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Siglo XVIII - Ilustración

La Ilustración es un movimiento que surge en Francia como consecuencia de una nueva


corriente filosófica: el racionalismo. A España llegó años más tarde, durante el reinado de
Carlos III, en forma de literatura útil, práctica y que sirviese para educar al pueblo.

La prosa está caracterizada por una intención didáctica, ya que la narrativa prácticamente se
vio reducida a dos obras importantes: La Vida (Diego Torres de Villarroel) y Fray Gerundio de
Campazas (Padre Isla). El género que más triunfó fue el ensayo. Los autores más importantes
de prosa fueron: Feijoo, Jovellanos y Cadalso. Feijoo escribió obras críticas que denunciaban
loa defectos de la sociedad, como: El Teatro crítico universal, Cartas Eruditas… Jovellanos
escribió cartas sentimentales, teatro y algunos estudios: Informe sobre la ley Agraria. Cadalso
por su parte escribió, además de lírica y teatro, obras prosaicas como: Eruditos a la violeta ,
Noches Lúgubres y Cartas Marruecas (novela epistolar en la que hace una fuerte crítica a la
sociedad española mediante las perspectivas de distintos personajes).

En La Ilustración se desarrollaron diversas corrientes de poesía: Rococó (amorosa y refinada,


con ambientes pastoriles, en la que destaca Juan Meléndez Valdés con Batido); ilustrada (con
temática científica o filosófica), satírica (crítica a los vicios y las costumbres) y didáctica (a
través de fábulas, se trata de educar al pueblo. Destacan Tomás de Iriarte con fábulas como El
burro flautista y Félix María de Samaniego con obras como La lechera)

El teatro, junto con el ensayo fue el género más importante de este periodo puesto que era
el género preferido del pueblo y donde más fácilmente se les podía educar. Convivieron dos
principales corrientes:

El Teatro Neoclásico, que tiene las siguientes características: 1se vuelve a ajustar a la
regla “de las 3 unidades” (unidad espacial, temporal y de acción), que Lope de Vega
había roto en el Barroco, 2desaparece la temática fantástica y se dejan de 3mezclar
tragedia y comedia, mientras que se buscan situaciones verosímiles. Por todo ello,
decimos que el 4neoclásico es un teatro sobrio, con fines puramente didácticos. Dentro
de esta corriente destacó Leandro Fernández de Moratín, que escribió obras como El sí
de las niñas (crítica hacia los matrimonios de conveniencia) y La comedia nueva o el
café (burla hacia los autores que ignoran las reglas aristotélicas).

El Teatro popular.Al contrario que el neoclásico, estaba escrito con el único fin de
entretener, y no de educar. Entre el público triunfan las comedias de enredo, de
magia, de santos... Para la aristocracia, se montaron zarzuelas y óperas, de gusto
italiano. Finalmente, también los sainetes, escritos en verso, gozaron del apoyo
popular. El autor más importante de sainetes fue Ramón de la Cruz, cuya obra más
destacada es Manolo.
Romanticismo
El Romanticismo es un movimiento que rompe con los esquemas establecidos en
el Neoclasicismo, defendiendo la fantasía, la imaginación y la pasión, frente al racionalismo
anterior. Se inició en Alemania con el Sturm und Drang y pronto se extendió por toda Europa;
sin embargo, su llegada a España fue tardía y breve.
En la prosa destaca la novela, con dos subgéneros:

La novela histórica, que se desarrolla a imitación de Walter Scott (escritor de


Ivanhoe). Los argumentos se extraen de la Historia nacional, y giran en torno a un
héroe y su lucha contra el destino. Destaca Gil y Carrasco (El señor de Bembibre).

La novela social (o de folletín), toma como modelo al francés Eugenio Sue, plantea
problemas sociales con un tono melodramático, y es publicada a través de periódicos.

También es importante el cuadro de costumbres, artículo en prosa de poca extensión,


del cual hay dos variedades principales: las escenas (de hechos y costumbres) y los
tipos (personajes). Los principales autores fueron Mesonero Romanos (Panorama
Matritense y Escenas matritenses) y M. José Larra que escribió artículos de
costumbres, políticos y literarios, y creó un nuevo periodismo (Vuelva usted mañana y
Casarse pronto y mal. )

Los poetas románticos componen sus poemas en medio de un arrebato de sentimientos,


plasmando en versos todo cuanto sienten o piensan, mediante métricas vulgares, prosaicas y
de gran diversidad. Los principales temas son:1 El Yo, la propia intimidad, unida a sentimientos
de libertad y rebeldía.2 El amor pasional. 3Temas históricos y legendarios.
4
Las reivindicaciones sociales (sobre todo de personajes marginales). 5La naturaleza, que se
adapta al estado de ánimo del poema.

