Está en la página 1de 18

Mito Griego de la Creación

En un principio solo existía el Caos. A continuación, Gea o la Madre Tierra engendró


por si misma a Urano, o el Firmamento Estrellado. Gea se unió a Urano y tuvo varios
hijos.

En primer lugar nacieron seis Titanes varones: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Japeto y
Crono, que era muy perverso, y seis Titánides mujeres: Tía, Rea, Temis, Mnemósine,
Febe y Tetis.

Luego Gea y Urano tuvieron otros hijos, Los Cíclopes. Arges, Estéropes y Brontes.

Y más tarde fueron padres también de los Hecatonquiros, tres monstruos gigantes con
cien brazos y cincuenta cabezas cada uno.

Urano era malvado y cada vez que Gea iba a dar a luz, los retenía en el vientre de
Gea, no permitiendo que nacieran.

Cansada Gea de sufrir, ya que sentía que estaba por explotar, urdió un maléfico plan.
Dio a luz una hoz de acero brillante y buscó la ayuda de Crono, el más perverso de
sus hijos para que le cortara los órganos genitales mientras dormía.

Crono esperó agazapado que Urano roncara placidamente y con la hoz provista por su
madre, Gea, lo castró tirando sus órganos al mar.

Crono mantenía encadenados a todos los monstruos en las profundidades de la tierra.

La sangre derramada, volvió a fecundar la tierra. De allí nacieron las Erinias, espiritus
vengadores de los crímenes de sangre, Los Gigantes y las Ninfas Melíades o de los
árboles de fresno. Del órgano que cayó al mar nació la diosa Afrodita, que encontraron
flotando en una concha marina.

Crono se unió a Rea, pero también tenía la mala costumbre de comerse a sus hijos,
entonces el menor, Zeus, lo destronó y conquistó el dominio del mundo.

Los Titanes que estaban confinados en las profundidades, no estaban de acuerdo y se


sublevaron agitando la tierra, sacudiendo las montañas y causando todo tipo de
terremotos y maremotos.

Zeus, pensó que si los soltaba se calmarían, pero apenas los liberó de su prisión,
comenzaron a arrojarle rocas y amontonar montañas. Este desastre duró diez años.

Zeus deseaba poner orden de una buena vez y para siempre, entonces descendió
hasta el Tártaro donde se encontraban encadenados los Cíclopes y los Gigantes de
cien brazos y les pidió ayuda para acabar con el flagelo de los Titanes.

Estos accedieron de buena gana y cuando por fin volvieron a ver la luz del sol se
llenaron de energía y se lanzaron a la batalla con todas sus fuerzas. Tembló la tierra y
se sacudió el cielo hasta que los Titanes quedaron sepultados bajo una montaña de
rocas arrojadas por los monstruos de cien brazos. Los que sobrevivieron fueron
arrojados al Tártaro y nunca más volvieron a salir de allí.
Dedalo y Talo

Dédalo era natural de Atenas.

Era un gran constructor. Fue reconocido como el primer escultor que trabajó el mármol
haciendo hermosas estatuas. También era arquitecto. Muy habilidoso en el uso de las
herramientas. Pero Dédalo era muy celoso.

Junto a Dédalo trabajaba su sobrino Talo, un joven muy ingenioso. Talo un día
encontró en el campo una mandíbula de serpiente y se inspiró para inventar el
serrucho, forjando en el hierro una serie de dientes semejantes a los de la serpiente.
Cuando Dédalo vió el invento le agarro un ataque de celos y arrojó a Talo desde un
precipicio.

Como no pudieron acusarlo por falta de pruebas, lo condenaron al destierro. O sea


que tenía que marcharse de Atenas.

Dédalo y el Laberinto

Dédalo entonces partió hacia la Isla de Creta, donde fue muy bien recibido por el rey
Minos. Por entonces escaseaban en la isla los arquitectos y escultores y lo tomó a su
servicio.

Allí Dédalo se dedicó a crear espléndidas obras de arte.

En esos momentos, la isla de Creta estaba asolada por un terrible monstruo, con
cuerpo de hombre y cabeza de toro llamado Minotauro, que sembraba el terror en toda
la isla.

