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Una Fe Sin Prejuicios

Por Wilfredo Torres

El propósito de este artículo es concientizar al mundo cristiano sobre los ataques y


prejuicios que se dirigen sin razón contra la fe hebrea. Soy creyente en el Mesías, pero a
lo largo de los años de estudio pude comprender que el Mesías amó su cultura, su religión
y su pueblo. Además, que es injusto que el cristianismo se haya apoderado del pacto, las
bendiciones y todos los privilegios de Yisrael como pueblo del Eterno. El apóstol Pablo
dice en Romanos 11 que los gentiles que están en el Mesías son solamente una rama del
OLIVO que es Yisrael; pero la raíz (Yisrael) es la que nutre a las ramas injertadas (la
iglesia). El cristianismo es hija de la religión de los Padres, los Profetas, y del Mesías (del
judaísmo), y ambas comparten el producto de la fe en el Poderoso de Yisrael, la ética, la
moral y la base teológica del judaísmo. El fundamento del cristianismo es el judaísmo, y
sin judaísmo no existiría cristianismo.
Un sabio comentaba que «la ignorancia está más cerca de la razón que el prejuicio.»
En veinte años he oído innumerables comentarios antijudíos llenos de prejuicios, celos y
calumnias por parte de predicadores cegados por el fanatismo y las malas interpretaciones
bíblicas. Éstos están lejos de la verdad. A lo largo de la historia ese prejuicio ha llevado a
la muerte a muchos hermanos en la fe de Abraham. No hay que olvidar las persecuciones
por parte de la Iglesia-Estado, las Cruzadas, la Inquisición y el Holocausto. Todos hemos
sido en cierta forma culpables de prejuicio.
Al comienzo de la exposición debo aclarar tres términos importantes en este artículo:
desjudaización es cuando se va poco a poco modificando y añadiendo términos a los
fundamentos de la cultura hebrea de otras formas de cultura gentil. Antijudaísmo es el
prejuicio, el odio y el celo que surge del choque entre la cultura gentil y la hebrea. El
término antisemita se introduce en 1879 por los políticos alemanes en contra de los
judíos de Europa, señalando que los semitas eran inferiores. En dos mil años de historia
el cristianismo ha mantenido en su teología estos tres conceptos como producto del
prejuicio. El Dr. Wilson señala:
«La iglesia de hoy ha mantenido la misma antipatía, enemistad y desacuerdo dirigido
por los cristianos contra los judíos. Esta es la historia del cristianismo que ha mantenido
este odio; con nuestro silencio hemos sido injustos.»
Debemos entender primero las razones históricas por las cuales se distanciaron ambos
grupos. Una razón de peso fueron las diferencias en la interpretación sobre el Mesías, que
no llenaba las expectativas de los judíos. Y también que los gentiles se convertían más
fácilmente a la nueva fe mesiánica que los judíos devotos de su tradición cultural, su
religión y su amor al Eterno. También la auto-proclamación de los gentiles como «Israel
espiritual,» la desjudaización gradual de las Escrituras y las costumbres, la incorporación
de prácticas gentiles al ritual religioso, fueron los factores más importantes que
contribuyeron a la separación, los recelos y las contiendas entre ambos grupos.
El Concilio de Jerusalem en el año 49 se realizó para resolver este problema. Otro
factor histórico fue que la comunidad cristiana de judíos conversos se negó a
comprometerse con el patriotismo judío al no participar en la revuelta política contra los
romanos en los años 77 y 132 de la Era Común. A raíz de la destrucción del Templo y los
cambios drásticos que tuvo que efectuar el judaísmo para sobrevivir, vieron cada vez más
al cristianismo como una secta herética.
No es sino hasta el siglo segundo cuando comienza a nacer una teología de prejuicios
y de interpretación antijudía. Los eruditos en los Evangelios Sinópticos opinan que
muchas de las disputas narradas en los Evangelios entre Yeshúa y los fariseos fueron
interpolados a la narración original cuando los gentiles en el movimiento de Pablo se
separaron de la sinagoga alrededor del año 120 EC. Las expresiones «hipócritas,» «guías
de ciegos,» «sepulcros blanqueados,» «serpientes,» «hijos del diablo,» y «sinagoga de
Satanás,» contra los fariseos y el judaísmo ayudaron a fomentar el prejuicio y el odio y
contribuyeron a distanciar ambas religiones hermanas. La posibilidad de que algunos de
estos relatos nunca ocurrieron y que un copista interpolara algunas de esas expresiones
como si fueran de Yeshúa es muy probable. También la teología de la culpa por la
muerte del Mesías, la creencia popular de que el Eterno había desechado a Yisrael, y que
había ordenado la destrucción de Jerusalem como castigo, ayudaron a aumentar el
prejuicio. No olvidemos que el Mesías perdonó a todos en el madero del Gólgota.
El Dr. Malvin Wilson, máxima autoridad cristiana en estudios judeo-cristianos,
comenta:
