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ANTHONY GRAFTON Los origenes tragicos de la erudicién (d f y e FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - ESPANA EsTADOS UNIDOS DE AMERICA - PERU - VENEZUELA I. NOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE En el siglo xvitl, la nota al pie histérica era una forma excelsa del arte li- terario. Ningtin historiador del Siglo de las Luces pudo superar la enver- gadura épica ni el estilo cldsico de Decadencia y caida del imperio romano de Edward Gibbon. Y nada en esa obra regocijé a los amigos ni encole- riz6 a los enemigos del autor como sus notas al pie.' Ganaron justa fama por su irreverencia sexual y religiosa. “En sus Meditaciones —dice el histo- tiador acerca del emperador Marco Aurelio, esposo de la notoria ‘corte- sana’ Faustina— agradece a los dioses por haberle concedido una esposa tan fiel, tan gentil y de modales tan exquisitamente sencillos.”? “El mun- do —teflexiona el amable anotador- se ha mofado de la credulidad de Marco; pero Madame Dacier nos asegura (y podemos dar crédito a una dama) que el esposo siempre serd engafiado si la esposa se digna disi- mular.”> “El deber —observa el autor en su indagacién ostensiblemente seria sobre los milagros en la Iglesia primitiva— no obliga al historiador a introducir su juicio particular en esta delicada ¢ importante polémica.”* “Puede parecer notable -comenta en una nota al pie que desdefia cual- quier pretensidn de recato— que Bernardo de Claraval, quien consigna tantos milagros de su amigo San Malaquias, jamds presta atencidn a los suyos, que, a su vez, son cuidadosamente narrados por sus amigos y dis- cfpulos.”* “El docto Origenes —y algunos mas, dice Gibbon al analizar la aptitud de los primeros cristianos para conservar la castidad— juzgd de suma prudencia despojar de sus armas al tentador.”* La nota al pie aclara que el tedlogo, para evitar la tentacién, habfa recurrido al medio drdstico de la autocastracién; de paso, revela la opinidn que le merecia dicha operacién: “Puesto que en general interpretaba las escrituras de manera alegérica, parece poco feliz que justamente en este caso optara por el sentido literal”.” Estos comentarios alegremente sarcdsticos se adhe- rian como abrojos a las memorias ortodoxas y reaparecian para acosar a su autor en los innumerables panfletos de sus criticos.* 11 12 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION EL ingenio de Gibbon servia a fines eruditos ademas de polémicos, asf como sus notas al pie no slo subvertian sino que apuntalaban ¢l arco magnifico de su historia.” Podia imbuir una cita bibliografica de la solem- ne simetria de una perorata ciceroniana: “En la consideracién de los gnés- ticos de los siglos 11 y 111, Mosheim es ingenioso e imparcial; Le Clere aburrido, pero preciso; Beausobre casi siempre un exégeta; y es de temer que los padres primitivos son con frecuencia calumniadores”.” Sabia pre- sentar un paralelismo gracioso con la solemnidad que se suele reservar para encomiar o condenar a un héroe: “Cabe observar que para la enumeracién de las deidades sitias y drabes, Milton ha sintetizado en ciento treinta li- neas muy bellas los dos grandes y doctos sintagmas que Selden habia com- Puesto sobre tema tan abstruso”."' Y era capaz de honrar a los antiguos estudiosos, esos buenos cristianos en cuyas obras hurgaba en busca de mil y un detalles curiosos, con una combinacién singular de desdén jovial por Sus crcencias y auténtico respeto por su erudicién.'? Gibbon crefa con jus- ta ran que una resefia exhaustiva de sus fuentes redactada en el mismo estilo hubiera brindado “solaz ademas de informacién”.3 Aunque sus no- tas al pie atin no eran romdnticas, posefan todo el romanticismo del gran estilo. Y su “abundancia instructiva” le granjeé los elogios del brillante hu- manista decimonénico Jacob Bernays, asf como de su hermano Michael Bernays, un germanista cuyo ensayo precursor sobre fa historia de la nota al pie ain oftece mds informacién e ideas que la mayoria de sus rivales.'4 En la actualidad, los argumentos de los historiadores atin avanzan con paso firme o retroceden vacilantes sobre sus notas al pie. Pero el plomo de la prosa oficial ha reemplazado el oro de la setdrica cldsica de Gibbon. En el mundo moderno, dicen los manuales para redactores de tesis, los historiadores realizan dos tareas complementarias."* Deben estudiar todas las fuentes referentes a la solucién de un problema y a partir de cllas cla- borar_una nueva narracién o argumento. La nota al pie es la prueba de que se ha realizado las dos tareas. Identifica tanto el indicio primario que garantiza que la sustancia del relato es novedosa como las obras secunda- tias que no desmienten ese cardcter en forma y esis. Ademds, identifica el trabajo histérico en cuestién como obra de un profesional. El murmullo de la nota al pie es reconfortante como el zumbido agudo del torno odontolégico: el tedio que provoca, como el dolor que provoca el torno, no es aleatorio sino direccional, es parte del costo a pagar por los beneficios de la ciencia y la tecnologia modernas. NOTAS AL PIE; EL ORIGEN DE UNA ESPECIE 13 Como sugiere esta analogja, en la vida moderna la nota al pie esta vin- culada con la ideologia y los procedimientos técnicos de una profesién. Para ser historiador o dentista uno realiza estudios especializados; para practicar la historia o la odontologia, uno debe recibir la aprobacién de sus maestros, colegas y, sobre todo, pacientes (0 lectores). Aprender a re- dactar notas al pie forma parte de esta versién moderna de la vida de aprendiz. La mayoria de los historiadores se inician en pequefia escala, durante las semanas frenéticas dedicadas a redactar trabajos que han de leer de viva voz frente al profesor. A esa altura, las notas al pie son vistas, no leidas. Conforman una masa densa y borrosa de texto apenas vislum- brado en el pie de las paginas agitadas por las manos temblorosas del orador nervioso al mascullar frente a la clase. Mas adelante, durante los largos meses dedicados a la redaccién de la monografia, los estudiantes avanzan del estilo de produccién artesanal al industrial con la esperanza de que el tutor, otros miembros del jurado constituido para evaluar su trabajo e incluso futuros colegas y empleadores se admiren de las horas de arduo trabajo en la biblioteca y el archivo plasmadas en fas largas notas al pie. Por fin, obtenido el doctorado y el empleo, los historiado- res activos siguen produciendo notas al pie. Lamentablemente, los histo- riadores habicuados a redactar notas maquinalmente —como los dentistas que se han vuelto insensibles al dolor que infligen y la sangre que derra- man- tal vez casi no se dan cuenta de que siguen llenando de nombres de autores, titulos de libros y ntimeros de legajos o paginas sus textos inéditos. Al fin y al cabo, la produccién de notas al pie suele parecerse no tanto al trabajo especializado de un profesional que realiza una fun- cidn precisa proyectada hacia un fin superior que la produccién cuanto ala produccién improvisada y la eliminacién de residuos. La nota al pie moderna es tan esencial para la vida histérica civilizada como el retrete; como éste, es un tema de mal gusto en la platica cort’s y por lo general sdlo llama la atencién cuando se descompone. Como el retrete, la nota al pie permite a uno realizar actos desagradables en la intimidad; como sucede con aquél, el buen gusto exige que se la colo- que en un lugar discreto; tiltimamente no se la incluye en el pie de pd- gina sino al final del libro. Es el lugar que merece recurso tan baladi: ojos que no ven, corazén que no siente. Sin embargo, el historiador con frecuencia debe hurgar en esos rin- cones oscuros y hediondos que rehuyen los pueblos civilizados. La ex- 14 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION ploracién de retretes y cloacas ha sido una fuente inagotable de riquezas en materia de poblacién, planificacién urbana y olores. Las etapas de su desarrollo permiten distinguir entre las texturas de la vida social moderna y premoderna de manera mucho més grdfica que las pretenciosas cro- nologfas halladas en las historias politicas e intelectuales.'