Muchas veces se comenta que “los niños son crueles”, si bien
sería más adecuado decir que algunos niños tienen actitudes de crueldad hacia sus iguales, los que ven como diferentes y de los que suelen burlarse y discriminarlos. Pero no es correcto reducir a estas condiciones el fenómeno denominado bullying, éste es diferente a las burlas escolares y lo que lo hace diferente es precisamente el poder intimidatorio y constante hacia quien no puede hacer nada por defenderse. Aquí un pequeño resumen de lo que se sabe acerca del bullying.
Bullying es un concepto proviene del inglés, de la palabra
“bully”, que significa toro, al que se le ha otorgado el significado de matón, lo que es indicativo de relaciones de maltrato y abuso entre un perpetrador y su víctima. Su significado se relaciona con conductas como la intimidación, la amenazas, los malos tratos físicos continuados, las humillaciones en público, el rechazo social, el chantaje, los insultos reiterados, los motes, todo ello sin que haya una provocación del “buleado” y si con intención del “buleador”.
La definición más aceptada y generalizada es la de Dan
Olweus, primer investigador del bullying: “Un alumno es agredido o se convierte en víctima, cuando está expuesto de forma repetida y durante un tiempo, a acciones negativas que lleva a cabo otro alumno o varios de ellos”.
Se plantea que existen diversas modalidades de acoso
escolar, tales como el hostigamiento, ridiculización, agresiones físicas (golpes y empujones), maltrato psicológico (por ejemplo mediante insultos, romper o quitar las cosas del sujeto acosado), coacción (obligarle a hacer cosas que le pueden poner en peligro, van contra su salud o sus principios), intimidación, amenazas y/o negarle el acceso al grupo, al salón de clase o a la escuela.
En los intentos de entender este fenómeno del bullying, los
científicos dedicados a este tema han tratado de definir las características de la víctima (buleado) y el victimario (buleador): Los buleados son niños que no disponen de recursos o habilidades para reaccionar, son sensibles y frágiles, son los esclavos del grupo y no saben reivindicarse por vergüenza o por conformismo, siendo muy perjudicados por las amenazas y agresiones. En términos generales, se dice que entre las características comunes de las víctimas se tiene que son solitarios, aislados por lo que no tienen amigos o solo unos pocos, suelen estar devaluados por los compañeros e incluso por los profesores y muestran tendencias a los sentimientos de culpabilidad y la autocensura.
Respecto del victimario (acosador, buleador) se acepta como
idea generalizada que la mayor parte de los sujetos presentan actitudes de abuso y violencia hacia sus iguales durante la niñez y adolescencia, suelen consolidar modos de relación en estas mismas condiciones ya que encuentran en el abuso un estatus de poder. Ellos se caracterizan por su tendencia a la impulsividad, abuso de la fuerza, falta de empatía, no tienen autocrítica ni sentimientos de culpa, se resisten a respetar reglamentos, normas y figuras de autoridad, sienten agrado y placer por expresar la agresividad, tienden a afirmarse ante los demás usando la violencia o la intimidación y justifican sus impulsos e intolerancia.
Aún con los avances en investigación que se han logrado en el
tema del bullying, tenemos información insuficiente, lo que nos presenta un escenario incompleto y por ende, difícil de comprender de forma integral y de intervenir eficazmente en él.
Entre los aspectos que debemos tratar en el tema que aquí
nos ocupa se refiere a que el bullying es un fenómeno que surge y caracteriza a la cultura actual, llamada posmoderna, en la que el sujeto enfrenta la vida guiado en buena medida por el “tener” y “lograr” objetos y posiciones que pueden ser cambiables por otra cosa, y cada vez menos es regido por principios, valores, tradiciones o teorías. Esto ha llevado a muchos niños y jóvenes a encontrar en el acoso escolar una forma privilegiada de ganarse un lugar en su entorno por la vía de arrebatarle a otro la posibilidad de reconocimiento y valor en el grupo, siendo estos comportamientos no solo tolerados por sí mismo y por su grupo, sino incluso valorados en términos de audacia y poder. Ante este inquietante fenómeno, la tarea primordial que tenemos como sociedad es, primero que nada, preguntarnos qué lleva a un niño o adolescente a convertirse en protagonista de este tipo de relaciones, ya sea buleado o buleador. La respuesta es por demás compleja y al menos ha de quedarnos claro que para empezar a elaborar una explicación que en realidad nos ponga en camino de prevenir y remediar este tipo de situaciones, habremos de ser tan empáticos (ponernos en el lugar del niño agredido tanto como el del agresor) como observadores y analíticos, sólo así empezaremos a estar en vías de comprender las motivaciones, temores, conflictos, angustias e inhibiciones de cada uno de ellos y desde ese marco de referencia tomar una postura personal, ya como padre, ya como maestro, haciendo presencia en la situación del acoso y funcionando como una figura que viene a regular esa asimétrica relación, siempre procurando el bienestar psicosocial de ambos y la regulación de los vínculos en función de las normas y reglamentos que cuidan de una sana convivencia.