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APOGEO Y ESTANCAMIENTO DE LA HISTORIOGRAFIA CONTEMPORANEA CATALANA Borja de Riquer i Permanyer Universitat Autonoma de Barcelona Presentacién Esta exposicién es mucho mas un breve recorrido descriptivo por la his- toriografia catalana especializada en la época contempordnea que un diag- néstico profundo sobre su situacién actual. Si en las intervenciones anteriores se ha calificado de desierto, 0 de se- cano, otras situaciones historiograficas, en el caso catalan quiz4 deberiamos utilizar la palabra «marismas» para gescribir su actual estado: es decir abun- dancia, 0 incluso exceso, de aguas—publicaciones—, aunque en una situa- cién de estancamiento, sin fluir ni renovarse apenas. Mi reflexién tratar4, en primer lugar, de repasar lo que significé la gran renovacién de los afios 60 y 70, haciendo especial hincapié en el peculiar proceso de recepcién y asimilacién del materialismo histérico entre los con- temporaneistas catalanes; y eso porque esta tendencia historiografica fue sin duda la principal protagonista de la renovacién antes citada. A continua- cién, tras apuntar algunos aspectos de la confusién creada a principios de los afios 80, intentaré hacer un balance de Ja actual situacién de la historio- grafia contempordnea catalana, con sus problemas, déficits, paradojas y al- gunas de las alternativas engafiosas que estan apareciendo. Es dificil sintetizar en una conferencia, o en pocas paginas, estas cuestiones que ‘merecerfan un estudio riguroso y miltiples matices. Pero el carécter general de este texto me obliga a globalizar y por ello no podré entrar en excesivos deta- Iles, ni citar muchas obras 0 a los historiadores més relevantes, con lo que, lo re- conozco, existe el peligro de que Ja exposicién sea excesivamente simplificada. La renovacion de los afos 50 y 60 Mi primera reflexién se entra en el significado de la renovacién historio- grafica de los afios 50 y 60. Es ésta una cuestién bastante conocida y por ello aqui tan s6lo ofreceré una sintesis de este proceso y de su trascendencia. Historia Contempordnea 7, 117-134 118 Borja de Riquer i Permanyer Como es sabido el cardcter contrarrevolucionario y antidemocratico del régimen franquista condicioné de forma notable durante la postguerra la pro- ducci6n historiografica en Espafia. La profunda divisién entre vencedores y vencidos no sélo era politica, sino que afectaba a las propias tradiciones me- todolégicas y a las formas de interpretar el mundo y la propia historia. Asi, durante los afios 40 y buena parte de los 50 la historiografia especializada en los siglos xIx y XX se caracteriz6, como ha descrito con detalle Gonzalo Pasa- mar', no slo por persistir en su tradicional aislamiento respecto el extranjero, sino también por sufrir una clara involucién metodol6gica e interpretativa. Con el régimen franquista se produjo en las historiografias hispdnicas una notable modificaci6n de las tematicas a investigar, de los propios méto- dos y, sobre todo, de las interpretaciones o visiones histéricas. Porque no hay duda que hubo una auténtica involucién metodoldgica y una profunda ideologizacién de la historiograffa?. Aparecié incluso lo que hasta entonces no habia existido nunca en Espafia, una historiografia oficial identificada politicamente con el régimen franquista. Era una historiografia que tenfa la pretensién de monopolizar tanto la interpretacién del pasado como la propia vida académica, y en especial la universitaria. Por ello no puede negarse que se produjo una evidente ruptura con la tradicién liberal y positivista, ya que se rechaz6 oficialmente no sélo esa visién de !a época contempordnea, con la condena explicita de las ideas de progreso social y modernidad, sino incluso sus métodos empiricos de investigacién fueron custionados. En nombre de la tradicién y de Ja religién se intenté imponer en los discursos historiogrficos Ja condena moral y politica del liberalismo, y ya no digamos del catalanismo politico o cultural, considerado una evidente manifestacién separatista incompatible con la «unidad nacional» predicada e impuesta. Asi imperé en la historiograffa contempordnea espajiola una visién en exceso conservadora que tendfa a revalorizar todo lo antiliberal, como el carlismo, el tradicionalismo, el ultracatolicismo 0 el integrismo, que eran presentados como lo mas genuinamente espajiol frente al liberalismo, juzga- do de extranjerizante y poco patriético. La historiografia oficial del franquismo acentué la visién espajfiolista, o mejor dicho «castellanista», de la historia, persisti6 en los planteamientos esencialistas haciendo apologia del aislacionismo cultural y politico, y repu- dié radicalmente las actitudes no solidarias de los nacionalismos vasco y ca- talén. Y todo ello acompafiado de un retorno a metodologfas anacrénicas que dificultaban la comprensién de la realidad social y politica: predominio ' Gonzalo PASAMAR ALZURIA, Historiografia e ideologia en la postguerra espafiola. La rup- tura de la tradicién liberal. Zaragoza, Prensas Universitarias, 1991. 2 Discrepo, por tanto, de la tesis de Ignacio Oldbarri que considera que el franquismo s6lo significé un retraso que no afecté a la continuidad historiogrifica. V. «La recepcién en Espafia de la revoluci6n historiogréfica del siglo xx», en La Historiografia en Occidente desde 1945. Il Conversaciones Internacionales de Historia. Pamplona, EUNSA, 1985, p. 89. Apogeo y estancamiento de la historiografia contemporanea catalana 119 de la crénica de la alta politica, ideologizacién y finalismo moralizante de las tesis, obsesién por la personificacién de las «responsabilidades hist6ri- cas», mitificacién de personajes y acontecimientos patridticos, etc. En Catalujia este proceso involutivo fue acompaiiado de la marginacién, depuracién, 0 exilio del mundo universitario de algunos de los mds destaca- dos representantes de la historiografia més vinculada al catalanismo, como Ferran Soldevila o Pere Bosch i Gimpera. Dado el desinterés oficial por tan «nefasta» época, la historiografia con- tempordnea tuvo que afrontar una cierta impopularidad que se tradujo en una notable marginacién institucional y académica. Prueba de ello fueron las pocas tesis doctorales sobre esta época leidas esos ajfios, las escasas pu- blicaciones aparecidas y la reducida atencién que recibian los siglos xIx y XxX en las revistas mAs oficialistas, como Arbor o Hispania >. Y esta situa- cién incluso llegé a tal extremo que algunos