El rey Minos le encargó a Dédalo una construcción subterránea para encerrarlo.


Dédalo, que era muy ingenioso, entonces construyó un laberinto. Esta construcción
tenía tantos pasadizos, rodeos que no llevaban a ninguna parte, vueltas y
sinuosidades que una vez que alguien entraba se hacía imposible encontrar la salida.

El Minotauro quedó encerrado en el centro del laberinto, de esa manera volvió la


tranquilidad a Creta.

El rey Minos le encomendaba cada día más trabajo y Dédalo estaba cansado y quería
irse de Creta pero el rey Minos no se lo permitía.

Icaro y Dédalo

Ante la negativa del rey Minos para que Dédalo abandonara Creta, Dédalo comenzó a
maquinar la forma de escapar.
Como Creta era una isla era prácticamente imposible escapar por mar. El rey Minos
tenía una flota importante y lo capturaría.

Dédalo había tenido un hijo con una esclava en Creta, su nombre era Icaro. Entonces
decidió que escaparía con su hijo por aire.

Inspirándose en el vuelo de los pájaros, construyó entonces dos pares de alas. Unas
para Icaro y otras para él. Acopió gran cantidad de plumas que fue fijando a la
estructura con cera de abejas y luego las adaptó con un arnés a su espalda y sus
brazos.

Cuando ya estaba todo preparado le dijo a su hijo:- Icaro, si quieres huir conmigo de
esta isla, préstame atención y sigue mi consejo. Es necesario que vueles en la mitad
de la atmósfera. Si vuelas muy bajo la humedad y el vapor del agua empaparán las
plumas, éstas serán muy pesadas y caerás al mar. Y si vuelas muy alto, el calor del
sol derretirá la cera, se desprenderán las plumas y también caerás al mar.

Una vez que terminó de dar todas las explicaciones, Dédalo se lanzó al espacio. Icaro
lo siguió como un pichón que sale por primera vez del nido. Pero Icaro pronto se
entregó al placer del vuelo con entusiasmo. La vista era maravillosa y comenzó a volar
más y más alto acercándose peligrosamente al sol. Es así que las plumas comenzaron
a desprenderse de la estructura hasta que Icaro cayó fatalmente, ahogándose en el
mar.
Teseo y el Minotauro

El rey Minos había encerrado en el laberinto al temible monstruo Minotauro.

A su vez, Minos había impuesto un terrible tributo sobre la ciudad de Atenas: Cada
nueve años debían enviar siete muchachos y siete muchachas para ser alimento del
terrible monstruo.

Atenas ya había enviado dos grupos de jóvenes para alimentarlo. Esta sería la tercera
remesa de jóvenes enviados. Uno de los siete jóvenes se llamaba Teseo.

Antes de entrar al laberinto conoció a Ariadna, una hija de Minos que se enamoró de él
y decidió ayudarle.

El problema no era solo matar al Minotauro sin armas, ya que no se les permitía entrar
armados al laberinto, sino poder encontrar la salida en tan intrincados pasillos.

Ariadna, entonces, sin que nadie lo advirtiera, le entregó a Teseo un carretel de hilo.
Gracias a esto, Teseo pudo encontrar la salida del laberinto después de matar a
puñetazos al Minotauro.

Teseo salvó de este modo a todo el grupo y se escapó llevando a Ariadna consigo.

Jorge Luis Borges en su cuento La casa de Asterión nos muestra otra faceta de este
temible monstruo.
Gordio y el Nudo Gordiano

Gordio era un pobre campesino.

Un día vio que un águila se había posado en la vara de su carro de bueyes. Como el
águila seguía instalada en la vara, sin inmutarse, entonces Gordio decidió dirigirse a
Telmiso en Frigia , porque allí había un oráculo confiable para preguntarle qué podía
significar esto.

Antes de atravesar la puerta de entrada a la ciudad, encontró a una bella joven que
poseía el don de la profesia. No bien vio el carro con el águila, le dijo a Gordio que
debería ir directamente a ofrecerle sacrificios a Zeus y le pidió que la dejara
acompañarlo.

-Por supuesto. Respondió Gordio. Y agregó –Eres una joven muy inteligente, ¿Quieres
casarte conmigo?

