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Así como la ingeniería genética se emplea para introducir genes en las bacterias para que
produzcan insulina, también sirve para incorporar nuevos genes a las plantas con el fin de
mejorar los cultivos. Argentina es el segundo productor en el mundo de cultivos transgénicos, y
siembra variedades de soja, maíz y algodón a las que se les incorporó la capacidad de resistir a
insectos o tolerar el rociado con un herbicida, o ambas características. Tanto los cultivos como
sus derivados son seguros para la siembra y el consumo humano y animal. Se han estudiado
cuidadosamente y cumplen con las normas de seguridad establecidas por la Secretaría de
Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (SAGPyA) y sus comités científicos asesores.
Desde el punto de vista de la calidad, gracias a la biotecnología es posible introducir genes en
las plantas o modificar los ya existentes. Por ejemplo, es posible obtener mandioca con menor
contenido de glucósidos cianogénicos (tóxicos para el consumo humano), maní y soja
hipoalergénicos, café descafeinado, tomates con mayor contenido de licopeno (antioxidante),
arroz enriquecido en beta-caroteno, maíz con mayor cantidad de aminoácidos esenciales (como
la lisina), papa con más almidón para que absorba menos aceite, batata con mayor contenido
proteico, soja con una proporción de ácidos grasos más saludable. Si bien este tipo de cultivos
todavía no se comercializan, algunos, como el maíz con alto contenido de lisina, están siendo ya
evaluados a campo. Algunos desarrollos de cultivos transgénicos en Argentina.
Los probióticos
El término "probiótico" proviene del griego y significa "a favor de la vida". Se trata de microbios
vivos que se agregan a los alimentos porque se cree que son beneficiosos para nuestra salud.
En particular, los probióticos promueven el balance de la flora microbiana, inhibiendo el
crecimiento de microbios patógenos y protegiéndonos de las enfermedades gastrointestinales,
como las diarreas provocadas por rotavirus y bacterias. Además, se cree que mejoran el
estado general de nuestro sistema inmune, ayudando al organismo a combatir enfermedades
inflamatorias, alérgicas y respiratorias. Las bacterias más usadas como probióticos son los
"lactobacilos" y las "bifidobacterias". Se las encuentra agregadas a ciertos yogures, leches
fermentadas y quesos, y su presencia está indicada con diferentes denominaciones, como
"bio", "vita", etc. Sin embargo, actualmente se están buscando otros alimentos más duraderos
que también sirvan como vehículos de estas bacterias benéficas, como carnes y vegetales
fermentados. En este sentido, un equipo de científicos italianos acaba de descubrir que las
bacterias probióticas podrían crecer sobre las aceitunas y de esta manera ser administradas a
las personas. Más información sobre el desarrollo de probióticos en Argentina.
Casi todo lo que compramos viene envasado en plástico. Estos envases protegen al producto,
son baratos y parecen durar indefinidamente. Pero nada es perfecto: su durabilidad es un
problema serio para el ambiente. Es por eso que se están desarrollando plásticos
biodegradables, es decir, que pueden ser transformados en sustancias simples por la acción de
organismos vivos, y ser así eliminados del medio ambiente. Los plásticos biodegradables pueden
producirse a partir de almidón, un polímero natural fabricado por las plantas. Los cereales y los
tubérculos tienen mucho almidón. Éste puede ser convertido en plástico, pero resulta blando y
deformable, limitando su uso. La otra opción es extraer el almidón del maíz o de la papa y luego
transformarlo en una molécula pequeña, el ácido láctico, por acción de microorganismos. El
ácido láctico después es tratado químicamente para formar polímeros, los que se unen entre sí
para dar lugar al plástico llamado PLA (poliláctido). El PLA sirve para hacer macetas que se
pueden enterrar, pañales descartables, hilos para sutura y cápsulas de remedios. Otra
alternativa es usar bacterias que fabrican gránulos de un plástico llamado polihidroxialcanoato
(PHA). Las bacterias pueden crecer en cultivo y el plástico ser extraído fácilmente. Los científicos
ahora identificaron los genes bacterianos que llevan la información para fabricar el PHA y los
transfirieron al maíz, para poder más adelante fabricarlo a partir de este cultivo. Más información
sobre estos desarrollos.
Vacunas comestibles
Una buena noticia para los más chicos: en un futuro no muy lejano algunas vacunas inyectables
serán reemplazadas por vacunas que se comen. Se trata de vacunas contenidas en frutas u
hortalizas, y que al ingerirlas en estos alimentos nos protegen contra determinadas
enfermedades. Esto es posible gracias a la biotecnología vegetal, que permite no sólo mejorar
los cultivos y los alimentos, sino también producir en las plantas compuestos que nada tienen
que ver con éstas. En el caso de las vacunas comestibles, se transfiere a la planta un gen del
agente infeccioso (por ejemplo, el virus de la hepatitis B), para que ahora sea la planta quien
fabrique el producto de este gen en las hojas, tubérculos o granos. Este nuevo compuesto se
denomina "antígeno", y al entrar en contacto con la mucosa del tracto digestivo genera una
respuesta inmune protectora. Esto quiere decir que cuando ingrese el patógeno, nuestro
organismo podrá defenderse de la infección. Además de evitar los pinchazos, las vacunas
comestibles tendrían otras ventajas: son baratas y no requieren de refrigeración para ser
almacenadas. Actualmente se están ensayando en humanos vacunas comestibles contra el
cólera (en papa), rabia (en espinaca) y hepatitis B (en lechuga), entre otras. Otros proyectos
incluyen el uso de bananas, tomates y arroz. También los animales se podrán beneficiar con
esta tecnología, tal es el caso de la alfalfa modificada genéticamente para proteger al ganado de
la fiebre aftosa. Más información sobre este desarrollo.
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