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El desarrollo moderno de la ciencia avanza en paralelo con el desarrollo tecnológico, y ambos campos se

impulsan mutuamente.

Toda sociedad posee y emplea un determinado conocimiento sobre sí misma y sobre las demás
sociedades con las que está en relación. Este conocimiento le permite a los miembros del grupo normar y
justificar su conducta en el seno de la propia sociedad y ante quienes no pertenecen a ella.

Todo este conocimiento sistemático es un conocimiento cambiante, dinámico; las nuevas realidades son
asimiladas dentro del sistema cognoscitivo. Se trata de un conocimiento acumulativo que tiene una
funcionalidad permanente. Los miembros del grupo social recurren a él constantemente para guiar su
conducta y entender la de los otros.

Es bien conocida la idea de que la ciencia es un sistema lógicamente estructurado de conocimientos


verdaderos, y que su objetivo o propósito fundamental consiste en descubrir las leyes objetivas de los
fenómenos y encontrar la explicación de ellos.
Pero también se sabe que todo conocimiento, por teórico que sea, está en relación directa con todos los
aspectos de la vida, en relación directa con las personas. Es irrefutable que este conocimiento que
muestra la realidad también condiciona la posibilidad de influir sobre la misma. Por ello se puede afirmar
que todo conocimiento científico tiene una relación directa con el hombre.

El conocimiento social se mantiene hoy en forma difusa, sin una estructuración explícita y sin que sea fácil
identificar instituciones especialmente dedicadas a su cultivo y enriquecimiento.

En la tradición occidental el concepto de ciencia tiene una connotación restrictiva y se refiere solamente a
un tipo particular de conocimiento que cumple ciertos requisitos. El conocimiento científico aspira, por
ejemplo, a tener validez universal; es un conocimiento institucionalizado y presupone además una
condición especifica: la ciencia reflexiona sobre sí misma y no solo sobre su objeto de conocimiento. En el
campo de las ciencias sociales el problema se complica particularmente en lo que se refiere a su validez
universal. Es difícil imaginar siquiera un acuerdo absoluto entre los especialistas en ciencias sociales
acerca de un conjunto significativa y coherente de verdades científicas en sus respectivos campos de
especialización. En ciencias sociales las ideologías se aproximan muy cercanamente al conocimiento
científico; para algunos, incluso, es imposible establecer una separación rigurosa: la única manera de
prevernirse contra la subjetividad ideologizante sería, precisamente, hacer explícita la ideología, para que
la investigación misma y sus resultados pudieran ser siempre entendidos en relación con ella.

Se tiende a pensar que las sociedades a las que nos estamos refiriendo viven una etapa pre-científica. Se
reconoce, obviamente, que poseen conocimientos; que estos conocimientos son útiles para resolver los
problemas inmediatos; - que derivan de la experiencia; que en muchos casos pueden ser válidos,
verdaderos; pero que en última instancia no son científicos, porque no reinen los requisitos que definen a
ese tipo particular de conocimiento. Y cuando se habla de conocimiento social, se prefiere catalogarlo
como ideología, mas - que como ciencia. Si acaso, se admite que pudiera ser una - "ciencia de lo
concreto", por contradictorios que parezcan - los términos.
Para la ciencia las teorías científicas son fundamentales pero ello es sólo una parte de sus resultados. Esos
resultados se alcanzan en virtud de una práctica social. Todos esos rasgos transparentan la naturaleza
social de la ciencia, ya que son procesos y entidades sociales que sólo se pueden explicar en relación con
el contexto social que los condiciona [Núñez, 1999].
Con la tecnología sucede idénticamente. Esta es mucho más que una suma de aparatos cada vez más
caros y sofisticados; sino que es una práctica social que involucra conocimientos, destrezas, recursos
humanos y materiales, valores e ideologías [Núñez, 1999].
De ahí que los cambios tecnológicos, experimentos sociales en sí, requieren de control social. Por ende la
visión que deben tener los actores de la ciencia y la tecnología necesita ser educada en principios que
respondan ante la sociedad, es decir, éticos.
La ciencia y la tecnología aparecen y se desarrollan gracias a la actividad práctica de los hombres, a su
relación social.
La educación de los profesionales, de todos en general y, específicamente de aquellos que manipulan las
Tecnologías de la Información, debería fundarse en la idea de que ciencia y tecnología son procesos
sociales, y no verdades y aparatos al alcance de todos.
Se plantea, pues, ante la humanidad un problema que nos involucra a todos. Su parte más oscura reside
en criterios que intentan fundamentar teóricamente una actitud evasiva por parte de la ciencia y los
científicos en relación con la responsabilidad por el uso de sus resultados. De esta forma se plantea que no
se puede pensar en la existencia de algún gran descubrimiento científico que en principio no pueda tener
una u otra aplicación con fines inhumanos.
O sea, que un mismo resultado científico, puede tener diversos destinos, utilizarse para el bien del hombre
o para su destrucción.
La historia de la física, la química y la biología pueden aportar ejemplos.
1) El conocimiento social científico es un requisito necesario para que los diversos pueblos puedan
imaginar y gestionar los proyectos de desarrollo que correspondan a su propia naturaleza histórica;
2) el conocimiento social tradicional se presenta con frecuencia en forma no sistematizada ni
institucionalizada y contiene, si acaso, una débil reflexión sobre el proceso mismo de conocimiento;
3) una ciencia social necesaria debería permitir no solamente el conocimiento de la propia sociedad, sino
también la comprensión de las sociedades dominantes.