* Quien quiera conocer las acres diferencias entre un aula francesa del siglo XVI ¥ una del presente no debe examinar los difundidos manuales de Petrus Ra- mus, sino tener presente el pasaje de su biograffa donde dice que se ba- fiaba una vez al afio, en el solsticio estival.'” Asimismo, el estudio de esas partes de la historia que yacen bajo el nivel del suelo puede revelar grietas ocultas y conductos olvidados tanto en la prdctica moderna como en las tradiciones milenarias del saber historiogrdfico. Basta una breve comparacién para sacar a luz una gama asombrosa de practicas divergentes mas alld de la linea de circunvalacién histérica. Desde luego que a primera vista todas las notas al pie se parecen mu- cho. Asi como en el mundo histérico antiguo se invocaba a la Musa, en la civilizacién industrializada todos los articulos comienzan con una lar- ga nota de agradecimiento a los maestros, amigos y colegas. Tales notas evocan una Republica de las Letras, o al menos un grupo de apoyo aca- démico, del cual el autor se considera miembro. Puesto que en realidad estas notas suelen describir algo mucho mds tenue —el grupo de aque- Ilos quienes el auror desea hubiesen lefdo su libro, aportado ideas o si- quiera le hubiesen dado la hora~, esas notas introductorias conservan algo de la cualidad literaria, por no decir ficticia, de las tradicionales. Pero la austera luz del dia no tarda en dispersar las sombras frescas y perfumadas de la autobiografia erudita. Se supone que las largas listas de libros y articulos anteriores juntamente con las columnas de referen- cias cifradas a documentos inéditos demuestran la seriedad de la investi- gacién realizada por el autor al dar cuenta de las fuentes consultadas. La realidad es que los relativamente escasos lectores que han hurgado en los mismos archivos pueden descifrar un conjunto cualquiera de notas con facilidad y pericia."* Para la mayoria de los lectores, la nota al pie cumple otra funcién. En una sociedad moderna, impersonal, en la cual los individuos deben confiar en personas desconocidas para obtener la mayoria de los servicios que requieren, las credenciales cumplen la fun- cién que antes era propia de la recomendacién personal: dan legitimidad: Como la tarima de alfombra rafda, la jarra con agua y la presentacién NOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE 15 incoherente e imprecisa destinada a demostrar que el conferencista tie- ne algo interesante que decir, las notas al pie confieren al autor un aire de autoridad.” Sin embargo, a diferencia de otras clases de credenciales, las notas al pie brindan a veces una forma de esparcimiento... generalmente bajo la forma de pufiales clavados en la espalda de los colegas del autor. Algu- nas pufialadas son amables. En ocasiones, el historiador se limita a citar una obra, pero en otras le antepone discretamente el tan sutil cuan mortifero “cf.” (“confréntese”; en aleman, vgi.), Esto le da a entender al especialista que la obra citada presenta un punto de vista distinto y, ademas, equivocado. Pero no todos los lectores del libro conocen la cla- ve. Por eso, la pufialada debe ser de vez en cuando mas brutal y directa. Para despachar una obra o tesis de manera concisa y definitiva a veces basta una frase hecha o un adjetivo preciso. Con la astucia que los ca- racteriza, los ingleses realizan esta forma de asesinato con una frase adverbial: oddly overestimated [extrafiamente sobreestimado]. Los ale- manes preficren el directo ganz abwegig; los franceses, un frio pero no menos taxativo discutable. Todas estas formas indispensables de la inju- ria aparecen en la misma posicién destacada y realizan la misma obra de asesinato incelectual. Quien haya lefdo una pieza de historiografia profesional producida recientemente en Europa o en los Estados Uni- dos habré encontrado ejemplos de estas practicas y otras afines. Los cé- digos y las técnicas profesionales subyacentes parecen tan universales en su uso como parcos en su atractivo.”” Sin embargo, un estudio mas minucioso de sus detalles revela que las apariencias de uniformidad engafian. Para el inexperto, las notas al pie parecen sistemas profundamente arraigados, sdlidos, firmes; para el entendido son auténticos hormigueros donde se desarrolla una activi- dad febril, constructiva y combativa. En Italia, por ejemplo, la nota al ‘pie acta por omisién tanto como por accidn. El hecho de no mencionar a cierto estudioso o a cierta obra constituye una afirmacién polémica, una damnatio memoriae que el circulo de interesados reconocerd y des- cifrard al instante. Pero desde luego, ese circulo tiene una circunferencia limitada. Asi, el autor transmite un mensaje a la pequefia comunidad de especialistas que conocen el idioma y otro a aquélla mucho mas amplia de los historiadores y otros lectores en cuyas manos pueda caer algun ejemplar de la Rivista storica italiana o de los Quaderni storici. Sélo 16 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION aquellos que han memorizado los puntos y las rayas del cédigo de la anotacién —que desde luego, cambia hora a hora— interpretarén el men- saje elocuente y polémico de las lagunas. Para los demas, las mismas no- tas parecerdn serenas ¢ informativas. Dicho de otra manera: muchos textos italianos con notas al pie trascienden el doble mensaje que requie- re la teoria para agregar uno mis. Se dirigen no sdlo al ptiblico tedrica- mente universal de los historiadores, la “comunidad de los competentes” en todos los pafses, sino también a un grupo mucho més pequefio, la ca- marilla de los iniciados. Distinto es el caso de Alemania, donde la omisién parece tener el caracter de una afirmacién general, no particular. Los historiadores alemanes occidentales se complacian en fustigar a otros por no citar la “literatura alemana anterior”. Pero ellos, por su parte, omitian general- mente citar obras més recientes —sobre todo de historia alemana— en lengua no alemana; ademas, no advertfan 0 asimilaban las formas nue- vas, interdisciplinarias de la historia que florecian en Francia y en los Estados Unidos. Esta no era una muestra de ignorancia (Dios nos |i- bre!}, sino més bien de una conviccién: la de que habitaban un Imperio Medio del pensamiento histérico, conectado orgénicamente con la dis- ciplina histérica del siglo xIx, afectada de Begriff y dominada por Ale- mania. De ahi que no tuvieran necesidad de abrir sus puertas a los barbaros, salvo a unos pocos privilegiados que habian aprendido los procedimientos y misterios de la erudicién alemana hasta el punto de volverse civilizados. A pesar de sus divisiones, tal comunidad histérica revelada coincidfa exactamente con las fronteras nacionales. Al mismo tiempo que perpetuaban un prejuicio, los historiadores alemanes occidentales aplicaban una forma de investigacién que encaja- ba perfectamente con la conciencia de su posicién en el mundo de la erudicién. Ellos (o sus ayudantes de investigacién) trabajaban general- mente en una biblioteca catedratica disefiada para presentar las obras fundamentales de una sola disciplina. Citaban las obras de esta colec- cidn limitada de manera extensa y detallada. En cambio, las obras no representadas en la biblioteca de la cdtedra sdlo eran consultadas si el ayudante de investigacién las encontraba en la biblioteca de la universi- dad o las obtenia a través de los préscamos interbibliotecarios. Pero no cumplfan una funcién importante en la generacién de las polémicas histéricas y, por lo general, ocupaban poco o ningun espacio en las no- NOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE. 17 tas al pie. Naturalmente, los libros extranjeros tenfan mayores probabi- lidades que los alemanes de ser relegados a los depédsitos inaccesibles de la biblioteca universitaria en lugar de ocupar un lugar visible en los ana- queles de la catedra. Asi, las dificultades practicas de acceso se sumaban a la gendarmeria intelectual montada por las tradiciones de la ensefian- zay la erudicién. Por su parte, los historiadores de Alemania Oriental debian vérselas con auténticos gendarmes tridimensionales. Hacfan sus declaraciones de principios y lealtad de manera mds franca, sobre todo, quizds, al citar las obras de Marx y Engels fuera de orden alfabético, al comienzo de sus bibliografias. Desde luego que la historia de la nota al pie que creardn las fuerzas conjuntas de la investigacidn occidental y oriental en una Alemania unida sera obra del futuro. Como indican estos ejemplos, la naturaleza y el contenido de la nota al pie varian canto como los de cualquier otro procedimiento cientifico o técnico complejo. Al igual que la “medicién cuantitativa precisa”, el “experimento controlado” y otras garantfas de que una determinada afirmacién acerca del mundo natural es rigurosa y valida, las notas al pie aparecen en formas tan variadas como para exigir el mayor ingenio de paste del taxénomo. Cada una tiene una relacién orgdnica con la co- munidad histérica particular que la ha generado, y que es, al menos, tan importante como su relacién con la comunidad supuestamente in- ternacional de los historiadores, esa quimera imaginada por el historia- dor catdlico aleman Lord Acton, quien tanto hizo por introducir los métodos de la historiografia cientifica alemana en Inglaterra. Acton es- peraba dirigir una Historia moderna pasa !a Cambridge University Press, una obra en la cual resulrara imposible inferir la nacionalidad de los colaboradores a partir del método y contenido de sus articulos... una historia que sera escrita cuando el mar se vuelva limonada.” ¥ Por otra parte, las notas al pie varian no sélo por su estilo sino tam- bién por las condiciones de su produccién. Algunas largas listas de citas documentales revelan el conocimiento penosamente adquirido por el estudiante investigador de cierto detalle recéndito; otras, como las que adornaban los enjundiosos articulos de Walter Ulbricht sobre la histo- tia de los sindicatos y partidos alemanes en [i itdge zur Geschichte der deurschen Arbeiterbewegung, son producto de la “olaboracién y presen- tan informacién recolectada después, no antes, de la redaccién del texto con el fin de sustentar una tesis preexistente. Las dos clases de nota son 18 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION similares en cuanto a su aspecto, pero evidentemente tienen relaciones muy distintas tanto con el texto para cuya sustentacién fueron creadas como con las profesiones histéricas que supuestamente regularon su creacién.” Diversos estudios han demostrado que las citas en obras cientificas no se limitan a identificar a los autores de las ideas y las fuen- tes de datos. Reflejan los estilos intelectuales de las respectivas comuni- dades cientificas nacionales, los métodos pedagdgicos de los estudios de posgrado y las preferencias literales de los directores de revistas profe- sionales influyentes. A veces remiten no sdlo a las fuentes precisas de los datos presentados por los autores, sino también a las teorias y a las es- cuelas tedricas con las que quieren o esperan que se las identifique.