significativos historiadores ma- nifestaron notables reticencias a considerar la hist6rica contempordnea como una materia digna de su atenci6n profesional. Si pongo tanto énfasis en sefialar la involucién que significé la histo- riograffa oficial espafiola de la primera postguerra es principalmente para después poder apreciar mejor el radical cambio que se produjo a partir de mediados de la década de los 50: la auténtica ruptura metodoldgica, temati- ca e interpretativa que llev6 a la marginaci6n progresiva a las tesis oficialis- tas en un contexto politico que, pese a sufrir alguna leve modificacion, con- tinuaba siendo profundamente antidemocratico. Desde mediados de los 50 la recepcién de las metodologias y los enfo- ques historiograficos que entonces imperaban en Europa occidental, y en es- pecial la propuesta de historia social y econémica elaborada por los inspira- dores de Ja revista francesa Annales, posibilité una progresiva renovacién del panorama historiogrdfico catalan. Sin embargo, pienso que no hay que exage- rar los estimulos exteriores y que quiz4 habria que insistir también més en la propia reaccién interior contra el predominio de una historiograffa oficial de escaso rigor cientifico y en exceso ideologista. La renovacién historiografica de los 50 sera posible gracias a que el mundo universitario fue el pionero en la sensibilizacién en favor de una apertura cultural y politica, que afectaba l6- gicamente a su propia producci6n cientifica. Y aqui es donde hay que situar e] trascendental esfuerzo realizado por Jaume Vicens i Vives en Barcelona. La aportacién de Vicens a la renovacion de la historiografia de la época contempordnea creo que podria sintetizarse en los siguientes aspectos: —Renovacién metodoldgica y temdtica,'con la incorporacién simultanea de los métodos de trabajo de la escuela de Annales y con el planteamiento de 3 Véase «40 afios de Arbor: un andlisis autocritico», en Arbor, pp. 479-480, Madrid, noviem- bre-diciembre 1985, y también Antonio Nifio Rodriguez, «La historia de la historiografia, una disciplina en construccién», en Hispania, XLV 1/163, Madrid, 1986, pp. 395-417. 120 Borja de Riquer i Permanyer Ja necesidad de cambiar el enfoque de las investigaciones. Este cambio se caracterizé por la introduccién de los estudios de cardcter econémico y so- cial, con una clara base cientifica (documentacién, estadistica, etc.), y por la pretensién de dar una dimensién mas global al andlisis de la época contem- pordnea. La necesidad de dar una mayor presencia en la interpretacién his- térica a las clases sociales, e incluso las clases trabajadoras, marcé un hito trascendental, aunque en el inicial esquema interpretativo de Vicens los gru- pos subalternos desempefiaban un papel relativamente secundario. Asi, con Vicens se abandonaron Jas tesis que hacian recaer las responsabilidades en personajes histéricos y se avanz6 considerablemente en el planteamiento central de las coyunturas en las que los fenémenos hist6ricos eran el resul- tado de la confluencia de diversos factores que escapaban de la voluntad de los hombres. —Revisidn interpretativa, desde la investigacion, de las tesis sobre la época contempordnea. Gracias a su solidez empirica y positivista, y a su ambicién interpretativa, Vicens logré reivindicar con eficacia el sentido his- t6rico de los siglos x1x y xx, frente aquellos que defendian la necesidad de un mayor alejamiento temporal antes de analizarlos. Vicens dot6 a sus inter- pretaciones de una nueva dimension, inédita hasta entonces en Espajia, al combinar el conocimiento politico, con la historia institucional y con la te- mitica social y econémica. Y, al mismo tiempo, reivindicé la necesidad de la regionalizacion de Ja historiograffa como base para a construccién de una visién espafiola més rica y auténtica. —Preocupado por las sintesis, Vicens, con notable intuicién y sentido critico, supo elaborar unas interpretaciones globales de la época contempo- ranea que significaban una alternativa rigurosa a las tradicionales tesis ofi- cialistas. El impacto de las visiones de Vicens, expuestas tanto en obras de tematica espafiola (Manual de Historia Econémica y en la Historia Social de Espana y América) como catalana (Industrials i Politics), fue considera- ble y abrieron grandes posibilidades para posteriores investigaciones que partieran de las miiltiples sugerencias temAticas en ellas reflejadas. —Creacién de una infraestructura de apoyo a la historiografia cientifi- ca, poniendo énfasis de la necesidad de la critica y de la elaboracién de re- pertorios bibliograficos: tanto sus Estudios de Historia Moderna como el Indice Histérico Espanol supusieron un considerable esfuerzo y tuvieron una notable influencia en los afios 50 y 60, aunque posteriormente entraran en una etapa de decadencia y pardlisis. Por todo esto hay que considerar a Jaume Vicens i Vives como e] autén- tico creador de las bases de una historia contempordnea catalana, ¢ incluso espafiola, mds integrada, mas rigurosa y mas critica. Pese a su prematura muerte, en 1960, la influencia directa e indirecta de Vicens entre los con- temporaneistas fue decisiva durante afios. Pero Vicens significé también una profunda ruptura en el interior de la historiografia catalana, un radical cambio frente a las limitaciones teéricas Apogeo y estancamiento de la historiografia contempordnea catalana 121 y el ideologismo de la tradicién neoroméntica que culminaba con la obra de Ferrdn Soldevila. La historiografia catalanista, que hasta entonces apenas si habia asumido planteamientos tedricos sélidos, se habia caracterizado por la voluntad de priorizar un victimismo hist6rico que acababa ofreciendo la vi- sion de una Catalufia ideal y eterna. Frente a ello Vicens intenté explicar la historia contempordnea de Catalujia partiendo, eso si, de su compleja y con- flictiva articulacién dentro del estado espaiiol, pero buscando las causas y la evolucién de los hechos mucho mas en el conocimiento de las contradiccio- nes internas de la propia sociedad y no en la dialéctica Catalufia-Espajfia‘. Es importante destacar también la importancia de la evolucién impulsada por Vicens hacia tematicas contemporaneas, los siglos xIx y xx, abandonado el medievalismo, coto tradicional del romanticismo historiografico catalan. La década de los 60 y los primeros afios 70 fue, sin duda, la época de mayor cambio y desarrollo de la historiografia contempordnea, cosa que consujo a una ampliacién de la renovacién tematica