POR

JOSÉ M.
ESSES

Mediáticos en acción
Desde hace un tiempo, la pantalla chica se pobló
de personajes que viven de armar escándalos que
luego son reproducidos hasta el infinito en otros
programas televisivos, de radio, en la prensa
escrita, en sitios de internet, blogs, redes sociales y
así hasta el cansancio. ¿Llegaron para quedarse?

L
a televisión se maneja con fór-
mulas probadas porque no
tiene demasiados espacios
ni tiempo para experimentos.
Los productores prefieren ir
a lo seguro, aunque el cami-
no que elijan haya sido transitado tantas
veces como la Ruta 2 en verano.
Por ejemplo, si una novela no está mar-
chando de la forma esperada, más tem-
prano que tarde su protagonista quedará
ciega. O escuchará detrás de una puerta
algo que no debía saber. Cuando un ciclo
de entretenimientos (generalmente con-
ducido por un actor) tiene bajo rating, in-
tentará reinventarse con la versión “Kids”
o “Famosos” antes de ser levantado. Y
cuando un programa de espectáculos ne-
cesita sumar un puntito, le da cámara a
algún personaje mediático para que in-
vente, o recicle, un escándalo.
Todo vale para esta raza especialista
en tirar bombuchas: revelan secretos, se
pelean, muestran sus miserias. La cose-
cha de mediáticos nunca se acaba y dis-
tintos programas se especializaron en su
cultivo. ¿Por qué se convirtieron en un mal
necesario de la tele? ¿Son irreemplaza-
bles? ¿Nunca se van a extinguir?
A mediados de la década del 90, Mau-
ro Viale condujo un programa que tuvo su
momento de gloria gracias al Caso Coppo-
la. En ese estudio, Jacobo Winograd pegó
sus primeros gritos, Samantha y Natalia
se agarraban de los pelos con una moro-
cha que estaba siempre acompañada de su
mamá y Alberto Tarantini y Adrián “Fa-
cha” Martell contaban cuánto sufrieron
el flagelo de la droga. Tal vez ellos hayan
sido los primeros mediáticos nacionales,
pero la televisión chatarra no es un inven-
to argentino, puntualiza Carlos Ulano-
vsky, experto en medios, quien señala al
puertorriqueño Geraldo Rivera como el
padre de la criatura.
Este conductor tuvo la idea de hurgar
en la basura de los famosos para mostrarla
en cámara, y en un debate con skinheads

