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Arquitectura Paleocristiana
El Imperio romano entró en decadencia con la llegada del cristianismo. En un principio
los cristianos eran perseguidos, utilizaron la simbología para reconocerse. Antes del
Edicto de Milán, que permitía la tolerancia al cristianismo, se reunían en las
catacumbas. Después utilizaron la basílica, de origen romano. La finalidad de esta
arquitectura era religiosa, para la reunión cristiana.
Las catacumbas están formadas por galerías subterráneas, que parecen verdaderos
laberintos y que en conjunto alcanzan a medir muchos kilómetros. Era tarea exclusiva
de los "fossores" (excavadores). Los lucernarios eran conductos de ventilación e
iluminación.
Los diferentes tipos de enterramientos que se encontraban en las catacumbas:
Lóculos: de diferentes dimensiones, capaces de albergar un solo cadáver, aunque no
era raro que contuviesen dos o más.
Sarcófago: sepulcro de piedra o de mármol, ordinariamente adornado con esculturas
en relieve o con inscripciones.
Cubículo: (el término significa "cuartos de dormir") eran pequeñas piezas, verdaderas
tumbas de familia, con capacidad para varios lóculos.
Arcosolio: tumba típica de los siglos III y IV, es un nicho mucho más grande con un
arco encima. La lápida de mármol se ponía horizontalmente. Generalmente el arcosolio
servía de tumba a toda una familia. Similar al cubículo, pero con un arco sobrepuesto.
Cripta: espacio o pieza más grande. Tumbas de mártires se transformaron en criptas,
es decir, en pequeñas iglesias subterráneas, embellecidas con pinturas, mosaicos y
otros tipos de decoración.
Algunos ejemplos de las catacumbas: San Calixto, Priscila, San Sebastián.
Por otro lado, las basílicas son construcciones de forma rectangular que están divididas
en naves, separadas entre sí por filas de columnas que sostienen una techumbre de
dos aguas. Conformada por: presbiterio, naves, nártex, atrio. Su excesiva
ornamentación interior contrasta con el sobrio exterior.
Ejemplos: Primitiva basílica de San Pedro, Roma 326-330 d.C.; Basílica de Santa
Sabina (Roma, siglo V, aprox. 432-442) que mantiene todavía su tipología; Mausoleo
de Santa Constanza (S.IV, 350 d.C.) para la hija del emperador Constantino; Mausoleo
de Gala Placidia (hija del emperador Teodosio I), Ravena (425-430 s.V). Los dos
últimos de planta centralizada.
HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
(ENCARTA)
Materiales de construcción
Construcción
Cuando los materiales se disponen en vertical y todas las cargas trabajan a compresión, la
estructura es bastante estable, como en el caso de los muros. El mayor problema aparece al
cubrir un espacio creado entre dos muros. Las dos soluciones básicas son el sistema
adintelado (compuesto por columnas, pilares y dinteles o vigas) y el sistema abovedado (a
base de pilares, muros, arcos y bóvedas o sus derivadas, las cúpulas). En el sistema
adintelado, los dinteles o las vigas se colocan en horizontal, apoyados sobre pilares y
columnas; a su vez, encima de las vigas descansan otras estructuras (cubiertas y forjados,
entre otras) que reciben al tejado o sirven de base para el suelo del piso siguiente. En el
sistema abovedado, por el contrario, los elementos estructurales son curvos en lugar de
rectos. El muro se abre mediante arcadas, formadas por hileras de arcos sobre pilares o
columnas; para la cubierta se emplea la bóveda de cañón, que se genera por la proyección
horizontal de un arco; y si es necesario cubrir grandes espacios de simetría central se utiliza
la cúpula semiesférica o de media naranja, creada a partir de la rotación de un arco sobre su
centro.
El sistema adintelado se puede llevar a cabo con numerosos materiales, pero las piezas
horizontales han de trabajar a flexión, es decir, deben absorber esfuerzos de compresión en
la parte superior y de tracción en la inferior. Las vigas, por tanto, suelen ser de madera,
hierro u hormigón armado. Los materiales pétreos (naturales o artificiales) son poco
apropiados, puesto que resisten mal las tensiones de tracción; para utilizarlos como
elementos horizontales han de tener un canto y un peso mucho mayores. En los arcos y
bóvedas, sin embargo, todos los elementos trabajan a compresión, de modo que siguiendo
este sistema se pueden cubrir grandes espacios con piedra, ladrillo, argamasa u hormigón.
