Está en la página 1de 17

Arquitectura Bizantina

En el 330, el emperador Constantino mueve la capital del Imperio Romano a Bizancio.


Para el 395, divide el Imperio entre sus dos hijos: en Oriente (capital Constantinopla) y
Occidente (capital Roma). Tuvo su apogeo en la época del emperador Justiniano (527-
565). El imperio bizantino heredero de: cultura griega, administración romana, religión
cristiana, territorio del Imperio Romano de Oriente. Vinculación política/ religión:
cesaropapismo. Arte áulico: refinado, suntuoso y propagandista del poder. Creación de
modelos iconográficos de amplia difusión por manuscritos. Combina lo mejor de
Oriente y Occidente: de los romanos el ladrillo y el hormigón, del Oriente la utilización
de la cúpula. Influencias en el arte posterior: Arquitectura islámica, Arte románico,
Arte gótico.
Su arquitectura presenta las siguientes características:
En cuanto a los materiales, utilizan sillares bien labrados; ladrillos, especialmente
empleados en cubiertas y exteriores: desnudos o con algún adorno; mármol en zonas
interiores: columnas, jambas, dinteles, frisos.
Las columnas se presentan con fuste cilíndrico con ligero éntasis central y sin aristas;
los capiteles son corintios, compuestos (con acanto y volutas) y aparece el capitel
Teodosio.
Los muros son dinámicos, hay una relación equilibrada ente vanos y masa en la que se
prefieren los arcos de medio punto. Los muros exteriores son austeros, con pocos
adornos y reflejan la estructura interna.
Se utilizaban cubiertas de mampostería como las bóvedas de arista y la cúpula, que
dan paso a la creación de la pechina cuyo origen es en Gerasa (Jordania) s. II. Las
pechinas son cada uno de los triángulos curvilíneos que unen arcos con la cúpula, la
transición de forma cuadrada a circular.
Los arcos se apoyan en columnas aisladas y aparece el cimacio que los sostiene, como
parte del capitel Teodosio. El cimacio es una pieza troncopiramidal decorada con
diversos motivos y símbolos cristianos en la que se apoyan los arcos.
Las ventanas se sitúan en muros de cerramiento, no estructurales.
Utilizan nervios (en vez de casetones) para aumentar la resistencia de la cúpula. En la
parte superior se reduce el canto de la cúpula, mantiene perfil rebajado. Las cúpulas se
construían con materiales ligeros: ladrillos, piedra pómez, vasijas cerámicas.
Los elementos estructurales son grandes y pesados, construidos en piedra, que
contrastan con la ligereza y elegancia de los elementos secundarios, usualmente en
mármol.
La finalidad de esta arquitectura es mantener unido el Imperio Romano y homenajear
a sus emperadores.

Arquitectura Paleocristiana
El Imperio romano entró en decadencia con la llegada del cristianismo. En un principio
los cristianos eran perseguidos, utilizaron la simbología para reconocerse. Antes del
Edicto de Milán, que permitía la tolerancia al cristianismo, se reunían en las
catacumbas. Después utilizaron la basílica, de origen romano. La finalidad de esta
arquitectura era religiosa, para la reunión cristiana.
Las catacumbas están formadas por galerías subterráneas, que parecen verdaderos
laberintos y que en conjunto alcanzan a medir muchos kilómetros. Era tarea exclusiva
de los "fossores" (excavadores). Los lucernarios eran conductos de ventilación e
iluminación.
Los diferentes tipos de enterramientos que se encontraban en las catacumbas:
Lóculos: de diferentes dimensiones, capaces de albergar un solo cadáver, aunque no
era raro que contuviesen dos o más.
Sarcófago: sepulcro de piedra o de mármol, ordinariamente adornado con esculturas
en relieve o con inscripciones.
Cubículo: (el término significa "cuartos de dormir") eran pequeñas piezas, verdaderas
tumbas de familia, con capacidad para varios lóculos.
Arcosolio: tumba típica de los siglos III y IV, es un nicho mucho más grande con un
arco encima. La lápida de mármol se ponía horizontalmente. Generalmente el arcosolio
servía de tumba a toda una familia. Similar al cubículo, pero con un arco sobrepuesto.
Cripta: espacio o pieza más grande. Tumbas de mártires se transformaron en criptas,
es decir, en pequeñas iglesias subterráneas, embellecidas con pinturas, mosaicos y
otros tipos de decoración.
Algunos ejemplos de las catacumbas: San Calixto, Priscila, San Sebastián.
Por otro lado, las basílicas son construcciones de forma rectangular que están divididas
en naves, separadas entre sí por filas de columnas que sostienen una techumbre de
dos aguas. Conformada por: presbiterio, naves, nártex, atrio. Su excesiva
ornamentación interior contrasta con el sobrio exterior.
Ejemplos: Primitiva basílica de San Pedro, Roma 326-330 d.C.; Basílica de Santa
Sabina (Roma, siglo V, aprox. 432-442) que mantiene todavía su tipología; Mausoleo
de Santa Constanza (S.IV, 350 d.C.) para la hija del emperador Constantino; Mausoleo
de Gala Placidia (hija del emperador Teodosio I), Ravena (425-430 s.V). Los dos
últimos de planta centralizada.

HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
(ENCARTA)

Arquitectura, arte o la ciencia de proyectar y construir edificios perdurables. Sigue


determinadas reglas, con objeto de crear obras adecuadas a su propósito, agradables a la
vista y capaces de provocar un placer estético. El tratadista romano Vitrubio fijó en el siglo
I a.C. las tres condiciones básicas de la arquitectura: Firmitas, utilitas, venustas
(resistencia, funcionalidad y belleza). La arquitectura se ha materializado según diferentes
estilos a lo largo de la historia: gótico, barroco y neoclásico, entre otros. También se puede
clasificar de acuerdo a un estilo más o menos homogéneo, asociado a una cultura o periodo
histórico determinado: arquitectura griega, romana, egipcia. El estilo arquitectónico refleja
unos determinados valores o necesidades sociales, independientemente de la obra que se
construya (casas, fábricas, hoteles, aeropuertos o iglesias). En cualquier caso, la
arquitectura no depende sólo del gusto o de los cánones estéticos, sino que tiene en cuenta
una serie de cuestiones prácticas, estrechamente relacionadas entre sí: la elección de los
materiales y su puesta en obra, la disposición estructural de las cargas y el precepto
fundamental del uso al que esté destinado el edificio.
La arquitectura vernácula, de la que no trata este artículo, se caracteriza por no seguir
ningún estilo específico, ni estar proyectada por un especialista, sino que se construye
directamente por los artesanos y normalmente utiliza los materiales disponibles en la zona.

