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Ahora bien, la unidad de análisis, cuando se trata del estudio del discurso, es el
enunciado, entendido como el producto concreto y tangible de un proceso de enunciación.
Las autoras asumen que el enunciado se constituye en la unidad mínima comunicativa, la
cual supone interacción. Este enunciado es producto de la suma de una proposición y una
oración, en términos gramaticales. El conjunto de enunciados da como producto, tal y
como se planteó líneas atrás, textos (orales o escritos), constituidos por elementos
verbales interrelacionados que forman una unidad o hecho comunicativo que se da en el
transcurso de un devenir espacio-temporal. De acuerdo con esto, las autoras plantean
que el análisis del discurso se constituye en un instrumento que permite entender las
prácticas discursivas que se producen en todas las esferas de la vida social en las que el
uso de la palabra forma parte de las actividades que en ellas se desarrollen. El análisis
del discurso es, a la vez, una forma de investigación y una herramienta de acción social
que, a través de enfoques como el análisis crítico del discurso, pone de manifiesto y
denuncia fenómenos sociales discriminatorios, racistas, violentos que se hacen evidentes
en distintas prácticas discursivas o tipos de discursos (políticos, religiosos, pedagógicos,
periodísticos, cotidianos).
Una vez definido el discurso y la unidad de análisis, las autoras establecen la
caracterización del discurso oral y del escrito. El planteamiento de partida para esto es el
de entender la lengua como un sistema complejo de comunicación y representación del
mundo, que se materializa por medio, básicamente, de dos formas: lo oral y lo escrito;
éstas dan lugar a dos modalidades de realización: la oralidad y la escritura.
En relación con la oralidad, las profesoras Calsamiglia y Tusón centran su atención en la
conversación espontánea, dado que ésta constituye la forma “primigenia, primaria y
universal” de la realización de la oralidad. En este punto analizan aspectos relacionados
con la estructura de la conversación espontánea: sus características, la toma de turnos y
la dialogicidad. Asimismo, abordan el tema de otras prácticas discursivas de naturaleza
oral y sus propiedades, a la vez que presentan la adquisición de la competencia oral, los
aspectos psicosociales de ésta y los elementos no verbales que forman parte de la
modalidad oral.
En cuanto a la modalidad escrita, las autoras plantean que la escritura surgió alrededor
del año 3500 a.C. y que ésta, que incluye entre sus formas la escritura alfabética, se debe
entender como una práctica que puede cambiar el estilo cognitivo y los modelos de
organización social de una comunidad. Siguiendo los planteamientos de Ong y otros
estudiosos de la escritura, las autoras argumentan que esta forma discursiva posibilita el
desarrollo del poder de abstracción y de reflexión del grupo y, por supuesto, del individuo,
lo cual supone una priorización de la actividad intelectual; asimismo, la escritura se
constituye en una de las formas que ha desarrollado la humanidad para conservar la
memoria de los acontecimientos.
Quizás uno de los aspectos más relevantes de la caracterización del código escrito que
presentan las autoras, tiene que ver con el hecho de concebir este sistema sígnico como
un medio de producción y re-construcción del conocimiento; hecho que, desde luego, le
ha valido un gran estatus social, a tal punto que sólo el individuo alfabetizado, es decir,
aquél que conoce el código escrito, puede tener acceso al conocimiento. Vale la pena
también destacar el planteamiento de que la escritura es un código autónomo e
independiente, con sus propias características, cuyo dominio implica un alto grado de
ejercitación.
Según lo establecido al inicio de esta exposición, en la segunda parte del texto que aquí
nos ocupa, la profesoras Calsamiglia y Tusón dirigen su atención hacia los aspectos
básicos en el estudio del discurso, esto es: el contexto discursivo, las personas del
que, por un lado, se distinguen por señalar una estratificación muy jerarquizada y, por el
otro, están sujetas a cambios sociales; así, la referencia de persona constituye un ámbito
del código verbal sensible a las transformaciones sociales y culturales, ya que en la vida
social, la desigualdad entre las personas -determinada por aspectos como edad, sexo,
origen étnico, cultura, religión, o clase social- se plasma en el uso lingüístico.
