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Historias de un Motel.

Escritura Imperfecta. 1
Historias de un Motel.

Historias de un Motel
Escritura Imperfecta

Escritura Imperfecta. 2
Historias de un Motel.

“Historias de un Motel”

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Escritura Imperfecta. 3
Historias de un Motel.

Historias de un Motel
Guada_82 |Ninchdails |Cocuy |Writerman |Dark Angel

Zapatodecuerina |GOOFI |Bwrm |Rofocale_Sariel

Escritura Imperfecta.

Escritura Imperfecta. 4
Historias de un Motel.

Índice.

Prólogo. Aquel viejo motel. (Dark Angel) 6

Habitación número 14. (Guada_82) 8

Habitación número 15. (Ninchdails) 10

Habitación número 04. (Cocuy) 13

Habitación número 13. (Writerman) 16

Asesinato en una habitación. (Dark Angel) 19

Habitación número 12. (Zapatodecuerina) 21

Habitación número 07. (GOOFI) 22

El inicio. (Bwrm) 23

Página en blanco. Habitación número 20. (Rofocale_Sariel) 25

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Historias de un Motel.

Prólogo. Aquel viejo motel.


(Dark Angel)

Por entre los pasillos de aquel viejo motel se respiraba pasión. Una pasión que se
vivía a través de cuatro paredes, a través de corredores oscuros, a través de
sabanas y viejos colchones.

Una pasión que embriaga.

Nubes de humo emanan por entre los primeros rayos de sol, dibujando sombras
caprichosas y tenues. En las puertas aún se puede respirar el sudor, la excitación de
las noches pasadas. Noches que cuentan mil historias, cada una con protagonistas
diferentes, con finales diferentes.

Aquí, en el motel donde los sueños casi pueden tocarse.

Donde lo eterno cabe en la palma de la mano.

Donde el tiempo se detiene, solo para recordar el momento.

Donde olvidar, es volver a recordar.

Cientos de ojos han dejado una huella en aquellos labios finos como pétalos de
alguna extraña flor, aquellos labios que con el solo susurro de su respiración erizan
la piel y causan sensaciones desconocidas en extraños que parece se conocen de
toda la vida. Cientos de suspiros fueron arrancados mientras aquella mujer gozaba,
mientras aquella otra se dejaba llevar dentro del destino. Cientos de almas
perdidas se encontraban.

Y cientos de historias se escribían en el corazón.

Todo esto pasaba (y aun, hoy en día, sigue pasando) en aquel viejo motel, un motel
protegido por la sombra de la noche, bendecido por la luna. Un lugar amado por
los mortales.

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Historias de un Motel.
Aquel viejo motel, donde cada noche se siente, se respira, se vive pasión y
erotismo...

...eternamente.

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Historias de un Motel.

Habitación número 14.


(Guada_82)

Otra vez sentía esa mirada clavada que le cortaba la respiración, que le recordaba a
la muerte y a su no-tiempo. No quería mirar hacia el costado, donde seguramente
estaría él, sentado en alguna última mesa, lejos de los otros, (los que hablan, se
ríen, leen el diario, fuman o van hacia alguna parte).

Él entraba tan sigilosamente, que aquél con el que se topara sólo lo vería por su
antiguo y torpe quieto cuerpo esperando que pasen todos, menos él, que rezagado
en la lentitud de sus movimientos no accionaba hasta no estar solo, otra vez. Otra
razón casi única por la cual lo "verían" sería por su saco no-casual que siempre
llevaría puesto, como parte de su cuerpo, aferrado a su sudor, como chaleco de
fuerza que apretaba su respirar, sofocante para el húmedo e insoportable verano
de Buenos Aires, desabrigado para su invierno y la soledad...Saco al que llaman de
"media estación", (aquella inexistente, tan añorada media estación que nos
sorprende únicamente cuando ya no la sospechábamos...y se va antes de que la
podamos atrapar).

Ella quería pensar en todo eso, verlo a él, su saco inaguantable, la muerte, y su no-
tiempo...pero no. Comenzaba a sentir todo su cuerpo...la ropa se le adhería más, y
a medida que caminaba hacia él, se tocaba el pelo, lo enredaba al ritmo de sus
secretos pasos, y lo soltaba, dejándolo caer justo por debajo de su busto alegre y
desafiante, (aquel busto que de niña le traería los piropos, los primeros fervientes
torpes besos, y luego los rezos por dios para no llamar la atención de su padrastro).
También sentiría su boca tibia y empalagada, la que dejaba libre en ese momento,
frente a él, dejando atrás la correcta y aplicada, para reír excitada en cada
inteligente y clavado comentario hondo y sutil que él diría...sabiendo más excitada
aún, lo que disfrutaría de besarlo arrodillada, y extasiada mientras él la mira.