Materiales de construcción

Construcción

Cuando los materiales se disponen en vertical y todas las cargas trabajan a compresión, la
estructura es bastante estable, como en el caso de los muros. El mayor problema aparece al
cubrir un espacio creado entre dos muros. Las dos soluciones básicas son el sistema
adintelado (compuesto por columnas, pilares y dinteles o vigas) y el sistema abovedado (a
base de pilares, muros, arcos y bóvedas o sus derivadas, las cúpulas). En el sistema
adintelado, los dinteles o las vigas se colocan en horizontal, apoyados sobre pilares y
columnas; a su vez, encima de las vigas descansan otras estructuras (cubiertas y forjados,
entre otras) que reciben al tejado o sirven de base para el suelo del piso siguiente. En el
sistema abovedado, por el contrario, los elementos estructurales son curvos en lugar de
rectos. El muro se abre mediante arcadas, formadas por hileras de arcos sobre pilares o
columnas; para la cubierta se emplea la bóveda de cañón, que se genera por la proyección
horizontal de un arco; y si es necesario cubrir grandes espacios de simetría central se utiliza
la cúpula semiesférica o de media naranja, creada a partir de la rotación de un arco sobre su
centro.

El sistema adintelado se puede llevar a cabo con numerosos materiales, pero las piezas
horizontales han de trabajar a flexión, es decir, deben absorber esfuerzos de compresión en
la parte superior y de tracción en la inferior. Las vigas, por tanto, suelen ser de madera,
hierro u hormigón armado. Los materiales pétreos (naturales o artificiales) son poco
apropiados, puesto que resisten mal las tensiones de tracción; para utilizarlos como
elementos horizontales han de tener un canto y un peso mucho mayores. En los arcos y
bóvedas, sin embargo, todos los elementos trabajan a compresión, de modo que siguiendo
este sistema se pueden cubrir grandes espacios con piedra, ladrillo, argamasa u hormigón.
Las bóvedas, en cualquier caso, generan una serie de tensiones laterales que deben ser
contrarrestadas con estribos o contrafuertes.

Otros elementos importantes en los sistemas de cubiertas son las estructuras (de madera u
otros materiales), que sirven para salvar mayores luces estructurales con un peso mucho
menor que el de una viga convencional. Las estructuras pueden ser de madera (llamadas
también cuchillos), o de acero (en forma de perfiles abiertos o tubos), que se conocen con el
nombre de cerchas. Pueden tomar cualquier forma, ya que se basan en la subdivisión de la
estructura en triángulos. Esta figura elemental, compuesta por la unión de tres segmentos
unidos por sus extremos, puede extenderse hasta el infinito por el principio de la
triangulación. Para fabricarla, basta con atar mediante una viga riostra otras dos vigas
dispuestas en ángulo. Cada uno de estos triángulos está sometido a sus propios esfuerzos de
tracción y compresión. En el siglo XVIII, los matemáticos aprendieron a aplicar sus
conocimientos al estudio de las estructuras, haciendo posible calcular las tensiones exactas
que se producen en cualquier situación. Así se inició el desarrollo de las armaduras
espaciales, que pueden ser simples cerchas planas o complejos entramados reticulares
tridimensionales.

Durante el siglo XIX, la ingeniería acomete una gran cantidad de obras de gran tamaño,
como puentes, diques y túneles. Para ello se hace imprescindible un avance científico en la
edificación, como el cálculo de estructuras o la resistencia de materiales. En la actualidad se
pueden cubrir espacios mediante estructuras colgantes que trabajan a tracción (al contrario
de las bóvedas, donde todos los elementos trabajan a compresión), o con estructuras
neumáticas, cuyas superficies se sustentan por medio de aire a presión. Los cálculos se
hacen particularmente complejos cuando se trata de estructuras elevadas, debido a que la
presión del viento o el riesgo de movimientos sísmicos pasan a ser factores más importantes
que la propia gravedad.

La arquitectura también debe ocuparse del equipamiento interno de los edificios y sus
instalaciones. En las últimas décadas se han inventado complejos sistemas de
acondicionamiento, instalaciones eléctricas y sanitarias, prevención de incendios,
iluminación artificial, elementos de circulación (como pasillos, escaleras mecánicas o
ascensores hidráulicos). Desde hace poco tiempo se puede utilizar la informática para
controlar todos estos sistemas, dando lugar a lo que se conoce como edificio inteligente.
Todo esto ha supuesto un incremento de las expectativas de bienestar, pero también de los
costes de la construcción.

A través de la historia se reconocen una serie de leitmotiv que han generado diferentes
tipologías constructivas. Así, las obras más conmovedoras de la arquitectura —templos,
iglesias, catedrales y mezquitas— nacen de motivaciones religiosas, y sirven para crear un
lugar propicio al diálogo con Dios, o bien para adoctrinar a los fieles, o para que éstos
celebren sus rituales sagrados. Otro de los móviles ha sido el sentimiento de seguridad: las
estructuras más duraderas se construían como elementos defensivos, como las murallas o
los castillos.

Uno de los motivos que más ha impulsado a la arquitectura a lo largo de la historia ha sido
el deseo de ostentación: edificios que sean el orgullo de un pueblo, que reflejen el estatus
personal o colectivo, o palacios para reyes y emperadores, construidos como símbolos de su
poder. En general, las clases privilegiadas siempre han sido mecenas de arquitectos, artistas
o artesanos, y sus encargos se han convertido, a veces, en el mejor legado artístico de su
época. En la actualidad, su labor la desempeñan las grandes multinacionales, los gobiernos
y las universidades, que llevan a cabo su función de una forma menos personalista.