En sus planteamientos, las autoras afirman que la práctica lingüística es, ante todo, una
interacción social (un hecho comunicativo) que supone unos individuos (emisores y
receptores) que establecen un tipo de relación social. Desde este enfoque, el estudio de
la interacción verbal considera que la comunicación supone un acuerdo básico entre los
sujetos en disposición de interactuar. Según esto, la comunicación se puede asumir como
una especie de contrato, como el producto del acuerdo entre los interlocutores; dentro de
este contrato, la cortesía se erige como una norma de comportamiento social que también
afecta la elección de formas lingüísticas como las de tratamiento y los honoríficos.
El estudio de la cortesía lingüística se centra, entonces, en el análisis del comportamiento
verbal y la identificación y caracterización de determinados indicadores lingüísticos de
cortesía; este análisis se basa en el reconocimiento de que la función interpersonal del
lenguaje está en la base del comportamiento comunicativo. Ahora bien, la cortesía
lingüística sirve para facilitar las relaciones sociales y para canalizar y compensar la
agresividad; en términos generales, la cortesía –según las autoras- se puede caracterizar
como un conjunto de estrategias que se aplican cada vez que se emite un enunciado,
asimismo, en toda interacción se opta por un nivel de cortesía, la situación en la que se da
la interacción es la que determina el grado de agresividad de un enunciado, y el
comportamiento cortés depende de cada cultura.
Luego de analizar la cortesía, las autoras revisan el concepto de modalización, entendido
–en principio- como la forma que posee el hablante para expresar su subjetividad. La
modalidad, de acuerdo con lo expuesto por las autoras, presenta dos tipos de relaciones:
la del autor de un texto con sus propios enunciados y la del autor con sus interlocutores.
La modalidad, según ello, tiene que ver con la forma cómo se dicen las cosas; en este
sentido afecta lo dicho pues añade la perspectiva desde la cual el locutor considera lo que
dice; de esta forma, la modalidad se constituye en la expresión verbal o no verbal de la
visión de locutor frente al contenido de sus enunciados; se constituye, si se quiere, en la
forma como éste evalúa lo que dice.
La modalidad se puede manifestar de distintas formas: en la frase (asertiva, interrogativa,
exclamativa), en el modo verbal (indicativo/subjuntivo); también puede ser modalidad que
expresa el grado de certidumbre, probabilidad o posibilidad del dictum, modalidad
apreciativa que se expresa a través de medios léxicos (adjetivos o adverbios) y modalidad
expresiva que afecta el orden canónico de las palabras y que puede recurrir a aspectos
como la tematización y la focalización.
Cierra esta segunda parte del libro, el capítulo dedicado a los fines discursivos y los
procesos de interpretación. En este punto se parte del principio que plantea que la
comunicación es una transacción de información entre una fuente –instancia
emisora- y un destino –instancia receptora-; dicha transacción se produce en un contexto
determinado y concreto. De esta forma, para las autoras, la comunicación es una acción
que transcurre entre dos polos, con una información que puede ser de varios tipos, la cual
se puede representar de forma más o menos abierta o más o menos encubierta, es decir,
la información, o la intención de transmitirla, puede ser explícita o implícita. Esto lleva a
establecer dos grandes interrogantes: a) ¿de qué manera manifiesta sus intenciones
quien emite un enunciado? y b) ¿de qué manera interpreta esas intenciones quien recibe
tal enunciado? Estas preguntas se plantean ya que desde el enfoque discursivo, la
comunicación se entiende como un proceso de interpretación de intenciones;
tipos de datos se deben recoger?, ¿cuántos datos son suficientes para que el trabajo
llegue a buen término?, ¿cómo recoger los datos? y ¿cómo tratarlos? A la vez, presentan
aspectos relacionados con el manejo de los datos orales (grabación, transcripción) y los
datos escritos, así como el tratamiento de los mismos y el establecimiento de un corpus.
De esta forma, las profesoras presentan su trabajo Las cosas del decir: manual de
análisis del discurso. Trabajo que se constituye en una excelente obra de consulta y guía
para todo aquel que quiera acercarse al tema de los estudios discursivos, ya sea novato o
experto, pues la obra ofrece la ventaja de que todos los temas y conceptos están
ejemplificados, lo cual hace que sean de fácil comprensión; asimismo, presenta una
amplia bibliografía especializada y actualizada que permite que se pueda profundizar en
determinado tema. Así pues, este libro se constituye en una buena introducción al tema
del análisis del discurso, cumpliendo con el objetivo propuesta por las autoras de que se
erija en un manual que oriente el estudio de las cosas del decir o del uso lingüístico
contextualizado.
Álvaro William Santiago Galvis
Departamento de Lenguas
Universidad Pedagógica Nacional