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Historias de un Motel.
Sentía su respiración ahora; ahora se cruzaba de piernas, detenida ante él, como
haciendo fuerza para aguantar algo que ya era insostenible...Pero no. Tenía que
atender a todos, todos querían ser especiales, invitaciones, miradas obvias, esperas
de que se dé vuelta, etc. Ella sabe que es bella, bella para ese lugar mediocre,
donde a nadie le importa si se estremece una y mil veces al escuchar la intro de
Miles en Round Midnight, o si se esconde entre los sucios escombros en la
oscuridad detrás de escena para ver de cerca La muerte del Cisne. Era "esa", la
belleza la que la embriagaba...y sólo él sabía ver.

Que sutil encantamiento rumiaba y generaba él en cada palabra...danzando dentro


de ella, acariciando y sosteniendo sus palpitaciones, preparando en cada compás el
segundo del amor embravecido, corrompiéndola lenta y firmemente. Ahora
debería ir rápido al baño... sus ganas de amarlo así la apretaban y le impedían
librarse fácilmente de él. Trataría de relajarse, quizá fumaría, pero el espejo le
devolvería el rojo carmesí que ardía en sus mejillas. Se mojó la cara, el agua fría le
traía la sensación asexuada de la mañana insoportable, y podría caminar como una
bella chica más, atrapada por el tiempo y la vida estridente, teniendo sexo cada vez
que ella quisiera, con un bello chico más, atrapado por el tiempo, y la vida
estridente. Pero no.

Otra vez la mirada clavada. Ella llegaría agitada, habiendo corrido unas extrañas
cuadras, que jamás recordará...aunque si, la habitación número 14.

Buenos Aires, yaciendo, se veía estridente desde la ventana. Adentro, ya sin


palabras, deleitándose al ritmo de Miles, mirándose desesperados entre los tragos,
los libros y las luces de veladores tibios, acabarían vencidos, resbalados, poseídos
salvajemente, sobre la antigua e inmensa cama, en cada despertar.

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Historias de un Motel.

Habitación número 15.


(Ninchdails)

La habitación era digna del acto que estaba por suceder en ella... un color carmín
desgastado la rodeaba, torpemente limpia, la luz tenue ayudaba a los sucesos de la
cual ella era testigo... Una habitación común de un motel con fachada
desbaratada... testigo de miles de amores y pasiones fugaces.

Hoy... hoy esta habitación sería el único testigo de un nacimiento... de un


despertar.

La saliva no lograba pasar por su garganta... el nudo de si corbata lo asfixiaba...


inútilmente trato de entablar una charla con su "amor de alquiler"... ella estaba
presurosa a terminar su cometido... la situación le incomodaba pero
lamentablemente ya le era familiar.

El aire estaba viciado con encuentros anteriores... una cama maltratada; la luz
tenue de un fluorescente era el único sonido... lo torturaba, ella lo llamaba desde la
cama. Inerte yacía en ella. Las agujas del reloj que le regalaron para su cumpleaños
días atrás, parecían más lentas a cada minuto. La insistencia de su perro amor lo
obligo a entrar en acción. Le resultaba desagradable. Era una situación que siempre
dijo que evitaría pero la soledad lo obligó... la soledad y unos tragos de más. No
sabía que más hacer, 6 meses pasaron desde que ella lo abandono, esa tarde
recibió un llamado de su ex... no lo perturbo tanto su pedido de que cesen los
llamados a media noche... lo que le sorprendió era haber escuchado a "el otro" en
el fondo de la conversación... se sentía engañado, dolido y enojado con esta vida
tan injusta el todo lo había dado por ella y ella en un instante lo había desechado...
no lo comprendía, no era posible asumirlo y decidió ahogar sus penas en alcohol...
una mala decisión, pero la única que paso por su mente en ese momento... camino
sin rumbo, camino por calles de gente somnoliente, el mundo era gris una vez más
y su esperanza de regresar se había esfumado con un simple llamado... el eco de

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Historias de un Motel.
esa voz rondaba su cabeza... recuerdos de lo feliz que había sido y el augurio de un
futuro infeliz lo condenaban a cada paso... levanto la mirada esquivando un
charco... un cartel luminoso marcaba su descanso mental.. decidió entrar ya sabía
que el alcohol no la borraría pero por lo menos imagino que la suprimiría por unos
instantes... como dije antes ... mala decisión... la música era mala en su mayoría, la
compañía... peor... era un bar de almas perdidas, gente sin rumbos y con corazones
desechos cada uno tendrá su historia pensó... pero hoy no... hoy no quiero charlar ,
hoy quiero hundirme este puñal que me atraviesa aún más para que con dolor
comprenda que ella ya paso y me olvido.