* Las citas en los escritos histéricos muestran otras tantas sefiales de su origen en el empefio humano, falible y prejuicioso. Quien rastree las notas al pie de los historiadores hasta sus fuentes y se tome el tiempo para seguir las profundas raices retorcidas del drbol fulmi nado de la polémica erudita, bien puede descubrir en el subsuelo dcido muchos més elementos de interés humano de los que cabria esperar. Considérese el siguiente proceder, afortunadamente infrecuente pero desgraciadamente comprobado: el de! investigador carterista. Sorprendi- do in fraganti, el astuto criminal suplica a la victima que acepte discreta- mente la devolucién de su billetera; apenas la victima extiende el brazo, el ladrén exclama: “Socorro, me roban”. Asimismo, mds de un estudioso ha plagiado a otro y, a la vez, acusado a la victima, en la nota al pie co- trespondiente, de hacer lo propio. Pocos lectores tendrdn la constancia de verificar la historia; la mayoria dard por sentado que el elegante carte- rista, y no la victima ofuscada, dice la verdad. El camino de un hecho grande o pequefio del archivo a la resefia, pasando por el cuaderno y la nota al pie, dista de ser recto, En este caso, como en otros, el lector criti- co tal vez descubra que “lo importante es el viaje, no el destino”. La nota al pie requiere atencidén, ademas, por otros motivos: no sélo por ser un procedimiento entre otros que componen el acervo de la ciencia y la erudicién sino también como objeto de aguda nostalgia y debate enconado, Los historiadores del siglo xx han agregado una habi- tacién moderna tras otra a las mansiones tradicionales de su disciplina. Al hacerlo, han cerrado las ventanas, por no hablar de las oportunida- des de progreso, de sus colegas mas tradicienalistas. El proceso ha cau- sado mucho dolor, y ef clamor consiguiente ha tomado més de una NOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE 19 vez la forma de exclamaciones de angustia por el descré caido la nota al pie tradicional. _ Algunas de las formas nuevas de la historia descansan sobre pruebas que no caben en la nota al pi ito en que ha los andlisis de enormes cantidades de datos estadisticos realizados por la demografia histérica sélo se pueden verificar cuando los autores permiten que sus colegas accedan a sus ar- chivos electrénicos. Otras se apoyan en pruebas que la nota al pie no suele incluir, como Jos apuntes antropoldgicos sobre el terreno que re- gistran sucesos efimeros, desde rituales hasta entrevistas, y documentan costumbres que cambian en el momento en que las describen. Estas son, por definicién, imposibles de verificar; como advirtié Herdclito, ningtin antropélogo vive y trabaja dos veces en la misma aldea. No ha- bra dos antropdlogos que describan el mismo intercambio en términos idénticos 0 analicen y codifiquen la misma descripcién de un intercam- bio con categorias idénticas. Mas importante aun, un solo conjunto de apuntes de campo generalmente es demasiado extenso para publicarlo de la manera corriente.* Ciertos historiadores actualizados retinen las pruebas de archivo y las citan de la manera tradicional, pero las em- plean para responder a nuevos interrogantes derivados de la economia politica, la teorfa literaria y todas las disciplinas intermedias.”* Hace cien afios, los historiadores hubieran trazado la siguiente dis- tincidn sencilla: el texto convence, las notas demuestran.** Después de todo, en el siglo XVII ciertos anticuarios titulaban ya los apéndices de sus obras sencillamente Preuves (Pruebas].”” Hoy, en cambio, muchos his- toriadores dirfan que sus textos presentan las pruebas mds importantes, bajo la forma de anilisis estadistico o hermenéutico de los indicios, en tanto las notas sélo indican las fuentes. En cada uno de estos casos, a pesar de las diferencias, muchos criticos han respondido a la manera de un defensor torpe ante las fintas de‘un habil delantero en un partido de fiitbol muy disputado: mediante el golpe artero. Derriba a tus adversa- tios por medio de zancadillas, demuestra que han malinterpretado o lefdo mal los documentos, y no tendrds que molestarte en responder a sus argumentos. Tales criticas son muy va das en cuanto a calidad in- telectual, rigor erudito y tono retérico. Pero la mayoria se basa en una hipétesis comtin y discutible: que los autores deben citar exhaustiva- mente las pruebas de cada afirmacién que hacen en sus textos, tal como lo indican los manuales sobre redaccién de tesis.** El hecho, desde lue- 20 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION 80, es que nadie puede agotar la gama de fuentes referidas a un proble- ma importante, por no hablar de citarlas en una nota. Ademds, en la practica, cada anotador ordena los materiales de manera tal de confir- mar una tesis, los interpreta a su manera individual y omite aquellos que no satisfacen su criterio necesariamente personal de pertinencia, La siguiente persona que estudie los mismos materiales de archivo proba- blemente los presentard en un orden completamente distinto.” Una serie de polémicas sobre notas al pie revela el uso -y abuso— que sufren en manos de ciertos polemistas: generalmente les sirven para acusar al adversario de incompetencia en lugar de responder a sus argu- mentos. Un caso particular, provocado por un intruso innovador, pro- vocé turbulencias en toda la comunidad histérica del Atléntico norte.” Henry Turner, historiador especialista en la historia econémica de Ale- mania bajo los nazis y profesor en la Universidad de Yale, descubrié a principios de la década de 1980 que un joven estudioso en Princeton, David Abraham, habia cometido errores en la identificacién y cita de documentos de archivo en su libro The Collapse of the Weimar Republic: Political Economy and Crisis (Princeton, 1981). Seguin Turner y otros, los errores de Abraham, ademas de groseros, eran intencionales: habia fechado, atribuido y traducido mal los textos de archivo para demostrar que las relaciones entre los nazis y los empresarios habfan sido mucho mds estrechas de lo que fueron en realidad. Estos criticos llegaron al ab- surdo de acusar a Abraham de falsificacién en lugar de reconocer que era un estudiante norteamericano bastante tipico, que abordé los archivos alemanes con intereses tedricos muy desarrollados, un punto de vista novedoso y escaso conocimiento activo tanto del idioma aleman como de las mejores técnicas para tomar apuntes.! En fin, como suele suceder, los eriticos se negaron a colocar los errores reales que descubrieron en su debido contexto... asi como a reconocer su propia falibilidad. Cuando aparecié el libro de Turner, que también era una obra polémica, légica- mente merecié un estudio més detenido que lo habitual por parte de los historiadores que no compartian sus simpatias. Mas de uno sefiald que Turner habia ordenado los documentos para acomodarlos a su tesis y habfa omitido las pruebas en contra de ésta. Los errores comprobados de Abraham eran mucho mds abundantes que los de Turner (ya que su libro demostraba una mayor ambicién intelectual). Ambos sirven de ejemplo de la falibilidad de los eruditos... y de que, por la naturaleza NOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE 21 misma de las cosas, una obra histérica con sus notas jamés puede repro- ducir o citar toda la gama de pruebas que la sustentan.* Con todo, las tacticas de los criticos de Abraham atin tienen cultores. Dos destacados antropélogos, ninguno de los cuales es un maestro en los arcanos del oficio de historiador, ofrecieron recientemente al publico un cuento aleccionador. Cada uno atacé las notas al pie del otro con el equivalente académico del ridiculo, con la esperanza de echar por tierra las interpre- taciones expuestas en su texto: ninguno demostré ser consciente de las lagunas necesarias en el procedimiento normal de cita de fuentes, al me- nos como las habfa empleado el otro. El prestigio del que ain goza el positivismo aparecié vividamente en la energfa esperanzada con la que estos devotos del antes orgulloso oficio de la etnolografia buscaron la sal- vacién en las disciplinas de la pedanteria histérica.