Dos de los autores más destacados son: José de Espronceda, con obras como El
estudiante de Salamanca o la inacabada El diablo mundo, y Gustavo Adolfo Bécquer,
autor de un Romanticismo más tardío, que escribió Leyendas y Rimas, 79 poemas
breves.

El teatro del Romanticismo comienza a triunfar con el estreno de D. Álvaro o la Fuerza del
sino, del Duque de Rivas, en 1835. Otro autor importante fue Zorrilla, que escribió Don Juan
Tenorio. Es un teatro sin normas, con libertad en muchos aspectos:
 Temática: temas legendarios, aventureros, histórico-nacionales… con el amor y la
libertad como estandarte. No aspiran a aleccionar, como los neoclásicos, sino
a conmover.
 Personajes: El número de personajes aumenta. El héroe masculino suele ser
misterioso y valiente. La heroína es inocente y fiel. Ambos están marcados por un
destino fatal.
 Estructura: La regla de las tres unidades desaparece. Se mezclan prosa y verso, así
como tragedia y comedia.
 Escenarios: Cementerios, ruinas, etc. La naturaleza se muestra acorde con los
sentimientos y estados de ánimo de los personajes.
Realismo y naturalismo
El Realismo es un movimiento contrario al Romanticismo: los realistas pretenden testimoniar
documentalmente la sociedad de la época y los ambientes más cercanos al escritor, en
oposición a la estética del Romanticismo. Llega a España con retraso, por lo que convive varios
años con el Romanticismo. Se termina de asentar gracias a la revolución de La Gloriosa, en
1868, y la primera obra puramente realista fue La Fontana de Oro (1870) de Benito Pérez
Galdós. Otro movimiento paralelo fue el Naturalismo, que va un paso más allá que el
Realismo, y presenta al ser humano sin libertad, determinado por la herencia genética y el
medio en que vive. Comienza con la novela La desheredada, escrita también por Benito Pérez
Galdós.

Los realistas consideran la novela como el género más adecuado para reflejar la sociedad de
manera objetiva. La componen de tal forma que sea verosímil (mediante una descripción y
observación precisa de la realidad), prestando atención al detalle. Los temas y personajes
están extraídos de la realidad, y son generalmente burgueses; el registro utilizado se ajusta a
su clase social. Finalmente, al igual que en neoclasicismo, la novela tiene una intención moral.

La novela realista española surge por la influencia de autores extranjeros, especialmente


franceses (como Gustave Flaubert y su Madame Bobary o Stendhal con Rojo y negro), ingleses
(como Charles Dickens, escritor de Oliver Twist y David Copperfield, entre otras obras) y rusos
(Tolstoiy su Guerra y paz y Dostoyevski con Crimen y castigo). Durante el proceso de transición
del Romanticismo, el Realismo estuvo representado en España por autores como Fernán
Caballero (La Gaviota), o Juan Valera (autor de Pepita Jiménez).

El autor más representativo de la época fue Benito Pérez Galdós (1843 – 1920), un canario que
pasó la mayor parte de su vida en Madrid, donde se dedicó a la literatura, a la política y al
periodismo. Escribió artículos de costumbres y teatro, sin embargo, mayor importancia
tuvieron sus 80 novelas, de las cuales podemos distinguir tres etapas: novelas de tesis sobre
temas políticos y sociales, novelas contemporáneas, de carácter costumbrista, en las que
refleja el Madrid de la época, y novelas de temas espirituales y morales. Además escribe 46
novelas históricas llamadas “Episodios Nacionales”, como Trafalgar.

Otro gran autor fue Leopoldo Alas “Clarín” (1852 – 1901) natural de Zamora pero que se
consideraba asturiano. Fue un novelista crítico, y sus principales obras fueron Adiós Cordera, y
La Regenta.