y metodoldgica y a la superacién de buena parte de las desorientaciones y déficits anteriores. Evidentemente hay que partir de nuevo contexto econémico, politico y social que significaron los afios del llamado «desarrollismo», de la seudo- apertura informativa y cultural de Fraga Iribarne y de la emergencia de una nueva oposicién politica, que lograra una influencia ideolégico-cultural considerable. Y al mismo tiempo debe recordarse que las mayores posibili- dades de acceso a la educacién superior provocaron que las universidades dejasen de ser elitistas, iniciasen su masificacién, con lo que se convertie- ron en un importante centro de critica y conflictividad politica. Estas nuevas circunstancias afectaron tanto a la propia investigacién hist6rica, como a la docencia y a la divulgacién. Desde mediados de los 60 se amplié considerablemente el nimero de estudiantes y profesores de his- teria, cosa que redundé en el aumento de las investigaciones al tiempo que se revitalizaba y se mejoraba Ja docencia. La recepcién del marxismo Es poco lo que se ha estudiado sobre los caminos de Ilegada del mate- rialismo hist6rico a Catalufia, sobre las caracteristicas de su recepcién y de su asimilacién®. 4 Una inteligente reflexién sobre esta ruptura puede encontrarse en Eva Serra i Puic, «Una aproximacié a la historiografia catalana: els antecedents», y «El nostre segle», en Revista de Ca- talunya, nimero 26 y 27, Barcelona, enero y febrero de 1989. 5 Véase el articulo de Emili Gasc i Francesc Roca, «Marxisme», en Ictineu. Diccionari de les Ciencies Socials de la Societat als Paisos Catalans, Barcelona, Edicions 62, 1979 y el de Jo- sep Maria Fradera, «Cent anys de la mort de Karl Marx. La historiografia actual: es cas de Cata- lunya», en Avui, 13 de marzo de 1983. 122 Borja de Riquer i Permanyer En gran medida la peculiar recepcién del marxismo entre los historiado- res estuvo marcada por dos condicionantes de gran trascendencia: en primer lugar la muy escasa tradicién marxista anterior a 1939 y en segundo por la involuci6n ideolégica y metodolégica que significé el franquismo. Es sabido que antes de la guerra civil eran muy escasos los catalanes familiarizados realmente con el marxismo. En general los politicos e inte- lectuales que se proclamaban marxistas eran bdsicamente lectores y divul- gadores del leninismo. Es dificil encontrar entre la bibliografia histérica y politica de los afios 30 obras que respondan a una real asimilacién del mar- xismo y cuyos anélisis evidencien planteamientos claramente materialistas. Asi, los ensayos escritos, por ejemplo, por Joaquim Maurin o Andreu Nin, si bien representaban un notable esfuerzo para otorgar un enfoque cientifico a la interpretaci6n hist6rica, no eran mds que una simplificada versién leni- nista del pasado histérico catalan y no respondfan a investigaciones empiri- cas y profundas de éste®. El segundo condicionamiento, la existencia del franquismo con su con- siguiente involucién metodolégica, ya ha sido tratado anteriormente, pero debe destacarse que si bien la dictadura era una clara hipoteca que dificulta- ba una rigurosa reflexién histérica, marginaba del mundo académico a inte- lectuales de izquierdas e impedia divulgar libremente planteamientos mar- xistas, también constituy6 un claro reto, fue hasta un estimulo para que surgiesen alternativas mds crefbles, ms rigurosas y claramente antagénicas al discurso histérico oficial. Como antes hemos mencionado con la renovacién historiografica de los afios 50 impulsada por Jaume Vicens se crearon las condiciones ambientales y metodolégicas para que el marxismo pudiera empezar a divulgarse como un instrumento de anflisis util y por ello a aceptarse. Pero debe recordarse también que el cambio historiografico de aquellos aiios respondia a una mo- tivacién civica y politica, y no puramente cientifica. Porque la penetracién del marxismo en Catalufia estuvo directamente vinculada a la renovacién de la oposicién politica antifranquista de los afios 60 y en especial al creci- miento e influencia de organizacions como el P.S.U.C. en los medios uni- versitarios e intelectuales. A la muerte de Vicens el terreno estaba ya preparado para que bajo el influjo de la obra de Pierre Vilar Catalunya dins de I'Espanya Moderna, aparecida en francés en 1960 y en catalan en 1964, se consolidase la ruptura metodoldgica y una parte de los discfpulos de aqué! postulasen propuestas ya claramente marxistas. Asif, la versién del marxismo historiografico que lleg6 a Catalufia fue la que podriamos calificar de francesa siendo la figura y las publicaciones de Pierre Vilar los puntos iniciales de referencia. Y tras 6 F. ARTAL, E. Gascu, C. MASSANA i F. Roca, El pensament econdmic catala durant la Re- publica i la Guerra (1931-1939), Barcelona, Edicions 62,1976. Apogeo y estancamiento de la historiograffa contempordnea catalana 123 Vilar, las obras de Ernest Labrousse y de Albert Soboul sirvieron para con- solidar la penetracién metodolégica del marxismo. El camino fue después ampliado por algunos de los discipulos mas destacados de Vicens, especial- mente por Josep Fontana. Pero es interesante destacar estos inicios vincula- dos al marxismo francés y el hecho que las obras de los marxistas britdnicos, como el primer E. J. Hobsbawm o Maurice Dobb, fueran conocidas algo posteriormente. Sin embargo, la asimilacién del marxismo historiografico, con toda su complejidad teérica, conceptual y metodoldégica, fue bastante superficial ya que, quizds con la excepcién de Fontana, pocos fueron los historiadores que acudieron a las fuentes directas. La mayoria, de hecho, se limité a leer bre- ves obras de divulgacién marxista en francés 0 aquellas curiosas antologias de escritos del propio Marx que la censura franquista empezaba a tolerar a mediados de los 60. La falta de formacién teérica que afectaba a la mayoria de los universi- tarios, la imposibilidad de un debate cientffico abierto (s6lo en seminarios semi-clandestinos) y la propia precariedad de la infraestructura académica y cultural de los afios 60, hizo que la asimilacién del marxismo fuese bastante pragmdtica, superficial y quizd mucho mds el resultado de una «conver- sidn» politico-ideolégica que no cientifica. : Eso explica el prioritario interés despertado entre los jévenes historia- dores marxistas catalanes por el estudio de los fenémenos que podian servir mejor para explicar y comprender la propia situaci6n politica y econémica catalana y espafiola de aquellos