-Primero hay que ofrecer sacrificios, dijo ella.

Entonces se dirigieron hacia la ciudad.

Ellos no sabían que el rey de Frigia había muerto subitamente y como no tenía hijos
no se conocía al sucesor.

Pero un oráculo vaticinó:-!Su nuevo rey se acerca con su futura esposa en un carro
tirado por bueyes! . Ellos entraron con la carreta en la plaza e inmediatamente todas
las miradas se posaron en ellos y en el águila que todavía seguía parada sobre la vara
de la carreta.

Inmediatamente proclamaron- ¡Aquí está nuestro nuevo Rey!.

Como agradecimiento le dedicó el carro y los bueyes a Zeus.

Gordio había enganchado el carro a la vara con un nudo muy particular.

Un oráculo vaticinó:-El hombre que pueda desatar el nudo se convertiría en el dueño y


señor de Asia. La carreta quedó entonces en la Acrópolis, durante siglos, bajo la
atenta vigilancia de los sacerdotes de Zeus.

En el año 333 antes de Cristo, Alejandro de Macedonia, También conocido como


Alejandro Magno, pasó por la ciudad y cortó el nudo con su espada en un acto de
soberbia.
El Rey Midas y Dionisio

Midas era el rey de Macedonia. Fue el primer hombre en plantar un jardín de rosas.

Le gustaba disfrutar de la buena vida, las fiestas, escuchar música y pasarla bien.

Una mañana un jardinero le dijo: -Hay un Sátiro completamente borracho tirado en tu


rosedal.

-¡Traedlo inmediatamente ante mi presencia! Dijo Midas

El sátiro resultó ser Silenio.

Silenio había viajado con Dionisio a la India y tenía muchas e interesantes anécdotas
para relatar. Midas se entretuvo cinco días escuchando atentamente las historias de
ese continente lejano, sus ciudades, sus barcos y sus gentes.

Al terminar, sin mediar ningún castigo por aplastar sus rosas, lo envió sano y salvo con
Dionisio.

Dionisio, agradecido le dijo a Midas: -¡Pídeme lo que quieras y te lo concederé! Midas,


eligió tener el poder de convertir en oro todo lo que tocase. Y así le fue concedido.

Al principio resultaba muy divertido hacer rosas o pájaros de oro. Pero por error
convirtió a su propia hija en estatua de oro.

Y más tarde la desesperación se apoderó de él cuando tenía hambre y su comida se


convertía en oro o cuando tenía sed y el vino se convertía en oro.

Llorando le pidió ayuda a Dionisio: -¡Por favor, Dionisio, libérame de este castigo. Mi
propia hija es una estatua de oro y no puedo ni beber ni comer. Estoy muriendo de
hambre y de sed. Ayúdame!

Dionisio se rió a carcajadas y lo mandó a lavarse las manos para quitarse el toque
mágico a un río de Frigia llamado Pactolus, cuyas arenas son todavía doradas. Y le
devolvió la vida a su hija.
Las Orejas del Rey Midas

La diosa Atenea había inventado la flauta doble. Cuando la soplaba conseguía


arrancarle hermosas melodías.

Una noche, en que Atenea estaba tocando la flauta en un banquete, Hera y Afrodita
comenzaron a reírse en secreto.

Atenea se preguntaba porqué. Entonces se sentó ala orilla de un arroyo a tocar y


cuando vio su aspecto ridículo, con las mejillas hinchadas mientras soplaba la flauta, la
arrojó al arroyo con una maldición para el que la encontrara.

Tiempo después, Marsias encontró la flauta en el arroyo y consiguió arrancarle


deliciosas melodías. Tanto que decidió competir con el dios Apolo.

Apolo llamo a las musas y al rey Midas que tanto apreciaban la música para que
actuaran como jurado. Marsias tocaría la flauta y Apolo la lira.

Los dos tocaron sus instrumentos pero el jurado no pudo ponerse de acuerdo porque
ambos dieron un espléndido concierto.

Entonces Apolo dijo: Te reto a que toques tu instrumento al revés como lo hago yo.
Apolo dio vuelta la lira y siguió tocando.

