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Antropologías y Estudios de la ciudad, INAH/ENAH, vol. 2 año 2, núm.

3-4, ISSN: 1870-


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POSTALES URBANAS

Las vendedoras ambulantes en las calles de Isabel La Católica

ISAURA C. GARCÍA LÓPEZ/ENAH

“Yo nací aquí, esta es mi


esquina, me sacaron de mi casa
pero sigo aquí, está es mi
esquina.”1

Consideramos los casos de las vendedoras ambulantes que se apropian de las


calles del Centro Histórico de la Ciudad de México, en específico de las calles de
Isabel la Católica en el tramo que va de Izazaga a Uruguay.

Vialidad importante paralela a Tlalpan y al Eje Central, representa una ruta


importante para la circulación de la ciudad. La calle principia en el centro, se
despliega desde Tacuba, a unos pasos de la estación Allende del metro y a tan
sólo tres calles de donde se localiza la estación Zócalo, el lado norte de la Plaza
de la Constitución. Inicia entonces, en el centro de la ciudad en la calle de
Tacuba, como prolongación de la que lleva el nombre de República de Chile,
atraviesa el viaducto y los ejes viales hasta el Eje 5 Sur, desde donde circula de
sur a norte, al contrario de su numeración. Esta calle introduce a gran parte de la
población desde el sur al Centro, hacia la Lagunilla o Tepito.

Desde su cruce con Izazaga aumenta considerablemente la confluencia, por el


lado poniente de la calle, tanto de transeúntes, como de vendedores ambulantes,
custodiando la alta afluencia del arroyo vehicular y muchas veces invadiéndolo;
desplegada desde la esquina sur, esta calle alberga comercios de ropa, frutería,
puestos de periódicos, de lotería, boleros y el metro, la estación que lleva el
nombre de la calle, resguarda en la parte superior oficinas, talleres y fábricas de
ropa. En consecuencia, por el lugar circulan constantemente oficinistas,

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Voceadora de la calle de Isabel la Católica y San Jerónimo.

1
burócratas, vendedoras, costureras y demás, gran cantidad de personas que
salen, entran, vienen y van; que se dan cita para saborear los acostumbrados
tacos de la esquina que llenan la calle con su olor a carnitas, pollo, suadero y
bistec, en medio de limones, salsas, cilantro, cebolla y nopales, aunque si se
prefiere un almuerzo más ligero en la calle abundan las vendedoras que ofrecen
jugos, yogurt, gelatinas, atole, café, bebidas siempre acompañadas de un
exquisito pan de dulce, si se tiene mucha prisa ya tienen preparado una bolsa de
polietileno con un sándwich, fruta y yogurt.

Enfrente en el lado oriente, los microbuseros de la ruta que circula desde


Zaragoza hasta Tepito, se han apropiado de un carril de la calle de Isabel la
Católica en la pared extremo de la universidad del Claustro de Sor Juana, no
permiten vendedores ambulantes, para ubicar en este punto su base, atrás de la
cual también hacen base un grupo de taxistas, quienes han percibido durante
mucho tiempo, la gran cantidad de gente que sale del metro y se dirige hacia el
centro, siempre en busca de un transporte seguro y rápido.

Desde ese lugar se observa una gran afluencia hacia los cuatro puntos cardinales,
en cada cruce de semáforo se pueden llegar a contar más de cincuenta personas,
que esquivando a los comerciantes, tratan de cruzar las calles.

En Isabel la Católica es alta la afluencia vehicular, se observa el lugar marcado


por varios planos, el primero por la trascendencia histórica de sus edificios, el
segundo por la cotidianidad relacionada con el movimiento de transeúntes y
vehículos que la circulan, con la alta comercialización entre la establecida y la
informal, que aumenta al recorrerla caminado, otro plano es el de la delincuencia,
que aumenta día con día. Unos sobre el asfalto, otros sobre la banqueta, en esta
calle siempre hay quien viene o va. La primera calle es la que está entre Izazaga
y San Jerónimo, en el lado oriente conserva una gran barda-pared construida en el
siglo XVII, es un costado de la Universidad del Claustro de Sor Juana, cuenta con
grandes ventanales de madera clausurados, su portal principal se ubica sobre
Izazaga, el del uso cotidiano esta en San Jerónimo casi en la esquina con Isabel la

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Católica o Isabela como le dicen sus moradores; puerta constantemente
resguardada por vigilancia privada, antes siempre cerrada, ahora conecta el inicio
del corredor cultural en San Jerónimo y llega hasta la plaza de las Vizcaínas.