* Pero la obra de los maestros en las artes de la erudicién técnica ha dado lugar a tantas polémicas enconadas sobre las notas al pie como la de los aprendices. En 1927, Ernst Kantorowicz publicé su biografia del emperador Federico Il. Como discipulo de Stefan George, que preten- dia rastrear la historia perdida de lo que Ilamaba la “otra Alemania”, Kantorowicz querfa llegar a un ptiblico no académico. Su obra, escrita en un estilo retérico apasionado, aparecié sin el lastre de las notas al pie, pero adornada con una elegante esvdstica en la portadilla, en la co- leccién Blaetter fuer di Kunst del editor berlinés Georg Bondi. El libro se convirtié inmediatamente en un best seller, con ejemplares exhibidos en los escaparates de las librerfas de moda en la Kurfiirstendamm. Al mismo tiempo, provocé la ira de los medievalistas académicos, quienes denunciaron por intelectualmente peligrosa la supuesta tendencia del autor a confundir los mitos y las metdforas de sus fuentes con hechos hist6ricos. Y su decisién de publicar la primera edicién del texto sin no- tas ni bibliograffa no sirvié para serenar los 4nimos de sus criticos, quie- nes se sintieron tanto mas frustrados por la omisién por cuanto sabfan que el conservador ex soldado convertido en dandy era un maestro de la correccidn ¢ interpretacién de textos, que en.una célebre generacién de estudiantes de Heidelberg se habfa destacado por su erudicién técnica y que conoeia la literatura correspondiente con minucioso detalle.>* Dos afios después de la aparicién del libro de Kantorowicz, Albert Brackmann lo atacé puiblicamente en la Academia Prusiana de Cien- cias; la conferencia fue resefada por el importante periddico berlinés 22 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION Vossische Zeitung y reproducida {ntegramente en la gran revista histo- riografica alemana Historische Zeitschrift.* En su libro, Kantorowicz habfa dicho que Federico, durante su coronacién en Jerusalén, se vefa como un rey santo, sucesor directo de David, como el mismo Jestis.*7 Esta tesis fue el blanco de la critica de Brackmann. Y se negé a aceptar la réplica de Kantorowicz, quien cité al aleman Marquardt de Reid y su homenaje a Federico el Grande como sieryo de Dios, famulus Dei. Kantorowicz, dijo, habia omitido la cita crucial en la cual Marquardt distinguia claramente entre Jestis y Federico: “Hie Deus, ille Dei pius ac prudens imitator” (“Este es Dios, aquel es el piadoso y prudente imita- dor de Dios”]. Segiin Brackmann, al citar esta frase en su refutacién, Kantorowicz modificé discretamente su libro, en el que habia traduci- do varios versos pero omitido el mds importante.* Sin embargo, es evi- dente que Kantorowicz se mantuvo en sus trece; en 1931, cuando por fin publicé el tomo suplementario de notas, nuevamente destacé el to- no de exalracién del poema de Marquardt, aunque no en su distincién entre el Emperador y el Salvador. No aludié a la refutacién de Brack- mann, pero sf cité su propio articulo.” Lo que se trata de destacar no es quién de los dos polemistas tenfa raz6n sino el hecho de que atin hoy, a pesar de la rica documentacién generada por el incidente, el lector no puede seguir la evolucién del pensamiento de Kantorowicz con respec- to a esta importantisima fuente de informacién. ;Cambié de opinién? éLlegé a la conclusién de que se habia equivocado al omitir el verso destacado por Brackmann? ;Tenfa respuesta a la critica de éste? A pesar de la singular riqueza de la documentacién, la gama completa de opera- ciones intelectuales por las cuales ¢! documento pasé a formar parte de las fuentes de Kantorowicz y éstas, a su vez, parte de una historia, un argumento y un conjunto de notas al pie, es atin un misterio. Pues bien, tanto la experiencia como la légica sugieren que la nota al pie es incapaz de realizar todas las tareas que le atribuyen los manuales: ninguna acumulacién de notas puede demostrar que cada afirmacién del sexto descansa sobre una montafia inatacable de hechos demostrados. Las notas existen para cumplir otras dos funciones. En primer lugar, son per- suasivas: convencen al lector de que el historiador ha realizado una canti- dad aceptable de trabajo, suficiente para caber dentro de los limites de tolerancia de su campo. Al igual que los diplomas en el consultorio del odontdlogo, las notas demuestran que el historiador es un facultativo NOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA FSPECIE 23 “competente” al que se puede consultar y recomendar, pero no que éste puede llevar a cabo determinada operacién. En segundo lugar, indican las fuentes principales consultadas por el historiador. Aunque en gene- ral no explican el curso preciso que ha seguido el historiador en su in- terpretacién de los textos, s{ suelen darle al lector critico ¢ imparcial los indicios suficientes para determinarlo... en parte. Ningtin conjunto de notas puede dar mayor informacién —ni seguridad— que ésta. Sin embargo, aun cuando las intenciones del texto y las notas se ha- yan vuelto un tanto vagas, parece evidente el cardcter drastico de la tran- sicién de una narracién continua a un texto con notas esctitas por uno mismo. Una vez que el historiador empieza a escribir con notas al pie, la narracién histérica adquiere un doble carécter moderno. Los historiado- res politicos tradicionales, tanto antiguos como renacentistas, escribian desde el seno de una tradicién retérica, como estadistas o generales que se dirigfan a sus pares. Su obra aspiraba a la universalidad; describfan con elocuencia los ejemplos de discurso y accidn buenos y malos, prudentes ¢ imprudentes, con el fin de proporcionar lecciones morales y politicas validas para todo tiempo y lugar. Los historiadores modernos, en cambio, tratan de distanciarse de sus propias tesis al mismo tiempo que Jas fundamentan. Las notas constituyen una narracién secundaria que sigue la trama de la primaria pero difiere nitidamente de ella. Al docu- mentar el pensamiento y la investigacién que sustentan la narracién en la cabeza de la pagina, demuestran que es un producto histéricamente contingente, que depende de las formas de investigacién, las oportuni- dades y los estados en que se encontraban diversos problemas cuando el historiador inicié su trabajo. Como el croquis que hace un ingeniero de un magnifico edificio, la nota al pie revela los puntales toscos, los inevi- tables puntos débiles y las tensiones ocultas que un alzado de la fachada intenta disimular. La aparicién de la nota al pie ~y recursos afines tales como los apén- dices documentales y criticos~ separa la modernidad histérica de la tra- dicién. Tucidides y Joinville, Eusebio y Matthew Paris no identificaban sus fuentes ni reflexionaban sobre sus métodos en textos paralelos a sus narraciones, lo cual despierta exclamaciones de pesar en los hipécritas, a la vez que da trabajo a legiones de clasicistas y medievalistas."' En cambio, la mayoria de las obras histéricas escritas durante los tltimos siglos —salvo aquetias redactadas para esparcimiento del gran publico no 24 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION especializado, o bien con la intencién de escandalizar a la pequefia comu- nidad de los especialistas— han seguido alguna variacién del doble carac- ter esténdar.* La presencia de las notas al pie ¢s esencial. Son las sefiales exteriores y visibles de la gracia interior: la gracia que se infundié a la his- toria cuando se la transformé de una narracién clocuente en una discipli- na critica. A partir de entonces, la observacién sistematica y }a cita tanto de pruebas originales como de argumentos formales para justificar la pre- ferencia por determinada fuente con tespecto a otra se convirtieron en ocupaciones necesarias y atractivas del historiador. Como locus classicus de estas ocupaciones, naturalmente, la nota al pie erudita era parte vital de cualquier obra histérica seria, Cabe presumir que su elevacién a una posi- cién exaltada ocurrié cuando el matrimonio de sus padres, la historia y la filologia, la volvié legitima. Por consiguiente, se trata de identificar la iglesia donde se celebré la boda y al clérigo que la oficis. Es decir, eso pensaba yo... hasta que empecé a indagar en los estu- dios modernos de las notas al pie y la historiografia en busca del mo- mento preciso en que la historia se volvié sobre sf misma. Lo extrafio es que cuanto més aguzaba la vista, ms inciertas se volvian las respuestas. La mayoria de los estudiosos recientes de la nota al pie han venido a en- terrarlas, no a clogiarlas. Una gran cantidad de articulos y algunos libros se explayan sobre ellas. Pero a la mayorfa de sus autores no les interesa estudiar histérica y empiricamente los logros y padecimientos de la no- ta al pie cuanto mofatse de ella. Por ejemplo, los estudiantes norteame- ticanos de derecho escriben parodias en las que cada palabra tiene su correspondiente llamada a una nota al pie, la cual tiene citas detalladas destinadas a descubrir el origen de las reglas del béisbol en el derecho consuetudinario; los juristas alemanes escriben sdtiras en las que recla- man la creacién de disciplinas nuevas tales como Fussnorenwissenschaft y Fussnotologie.