-¡Yo no puedo hacer eso! Replicó Marsias.

-Entonces Apolo gana, dijeron las Musas.

-Eso es muy injusto, dijo el rey Midas-Su instrumento no se lo permite.

Como las musas eran nueve, Y Midas solo uno, ganaron ellas.

Apolo dijo entonces a Marsias:-¡Tu debes morir, por retar a al mismo dios de la música
a una competencia! Y diciendo esto lo mató.

Después a Midas lo llamó burro y le tocó las orejas que comenzaron a crecer al
instante, convirtiéndose en orejas de burro.

El Rey Midas avergonzado, corrió a cubrirse las orejas con un gorro frigio. No quería
que nadie se enterase de su desgracia.

Pero su peluquero no tuvo más remedio que enterarse cuando lo fue a visitar para que
le cortase el cabello. Midas lo amenazó de muerte si le contaba a una criatura viviente
el secreto de sus orejas.

El secreto quemaba en el pecho del peluquero, necesitaba repetirlo


desesperadamente.

Entonces viendo que no había nadie a su alrededor, cavó un hoyo a la vera del río
Pactolus, se agachó y susurró dentro del hoyo: -El Rey Midas tiene orejas de burro.

Tapó el hoyo con arena, asegurándose que su secreto estaba bien enterrado y se fue
aliviado.
Pero una caña comenzó a brotar y les susurró a las otras hierbas:

-El rey Midas tiene orejas de burro. Pronto los pájaros escucharon la noticia.

Justamente pasaba por el lugar un hombre llamado Melampo, que comprendía el


lenguaje de los pájaros. Melampo le contó a sus amigos y luego fue delante del rey
Midas y le dijo:

-¡Quítate el sombrero, quiero ver tus orejas de burro!

El rey Midas, sorprendido, primero le cortó la cabeza al peluquero y más tarde se mató
a si mismo por la vergüenza.
Perséfone, La Hija Perdida

Había una vez una diosa llamada Demeter que tenía una hermosa hija llamada
Perséfone. La joven tenía grandes ojos verdes y una cabellera de bucles dorados.
Vivía con su madre en un departamento del palacio en el monte Olimpo y de vez en
cuando bajaba a los prados a recoger flores en compañía de sus amigas.

Un día, el dios de los muertos, Hades, que vivía en el centro de la tierra, rodeado de
tinieblas, se enamoró profundamente de Perséfone.

Como Hades era muy astuto no se animó a acercarse sin antes pedir permiso a Zeus,
el más importante de todos los dioses del Olimpo. Zeus, no le contestó ni si ni no, pero
le guiñó un ojo. Entonces Hades, trazó un plan para cumplir su deseo.

Un día que Perséfone, estaba recogiendo flores tranquilamente con sus amigas, se
alejó distraída del grupo para recoger un narciso. En ese momento la tierra se abrió y
de allí surgió el dios de los muertos en un carruaje negro. La secuestró y la llevó con él
sin dejar ningún rastro.

Las amigas no habían visto como Perséfone se había esfumado sin dejar rastro
alguno. Así que nada pudieron decirle a Demeter, la madre, que sufrió por la
desaparición de su hija.

Demeter, desesperada comenzó a buscarla. Se disfrazó de anciana y comenzó a


recorrer toda Grecia buscando alguna pista sobre su hija. Durante nueve días ni comió
ni bebió.

Cuando los reyes de Eleusis la vieron, le ofrecieron quedarse con ellos en el palacio
para cuidar de sus hijos.

Un buen día, el hijo mayor de los reyes le dijo:

-Diosa Demeter, tengo malas noticias. Un pastor me contó que vio un carruaje
siniestro, guiado por un rey calzando una armadura negra, se llevó a una joven que
gritaba muerta de miedo. La tierra se abrió y ambos desaparecieron en sus entrañas.
Pienso que podría ser tu hija Perséfone.

Demeter, reconoció a Hades por la descripción del pastor, pensó que Zeus tenía algo
que ver en este asunto y decidió vengarse.