Su plan se concretaba a medida que su cuenta en el bar iba acrecentándose... en su


embriagues decidió establecer una charla para olvidarla... charlar de fútbol del
clima de lo que sea... la suerte una vez más le había fallado y nadie estaba sentado
a su lado... nadie para ser su psicólogo improvisado... nadie para escuchar sus
penas. Bajo la mirada perdiéndose en el vaso de licor... algo llamo su atención... la
fonola ya no tocaba esa música horrible... alguien tenía buen gusto. Levanto su
cabeza con esfuerzo, miro de reojo y la vio... estaba ahí, su silueta parecía dibujada
por los dioses, en su cara esgrimía una sonrisa forzosa, la miraba nerviosa y su pose
antinatural gritaba que algo no estaba bien... Miles en Round Midnight inundaba el
ambiente, un ambiente que cobraba vida a cada segundo que el sostenía su mirada
en ella. Quiso acercarse, lo pensó pero era tarde... ella con su andar zigzagueante
encamino a una mesa... una mesa oculta en las penumbras del bar. Por su
maquillaje exagerado y dando un nuevo vistazo a el bar se dio cuenta que en el
convergían los "sin alma" y los amores de alquiler... su juicio estaba nublado y su
corazón marchito. Esa noche quería ser feliz, quería volver a ser aunque mas no sea
una sombra de lo que fue. Hablo con el barman... después de unos billetes y
miradas cruzadas una señorita se le acerco... no era tan bella como la anterior,
pero serviría para su banal propósito. Estaba deseo por sentir calor, sentir calor,
pasión y algo similar al amor...

Habitación 15... dijo un no muy amable recepcionista improvisado.

Y ahora se encuentra aquí... producto del alcohol y una mala decisión se encuentra
pagando por amor, todo fue rápido y simple... no encontró lo que buscaba... peor
aún... un vació crecía en él, la soledad no le daba respiro y la desesperación por su
situación lo arrinconaba en la habitación testigo de miles de historias como la de

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él... sin darse cuenta, su amor de alquiler ya se había marchado... una vez
terminado el acto... terminado el contrato pensó...

Se vistió lentamente… nada había ganado pagando y la noche estaba más fría sin su
amor... amor no correspondido y sin esperanzas de regresar... por lo menos ya lo
había aceptado... se levantó de la cama colocándose presuroso su zapato, ahora
esta situación le traía vergüenza a su ser... apunto de cerrar la habitación número
15, escucho una sonrisa inocente... rápidamente se escondió... dejo la puerta entre
abierta y la vio... nuevamente estaba ella... la mujer de la fonola, la del buen gusto
y buenos atributos, la que antes estaba nerviosa ahora esbozaba en su cara una
sonrisa de satisfacción, estaba rodeada por el brillo que solo otorga el buen sexo y
placentero... recién en ese momento se dio cuenta de su error, ella no era "una
más" de ese lugar su vestimenta no coincidía con el "uniforme ajustado" de las
demás mujeres de ese lugar. Su perfume... tan penetrante invadió el pasillo, y su
presencia lo ilumino... vio cómo se alejaba lentamente a paso firme... salió
despacio, la vergüenza aun no lo abandonaba, pero ahora estaba acompañada por
un dejo de esperanza... ¿un nuevo amor tal?

Antes de bajar por esas escaleras añejas volteo su cabeza, Habitación numero 14...
la mujer de la habitación numero 14

Y se fue...

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Historias de un Motel.

Habitación número 04.


(Cocuy)

Sentado en una banca húmeda, de un color verde oliva, mira a la puerta de su


última morada con gesto de asco desde el parque al otro lado de esa calle.

Ve como entran y salen putas de aquel sucio hotel, todas a la compañía de un viejo
miserable que ha decidido dejar la soledad por una noche. Pero una noche es todo
lo que dura la compañía, a menos, claro, que estén dispuestos a pagar el precio. Al
igual que ellos, la soledad puede ser lo que ha llevado a este hombre a ese lugar y a
sentarse en esa banca, en ese parque vacío, testigo de sus últimos suspiros.

