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Pero nos encontramos que, en muchos casos, los docentes con cargos directivos
adolecemos de la inexistencia de una adecuada formación para desempeñar nuestras
funciones. La formación que deberíamos recibir la asimilamos sobre la marcha, dando a
veces palos de ciego, con ayuda de la experiencia de compañeros que nos precedieron
en el cargo o la importación de ideas e iniciativas que hemos visto poner en práctica en
otros centros.
Esta situación no es debida, como algunos pudieran pensar, a la falta de interés por parte
de los que, por un motivo u otro, nos encontramos gestionando alguna parcela de un
centro educativo. Por ello, quiero hacer una aproximación a las carencias que existen en
el sistema actual.
De este modo el director aumentará su poder de decisión en los centros mientras que la
Administración favorecerá su gestión por medio de órganos en donde fácilmente haga
prevalecer su autoridad. Esto justificaría que la formación para actividades gestoras esté
dirigida hacia estos cargos. Pero creemos que los Equipos directivos se nutren de algo
más que de la dirección y es necesario formar en aspectos básicos al resto.
Cada vez son más las tareas y actualizaciones que requieren los demás órganos
unipersonales de los equipos directivos para llevar a cabo sus funciones. Sin embargo,
las autoridades educativas no contemplan formación específica alguna para los demás
integrantes del equipo directivo de los centros y actualmente no se contempla la
realización de cursos específicos que den una visión global y sistematizada de las
funciones que deben realizar.
Centrándonos en la figura del Jefe de Estudios, éste posee una larga lista de vastas
competencias que afecta a diferentes aspectos de los centros. Sus funciones, tanto las
propias como las delegadas del Director, abarcan diversos ámbitos del centro
englobados en su calidad coordinador de actividades académicas y del personal docente.
Pero la Jefatura de Estudios está sufriendo una carga excesiva, ya no sólo de trabajo,
sino también de tensión emocional. Su función de vigilante del orden hace
especialmente ardua su tarea en unas aulas en las que a menudo reina el caos. La
creciente oleada de indisciplina y violencia en escolar provoca que muchos de estos
profesionales se encuentren desbordados y tengan la sensación de dedicar todo su
tiempo a "arreglar desaguisados”. No sólo eso… a veces lidiar con compañeros, padres
y madres de alumnos es casi más duro, ya que cuando éstos se resisten a las normas es
harto difícil llevar las situaciones a buen puerto.
Por eso es necesario que se dignifiquen todos los demás cargos unipersonales de los
centros de educación haciendo de quien los desempeña verdaderos conocedores de su
trabajo mediante una formación dirigida expresamente hacia ellos que les proporcione
las herramientas necesarias para poder ejercer su cargo con eficacia.