Como Demeter era la diosa de la agricultura, recorrió Grecia prohibiendo a los árboles
dar fruto, a los pastos crecer y a las semillas germinar. Al poco tiempo el ganado no
tenía como alimentarse y comenzó a morir. Si esto continuaba, los hombres pronto
morirían también por falta de alimento.

Zeus se asustó y trató de convencerla enviándole riquísimos regalos,joyas y oro, pero


Demeter no los aceptó.-No quiero tus regalos. Solo quiero a mi hija Perséfone de
vuelta en mi casa.

Zeus, viendo que era imposible convencer a Demeter, llamó a Hermes y lo envió al
Tátaro para darle un mensaje al dios Hades.
- Por favor, devuelve a Perséfone o todos estaremos perdidos ya que los humanos
están en serio peligro debido a la falta de alimento.

Hades le respondió:

-Solo puedo enviar a Perséfone de vuelta a su casa, mientras no haya probado el


alimento de los muertos.

Perséfone estaba tan triste que se había negado a probar bocado desde el día de su
secuestro.

Entonces Hades le dijo:

- Hermosa Perséfone, parece que no eres feliz a mi lado. No has probado bocado
desde el día en que llegaste. Cada día estás más delgada y si sigues así pronto
morirás. Mejor que vuelvas a tu casa.

Pero un jardinero que escuchó la conversación dijo:

-¿Cómo que no ha probado bocado? Yo la vi comer granadas de tu huerto esta


mañana.

Hades se sonrió satisfecho. La subió a un carruaje y la llevó junto a su madre, que


apenas la vio se abrazó a ella llorando de felicidad.

Pero Hades le dijo:

-Diosa Demeter, tu hija Perséfone ha comido siete granadas de mi huerto, por lo tanto
debe regresar al Tártaro conmigo.

Demeter, furiosa respondió:

-Si eso ocurre, jamás levantaré la maldición que pesa sobre la tierra. Todos los
hombres y los animales morirán.

Zeus, espantado por la respuesta de Demeter, envió a su esposa Hera a a negociar


con los dioses.

Finalmente Demeter aceptó que el príncipe de las tinieblas se case con Perséfone. Su
hija debía pasar siete meses al año con Hades, un mes por cada granada que comió y
cinco meses junto a Demeter, su madre.

Por esa razón la tierra florece y fructifica en primavera y verano, cuando Perséfone
visita a su madre y la tierra está triste y seca en otoño e invierno, cuando Perséfone
está junto a Hades.
Orféo y Eurídice

Había una vez una Musa llamada Calliope. Ella tenía un hijo llamado Orfeo.

Orfeo, además de ser un gran poeta, tocaba muy bien la lira, deleitando a todos los
que lo escuchaban. Tanto hombres como animales quedaban extasiados con su
música. Hasta los árboles y las rocas se movían y cambiaban de lugar solo para
escuchar sus dulces melodías.

Orfeo estaba casado con Eurídice, su bella esposa, de la cual estaba sumamente
enamorado.

Un día mientras recorrían el bosque tomados de la mano, Eurídice, sin querer, pisó
una serpiente venenosa que estaba dormida. La serpiente, furiosa por haber sido
despertada tan abruptamente, le mordió el tobillo y Eurídice murió envenenada a los
pocos minutos.

Orfeo, desesperado por recuperar a su esposa, decidió descender al Tártaro para


buscarla y traerla de vuelta a la vida.

Orfeo tomó la lira, y mientras tocaba, encantaba a todos los que se cruzaban en su
camino. Hasta el can Cerbero, el perro de tres cabezas custodio del Tártaro, lo seguía
como un cachorrito manso.

Orfeo continuó su largo recorrido encantando con su melodía a uno tras otro hasta
llegar hasta el mismo trono de Hades, el rey de los muertos, que fascinado por los
suaves acordes de la lira, le preguntó:-¿Qué vienes a buscar aquí, Orfeo?

-Quiero a mi esposa Eurídice de vuelta conmigo. Respondió Orfeo.

-¡Ah! Escúchame bien. Dijo Hades-Permitiré que Eurídice regrese contigo con una sola
condición: -Deberás caminar sin mirar atrás hasta que llegues a plena luz del sol.
Eurídice te seguirá mientras tocas la lira y no sufrirás daño alguno.