La noche no le regala nada a ese hombre, siquiera un soplo de brisa caliente golpea
su tez, haciendo de ese calor húmedo el menos soportable de todos. Solo las frases
que fluyen de la trompeta de Miles, salidas desde una ventana del segundo piso,
salpican su triste existencia, un terrón de azúcar para su barril de angustias. Puede
que este fuese el motivo que le arrastrara ante el encargado para pedir una
habitación del concurrido hotel, después de abrirse paso entre la escoria humana
que adornaba la acera.

Mientras cruza la calle, le acompaña en su mano izquierda la maleta cuadrada que


nunca se separa de él. En ella lleva su confiable máquina junto a su vida y obra, un
rollo de papel higiénico y un revolver bastante viejo el cual nadie esperaría que
disparase. El encargado de aquel matadero le sigue con la mirada desde el parque
hasta que cruza la puerta de vidrio. Todos los años que ha pasado en esa pocilga le
han preparado para todo, él sabe muy bien que este hombre no verá un nuevo
amanecer, pero el estuche de la máquina le hace ver la melancolía de aquel
hombre como algo más filosófico que suicida. Aquel encargado de baja estatura,
arrugado y calvo, sin pronunciar palabra alguna, le entrega, de forma preventiva, la
llave de la habitación 04 para evitar que los forenses entorpezcan el paso en la
angosta escalera en caso de ocurrir lo peor.

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Historias de un Motel.
El hombre sigue a la izquierda por el mostrador y llega al pasillo. Frete a él se
encuentra una puerta sin numeración, a la izquierda se eleva la pequeñísima
escalera y a la derecha se ven enfiladas las puertas de las habitaciones. Avanza por
el pasillo en una marcha lúgubre, respira cada detalle de aquel hueco, escucha
como la tierna música se apaga a cada paso y como la banda es ahora acompañada
por los gritos de lujuria hasta que solo quedan los gritos y los libretos que putas
recitan noche tras noche a su público.

Enfrentado a la puerta, del mismo verde asqueroso de la banca, coloca la llave en la


cerradura para descubrir que tiene juego. Corre por su cien una gota gruesa de
sudor. Afirma la mano y hace un par de intentos fallidos. Termina por dejar el
maletín en el suelo para intentarlo con ambas manos. Ese desdichado ser, aquel
que pensaba tener ya demasiados problemas, ahora se ve luchando con la puerta
que lleva al final de su historia. De no ser por su anhelo de escribir una carta final,
se habría pegado el tiro en ese mismo pasillo. Dicho anhelo se convierte en
desespero, desespero que canaliza a empujones contra lo verde de la puerta.

La puerta cede al tiempo que él hace lo posible para recobrar el equilibrio adentro
de la pequeña habitación. Y Miles llena el espacio nuevamente, pero esta vez con
bastante claridad, la música viene de la habitación inmediatamente superior. Ese
momento de placer es interrumpido por el encargado que se asoma con cara de
idiota por el pasillo y le anuncia al huésped que la puerta tiene juego. Una ola de
maldiciones recorre el pasillo y se acalla cuando se escucha el portazo. El
encargado se encoge de hombros y, con gesto desinteresado, esconde nuevamente
su pequeña cabeza.

Han pasado un par de horas, ya la máquina cumplió su función y el revólver ahora


ocupa las manos de este suicida. Sentado en la cama, observa su pequeña jaula
que, irónicamente, le liberará. Inhala el polvillo de yeso que se escapa de las grietas
del techo que palpita al ritmo del sexo salvaje. Flota en el aire ya saturado con el
olor a sexo, lágrimas y sabanas viejas, el polvillo que terminará en sus pulmones. Y
Miles resuena por el techo, una y otra vez la misma canción. Hasta a Miles, este
hombre, ha aprendido a odiar.

Su pulgar arma el martillo del revólver acompañado de un sonido chirriante. Contra


todo pronóstico, el barril revoluciona al tiempo y pone en su lugar la bala que

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Historias de un Motel.
marcará el punto final de su obituario. El frío acero, que no está ya frío por tanto
manoseo, se apoya en su papada.

