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HIDROCARBUROS
El manejo del riesgo reviste de gran importancia en el mundo del negocio de la
industria petrolera, a lo largo de sus procesos y operaciones abundan los riesgos y
las incertidumbres, en consecuencia la industria requiere utilizar enfoques
sofisticados para la evaluación de los riesgos.
En la industria petrolera se toman decisiones de gran envergadura, complejas y de
altos costos, el mejor sistema para la toma de decisiones es aquel donde se
identifica el problema, se manejan las incertidumbres y se desarrollan soluciones
más poderosas y a menudo hibridas y equilibra el riesgo con respecto al valor
agregado.
Muchas son las fuentes energéticas de que se valen las naciones para satisfacer sus
necesidades de subsistencia; pero entre ellas, es sin duda el petróleo la más importante de
todas y, de acuerdo con todos los pronósticos, seguirá siéndolo por lo menos durante los
próximos 50 años, cuando quizás la energía proveniente de la fusión nuclear, que es
energía nuclear limpia, sea factiblemente explotable.
Geopolíticamente hablando, pareciera que los Estados Unidos tienen tres metas básicas: a)
sostener el dólar como moneda fuerte y simultáneamente mantener la competitividad de
sus exportaciones, b) asegurarse el suministro adecuado de energía, al menor costo posible,
y c) garantizar la seguridad nacional, a través de la supremacía naval.
Posiblemente para procurar el logro de esas tres metas esenciales, los Estados Unidos han
utilizado discrecionalmente su poder comercial (suministro y adquisición de bienes y
servicios), su poder militar (fuerza bélica), su poder financiero (capital) y su poder
mediático (información en medios de comunicación social tradicionales y telemáticos),
con una mezcla sui generis de cada uno de ellos en cada caso particular y según las
circunstancias.
Las necesidades de consumo energético de los Estados Unidos y del mundo desarrollado
en general crecen sostenidamente, mientras que las reservas de petróleo probadas crecen a
un ritmo menor. En tal sentido, es obvio que la demanda supera a la oferta, sobre todo en
una perspectiva de largo plazo. Se trata de un hecho muy simple: en un mundo de recursos
limitados el crecimiento del consumo no puede ser ilimitado a menos que sólo una parte de
la población consuma esos recursos. O, en otras palabras, los recursos no alcanzan para
todos.
Las tres cuartas partes de la población mundial que ahora residen en las regiones menos
desarrolladas aspiran alcanzar el mismo nivel de vida que la cuarta parte que vive en las
regiones más desarrolladas, el consumo global de energía y recursos tendría que aumentar
aproximadamente diez veces para que eso sucediera. Sin embargo, al considerar las
reservas actuales de energía y su valor, es claro que esto es imposible.
“En ese contexto, América Latina, tanto por su cercanía geográfica como por sus reservas
energéticas, es una de las regiones del mundo que estará bajo el ojo vigilante de
Washington. Actualmente, Venezuela es el tercer proveedor de Estados Unidos, México, el
cuarto y Colombia, el séptimo” (La Insignia, 2002, p. 1). "El éxito logrado por Venezuela
en volver comercialmente redituables sus depósitos de petróleo pesado sugiere que
contribuirá en forma sustancial a la diversidad de la oferta global de energía, y a nuestra
propia mezcla de abastecimiento energético a mediano o largo plazo" (Estados Unidos,
Plan Nacional de Energía, 17/05/2001, cp. La Insignia, 2002, p. 2).
En este último punto no debe perderse de vista que durante la gestión de Luis Giusti, actual
asesor energético para América Latina del Presidente Gorge Bush, se inició un proceso
intensivo de descapitalización de PDVSA, con miras a su privatización (al tener menos
activos, costaría menos a los inversionistas extranjeros adquirirla), así como un incremento
exorbitante de sus costos operativos, lo cual justificaría ante el Poder Legislativo Nacional
la necesidad de privatizar la industria por razones de ineficiencia en costos (Fazio, 2002).
Las más sólidas evidencias científicas demuestran que el ritmo de nuevos descubrimientos
ya ha superado su punto medio y se encuentra en pleno declive de la curva normal. Por su
parte, el mundo está cercano a llegar a consumir la mitad de todo el petróleo que nos legó
la naturaleza y, comoquiera que el ritmo de consumo sigue un patrón de aceleración
constante debido al crecimiento poblacional y a la voracidad de economías prósperas como
la de Estados Unidos, la otra mitad del petróleo que nos queda en el planeta no superará la
barrera del siglo XXI, si acaso la del 2050.
De allí que la importancia geopolítica del petróleo y el gas se hará sentir con creciente peso
a lo largo de los próximos cincuenta años, momento a partir del cual los combustibles
fósiles serán historia.