La complejidad de la vida moderna ha provocado la proliferación de tipologías


constructivas. En nuestros días, la arquitectura occidental está especialmente dedicada al
diseño de viviendas colectivas, edificios de oficinas, centros comerciales, supermercados,
escuelas, universidades, hospitales, aeropuertos, hoteles y complejos turísticos. En
cualquier caso, el proyecto de un edificio nunca se realiza de forma aislada, sino prestando
especial atención a sus interacciones con el entorno. Tanto los arquitectos como sus clientes
están concienciados de este problema y se sirven del urbanismo para evitar impactos
negativos sobre las zonas antiguas de las ciudades.
Historia de la arquitectura

Los orígenes de la arquitectura se pierden junto con los del ser humano y sólo se conocen
por las escasas huellas que resisten el paso del tiempo. Sin embargo, es indudable que en la
prehistoria el hombre empleó las artes constructivas no sólo con fines funcionales, sino
también simbólicos. Prueba de ello son los numerosos restos de monumentos funerarios,
cavernas artificiales o recintos conmemorativos. Utilizando de nuevo el paralelismo con la
historia de la humanidad, se podría considerar que la historia de la arquitectura se remonta a
los restos conservados del lenguaje arquitectónico, es decir, compositivo. Así, se puede
datar su inicio asociado al desarrollo de las primeras ciudades mesopotámicas.

Para comprender mejor el curso histórico de la arquitectura se ha dividido su estudio en tres


grandes áreas cuya evolución ha sido relativamente independiente. Se trata de la
arquitectura oriental, la americana prehispánica y la occidental. Al margen de este estudio
se queda la arquitectura vernácula, que a menudo ha sido una fuente donde ha bebido la
arquitectura culta, pero cuyo desarrollo histórico es bastante restringido.

Arquitectura oriental

El concepto de arquitectura oriental es confuso y típicamente occidental. Sin embargo,


resulta bastante apropiado para englobar la arquitectura de una enorme zona geográfica que
comprende la India, Indochina, Indonesia, China y Japón. Durante mucho tiempo, las
religiones y culturas de esta parte del mundo se interrelacionan fuertemente, y con ellas van
evolucionando las arquitecturas que les son propias. Este periodo concluye con la
colonización occidental (incluso en Japón, donde la colonización fue tan sólo cultural),
coincidiendo con la Revolución Industrial.

India y el Sureste asiático

El material constructivo típico de la arquitectura primitiva de la India es la piedra, labrada


profusamente de acuerdo con la imaginería tradicional hindú. Esta característica, unida a la
ausencia casi total de espacios estructurados, lleva a considerar estas obras como piezas
escultóricas antes que arquitectónicas.

India

El monumento más emblemático de la arquitectura india es la stupa. Se trata de un gran


edificio de tradición budista, en forma de túmulo semiesférico. La más célebre es la de
Sanchi, cerca de Bhopal (en la parte central de la India), cuya construcción se llevó a cabo
entre los siglos III a.C. y I d.C.

Durante el periodo primitivo, la construcción de templos y monasterios se limitaba a la


excavación de santuarios en el interior de los acantilados. Las cuevas de Ellora y Ajanta (al
noroeste de Bombay) son una serie de cavernas artificiales talladas en la roca durante
siglos. Al evolucionar la construcción de templos, la excavación se sustituyó por otros
métodos más convencionales de construcción pétrea. Sin embargo, continuó el predominio
de las masas escultóricas frente a los espacios arquitectónicos.

Los templos hindúes se encuentran por toda la India, especialmente en el sur y el este,
donde el poder de los caudillos mogoles fue menor. El jainismo es un culto aún bastante
extendido y tiene su propia tradición en la construcción de templos, que sigue en vigor.
VéaseArte y arquitectura de la India.

Sureste asiático

En esta zona el templo budista se llama wat. El más conocido es el de Angkor Wat, en el
centro de Camboya, construido a principios del siglo XII (época en la que ya reinaba la
actual dinastía Khmer). Se trata de un conjunto arquitectónico de piedra tallada con
profusión, que alcanza una altura de 61 m y cuyo acceso está precedido por un puente
ceremonial de 183 m que cruza el foso circundante.

Las tradiciones arquitectónicas budistas, que a menudo tienen origen en China, son muy
evidentes en Myanmar (antes Birmania), Tailandia, Malasia, Java y Sri Lanka (antes
Ceilán). Los templos y santuarios del palacio real de Bangkok tienen menos de doscientos
años, lo que testifica la vitalidad cultural de esta arquitectura hace poco más de un siglo.

China y Japón

Entre las culturas japonesa y china se aprecian elementos comunes; sin embargo, sus
características generales son bastante diferentes. Concretamente la arquitectura de China es
muy diferente de la de Japón, tanto en la forma como en el espíritu que la alimenta.

Arquitectura de China

La inmutable estructura jerárquica de la familia extensa, sacralizada en toda China, y su


espíritu de veneración hacia los antepasados, se refleja en la forma estricta de la casa
familiar. Ésta se construye sobre una planta rectangular, con una disposición axial
siguiendo un eje norte-sur. La entrada se efectúa a través de un patio tapiado situado en el
extremo sur, mientras que los elementos de vivienda se disponen simétricamente a ambos
lados del eje. Esta estructura se repite en numerosas tipologías residenciales de mayor
envergadura, como monasterios, mansiones, palacios e incluso ciudades enteras.

La ciudad de Pekín se expandió durante siglos bajo el dominio de diferentes dinastías. Su


trazado lo componen dos rectángulos contiguos: la ciudad interior y la nueva ciudad
exterior, cada una de ellas con una extensión de varios kilómetros cuadrados. Dentro de la
ciudad interior se halla la ciudad imperial, que a su vez contiene a la Ciudad Prohibida,
antigua residencia de la corte imperial. Todas las partes de la ciudad están ordenadas
simétricamente a lo largo de una avenida que sigue la dirección norte-sur. Es la apoteosis, a
gran escala, de la casa familiar china.
Los materiales constructivos más utilizados en China y Japón son la piedra, el ladrillo, la
madera y los elementos cerámicos. Las formas características de la arquitectura de ambos
imperios provienen de las estructuras de madera. En China, los pilares sostienen una
techumbre de madera, una especie de pirámide invertida formada por capas de vigas
(tirantes) arriostradas por correas y pilares intermedios. Éstos, a su vez, sujetan las correas
y cabios sobre los que descansa la pesada cubierta de tejas. Los aleros se extienden en
voladizo más allá de las líneas de columnas, sobre unas complicadas ménsulas. El arquetipo
resultante es un edificio de planta rectangular, normalmente de una sola altura, rematado
por una empinada cubierta. VéaseArte y arquitectura de China.

Arquitectura japonesa

La evolución de la casa japonesa es muy distinta de la china. Mientras la última se ocupaba


de expresar el orden social, la casa del Japón se empeñó en crear un diálogo poético con la
naturaleza, estableciendo relaciones diversas con la tierra, el agua, las piedras o los árboles.
Esta convivencia es evidente en el palacio de Katsura (primera mitad del siglo XVII),
proyectado y construido por un maestro de la ceremonia del té. Los edificios que lo
componen parecen desperdigados de forma aleatoria, pero en realidad siguen una cuidadosa
secuencia de vistas e integración en el paisaje.

