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La obra se desarrolla en un living. Al fondo una ventana bajo la cual, en una mesa
pequeña hay un teléfono, tres sillones, un bar. A la izquierda una puerta que da a
la calle y a la derecha otra que da al interior de la casa.
DARÍO: —¡Increíble! Siempre por algún motivo hay que hacerse problema. ¿Cómo
se hará para vivir tranquilo? (se sienta en el sillón más próximo al teléfono y hace
un llamado) Hola, sí, ¿Claudio? (pausa) Habla Darío (pausa) No te hagas el idiota
que no es gracioso. Venite que quiero hablar con vos (pausa) ¡Venite y listo, che!,
no sigas diciendo pavadas. Chau. (Cuelga con brusquedad)
CLAUDIO: —¿Qué tal viejo? (entrando con toda naturalidad y confianza, mientras
Darío cierra la puerta se sienta en un silón y apoya los pies en otro) Vamos a ver
qué pavada te preocupa hoy. De paso servime una copa a mí también que vengo
con la garganta sequita.
DARÍO: —(sirviéndole la copa que pidió) ¡Claro! Para el tipo todo son pavadas.
Nada es lo suficientemente serio como para preocuparse, en especial si no es él
mismo ¿no?
CLAUDIO: —Bueno, cortála. Dejá de hablar como el viejo y decí de una vez, ¿qué
carajo pasa?
DARÍO: —Ocurre que está totalmente del tomate, dice que va a inaugurar una
escuela.
CLAUDIO: —La verdad es que no sé quien está más loco, si vos o Mauricio. (Se
pone de pie, camina parsimonioso por la habitación, enciende un cigarrillo) ¿Te
pidió guita?, ¿te hizo firmar algo?, ¿qué puede pasar, boludo? Alcanzáme un
cenicero, por favor.
DARÍO: —(Le da el cenicero que estaba sobre la mesita del teléfono) Entendé
Claudio, no es sólo cuestión de guita y firmas. Se trata de que nos hicimos
responsables por él y si a este loco le da por meterse con menores, se arma el
quilombo ¿o no?
CLAUDIO: —¿Qué?, "¿mentalmente", te dijo? (Gritando) ¡Vos sos mil veces más
pelotudo que él! ¿Hacés semejante quilombo porque el infeliz de Mauricio tiene
(recalca) "en mente" abrir una escuela? Estás absolutamente perdido, hermano.
Servime otra copa, no te hagas el distraído que de alguna manera tengo que
superar este bajón. Dale, que termino el trago y me las tomo.
DARÍO: —Ni lo sueñes, Mauricio debe estar por llegar. Le dije que viniese a esta
hora, lo llamé un rato antes que a vos.
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ESCENA SEGUNDA
Suena el timbre
CLAUDIO: —(Se pone de pie, avanza con los brazos extendidos hacia Mauricio)
—¿Qué decís? ¡Tanto tiempo, viejo! (Se estrechan en un abrazo, se palmean la
espalda mutuamente)
MAURICIO: —¿Estás loco? ¿Quién carajo me va a dar una habilitación para algo
así? No, lo mío tiene que ser más modesto, más tranqui. (Claudio mira a Darío
desafiante)
DARÍO: —(Se ubica de pie frente a la ventana, a Claudio, burlón) Yo te dije que a
Mauri no se le iba a ocurrir ninguna barbaridad de esas. El tipo es razonable, yo
siempre aseguré eso, si no, no hubiese aceptado firmar para que saliera del
instituto.
CLAUDIO: —¡Bueno, bueno!, pará que firmamos los dos. Además yo sólo estaba
preguntando, a mí nunca se me cruzó que Mauricio no fuera razonable; después
de todo no estuvo allí por algo grave. ¿No?
MAURICIO: —¡Claro que no era algo grave! Son capaces de encerrar a cualquiera
por nada, en mi caso por interrumpir el sermón del cura cuando dijo que el alma
sólo puede conocerla Dios.
CLAUDIO: —¿Te das cuenta, boludo?, ¿quién podría acusarte de nada? Pero el
mundo está lleno de injusticia.