afios. Asi, preocupados por entender las raf- ces del franquismo, aquella peculiar situacién de atraso econdémico y ausencia de democracia, se desperté el interés por conocer cémo se habia implantado el capitalismo en Espajia. Pronto aparecieron importantes investigaciones que analizaban la crisis del Antiguo Régimen o las caracterfsticas que habia tenido el proceso revolucionario burgués, y la famosa polémica sobre el si o el no a la «revolucién burguesa», para lo cual se utilizé, a veces de forma harto mimética, el «modelo» revolucionario francés casi como tnico punto de contraste. Y a partir de aqui surgié la preocupacion por el estudio de la especial vida de desarrollo del capitalismo espafiol: sobre su «fracasada» ré voluci6n industrial, el «subdesarrollo» del sector agrario, 0 los desequii brios regionales creados. Y como consecuencia de que gran mayorfa de la produccién historiografica sobre el siglo xIx espaiiol y cataldn era hasta en- tonces reductivamente politica e institucional se produjo una falsa identifi caci6n entre marxismo e historia econémica que ha perdurado muchos aifios. Otra tematica privilegiada por el andlisis marxista fue el estudio de los movimientos sociales y politicos de las clases subalternas, cosa que se con- creté, en realidad, en numerosas obras centradas en las organizaciones ideolé- gicamente més radicales, o en los dirigentes, del movimiento obrero catalan. EI nacionalismo catalan también recibié la atencién de los historiadores marxistas, aunque el entonces discutido, y después siempre discutible, ensa- 124 Borja de Riquer i Permanyer yo de Jordi Solé Tura Catalanisme i revolucié burgesa, publicado en 1967, desvié durante afios el debate hacia unos términos mucho mas ideoldégicos que puramente historiograficos. La propia coyuntura de finales de los afios 60 y principios de los 70 sir- vid para consolidar la difusién del marxismo entre los jévenes historiadores. Las ya masificadas universidades de Barcelona se convirtieron en unas im- portantes plataformas de propaganda y de aprendizaje marxista; parecian contribuir también a ello las grandes posibilidades divulgativas que significa- ron las colecciones de libros de bolsillo y la aparente hegemonia del pensa- miento de izquierdas filomarxistas en los sectores culturales antifranquistas. Este ambiente marcé decisivamente la formacién de los nuevos historia- dores marxistas catalanes. Se adoptaron, generalmente, unos esquemas y unos planteamientos histéricos muy ideologizados ya que partian del hecho de considerar los cambios revolucionarios como algo histéricamente nece- sario para acabar con las dictaduras y los regimenes oligdrquicos, para su- perar seculares atrasos econémicos y politicos, y para lograr la transforma- cién de unas sociedades que eran consideradas profundamente injustas. Pero, vuelvo a repetirlo, creo que la asimilaci6n del marxismo por parte de esos historiadores fue mucho mas por la via del discurso ideolégico y politico, y no a partir de la comprensién te6rica de lo que implicaba el ma- terialismo histérico, de tener sensibilidad ante los complejos problemas de la investigaci6n y de procurar hacer predominar el rigor empirico a todo tipo a argumentacién predeterminada. Todo lo cual explica que, a veces, se cayese en un cierto determinismo econémico, en formular unos discursos muy cerrados en si mismos, como las largas consideraciones casi retéricas sobre los modos de produccién y otras férmulas mecanicistas que pretendian explicarlo todo y que utiliza- ban una densidad conceptual en absoluto asimilada. Incluso Ilegaron a te- ner una cierta influencia las tltimas modas ideolégicas del Paris del 68, como aquella degeneraci6n filos6fica del marxismo que significé la obra de Louis Althusser, o la via sociologista representada por los estudios de Nicos Poulantzas. Y eso contrasta sorprendentemente con la reducida difusién y asimila- cién de las obras de otros marxistas, como Antonio Gramsci, cuando éstas sf podian servir para analizar mucho mejor problemas hispénicos que eran relativamente semejantes a los italianos, como los derivados del peculiar funcionamiento de una sociedad capitalista desequilibrada (subdesarrollos regionales, fragilidad del régimen liberal, falta de hegemonia burguesa, etc.). Otro ejemplo claro del sesgado proceso de asimilacién del marxismo serd la tardia y reducida, entonces, recepcién de las obras de E. P. Thomp- son, en particular su innovador planteamiento sobre la necesidad de no centrarse en el estudio de las organizaciones obreras sino en el andlisis del conjunto de experiencias que convertian a un grupo de hombres, sometidos a unas mismas condiciones de vida y de trabajo, en una clase con concien- Apogeo y estancamiento de la historiograffa contempornea catalana 125, cia de serlo. Y es significativo constatar que pese al renovador caracter de las aportaciones de Thompson su fundamental obra sobre la formacién de la clase obrera no fue traducida hasta 14 afios después a la aparicién de la e cién inglesa. Pese a estas notas criticas el avance historiografico impulsado por el marxismo en Catalufia habia sido notable como se podja apreciar tanto en la percepcién més ajustada del papel de las clases sociales, como en el estudio profundo de las estructuras en las que se situaban las dindmicas sociales y politicas que aparecia en muchas investigaciones. Primeras percepciones de las insuficiencias historiograficas A mediados de los 80 empezaron a ser evidentes las insuficiencias y los problemas que tenja la historiografia catalana contempordnea. No podia ne- garse el crecimiento cuantitativo de la producci6n, la considerable amplia- cién tematica, la utilizaci6n de muchas fuentes e incluso el avance hacia una mayor profesionalizaci6n, en contraste con el teleologismo que impreg- naba el neoromanticismo catalanista. Pero también se empezaba a ser autocritico y a sefialar la dificultad que habja para rehacer, ampliar y enriquecer las interpretaciones globales fabri- cadas afios antes, para abordar con nuevos planteamientos metodoldégicos los grandes temas generales, los problemas histéricos de mayor trascenden- cia, cosa que si se estaba haciendo en otras historiografias extranjeras, e in- cluso en algunos nicleos historiogréficos hispénicos, como por el ejemplo el valenciano. La historiografia contempordnea catalana parecia estar per- diendo dinamismo respecto al resto de Espafia ya que mientras se producian importantes avances en otras zonas aqui predominaba una cierta autosatis- faccién, un dormirse en los viejos laureles. Daba la sensacién de que en Ca- talufia no se sabia dar un salto cualitativo, no se aceptaba el reto en encontrar el recambio apropiado a las tesis interpretativas elaboradas en los afios 60 y 70, que si bien ya estaban siendo cuestionadas no acababan de ser sustitui- das de modo satisfactorio. En 1982, en un articulo conjunto con Miquel Barcelé y Enric Ucelay Da Cal, realizamos un breve balance de la historiografia catalana y sefialamos los elementos que, en nuestra opinién, estaban provocando su estancamien- to y crisis, y que afectaban principalmente a lo que alli denomindbamos el «frontpopulisme historiografic», es decir esa amplia y un tanto heterogénea tendencia compuesta por los historiadores «progres», los que mas 0 menos se habjan vinculado a planteamientos marxistas’. 