En la acera de enfrente están establecidos diferentes comercios en la esquina con


Izazaga la fábrica de ropa Samanta, después un súper Seven Eleven, con venta
de café, una vecindad junto un local de material fotográfico de revelado también
oferta cámaras, un portal que se abre como tiendita, es el umbral de una
vecindad2, junto una pequeña sastrería de ropa para dama, en la esquina un local
de venta de bicicletas; a lo largo de toda la calle se encuentran vendedores
ambulantes, la mayor parte de ellos son mujeres, que a últimas fechas proliferan:
venta de tacos, tortas, salchichas, guisados; vendedoras de sopes y quesadillas,
más adelante algunos productos de origen naturista, el vendedor de frutas y más
olores diversos.

En la esquina con San Jerónimo, en la calle un inmenso árbol que para quién
transita por ahí, no significa nada en absoluto pero para Doña Margarita que se
resguarda en él, representa su protección, le asegura su comercio de fruta, que
compra en la Merced -manzanas, plátanos, ciruelas, guayabas, uvas, mandarinas
y melocotones de a seis o de a dos por diez, si te descuidas hasta de a ocho
pesos-, amaranto, palanquetas a parte de otros dulces mexicanos, de las once de
la mañana a las seis de la tarde.

Dice la doña, que no se va para la Plaza Vizcaínas porque “allá cobran, y en el


Centro -se refiere a la plancha del Zócalo-, también cobran, hay mucha
competencia y además llega la camioneta”, mientras que ahí tiene el árbol para
ella sola, alto delgado, que ofrece una gran sombra, esta tranquila y como dice ella
no le estorba a nadie; como clientes tiene a oficinistas, vendedores, los alumnos
de la universidad, que sólo consumen la fruta de manera unitaria, por kilos no se

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Es el Inmueble de Isabel la católica 99, consta de una planta baja y un nivel. En la planta baja hay un
departamento y tres accesorias (reparación de bicicletas, venta de uniformes, revelado de fotografías y en la
entrada una tienda, en el nivel superior existen seis departamentos. El edificio tiene una antigüedad de150
años, está deteriorado y en mal estado físico, por dentro ésta apuntalado), la mayor parte de los inquilinos
rentan y su sitio de trabajo es el Centro Histórico, tienen en promedio de ocho a treinta años de residencia.

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vende ni para los vecinos, habitantes del entorno. Por la tarde más allá de las
siete, llega la güera, siempre glamorosa, con su puesto rodante hecho de metal,
con una plancha caliente, la esquina se transforma en puesto para la venta de hot
cakes.

Detrás del rostro de la Sra. Margarita, se encuentra la vida de una mujer que migro
junto con su familia desde un lugar cercano a la ciudad de Toluca, hace más de
cuarenta años:

No teníamos domicilio, pues vivíamos en un cuartito en la azotea, hasta el último


en lo más pobre, yo recuerdo que a veces nos quedábamos debajo de una
escalera, y cuando llovía nos tapábamos con hule, porque todo estaba mojado,
después ya cuando falleció la difunta de mi mama, vivíamos aquí en Regina, aquí
a la vuelta en el número 54.3

Desde entonces se inició en el comercio ambulante, viviendo experiencias que van


desde la búsqueda de un lugar tranquilo para llevar a cabo su comercio, la
expulsión del Zócalo, la persecución de las camionetas que recogen a los
ambulantes les quitan sus mercancías, en pleno uso de la impunidad; así como la
búsqueda de un espacio para vivir.
Emplazada en su esquina, a sus 46 años, siempre viajando desde los Reyes la
Paz hasta su lugar en el centro, observa el tránsito, las marchas, el tráfico
cotidiano, espectadora del tiempo habita la esquina en ella, en ella ve realizada su
vida cotidiana, acuden sus nietos, sus hijas, comen, hacen la tarea, debajo de sus
tres o cuatro cajas de fruta, siempre lista para salir corriendo, cuando se siente
asediada por la vigilancia, la policía o la camioneta.
pues si, pero la tratan a uno como delincuente, le traen patrullas, granaderos, una
corretiza bien buena, que de eso no se salva uno y donde te metan, lo sacan a
uno, le quitan la mercancía, son 72 horas de cárcel; sino se pagan por ejemplo
1000 pesos ó 1500 de multa dependiendo.

En frente, otras vendedoras. Cruza lsabela con el parque-jardín de San Jerónimo,


lugar donde aparte de los peseros, hacen base, casi siempre durante las
mañanas, un conjunto de más de diez patrullas de seguridad privada del centro;

3
La entrevista a la Sra. Margarita Pérez Cruz, se realizó en diferentes tiempos, en febrero 2002, en mayo de
2004 y la última se realizó en febrero de 2007.