Orfeo, feliz comenzó a entonar la más dulce de las melodías mientras Eurídice lo
seguía a la distancia. Pero Orfeo estaba tan ansioso por volver a verla, que pronto
olvidó la condición impuesta por Hades y cuando faltaba solo un minuto para salir a la
luz, volteó la cabeza para mirarla y perdió a Eurídice para siempre.
El Triste Final de Orféo

Un día ,el dios supremo del Olimpo, Zeus dijo:-Mi hijo Dionisio, también conocido
como Baco, merece ser nombrado dios por haber inventado el vino. Y lo elevó al rango
de dios.

Orfeo se negó a adorarlo como dios diciendo:

- Dionisio no puede ser dios. Es un mal ejemplo para los mortales ya que está
borracho la mayor parte del día. Me niego a ofrecerle sacrificios a un borracho.

Cuando Dionisio escuchó el comentario se enojó tanto que envió a un grupo de


Ménades, mujeres embriagadas todo el tiempo, a perseguirlo.

Cuando las Ménades lo encontraron, Orfeo estaba placidamente dormido junto a su


lira. Si hubiera estado despierto tocando su lira ellas habrían quedado encantadas por
su música.

Entonces, las Ménades, le cortaron la cabeza y la arrojaron a un río cercano. Luego


cortaron el resto del cuerpo en pedacitos.

Las Musas encontraron los trozos de Orfeo y apenadas por la triste desaparición del
músico, los enterraron a los pies del monte Olimpo, donde los ruiseñores entonaron de
allí en más dulcísimos cantos.

La cabeza de Orfeo floto río abajo hasta llegar al mar, donde un barco de pescadores
la atrapó en sus redes y le dieron sepultura.

Zeus permitió que se pusiera la lira de Orfeo en el cielo, formando la constelación


llamada ¨ La Lira¨
Atenea y Aracne

Cuenta la leyenda que había una hermosa joven llamada Aracne. Era muy habilidosa
en el arte de entretejer la lana, y por ese talento era reconocida.

Las Ninfas bajaban muchas veces hacia su morada para admirar sus trabajos y
quedaban embelezadas por sus magníficos bordados.

En una ocasión le preguntaron si la diosa Atenea le había enseñado a trabajar la lana,


pero Aracne se defendió como si la hubieran insultado:-¡Nadie me ha enseñado el
oficio! Si Atenea quiere venir a competir conmigo, que venga!

Atenea la escuchó. Entonces se disfrazó de anciana para acercarse sin despertar


sospechas y le dijo suavemente: -Acepta los consejos de esta anciana. Tú puedes
alcanzar la gloria con tu oficio pero jamás podrás eclipsar a una diosa inmortal, como
Atenea.

Aracne se ofuscó aún más:- ¡Que venga y teja! ¡Ya veremos quién gana!

Entonces, Atenea se quitó el disfraz de anciana, se sentó a su lado y comenzó a tejer.


Durante horas y sin descanso se dedicaron a trazar intrincados y hermosos bordados.

Atenea hizo un magnífico trabajo, pero nada pudo decir del bordado maravilloso de
Aracne.

La diosa, despechada destrozó en mil pedazos el trabajo de su competidora y ésta al


no poder soportar esa humillación, intentó ahorcarse.

Atenea se compadeció de la joven y la salvó de la muerte pero luego le dijo: -¡Eres


una desgraciada! ¡No vas a morir, pero a partir de ahora, tu vida penderá siempre de
un hilo!

Aracne, fue convertida en araña y desde entonces no cesa de tejer colgada de un hilo.
La Manzana de la Discordia

Cuenta la leyenda, que cuando Peleo y Tetis se casaron. enviaron invitaciones a la


fiesta para todos los dioses . como no querían tener problemas en un día tan especial,
decidieron que lo mejor sería no invitar a Eris, conocida como La Discordia.

Eris se enojó tanto que se apareció en el banquete de bodas de todos modos. Furiosa
se dirigió a la mesa donde se encontraban las diosas más hermosas: Hera, Atenea y
Afrodita y arrojó ua enorme manzana con una inscripción tallada que decía: "Para la
más Hermosa".