7 Miquel BARCELO, Borja DE RIQuer y Enric UcELAY Da Cat, «Sobre la historiografia catala- na», en Avenc, niimero 50, Barcelona, junio de 1982. 126 Borja de Riquer i Permanyer Sin duda, eran muchos los factores que estaban provocando esa situa- cién de desaceleracién, pérdida de dinamismo innovador e incluso de con- fusién metodolégica. Pero mientras unos tenian un cardcter claramente in- terno otros eran externos al mundo estricto de la historiografia. EI principal factor exterior era la nueva situacién politica, es decir la transicién y estabilizacién democratica y autonémica producida a finales de los 70 y principios de los 80. Porque este proceso habia provocado una con- siderable pérdida de la influencia social de la historia y de papel los histo- tiadores, sobre todo de los contemporaneistas, catalanes. Habia entrado en crisis ese finalismo politico que habia condicionado buena parte de la pro- duccién historiogrdfica «frontpopulista»; es decir, aquellos planteamientos que insistian en el «compromiso» del historiador con una sociedad que era catalana, pese al franquismo, y con unas clases populares, también oprimi- das por la dictadura, y que por ello la obra a realizar no era exclusivamente profesional sino también civica. Acabado el franquismo ahora era preciso asumir que la nueva realidad democratica cuestionaba notablemente el plan- tearse la tarea del historiador como un deber basicamente moral. Pero la confusién no era sdlo provocada por estos cambios politicos sino también por los propios problemas y limitaciones de la historiografia, por la persistencia y cristalizacién de muchos de los «vicios» desarrollados durante los ultimos afios. Intentaré esbozar cudles eran, en mi opinion, los mas importantes de ellos. Creo que la historiografia catalana contempordnea continuaba estando muy aislada, ya que funcionaba demasiado aut6nomamente con respecto a las otras ciencias sociales. Y eso se apreciaba tanto en el mundo de la do- cencia universitaria como en el de la investigacién. Habia escaso’ contacto con la sociologia, con las ciencias politicas, con la historia cultural y del pensamiento, con la antropologia, e incluso con la historia econémica. La historia funcionaba como un compartimento cerrado, claramente auténomo, que apenas si tenia didlogo, contraste y complementariedad con las otras ciencias sociales. La catalana era una historiografia encerrada en su pequeno pais, por lo que corria el peligro de convertirse en una historiografia provinciana. Era atin importante el peso de la tradicién historiogrdfica «patriética», que res- pondia a una actitud resistencialista frente a la historiografia espajiolista. Y eso se manifestaba también en el escaso interés y tradicién que habia por rea- lizar estudios de cardcter comparativo y de contraste con otros paises hispa- nicos 0 extranjeros. Todo ello quedaba evidenciado por la casi total ausen- cia de especialistas en histografias no hispdnicas. Igualmente era tardia y superficial la recepcidn y asimilacién de las no- vedades metodolégicas e interpretativas extranjeras y de los mas trascen- dentes debates histogréficos mundiales. Debe constatarse con realismo que atin hoy estamos bastante al margen de las discusiones y debates mds tras- cendentales y de las lineas de renovacién mas actuales. Casi nadie se ha he- Apogeo y estancamiento de la historiografia contempordnea catalana 127 cho eco aqui de la polémica Hobsbawm-Stone, ni de analizar y criticar la posible utilidad de las tesis de Arno Mayer sobre la pervivencia de los valo- res del antiguo régimen en la sociedad de principios del siglo xx; apenas se conocen de las provocadoras tesis de De Felice sobre el consenso popular al fascismo, e incluso el ultimo libro Hobsbawm sobre los nacionalismos sélo ha merecido algin comentario disciplente entre los historiadores mds identi- ficados con el caracter «nacional» de la histografia catalana. Naturaleza de la actual crisis historiografica Mas de uno ha sefialado con astucia que la crisis estaba motivada funda- mentalmente por el «hundimiento» del marxismo. Considero, sin embargo, que es pertinente responder a esta globalizacién y simplificacién del proble- ma analizando, en el terreno estricto de la historiografia, qué tipo de mar- xismo est4 realmente en crisis y qué tipo no lo esta. Debe reconocerse que el balance de la produccién historiografica del marxismo catalan en lo referente a la €poca contempordnea es, en realidad, bastante dispar: se han publicado excelentes y ejemplares investigaciones que han significado la imposicién de sus nuevos planteamientos interpre- tativos globales sobre el siglo xIx espafiol y catalan. Pero también han abundado meros traslados de esquemas exteriores que eran adaptados aqui con mayor o menor gracia. Ahora bien no puede ni debe desconocerse el papel de vanguardia renovadora y de referencia que a nivel espaiiol de- sempefiaron los contemporaneistas marxistas catalanes durante los afios 60 y parte de los 70. Pero, {qué es lo que realmente ha entrado en crisis en la historiografia marxista? Creo que lo que se ha producido es basicamente el hundimiento de aquellas formas doctrinarias, y casi religiosas, de divulgar el marxismo. Aquellos discursos que se habfa convertido en un conjunto de formulacio- nes ret6ricas, casi muertas, que ya no conectaban con los problemas reales existentes en la sociedad de los afios 80 y 90. Y debe destacarse que esta crisis es muy apreciable sobre todo en el mundo de la ensefianza de la historia, tanto en la universidad como en los institutos. Hoy ya no puede utilizarse parte de aquel instrumental tedrico porque