* En ambas, la nota es tratada como la quintaesencia de la necedad académica y el derroche de energias. La pedanteria estéril de los eruditos siempre es un tema atractivo, y su critica generalmente es justificada, sobre todo en el derecho: una nota al pie en un fallo 0 cédi- go puede afectar de manera decisiva la vida de los individuos o la suerte de las empresas. Los mejores estudiantes de las mejores facultades nor- teamericanas de derecho —quienes durante un afio o dos deben dedicar buena parte de su tiempo a compulsar y compilar abundantes notas para las revistas juridicas que dirigen— tienen el mejor de los pretextos NOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE 25 para cenerles aversién, aunque sus propias parodias rara vez se destacan por su ingenio o buen gusto. No obstante, !o que dijo Peter Riess en broma resulta ser cierto: “La frecuencia con que aparecen fas notas al pie, sobre todo en obras de erudicién juridica, contrasta notablemente con la escasa atencién erudita que han recibido en tanro tales”.** La mayoria de los estudiantes de historiograffa, por su parte, han de- mostrado mayor interés por las profesiones explicitas de sus temas que por sus prdcticas técnicas, sobre todo por aquellas que eran transmitidas y practicadas de manera més tdcita que explicita. La filosofia de la his- toria ha recibido mucha mayor atencién que su filologfa. Ademés, la mayoria de los estudios de ésta se refieren solamente a la manera como los historiadores realizan sus investigaciones... como si Ja seleccién y presentacién de los datos no la afectara de manera fundamental. Jack Hexter es un destacado historiador norteamericano de los principios de la modernidad europea ¢ inglesa que, en los tltimos aiios de su carrera, se erigié en instructor de sus colegas en materia de metodologia histéri- ca (asi como A. E. Housman decfa que habfa preparado una edicién de Lucano, no para los lectores en general, sino editorum in usum, es decir, para ilustracién de sus colegas editores incompetentes). A fines de la década de 1970, Hexter descubrié que Christopher Hill, un historiador inglés aun més destacado, habfa citado de modo inoportuno ciertos textos del siglo XVII. Hexter dedujo de un conjunto de errores que Hill se obstinaba en leer los textos de manera uniforme. Dijo que Hill estudiaba sus fuentes no para comprenderlas, sino en busca de citas que, arrancadas de concexto, pudieran servir para apuntalar una tesis endeble, Al sostener este argumento, Hexter, aparentemente, no com- ptendié que su juicio adverso de los cuadernos privados de Hill se ba- saba en una parte de sus escritos puiblicos; y profundizé este error metodolégico en la reedicién de su resefta, al moderar su retérica exa- gerada sin revelarlo y afirmar luego que no comprendia por qué su vic- tima se sentia agraviada. Las polémicas de esta clase, lejos de echar luz sobre los origenes y la funcién actual de la nota al pie histérica, tien- den a enturbiarlos. Los muy menospreciados historiadores franceses Langlois y Seigno- bos, autores a fines del siglo XIX de un manual de redaccién histérica tan anticuado que algunos pasajes parecen notablemente modernos, reconocieron que “seria interesante descubrir cuales son los primeros 26 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION libros impresos provistos de notas a la manera moderna”. Pero confesa- ron que “los bibliéfilos que hemos consultado no lo saben, ya que el te- ma jams les ha llamado la atencién”. Y su propia sugerencia de que la prdctica se inicié con la recopilacién con notas de documentos hist6éri- cos erra el blanco.” La edicidn critica de documentos —X comenta un escrito de Y— comenzé en el mundo antiguo y ha florecido en toda civi- lizacién que poseyera un canon escrito formal.* Los textas complejos, generalmente de diversos origenes, que integran las sagradas escrituras de una sociedad a veces a tal vez siempre incluyen comentarios de diver- sos tipos. Michael Fishbane ha demostrado en un libro notable cémo es- cribas y autores introdujeron sus fecundos comentarios directamente en la trama de la Biblia hebrea. Glosas breves sobre palabras y frases desusa- das se convirtieron en parte integrante del texto que iluminaban; libros posteriores citaban y comentaban textos anteriores; deliberadamente 0 por inadvertencia, las Escrituras se convertian en intérpretes de si mis- mas.” Con el tiempo, comentarios aun mds tardfos -como la llamada Glossa ordinaria, la extensa glosa que se enroscé en torno del texto latino de la Biblia Vulgata utilizada en el Occidente medieval, o la Glosa de Accursio, comentarista medieval del corpus inris romano empezaron a aparecer como parte integrante del texto que explicaban. Habitualmente s¢ los ensefiaba con sus respectivos comentarios. Las escrituras seculares también contienen notas explicativas. Algu- nas son ocasionales y aisladas, otras sistematicas y extensas. Dante y Pe- trarca tuvieron a bien escribir comentarios formales sobre determinados tramos de su obra poética, y la tradicién se prolongs a través de los co- mentarios eruditos de Andreas Gryphius sobse sus tragedias tan inter- minables como laboriosamente doctas, hasta las notas de T. S. Eliot sobre The Waste Land.’ Muchos autores renacentistas desde Petrarca en adelante concibieron la idea de que escribian para una posteridad tan remota como lo eran ellos mismos de los clasicos. Por eso empeza- ron a asentar por escrito la clase de informacién histérica y biografica que ellos mds apreciaban cuando estudiaban a los romanos; asf lo hizo Petrarca en varios escritos, entre ellos su carta en prosa a la posteridad. Johannes Kepler, cuya sensibilidad histérica era tan aguda como su ta- lento cientifico, escribié en su madurez un comentario formal sobre su propio primer libro, el Mysterium Cosmographicum, con cl fin de expli- car a los lectores de un futuro lejano las circunstancias de su vida y las NOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESFECIE 27 vivencias que habjan determinado la forma y el contenido particulares de la obra.” La nota al pie histérica también esta relacionada con otra forma més antigua de anotacién: la que da referencias prec un cexto magistral del cual proviene una cita que aparece en un texto posterior. Tales referencias eran infrecuentes en la prosa literaria anti- gua, ya que el docto autor no citaba directamente de la fuente sino de memoria, y solfa introducir una pequefia modificacién para indicar el hecho.* Ni siquiera los autores de obras reconocidas como compendios indicaban siempre sus fuentes con precisién: si Plinio el Viejo incluys una lista de los autores de quienes tomé la materia de su Naturalis histo- ria y Aulo Gelio mencioné a Jos autores y a algunos de los libros, citados en su Noctes atticae, Macrobio omitié con frecuencia toda referencia a s a la seccién de los autores que cité textualmente en su vasta e influyente Saturnalia.” En cambio, los juristas romanos incluian referencias muy precisas a los tratados de derecho que les servian de fuentes. El Collatio legum Roma- narum et Mosaicarum, por ejemplo, un tratado de la antigiiedad tardia que compara las leyes de Roma con las de Moisés, cita vagamente a és- te, pero da referencias precisas y detalladas de aquéllas. Notas fragmen- tarias de clases de derecho en la antigiiedad tardfa revelan que los profesores indicaban a sus alumnos no sélo las obras y sus divisiones en capitulos, sino, incluso, los ntimeros de paginas de copias evidentemen- te uniformes.™ En la Edad Media, los estudiosos de las nuevas escuelas del siglo X11 y las universidades que surgieron a partir de éstas crearon pautas rigurosas para citar con precisién y elaboraron cédigos claros pa- ra otras disciplinas ademds del derecho. Evidenteinente, la profesionali- zacién trae consigo la atribucién. Los mérgenes de los manuscritos y los primeros textos impresos de teologia, derecho y medicina abundan en glosas que, como la nota al pie del historiador, permiten al lector remontarse del argumento final a los textos en los cuales se basa. Pedro Lombardo, el tedlogo cuyos co- mentarios sobre los Salmos y las Epistolas de Pablo constituyen, proba- blemente, “los libros glosados mds elaborados”, nombraba prolijamente sus fuentes hasta el punto de crear lo que Malcolm Parkes llama “el an- tepasado del moderno cuerpo erudito de notas”.