Emilia Pardo Bazán (1851 – 1921) fue una autora gallega de técnica naturalista. Dedica sus
novelas al proletariado urbano, al pueblo, al mundo rural y a la ciudad. Sus novelas más
emblemáticas son Los pazos de Ulloa y La tribuna.
Modernismo
El Modernismo surgió a finales del s. XIX en Hispanoamérica, con influencias del
parnasianismo y simbolismo franceses, y más tarde se expandió por Europa. Su principal
representante fue el nicaragüense Rubén Darío. Se creó con la intención de renovar la
situación social y política, así como las tendencias artísticas del momento, es decir, Realismo y
Naturalismo. En un principio el término “modernista” tuvo carácter despectivo ya que era
utilizado por aquellos que se oponían a las novedades, pero con el tiempo pasó a designar, sin
ninguna connotación negativa, a los cultivadores de esta nueva tendencia. Sus principales
características son:
- La huida de lo cotidiano y la búsqueda de la belleza formal.
- Lenguaje y estilo propios: Se utilizaban muchas metáforas e imágenes y se simplifica la
sintaxis.
- Sentimientos de bohemia, rebeldía y desprecio hacia la burguesía, a pesar de que
algunas obras tienen un aire aristocrático (como las sonatas)
- Prestaban especial atención a lo raro, lo singular y lo especial.
- La manifestación de esta corriente es principalmente poética, aunque se cultivan
también prosa y teatro.

Hay tres principales líneas temáticas:

- Línea escapista: los modernistas se evadían de la realidad en el espacio (a mundos


exóticos) y en el tiempo (a épocas medievales, renacentistas, clásicas…)
- Línea intimista: Se refugiaban en el mundo interior, mostrando su malestar con pena y
nostalgia.
- Contraste entre amor refinado y erotismo sensual.

Destacaron autores hispanoamericanos como José Martí o Leopoldo Lugones, además de


autores españoles como Manuel Machado o Juan Ramón Jiménez, pero los máximos
representantes del modernismo fueron Rubén Darío y Valle-Inclán.

Rubén Darío (Nicaragua, 1867 – 1916) se caracteriza por la utilización de un lenguaje poético
que busca la belleza estética. Publicó numerosas obras como Azul que marcó el comienzo de la
nueva escuela poética o Cantos de Vida y Esperanza, su obra más reconocida y valorada.

Ramón del Valle-Inclán (1866 – 1936) se centró en el drama y en la novela. En cuanto a sus
novelas, destacan: Sonatas (de Primavera, Estío, Otoño y de Invierno), y Tirano Banderas.
Además escribió obras teatrales como Luces de bohemia, en que utiliza la técnica del
esperpento.
Generación del 98
El término Generación del 98 apareció por primera vez en 1913 en un estudio publicado por
Azorín. Fue un grupo de autores que, tras el desastre del 98, año en que se perdieron las
últimas colonias americanas, y que trajo consigo una situación de crisis en todos los ámbitos de
la sociedad española, surgieron defendiendo la necesidad de cambio y regeneración del país.
Algunos de ellos fueron: Baroja, Maeztu y Azorín, que formaban el “grupo de los tres”, núcleo
de la generación, y otros autores como Unamuno, Ganivet o los hermanos Machado.

La Generación del 98 supuso un movimiento exclusivamente español, que convivió con el


modernismo. Existe la opinión de que no hay diferencia entre ambos movimientos, sin
embargo, atendiendo al concepto de “generación” de Ortega y Gasset, podemos clasificarlos
como dos movimientos distintos (ya que sus fechas de nacimiento no superan los 15 años
entre el mayor y el menor, influye en todos ellos el desastre del 98, tuvieron un guía común en
Larra…)

Los géneros preferidos fueron el ensayo y la novela. En cuanto al estilo, tuvieron un deseo de
renovación estética, por lo que utilizaron palabras castizas y en desuso, tonos subjetivos, etc.
Finalmente, los temas giraron en torno al amor y dolor por la patria. Para ello, describen sus
pueblos, paisajes y cultura, profundizando en su “intrahistoria”. Además, tratan también
problemas existenciales como el sentido de la vida, la muerte, etc.

Azorín fue novelista y ensayista, sin embargo tuvo mayor repercusión como crítico literario.
Escribió ensayos como La ruta de Don Quijote o Los pueblos, novelas como La Voluntad o Don
Juan e incluso como dramaturgo escribió Old Spain y Brandy, Mucho Brandy.

Pío Baroja escribe novelas independientes como: Camino de perfección, y trilogías como:
Zalacaín el aventurero y El árbol de la ciencia.