ha envejecido, ya no sintoniza con los intereses y aspiraciones de las nuevas generaciones. Actualmente parte de los manuales de historia, de las obras de sintesis o de divulgacién, y no tanto las de investigacién, son obso- letas ya que se construyeron a partir de un tipo de discurso que pretendia re- solverlo todo con unas respuestas que hoy nos parecen harto simplistas y poco matizadas. Por todo ello hay desconcierto entre muchos historiadores y ensefiantes que se reclamaban del marxismo. Se sienten no s6lo confusos sino incluso inseguros y desarmados. Porque debe reconocerse que el andlisis marxista 128 Borja de Riquer i Permanyer en el mundo de la ensefianza y de la divulgacién de la historia hacia que el docente se sintiese Util socialmente puesto que fomentaba «la conciencia critica» en sus alumnos y les hacia comprensible y deseable el objetivo de cambiar aquella injusta sociedad. Pero no sélo es la crisis de ese marxismo «catequistico» lo que ha pro- vocado la confusién historiogréfica actual. Hay otros aspectos tanto o mas preocupantes, como por ejemplo el divorcio creciente que se aprecia entre investigaci6n y divulgaci6n. Y esto esta siendo provocado por la tendencia a hacer estudios muy monogréficos, los resultados de los cuales ya no se sabe incorporar a la interpretacién general. Hay una clara huida hacia la superes- pecializacién, en buena parte como respuesta a la confusién global existen- te: el resultado es la excesiva fragmentacién de los campos de anilisis, la tendencia a la atomizacién de las investigaciones y a la dispersién en es- fuerzos miltiples pero dispares. Parece que no se logran hacer sintesis realmente nuevas que incorporen todo el enorme volumen de nuevos conocimientos acumulados. Hay muchas monografias comarcales, locales 0 tematicas bien hechas, que sirven para comprender las transformaciones sociales y los principales procesos histéri- cos, pero que no se han incorporado suficientemente al discurso global in- terpretativo. Quizé la nica excepcidén, que confirma todo lo dicho, sea el gran esfuerzo de interpretaci6n y de sintesis innovadora que representa el li- bro de Fontana sobre el siglo xix catalan’. Esta situacién, con esos déficits y problemas, ha conducido igualmente a otro tipo de divorcio, el de los historiadores y el gran piiblico. Se esta produciendo otro inquietante fenédmeno: la conquista de los més eficaces medios de divulgacién por parte de publicistas, por gente de pluma o lengua facil, dotados de un escaso rigor cientifico, pero con gracia y habilidad para saber difundir su especial visién histérica hacia el gran publico. Mientras tanto los historiadores permanecen encerrados en sus torres de papel, en sus archivos o departamentos, desconectados de lo que la sociedad demanda. Incluso da la impresién de que hoy algunos historiadores escriben sélo para sus amigos y para unos cuantos colegas y no para el conjunto de la socie- dad, para el gran ptblico. No hace mucho un historiador italiano comentaba con curiosidad el fe- némeno de cémo los historiadores espafioles habian dejado de ser un punto de referencia ciudadano. Y afirmaba que hoy ante a la opinién publica espa- fiola los que tenian prestigio intelectual y se otorga relevancia a su opinién eran los fildsofos, los sociélogos 0 los comunicélogos, pero no los historia- dores, cosa que no pasaba en Italia. Esto deberia hacernos reflexionar sobre lo que nos esta pasando. ® Josep Fontana, «La fi de I’Antic Régim i la industrialitzacié (1787-1868)», volumen V de la Historia de Catalunya, dirigida por Pierre Vilar, Barcelona, Edicions 62,1988. Apogeo y estancamiento de la historiografia contemporénea catalana 129 Otro elemento preocupante que incide en la crisis y confusién citada es la dejadez y desinterés existente ante la necesidad de dirigir la investigacién hist6rica y fomentar la formacién de los futuros historiadores. Aqui deberiamos ser sinceros y atrevernos a ser més criticos, 0 autocriti- cos, con el mundo universitario. Creo que hoy se puede hablar sin demasiado error de que existe una auténtica claudicacién cientifica de la universidad en su papel de direccién y promocién de la actividad cientifica y formacién de investigadores. Hoy hay una total falta de autoridad e interés cientifico por parte de los departamentos para promover, suscitar, ayudar y dirigir la investigacién histérica. Y ello es, en buena parte, resultado evidente de la ausencia de directrices. No hay centros de referencia que analicen los défi- cits historiogr4ficos existentes y sefialen las Iineas y tematicas de investiga- cién que deberian ser abordadas prioritariamente. En los propios departa- mentos universitarios hay poco interés por promover lineas de investigacién coherentes y apenas si existen equipos de trabajo amplios. Contintia predo- minando la tarea individualista, el voluntarismo meritorio de unos cuantos. Por ello debe denunciarse sin tapujos el abandonismo cientifico en el que han caido bastante profesores que, reconfortados quiz4 con su estabilidad funcionarial, parecen haber decidido «plantearse» y dejar de ejercer como investigadores. Hoy el balance cientifico del mundo universitario catalan, en lo que compete al drea de historia, es mds bien penoso: los departamentos ape- nas si acttian como centros de discusién y debate sobre la investigacién y la docencia, sino como meras instancias burocraticas. El interés que muestran por tratar de cuestiones de carécter metodolégico, conceptual y de historia de la historiografia es casi nulo. Y ello redunda, légicamente, en la débil formacién tedrica de los jévenes historiadores: ausencia casi total de seminarios universitarios realmente eficaces; organizacién de unos programas de doctorado que no pasan de ser una relacién de crédi- tos sin articulacién alguna entre ellos; casi total ausencia de asignaturas y practicas realmente formativas. El resultado de esto es que hoy, como hace 30 afios, predomina en el mundo historiogrdéfico universitario el pragmatismo més absoluto, la autoformacién y el esfuerzo personal ape- nas reconocido. No creo exagerar si digo que la historiograffa contempordnea catalana es atin hoy poco profesional en sus métodos y apenas tiene tradicién de cri- tica y debate. Continian sin explicitarse las divergencias interpretativas y metodolégicas y sigue muy extendida la actitud de identificar toda critica con ataque personal. Todo ello viene agravado y favorecido por los déficits de la infraestruc- tura cientifica y cultural y la escasa actividad de las instituciones publicas: ausencia de repertorios bibliograficos, ediciones documentales, penuria y desorden de los archivos, falta de centros de documentacién, poca informa- tizacién y bases de datos. 