El gatillo no se rompe, el martillo no se tranca y la pólvora se enciende, pero hoy no


habrá bala que se abra paso entre los sesos de este hombre. La explosión se ve
contenida entre las paredes del barril y la punta de acero de la bala que el óxido ha
sabido fusionar. Esquirlas de lo que alguna vez fue un revólver se abren paso entre
el aire cargado y la anticipada explosión resuena por el pasillo.

Aterrado y vivo, el hombre, con su rostro bañado en lágrimas, escapa por el pasillo.
A medio camino, tropieza con el encargado y le abraza mientras grita de alegría.

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Historias de un Motel.

Habitación número 13.


(Writerman)

Necesitaba descansar. Luego de un largo viaje de doce horas en un arruinado


colectivo de larga distancia- el cual él conducía -, llegó a Retiro, y no pensaba en
otra cosa más que en darse un baño y dejarse caer en una cama por largas horas
antes de tener que partir nuevamente.

El hotel que le asignaba la empresa de transportes era siempre el mismo, un


lúgubre bastión de almas perdidas que rondan la noche porteña. Nada ideal para
alguien que busque lujo y confort, pero él sólo necesitaba cerrar sus párpados y no
pensar más en nada ni en nadie.

El encargado del hotel, que ya lo conocía, le entregó la llave de la habitación


número trece. El número ya le daba mala espina. Aunque no era supersticioso,
pero algo parecido a una premonición lo puso nervioso y no quería tener que
perder el sueño por un desafortunado mito urbano. Con sus ojos rojos, producto
de las largas horas de exposición a las luces de los autos de la ruta que siempre lo
encandilaban y de lo cual siempre se quejaba – no entendía cómo podía haber
tantos idiotas que circularan todo el tiempo con las luces altas y, peor aún, los
imbéciles que ponían los rompe nieblas cuando no había siquiera un minúsculo
atisbo de ello – le pidió al viejo Norris que si le podía dar alguna otra. Éste, al que se
lo veía preocupado, como muy ido en su fuero interno, le dijo que no, en un tono
amistoso pero firme – característico de su acostumbrado trato con toda clase de
personajes recios que la noche atraía- mientras miraba como al pasar al parque de
enfrente, en donde un hombre con una maleta como de máquina de escribir, se
encontraba sentado en uno de los bancos.

- ¿Todo anda bien señor Norris? – le preguntó él, que ya se sentía demasiado
cansado como para insistir, pero que a la vez notaba la mirada extrañada y un
tanto fuera de foco que el viejo tenía en ese momento.

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Historias de un Motel.
- Si, todo está bien, todo está bien… – respondió el viejo, como cuando uno está en
modo automático mientras cavila otras cuestiones.

Sin más demoras, tomó las llaves y comenzó a subir por la angosta y derruida
escalera mugrienta para tomar su merecido descanso, mientras, veía que una bella
chica y un hombre de saco gastado al estilo bohemio entraban a pedirse otra
habitación. En ese momento, escuchó al viejo Norris decir:

- La catorce.

Y pensó: espero que estos dos me dejen dormir tranquilo esta noche.

Ya veía los indicios de sus malditas premoniciones hacerse realidad.

El olor a humedad de las paredes sudorosas revestidas con un asqueroso


empapelado añejo y de mal gusto, lo ponían de mal humor. Pero no con el
suficiente como para interrumpir su rutina de aseo que tanto venía ansiando desde
que bajó al playón de estacionamiento en Retiro.

Ya desnudo y a punto de entrar al baño, comienza a sentir unos leves golpeteos


rítmicos en la pared contigua. Al parecer, la parejita feliz había comenzado con su
faena animal.

Como un flash le vino a la mente la hija del viejo Norris. Era una chica de baja
estatura, como su padre, no recordaba si se llamaba Carla, Clara, o algo por el
estilo, tenía buenos pechos y una cara pálida que se hacía aún más blanca por su
pelo rubio y tan lacio que parecía estar pegado a su cara todo el tiempo.

Ahora, ya limpio y relajado, se dejó llevar por las fuerzas del más allá para caer en
esa especie de coma profundo que inevitablemente lo estaba esperando.