La divulgación científica tiene como objetivo hacer asequible el conocimiento científico a la sociedad más
allá del mundo puramente académico. La divulgación puede referirse a los descubrimientos científicos del
momento, como la determinación de la masa del neutrino, de teorías bien establecidas como la teoría de
la evolución o de campos enteros del conocimiento científico. La divulgación científica es una tarea
abordada por escritores, científicos, museos y periodistas de los medios de comunicación. La presencia tan
activa y constante de la ciencia en los medios y la de éstos en aquélla ha hecho que, de un tiempo a la
fecha, se debata sobre si, más que divulgación científica, debería usarse el término periodismo científico.

En la actualidad, la divulgación científica se realiza en prácticamente cualquiera de los formatos que


existen en los diferentes medios de comunicación: documentales de televisión, revistas de divulgación
científica, artículos en periódicos generales o páginas de Internet dedicadas a esta labor. Existen incluso
canales de televisión dedicados exclusivamente a la divulgación científica o en los que esta nueva
disciplina forma una parte destacada de la programación, tales como Discovery Channel o National
Geographic Channel. Por el gran interés que ha surgido en muchos de los medios de comunicación por
hacer de la ciencia uno de los temas centrales, la divulgación científica también recibe el nombre de
periodismo científico.

La divulgación científica se expresa de manera más precisa en libros específicos sobre un tema. Algunas
obras divulgativas han llegado a convertirse en auténticos best-sellers, como Historia del tiempo, de
Stephen Hawking, o Los dragones del Edén, de Carl Sagan. Este último recibió el Premio Pulitzer en 1978.
Desde el punto de vista de la literatura, la divulgación científica constituye un subgénero del ensayo.

El periodista que se dedica a la divulgación de la ciencia es tan importante como el científico que genera
preguntas y descubrimientos, ya que los nuevos conocimientos necesitan un agente difusor que pueda
hacerlos llegar al público.

Un caso especial lo constituye Internet.


Empresas, medios de comunicación, entidades gubernamentales, universidades, partidos políticos,
personas, etc. colocan sus páginas de información, las cuales se difunden en el mundo entero.
Ante este nuevo reto se necesita una política inteligente que permita al país los beneficios de esta
tecnología, que mantenga, ante cualquier adversidad, una actitud ética en su accionar.

Malos usos de la divulgación


La divulgación científica mal practicada puede ser engañosa. Algunas obras de divulgación son escritas
por gente que no es experta en el tema que divulgan, otras por personas parcializadas. Por desgracia,
suele resultar difícil para una persona sin excesiva formación el identificar los artículos o documentales
fraudulentos (se ha descubierto, con el paso de los años, que incluso algunos científicos han logrado
engañar a la comunidad académica respecto a los resultados de sus trabajos). En otras ocasiones, los
resultados de investigaciones científicas son presentados por la prensa general sin el debido contexto o
simplificándolos en exceso. La divulgación también puede sobrepasar los límites de la ciencia formal y
acercarse peligrosamente hacia las pseudociencias, y abordar temas más sensacionalistas como las dietas
milagro, la teoría del caos y los viajes en el tiempo.

Influencia en la sociedad: la ética de la ciencia


Dado el carácter universal de la ciencia, su influencia se extiende a todos los campos de la sociedad,
desde el desarrollo tecnológico a los modernos problemas de tipo jurídico relacionados con campos de la
medicina o la genética. En ocasiones la investigación científica permite abordar temas de gran calado
social como el Proyecto Genoma Humano y grandes implicaciones éticas como el desarrollo del
armamento nuclear, la clonación, la eutanasia y el uso de las células madre.
Los cambios tecnológicos son experimentos sociales que requieren proyección y control social. Sus
actores, los profesionales de la ciencia y la técnica, precisan de una mentalidad y una visión social que
necesita ser educada. Esta educación debería fundarse en la idea de que ciencia y tecnología son procesos
sociales, y no verdades y aparatos al alcance de todos.

Asimismo, la investigación científica moderna requiere en ocasiones importantes inversiones en grandes


instalaciones como grandes aceleradores de partículas (CERN), la exploración espacial o la investigación
de la fusión nuclear en proyectos como ITER. En todos estos casos es deseable que los logros científicos
conseguidos lleguen a la sociedad.

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