Las bóvedas, en cualquier caso, generan una serie de tensiones laterales que deben ser
contrarrestadas con estribos o contrafuertes.
Otros elementos importantes en los sistemas de cubiertas son las estructuras (de madera u
otros materiales), que sirven para salvar mayores luces estructurales con un peso mucho
menor que el de una viga convencional. Las estructuras pueden ser de madera (llamadas
también cuchillos), o de acero (en forma de perfiles abiertos o tubos), que se conocen con el
nombre de cerchas. Pueden tomar cualquier forma, ya que se basan en la subdivisión de la
estructura en triángulos. Esta figura elemental, compuesta por la unión de tres segmentos
unidos por sus extremos, puede extenderse hasta el infinito por el principio de la
triangulación. Para fabricarla, basta con atar mediante una viga riostra otras dos vigas
dispuestas en ángulo. Cada uno de estos triángulos está sometido a sus propios esfuerzos de
tracción y compresión. En el siglo XVIII, los matemáticos aprendieron a aplicar sus
conocimientos al estudio de las estructuras, haciendo posible calcular las tensiones exactas
que se producen en cualquier situación. Así se inició el desarrollo de las armaduras
espaciales, que pueden ser simples cerchas planas o complejos entramados reticulares
tridimensionales.
Durante el siglo XIX, la ingeniería acomete una gran cantidad de obras de gran tamaño,
como puentes, diques y túneles. Para ello se hace imprescindible un avance científico en la
edificación, como el cálculo de estructuras o la resistencia de materiales. En la actualidad se
pueden cubrir espacios mediante estructuras colgantes que trabajan a tracción (al contrario
de las bóvedas, donde todos los elementos trabajan a compresión), o con estructuras
neumáticas, cuyas superficies se sustentan por medio de aire a presión. Los cálculos se
hacen particularmente complejos cuando se trata de estructuras elevadas, debido a que la
presión del viento o el riesgo de movimientos sísmicos pasan a ser factores más importantes
que la propia gravedad.
La arquitectura también debe ocuparse del equipamiento interno de los edificios y sus
instalaciones. En las últimas décadas se han inventado complejos sistemas de
acondicionamiento, instalaciones eléctricas y sanitarias, prevención de incendios,
iluminación artificial, elementos de circulación (como pasillos, escaleras mecánicas o
ascensores hidráulicos). Desde hace poco tiempo se puede utilizar la informática para
controlar todos estos sistemas, dando lugar a lo que se conoce como edificio inteligente.
Todo esto ha supuesto un incremento de las expectativas de bienestar, pero también de los
costes de la construcción.
A través de la historia se reconocen una serie de leitmotiv que han generado diferentes
tipologías constructivas. Así, las obras más conmovedoras de la arquitectura —templos,
iglesias, catedrales y mezquitas— nacen de motivaciones religiosas, y sirven para crear un
lugar propicio al diálogo con Dios, o bien para adoctrinar a los fieles, o para que éstos
celebren sus rituales sagrados. Otro de los móviles ha sido el sentimiento de seguridad: las
estructuras más duraderas se construían como elementos defensivos, como las murallas o
los castillos.
Uno de los motivos que más ha impulsado a la arquitectura a lo largo de la historia ha sido
el deseo de ostentación: edificios que sean el orgullo de un pueblo, que reflejen el estatus
personal o colectivo, o palacios para reyes y emperadores, construidos como símbolos de su
poder. En general, las clases privilegiadas siempre han sido mecenas de arquitectos, artistas
o artesanos, y sus encargos se han convertido, a veces, en el mejor legado artístico de su
época. En la actualidad, su labor la desempeñan las grandes multinacionales, los gobiernos
y las universidades, que llevan a cabo su función de una forma menos personalista.
Los orígenes de la arquitectura se pierden junto con los del ser humano y sólo se conocen
por las escasas huellas que resisten el paso del tiempo. Sin embargo, es indudable que en la
prehistoria el hombre empleó las artes constructivas no sólo con fines funcionales, sino
también simbólicos. Prueba de ello son los numerosos restos de monumentos funerarios,
cavernas artificiales o recintos conmemorativos. Utilizando de nuevo el paralelismo con la
historia de la humanidad, se podría considerar que la historia de la arquitectura se remonta a
los restos conservados del lenguaje arquitectónico, es decir, compositivo. Así, se puede
datar su inicio asociado al desarrollo de las primeras ciudades mesopotámicas.
