenso político ni permite
su libre manifestación? En definitiva, ¿cómo enseñar el Artículo 1º
inciso 2º de la Constitución, sin cuestionar la concepción de familia
propia de la década de 1970, sin explicitar que dicha concepción es
hoy diferente o sin señalar que legítimamente la base fundamental
18
B OBBIO , “Intelectuales”, p. 439.

8
de la sociedad podría no ser la familia? Me parece que no podemos
desconocer el texto, pero tampoco doblegarnos acríticamente ante
él; mal que mal, se trata de la norma de autogobierno del pueblo.

b. Por otro lado, creo necesario recuperar la idea de que la


Constitución, conceptualmente, corresponde al autogobierno del
pueblo, siendo el diálogo el mecanismo a partir del cual una
sociedad democrática toma sus decisiones fundamentales. Así, el
fin de la Constitución no es petrificar los ideales de justicia de
determinado momento constituyente, restringiendo el ejercicio de
los derechos políticos, sino garantizar la permanente apertura del
diálogo en torno a dichos valores, y que a partir de él, la sociedad
pueda, eventualmente, reemplazarlos por otros valores diferentes.
La Constitución debe garantizar el ideal del autogobierno del
pueblo y no reemplazarlo mediante la petrificación del momento
constituyente. En la realización de dicha función, los intelectuales
juegan un papel clave para mantener abiertos los espacios
democráticos de deliberación pública, rescatando a la persona
como centro fundamental del Estado moderno y encauzando las
divergencias políticas de la sociedad, rescatando los puntos que
unen antes que en los que separan.

Y creo que Bobbio nos dice con claridad cómo debemos


relacionarnos con el Estado, con las instituciones y, quizá, con la
propia Constitución: “la primera tarea de los intelectuales debería
ser la de impedir que el monopolio de la fuerza se convierta en el
monopolio de la verdad” 19.

19
B OBBIO , “Los intelectuales y el poder”, p. 463.

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