Hera dijo: Debe ser para mí. Pero al instante, Atenea y Afrodita también reclamaron la
manzana y pusieron a Zeus como árbitro.

Zeus, no quería tomar parte por ninguna de las diosas ya que sabía que por lo menos
dos de ellas terminarían haciendo reclamos por su intervención o lo que es peor,
enemistadas con él y decidió sacarse el problema de encima.

No se le ocurrió nada mejor que enviar a las tres diosas ante el joven y hermoso Paris
para que decidiera él.

Una a una las diosas fueron desfilando ante él cubriéndolo de promesas.

-Prometo darte poder y riquezas si me eliges- Dijo Hera.

Atenea le prometió: -Si dices que yo soy la más bella, te otorgaré gloria en las guerras
y fama por doquier-.

Pero , la sensual Afrodita, que era muy astuta, le ofreció la mujer más hermosa por
esposa y esto lo convenció definitivamente.

Afrodita obtuvo la manzana de oro y de allí en más Hera y Atenea se convirtieron en


sus peores enemigas.

Afrodita , fiel a su promesa le ayudó a Paris a conseguir el amor de Helena, que se


convertiría en el motivo de la famosa guerra de Troya.
Eco y Narciso

Eco era una ninfa que habitaba en el bosque junto a otras ninfas amigas y le gustaba
cazar por lo cual, era una de las favoritas de la diosa Artemisa.

Pero Eco tenía un grave defecto: Era muy conversadora. Y además en cualquier
conversación o discusión, siempre quería tener la última palabra.

Cierto día, la diosa Hera salió en busca de su marido Zeus, al cual le gustaba
divertirse entre las ninfas. Cuando Hera llegó al bosque de las ninfas, Eco la entretuvo
con su conversación mientras las ninfas huían del lugar.

Cuando Hera descubrió su trampa la condenó diciendo:- Por haberme engañado, a


partir de este momento pederás el uso de la lengua. Y ya que te gusta tanto tener la
última palabra solo podrás responder con la última palabra que escuches. Jamás
podrás volver a hablar en primer lugar.

Eco, con su maldición a cuestas se dedicó a la cacería recorriendo montes y bosques.


Un día vio a un hermoso joven llamado Narciso y se enamoró perdidamente de él.
Deseó fervientemente poder conversar con él, pero tenía la palabra vedada. Entonces
comenzó a perseguirlo esperando que Narciso le hablara en algún momento.

En cierto momento, en que Narciso estaba solo en el bosque y escuchó un crujir de


ramas a sus espaldas y gritó:- ¿Hay alguien aquí?

Eco respondió: -Aquí.

Como Narciso no vio a nadie volvió a gritar: -Ven

Y Eco contestó: -Ven

Como nadie se acercaba, Narciso dijo:- ¿Por qué huyes de mí? Unámonos

La ninfa, loca de amor se lanzó entre sus brazos diciendo:- Unámonos

Narciso dio un salto hacia atrás diciendo:- Aléjate de mi! Prefiero morirme a
pertenecerte!

Eco respondió: -Pertenecerte.

Ante el fuerte rechazo de Narciso, Eco sintió una vergüenza tan grande que llorando
se recluyó en las cavernas y en los picos de las montañas. La tristeza consumió su
cuerpo hasta pulverizarlo. Solo quedó su voz para responder con la última palabra a
cualquiera que le habla.

Narciso no solo rechazó a Eco, sino que su crueldad se manifestó también entre otras
ninfas que se enamoraron de él. Una de esas ninfas, que había intentado ganar su
amor sin lograrlo le suplicó a la diosa Hera que Narciso sintiera algún día lo que era
amar sin ser correspondido y la diosa respondió favorablemente a su súplica.

Escondida en el bosque, había una fuente de agua cristalina. Tan clara y mansa era la
fuente que parecía un espejo. Un día Narciso se acercó a beber y al ver su propia
imagen reflejada pensó que era un espíritu del agua que habitaba en ese lugar. Quedó
extasiado al ver ese rostro perfecto. Los rubios cabellos ondulados, el azul profundo
de sus ojos y se enamoró perdidamente de esa imagen.