Es claro, entonces, que Venezuela ha optado por una política de equilibrio en relación con
los intereses geopolíticos de Estados Unidos en nuestro petróleo y nuestro gas. Por una
parte, se mantiene como el mayor suplidor, confiable y seguro, de hidrocarburos hacia
Estados Unidos en el hemisferio occidental; al igual que respeta a los capitales
transnacionales invertidos en el país y continúa permitiendo su entrada, incluso a un ritmo
mayor que antes del gobierno del Presidente Hugo Chávez. Pero, por otra parte, ejerce un
rol de decidido liderazgo en la OPEP, incorporando incluso a productores No OPEP, como
México, a pactos de cuotas de producción para regular los precios del mercado.
Durante cuatro años consecutivos los precios del petróleo se han mantenido por encima de
la barrera de los 20 US$ por barril, lo cual constituye un hito en las últimas décadas, ya
que los booms petroleros de la década de los años 70 determinaron aumentos exorbitantes
de los precios, pero por sólo dos o tres años, antes de que volviesen a estabilizarse y bajar.
El hecho de que en otras partes del mundo se hagan nuevos descubrimientos, que entren
nuevos actores como Rusia, o que Arabia Saudita busque contrarrestar la tendencia hacia
la búsqueda de energías alternativas al petróleo mediante una política de precios
moderados, no es suficiente contrapeso para el más contundente hecho científico de que
todo el petróleo del mundo, incluyendo el de Arabia Saudita y el de todos los demás países
OPEP y No OPEP del planeta, sólo alcanza para el 2050, y eso suponiendo que el ritmo de
consumo se mantenga a los niveles actuales, lo cual es poco probable dado que la
población se expande a ritmo acelerado y las economías voraces del hemisferio norte
también. Además, hay que tomar en cuenta el detalle poco conocido, pero bien
documentado, de que las reservas probadas en determinadas regiones del planeta están
sobreestimadas.
Esto determina una sola conclusión para Venezuela: el petróleo es y lo será cada vez más,
un negocio muy rentable, donde la demanda será creciente a lo largo de los próximos
cincuenta años, a la par que la oferta será decreciente, sencillamente porque se trata de un
recurso natural no renovable que se agota.
Ante esta realidad, es claro que la política más acertada para el país, y para cualquier país
petrolero, es la de precios altos y control de la producción, dado que una política de precios
bajos y aumento de la producción constituye un despilfarro de nuestra riqueza potencial, es
regalar nuestro petróleo a precio de gallina flaca. Si los precios del petróleo suben, ni
Estados Unidos ni Europa ni Japón tienen la tecnología ni los recursos para sustituirlo
como fuente de energía primaria, cuando menos a lo largo de los próximos cincuenta años,
momento a partir del cual ya ni siquiera importará porque probablemente ya no tendremos
más petróleo en nuestro subsuelo.
Así que la estrategia geopolítica para Venezuela es muy simple: continuar abasteciendo de
petróleo a Estados Unidos, todo lo que pida, y también de gas; pero, simultáneamente,
obtener por nuestro petróleo el mayor precio posible, dentro de las bandas fijadas por la
OPEP. Que de la riqueza mundial, nos toque la parte que nos corresponde como
suministradores de la energía que alimenta el desarrollo económico mundial. No regalar
nuestra principal riqueza potencial, sino explotarla y aprovecharla al máximo.
Venezuela es país petrolero. Esta frase ha sido tantas veces proferida que hemos dejado de
saber cuál es su verdadero significado. No obstante, la crisis de diciembre de 2002 y enero
de 2003 ha servido para constatar, contundentemente, que Venezuela vive del petróleo,
que su economía toda gira en torno al petróleo, que el petróleo es nuestra sangre y nuestro
aliento y, frente a la globalización, nuestra única esperanza de obtener el financiamiento
para el desarrollo sustentable de nuestra sociedad.
Venezuela no puede igualarse a Estados Unidos. El Neoimperio muncial del siglo XXI
tiene que estar contento con Venezuela como suplidor confiable de petróleo, incluso pese
al disgusto que pueda causarle el tener que pagar precios altos por el mismo. Después de
todo,
Castro Soto, Gustavo E. (2002). La verdad sobre el conflicto con Irak. Petróleo, Gas,
Bancos, Narcotráfico, Bioeconomía y Militarización. (Documento Internet). Ecoportal:
23/11/2002.
Department of Energy (DOE) (2001). Energy National Plan. Estados Unidos: autor.
Fazio, Carlos (2002). El golpe a Chávez, con olor a petróleo. (Documento Internet).
México: La Jornada. 04/07/2002.