Desde su nacimiento la publicidad ha sido causa de grandes controversias
tanto padres y educadores han ejercido el papel de críticos ante esta situación. Al margen de esto, la publicidad ha ejercido siempre gran influencia en los jóvenes convirtiéndolos en entes pasivos desinteresados y poco implicados en temas reales, eso debido a la capacidad de difusión y la insistencia repetitiva de la publicidad. Lo cierto es que la publicidad ejerce influencia en la mente de los adolescentes ya que ellos prefieren los mensajes breves, claros y efectivos. Les encanta la publicidad pegajosa, los jingles, las nuevas formas de expresión que día con día ofrece el mundo audiovisual. Si nos centramos en el mensaje publicitario observamos que estos son emitidos con un lenguaje juvenil y practico que podrá ser entendido por los adolescentes. De esta forma se evita enfrentamientos dialécticos. Por eso se recorre a la utilización de estereotipos ofreciendo la representación de un mundo feliz donde milagrosamente los problemas, la pobreza, la fealdad han desaparecido. A esto hay que sumarle la enorme dependencia de los grupos sociales que los llevan a adoptar posturas, marcas y productos que los identifiquen como parte del grupo al que quieren pertenecer. Los jóvenes se ven “obligados” a adquirir objetos o prendas que les permita identificarse como el miembro “chic” de la escuela o de la universidad, pues toman como modelo a los personajes de las series juveniles. Los mass-medias y el mensaje publicitario en nuestra sociedad han logrado influenciar en los adolescentes de forma que dirigen y determinan su forma de pensar, de actuar, de vestir y de vivir convirtiéndolos en un público acrítico y frágil. El impacto emocional que causa los vuelve ignorantes de la realidad.