Arquitectura oriental
India
Los templos hindúes se encuentran por toda la India, especialmente en el sur y el este,
donde el poder de los caudillos mogoles fue menor. El jainismo es un culto aún bastante
extendido y tiene su propia tradición en la construcción de templos, que sigue en vigor.
VéaseArte y arquitectura de la India.
Sureste asiático
En esta zona el templo budista se llama wat. El más conocido es el de Angkor Wat, en el
centro de Camboya, construido a principios del siglo XII (época en la que ya reinaba la
actual dinastía Khmer). Se trata de un conjunto arquitectónico de piedra tallada con
profusión, que alcanza una altura de 61 m y cuyo acceso está precedido por un puente
ceremonial de 183 m que cruza el foso circundante.
Las tradiciones arquitectónicas budistas, que a menudo tienen origen en China, son muy
evidentes en Myanmar (antes Birmania), Tailandia, Malasia, Java y Sri Lanka (antes
Ceilán). Los templos y santuarios del palacio real de Bangkok tienen menos de doscientos
años, lo que testifica la vitalidad cultural de esta arquitectura hace poco más de un siglo.
China y Japón
Entre las culturas japonesa y china se aprecian elementos comunes; sin embargo, sus
características generales son bastante diferentes. Concretamente la arquitectura de China es
muy diferente de la de Japón, tanto en la forma como en el espíritu que la alimenta.
Arquitectura de China
Arquitectura japonesa
Arquitectura precolombina
El 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón pisaba las tierras de América y se iniciaba así una
política de conquistas que destruyó gran cantidad de culturas autóctonas. Todas estas
culturas —colonizadas por España, Portugal e Inglaterra, principalmente— se conocen con
el nombre de precolombinas, y se puede decir que desaparecieron casi totalmente bajo el
poder de los imperios europeos. Las dos grandes áreas donde se desarrollaron las culturas
más fértiles de América fueron Mesoamérica —México, Honduras, Guatemala, Belice y El
Salvador— y el centro de los Andes —Perú, Bolivia y Ecuador. Por otra parte, las tribus
nómadas del norte de América no llegaron a realizar construcciones permanentes, aunque
algunas civilizaciones más cercanas a los focos culturales mesoamericanos, como los indios
mokis o pueblo de Sonora, Arizona y Nuevo México, construyeron con piedra y adobe.
Estos pueblos indígenas americanos iniciaron su declive hacia el año 1300 pero aún se
conservan restos de sus arquitecturas rupestres y de algunos poblados.
Arquitectura mesoamericana
Las dos tipologías más relevantes de la arquitectura desarrollada por las distintas
civilizaciones mesoamericanas fueron la pirámide y el juego de pelota. La pirámide
americana es diferente de la egipcia no sólo por su forma —escalonada y truncada en su
parte superior—, sino también por su función, que es la de acoger un santuario o templo en
la meseta más elevada. Una práctica habitual era levantar las pirámides por capas, de forma
que se construía un edificio nuevo rodeando al antiguo cada 52 años, que era el ciclo
establecido para la renovación del mundo. El juego de pelota, que no era un deporte sino un
espectáculo ritual, solía estar relacionado con las pirámides y consistía en un espacio
amurallado de planta en doble T.
Arquitectura centroandina
A mediados del siglo XIV el Imperio inca consiguió dominar al resto de las culturas
andinas, entre las que destacaron las de Chavín, Mochica, Paracas, Nazca, Chimú, Huari y
Tiahuanaco.
Entre las mejores obras realizadas por culturas preincaicas destacan el templo escalonado
de Chavín de Huantar, donde se aprecian afinidades con la cultura de La Venta, en México;
la Huaca del Sol en Moche, una pirámide escalonada de ladrillos secados al sol; la Puerta
del Sol (c. 500) en Tiahuanaco, una puerta monolítica situada en un lugar sagrado similar al
de Chavín de Huantar; la Huaca del Dragón (siglos XIV-XV) en Chan Chan (capital chimú
cercana a la actual Trujillo), construida en adobe como la mayoría de la arquitectura de la
zona costera, y las chulpas, unas pequeñas torres funerarias de base circular que aparecen
en la cuenca del lago Titicaca.
