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MIDE EL RELOJ LA TARDE, TAN VACÍA

Mide el reloj la tarde, tan vacía


como un árbol sin hojas. Sólo un vuelo
de ingrávidas gaviotas surca el cielo
que ya gira hacia el sur. Por la bahía,
rompe el mar. Y esa forma de sequía,
si engaña con su ritmo, da el consuelo
del apasionamiento, del desvelo
de perseguir un fin. Es atonía,
sin embargo, nacida del derroche
de la fuerza cautiva y sin salida:
tan bella, tan inútil en su empeño.
Pesa la soledad como la noche
que tarda. No hay un alma que no pida
súbita oscuridad, súbito sueño.

El espíritu del páramo: antología poética (1977-2007)


Ricardo H. HERRERA
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