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también se deja ver en las primeras horas del día el expendio de jugos que
atiende la Sra. Beatriz, quien llega todos los días poco antes de las seis de la
mañana, transitando desde Iztapalapa en compañía de sus hijas y a veces de su
esposo, quien va primero a la Merced por las naranjas, mientras se saca el puesto
que resguardan en un estacionamiento. Pasos adelante, como en la mayor parte
de las esquinas del centro, se halla una vendedora de atole y tamales siempre
rodeada de comensales, es la Sra. Paula, junto a ella un puesto establecido hace
muchos años para la venta de periódicos y revistas. En este lugar encontramos a
la Sra. Amada Rodríguez, nació dentro del edificio del Claustro de Sor Juana, hizo
su primera comunión en la capilla del exconvento, cuando este se utilizaba como
vecindad, además de centro nocturno, lugar que acogió al cabaret Smirna, hasta
antes de que entrara en custodia de la familia López Portillo. Ella dice que nunca
abandonaría este lugar, aunque todos los días venga desde el Estado de México,
cerca del medio día o cuando no puede venir a trabajar por alguna causa
relacionada con sus hijos, la que atiende y cuida el negocio es su mamá, quien
también tiene un puesto de periódicos, sobre las calles de Regina.

De este lado donde yo nací era una vecindad, de este lado era una tienda, más
para allá era el salón Smirna, era un salón de baile familiar y después seguía, una
vivienda y después otra vivienda, la iglesia, un hotel y aquí en la esquina de este
lado estaba una mueblería.4

Todas ellas se parecen, resguardadas detrás de su mandil, son mujeres mayores,


con arrugas y canas, pero que día a día demuestran su coraje, valentía para el
trabajo y la sobreviviencia; han encontrado espacios adecuados para su tipo de
comercio, que por la alta afluencia de consumidores, les mantienen y permiten
cierta tranquilidad, aunque todo el día estén en la calle.

Empieza la segunda calle, como la anterior en la acera oriente, mantienen un uso


mixto tradicional, que es el de comercio en los pisos bajos, junto con
departamentos para uso habitacional en la parte superior, edificios que cuando
mucho se elevan hasta cinco o seis pisos. A la mitad de la segunda calle, también
se observan dobles y triples usos para el espacio: un estacionamiento, que tiene
4
Entrevista realizada en diferentes tiempos 2002 y febrero de 2007.

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dos locales en su frente uno de jugos y frutas, otro de garnachas, sopes
quesadillas y tacos, también un local de venta de chapatas (dentro los vigilantes
se adaptan un espacio habitacional); contiguo, están los baños Señorial -alrededor
del cual muchos vecinos dicen se estableció la “zona roja”-, en ambas aceras se
han instalado mueblerías, pareciera que rompen con el contexto y el uso
tradicional de esta zona, en esta calle había más de cuatro mueblería las cuales
tienden a desaparecer por la falta de venta; también existen en la calle varios
talleres de imprenta, -oficio que se reconoce como la vocación tradicional de este
lado del Centro-, la oferta mayoritaria sigue siendo el comercio de alimentos, al
cruce con la esquina con Regina para dar paso a la tercera calle de Isabel la
Católica, que inicia con Nutri-frutas y Jugos, con el café El Jeque Emir, que se ha
convertido en el principal vendedor de café de grano de la zona; asimismo es el
espacio de sociabilidad, donde acuden dueños y administradores de locales
comerciales, como se puede observar entre las once de la mañana y las dos de la
tarde, se reúnen para platicar, descansar, tomar un buen café a más de comerciar
–es un espacio de interacción social- junto comienza la venta de material de dibujo
y papelería, hasta la calle república del Salvador.

Por el otro costado de la acera, la vida cotidiana cobra otro ritmo, se ubica la casa
pintada donde naciera el historiador Cosío Villegas y que ahora es un sitio para
conferencias y seminarios, afuera se venden playeras y artículos para celular. Más
adelante el comercio se dedica a la atención de los trabajadores del centro,
existen loncherías, torterías y una esquina para las nuevas tienditas como llaman
en el centro a las tiendas OXO, estos comercios establecidos compiten con las
principales vendedoras de la zona, mujeres que han encontrado en el comercio
ambulante un espacio para la sobreviviencia, la mayor parte de ellas expenden
pan, atole, café y tamales, desde antes de las siete de la mañana; mientras que
otras llegan alrededor de las ocho, cuando han dejado a sus hijos en las escuelas
cercanas, listas para vender jugos y frutas picadas, papaya, piña, melón, sandía,
las frutas más socorridas, pero también expenden zanahorias, pepinos y jícamas.
Junto a ellas nunca puede faltar la vendedora de tlacoyos y quesadillas, de

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chicharrón, papa, frijoles y requesón. Esta calle se distingue de las demás por su
colorido y diversidad de olores.

Estas calles determinan gran parte de la función del espacio en la ciudad,


permiten la interacción social, la socialidad, la pertenencia y el apego; son
espacios que significan la única posibilidad de obtener los medios para vivir.

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