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Escritura Imperfecta. 1
Historias de un Motel.
Historias de un Motel
Escritura Imperfecta
Escritura Imperfecta. 2
Historias de un Motel.
“Historias de un Motel”
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Historias de un Motel.
Historias de un Motel
Guada_82 |Ninchdails |Cocuy |Writerman |Dark Angel
Escritura Imperfecta.
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Historias de un Motel.
Índice.
El inicio. (Bwrm) 23
Escritura Imperfecta. 5
Historias de un Motel.
Por entre los pasillos de aquel viejo motel se respiraba pasión. Una pasión que se
vivía a través de cuatro paredes, a través de corredores oscuros, a través de
sabanas y viejos colchones.
Nubes de humo emanan por entre los primeros rayos de sol, dibujando sombras
caprichosas y tenues. En las puertas aún se puede respirar el sudor, la excitación de
las noches pasadas. Noches que cuentan mil historias, cada una con protagonistas
diferentes, con finales diferentes.
Cientos de ojos han dejado una huella en aquellos labios finos como pétalos de
alguna extraña flor, aquellos labios que con el solo susurro de su respiración erizan
la piel y causan sensaciones desconocidas en extraños que parece se conocen de
toda la vida. Cientos de suspiros fueron arrancados mientras aquella mujer gozaba,
mientras aquella otra se dejaba llevar dentro del destino. Cientos de almas
perdidas se encontraban.
Todo esto pasaba (y aun, hoy en día, sigue pasando) en aquel viejo motel, un motel
protegido por la sombra de la noche, bendecido por la luna. Un lugar amado por
los mortales.
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Historias de un Motel.
Aquel viejo motel, donde cada noche se siente, se respira, se vive pasión y
erotismo...
...eternamente.
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Historias de un Motel.
Otra vez sentía esa mirada clavada que le cortaba la respiración, que le recordaba a
la muerte y a su no-tiempo. No quería mirar hacia el costado, donde seguramente
estaría él, sentado en alguna última mesa, lejos de los otros, (los que hablan, se
ríen, leen el diario, fuman o van hacia alguna parte).
Él entraba tan sigilosamente, que aquél con el que se topara sólo lo vería por su
antiguo y torpe quieto cuerpo esperando que pasen todos, menos él, que rezagado
en la lentitud de sus movimientos no accionaba hasta no estar solo, otra vez. Otra
razón casi única por la cual lo "verían" sería por su saco no-casual que siempre
llevaría puesto, como parte de su cuerpo, aferrado a su sudor, como chaleco de
fuerza que apretaba su respirar, sofocante para el húmedo e insoportable verano
de Buenos Aires, desabrigado para su invierno y la soledad...Saco al que llaman de
"media estación", (aquella inexistente, tan añorada media estación que nos
sorprende únicamente cuando ya no la sospechábamos...y se va antes de que la
podamos atrapar).
Ella quería pensar en todo eso, verlo a él, su saco inaguantable, la muerte, y su no-
tiempo...pero no. Comenzaba a sentir todo su cuerpo...la ropa se le adhería más, y
a medida que caminaba hacia él, se tocaba el pelo, lo enredaba al ritmo de sus
secretos pasos, y lo soltaba, dejándolo caer justo por debajo de su busto alegre y
desafiante, (aquel busto que de niña le traería los piropos, los primeros fervientes
torpes besos, y luego los rezos por dios para no llamar la atención de su padrastro).
También sentiría su boca tibia y empalagada, la que dejaba libre en ese momento,
frente a él, dejando atrás la correcta y aplicada, para reír excitada en cada
inteligente y clavado comentario hondo y sutil que él diría...sabiendo más excitada
aún, lo que disfrutaría de besarlo arrodillada, y extasiada mientras él la mira.
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Historias de un Motel.
Sentía su respiración ahora; ahora se cruzaba de piernas, detenida ante él, como
haciendo fuerza para aguantar algo que ya era insostenible...Pero no. Tenía que
atender a todos, todos querían ser especiales, invitaciones, miradas obvias, esperas
de que se dé vuelta, etc. Ella sabe que es bella, bella para ese lugar mediocre,
donde a nadie le importa si se estremece una y mil veces al escuchar la intro de
Miles en Round Midnight, o si se esconde entre los sucios escombros en la
oscuridad detrás de escena para ver de cerca La muerte del Cisne. Era "esa", la
belleza la que la embriagaba...y sólo él sabía ver.