130 Borja de Riquer i Permanyer Hace dos afios Enric Ucelay Da Cal afirmaba que la historiografia con- tempor4nea catalana estaba deprimida y estancada y le reprochaba no hacerse preguntas’. En efecto en estos ultimos afios de los 80 y inicios de los 90 se puede constatar la notable pasividad intelectual de los historiadores, el conti- nuado pragmatismo de su produccién, el claro predominio de inercias con- servadoras y la total ausencia de autocritica. Hoy se publican candidad de libros, al margen de su posible calidad, gracias a la ausencia de critica y a la politica indiscriminada e interesada de subvenciones por parte de las institu- ciones ptiblicas. Y asi, como no existe una competencia real, no hay incenti- vos para mejorar la calidad del «producto historiogréfico». Por ello si hoy la influencia de la historiografia catalana en la espafiola es bastante reduci- da, en el caso del mercado internacional su presencia es casi nula. Comentarios breves a unas alternativas engahosas La confusi6n reinante estos tltimos afios en el mundo historiografico catalan hace que éste sea un terreno propicio para que aparezcan e incluso arraiguen diferentes propuestas 0 modas que, en mi opinién, encierran un gran peligro ya que afectan directamente a la misma concepcién de la historia como ciencia y a la propia tarea de los historiadores. Estas alternativas enga- fiosas podrian concretarse quizd en tres: el retorno al esencialismo ideologis- ta, la invasi6n de los escépticos y la soberbia del cientifismo sociolégico. No es facil que una historiografia como la catalana se emancipe facil- mente de las visiones politicas interesadas, dadas las caracteristicas mismas de nuestra historia mds reciente. Por ello no constituye ningtin descubrimien- to decir que hoy en la produccién historiogrdfica catalana el presentismo es atin una realidad evidente. Pero empieza a ser preocupante la reactivacién de las visiones basadas en la tépica narracién construida por el catalanismo ro- méantico y conservador a principios de siglo. Una narraci6n que ahora nos aparece actualizada, pero que insiste en los mismos ejes idealistas y esencia- listas y tiene casi las mismas pretensiones finalistas, teleolégicas, que antes. Y es inquietante la insistencia que se hace en presentar Catalufia como un pais aislado, amenazado y agredido constantemente desde fuera, y la exalta- cién de las supuestas actitudes undnimes de los catalanes. Hay quien realiza auténticos juegos de manos para esconder o enmascarar los problemas, las contradicciones y las divisiones profundas existentes en nuestra sociedad. De hecho se trata de un consciente retorno al esencialismo, a hacer de la «na- cién», o mejor dicho de la «patria», el principal sujeto del andlisis histérico. ° Enric UceLay Da CAL, «La historiografia dels anys 60 i 70: marxisme, nacionalisme i mer- cat cultural catala», en La Historiografia catalana, Quaderns del Cercle, nimero 6, Cercle d’Es- tudis Historicos i Socials, Girona, 1990, p. 54. Apogeo y estancamiento de la historiograffa contempordnea catalana 131 Y este retorno al esencialismo ideologista se est4 extendiendo a todos los niveles. Asi las Ilamadas a la pureza ideolégica nacionalista, a insistir en el cardcter «nacional» de la historia se han intensificado tiltimamente. Inclu- so hay propuestas mds o menos oficiales para que la hist6ria que se ensefie en el nuevo bachillerato catalan tenga como misién bdsica «el fomentar la conciencia nacional», cosa que recuerda aquellos nefastos afios en los que nos predicaban una pintoresca asignatura llamada «Formacién del Espiritu Nacional». Considero peligroso, ademds de ser un grave error politico, pre- tender potenciar desde las instituciones este tipo de planteamientos ideolo- gistas y sacralizadores de la historia, ya que son unas propuestas que estén a un simple paso del puro adoctrinamiento. Otra reacci6n muy comin ha sido la de adoptar una actitud de total es- cepticismo metodolédgico e ideolégico. Sin embargo, manifestar una profun- da desconfianza ante cualquier planteamiento teérico lleva, légicamente, a practicar un claro positivismo, pese a que se le intente disfrazar con formas exteriores mas modernas y sofisticadas. El escepticismo, junto con la superficialidad y la frivolidad, aparece manifestados en el interés mostrado por algunos historiadores por cambiar a menudo de planteamientos metodolégicos, sumandose a las ultimas modas fordneas, sin que en ningtin momento justifiquen teéricamente la opcién adoptada. Y ese escepticismo frecuentemente culmina postulando el famoso retorno a la narrativa, a la exposicién «neutral» y desprovista, dicen, de connotaciones ideolégicas. Pero proponer el predominio de la narraci6n no es s6lo una forma supues- tamente mis atractiva de presentar el discurso histérico, sino que implica también un claro contenido. Porque la narrativa no es una alternativa real a los sistemas te6ricos; muchas veces no es mas que un facil] recurso para cons- truir simplistas visiones de conjunto ante la excesiva complejidad y la com- partimentacidén en numerosas especialidades de la investigacién histérica. También desde hace unos afios algunos socidlogos e incluso historiado- res estén proponiendo lo que ellos denominan «la superacién de la historia»: una especie de alternativa moderna y renovadora a la envejecida, segin ellos, historia tradicional. Partiendo de unos supuestos, 0 no tan supuestos, excesos deterministas de los historiadores «progresistas», proponen la moder- nizaci6n del discurso y de las técnicas de la historia. Pero de hecho, lo que es- tan postulando es la construccién de una «ciencia neutra», que aplique los métodos y las técnicas de la antropologia social, de la sociologia y de la ciencia politica, con el objeto de reconstruir, segtin ellos, el método de and- lisis de las sociedades. Consideran que otras ciencias sociales menos cues- tionadas hoy que la historia son mds tiles para analizar las sociedades ya que el instrumental de los historiadores est4 ya «superado». La soberbia del discurso del cientifismo sociolégico se patentiza por las constantes alusiones a su superioridad y al mayor rigor cientifico de aquellas disciplinas que tienen capacidad para constuir modelos teédricos supuesta- 