Los incas se establecieron en Cuzco hacia el año 1200 y desde allí comenzaron su
expansión comenzando por los quechuas. Su arquitectura enlaza con las tradiciones de
Chavín y Tiahuanaco, como muestran las construcciones halladas en la fortaleza de Machu
Picchu, situada a una altura de 2.400 m bajo las faldas del Urubamba. Una de las
características más originales de la primitiva arquitectura inca es el ensamblaje a hueso de
piedras ciclópeas, especialmente para la erección de murallas como en Sacsayhuamán
(siglo XIII), la fortaleza de Cuzco o en los seis monolitos graníticos que cierran el templo
de los Muertos de Ollantaytambo (c. 1400), sobre el valle del Urubamba. La evolución del
Imperio supuso el perfeccionamiento en el tallado de la piedra, como se aprecia en las
construcciones del Monte Dorado o Choquequilla (siglo XV), en el valle cercano a Cuzco
de Huaracondo. VéaseArte y arquitectura precolombinas; Arte inca.
Arquitectura occidental
La cultura que hoy conocemos como occidental tuvo su origen en una serie de pueblos de la
zona oriental del mar Mediterráneo, que, con el devenir de la historia, fueron ampliando su
influencia hasta abarcar toda la costa de este mar. Más tarde fueron los grandes imperios,
como el romano o el macedónico, los encargados de extender su dominio por el mundo
conocido. La invasión de los pueblos bárbaros no hizo sino afianzar la cultura heredada,
que a partir de entonces se conoce como clásica, y se convierte en un canon o modelo a
seguir. Los imperios coloniales han ido imponiendo sus criterios al resto de los pueblos
hasta nuestros días; en la actualidad, la cultura occidental se extiende por todo el planeta,
aunque en cada zona haya un cierto grado de mestizaje con las culturas autóctonas.
En la evolución del mundo occidental hay una gran cantidad de caminos paralelos en
distintas zonas geográficas. Durante la edad media, tres imperios desarrollan
simultáneamente lo que podríamos conocer como cultura clásica: el bizantino en el
Mediterráneo oriental, el islámico (con diferentes centros de poder en Asia, África y el sur
de Europa) y el carolingio en el centro de Europa. Por otra parte, dos de las religiones más
extendidas del mundo comparten su pertenencia a esta cultura genérica: el cristianismo y el
islam. Ambas tienen un origen común en la religión judía y comparten la necesidad de
apostolado, lo cual ha favorecido su expansión colonial.
Mesopotamia
Esta región, que coincide en su mayor parte con el actual Irak, estaba comprendida entre los
ríos Tigris y Éufrates. La ciudad asiria de Jorsabad, construida con ladrillos y adobe durante
el reinado de Sargón II (722-705 a.C.), se descubrió en 1842, y gracias a las excavaciones
realizadas desde entonces se conoce la mayor parte de su planta. Este descubrimiento
supuso una base sólida para el estudio de la arquitectura de Mesopotamia porque las
antiguas ciudades de Babilonia y Ur no se excavaron hasta finales del siglo XIX.
En la antigua arquitectura persa se observa la influencia de los griegos, con quienes los
persas mantuvieron una serie de enfrentamientos (las Guerras Médicas) en el siglo V a.C.
De esta época se ha conservado el gran recinto real de Persépolis (518-460 a.C.), construido
por Darío el Grande, y un gran número de tumbas excavadas en la roca, todas al norte de
Shiraz, en el actual Irán.
Egipto
La cultura urbana también fue próspera desde los primeros tiempos del antiguo Egipto. La
estabilidad política de este gran Estado se instauró por medio de una oligarquía defensora
de las tradiciones. Sólo así, en un sistema político donde el poder se concentraba en torno al
faraón y sus sumos sacerdotes, y en una región rica en materiales pétreos (granito, piedras
areniscas y calizas), pudo llevarse a cabo la construcción de los monumentos más
impresionantes del mundo antiguo.