Miguel de Unamuno centra su obra en temas filosóficos como la búsqueda de la verdad del
ser humano. Escribe ensayos (Del sentimiento trágico de la vida y La agonía del cristianismo),
novelas con una estructura propia llamada nivola (como Niebla), poesías (El Cristo de
Velázquez) y algunas obras teatrales.

Por último, Antonio Machado fue el poeta más representativo de la generación. Su obra se
divide en tres etapas: Etapa modernista (Soledades y Soledades, galerías y otros poemas),
Castilla (Campos de Castilla) y poesía final (Nuevas canciones y La Guerra).
Generación del 14, novecentismo y vanguardias
La Generación del 14 o novecentismo era una generación europeísta con una tendencia
cosmopolita, con una unificación de las modas, la música y las formas sociales en Europa y
con una sólida formación intelectual. Esta generación busca la belleza a través de la
inteligencia y se caracteriza por sus trabajos universitarios, el conocimiento y la práctica de las
lenguas extranjeras, la riqueza lingüística y el aprovechamiento de la musicalidad. Los géneros
más cultivados fueron el teatro, la poesía y la novela, aunque el ensayo se hizo resaltar con
Ortega y Gasset.

José Ortega y Gasset escribió obras filosóficas como La rebelión de las masas y La
deshumanización del arte. Este autor incitaba una lucha intelectual, política y creativa.
Gabriel Miró (1879 – 1830) escribió Las cerezas del cementerio y Figuras de la pasión del
Señor. Ramón Pérez de Ayala (1880 – 1962) realizó una serie de novelas, clasificadas en tres
etapas: Etapa autobiográfica (A.M.D.G. y Troteras y danzaderas). De la etapa de transición,
destaca la trilogía Prometeo, Luz de domingo y La caída de los limones. Durante su tercera
etapa habló sobre el lenguaje, el amor y el honor.

Paralelo a este movimiento, aunque un poco más tarde, surgió el Vanguardismo que tenía
características comunes a otros movimientos como el futurismo (admiración por el progreso),
el cubismo, el dadaísmo y el surrealismo. En España las principales corrientes fueron el
ultraísmo (la imagen y la metáfora tienen gran importancia) y el creacionismo del que
destacan autores como Gerardo Diego.

Ramón Gómez de la Serna creó la greguería (mezcla de humor y metáfora). Esto junto con los
ambientes madrileños dio lugar a novelas como El torero Caracho. Juan Ramón Jiménez (1991
– 1958) destaca como autor poético. Su obra se divide en varias etapas, las obras de la
primera etapa fueron Nubes y Arias. La segunda etapa se llama poesía pura durante la cual
publica libros como Diario de un poeta recién casado. Después, poesía desnuda, con obras
como Eternidades. En tercer lugar, poesía de plenitud, a la que pertenece Animal de fondo.
Por último escribe una prosa poética que será su obra más identificativa: Platero y yo.
Generación del 27
La llamada Generación del 27 fue un grupo de autores que se dio a conocer en el panorama
cultural español alrededor del año 1927, con el homenaje que se dio al poeta Luis de
Góngora, debido a su tricentenario, en el Ateneo de Sevilla en el que participó la mayoría de
los que se consideran sus miembros. Desde 1920 hasta 1936 los autores de la Gen del 27
conviven juntos y mantienen en su mayoría una relación de amistad, pero cuando estalla la
Guerra Civil, una parte se exilia y otros se quedan en España.

La Generación del 27 se trata de una serie de poetas que unen tradición con las nuevas
corrientes de vanguardia. Estuvieron influenciados por autores novecentistas como Ortega y
Gasset, Ramón Gómez de la Serna y Juan Ramón Jiménez, así como por románticos como
Bécquer y clásicos como Cervantes y Góngora.

Escribieron mayoritariamente poesía, caracterizada por un equilibrio entre: 1lo intelectual y lo


sentimental, 2la concepción mística y la pagana de la lírica, 3escribir para la mayoría y para la
minoría, 4lo universal y lo español y 5la tradición y la renovación.

Algunos de los más importantes autores fueron:

Pedro Salinas: Es uno de los mejores representantes de la llamada poesía pura, con obras
como Fábula y signo y uno de los poetas que ha cantado al amor con más hondura en libros
como La voz a ti debida y Razón de amor. En una última etapa cultiva una literatura existencial;
una de sus obras de este momento es Todo más claro.