** Pedro merece, por cierto, reconocimiento por una hazafia tipica de la modernidad: provo- cé la primera controversia debida a un error al citar una fuente. Una de 28 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION sus glosas cita a San Jerénimo como fuente de la historia, muy difundi- da en el siglo xi, de que la Salomé del Evangelio de Marcos no era una mujer sino el tercer esposo de Santa Ana. Heberto de Bosham, quien rechazé esta tesis, argumenté con vehemencia que la glosa de Pedro era err6nea... aunque prefirié atribuir el error a un escriba ignorante en Ju- gar de al docto autor. Desde los primeros afios se experimenté con formas de anotacién nuevas y ms fiables: Vincent de Beauvais, enci- clopedista del siglo XIN, incorporé las referencias a las fuentes en el tex- to con el fin de evitar los errores de los escribas.” Pero ninguna de las formas tradicionales de anotacién —de las glosas del gramdtico a las alegorias del tedlogo y las enmiendas del fildlogo— es idéntica a la nota al pie histérica. Los historiadores modernos exigen que | b cada texto nuevo sobre el pasado incluya un cuerpo de notas, escritas— por el autor, sobre sus fuentes. Es una norma de la erudicién histérica profesional. No tiene una relacién evidente con el hecho histérico anti- guo y comprobado de que todos los escritos que una comunidad acadé- mica feligiosa considera importantes contaron con las interpretaciones de comentaristas posteriores. Los comentarios sobre las escrituras sirven para apuntalar un texto que deriva su legitimidad de cualidades de las que carecen los textos histéricos: que su autor era divino 0, més fre- cuentemente, inspirado por la divinidad; de su antigiiedad y su forma literaria. Esas notas sirven de intermediarias entre un texto considerado de valor eterno y un lector moderno cuyos horizontes estan limitados necesariamente por sus necesidades e intereses inmediatos. Para algunos glosistas, las escrituras son una bomba lista para estallar si cae en las ma- nos torpes del vulgo; para otros, constituyen un baluarte del orden teo- légico y social. No obstante, todos coinciden en que el texto, como un faro perpetuo, envia un mensaje de valor y vigencia eternos, Los comen- tarios son necesarios porque los lectores humanos pueden ser descarria- dos por sus necesidades ¢ intereses mezquinos. Las notas al pie histéricas son formalmente similares a las glosas tra- dicionales. Pero tratan de demostrar que la obra que sustentan deriva su autoridad y solidez de las condiciones histéricas de su creacién: que el autor excavé los cimientos, descubrié sus componentes en los lugares precisos y empled los oficios neccsarios para acoplarlos correctamente. Para ello, sidan la creacidn del trabajo citado en el tiempo y el espacio, subrayan los horizontes y las oportunidades limitados de su autor, mas NOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE 29 que las del lector. Las notas al pie apuntalan y socavan simultdneamen- te, mientras que los comentarios de las escrituras sélo socavan cuando se produce alguin accidente. El cuerpo erudito del historiador tampoco deriva de los comentarios de los autores medievales tardios y renacentistas sobre sus propias obras. El historiador que construye una casa literaria sobre cimientos documen- tales no aborda la misma tarea que el autor de una obra religiosa, literaria o cientifica que trata de plasmar el mensaje del texto de manera inequivo- ca para toda la posteridad. Aquél explica los métodos y procedimientos empleados para producir el texto, éste los necesarios para consumirlo. Por ultimo, el historiador que cita documentos no remite al lector a las auto- ridades, como hacian los tedlogos y abogados de la Edad Media y el Re- nacimiento, sino a las fuentes. Las notas al pie histéricas no mencionan a los grandes escritores que consagran una determinada afirmacién o cuyas palabras aparecen adaptadas en ¢l texto, sino los documentos que le pro- porcionaron sus ingredientes sustanciales, y muchos de los cuales, acaso la mayoria, ni siquiera son textos literarios, E! historiador profesional mo- derno no es sencillamente el descendiente directo del intelectual profesio- nal de las escuelas medievales o la corte renacentista. El objeto de este ensayo, necesariamente especulativo, es sencillo. Trata de descubrir cuando, dénde y por qué los historiadores adoptaron la forma caracteristica de la arquitectura narrativa moderna; averiguar quién fue el primero en erigir esta arcada peculiar con su piano nobile mudo y su piso abierto donde se vislumbran tantos objetos seductores. Mis respuestas sdlo pueden ser esquemdticas y tentativas, pero espero demostrar que la nota al pie es de estirpe mds antigua de lo que solemos creer y que los origenes de la criatura arrojan una luz particular sobre su naturaleza, funciones y problemas. 140 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION metsch wird’s auch nicht gehn”. [“Pues acerca de los amados antiguos muertos / uno necesita explicacién, uno quiere notas; / a los nuevos uno cree entenderlos perfectamente; / mas, sin un intérprete, esto tampoco va a set posible.”] 51. Sobre Petrarca y Kepler, véase el polémico y Iticido andlisis de H. Giin- ther, Zeit der Geschichte, Francfort, 1993. El comentario de Kepler sobre el ‘Mysterium aparece en el volumen Vill de su Gesammelte Werke, editado por M. Caspar y cols., Munich, 1937. 52. Véase J. Whittaker, “The Value of Indirect Tradition in the Establish- ment of Greek Philosophical Texts or the Art of Misquotation”, en: Editing Greek and Latin Texts, editado por J. Grant, Nueva York, 1989, pp. 63-95. 53. Véase A. L. Astarita, La cultura nelle Noctes Atticae, Catania, 1993, pp. 23-26. 54. P. Stein, Regulae inris, Edimburgo, 1966, pp. 115-116. 55. Véase el fecundo articulo de M. B. Parkes, “The Influence of the Con- cepts of Ordinatio and Compilatio on the Development of the Book”, en: Me- diaeval Literature and Learning [FS RW. Hunt], editado por J. J. G. Alexander y M. Gibson, Oxford, 1976, pp. 115-141 en 1166-117; cf. también P. Lom- bard, Sententiae in 1v. libris distinceae, Spicilegium Bonaventurianum, 4, Roma, 1979, 1, pt. 1, prolegsmeno, *138-139*. 56. Ibid., *140. Véase ef texto integro en Patrologia latina, 190, col. 1418 B-C; sobre el contexto, véase B. Smalley, “A Commentary on the Hebraica by Herbert of Bosham”, en: Recherches de théologie ancienne et mediévale, 18, 1959, pp. 29-65 en particular 37-40. 57. Parkes, ob. cit. p. 133. Véanse también J. P. Gumbert, ““Typography’ in che Manuscript Book”, fournal of the Printing History Society, 22, 1993, pp. 5-28 en particular 8, y sobre el contexto general, M. A. Rouse y R. H. Rouse, Authentic Witnesses, Notre Dame, 1991, caps. 4-7. 58. Véase, por ejemplo, E. B. Tribble, Margins and Marginality, Charlotees- ville y Londres, 1993, cap. 1. NOTAS AL CAPITULO II 1. Sobre la fundacidn y los primeros afos de la universidad de Berlin, véanse los trabajos complementarios de U. Muhlack, “Die Universitaten im Zeichen von Neuhumanismus und Idealismus: Berlin”, en: Beitrége zu Pro- blemen deutscher Universitatsgriindungen der friihen Neuzeit, en P. Baumgart y N. Hammerstein (eds.), Wolfenbiitteler Forschungen, 4, Nedeln/Liechtens- tein, 1978, pp. 299-340, y C. McClelland, “‘To Live for Science’. Ideals and Realities at the University of Berlin”, The University and the City, en T. NOTAS 141 Bender (ed.), Nueva York y Oxford, 1988, pp. 181-197. Sobre la refunda- cidn de las instituciones culeurales alemanas en este petfodo, véase el trabajo documentado de T. Ziolkowski, German Romanticism and its Institutions, Princeton, 1990, 2. L. von Ranke, Das Briefwerk, editado por W. P. Fuchs, Hamburgo, 1949, pp. 131-132. “Nach drei Uhr begebe ich mich nach den Archiv. Hier arbeitet noch Hammer (an den osmanischen Sachen) und ein Herr v, Buchholtz, der eine Geschichte Ferdinands I. schreiben will. Es ist cine véllige Kanzlei: man findet Federn, Federmesser, Papierschere, usw. vorbereitet, hat seinen umziun- ten Platz. Gewohnlich wird es bald etwas dunkel, und ein angenehmer Augen- blick ist mir, wenn der Vorsteher ruft: ‘a Liecht’, worauf der Diener fiir jeden, der da arbeitet, deren zwei bringt.” 3. Ibid., p. 194: “Ein grosset Genuss sind die frischen, kuhlen, stillen Aben- de und Nachte. Bis Mitternacht ist der Corso belebt. Die Cafés sind 2-3 Uhr nach Mictternacht erdffnet. Das Theacer schliesst oft erst halb zwei. Dann nimmt man noch die Cena cin. Ich natiitlich nicht. Ich eile ins Bett; ich méch- te gerne des andern Morgens um sieben beim Palast Barberini anlangen. Dort benurze ich ein Zimmer des Bibliothekars, welches die Tramontana hat, wo meine Manuskripte aufgehauft sind, Bald nach mir lange mein Schreiber an und husche mit einem Ben /evato! zur Tir herein. Der Diener des Bibliothekars oder die Frau des Dieners erscheint und bietet mir mit dem gewohnlichen: occorre niente? Ihre Dienste an. Auch der Bibliothekar namens Razzi ist wahr- haft gue und hat mir und anderen Deutschen die besten Dienste geleistec. Wenige Schritte von da ist dic Bibliothek Albani, wo Winckelmann die Kunst- geschichte schrieb... Noch zwei andere Bibliotheken besuche ich mit gutem Fortgang, Wie bald ist cin Tag, wegstudiert!” 