132 Borja de Riquer i Permanyer mente interpretativos, frente a la historia que nunca puede pretender tal cosa. Esta tesis va acompafiada, significativamente, de un notable desprecio por la investigacién empirica, que es la esencia misma del oficio de historiador. Es- pecialmente es significativa la tirria que manifiestan los postuladores de esta propuesta a la historia local, a la que acusan de querer destruir las grandes vi- siones de conjunto «nacionales» y de pretender atomizar la visién histérica. Estos cientifistas proponen la construccién de una teoria sobre el fun- cionamiento de las sociedades en la cual, de hecho, desaparece el andlisis histérico de los fenémenos sociales. En su afan por construir categorias so- ciolégicas, por definir conceptualmente los grupos, acaban perdiendo la vi- sién temporal, evolutiva y dindmica de las sociedades, que es el punto clave del auténtico andlisis histérico. Su propuesta acaba por diluir la historia dentro de un magma de ciencias sociales con lo cual se dificulta notable- mente la posibilidad de analizar en toda su profundidad las causas de los de- sequilibrios y de las contradicciones existentes en las sociedades. A modo de conclusién Creo que debemos reaccionar ante estas desviaciones, y hacerlo de for- ma clara y eficaz. Respecto al fenémeno del ideologismo esencialista es preciso insistir en aquello que es propio de la tarea del historiador. El cen- tro de nuestro estudio no es «la patria», la que sea, sino los problemas y los fendémenos histéricos. Nosotros debemos estudiar, por ejemplo, los movi- mientos nacionalistas y no la nacién. No hemos de justificar naciones ni pa- trias, sino analizar el surgimiento y evolucién de los movimientos sociales que sostienen tal existencia nacional. Los historiadores no somos unos te6- logos, sino que pretendemos ser unos cientificos. Y tratando de esta cuestién quiz4 sea pertinente recordar aquello que Pierre Vilar explica en uno de sus tiltimos escritos!®. Recuerda Vilar que una vez le preguntaron si él crefa que Catalufia era una nacién. «No lo creo», respondi6 Vilar répidamente; pero, ante la perplejidad de su interlocutor, afiadié en seguida, «Lo pienso», que es muy diferente. En efecto, lo que crea un historiador, sus creencias concretas, no intere- san a nadie. El historiador piensa, reflexiona, analiza y tras sus investigacio- nes llega a unas determinadas propuestas, hace una interpretacién. Porque el historiador es, o debe ser, un cientifico y no un doctrinario. Su centro de es- tudio son los fenémenos y los problemas existentes en la sociedad y que afectan a los hombres, a todos los hombres. No debe divagar sobre las esen- cias, no debe centrar su atencién exclusivamente en las reconstrucciones '© Pierre ViLaR, «Catalunya avui», en el VIII volumen de Histdria de Catalunya, Barcelona, Edicions 62,1990, p. XXXI. Apogeo y estancamiento de la historiograffa contemporénea catalana 133 que en su imaginario han elaborado algunos pensadores, por prestigiosos y relevantes que éstos puedan ser; eso compete a la historia del pensamiento 0 de las ideologias, pero no a la de los comportamientos de los grandes colec- tivos sociales. En cambio lo que si deberia preocupar a los historiadores ca- talanes, por ejemplo, es el por qué se ha situado de forma reduccionista la problematica del nacionalismo en el terreno del estudio de la burguesia, del crecimiento econémico y de la reforma del estado espanol, y por qué no en el andlisis de las propias estructuras histéricas. Tampoco podemos los historiadores esperar que disciplinas como la so- ciologia, la antropologia o la psicologia nos den los elementos clave para determinar cudl es la perspectiva de andlisis mas adecuada, ya que ellas son un complemento, de hecho subordinado, a la historia, y nunca una alterna- tiva a ella. Porque esas otras ciencias sociales se ven siempre obligadas a presuponer alguna concepci6n de la realidad histérica, no pueden evitar un primer enmarcamiento hist6rico para poder constituirse ellas mismas como ciencias: es decir, son ellas las que no pueden prescindir de la historia. Asi, mientras la historia ambiciona abarcar en su andlisis la totalidad de las so- ciedades, los instrumentos de los socidlogos o de los antropélogos, sélo sirven para analizar parcelas de esa globalidad. Con la fragmentacién del andlisis se pierde de vista que el objeto central del estudio histérico es la evolucién del hombre en sociedad, cosa inabarcable para esas visiones que se presentan como supuestas alternativas mds cientificas. Eso no quita que re- conozcamos que la historia debe enriquecerse integrando las aportaciones de estas ciencias cosa que se ha hecho y atin se hace muy escasamente. Con respecto a los escépticos el reto que tenemos es el de salvar la his- toria como ciencia Util y necesaria. Saber adaptar el discurso histérico a las preocupaciones y necesidades de la sociedad de los afios 90. Y eso implica ser renovador, ser criticos y autocriticos. Saber renovar y adaptar todo el utillaje teérico. Los cambiantes tiempos en que vivimos nos obligan a hacer un gran esfuerzo para replantearnos muchas cosas, para renovar lo que se ha quedado viejo y ya no sirve, para saber replantear los problemas. Ucelay Da Cal hablada hace dos ajfios de que la historiograffa catalana necesitaba una «reconversién»'! para poder acabar con su aislamiento pro- fesional y lingiiistico y con la ausencia de espiritu de competitividad. Pero creo que el reto no es sélo de la forma de producir y de métodos, es también de objetivos finales. Esta renovacién y profundizacién s6lo puede hacerse de forma adecuada, como recordaba hace unos meses Josep Fontana, en contacto con el mundo real; con un conocimiento directo e inmediato de los problemas de los hom- bres que pretendemos estudiar'?. Creo que es con esta voluntad de analizar 1 Enric Ucetay Da Cat, op. cit., p. 81. '2 Josep FoNTANA, «L’espai viscut i la fi de la historia», en Avenc, nimero 147, Barcelona, abril de 1991. 134 Borja de Riquer i Permanyer y entender el mundo, nuestro pequefio mundo catalén y el mds amplio de que forma parte, como los historiadores podremos comenzar a superar los déficits y las insuficiencias que hoy afectan a nuestra historiografia. Porque la historia no sdlo no se ha acabado sino que esté iniciando un perfodo com- plejo, pero apasionante, que exigird de todos, historiadores incluidos, una notable dosis de capacidad critica.

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