Gerardo Diego: supo conjugar en su obra dos tendencias muy diferentes:


la poesía de vanguardia, en la línea del creacionismo, en libros como Imagen; y una poesía de
carácter tradicional, en la que sigue el modelo de autores clásicos, como en su obra Soria.
Reunió en Antología muchos de los poemas de diversos autores de la generación.

Vicente Aleixandre: Es uno de los máximos representantes del surrealismo en España. De esta
etapa destacan obras como La destrucción o el amor y Espadas como labios, pero tras la
Guerra Civil, escribirá una poesía más cercana al ser humano, como Historia del corazón y
Poemas de consumación.

Jorge Guillén: Concibió su producción poética como una única obra, a la que llamó Aire
nuestro, que fue completando a lo largo de toda su vida. Se compone de tres libros: Cántico,
que es un canto a la alegría de vivir; Clamor, un grito de protesta ante las injusticias y
Homenaje, una colección de poemas en los que el autor rinde tributo a autores y amigos.

García Lorca: Empezó cultivando una poesía de corte popular, donde funde tradición y
vanguardia como en el Romancero gitano. Después, se adentra en los caminos
del surrealismo con Poeta en Nueva York. Finalmente, dedicó los últimos años de su vida
al teatro. Fundó el grupo "La Barraca", que recorría los pueblos de España representando
obras clásicas y modernas para acercar el teatro a la gente. Destacan las tragedias Bodas de
sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba.
El teatro de Preguerra (antes de 1936)
El desarrollo del teatro anterior a la Guerra Civil estuvo condicionado por la abundancia de
locales privados, frente a la escasez de espectáculos públicos. Por ello, las obras representadas
serán las más comerciales y que agraden al público burgués. A consecuencia de esto, podemos
dividir el teatro en dos grupos: el que se representa, y el que no.

Teatro que se representa


La alta comedia burguesa: Se basa en la naturalidad, sus personajes son burgueses, que viven
en escena sus problemas diarios. Destaca Jacinto Benavente cuyas más emblemáticas obras
son: Rosa de Otoño, Los intereses creados (farsa sobre los ideales hipócritas de la burguesía) y
el drama rural de La malquerida. En 1912 es nombrado miembro de la RAE y en 1922 le
otorgan el Premio Nobel.

Teatro en verso: Es un intento de llevar el modernismo al teatro. Es tradicional y exalta los


hechos del pasado (normalmente del siglo de Oro). Destacan 3 autores:
Francisco Villaespesa: utiliza un estilo modernista superficial y sencillo, y escribe
siempre dramas, como el Alcázar de las perlas.

Eduardo Marquina: mezcla lírica y teatro y destaca por sus dramas históricos (Las hijas
del Cid.)

Los hermanos Antonio y Manuel Machado: mediante personajes populares elaboran


una crítica a la burguesía. Publican La Lola se va a los puertos, comedia folclórica que
cuenta los amores de una cantaora con un guitarrista.

Teatro cómico: se plasma en dos subgéneros: el sainete y la comedia costumbrista. Destacan:


Los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero: Sus piezas son de naturaleza
costumbrista, describiendo el modo de ser de sus nativas tierras andaluzas, pero
dejando al margen la visión sombría y miserable de las lacras sociales: su Andalucía es
la de la luz y la del colorido. Una de sus obras más destacadas es Las de Caín.

Carlos Arniches: Su obra se divide en dos: por un lado el sainete madrileño, en que
refleja el habla castiza (como El santo de la Isidra).Por otro lado cultiva la tragedia
grotesca, en la que une lo cómico con las injusticias sociales (La señorita de Trévelez).

Teatro que no se representa


Es el teatro innovador, que, alejado del realismo burgués, experimenta con nuevas formas y
temáticas. Dentro de este teatro podemos incluir:

El teatro de la generación del 98, en el que destacan Luces de Bohemia de Valle-Inclán


y Fedra de Unamuno.

Teatro de la Generación del 27: destaca García Lorca, dramaturgo poético y con
intención didáctica, fundador de la compañía teatral de La Barraca y escritor de
tragedias (Bodas de Sangre) y dramas (La casa de Bernarda Alba).