4, A. Farge, Le Gotit de l'archive, Paris, 1989, una descripcién maravillosa de la naturaleza del trabajo de archivo en una de las grandes colecciones nacionales. 5. Ranke, Sdmmtliche Werke, vol. 53-54, Leipzig, 1890, pp. 61-62: “Bei der Vergleichung iiberzeugte ich mich, dass das historisch Ueberlieferte selbst scho- ner und jedenfalls interessanter sei, als die romantische Fiction”. [“En la com- paracién me convenzo de que lo que nos ha sido legado histéricamente es mas bello y, en cado caso, mds interesante que la ficcién romantica.”] 6. Ranke, Geschichten der romanischen und germanischen Vélker von 1494 bis 1514, Zur Kritik neuerer Geschichtschreiber, Leipzig y Berlin, 1824, p. IV: “Wie einem zu Muth seyn wiirde, der in eine grosse Sammlung von Altesthiimern trate, von Aechtes und Unichces, Schénes und Zuriickstossendes, Glanzendes und Unscheinbares, aus mancherley Nationen und Zeitaltern, ohne Ordnung neben einander lage, so etwa musste sich auch der fiihlen, der sich mit Einem Mal im Anschaun der mannichfalrigen Denkmale der neuern Geschichte fan- 142, LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION de. Sie reden uns in tausend Stimmen an: sie zeigen die verschiedensten Natu- ren: sie sind in alle Farben gekleidet”. (Hay trad. espafiola: Pueblos y estados en [a historia moderna, México, Fondo de Cultura Econémica, 1948.) 7. G. Nadel, “Philosophy of History before Historicism”, History and Theo- 1) 3, 1964, pp. 291-315. 8. Al respecto, véase, por ejemplo, P. B. Stadler, Geschichtschreituing und historisches Denken in Frankreich 1789-1871, Zurich, 1958, cap. 5. 9. Ranke, Zur Kritik, ob. cit., pp. 47-48: “Was in jedem Fall 2u erwarten, zu thun, was der eigencliche Grund einer Handlung gewesen, will er zeigen. Daher ise er in den Erliuterungen, in wiefern eine jede menschliche Handlung aus angeborner Leidenschaft, Ehrgeiz, Eigennutz, komme, ein wahrer Virtuos und Meister. Diese Discorsen sind nicht eine Hervorbringung von Guicciardi- nis Geist allein; sie ruhen, und zwar in doppelter Hinsicht, nur allzuwohl auf dem Zustand seiner Vaterstadt Florenz. Erstens namlich, da die Macht von Florenz nicht selbstandig war, und die Lage der dffenclichen Angelengenheiten zuweilen von dem einen Extrem zum andern schwankte, richtete sich die Auf- merksamkeit unwillkiirlich auf die méglichen Erfolge der Dinge... Das ist Eine. Aber auch in den innern Angelengenheiten pflegen sie derselben Art und Wei- se. Wenn man in Varchi und Nerli liest, wie viel vor einer Gonfalonierewahl gesonnen, geschwatzt, unterhandelt, vermuthet, geurtheilt ward, wie man in diesem kleinen Kreis, so gut als in den europaischen Angelengenheiten, Ver- wandschaften, Biindnisse, Gegenbiindnisse schloss, um einige schwarze Boh- nen mehr zu bekommen, wie viel es da zu Besiicksichtigen gab, wie sich nun Beobachtungen, Regeln, Rathschlage entwickelten, so versteht man erst den Urspsung eines Werks, wie Guicciardini’s Werk ist”. 10. W. Kaegi, Jacob Burckhardt: Eine Biographie, 1, Basilea, 1950, pp. 54-74. 11. Ranke, Zur Kritik, ob. cit., pp. 8-20. 12. Ibid., p. 38: “Agnolo, der Neffe Franzesco’s, der Herausgeber dieser Geschichte, behauptet, sein Oheim habe mit besonderém Fleiss die éffentli- chen Denkmiler (pubbliche memorie) erforscht, und habe vielen Zugang zu ih- nen gehabe”. Ranke observa a continuacién: “Wir sahen, wie Johann Bodin auf diese originale Kunde der Beschliisse und Biindnisse einen besondern Werth legte”. (“Como hemos visto, Jean Bodin atribuia un valor especial a estos infor- mes originales sobre decisiones y alianzas.”| Sobre la importancia del uso de Bodin por Ranke, véase el capitulo 3. 13. Ibfd., p. 27: “...mit historischen Monumenten so gut wie nichts gemein hatten”. 14. Aqui Ranke exagera: véanse, por ejemplo, E. Schulin, Traditionskritik und Rekonstruktionversich, Gotinga, 1979, pp. 48-50; y, sobre todo, la obra clasica de F. Gilbert, Machiavelli and Guicciardini, Princeton, 1965. NOTAS 143 15, Ranke, Zur Kritik, ob. cit., V: “...wem von so Vielen eine originale Kenntniss beygewohnt, von wem wir wahrhaft belehrt werden kénnen”. 16. Ibid., p. 36: “Eckennen wir klar, dass das unbedingce Anschen, welches diess Buch bis jetzt genossen, ihm mit Unrecht gewahre worden, dass es nicht cine Quelle, eine Urkunde, sondern allein eine Bearbeitung, und zwar eine mangelhafte zu nennen ist, so ist unser Zweck erreicht; so miissen die Sismon- di Aufhdren, unter jeder Seite den Guicciardini und immer den namlichen zu citiren; sie miissen wissen, dass er nicht beweist”. 17. Sobre el trabajo de Ranke en la biblioteca teal, véanse C. Varrentrapp, “Briefe an Ranke...”, en: Historische Zeitschrifi, 103, 1910, pp. 105-131, y Ran- ke, Neue Briefé, editado por B. Hoeft y H. Herzfeld, Hamburgo, 1949, pp. 22, 24-25, 39, 41-42, 44-45, 54-55. 18. Véase un excelente andlisis en Schulin, ob. cit., p. 49. 19. Ranke, Das Briefwerk, ob. cit., p. 65: “Du wirse Dich wohl noch auf das geschriebene Foliobuch besinnen (vielmehr das noch nicht geschriebene) in das ich alle Notizen tiber die Geschichtschreiber, die ich las, eintrug. Nun war es unerlasslich, dass ich meine Behandlung dieser Geschichtsschreiber in der Geschichte selbst einigermassen rechrfertige. Da habe ich nun aus jenem Foliobuch eins in quarto gemacht, und daraus wird eins in octave gedruckt; aus diesem prophereit man mir einen gréssern Erfolg als aus dem andern”. Los estudiosos de Burckhardt recordarin que él cambién extrafa pasajes de las fuen- tes primarias con notable energia y asiduidad (W. Kaegi, facob Burckhardt: Eine Biographie, Ul, Basilea, 1956, pp. 383-396). Su historia cultural del Renaci- miento tomé forma mientras reelaboraba un inmenso ctimulo de pasajes. Cf. su célebre carta a Paul Heyse, 14 de agasto de 1858, citada ibid., p. 666: “Ges- tern habe ich zum Beispiel 700 Weine Zeddel mur mit Citaten aus Vasari, die ich in ein Buch zusammengeschrieben hatte, auseinandergeschnitten und sor- tiert zum neuen Aufkleben nach Sachen. Aus andern Autoren habe ich noch etwa 1000 Quartseiten Excerpte tiber die Kunst und 2000 iiber die Kultur. Wie viel von all diesem werde ich wohl wirktich verarbeiten?” [“Ayer, por ejemplo, tenia 700 papeletas pequefias sdlo con citas de Vasari, que habia escri- to codas en un libro, luego recortadas y clasificadas por tema para ser pegadas nuevamente. De otros autores tengo atin unas 1.000 hojas en cuarto (cuartillas) de extractos sobre el arte y 2.000 sobre la cultura. ;Cudnto de todo eso voy realmente a utilizar?”] Sobre los métodos de trabajo de Burckhardt, véase P. Ganz, “Jacob Burckhardts Kultur der Renaissance in Italien. Handwetk und Methode”, en: Deutsche Vierteljahrsschrift fiir Literaturwissenschaft und Geiste- geschichte, 62, \988, pp. 24-59. Junto con {a historia inédita de la referencia que ronda por las bibliotecas de los seminarios histéricos, atilla el fantasma de la historia aun mds extensa de Ja anotacién. 144 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION 20. Véanse los materiales publicados por Varrentrapp en Historischer Zeitschrift, 105, 1910, p. LO9 (Heeren), 112 (v. Raumer), 114 (Schulze), 115 (Kampts); A. von Hase, “Briickenschlag nach Paris. Zu einem unbekannten Vorstoss Rankes bei Karl Benedikr Hase (1825)”, en: Archiv fiir Kulturgeschich- ze, 60, 1978, pp. 213-221 en particular 215. Acerca de Hase, véase el ingenioso y erudito articulo de P. Petitmengin, “Deux tétes de pont de la philologie alle- mande en France: le Thesaurus linguae Graecae et la ‘Bibliotheque des auteurs grecs’ 1830-1867”, en: Philologie und Hermeneutik im 19. Jahrhundert, \t, edi- tado por M. Bollack y H. Wismann, Gotinga, 1983, pp. 76-98. 21. Resefia anénima de Ranke, Ergdnzungsbliter zur Allgemeinen Literatur- Zeitung, febrero de 1828, niims. 23-24, cols. 183-189 en particular 183-184: “Mit der Fackel ciner unbestechlichen, strengen Kririk beleuchtet er die Werke dec bisher als Hauptquellen fir die Geschichten der beizeichneten Periode.... geachteten Hiscoriker wie die Persinlichkeit ihrer Urheber, und beraubt beide schonungslos des Nimbus, watin sie bisher geglinzet, oder bestimmt wenigs- tens genau, in wie fern und in wie fern nicht sie wirklich Glauben verdienen, tiberhaupr in wiefern sic als wahre Quellen wi achten seyen”. 22. H. L. Manin [H. Leo], resefia de Ranke, Ergdnzungsbatter zur Jenaischen Allgemeinen Literatur-Zeitung, 16, 1828, nims. 17-18, cols. 129-140 en pacti- cular 138: “Beytrage zur Kritik neuerer Geschichtschreiber” de Ranke eran “das beste an Hn. Rankes Arbeit, und zeigen wenigstens zugleich von mannich- facher Vergleichung der verschiedenen Excerpte unter sich”. 23. Ranke, Zur Kritik, ob. cit., p. 177: “Es sind iiber diese Zeit Acten, Brie- fe, Lebensbeschreibungen, Chroniken von der grossten Wichtigkeit vorhanden, fiir die es aber ist, als wire die Buchdrukerkunst noch gar niche erfunden”. 