Deseó alejarse, pero la atracción que ejercía sobre él era tan fuerte que no lograba
separase .Muy por el contrario deseó besarlo y abrazarlo con todas sus fuerzas. Se
había enamorado de si mismo.

Desesperado, Narciso comenzó a hablarle:- ¿Por qué huyes de mí, hermoso espíritu
de las aguas? Si sonrío, sonríes. Si estiro mis brazos hacia ti, tú también los estiras.
No comprendo.

Todas las ninfas me aman, pero no quieres acercarte.- Mientras hablaba una lágrima
cayó de sus ojos. La imagen reflejada se nubló y Narciso suplicó: -Te ruego que te
quedes junto a mí. Ya que me resulta imposible tocarte, deja que te contemple.

Narciso continuó prendado de si mismo . Ni comía, ni bebía por no apartarse de la


imagen que lo enamoraba hasta que terminó consumiéndose y murió.

Las ninfas quisieron darle sepultura, pero no encontraron el cuerpo en ninguna parte.
En su lugar apareció una flor hermosa de hojas blancas que para conservar su
recuerdo lleva el nombre de Narciso.
Perseo y Atlas

Cuando Perseo mató a la Gorgona, se llevó la cabeza consigo y partió volando lejos,
hasta la tierra donde vivía el rey Atlas.

Atlas era un hombre de tamaño descomunal. Su mayor orgullo era su jardín ya que
sus árboles daban frutos de oro.

Perseo se presentó diciendo que venía de visita en calidad de huesped, pero Atlas ,
desconfiado, temiendo que quisiera robarle sus frutos dorados lo echó.

Atlas era un gigante y Perseo no se animaba a enfrentarlo. Entonces le ofreció como


obsequi la caja que escondía la cabeza de la Gorgona.

Perseo abrió la caja mientras apartada sus ojos y levantó la cabeza de la Gorgona.

Al instante Atlas quedó convertido en piedra. Su cuerpo aumentó de tamaño hasta


convertirse en una montaña.

Perseo y el Monstruo Marino

Luego de convertir al gigante Atlas en piedra, Perseo voló hasta el país de los etíopes
cuyo rey era Cefeo. La reina de los Etíopes, Casiopea en un alarde de orgullo por su
belleza se comparó con las Ninfas del Mar. Estas en represalia enviaron a un
monstruo marino para que devastara la costa.

El rey Cefeo, preocupado consultó al oráculo y este le ordenó sacrificar a su bella hija
Andrómeda al monstruo para apaciguarlo.

El rey, entonces mandó encadenar a su hija a una roca junto al mar para ser devorada
por la bestia del mar.

Perseo, cuando se acercó a la costa en su vuelo divisó a la hermosa doncella


encadenada frente al mar y, sin dar crédito a sus ojos se acercó a ella para
preguntarle la razón de su triste destino.

Andrómeda, llorando desconsoladamente le confesó que su destino era ser la víctima


que calmaría la furia de los embates del monstruo del mar.

Mientras conversaban el monstruo marino se acercaba a la costa. El rey Cefeo y la


reina Casiopea eran testigos desgraciados del final trágico de su hija ya que nada
podían hacer por ella.

Perseo, al ver la hermosura de Andrómeda y la desesperación de sus padres se


presentó y ofreció exterminar al monstruo, pidiendo al mismo tiempo como
recompensa a su hija en matrimonio.

Los padres aceptaron encantados y le prometieron además una boda real.


Perseo sin titubear se lanzó en feroz lucha contra la bestia marina. Le clavó su
espada, el monstruo se retorció y devolvió el ataque con furia descontrolada. Perseo,
con sus alas esquivaba los coletazos y le clavaba la espada en cada sitio libre que
encontraba.

Poco a poco fue guiando la furia del monstruo hasta la costa ya que sus alas estaban
mojadas y cuando lo tuvo cerca le partió una roca entre los ojos y el monstruo
echando agua y sangre por la nariz, murió tras un atronador aullido.

El rey de los etíopes y su esposa desencadenaron a la doncella de la roca. Felices y


agradecidos con Perseo, le ofrecieron la mano de su hija.

También podría gustarte