Japón perfeccionó sus estructuras de madera desde la antigüedad. El santuario de Ise,


situado en la costa, al suroeste de Tokio, se erigió en el siglo V o VI, y se reconstruye
meticulosamente cada 20 años. El edificio principal está situado en el interior de un recinto
rectangular que acoge las estancias auxiliares. Se puede decir que es una joya construida en
madera, elevada sobre postes hincados en el suelo, y coronada por una gran techumbre de
paja. La estructura de la cubierta carece de tirantes y correas, de modo que el caballete
descansa sobre una viga o cumbrera que a su vez sostienen dos enormes pilares situados en
el centro de los hastiales. Los cabios se ensamblan por encima de la cumbrera, de tal modo
que no producen esfuerzos hacia el exterior. Este monumento, pequeño pero de elegantes
proporciones, es un excelente ejemplo de la sutileza del arte japonés. VéaseArte y
arquitectura de Japón.

Arquitectura precolombina

El 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón pisaba las tierras de América y se iniciaba así una
política de conquistas que destruyó gran cantidad de culturas autóctonas. Todas estas
culturas —colonizadas por España, Portugal e Inglaterra, principalmente— se conocen con
el nombre de precolombinas, y se puede decir que desaparecieron casi totalmente bajo el
poder de los imperios europeos. Las dos grandes áreas donde se desarrollaron las culturas
más fértiles de América fueron Mesoamérica —México, Honduras, Guatemala, Belice y El
Salvador— y el centro de los Andes —Perú, Bolivia y Ecuador. Por otra parte, las tribus
nómadas del norte de América no llegaron a realizar construcciones permanentes, aunque
algunas civilizaciones más cercanas a los focos culturales mesoamericanos, como los indios
mokis o pueblo de Sonora, Arizona y Nuevo México, construyeron con piedra y adobe.
Estos pueblos indígenas americanos iniciaron su declive hacia el año 1300 pero aún se
conservan restos de sus arquitecturas rupestres y de algunos poblados.

Arquitectura mesoamericana

Las dos tipologías más relevantes de la arquitectura desarrollada por las distintas
civilizaciones mesoamericanas fueron la pirámide y el juego de pelota. La pirámide
americana es diferente de la egipcia no sólo por su forma —escalonada y truncada en su
parte superior—, sino también por su función, que es la de acoger un santuario o templo en
la meseta más elevada. Una práctica habitual era levantar las pirámides por capas, de forma
que se construía un edificio nuevo rodeando al antiguo cada 52 años, que era el ciclo
establecido para la renovación del mundo. El juego de pelota, que no era un deporte sino un
espectáculo ritual, solía estar relacionado con las pirámides y consistía en un espacio
amurallado de planta en doble T.

La cultura maya se extendía desde la península de Yucatán hasta Belice, Honduras y


Guatemala, y su periodo de mayor esplendor tuvo lugar entre los siglos IV y XI. Una de las
primeras grandes ciudades mayas es la de Tikal (Guatemala), de la que se conserva un
enorme recinto sagrado (siglos III-VIII) con numerosas pirámides. Sobre las plataformas de
estas pirámides se elevan los templos o santuarios, con un espacio interior cubierto por una
falsa bóveda típica de la arquitectura de esta civilización. Otro de los centros florecientes en
la época clásica fue Copán (Honduras), un centro de estudios astronómicos donde se
conserva la monumental Escalera de los jeroglíficos (siglos VII-VIII), así como uno de los
juegos de pelota más hermosos de la civilización maya. El Palenque (llamado así por los
españoles por ser un recinto amurallado) fue el centro de esta cultura en México y su
edificio más emblemático es el templo de las Inscripciones (siglos VII-VIII), situado sobre
una pirámide que, en este caso, contiene una cámara sepulcral. Ya en el primer milenio de
la era cristiana, el guerrero Kukulcán fundó la ciudad de Chichén Itzá sobre la llanura de
Yucatán. La arquitectura de esta ciudad tiene una enorme influencia de la zona que está al
norte de la capital mexicana, como muestran el templo de los Guerreros (siglos XI-XII) y la
pirámide del Castillo (siglos XI-XII), que siguen los modelos toltecas de la ciudad de Tula.
Otros edificios emblemáticos de Chichén Itzá son el Caracol (un observatorio astronómico
al que se accede a través de una escalera de caracol) y el famoso Juego de Pelota,
flanqueado por unos muros monumentales que están ricamente esculpidos. También en la
península de Yucatán se encuentra Uxmal, cuyo hermoso palacio del Gobernador (siglos X-
XI), erigido sobre una meseta artificial, muestra la maestría compositiva que se alcanzó en
la etapa final del arte clásico maya. VéaseArte y arquitectura mayas.

La llamada cultura de La Venta (800-400 a.C.), probablemente relacionada con el pueblo


olmeca, parece haber sido una de las primeras y también la más influyente de todo el
continente americano. Su efecto se aprecia en las edificaciones de Monte Albán (siglos VI-
IX), una acrópolis zapoteca sobre la ciudad de Oaxaca, o en el palacio de las Columnas
(siglo XV) de Mitla, también en Oaxaca, con sus espectaculares muros recubiertos de
mosaicos. Otra de las civilizaciones mesoamericanas interesantes es la de El Tajín, que ha
legado su Gran Pirámide (siglo VII) de nichos tallados sobre las paredes verticales. Sin
embargo, la gran cultura clásica del centro de México fue Teotihuacán, situada sobre la
llanura noroeste de México-Tenochitlán. Su obra más fabulosa es la gran pirámide del Sol
(siglo II a.C.), un edificio de 72 m de altura y 240 metros cuadrados de extensión, cuyo
conjunto completan la pirámide de la Luna y un área en terraplenes conocida como La
Ciudadela. Hacia el siglo IX, la cultura teotihuacana sucumbió al empuje del pueblo tolteca
que introdujo el culto a la serpiente emplumada Quetzalcóatl, una imagen que representan a
menudo en los bajorrelieves de sus templos. La capital tolteca era Tula, donde se conserva
la pirámide del templo de la Estrella de la Mañana (c. 900), construida en cinco niveles de
2 m de altura. Un centro que ejemplifica la transición de la época clásica a la tolteca es
Xochicalco (casa de las flores), en el actual estado de Morelos, México; su magnífico
templo de Quetzalcóatl está adornado con bajorrelieves y glifos. Por su parte, Tula fue
destruida en el siglo XII por los chichimecas, que heredaron las tradiciones artísticas
teotihuacanas y toltecas, y construyeron la pirámide de Tenayuca (siglos XIV-XV) en cinco
capas superpuestas correspondientes a los ciclos de 52 años. La arquitectura de los
chichimecas puede dar una idea de la que produjeron los aztecas, que fundaron la Gran
Tenochitlán en 1325. En las excavaciones del templo Mayor, en pleno centro de la ciudad
de México, se ha descubierto una interesante infraestructura que permitió levantar el centro
ceremonial y político más importante de Mesoamérica en medio de un lago. VéaseArte y
arquitectura de Teotihuacán; Arte olmeca.