Otra vez la mirada clavada. Ella llegaría agitada, habiendo corrido unas extrañas
cuadras, que jamás recordará...aunque si, la habitación número 14.
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Historias de un Motel.
La habitación era digna del acto que estaba por suceder en ella... un color carmín
desgastado la rodeaba, torpemente limpia, la luz tenue ayudaba a los sucesos de la
cual ella era testigo... Una habitación común de un motel con fachada
desbaratada... testigo de miles de amores y pasiones fugaces.
El aire estaba viciado con encuentros anteriores... una cama maltratada; la luz
tenue de un fluorescente era el único sonido... lo torturaba, ella lo llamaba desde la
cama. Inerte yacía en ella. Las agujas del reloj que le regalaron para su cumpleaños
días atrás, parecían más lentas a cada minuto. La insistencia de su perro amor lo
obligo a entrar en acción. Le resultaba desagradable. Era una situación que siempre
dijo que evitaría pero la soledad lo obligó... la soledad y unos tragos de más. No
sabía que más hacer, 6 meses pasaron desde que ella lo abandono, esa tarde
recibió un llamado de su ex... no lo perturbo tanto su pedido de que cesen los
llamados a media noche... lo que le sorprendió era haber escuchado a "el otro" en
el fondo de la conversación... se sentía engañado, dolido y enojado con esta vida
tan injusta el todo lo había dado por ella y ella en un instante lo había desechado...
no lo comprendía, no era posible asumirlo y decidió ahogar sus penas en alcohol...
una mala decisión, pero la única que paso por su mente en ese momento... camino
sin rumbo, camino por calles de gente somnoliente, el mundo era gris una vez más
y su esperanza de regresar se había esfumado con un simple llamado... el eco de
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Historias de un Motel.
esa voz rondaba su cabeza... recuerdos de lo feliz que había sido y el augurio de un
futuro infeliz lo condenaban a cada paso... levanto la mirada esquivando un
charco... un cartel luminoso marcaba su descanso mental.. decidió entrar ya sabía
que el alcohol no la borraría pero por lo menos imagino que la suprimiría por unos
instantes... como dije antes ... mala decisión... la música era mala en su mayoría, la
compañía... peor... era un bar de almas perdidas, gente sin rumbos y con corazones
desechos cada uno tendrá su historia pensó... pero hoy no... hoy no quiero charlar ,
hoy quiero hundirme este puñal que me atraviesa aún más para que con dolor
comprenda que ella ya paso y me olvido.
Y ahora se encuentra aquí... producto del alcohol y una mala decisión se encuentra
pagando por amor, todo fue rápido y simple... no encontró lo que buscaba... peor
aún... un vació crecía en él, la soledad no le daba respiro y la desesperación por su
situación lo arrinconaba en la habitación testigo de miles de historias como la de
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Historias de un Motel.
él... sin darse cuenta, su amor de alquiler ya se había marchado... una vez
terminado el acto... terminado el contrato pensó...
Se vistió lentamente… nada había ganado pagando y la noche estaba más fría sin su
amor... amor no correspondido y sin esperanzas de regresar... por lo menos ya lo
había aceptado... se levantó de la cama colocándose presuroso su zapato, ahora
esta situación le traía vergüenza a su ser... apunto de cerrar la habitación número
15, escucho una sonrisa inocente... rápidamente se escondió... dejo la puerta entre
abierta y la vio... nuevamente estaba ella... la mujer de la fonola, la del buen gusto
y buenos atributos, la que antes estaba nerviosa ahora esbozaba en su cara una
sonrisa de satisfacción, estaba rodeada por el brillo que solo otorga el buen sexo y
placentero... recién en ese momento se dio cuenta de su error, ella no era "una
más" de ese lugar su vestimenta no coincidía con el "uniforme ajustado" de las
demás mujeres de ese lugar. Su perfume... tan penetrante invadió el pasillo, y su
presencia lo ilumino... vio cómo se alejaba lentamente a paso firme... salió
despacio, la vergüenza aun no lo abandonaba, pero ahora estaba acompañada por
un dejo de esperanza... ¿un nuevo amor tal?