Como por arte de magia, ahora se encontraba en un campo verde, uno de los
tantos que suele ver en las largar rutas argentinas en cada uno de sus viajes. Pero
lo afortunado era que estaba acompañado por la pechugona de Claudia Norris, ah…
sí, de repente se acordaba su nombre, y ella lo miraba con ganas de todo. Él le
acariciaba un pecho mientras ella se reía y lo instaba a seguir. Jugaban y se ponían
cada vez más ardientes, al punto de verse desnudos y entrelazados por sus carnes
tibias regadas de sol, un sol brillante que se iba poniendo cada vez más blanco,
tanto como las luces de un faro que encandila al mirarse. El día se transformaba en

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Historias de un Motel.
noche y Claudia ya no era Claudia, era la chica del catorce. Y el escenario ya no era
el campo verde, sino una oscura plaza de ciudad ocupada por prostitutas y
traficantes. Su corazón latía rápido y la extraña chica desconocida lo arrastraba del
brazo en dirección a donde se encontraba un hombre con un gamulán gastado que
le inspiraba su mayor desconfianza. Él comenzaba a desesperarse y quería salir
corriendo, pero la chica se lo impedía. Cuando escucha un ruido ensordecedor y se
despertó súbitamente, todo sudado y con palpitaciones angustiantes.

Todo vuelve a la normalidad. Está en la inmunda habitación, solo. Se levanta y se


dirige al baño para mojarse la cara y limpiarse la transpiración. Aún no tiene idea
de lo que pasó, está un tanto aturdido por el sobresalto. Vuelve a la cama y se
sienta al borde para respirar lento y profundo por unos segundos. Decide bajar y
tratar de entender algo. Al llegar a la recepción, ve al viejo Norris abrazado por un
sujeto que se encontraba llorando desconsoladamente. No quiere interrumpir la
escena. Ve que la puerta de la habitación número cuatro del pasillo de planta baja
se encuentra abierta, Sospecha que el sujeto sollozante salió de allí. No comprende
del todo pero imagina los hechos. Advierte el olor a pólvora. Pregunta:

- ¿Todo anda bien señor Norris?

- Ahora, todo anda mejor, todo anda mejor – contesta el viejo, pero esta vez ya no
perdido en sus cavilaciones, sino, con una suerte de paz interior que tranquiliza a
quien lo escucha.

Decide no hacer más preguntas y vuelve a subir a su habitación número trece, para
intentar conciliar el sueño y, tal vez, reencontrarse con Claudia o con alguna otra
que le sirva de compañía ideal.

De todos modos, ya se sentía mejor, las premonitorias asociaciones ya no existían,


y haber visto a ese otro en peores condiciones anímicas que él, por esas cosas que
tenemos los humanos, le habían causado una sensación de menor desgracia
respecto de su mediocre vida y lo absurdo de creer en la fantasiosa numerología.

No sabía cuánto había dormido antes del abrupto despertar, pero en la catorce no
se escuchaba más nada. Ahora sí podría descansar.

Escritura Imperfecta. 18
Historias de un Motel.

Asesinato en una habitación.


(Dark Angel)

Hoy te vi salir de la cama. Levantaste las sabanas suavemente, creyendo que con
eso no me moverías, pero al otro lado de la cama, mis ojos te veían a través del
reflejo de la ventana y el sol que entraba a la habitación y la llenaba de reflejos
cálidos. Caminaste, vestida solamente por un calzón de fina tela negra, el cual
acomodaste de entre tus nalgas con un dedo. Bostezaste mientras te estirabas,
haciendo que tu espalda se arqueara y tu pecho temblara. Te sentaste en el
pequeño puff morado, encendiste un cigarro, miraste hacia el espejo,
contemplando toda tu belleza. Tu cabello enmarañado, castaño fino, un poco
undulado, tus ojos, donde lo infinito se graba, tus labios pequeños y rosados, con
una sonrisa inocentemente maquiavélica. Tus dedos largos que jugaban con el
tabaco, dando vueltas y vueltas, tu vientre plano, tus piernas largas. No podría
describir la grandeza de un cuerpo como el tuyo, viéndose reflejado en el espejo de
una habitación cualquiera, en un apartamento cualquiera. Te quedaste fumando,
viendo ahora el techo, descubriendo formas extrañas formadas por entre la
rugosidad del tirol. De repente, estiraste la mano y tomaste tu vieja camiseta, esa
que esta percudida y manchada, con el hoyo más grande que eh visto en alguna
prenda tuya, esa con la que te ves tan bien. Te la pusiste, acomodándote el cabello
sobre tu hombro. Te veías tan sensual, el olor a noche aun no desaprecia de tu
cuerpo, que podría haber saltado de la cama y poseerte nuevamente, como la
noche anterior en la cual gemías entre mis manos, me arañabas mi espalda,
mientras yo me perdía entre ese monte de Venus que es tu cuerpo.