Arquitectura centroandina

A mediados del siglo XIV el Imperio inca consiguió dominar al resto de las culturas
andinas, entre las que destacaron las de Chavín, Mochica, Paracas, Nazca, Chimú, Huari y
Tiahuanaco.

Entre las mejores obras realizadas por culturas preincaicas destacan el templo escalonado
de Chavín de Huantar, donde se aprecian afinidades con la cultura de La Venta, en México;
la Huaca del Sol en Moche, una pirámide escalonada de ladrillos secados al sol; la Puerta
del Sol (c. 500) en Tiahuanaco, una puerta monolítica situada en un lugar sagrado similar al
de Chavín de Huantar; la Huaca del Dragón (siglos XIV-XV) en Chan Chan (capital chimú
cercana a la actual Trujillo), construida en adobe como la mayoría de la arquitectura de la
zona costera, y las chulpas, unas pequeñas torres funerarias de base circular que aparecen
en la cuenca del lago Titicaca.

Los incas se establecieron en Cuzco hacia el año 1200 y desde allí comenzaron su
expansión comenzando por los quechuas. Su arquitectura enlaza con las tradiciones de
Chavín y Tiahuanaco, como muestran las construcciones halladas en la fortaleza de Machu
Picchu, situada a una altura de 2.400 m bajo las faldas del Urubamba. Una de las
características más originales de la primitiva arquitectura inca es el ensamblaje a hueso de
piedras ciclópeas, especialmente para la erección de murallas como en Sacsayhuamán
(siglo XIII), la fortaleza de Cuzco o en los seis monolitos graníticos que cierran el templo
de los Muertos de Ollantaytambo (c. 1400), sobre el valle del Urubamba. La evolución del
Imperio supuso el perfeccionamiento en el tallado de la piedra, como se aprecia en las
construcciones del Monte Dorado o Choquequilla (siglo XV), en el valle cercano a Cuzco
de Huaracondo. VéaseArte y arquitectura precolombinas; Arte inca.

Arquitectura occidental

La cultura que hoy conocemos como occidental tuvo su origen en una serie de pueblos de la
zona oriental del mar Mediterráneo, que, con el devenir de la historia, fueron ampliando su
influencia hasta abarcar toda la costa de este mar. Más tarde fueron los grandes imperios,
como el romano o el macedónico, los encargados de extender su dominio por el mundo
conocido. La invasión de los pueblos bárbaros no hizo sino afianzar la cultura heredada,
que a partir de entonces se conoce como clásica, y se convierte en un canon o modelo a
seguir. Los imperios coloniales han ido imponiendo sus criterios al resto de los pueblos
hasta nuestros días; en la actualidad, la cultura occidental se extiende por todo el planeta,
aunque en cada zona haya un cierto grado de mestizaje con las culturas autóctonas.

En la evolución del mundo occidental hay una gran cantidad de caminos paralelos en
distintas zonas geográficas. Durante la edad media, tres imperios desarrollan
simultáneamente lo que podríamos conocer como cultura clásica: el bizantino en el
Mediterráneo oriental, el islámico (con diferentes centros de poder en Asia, África y el sur
de Europa) y el carolingio en el centro de Europa. Por otra parte, dos de las religiones más
extendidas del mundo comparten su pertenencia a esta cultura genérica: el cristianismo y el
islam. Ambas tienen un origen común en la religión judía y comparten la necesidad de
apostolado, lo cual ha favorecido su expansión colonial.

Mesopotamia

Esta región, que coincide en su mayor parte con el actual Irak, estaba comprendida entre los
ríos Tigris y Éufrates. La ciudad asiria de Jorsabad, construida con ladrillos y adobe durante
el reinado de Sargón II (722-705 a.C.), se descubrió en 1842, y gracias a las excavaciones
realizadas desde entonces se conoce la mayor parte de su planta. Este descubrimiento
supuso una base sólida para el estudio de la arquitectura de Mesopotamia porque las
antiguas ciudades de Babilonia y Ur no se excavaron hasta finales del siglo XIX.

En la antigua arquitectura persa se observa la influencia de los griegos, con quienes los
persas mantuvieron una serie de enfrentamientos (las Guerras Médicas) en el siglo V a.C.
De esta época se ha conservado el gran recinto real de Persépolis (518-460 a.C.), construido
por Darío el Grande, y un gran número de tumbas excavadas en la roca, todas al norte de
Shiraz, en el actual Irán.

Egipto

 
La cultura urbana también fue próspera desde los primeros tiempos del antiguo Egipto. La
estabilidad política de este gran Estado se instauró por medio de una oligarquía defensora
de las tradiciones. Sólo así, en un sistema político donde el poder se concentraba en torno al
faraón y sus sumos sacerdotes, y en una región rica en materiales pétreos (granito, piedras
areniscas y calizas), pudo llevarse a cabo la construcción de los monumentos más
impresionantes del mundo antiguo.

La obsesión de los gobernantes egipcios era edificar su propia tumba, más espléndida que
la de su predecesor. Antes de la IV Dinastía (que comienza c. 2680 a.C.), los
enterramientos de los reyes de Egipto se distinguían por medio de una mastaba, una
construcción maciza de ladrillo, de planta rectangular con los muros en talud. Ésta
evolucionó hacia la pirámide escalonada y más tarde hasta la definitiva pirámide de caras
planas. Las pirámides mayores y mejor conservadas están en el conjunto de Gizeh, cerca de
El Cairo; entre ellas destacan la de Keops (construida c. 2570 a.C.) y la de Kefrén
(c. 2530 a.C.). Estos inmensos monumentos son la muestra del enorme poder que los
faraones ejercían sobre sus súbditos, así como de la fascinación de los arquitectos egipcios
por las formas geométricas. Por otra parte, el mismo gusto por la perfección de la forma
abstracta reaparece frecuentemente a través de la historia.