Antes de bajar por esas escaleras añejas volteo su cabeza, Habitación numero 14...
la mujer de la habitación numero 14
Y se fue...
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Historias de un Motel.
Ve como entran y salen putas de aquel sucio hotel, todas a la compañía de un viejo
miserable que ha decidido dejar la soledad por una noche. Pero una noche es todo
lo que dura la compañía, a menos, claro, que estén dispuestos a pagar el precio. Al
igual que ellos, la soledad puede ser lo que ha llevado a este hombre a ese lugar y a
sentarse en esa banca, en ese parque vacío, testigo de sus últimos suspiros.
La noche no le regala nada a ese hombre, siquiera un soplo de brisa caliente golpea
su tez, haciendo de ese calor húmedo el menos soportable de todos. Solo las frases
que fluyen de la trompeta de Miles, salidas desde una ventana del segundo piso,
salpican su triste existencia, un terrón de azúcar para su barril de angustias. Puede
que este fuese el motivo que le arrastrara ante el encargado para pedir una
habitación del concurrido hotel, después de abrirse paso entre la escoria humana
que adornaba la acera.
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Historias de un Motel.
El hombre sigue a la izquierda por el mostrador y llega al pasillo. Frete a él se
encuentra una puerta sin numeración, a la izquierda se eleva la pequeñísima
escalera y a la derecha se ven enfiladas las puertas de las habitaciones. Avanza por
el pasillo en una marcha lúgubre, respira cada detalle de aquel hueco, escucha
como la tierna música se apaga a cada paso y como la banda es ahora acompañada
por los gritos de lujuria hasta que solo quedan los gritos y los libretos que putas
recitan noche tras noche a su público.
La puerta cede al tiempo que él hace lo posible para recobrar el equilibrio adentro
de la pequeña habitación. Y Miles llena el espacio nuevamente, pero esta vez con
bastante claridad, la música viene de la habitación inmediatamente superior. Ese
momento de placer es interrumpido por el encargado que se asoma con cara de
idiota por el pasillo y le anuncia al huésped que la puerta tiene juego. Una ola de
maldiciones recorre el pasillo y se acalla cuando se escucha el portazo. El
encargado se encoge de hombros y, con gesto desinteresado, esconde nuevamente
su pequeña cabeza.
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Historias de un Motel.
marcará el punto final de su obituario. El frío acero, que no está ya frío por tanto
manoseo, se apoya en su papada.
Aterrado y vivo, el hombre, con su rostro bañado en lágrimas, escapa por el pasillo.
A medio camino, tropieza con el encargado y le abraza mientras grita de alegría.
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Historias de un Motel.
- ¿Todo anda bien señor Norris? – le preguntó él, que ya se sentía demasiado
cansado como para insistir, pero que a la vez notaba la mirada extrañada y un
tanto fuera de foco que el viejo tenía en ese momento.
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Historias de un Motel.
- Si, todo está bien, todo está bien… – respondió el viejo, como cuando uno está en
modo automático mientras cavila otras cuestiones.
Sin más demoras, tomó las llaves y comenzó a subir por la angosta y derruida
escalera mugrienta para tomar su merecido descanso, mientras, veía que una bella
chica y un hombre de saco gastado al estilo bohemio entraban a pedirse otra
habitación. En ese momento, escuchó al viejo Norris decir:
- La catorce.
Y pensó: espero que estos dos me dejen dormir tranquilo esta noche.
Como un flash le vino a la mente la hija del viejo Norris. Era una chica de baja
estatura, como su padre, no recordaba si se llamaba Carla, Clara, o algo por el
estilo, tenía buenos pechos y una cara pálida que se hacía aún más blanca por su
pelo rubio y tan lacio que parecía estar pegado a su cara todo el tiempo.
Ahora, ya limpio y relajado, se dejó llevar por las fuerzas del más allá para caer en
esa especie de coma profundo que inevitablemente lo estaba esperando.