Teatro de vanguardias: el más destacado es el teatro de Ramón Gómez de la Serna,


con sus obras Utopía y Medios Seres.
Teatro de posguerra (después de 1939)
El teatro se vio condicionado por la nueva situación socio-política tras la Guerra Civil. Además
de que muchos intelectuales se exiliaron, se estableció una rígida censura en todas las
representaciones, que se fue suavizando con el paso del tiempo. La competencia del cine,
primero, y la televisión después, fueron alejando al público, fundamentalmente burgués, de las
salas hasta el punto de que siempre se habla de “la crisis del teatro”.

Década de los 40 y principios del 50


Los primeros años que siguen a la Guerra Civil se caracterizan por la escasa producción
literaria. Los escritores se mantienen al margen de cualquier influencia política e ideológica. Su
temática se centra en temas humanos. Hay tres corrientes predominantes:

Comedia burguesa: Utilizan una construcción teatral muy elaborada, a veces con una
amable crítica de costumbres, unida a una defensa de los valores tradicionales.
Predominan las comedias de salón (Celos del aire de José López Rubio), pero también
las obras de tesis (La muralla de Joaquín Calvo Sotelo).

Teatro cómico: se pretende renovar la comicidad introduciendo lo inverosímil en la


escena. Destacan Jardiel Poncela (Eloísa está debajo de un almendro), y Miguel Mihura
(Tres sombreros de copa).

Teatro social (grave o inconformista): es un teatro de denuncia, cuya temática gira en


torno a la injusticia social y a las míseras condiciones de vida. Destaca por un lado
Buero Vallejo, figura clave del teatro de la época, con Historia de una escalera; por otro
lado, Alfonso Sastre, que defendía el teatro como elemento revolucionario más que
estético. En sus obras denuncia las injusticias: (La mordaza, Guillermo Tell tiene los
ojos tristes).

Década de los 60
Se sigue cultivando el teatro social, con diversas orientaciones, desde el realismo de Rodríguez
Méndez (Los inocentes de la Moncloa) o el esperpento de Martín Recuerda (Las salvajes en
Puente San Gil) hasta el sainete arnichesco de Lauro Olmo (La camisa).

Década de los 70. La vanguardia teatral


Se renueva el teatro asimilando las corrientes de teatro existencial europeo (teatro del
absurdo, teatro de Bertolt Brecht y de Artaud). Sigue siendo un teatro de protesta y de
denuncia, con enfoque alegórico y simbólico y lenguaje poético y ceremonial. Dos autores
destacados son Francisco Nieva (La carroza de plomo candente) y Fernando Arrabal (Oye,
Patria, mi aflicción).
La Novela de Posguerra (hasta la década de los 50 incluidos)
Durante la década de los cuarenta surge, a consecuencia de la pobreza traída por la Guerra
Civil, el movimiento llamado tremendismo, con la publicación de La familia de Pascual Duarte,
de Camilo José Cela. Es una literatura que refleja la vida de forma amarga, con concepción
existencialista. Trata temas como la soledad, la frustración… utilizando a personajes
desarraigados y desorientados (criminales, locos, prostitutas,… ). Otras obras destacadas son
Nada de Carmen Laforet y La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes.

Mientras, los escritores triunfalistas se apartan de este movimiento, escribiendo obras de


exaltación militar como La fiel infantería de García Serrano.

En los años cincuenta se publica la obra maestra de Camilo José Cela: La Colmena, en la
que nos da una panorámica de la vida miserable del Madrid de la posguerra. Con ella se
inaugura el realismo social, que tuvo dos grandes tendencias: Objetivismo, representa la
realidad tal cual es (El Jarama de Rafael Sánchez Ferlasio) y el realismo crítico, en el cual la
novela pasa a ser de un mero reflejo de una angustia existencial, a un instrumento de denuncia
ante las injusticias y desigualdades sociales (Nuevas amistades).

Dos de los autores más representativos de estas dos décadas son:

Camilo José Cela nació en Padrón (La Coruña) en 1916. Después de una larga enfermedad
durante la que leyó con intensidad, se dedicó por completo a la literatura. En 1957 fue elegido
miembro de la RAE y en 1989 le fue concedido el premio Nobel.

Cela tiene una habilidad especial para la descripción rápida y pintoresca de tipos, ambientes y
paisajes. Su estilo literario es brillante. En cuanto a su obra, escribió además de las ya citadas
La familia de Pascual Duarte y La Colmena, otras obras maestras como Viaje a la Alcarria y
Apuntes carpetovetónicos.