Los egipcios edificaron templos no como lugar de oración, sino para exhibir los ritos que
cumplían los que ocupaban el poder y excluir al resto de los mortales. Para ello
construyeron los templos dentro de recintos amurallados, con grandes vestíbulos repletos de
columnas (salas hipóstilas) que convierten el espacio exterior en interior, dado que a cierta
distancia sólo se puede ver una masa cerrada de piedra. Una sucesión lineal de espacios
conducía hasta los recintos más sagrados. Así nació el concepto de eje, que en los templos
egipcios se extendía hacia el exterior a través de avenidas de esfinges, dispuestas para
acrecentar el espectáculo procesional de los participantes. En estas construcciones se inicia
el empleo monumental del sistema adintelado, con gruesas columnas muy próximas entre
sí, sosteniendo pesados dinteles.

Los templos mejor conocidos de Egipto están en la zona del Nilo medio, cerca de la antigua
capital, Tebas. Aquí se encuentran los templos de Luxor, Karnak y Dayr al-Bahari (siglos
XV-XII a.C.), y Edfú (siglo III a.C.). VéaseArte y arquitectura de Egipto; Templo.

Arquitectura creto-micénica

La arquitectura que se desarrolló en el territorio continental de la antigua Grecia y en las


islas del mar Egeo pertenece a una serie de culturas griegas, que precedieron a la llegada
(c. 1000 a.C.) de los pueblos jónicos y dóricos. La cultura minoica floreció en la isla de
Creta (entre los años 3000-1200 a.C.); su principal legado es el palacio laberíntico de
Minos en Cnosos, cerca de la actual Iraklion. En el Peloponeso, cerca de Argos, están los
palacios-fortaleza de Micenas y Tirinto, y en Asia Menor la ciudad de Troya —excavada en
su totalidad por el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann en el último cuarto del siglo
XIX. Micenas y Tirinto se consideran dos importantes muestras de la civilización aquea,
referente de los poemas épicos de Homero, La Odisea y La Iliada. VéaseCivilización del
Egeo.
Arquitectura griega

La tipología del templo griego se compone de un santuario y el perímetro de columnas que


lo rodean y articulan el espacio exterior. En este sentido es el modelo opuesto del templo
egipcio, cuyas columnas están dispuestas dentro de un recinto amurallado. La originalidad
de esta tipología reside en que, quizás por primera vez en la historia, se da prioridad al
aspecto externo de un edificio que contiene un espacio sagrado. La arquitectura griega no
abruma al observador con una excesiva monumentalidad y rara vez está dispuesta
simétricamente a lo largo de un eje, sino que busca las relaciones espaciales sutiles, desde
diferentes puntos de vista. Los templos griegos, que siguen aproximadamente el mismo
plan, tienen tamaños muy diversos: desde el pequeño templo de Atenea Niké (427-
424 a.C.) en la Acrópolis de Atenas, de aproximadamente 6 × 9 m, hasta el gigantesco
templo de Zeus u Olimpeión (c. 500 a.C.) en Agrigento (Magna Grecia, actual Sicilia), que
ocupa más de una hectárea.

El modelo primitivo de templo se fue modificando a lo largo de los siglos. La preocupación


por el aspecto exterior y sus relaciones con el espacio circundante llevó a los arquitectos
griegos a una carrera hacia la perfección. Fruto de este empeño son los órdenes
arquitectónicos, que consisten en una serie de reglas sobre la proporción y la articulación de
las partes del edificio, especialmente de las columnas. Hoy día se siguen llamando de igual
forma, e incluso se siguen utilizando como modelos canónicos. En ellos se regula la
disposición del estilobato o plinto, la basa, el fuste, capitel, arquitrabe, friso, cornisa y
frontón, cada uno de los cuales ejerce o simboliza alguna función estructural.

Órdenes griegos

Dos de los tres órdenes griegos se extendieron más o menos simultáneamente. El orden
dórico era predominante en el Ática y en la Magna Grecia. Es el más sobrio de todos los
órdenes clásicos, pues sus columnas carecen de basa, y todos sus elementos decorativos
representan alguna función estructural. Una de las obras maestras de la arquitectura de
todos los tiempos está compuesta según el orden dórico; se trata del Partenón (448-
432 a.C.), situado en la parte central de la Acrópolis de Atenas.

El orden jónico se originó en las ciudades del mar Egeo y Asia Menor, más influidas por el
arte egipcio y oriental. La columna jónica se caracteriza porque el capitel está adornado por
dos volutas en sus extremos, el fuste es más estilizado y con estrías más suaves que las del
orden dórico, y se apoya sobre una basa compuesta por partes cóncavas y convexas. Se han
conservado pocos ejemplos de la época arcaica, pero entre ellos destacan el Erecteion
(comenzado en el año 421 a.C.) y los Propileos (comenzados en el 437 a.C.), ambos en la
Acrópolis de Atenas.

El orden corintio es un invento ateniense, probablemente del siglo V a.C., pero su uso se
generalizó más tarde. Su característica fundamental son los capiteles decorados con hojas
de acanto; además, su fuste es aún más delgado que el jónico. Tiene la ventaja frente a éste
de no tener ninguna dirección principal, lo cual facilita su disposición en las esquinas.
El final de las Guerras Médicas (466 a.C.) supuso la reconstrucción de numerosas ciudades
griegas que habían sido arrasadas por los persas. Se abría así la posibilidad de investigar
nuevas formas de planeamiento urbanístico, una nueva ciencia cuya figura principal es
Hipodamo de Mileto, autor de los nuevos planos de Mileto (Asia Menor) y El Pireo (el
puerto de Atenas), entre otras ciudades. Su principal aporte es el trazado en parrilla,
también llamado hipodámico en su honor; igualmente, se le atribuye la idea de que el plano
de la ciudad ha de simbolizar el orden social, con un centro representativo donde situar los
edificios más señalados, en relación con los espacios públicos abiertos. El ágora griega
(plaza pública, o lugar de reunión de los ciudadanos) podía incluir un templo, una especie
de ayuntamiento o cámara de representantes (bouleuterion), un teatro, gimnasios y otros
edificios de carácter público; en ocasiones quedaba contenida en un recinto de columnas.
En la arquitectura doméstica, el megaron micénico (una especie de vestíbulo central)
evolucionó hasta convertirse en una casa familiar donde las habitaciones tenían su acceso a
través de un pequeño patio llamado atrio. Esta disposición se extendió por Italia, España y
el norte de África, donde derivó hacia distintas tipologías de vivienda mediterránea.
VéaseArte y arquitectura de Grecia; Vivienda (arquitectura).