Como por arte de magia, ahora se encontraba en un campo verde, uno de los
tantos que suele ver en las largar rutas argentinas en cada uno de sus viajes. Pero
lo afortunado era que estaba acompañado por la pechugona de Claudia Norris, ah…
sí, de repente se acordaba su nombre, y ella lo miraba con ganas de todo. Él le
acariciaba un pecho mientras ella se reía y lo instaba a seguir. Jugaban y se ponían
cada vez más ardientes, al punto de verse desnudos y entrelazados por sus carnes
tibias regadas de sol, un sol brillante que se iba poniendo cada vez más blanco,
tanto como las luces de un faro que encandila al mirarse. El día se transformaba en
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Historias de un Motel.
noche y Claudia ya no era Claudia, era la chica del catorce. Y el escenario ya no era
el campo verde, sino una oscura plaza de ciudad ocupada por prostitutas y
traficantes. Su corazón latía rápido y la extraña chica desconocida lo arrastraba del
brazo en dirección a donde se encontraba un hombre con un gamulán gastado que
le inspiraba su mayor desconfianza. Él comenzaba a desesperarse y quería salir
corriendo, pero la chica se lo impedía. Cuando escucha un ruido ensordecedor y se
despertó súbitamente, todo sudado y con palpitaciones angustiantes.
- Ahora, todo anda mejor, todo anda mejor – contesta el viejo, pero esta vez ya no
perdido en sus cavilaciones, sino, con una suerte de paz interior que tranquiliza a
quien lo escucha.
Decide no hacer más preguntas y vuelve a subir a su habitación número trece, para
intentar conciliar el sueño y, tal vez, reencontrarse con Claudia o con alguna otra
que le sirva de compañía ideal.
No sabía cuánto había dormido antes del abrupto despertar, pero en la catorce no
se escuchaba más nada. Ahora sí podría descansar.
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Historias de un Motel.
Hoy te vi salir de la cama. Levantaste las sabanas suavemente, creyendo que con
eso no me moverías, pero al otro lado de la cama, mis ojos te veían a través del
reflejo de la ventana y el sol que entraba a la habitación y la llenaba de reflejos
cálidos. Caminaste, vestida solamente por un calzón de fina tela negra, el cual
acomodaste de entre tus nalgas con un dedo. Bostezaste mientras te estirabas,
haciendo que tu espalda se arqueara y tu pecho temblara. Te sentaste en el
pequeño puff morado, encendiste un cigarro, miraste hacia el espejo,
contemplando toda tu belleza. Tu cabello enmarañado, castaño fino, un poco
undulado, tus ojos, donde lo infinito se graba, tus labios pequeños y rosados, con
una sonrisa inocentemente maquiavélica. Tus dedos largos que jugaban con el
tabaco, dando vueltas y vueltas, tu vientre plano, tus piernas largas. No podría
describir la grandeza de un cuerpo como el tuyo, viéndose reflejado en el espejo de
una habitación cualquiera, en un apartamento cualquiera. Te quedaste fumando,
viendo ahora el techo, descubriendo formas extrañas formadas por entre la
rugosidad del tirol. De repente, estiraste la mano y tomaste tu vieja camiseta, esa
que esta percudida y manchada, con el hoyo más grande que eh visto en alguna
prenda tuya, esa con la que te ves tan bien. Te la pusiste, acomodándote el cabello
sobre tu hombro. Te veías tan sensual, el olor a noche aun no desaprecia de tu
cuerpo, que podría haber saltado de la cama y poseerte nuevamente, como la
noche anterior en la cual gemías entre mis manos, me arañabas mi espalda,
mientras yo me perdía entre ese monte de Venus que es tu cuerpo.
Escritura Imperfecta. 19
Historias de un Motel.
esa última noche contigo, mientras mis oídos, atentos a todo lo que ocurre a mi
alrededor, escuchan una detonación seca, justo a un lado de mí, cubriendo la piel
de mi rostro de algo que parece líquido, no sé, no lo puedo ver, pero se siente
caliente, así como lo es tu presencia en este mar de recuerdos y vejaciones...
Escritura Imperfecta. 20
Historias de un Motel.
Me quito los anteojos y me seco las lágrimas. Por lo bajo maldigo a Olga y a su
vulgar remedo del amor.
En el bar del lobby el mismo tipo de siempre, en la misma mesa y con el mismo
saco. Alguien a punto de entrar en la habitación quince. Putas crueles y perfumes
crueles avanzan desde los pasillos. A la salida un hombre con su maletín en la mano
izquierda nos mira con asco desde el otro lado de la calle.
Escritura Imperfecta. 21
Historias de un Motel.