Miguel Delibes nació en Valladolid en 1920 donde ha permanecido toda su vida dedicado al
periodismo, la enseñanza y la literatura. Ha sido Premio Nadal, Premio Nacional de Literatura,
Premio Príncipe de Asturias y pertenece a la Real Academia de la Lengua desde 1975.

Delibes es un hombre honesto y equilibrado que critica sinceramente a la sociedad, pero lo


hace con moderación y simpatía. En sus novelas trata los aspectos más sencillos de la vida
cotidiana, los niños, la vida rural, la emoción por el paisaje... Sus obras más importantes
son: La sombra del ciprés es alargada; El camino, cuya temática es la vida rural y Cinco horas
con Mario, monólogo de una mujer ante el cadáver de su marido.

NOTA: Si preguntan TODA la novela de posguerra, habría que hablar de década de los 40,
década de los 50 (saltarse los dos autores, Cela y Delibes) y luego hablar de las décadas de los
60 y 70 (saltándose autores y obras, otra vez).
La novela de los años sesenta y setenta
A partir de 1959, la situación de bloqueo internacional hacia España se relaja, gracias a los
contactos políticos con EEUU. Por ello, España se abre a nuevas tendencias internacionales, y,
paralelamente, la censura se va relajando. Sobre todo es importante la aportación de
novelistas hispanoamericanos, con obras como La ciudad de los perros (de Mario Vargas Llosa)
o 100 años de soledad (de Gabriel García Márquez)

La década de los sesenta surge una nueva novela que podríamos considerar experimental, a
partir de la obra Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos. Se supera el estilo de la novela
realista social, y se comienzan a probar innovadoras técnicas formales como el monólogo
interior, el uso de la narración en segunda persona, o prestar más atención a aspectos íntimos
y subjetivos de los personajes. Podemos clasificar a los autores en dos bloques

Los que vienen de la década de los 40:

Miguel Delibes: incorpora la técnica del monólogo interior, en obras como 5


horas con Mario.

Torrente Ballester: escritor de, entre otros, la trilogía de Los gozos y las
sombras, así como La saga/fuga de J.B., probablemente su mejor obra.

Los que vienen de la década de los 50:

Juan Benet: escritor de Volverás a la región, novela experimental en torno a


una ciudad imaginaria.

Juan Marsé: Últimas tardes con Teresa, novela social con mayor complejidad
en su estructura (mediante el uso del monólogo interior)

Juan Goytisolo: adoptando el experimentalismo se enfrenta al análisis crítico


de la realidad global de España (cultura, religión, etc.) a través de novelas
como Señas de identidad.

La década de los setenta continúa con la búsqueda de nuevas formas y el experimentalismo


se lleva al máximo. A ella pertenecen los autores conocidos como la Generación del 68.

Tratan temas existenciales así como la presencia de lo íntimo (amor, soledad, erotismo…) bajo
un tono amargo y triste. Dos de los principales autores son:

José Mª Guelbenzu: autor en una primera etapa de novelas como Mercurio o Antifaz.

Eduardo Mendoza: autor de La verdad sobre el caso Savolta, en que refleja los
conflictos sociales de la época bajo una historia de amor. Es una novela precursora de
la transición en la sociedad española de la dictadura a la democracia.
La poesía de posguerra

Tras la guerra civil, la producción poética queda dividida en dos grupos: Poetas en el exilio
(tratan temas como la patria perdida, con un tono amargo) y Poetas en España: inician un
proceso de rehumanización, sus temas giran en torno a problemas existenciales y sociales.

Década de los 40 y principios de los 50


Son poetas conocidos como la Generación del 36. Destacan principalmente dos tendencias:

La poesía arraigada, que se agrupa en torno a la revista Garcilaso. Influidos por un


sentimiento religioso presentan, en formas clásicas, una visión del mundo coherente,
ordenada y serena. Los temas tratados serán la familia, la naturaleza… En este grupo
se encuadran poetas como Luis Rosales o Leopoldo Panero.

La poesía desarraigada, representada por la revista Espadaña. Es una poesía


tremendista, de tono trágico, en un mundo caótico invadido por la angustia. El estilo es
directo y más sencillo que el de la poesía arraigada. Obras importantes son Hijos de la
ira de Dámaso Alonso y Ancia de Blas de Otero.