Arquitectura romana

La arquitectura romana tomó el relevo de la griega, pero sus resultados fueron muy
distintos. En primer lugar, contrariamente al débil concepto de nación que generaban las
alianzas entre ciudades-estado griegas, Roma llegó a ser un imperio poderoso y bien
organizado, que colonizó con su política, su lengua y su arte todo el mundo mediterráneo,
llegando por el noroeste hasta las islas Británicas y por el sureste hasta la península de
Arabia. Los romanos llevaron a cabo grandes obras de ingeniería como calzadas, canales,
puentes y acueductos. Sus avances en el arte de la edificación fueron incontables y en sus
obras utilizaron toda clase de materiales constructivos como ladrillos, argamasa, piedra,
mármoles y mosaicos.

El uso del arco y la bóveda introdujo en el vocabulario clásico las formas curvilíneas; los
muros curvos producían un espacio semicircular, llamado exedra o ábside, ideal para
concluir un eje. Los elementos cilíndricos y esféricos llegaron a ser característicos de la
arquitectura romana, adecuados para cubrir los inmensos espacios propios de la escala
imperial.

La cúpula

La bóveda de cañón presenta una sección semicircular y se caracteriza porque sólo puede
cubrir una luz limitada, debido a los enormes empujes laterales que ejerce. Para solucionar
esto, los romanos inventaron dos sistemas alternativos; el primero es la cúpula, que se
puede considerar como una bóveda de desarrollo circular, mucho más estable que las
bóvedas de cañón, pero también limitada por los empujes laterales que ejerce sobre la
estructura portante y por su propio peso, que tiende a romperla por la parte central, en la
zona conocida como los riñones. A pesar de ello, los romanos consiguieron construir
cúpulas enormes, como la del Panteón de Roma, un edificio de planta circular construido en
la época del emperador Adriano, en cuyo interior se puede inscribir una esfera de 43 m. Su
arquitecto, Apolodoro de Damasco, cubrió el espacio con una enorme cúpula masiva
compuesta por anillos de materiales más ligeros a medida que se asciende, y abrió en el
centro un óculo de 9 m de diámetro que desempeña la función de anillo de compresión.
Esta gigantesca estructura se apoya sobre un muro perimetral de 6 m de ancho, horadado de
tal forma que la estructura portante la componen realmente ocho enormes machones. En
cualquier caso, el mayor problema de las cúpulas es que contienen un espacio único y no se
pueden combinar fácilmente entre sí para cubrir un espacio articulado.

La bóveda de arista

La segunda gran invención romana es la bóveda de arista, formada por la intersección de


dos bóvedas de cañón idénticas. Las líneas que configuran esta intersección son dos medias
elipses, que unen los vértices opuestos del cuadrado de la planta. Gracias a las direcciones
ortogonales de curvatura se produce un efecto estructural, basado en que cada una de las
bóvedas de cañón contrarresta el empuje de la otra. Además, la bóveda de arista presenta
otras ventajas, como es que se puede apoyar sobre cuatro pilares (dispuestos de tal forma
que absorban los empujes de la bóveda, que les llegan a 45º), dejando cuatro caras libres
para emplazar vanos o para seguir añadiendo espacios abovedados.

En las grandes termas y basílicas romanas, estas últimas dedicadas a la administración de


justicia, la sucesión de crujías cuadradas cubiertas por bóvedas de aristas proporcionaba
enormes salas, iluminadas por claraboyas situadas en lo alto de los muros laterales, bajo las
bóvedas.

Nuevas tipologías arquitectónicas

Los romanos también inventaron nuevas tipologías arquitectónicas, entre las que destacan
el arco triunfal, el anfiteatro y el circo. Además, continuaron la evolución de los modelos
tradicionales griegos como el estadio, el templo o el teatro. En cuanto a la vivienda,
desarrollaron tres modalidades: la insulae o casa de vecinos, propia de las grandes ciudades
como Roma (que llegó a tener una población de 1,5 millones de habitantes), la domus o
vivienda unifamiliar y la villa o casa de campo de las clases más acomodadas. La casa
romana es una transformación de la griega y su característica fundamental es que se cierra
totalmente al exterior para abrirse a un atrio descubierto, en torno al cual se organizan las
habitaciones. Un gran número de excelentes ejemplos de casas y villas romanas se han
conservado en Pompeya y Herculano, las dos grandes ciudades que quedaron sepultadas
por la erupción del Vesubio en el año 79 de nuestra era.

El gusto romano por los grandes planes urbanísticos se pone de manifiesto en la ciudad de
Roma, donde cada emperador enriquecía o construía un nuevo foro con su basílica, templo
y demás elementos. El foro, cuyos ejemplos arcaicos se limitaban a una sucesión caótica de
edificios y monumentos, llegó a alcanzar un orden y una complejidad únicos en el foro de
Trajano, dispuesto a lo largo de un eje que incluso contenía, adosado a uno de sus laterales,
el mercado de la ciudad. Uno de los complejos palaciegos más impresionantes es el de Villa
Adriana en Tívoli (entre los años 118-134 a.C.), que se extiende a lo largo de un enorme
territorio jalonado por estadios, teatros, termas, ninfeos, peristilos y estanques.
Los órdenes griegos (dórico, jónico y corintio) fueron utilizados por los romanos, que
además añadieron otros dos: el toscano, de aspecto más austero que el dórico por la
ausencia de estrías en sus columnas; y el compuesto, cuyos capiteles se caracterizan por
mezclar las hojas de acanto con los adornos de volutas en sus extremos. Los romanos
usaron los órdenes con más frivolidad que los griegos, a menudo como pura decoración
para los interiores, y olvidando el sentido y la sutileza del sistema adintelado. Pero también
completaron la sintaxis de los órdenes, utilizando columnas adosadas a los muros,
combinándolas con arcos y pilastras, entre otros ejemplos. Una de las combinaciones más
características es la del Coliseo de Roma, donde se fijaron para la posteridad las reglas de
uso de columnas, pilastras, arcos y dinteles conjuntamente.