La obsesión de los gobernantes egipcios era edificar su propia tumba, más espléndida que
la de su predecesor. Antes de la IV Dinastía (que comienza c. 2680 a.C.), los
enterramientos de los reyes de Egipto se distinguían por medio de una mastaba, una
construcción maciza de ladrillo, de planta rectangular con los muros en talud. Ésta
evolucionó hacia la pirámide escalonada y más tarde hasta la definitiva pirámide de caras
planas. Las pirámides mayores y mejor conservadas están en el conjunto de Gizeh, cerca de
El Cairo; entre ellas destacan la de Keops (construida c. 2570 a.C.) y la de Kefrén
(c. 2530 a.C.). Estos inmensos monumentos son la muestra del enorme poder que los
faraones ejercían sobre sus súbditos, así como de la fascinación de los arquitectos egipcios
por las formas geométricas. Por otra parte, el mismo gusto por la perfección de la forma
abstracta reaparece frecuentemente a través de la historia.
Los egipcios edificaron templos no como lugar de oración, sino para exhibir los ritos que
cumplían los que ocupaban el poder y excluir al resto de los mortales. Para ello
construyeron los templos dentro de recintos amurallados, con grandes vestíbulos repletos de
columnas (salas hipóstilas) que convierten el espacio exterior en interior, dado que a cierta
distancia sólo se puede ver una masa cerrada de piedra. Una sucesión lineal de espacios
conducía hasta los recintos más sagrados. Así nació el concepto de eje, que en los templos
egipcios se extendía hacia el exterior a través de avenidas de esfinges, dispuestas para
acrecentar el espectáculo procesional de los participantes. En estas construcciones se inicia
el empleo monumental del sistema adintelado, con gruesas columnas muy próximas entre
sí, sosteniendo pesados dinteles.
Los templos mejor conocidos de Egipto están en la zona del Nilo medio, cerca de la antigua
capital, Tebas. Aquí se encuentran los templos de Luxor, Karnak y Dayr al-Bahari (siglos
XV-XII a.C.), y Edfú (siglo III a.C.). VéaseArte y arquitectura de Egipto; Templo.
Arquitectura creto-micénica
Órdenes griegos
Dos de los tres órdenes griegos se extendieron más o menos simultáneamente. El orden
dórico era predominante en el Ática y en la Magna Grecia. Es el más sobrio de todos los
órdenes clásicos, pues sus columnas carecen de basa, y todos sus elementos decorativos
representan alguna función estructural. Una de las obras maestras de la arquitectura de
todos los tiempos está compuesta según el orden dórico; se trata del Partenón (448-
432 a.C.), situado en la parte central de la Acrópolis de Atenas.
El orden jónico se originó en las ciudades del mar Egeo y Asia Menor, más influidas por el
arte egipcio y oriental. La columna jónica se caracteriza porque el capitel está adornado por
dos volutas en sus extremos, el fuste es más estilizado y con estrías más suaves que las del
orden dórico, y se apoya sobre una basa compuesta por partes cóncavas y convexas. Se han
conservado pocos ejemplos de la época arcaica, pero entre ellos destacan el Erecteion
(comenzado en el año 421 a.C.) y los Propileos (comenzados en el 437 a.C.), ambos en la
Acrópolis de Atenas.
El orden corintio es un invento ateniense, probablemente del siglo V a.C., pero su uso se
generalizó más tarde. Su característica fundamental son los capiteles decorados con hojas
de acanto; además, su fuste es aún más delgado que el jónico. Tiene la ventaja frente a éste
de no tener ninguna dirección principal, lo cual facilita su disposición en las esquinas.
El final de las Guerras Médicas (466 a.C.) supuso la reconstrucción de numerosas ciudades
griegas que habían sido arrasadas por los persas. Se abría así la posibilidad de investigar
nuevas formas de planeamiento urbanístico, una nueva ciencia cuya figura principal es
Hipodamo de Mileto, autor de los nuevos planos de Mileto (Asia Menor) y El Pireo (el
puerto de Atenas), entre otras ciudades. Su principal aporte es el trazado en parrilla,
también llamado hipodámico en su honor; igualmente, se le atribuye la idea de que el plano
de la ciudad ha de simbolizar el orden social, con un centro representativo donde situar los
edificios más señalados, en relación con los espacios públicos abiertos. El ágora griega
(plaza pública, o lugar de reunión de los ciudadanos) podía incluir un templo, una especie
de ayuntamiento o cámara de representantes (bouleuterion), un teatro, gimnasios y otros
edificios de carácter público; en ocasiones quedaba contenida en un recinto de columnas.