DARÍO: —(Le sirve a Claudio) Mucho bla bla bla, pero hasta ahora no sabemos
que querés hacer.
MAURICIO: —Supongo que tendrás algo sin alcohol. Podrías traerme gaseosa,
jugo, agua, ¿no? Servime algo y les cuento.
CLAUDIO: —(Se pone de pie) Es como vos decís, por ejemplo yo: tengo la
capacidad de beber alcohol en cantidades más grandes que la mayoría sin que
me haga ningún efecto nocivo. Pero, claro, tengo que reprimirme porque si no me
tratan de curda. No saben escabiar, pero opinan.
DARÍO: —(Vuelve con un vaso con gaseosa que le entrega a Mauricio) Tomá,
disculpáme que no te ofrecí nada antes, pero estoy tan entusiasmado con tu
proyecto que… (se sienta con aire interesado y enciende un cigarrillo).
CLAUDIO: —(A Darío ) Tomá el cenicero. Bueno, Mauricio: somos todo oídos.
DARÍO: —(Se acerca lento por detrás de Mauricio y le rodea los hombros) Vamos
a ver, vení, sentate. ¿Cómo es eso de la "Interpretación de miradas"?, suena
original.
MAURICIO: —(Se pone de pie y camina mientras habla) Bien, dado que casi toda
la gente no expresa lo que en realidad siente, por razones varias, convengamos
en que no siempe es adrede, con mala intención o por conveniencia, se hace
necesario aplicar un método de interpretación de miradas. Ustedes se preguntarán
¿por qué de miradas? (los primos asienten con la cabeza) Porque ya desde la
inmensidad de la historia se ha dicho que (con tono declamativo) "La mirada es el
espejo del alma", ¿ y qué es el alma sino la escencia de cada persona?
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ESCENA TERCERA
DARÍO: —Bueno, ¡che! No sos el único que está mal, después de todo nadie
hubiese querido ésto (sirve dos copas).
DARÍO: —(Pensando en voz alta) ¿Para qué mierda querrá entrar el cartel?
CLAUDIO: —(Entra con una madera de fondo claro, se ve escrita una leyenda
fileteada en tonos azules y rojos, lee con tono de anuncio) "Escuela de
Interpretación de Miradas".Título oficial: "Experto en Almas ". ¿Me parece a mí o
interpretación va con "C"? (Darío asiente con la cabeza) El ronco es una bestia,
mejor hubiese sido que le encargara el laburo a otro.
CLAUDIO: —¿Cómo qué estará haciendo?, lo deben tener dopado, capaz que
duerme todo el día y sólo lo despiertan para enchufarle pastillas.
DARÍO: —No, claro que no te equivocás. Pero algo había que decirle y además,
¿quién podía pensar que se le iba a dar por experimentar con esa pobre gente?
CLAUDIO: —¡Pobre gente, pobre gente! A mí no me parece tan pobre gente, por
unos mangos roñosos estuvieron dispuestos a ser conejillos de indias (se sienta).
DARÍO: —Hoy por hoy, sin laburo, la gente agarra cualquier cosa. De últimas
cómo carajo podían llegar a saber que Mauricio se iba a pirar. En realidad nadie
hubiese podido imaginar que se volvería agresivo, justamente cuando se mostraba
tan espiritual. Dentro de todo a nosotros no nos fue tan mal, a pesar de habernos
hecho responsables pudimos zafar. El que no zafó, fue él.
DARÍO: —Ahora, yo creo que el problema con el bizco debe haber sido porque no
acertaría a enfocarle a los dos ojos a la vez. Eso si que es jodido ¿no?
CLAUDIO: —¿Vos viste lo que declaró la ciega en la cana? Dijo que él no había
llegado a agredirla, que ella fue la que le pegó primero porque no iba a permitir
que le dijera que no tenía alma. Claro, el pobre Mauricio no le encontraba el alma
en la mirada. De cualquier modo nadie puede asegurarnos que la tuviera, ¡qué sé
yo!, quizás él no estaba equivocado, para mí su teoría no es tan errada.
Se baja el telón.
FIN