«La teoría de la sustitución surge en todas las diferentes instituciones y conceptos de
Israel, la desjudaización o el helenismo por los gentiles.»
Ahora los escritores cristianos sustituyen la Toráh; la fe es ahora creencia; la ley de
Yahwéh es ahora «la ley de Cristo;» el Dios Uno es ahora Tres; la Shekhinah es ahora el
Espíritu Santo; las festividades bíblicas son sustituidas por fiestas gentiles; el Shabát de la
Biblia se cambia por el domingo de Roma (día del Dios Sol); etc. El Dr. Wilson sigue
diciendo:
«Justino el mártir fue influenciado por el platonismo antes de su conversión; Justino
introdujo sus ideas filosóficas para ganar a los griegos. Un siglo después, Clemente y
otros de Alejandría hicieron mucho hincapié en estudiar las Escrituras desde la
perspectiva del platonismo.»
Ahora la iglesia se nutre del helenismo en vez de la cultura hebrea; la interpretación
escritural es ahora filosófica, y el ritual es ahora gentil. Poco a poco el cristianismo se
separa de sus raíces hebreas para convertirse en una religión greco-romana.
Ya en el siglo tres la inmensa propaganda religiosa antijudía vive en las entrañas del
cristianismo. Por ejemplo, se pueden mencionar tratados en contra del judaísmo como
Diálogo Contra Trifón, de Justino; Epístola de Diogneto; el Testimonio contra los judíos,
de Cipriano; el Tratado contra los judíos, de Hipólito; Contra los judíos, de Tertuliano;
Obras de Ireneo, Orígenes, Clemente; Ambrosio, y Agustín.
Todo estos representa una teología de sustitución; los prejuicios y el odio fueron los
factores para que ambas comunidades, madre e hija, peregrinaran por sendas diferentes.
En la Reforma del 1543, Lutero, Calvino y otros reformadores mantuvieron el mismo
comportamiento. En el 1543 Lutero ataca a la comunidad judía al tratar de convertirlos a
su movimiento reformista y publica «Sobre los Judíos y sus Mentiras.» Esta publicación
sirvió en el 1933 para levantar en la Alemania nazi una persecución contra los judíos y el
exterminio de más de seis millones en el Holocausto.
Es una humillación para el cristianismo que se mantuvo indiferente , sin intervenir,
mientras a sus hermanos en la fe de Abrahan los masacraban. Hitler, Stalin, Musolini,
Arafat, Husseín, etc., son algunos de los verdugos que han tratado de exterminar la
simiente de Abraham. El prejuicio ha engendrado odio, persecución y matanza.
El cambio drástico de las comunidades católica y protestante en los últimos años,
enfocado en estudiar una teología de reparación (reconstrucción de términos) de las raíces
hebreas, el estudio de la literatura hebrea, el reconocimiento de la importancia de la
cultura hebrea, el reconocimiento de los errores del prejuicio, todos estos factores han
ayudado a enriquecer la relación de judíos y cristianos. Organizaciones como el Centro
de Estudios Judeo-cristianos, el Departamento de Relaciones Judío-cristianas; la Escuela
de Jerusalem, la Liga Antidifamatoria, etc., mantienen una cooperación para la
investigación bíblica entre eruditos cristianos, eruditos hebreos, y rabinos; además están
uniendo más al cristianismo a sus raíces hebreas.
La Iglesia Católica, en el Concilio Vaticano II, 3 de enero del 1975 declara en «Nostra
Aetate»:
«Como es tan grande el patrimonio espiritual común a cristianos y judíos, este
sagrado concilio quiere fomentar y recomendar el mutuo conocimiento y aprecio entre
ellos [los judíos], que se consigue sobre todo mediante los estudios bíblicos y teológicos
y con diálogo fraterno. Aunque las autoridades judías [del siglo 1] reclamaron la muerte
de Cristo, sin embargo, lo que en su pasión se hizo no puede ser imputado, ni
indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Y si bien la
iglesia es el nuevo pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como réprobos de
Dios ni malditos, como si eso se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente,
procuren todos no enseñar cosa que no esté conforme con la verdad evangélica y con el
espíritu de Cristo... Además, la iglesia...deplora los odios, persecuciones y
manifestaciones de antisemitismo de cualquier tipo y persona contra los judíos... Es pues
deber de la iglesia en su predicación el anunciar la cruz de Cristo como signo del amor
universal de Dios y como fuente de toda gracia.»
Mi exhortación a la comunidad cristiana es que expresemos que nuestra fe en el
Mesías nos une a la cultura hebrea, a las raíces religiosas de los antepasados, y nos ata al
Dios de Yisrael. Desde hoy aprendamos a amar a nuestros hermanos, derribemos la pared
de prejuicio, y que cada día oremos por la nación de Yisrael.
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Bibliografía:
Our Father abraham, Marvin Wilson.
Tratado sobre los Judíos, F. Mussner.
Toward a Theological Encounter, Leon Klenicki.

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