En la arquitectura doméstica, el megaron micénico (una especie de vestíbulo central)
evolucionó hasta convertirse en una casa familiar donde las habitaciones tenían su acceso a
través de un pequeño patio llamado atrio. Esta disposición se extendió por Italia, España y
el norte de África, donde derivó hacia distintas tipologías de vivienda mediterránea.
VéaseArte y arquitectura de Grecia; Vivienda (arquitectura).
Arquitectura romana
La arquitectura romana tomó el relevo de la griega, pero sus resultados fueron muy
distintos. En primer lugar, contrariamente al débil concepto de nación que generaban las
alianzas entre ciudades-estado griegas, Roma llegó a ser un imperio poderoso y bien
organizado, que colonizó con su política, su lengua y su arte todo el mundo mediterráneo,
llegando por el noroeste hasta las islas Británicas y por el sureste hasta la península de
Arabia. Los romanos llevaron a cabo grandes obras de ingeniería como calzadas, canales,
puentes y acueductos. Sus avances en el arte de la edificación fueron incontables y en sus
obras utilizaron toda clase de materiales constructivos como ladrillos, argamasa, piedra,
mármoles y mosaicos.
El uso del arco y la bóveda introdujo en el vocabulario clásico las formas curvilíneas; los
muros curvos producían un espacio semicircular, llamado exedra o ábside, ideal para
concluir un eje. Los elementos cilíndricos y esféricos llegaron a ser característicos de la
arquitectura romana, adecuados para cubrir los inmensos espacios propios de la escala
imperial.
La cúpula
La bóveda de cañón presenta una sección semicircular y se caracteriza porque sólo puede
cubrir una luz limitada, debido a los enormes empujes laterales que ejerce. Para solucionar
esto, los romanos inventaron dos sistemas alternativos; el primero es la cúpula, que se
puede considerar como una bóveda de desarrollo circular, mucho más estable que las
bóvedas de cañón, pero también limitada por los empujes laterales que ejerce sobre la
estructura portante y por su propio peso, que tiende a romperla por la parte central, en la
zona conocida como los riñones. A pesar de ello, los romanos consiguieron construir
cúpulas enormes, como la del Panteón de Roma, un edificio de planta circular construido en
la época del emperador Adriano, en cuyo interior se puede inscribir una esfera de 43 m. Su
arquitecto, Apolodoro de Damasco, cubrió el espacio con una enorme cúpula masiva
compuesta por anillos de materiales más ligeros a medida que se asciende, y abrió en el
centro un óculo de 9 m de diámetro que desempeña la función de anillo de compresión.
Esta gigantesca estructura se apoya sobre un muro perimetral de 6 m de ancho, horadado de
tal forma que la estructura portante la componen realmente ocho enormes machones. En
cualquier caso, el mayor problema de las cúpulas es que contienen un espacio único y no se
pueden combinar fácilmente entre sí para cubrir un espacio articulado.
La bóveda de arista
Los romanos también inventaron nuevas tipologías arquitectónicas, entre las que destacan
el arco triunfal, el anfiteatro y el circo. Además, continuaron la evolución de los modelos
tradicionales griegos como el estadio, el templo o el teatro. En cuanto a la vivienda,
desarrollaron tres modalidades: la insulae o casa de vecinos, propia de las grandes ciudades
como Roma (que llegó a tener una población de 1,5 millones de habitantes), la domus o
vivienda unifamiliar y la villa o casa de campo de las clases más acomodadas. La casa
romana es una transformación de la griega y su característica fundamental es que se cierra
totalmente al exterior para abrirse a un atrio descubierto, en torno al cual se organizan las
habitaciones. Un gran número de excelentes ejemplos de casas y villas romanas se han
conservado en Pompeya y Herculano, las dos grandes ciudades que quedaron sepultadas
por la erupción del Vesubio en el año 79 de nuestra era.
El gusto romano por los grandes planes urbanísticos se pone de manifiesto en la ciudad de
Roma, donde cada emperador enriquecía o construía un nuevo foro con su basílica, templo
y demás elementos. El foro, cuyos ejemplos arcaicos se limitaban a una sucesión caótica de
edificios y monumentos, llegó a alcanzar un orden y una complejidad únicos en el foro de
Trajano, dispuesto a lo largo de un eje que incluso contenía, adosado a uno de sus laterales,
el mercado de la ciudad. Uno de los complejos palaciegos más impresionantes es el de Villa
Adriana en Tívoli (entre los años 118-134 a.C.), que se extiende a lo largo de un enorme
territorio jalonado por estadios, teatros, termas, ninfeos, peristilos y estanques.