Le dije ¿Cómo es? ¿Conversamos un rato como lo hacemos en el chat? Yo tenía los
ojos cerrados la inexperiencia me hizo decir sandeces. No me respondió.
El contraste de su piel negra con la mía blanquísima me gustó tanto como los
suspiros mutuos, él fue besando mi cuello muy suave bajo por completo el cierre
profundo de mi vestido blanco, sus manos las sentía por mi entrepierna, corrió la
tanguita deslizándose con sus gruesos labios y lengua por una intimidad:
intimidada.
Escritura Imperfecta. 22
Historias de un Motel.
El inicio.
(Bwrm)
Tus manos temblorosas me abrazaron, era el día planeado. La escuela, los horarios,
nuestros padres y el pudor quedaron de lado. Henos ahí un hombre y una mujer.
Tengo sospechas que eres un ángel y quisiese descubrir el idioma que te rige para
expresarte que representas en mi vida. Desearía descubrir las palabras exactas que
te describan en plenitud, para dejar un legado impreso de la belleza más pura que
jamás existió; un mapa de letras que lleve al lector a tu imagen, pero me encuentro
mortal, simple, casi un troglodita ante semejante desafío.
Pero henos allí un hombre y una mujer, o quizá dos niños jugando a serlo, he ahí
una cama y en el aire una canción que sonara por siempre en tus recuerdos. Mi
boca plasma una fantasía en la tuya, mis manos te dibujan y me eternizo
poseyéndome de una codicia ególatra, ignoro el temblequeo de tus labios y la
humedad en tus ojos.
Escritura Imperfecta. 23
Historias de un Motel.
Quizá mañana haya lugar para que seas mujer en mi lecho, para la pasión y el
erotismo, para las mil y una noches de lascivia, pero hoy, solo por hoy, se mi niña
miedosa y consentida………
Me hice poema en ti
Escritura Imperfecta. 24
Historias de un Motel.
Pero estaba divagando... No era aquello lo que le traía a este sitio... La desvaída y
ruinosa habitación número 20 no decía nada... Paredes sucias, un colchón mugroso
y de seguro lleno de pulgas...
Hacía poco un estruendo, que parecía un disparo, había logrado sacarlo del
ensimismamiento que le aquejaba desde hacía varios días, cada vez que trataba de
escribir algo, por insignificante que fuera...
Y ya estaba desesperado.
Por qué la incapacidad de escribir solo era la punta del iceberg... Tampoco reía ya,
ni tan siquiera ante lo más ridículo, como el hecho de estar sentado en aquella
semidestruida habitación intentando convencerse de que un hombre puede vivir
sin inspiración...
Siempre nada, solo nada. Solo el con la pluma en el aire y esa maldita página en
blanco que hubiera querido comerse, o restregar en la cara de cualquiera...
Escritura Imperfecta. 25
Historias de un Motel.
Ojalá hubiera podido romperle la cara al viejo portero del motel de mala muerte
pero ni siquiera podía imaginarse una situación parecida. Por qué de inmediato, la
historia que se empezaba a formar se evaporaba y lo dejaba a él, solo y humillado
frente a la puñetera realidad a la que empezaba a acostumbrarse...
¡Oh! Otra vez, ahí llegaba, otra idea, cálida y suave como el seno de una mujer.
Tierna y vagabunda como el suspiro de placer en una noche de amor enfebrecido...
De nuevo su piel hormigueaba, de nuevo la pasión le inundaba, de nuevo el tacto
de la idea a través del mango de la pluma, acariciándole la mente con siniestra
delicia. De nuevo esa urgente necesidad de ser violado, de ser amado y maltratado
por una frase cualquiera, y otra y otra hasta poder romper la barrera del silencio
que se formaba en su mente... De nuevo el perfume incitante de la rebelión
insinuándose a través de lo etéreo, llevándole a las cimas más inaccesibles del
placer que los hombres pueda experimentar... ¡Está ahí, ahí, cercana, amante,
hermana, puta y virgen a la vez!
Y justo cuando cree haberla poseído, justo cuando logra convencerse de que de
nuevo la ha dominado ¡La muy zorra se escapa!
¿Rendirse?
Primero muerto...
Escritura Imperfecta. 26
Historias de un Motel.
Escritura Imperfecta. 27
Historias de un Motel.
Escritura Imperfecta. 28
Historias de un Motel.
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