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Archivo La Nación / Mariana Araujo
recibió un puñetazo que le quebró la na-
riz, pero no le impidió seguir adelante
con el “chow”.
“Los mediáticos son un fenómeno
mundial, no tienen que ver sólo con la
miseria argentina. Uno de sus principa-
les rasgos es que surgen de la nada, como
Susan Boyle, que un día antes de apare-
cer en un programa norteamericano de
talentos era una completa desconocida.
Deben traspasar la pantalla. Y los mediá-
ticos la traspasan por su falta de límite,
por su manera tan natural de prestarse
a los escándalos. Todo lo que se vio acá,
primero se dio en alguna televisión ex-
tranjera”, asegura Ulanovsky.
Jacobo y Guido,
dos figuritas
repetidas que
hicieron del
escándalo un
sustento de vida.
Los holandeses son los padres de los
realities, y en España la prensa del cora-
zón es infinita. Entonces, ¿los mediáticos
nacionales tienen alguna característica
propia? Alejandro Seselovsky publicó re-
cientemente el libro Trash, una compila-
ción de crónicas para las que convivió con
celebridades como Ricardo Fort, Naza-
rena Vélez o Wanda Nara. Según este pe-
riodista rosarino, durante el último año,
los mediáticos ampliaron su territorio y
afloraron por todos lados. “Expandieron
su propio relato y, con la aparición de Ri-
cardo Fort, se volvieron una especie de to-
talidad. ¿La consecuencia? Que dejamos
de elegir si los queríamos encontrar y los
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cruzamos por todos los canales. Pueden
gustarte o no, pero sabé que te los vas a
cruzar igual, salvo que hagas un esfuerzo
realmente grande para evitarlos.”
Haceme reír
Un test de embarazo en vivo, un tipo que
se hace llamar Amigacho y cuya gracia
Ricardo Fort es pronunciar la “ch” en lugar de la “ese”,
los pedidos de disculpas que siempre lle-
gan después de los exabruptos. Las situa-
ciones que protagonizan los mediáticos
son tan ridículas que terminan desper-
tando risas. Y ese es otro de sus objeti-
vos: hacer reír.
La Argentina tuvo una larga tradi-
ción de programas humorísticos que se
fue cortando, hasta contar con Diego Ca-
pusotto como su único ejemplar. El ac-
Silvia Süller tor también opina sobre esta fauna: “El
espacio para el humor quedó acotado al
archivo porque los productores piensan:
‘No les voy a pagar plata a seis tipos si
abro las puertas y aparece Zulma Loba-
to’. Los medios la transforman en una es-
pecie de ícono, aparece en todos lados y
les sale barato”.
En las últimas décadas, tal vez a par-
tir del éxito de las cámaras ocultas y ese
tipo de formatos, la risa fue reemplaza-
da por la burla y el ingenio fue quedando
en el camino. En lugar de crear persona-
jes, la industria espera que los personajes
se le acerquen a ella, los exprime –algu-
nos tienen más jugo que otros– y espe-
ra por el próximo. Ya no hay programas
que agrupen a varios cómicos, con sus
necesarios guionistas. El humor pasó a
estar en otro lado y hoy lo concentran es-
tos personajes.
“Jacobo Winograd es chistoso, te ha-
ce reír con sus muletillas, lo mismo Guido
Süller, o al menos ésa es la intención. En
esa operación todos ganan: los produc-
tores, porque gastan poco; y ellos tam-
bién, porque sienten un goce con aparecer
en la tele. Lo único que tienen para ofre-
cer es miseria íntima, no hay talento”,

EL TOP TEN

Jacobo Winograd Ricardo Fort: el mediático que más irrumpió en los últimos años. Tuvo su rea-
lity propio, obras de teatro, escándalos y terminó siendo parte de ShowMatch,
donde todos quieren estar.
Silvia Süller: contó que se acostó con un plantel de fútbol entero, lloró por no
tener más dinero, se peleó y amigó con su hermano infinidad de veces.
Jacobo Winograd: su frase célebre es “billetera mata galán” y acusa a todo el
mundo de “sentarse en el pinocho”. Publicó un libro el año pasado.
Guido Süller: saltó a la tele gracias a su hermana y hace dos años presentó a
Tomasito, su supuesto hijo. Su número con Jacobo ya es un clásico.
Amalia Granata: ahora conductora, antes amante ocasional de Robbie Williams
e invitada permanente de programas en los que contaba sus desventuras con el
Guido Süller Ogro Fabbiani.
Wanda Nara: en sus primeras apariciones televisivas juraba ser la único modelo
virgen. Ahora vive en Italia con su esposo, el jugador Maxi López.
Mich: decía ser el amante secreto de Ricky Martin. Tuvo sus segundos de gloria
en Zap, el programa bizarro que conducía Marcelo Polino, y que también acunó
a la Larva, entre otros.
Nazarena Vélez: habló de sus divorcios, lloró a su hermana fallecida, se peleó
con todos sus compañeros, con conductores. Siempre vuelve.
Coki Ramírez: el año pasado tuvo su lapso de fama cuando intentó conquistar a
Marcelo Tinelli frente a las cámaras. No lo logró.
Zulma Lobato: travesti que ganó cierta fama y panalla en el programa de Ana-
Amalia Granata bela Ascar, en Crónica TV. Por su modo de hablar y actuar, parece estar siem-
pre al borde de la realidad.

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reflexiona Seselovsky. ble. Supongo que Zulma Lobato no lo es.

