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EBANS EL GUERRERO

¡¡¡JAJAJAJA!!! Se escuchaba a las afueras del pueblo Pampelúm, en un


castillo tenebroso. Era Clarion, una reina fría y terrorífica que sometía
a sus súbditos con una mirada que te atravesaba el alma. Llevaba
siempre un cetro mágico y nadie sabía sus verdaderos poderes y
también llevaba un manto de piel de oso polar y nadie sabía por qué
exactamente quien entrase en el castillo no salía.

En el pueblo vivía un niño de doce años llamado Ebans. Era rubio, alto
y vestía con unas ropas rotas y andrajosas. Sus padres, que tenían
mucho dinero, fueron invitados a una fiesta junto con todos los ricos
del pueblo. Cuando dieron las doce de la noche se cerraron todas las
entradas y salidas del castillo, apareció la reina y apuntó el cetro a la
lámpara de araña, y el cetro lanzó un rayo azul que congeló a todo el
mundo.

Pasó el tiempo. Ebans ya tenía veinticuatro años y durante este


tiempo solo estuvo pensando en la desaparición de sus padres, en el
odio que le tenía a la reina: solo quería vengarse de ella por lo que le
había hecho.

Un día iba por el bosque y encontró una espada con la empuñadura


de oro y piedras preciosas. La espada en sí era de un metal muy
poderoso. Decidió llevársela a casa para entrenar. Por el camino, se
encontró con el antiguo rey, que también quería vengarse de la reina
por haberlo destronado de malas formas. Se contaron sus historias y
pactaron que entrenarían juntos y planificarían la venganza, pero
necesitaban la ayuda del pueblo, que también estaba harto de la
terrible reina.

Llegó el día. Había quinientos campesinos contra la reina, todos


llevaban una espada, una lanza y un escudo, excepto Ebans que
contaba con la espada mágica que se encontró en el bosque. Todos
se colocaron en formación delante del castillo. Cuando los vio la reina,
rápidamente preparó a sus mejores hombres para el combate:
trescientos hombres de la infantería y doscientos arqueros.

Empezó la guerra. La infantería se quedó quieta mientras que los


adversarios corrían hacia ellos para atacarlos y los arqueros lanzaron
sus flechas. La espada de Ebans se desintegró, entonces cogió la
espada que le dio el antiguo rey Gustav.
Levantó la espada por encima de la cabeza y lanzó una onda
expansiva. Ebans se quedó alucinado y salió corriendo hacia el
castillo. Cuando llegó al centro, vio a Clarion: ambos se pusieron en
guardia y corrieron el uno hacia el otro, atacando los dos en el mismo
instante. Clarion cayó, Ebans pisó el cetro y lo rompió y de él salió un
rayo de luz que se dirigió hacia la sala donde Clarion guardaba a sus
padres. Se rompió el hechizo y Ebans recuperó a sus padres, Gustav
volvió hacer rey y todo volvió a ser igual que era antes.

Ismael García Padilla, 1ºB

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