Está en la página 1de 1

Detrás de un escrito no hay un yo, no puedo hablar de mí, sino del ser.

"
Eduardo Villanueva.

Marcela enciende la televisión para no sentirse sola. También lo hace para imaginar
que alguien le habla, yo soy muy callado.
En los dos años que llevamos de matrimonio solamente hemos tenido unas tres discus
iones, dos por dinero y una por su trabajo y su indiferencia ¿o la mía?
Nuestra mesa cuadrada y negra ha sido la mesa del diálogo y la comida. Tenemos poc
os muebles, pero de vez en cuando son útiles para entretejer la ociosidad de dos,
escenarios que recordaré siempre.
Esa mañana me desperté temprano, Marcela seguía dormida, con su camisón blanco parecía una
niña y a juzgar por el tamaño de sus pechos muchos dirían que estaba violando la ley ¿Q
ué perversidad poco pensada se oculta atrás de los amantes de los pechos breves?
Le di un par de indicaciones respecto a la basura y me fui a trabajar. Le dejé un
billete de cien pesos y un beso, ambos entre sus piernas. Al principio le ofendía,
ahora me lo exigía.
Por alguna razón mi mujer seguía en casa, desempleada, toda un ama de casa y eso me
complacía extrañamente. Al parecer a ella también le agradaba, según me había dicho. Mucho
tendría que decir entonces de lo que fue nuestra dicha efímera y engañosa con todo y
su progreso estéril.
La encontré doblando la ropa de los dos, con un calcetín en la mano, con los ojos hi
nchados, algo andaba mal.
-Sé que necesitamos que yo también trabaje.
-¿Y por qué no sales a buscar algo?
-Por puta.
Me confesó que no conservaría un trabajo porque aquella era la razón de haberse ido de
l último lugar.
De mi boca salió una producción en masa de insultos, que nunca fueron suficientes. E
lla no lloraba más, era como reclamarle a la mesa. Me acosté, soñé con ella y su amante,
en la madrugada desperté dos veces ahogándome con mis flemas de bilis, de rabia. No
supe qué hizo ella en la noche.
La mañana siguiente no quise ir a trabajar, Marcela se había ido. Encendí la televisión.

También podría gustarte