Lástima que un cordón envuelve mi cuello.

Caminaste hacia mi lado de la cama con esa elegancia que te caracteriza.


Lentamente te pusiste en cuclillas, para así quedar frente a mí y poder besar mis
labios fríos una última vez, mientras con esos dedos maravillosos, cerrabas mis
ojos. Ahora la oscuridad, que lo envuelve todo, solo me ha dejado el recuerdo de

Escritura Imperfecta. 19
Historias de un Motel.
esa última noche contigo, mientras mis oídos, atentos a todo lo que ocurre a mi
alrededor, escuchan una detonación seca, justo a un lado de mí, cubriendo la piel
de mi rostro de algo que parece líquido, no sé, no lo puedo ver, pero se siente
caliente, así como lo es tu presencia en este mar de recuerdos y vejaciones...

Escritura Imperfecta. 20
Historias de un Motel.

Habitación número 12.


(Zapatodecuerina)

El cielorraso es blanco, grandes cuadrados blancos divididos por tiras de madera


pintadas de negro. Olga vuelve en ropa interior con los senos aún al descubierto. Le
pido que me abrace y ella lo hace apoyando su mejilla izquierda sobre mi pecho.
Uno de sus pezones me roza las costillas y no puedo evitar estremecerme.

Me quito los anteojos y me seco las lágrimas. Por lo bajo maldigo a Olga y a su
vulgar remedo del amor.

- Vámonos de acá – le digo a Olga. – Me tiene podrido esa música.

En el bar del lobby el mismo tipo de siempre, en la misma mesa y con el mismo
saco. Alguien a punto de entrar en la habitación quince. Putas crueles y perfumes
crueles avanzan desde los pasillos. A la salida un hombre con su maletín en la mano
izquierda nos mira con asco desde el otro lado de la calle.

Escritura Imperfecta. 21
Historias de un Motel.

Habitación número 07.


(GOOFI)

No sé si entrar o pasar de largo; el ocio mezclado con dinero genera resultados


asombrosos. Giro la llave y de inmediato la resplandeciente habitación impacta en
mis ojos verdes; algunos pasos al interior trato de cerrar las cortinas, el viento es
fuerte se elevan mis cabellos; Siento unas manos frías hacer mi cabello negro a un
lado la taquicardia invade mis sentidos.

Le dije ¿Cómo es? ¿Conversamos un rato como lo hacemos en el chat? Yo tenía los
ojos cerrados la inexperiencia me hizo decir sandeces. No me respondió.

El contraste de su piel negra con la mía blanquísima me gustó tanto como los
suspiros mutuos, él fue besando mi cuello muy suave bajo por completo el cierre
profundo de mi vestido blanco, sus manos las sentía por mi entrepierna, corrió la
tanguita deslizándose con sus gruesos labios y lengua por una intimidad:
intimidada.

Escritura Imperfecta. 22
Historias de un Motel.

El inicio.
(Bwrm)

Tus manos temblorosas me abrazaron, era el día planeado. La escuela, los horarios,
nuestros padres y el pudor quedaron de lado. Henos ahí un hombre y una mujer.

No existen palabras, según mi entendimiento, para describir su belleza, solo sé que


al verla siento llover vida.

Tengo sospechas que eres un ángel y quisiese descubrir el idioma que te rige para
expresarte que representas en mi vida. Desearía descubrir las palabras exactas que
te describan en plenitud, para dejar un legado impreso de la belleza más pura que
jamás existió; un mapa de letras que lleve al lector a tu imagen, pero me encuentro
mortal, simple, casi un troglodita ante semejante desafío.

Pero henos allí un hombre y una mujer, o quizá dos niños jugando a serlo, he ahí
una cama y en el aire una canción que sonara por siempre en tus recuerdos. Mi
boca plasma una fantasía en la tuya, mis manos te dibujan y me eternizo
poseyéndome de una codicia ególatra, ignoro el temblequeo de tus labios y la
humedad en tus ojos.

Suavemente deslizo tu ropa que cae desplomada para lapidarse marcando el


camino de nuestra historia.

Ahí estas, natural, permeable a mi criterio, y la vida me hace pequeño, mi entender


escasea; la selva se apodera de mí, aflorando. Te acecho y te salto cual felino a su
presa, te domino con mis besos dejándote expuesta a mi deseo.