24, Ibid., p. 181: “Hier ware ein Mann erforderlich, der mit leidtichen Kenntnissen, sattsamen Empfehlungen und guter Gesundheit ausgeriistet, Deutschland nach allen Seiten durchzige, und die Reste einer halb untergegan- genen und so nahe liegenden Welt aufsuchte. Wir jagen unbekannten Grasern bis in die Witsten Libyens nach; sollte das Leben unserer Alevordern nicht den- selben Eifer in unserm eigenen Land werth sein?” 25. Ranke, Das Briefwerk, ob. cit., p. 70. Sobre Pertz, véase D. Knowles, Great Historical Enterprises, Problems in Monastic History, Edimburgo, 1963, cap. 3, con referencias a la literatura anterior. 26. Véase, por ejemplo, Ranke, Nese Bricfe, editado por Hoeft y Herzfeld, pp. 56-59. 27. H. Chadwick, Catholicism and History, Cambridge, 1978, contiene un andlisis fascinante sobre la apertura glacial de uno de los archivos més ricos de Europa. 28. Sobre las practicas de Ranke, véase U. Tucci, “Ranke and the Venetian NOTAS 145 Document Market”, en: Leopold von Ranke and the Shaping of the Historical Discipline, editado por G. G. Iggets y J. Powell, Siracusa, 1990, pp. 99-1075 hay una lamina que to muestra en su biblioteca. Véase también el notable catd- logo de E. Muir, The Leopold von Ranke Manuscript Collection of Siracusa Uni- versity, Siracusa, 1983. 29. Ranke, Deutiche Geschichte mi Zeitalter der Reformation, editado por P. Joachimseh y cols., Munich, 1925-1926, 1, 6*: “Ich sche die Zeit kommen, wo wir die neuere Geschichte nicht mehr auf die Berichte, selbse niche der gleichzeitigen Historiker, ausser insoweit ihnen eine originale Kenntnis bei- wohnte, geschweige denn auf die weiter abgeleiteten Bearbeitungen zu griinden haben, sondern aus den Relationen der Augenzeugen und den dchsteten un- mitcelbarsten Urkunden aufbauen werden”. A pesar de los progregos importan- tes en el estudio de Ranke y su Nachlass, parte de los cuales derivaron en correcciones en la obra de Joachimsen y sus colaboradores, su introduccién a esca edicién sigue sicndo uno de fos estudios més sutiles de la erudicién y el pensamiento de Ranke. Esta reproducido en su Gesammelte Aufidtze, edit. por N. Hammerstein, Aalen, 1970-1983, {, pp. 627-734. Sobre el pensamiento y la erudicién de Ranke, véase también ibid., pp. 735-758. 30. Ranke, Demtiche Geschichte mi Zeitaler der Reformation, Vi, pp. 3-4: “Wer will auch die ganzen Archive drucken lassen?” [“;Quién quiere, ademas, hacer publicar el archivo entero?”] 31. Leopold yon Ranke Nachlass, Staarsbibliothek zu Berlin Preussicher Kulturbesiez Haus 11, p. 38 11 A, fol. 72 recto: “..corum, qui historiae rerum discendae penitusque imbibendae vitam suam dicare constituerunt. Istos animi quodam impetu ingeniique sui natura ad haec studia ferri credo, Hi sine dubio fontes, ¢ quibus historia hauriunctur, cognosquere volent. Non satis habentes scriptores perlegisse quos schola supeditat, promos omnis relati volent cognos- cere”. Sobre este texto (y el seminario de Ranke), véase la monograffa ejemplar de G. Berg, Leopold von Ranke als historischer Lehrer, Gotinga, 1968, pp. 51-56 en §2y nora 2. 32. Ranke Nachlass, p. 38 11 A, fol. 72 recto: “Non tamen satis habent acci- pere ea, credere, docere, fidem aliis habere, sed suo ipsorum judicio in his rebus uti cupiune’, 33. tbid., fol, 72 verso: “Si primum ¢tancum genus hic adesset, rem ita insti- tuerem —digerem seriem locorum classicorum-— eos lengendos proponerem. Difficultates, quae Jegenribus offendunt, e medio collece curarem. Eadem ratio- ne historiam medii aevi tractaremus”. 34. Ibid., 1, pp. 83-84. Cf, en general Geschichenvissenchaft in Berlin im 19. Jahrhundert, Berlin, 1992, y acerca del seminario de Sybel en Munich, véase V. Dotterweich, Heinrich von Sybel, Gotinga, 1978, pp. 255-284. 146 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION 35. Véase Berg; L. von Ranke, Aus Werke und Nachlass, editado por W. P. Fuchs y cols., Munich y Viena, 1964-1975, 1V. 36. T. Wiedemann, “Sechsen Jahre in der Werkstatt Leopold von Rankes”, en: Deussche Revue, noviembre de 1891, pp. 177-179. 37. Véase la apreciacién magistral de F. Gilbert, History: Politics or Culture?, Princeton, 1990. P. Burke, “Ranke the Reactionary”, expresa un punto de vista més critico que subraya la amplitud y Ja originalidad de !a historiograffa del siglo xvill (y destaca los aspectos de esa tradicién no sefialados en estas paginas, tales como su interés por la historia culcural y social; en Iggers y Powell (eds.), Leopold von Ranke. 38. Acerca del “mal de Froude”, véase C. V. Langlois y C. Seignobos, Intro- duction to the Study of History (trad. G. G. Berry), Londres y Nueva York, 1898, reed. 1912, pp. 124-128. 39. Th. Wiedemann, “Sechsen Jahre in der Werkstatt Leopold von Ran- kes”, en: Deutsche Revue, noviembre de 1891, p. 322. 40. Ranke, Sdremeliche Werke, vol. 53-54, p. 625 cf. L. Stone, The Past and the Present Revisited, Londres, 1987. 41. Véase Ja carta de Voigt a Ranke, que sorprende por su humildad, por tratarse del compilador del Codex diplomaticus prusiano y el autor de la muy documentada Geschichte Marienburgs, obta innovadora desde el punto de vista metodoldgico; y Hildebrand, Weimar, 1815, en Varrentsapp, pp. 127-128, con su cita estrarégica del pasaje de Ranke sobre la maduracién de la historia basada en manuscritos, citada mds arriba, en Briefwechsel der beriihmsesten Gelehrten des Zeitalters der Reformation mit Herzog Albrecht von Preussen, Kongsberg, 1841, Evidentemente, Voigt era un historiador mucho menos original y critico que Ranke, un hombre desilusionado, incapaz de obtener licencias pata investi- gar, perimido en sus criticas técnicas. Véanse, por ejemplo, el largo y documen- tado articulo sobre Voigt en Allgemeine Deussche Biographie; H. Prute, Die Kénigliche Albertus-Universitat 2 Konigsberg i. Pr. Im neunzehnten Jahrhundert, Kénigsberg, 1984, pp. 186-188; G. von Selle, Geschichte der Albertus-Universi- rat au Kinigsherg in Preussen, Kinigaberg, 1944, pp. 278-280. Pero su testimo- nio es por ello tanto mas representativo, 42. Nissen, Kritische Untersuchungen iiber die Quellen der vierten und fiinfien Dekade des Livius, Berlin, 1863, pp. 70-79. Hay un anilisis reciente de como los historiadores antiguos utilizaban a sus predecesores, que demuestra lo util y lo limitado de la perspectiva de Nissen, en S. Homblower, “Introduction”, en: Greek Historiography, editado por S. Hornblower, Oxford, 1994, pp. 1-71 en patticular 54-71. 43. Nissen, Kritische Untersuchungen, p. 77: Livio “steht uncer dem Einfluss desselben Grundgesetzes, welches die ganze Historiographie bis auf die Entwic- NOTAS 147 Klung der modernen Wissenschaft beherrscht. Ranke hat zuerst in glinzender Weise an einer Reihe von Geschichtschreibern des 15. und 16. Jahrhunderts nachgeweisen, wie sie die Werke ihre Vorginger in der Art beniitzten, dass sie dieselben einfach ausschrieben”. [Livio “esta bajo la influencia de ta misma ley fundamental que domina toda la historiografia hasta el desatrollo de la ciencia moderna. Ranke fue el primero en demostrar, de un modo brillante, en una serie de historiadores de los siglos XV y XVI, que éstos utilizan las obras de sus predecesores de cal manera que, simplemente, las transcriben.”] Desde luego, Ranke jamas hubiese confundido a Tucfdides con los periodistas de su propia época, ni hubiera tratado toda la tradicién de la histotiografia como si fuera uniforme. 44, “Das liegt in seinem schleswigholteinetnen Kopf” [“Esto depende de su mentalidad de Slevig-Holstein”], escribié quejumbroso Hermann Usener al ex- plicar cémo habfa fracasado en su intento de convencer a su viejo amigo de que abandonara el argumento de que Jos antiguos reyes del Lacio, de alguna manera, representaban los dias biblicos de la Creacién. H. Diels, H. Usener y E. Zeller, Briefwechsel, editado por D. Ehlers, Berlin, 1992, i, p. 425. La obra en cuestién era Das Templum de Nissen, Berlin, 1869, p. 127. Ademds de imitado, Nissen fue muy criticado: véase, por ejemplo, L. O. Brécker, Moder- ne Quellenforscher u. antike Geschichtschreiber, Innsbruck, 1882. Pero la era de Quellenforschung que comenzé con su obta también fue regida, en gran medi- da, por su espiritu de simplificacién temeraria: véanse C. Wachsmuth, Finlei- tung in das Studium der alten Geschichte, Leipzig, 1895, pp. 55-56, y la obra erudita (y de plan y redaccidn singulares) de B. A. Desbords, Introduction & Diogene Laérce, tesis, Utrecht, 1990. 45. Véase The Varieties of History, editado por F. Stern, 28 ed., Londres, 1970, p. 211. 46, Véanse, especialmente, E. Fueter, Geschichte der neueren Historiographie, Munich y Berlin, 1911, pp. 480-482; H. Butterfield, Man on His Past, Cam- bridge, 1955; reed. Boston, 1960; G. Benzoni, “Ranke’s Favorite Source”, en: Leopold von Ranke, editado por Iggers y Powell, pp. 45-57. 47. A. G. Dickens, Ranke as Reformation Historian, Stenton Lecture 13, Reading, 1980, pp. 12-17, resumida en Dickens y J. Tonkin con K. Powell, The Reformation in Historical Thought, Cambridge, Mass., 1985, pp. 174-175. NOTAS AL CAPITULO III 1, G. Stanton Ford, “A Ranke Letcer”, en: Journal of Modern History, 32, 1960, p. 143: “Sorfilcig habe ich mich vor der eigentlichen Adnotation gehii-

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