Lo viejo agoniza en este año que comenzamos y un nuevo sabor revolucionario y
explosivo toma el relevo e invade todas las áreas del conocimiento humano. Es un hecho cíclico. Haciendo historia, recordemos en el ámbito cinematográfico la renovación a nivel narrativo audiovisual de los años sesenta con la Nouvelle Vague (Nueva Ola), la escisión entre el cine europeo y el de Hollywood. El manifiesto de Alemania, el nuevo cine italiano y el brasileño reclaman un estatus moderno de cine y el autor se consagra como el responsable y el máximo hacedor de la película. En Francia la revista Cashiers du cinema (Cuadernos de cine) busca la vertiente más crítica y reivindica los principios y la cultura autóctona como revulsivo ante la dominación extranjera. Estos cineastas carecen de conocimientos técnicos y se han formado en el visionado de películas y en el trabajo de documentación, en cambio en la era de Acuario son hombres y mujeres forjados en la historia, pertenecen a una casta de gran bagaje audiovisual, pero al igual que sus colegas de los sesenta exploran eslabones del futuro, acuñan lemas que invitan a vivir juntos hasta el final en un mundo en el que todo está interrelacionado. El cine Nueva Ola transgrede el lenguaje academicista, hoy se quebrantan todas las dimensiones conocidas para alcanzar un estado de paridad con respecto a la percepción que el público tiene de la realidad. La tercera dimensión introduce una forma inédita de mostrar el mundo ficcional en un espacio que profundiza en la psicología y en las interrelaciones. El espectador se sumerge en una historia imaginaria, y la realidad queda atrapada por secuencias espaciales y temporales que enlazan con las vivencias y experiencias humanas. El personaje mira al público, le interroga. La interacción, el futuro del cine global.