Mientras tu corazón brama y tu cuerpo cascabelea, tus ojos se precipitan, intuyo tu


miedo y tus dudas, el animal se calma, quisiese poseerte, daría cualquier cosa por
hacerlo. Pero algo en mi interior me detiene, al filo de morder la manzana,
recapacito; beso tus labios, susurro un “te amo” y te abrazo.

Escritura Imperfecta. 23
Historias de un Motel.
Quizá mañana haya lugar para que seas mujer en mi lecho, para la pasión y el
erotismo, para las mil y una noches de lascivia, pero hoy, solo por hoy, se mi niña
miedosa y consentida………

Me hice poema en ti

Vertí mi aura en tu centro

Sentí el origen de la creación

Amalgame tu placer y sufrimiento...

Escritura Imperfecta. 24
Historias de un Motel.

Página en blanco. Habitación número 20.


(Rofocale_Sariel)

No le agradaba el viejo de la entrada... ¿Norris o Morris? No recordaba su nombre,


pero habría jurado que tras aquella cara envejecida se ocultaba un secreto terrible
y repugnante...

Pero estaba divagando... No era aquello lo que le traía a este sitio... La desvaída y
ruinosa habitación número 20 no decía nada... Paredes sucias, un colchón mugroso
y de seguro lleno de pulgas...

Pisos chirriantes y prostitutas armando jaleo en alguna habitación cercana.

Hacía poco un estruendo, que parecía un disparo, había logrado sacarlo del
ensimismamiento que le aquejaba desde hacía varios días, cada vez que trataba de
escribir algo, por insignificante que fuera...

Y ya estaba desesperado.

Por qué la incapacidad de escribir solo era la punta del iceberg... Tampoco reía ya,
ni tan siquiera ante lo más ridículo, como el hecho de estar sentado en aquella
semidestruida habitación intentando convencerse de que un hombre puede vivir
sin inspiración...

En cada ocasión, la página en blanco le llenaba la mente de ideas difusas, rápidas,


inasibles... Y cada momento frente al papel era una batalla en la que siempre
perdía. Ya que cuando lograba asir una de aquellas ideas, al tratar de plasmarla,
convertirla en signos legibles, la idea se le escapaba de la misma forma en la que
había llegado.

Siempre nada, solo nada. Solo el con la pluma en el aire y esa maldita página en
blanco que hubiera querido comerse, o restregar en la cara de cualquiera...

Escritura Imperfecta. 25
Historias de un Motel.
Ojalá hubiera podido romperle la cara al viejo portero del motel de mala muerte
pero ni siquiera podía imaginarse una situación parecida. Por qué de inmediato, la
historia que se empezaba a formar se evaporaba y lo dejaba a él, solo y humillado
frente a la puñetera realidad a la que empezaba a acostumbrarse...

¡Oh! Otra vez, ahí llegaba, otra idea, cálida y suave como el seno de una mujer.
Tierna y vagabunda como el suspiro de placer en una noche de amor enfebrecido...
De nuevo su piel hormigueaba, de nuevo la pasión le inundaba, de nuevo el tacto
de la idea a través del mango de la pluma, acariciándole la mente con siniestra
delicia. De nuevo esa urgente necesidad de ser violado, de ser amado y maltratado
por una frase cualquiera, y otra y otra hasta poder romper la barrera del silencio
que se formaba en su mente... De nuevo el perfume incitante de la rebelión
insinuándose a través de lo etéreo, llevándole a las cimas más inaccesibles del
placer que los hombres pueda experimentar... ¡Está ahí, ahí, cercana, amante,
hermana, puta y virgen a la vez!

Y justo cuando cree haberla poseído, justo cuando logra convencerse de que de
nuevo la ha dominado ¡La muy zorra se escapa!

De nuevo ¡Maldita sea!

Hastiado, furioso, arrojó la pluma contra la pared y encendió un cigarrillo... Que


otra cosa podría hacer... ¿Rendirse?

De nuevo el jaleo de las putas en alguna habitación cercana... ¡Demonios!

Suspiró, e incorporándose con dificultad, se dirigió al lugar en donde había caído la


pluma y se dispuso a seguir intentándolo...

¿Rendirse?

Primero muerto...

Escritura Imperfecta. 26
Historias de un Motel.

Escritura Imperfecta. 27
Historias de un Motel.

Guada_82 |Ninchdails |Cocuy |Writerman |Dark Angel

Zapatodecuerina |GOOFI |Bwrm |Rofocale_Sariel

Escritura Imperfecta. 28
Historias de un Motel.

Escritura Imperfecta. 29

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