Los órdenes griegos (dórico, jónico y corintio) fueron utilizados por los romanos, que
además añadieron otros dos: el toscano, de aspecto más austero que el dórico por la
ausencia de estrías en sus columnas; y el compuesto, cuyos capiteles se caracterizan por
mezclar las hojas de acanto con los adornos de volutas en sus extremos. Los romanos
usaron los órdenes con más frivolidad que los griegos, a menudo como pura decoración
para los interiores, y olvidando el sentido y la sutileza del sistema adintelado. Pero también
completaron la sintaxis de los órdenes, utilizando columnas adosadas a los muros,
combinándolas con arcos y pilastras, entre otros ejemplos. Una de las combinaciones más
características es la del Coliseo de Roma, donde se fijaron para la posteridad las reglas de
uso de columnas, pilastras, arcos y dinteles conjuntamente.
Arquitectura paleocristiana
Arquitectura bizantina
La arquitectura bizantina tomó como modelo la iglesia de planta central (o cruz griega), en
la cual el espacio se organiza en torno a una cúpula central. Uno de los grandes avances de
la composición espacial bizantina consistió en cubrir mediante una cúpula semiesférica (o
de media naranja) un espacio de planta cuadrada, consiguiendo así la posibilidad de
articular una sucesión de crujías cubiertas con cúpulas. Para ello se intercalan entre los
apoyos y la cubierta cuatro triángulos curvos llamados pechinas; estas pechinas parten de
los vértices de cuadrado y se unen en la parte superior formando un anillo sobre el que
descansa la cúpula. Geométricamente se pueden definir como fragmentos triangulares de
una esfera de diámetro igual a la diagonal del cuadrado de la planta y que pasa por los
cuatro vértices de éste. Entre los ejemplos más notables de cúpulas sobre pechinas destaca
la de la basílica de Santa Sofía en Constantinopla (532-537), construida durante el mandato
del emperador Justiniano I. En este periodo se construyeron los ejemplos más relevantes de
arquitectura bizantina, tanto en Constantinopla como en la ciudad italiana de Ravena, que
después de pertenecer a los ostrogodos fue reconquistada por Bizancio. La iglesia de San
Sergio y San Baco (527) en Constantinopla y la de San Vital (526-547) en Ravena
reproducen el mismo modelo de planta octogonal cubierta por una cúpula y rodeada por
una nave circundante. Entretanto, otras dos importantes iglesias de Ravena, San Apolinar
Nuevo (c. 520) y San Apolinar in Classe (c. 530-549) mantienen la tipología basilical de
origen paleocristiano.
La iglesia de Santa Sofía (o de la Santa Sabiduría), concebida por los arquitectos Antemio
de Tralles e Isidoro de Mileto, consta de una gran cúpula central que se extiende por el eje
longitudinal siguiendo las dos exedras de los ábsides, cada una de ellas abierta a otras tres
exedras menores. De este modo se consigue que los empujes de la bóveda se trasmitan, en
dirección longitudinal, a las bóvedas de horno que cubren las exedras, hasta llegar
debilitados a los contrafuertes exteriores. El conjunto configura un espacio oval de 31 por
80 m, en el que la cubierta central se impone sobre el resto de superficies esféricas, y al que
llega luz difusa a través de un anillo de pequeños orificios situados en la base de la cúpula.
Las iglesias bizantinas siguieron posteriormente el modelo de Santa Sofía a pequeña escala,
con una cúpula central que descarga sobre ábsides y otras superficies abovedadas
dispuestas a su alrededor. Estas iglesias proliferaron a lo largo del vasto Imperio bizantino
—Grecia, los Balcanes, Asia Menor y parte del norte de África y de Italia—, e influyeron
en numerosos proyectos del mundo cristiano occidental. Los modelos más tardíos tienden a
minimizar el modelo original, con cúpulas cada vez menores que enfatizan el espacio
vertical. En la catedral de San Basilio en Moscú (1500-1560), así como en otras iglesias
ortodoxas rusas, la cúpula bizantina se convierte en una cúpula bulbiforme, una forma
decorativa que por otra parte no se manifiesta en el espacio interior. VéaseArte y
arquitectura bizantinas.