« los medios La risa, entonces, ya no aparece pa-
hicieron de ra coronar una serie de códigos que unen
zulma lobato al protagonista con el televidente. Ya no
hay una elaboración, una crítica, con la
un ícono
que se intenta reflexionar sobre un tema
que les sale con un tono menos solemne. Gracias a los
barato » mediáticos, la risa pasa a ser casi un ali-
Capusotto vio por no ser como ellos. Ulanovsky tie-
ne una teoría contundente al respecto:
“La televisión, permanentemente, está
mostrando a ese tipo de personajes de-
testables como una forma de decirle al
espectador: ‘Hay gente que está mucho
peor que vos’”.
Flores que nacen marchitas
Los mediáticos suelen ser reprobados
por quienes creen pertenecer al “medio”
y tuvieron que trabajar durante años pa-
Wanda Nara ra ganarse un lugar. Son más bien boque-
teros, entran por donde pueden. Ninguno
de ellos será reconocido como Andrea del
Boca o Adrián Suar, que crecieron en la
pantalla. Viven a contrarreloj, temien-
do que su fama se termine y que cuando
salgan del canal, luego de horas de sudar
con bailes y peleas frente a cámara, los
espere una calabaza en lugar del remís
que acordaron con la producción.
Lamaneradeextendersupermanencia
Nazarena Vélez es con nuevo material, con más escánda-
los. “Ellos no necesariamente son cons-
cientes de ese proceso en el que siempre
tienen que mostrar su parte más misera-
La parábola del mediático es así: viene
Zulma, o cualquiera, y entrega su máxi-
ma intimidad. Si el público se engancha,
compra. Cuando nos aburrimos del chis-
te, el contrato se rescinde y esa fama, ese
reconocimiento, se lo quitamos hasta que
vuelva con nuevas miserias, que tendrán
que ser otras, porque el chiste de que es-
tás de novio con un travesti ya no me hace
reír porque lo vi el mes pasado”, teoriza
Seselovsky.
Ulanovsky consume dosis ínfimas de
tele chatarra, pero tuvo un pequeño en-
tredicho con Nazarena Vélez al aire, en la
mesa de Mirtha Legrand. El año pasado,
pasó por la puerta del teatro en el que Fort
montó su obra en el exacto momento en
que el chocolatero era saludado por mu-
chas personas. Carlos se pellizcó, se frotó
los ojos y se resignó al poder de la tele, “que
todo lo enaltece, todo lo santifica.
Los mediáticos creen que su vida debe
o puede ser objeto de exposición perma-
nente y total, que nada debe quedar ocul-
to, aunque todos sepamos que nunca se ve
todo. Aparecen y desapaecen. Son flores
de un día, y esa florcita le sirve mucho a
la televisión porque renueva una moda-
lidad”, añade Ulanovsky.
Los mediáticos llegaron hace rato y
allí se quedarán, esperando por un mó-
vil, soñando con un canje. Su sueño era
estar en la tele, y lo lograron, para pesa-
dilla de muchos.

Las cosas por su nombre

Los mediáticos no son los únicos que disfrutan de una fama efímera. Muchos
Coki Ramírez otros personajes también se asoman en la tele, intentan hacer equilibrio y, casi
siempre, terminan cayendo en el pozo del olvido. Ex participantes de realities,
concursantes de programas que miden el talento, simples entrevistados de
programas que buscan borrachos a la salida de los boliches también han dis-
frutado, por un rato, de las cámaras. Y si no, que lo cuente ese muchacho que,
inconsciente, no dejaba de preguntar por Candela. Ulanovsky intenta clasificar-
los por razas: “El programa de Anabela recupera, en plan perverso televisivo,
la nota insólita, que es una vieja tradición del periodismo. En su tiempo, Nico-
lás Mancera presentaba este tipo de personajes raros de Buenos Aires, que no
buscan escándalos. Ciclos como Policías en acción también han aportado algu-
nos mediáticos, pero la intención del programa es generar adrenalina. Y los rea-
Zulma Lobato lities permitieron la llegada de los anónimos a la tele. Algunos de ellos se aco-
modaron y se quedaron”.

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