Arquitectura paleocristiana

En el año 313 el emperador romano Constantino I el Grande promulga el Edicto de Milán,


por el cual se establece en todo el Imperio la libertad religiosa y se inicia un proceso que
culminará con la declaración del cristianismo como religión oficial. Hasta este momento, el
Imperio romano había reprimido, en ocasiones con gran dureza, esta religión de origen
oriental que rechazaba el culto al emperador y a los dioses clásicos, y se iba extendiendo
paulatinamente por todos los rincones del mundo romanizado.

La arquitectura cristiana de los primeros tiempos se limita a las viviendas privadas de


grandes dimensiones que acogían las reuniones de los fieles, casi siempre escondidas de la
mirada pública, como la que se ha descubierto en Dura-Europos (siglo III), que ya presenta
una serie de espacios jerarquizados de acuerdo con su uso ceremonial. Sin embargo, este
tipo de arquitectura no podía satisfacer las necesidades simbólicas de la Iglesia, que a partir
del Edicto de Milán sale de las sombras y adopta en sus templos una tipología romana: la
basílica. Este edificio se compone de un número impar de naves longitudinales (3 o 5),
separadas por filas de columnas, y la nave central es notablemente más ancha y alta. La
diferencia de alturas entre las crujías permite abrir ventanas en la parte superior de los
muros, llamadas claraboyas. Al final de la nave se dispone el altar, rodeado de un gran
ábside o exedra (también heredado del modelo romano), en donde el sacerdote oficia la
ceremonia. Una de las pocas características que difieren del modelo romano es la
sustitución de la bóveda (que no se volvió a emplear hasta aproximadamente el año 1000)
por una cubierta de madera a dos aguas, más ligera y por tanto con menores exigencias
estructurales. El espacio de la basílica resultaba perfecto por su carácter direccional,
jerárquico y claramente articulado, con la ventaja adicional de no haber sido utilizado por
ningún otro culto religioso. En Roma aún se conservan algunas de estas iglesias que evocan
el espíritu de la arquitectura paleocristiana: son las de Santa María la Mayor (422-430), de
tres naves separadas por columnas jónicas que sostienen un arquitrabe recto, y Santa Sabina
(422-432), cuyas columnas corintias sostienen una sucesión de arcos de medio punto
peraltados.

Arquitectura bizantina

 
 

En el año 330 el emperador Constantino I el Grande funda la ciudad de Constantinopla


(actual Estambul), donde traslada la corte imperial, iniciando así una ruptura en el seno del
Imperio romano. A la muerte del emperador Teodosio —que en el año 391 había declarado
al cristianismo religión oficial—, el Imperio se divide definitivamente en dos partes, el
Imperio de Occidente y el Imperio de Oriente, que será conocido como Bizancio.

La arquitectura bizantina tomó como modelo la iglesia de planta central (o cruz griega), en
la cual el espacio se organiza en torno a una cúpula central. Uno de los grandes avances de
la composición espacial bizantina consistió en cubrir mediante una cúpula semiesférica (o
de media naranja) un espacio de planta cuadrada, consiguiendo así la posibilidad de
articular una sucesión de crujías cubiertas con cúpulas. Para ello se intercalan entre los
apoyos y la cubierta cuatro triángulos curvos llamados pechinas; estas pechinas parten de
los vértices de cuadrado y se unen en la parte superior formando un anillo sobre el que
descansa la cúpula. Geométricamente se pueden definir como fragmentos triangulares de
una esfera de diámetro igual a la diagonal del cuadrado de la planta y que pasa por los
cuatro vértices de éste. Entre los ejemplos más notables de cúpulas sobre pechinas destaca
la de la basílica de Santa Sofía en Constantinopla (532-537), construida durante el mandato
del emperador Justiniano I. En este periodo se construyeron los ejemplos más relevantes de
arquitectura bizantina, tanto en Constantinopla como en la ciudad italiana de Ravena, que
después de pertenecer a los ostrogodos fue reconquistada por Bizancio. La iglesia de San
Sergio y San Baco (527) en Constantinopla y la de San Vital (526-547) en Ravena
reproducen el mismo modelo de planta octogonal cubierta por una cúpula y rodeada por
una nave circundante. Entretanto, otras dos importantes iglesias de Ravena, San Apolinar
Nuevo (c. 520) y San Apolinar in Classe (c. 530-549) mantienen la tipología basilical de
origen paleocristiano.

La iglesia de Santa Sofía (o de la Santa Sabiduría), concebida por los arquitectos Antemio
de Tralles e Isidoro de Mileto, consta de una gran cúpula central que se extiende por el eje
longitudinal siguiendo las dos exedras de los ábsides, cada una de ellas abierta a otras tres
exedras menores. De este modo se consigue que los empujes de la bóveda se trasmitan, en
dirección longitudinal, a las bóvedas de horno que cubren las exedras, hasta llegar
debilitados a los contrafuertes exteriores. El conjunto configura un espacio oval de 31 por
80 m, en el que la cubierta central se impone sobre el resto de superficies esféricas, y al que
llega luz difusa a través de un anillo de pequeños orificios situados en la base de la cúpula.

El arte figurativo bizantino desarrolló un estilo característico; su aplicación a la arquitectura


se concreta en los mosaicos, grandes composiciones murales ejecutadas a partir de
pequeñas piezas de mármol de colores o pasta vidriada (llamadas teselas). Ésta es una
técnica heredada directamente de los mosaicos romanos, con la peculiaridad de que en
Roma se utilizaba únicamente en espacios domésticos.

Las iglesias bizantinas siguieron posteriormente el modelo de Santa Sofía a pequeña escala,
con una cúpula central que descarga sobre ábsides y otras superficies abovedadas
dispuestas a su alrededor. Estas iglesias proliferaron a lo largo del vasto Imperio bizantino
—Grecia, los Balcanes, Asia Menor y parte del norte de África y de Italia—, e influyeron
en numerosos proyectos del mundo cristiano occidental. Los modelos más tardíos tienden a
minimizar el modelo original, con cúpulas cada vez menores que enfatizan el espacio
vertical. En la catedral de San Basilio en Moscú (1500-1560), así como en otras iglesias
ortodoxas rusas, la cúpula bizantina se convierte en una cúpula bulbiforme, una forma
decorativa que por otra parte no se manifiesta en el espacio interior. VéaseArte y
arquitectura bizantinas.

También podría gustarte