Década de los 50: Poesía Social


En 1955 surge la poesía social con la publicación de Pido la paz y la palabra de Gabriel Celaya.
Se supera la etapa de angustia existencial y la poesía se concibe como un acto de solidaridad
con los que sufren, de ahí que aparezcan temas como la injusticia social, la alienación, el
anhelo de libertad... aunque ello suponga una rebaja en el tono poético (se utiliza un lenguaje
claro y más sencillo).

Los autores más representativos de este periodo son Gabriel Celaya, Blas de Otero (Que trata
de España) y Ramón de Garciasol (Tierra de España).

Década de los 60: Poesía de la Experiencia


Son continuadores de la poesía social de los 50. Algunos autores, como Ángel González
(Premio Nobel en 1991), Jaime Gil de Biedma y José Agustín Goytisolo forman un grupo
("grupo poético de los 50") y presentan una preocupación fundamental por el hombre, pero
huyen de todo tratamiento patético. Aunque son inconformistas, su escepticismo los aleja de
la poesía social. Sus temas retoman lo íntimo, lo cotidiano. En cuanto al estilo, usan un
lenguaje coloquial, y depuran al máximo la palabra.

Década de los 70: Los Novísimos


En 1963 Pere Gimferrer, publica Arde el mar, que supone una ruptura con la poesía
inmediatamente anterior. Alrededor de él se agrupa una serie de poetas reunidos por Castellet
en una antología llamada Nueve novísimos poetas españoles, como Manuel Vázquez
Montalbán, Félix de Azúa, Vicente Molina Foix…, nacidos después de la guerra. Éstos tuvieron
un bagaje cultural y literario muy amplio (influencia del cine, del jazz, de la televisión…),
potenciado por sus viajes al extranjero. La máxima preocupación de su poesía es la forma; con
una artificiosidad que recuerda a los modernistas y utilizan procedimientos de carácter
surrealista.
La novela hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX.

1ª Etapa (1940-45): Pervivencia del Realismo


La novela americana se caracteriza hasta 1940-45 por una estética básicamente realista, a
veces con residuos románticos o modernistas. Sí hay en cambio una renovación temática, con
una novela de la selva, que describe una naturaleza aún indómita; una novela política con dos
metagéneros: la novela de la revolución mexicana y la "novela de dictador"; y finalmente una
novela social. Obras de este periodo son: Doña Bárbara de Rómulo Gallegos y La vorágine de
J.E. Rivera.

2ª Etapa (1945-60): Superación del Realismo: "Realismo mágico" o "Lo


real maravilloso"
Comienzan a surgir los primeros intentos de renovación formal, debido al cansancio del
Realismo: realidad y maravilla aparecerán íntimamente ligados a través de distintos
procedimientos, tomados de novelistas europeos (Faulkner, Kafka, Joyce), para tratar de
explicar la realidad sociopolítica americana. Además se produce una ampliación temática, con
la aparición de temas urbanos y existenciales.

Miguel Ángel Asturias, de Guatemala, escribe El señor presidente en el que se desarrolla el


tema de la dictadura con una técnica expresionista heredada de la vanguardia europea y del
esperpento de Valle-Inclán (Tirano Banderas).

3ª Etapa: La novela hispanoamericana desde 1960


A pesar de su importancia, la novela hispanoamericana se trataba de una novelística
marginada y desconocida, hasta 1962 en que confluyen una serie de factores que conocemos
como "boom" de la novela hispanoamericana. Las editoriales españolas y europeas se
sumaron al impacto provocado por la revolución, lo cual ayudó a la rápida internacionalización
del fenómeno. Sin embargo, no tuvo carácter generacional.

Estos novelistas continúan la renovación iniciada en la etapa anterior y la llevan hasta sus
últimas consecuencias con la aportación de nuevos recursos. Es frecuente la ruptura de la línea
argumental y el descoyuntamiento de la narración lineal para constituir a veces verdaderos
rompecabezas temporales; el uso de técnicas de contrapunto; la combinación o superposición
de personas narrativas y puntos de vista; el empleo del monólogo interior...

Todo este proceso de renovación se puso al servicio de una literatura revolucionaria, con un
fuerte compromiso histórico a la vez que literario, aunque el primero fuera desapareciendo
con el paso del tiempo.

Las novelas más emblemáticas de este periodo son La ciudad de los perros de Mario Vargas
Llosa y Cien años de soledad de Gabriel Gª Márquez. Además, se publican otras obras
importantes como Rayuela de Cortázar o El siglo de las luces de Carpentier.

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