Si gana Inkarri que representa a los valles del Cusco, será un buen año
para las cosechas.
A pesar del intenso sol que caía sobre la comunidad nativa de Santa
Rosa de Panaquiari (Satipo-Junín), doña Rosa García llevaba más de
una semana sentada en las afueras de su vivienda entrecruzando hilos
y agujas. "Esto es un shompironte", dijo. Una manta que usan las
mujeres en la espalda para cargar a sus bebés. Como toda mujer
andina, nativa o de la costa, ella aprendió este arte a los 8 años de las
manos de su madre y abuela.Los estudios han demostrado que el
tejido se ha convertido en uno de los principales medios de
aprendizaje, comunicación y reproducción de los valores culturales y
estéticos de todos los tiempos. Han servido para reconocer a que
cultura pertenecían y en que tiempo se desarrollaron muchos de los
restos encontrados.
Cuando se habla de este arte la relación con la mujer es inmediata,
pues fueron las féminas quienes han desempeñado esta labor desde la
época prehispánica con peculiares diseños. Ellas vieron en el tejido la
forma de expresarse puesto que vivían en un mundo iletrado.
Representaron la vida cotidiana, su relación con el exterior y con lo
sobrenatural (dioses).Luego de unas horas al lado de la señora Rosa
comprendí que su agilidad con la fibra es producto de su destreza
manual y el conocimiento que tiene sobre el sentido que se le da a
cada hebra. Existe una tesis que sostiene que la ropa masculina como
"uncus" (túnicas) y ponchos tienen un sentido vertical, mientras que la
vestimenta femenina ("acsu y lliclla) se dispone horizontalmente.
Hoy en día el tejido sigue siendo una de las mercancías más valoradas
y estimadas. Sirven de intercambio entre autoridades de los pueblos
para expresar sus rangos o simplemente como una cortesía. Se
regalan entre compadres en bautizos y matrimonios. Y ver una pieza
de tejido tendida sobre una mesa, sobre el suelo o sobre la cabeza de
alguien nos traslada inmediatamente a un rito ancestral.
Mientras tanto doña Rosa sigue cosechando el algodón, lo orea, lo hila
y teje legendarias cushmas (túnicas) y saratos (bolsas pequeñas) con
la maestría que le ha dado la vida
EL APU Y LA VIRGEN
TIEMPO DE CARNAVAL
“Es el tiempo del carnaval. En estas noches, cuando la voz del río
suena con su máximo poder, en todos estos pueblitos de la quebrada,
prendidos sobre el abismo, salen a cantar y a bailar el carnaval, el
canto guerrero, que es como la ofrenda al río crecido y terrible, al cielo
agitado y a la noche lóbrega.”José María Arguedas.En Sacclaya
preparan caldo y picante de cordero. Ya no celebran a la Santísima
Trinidad, pero sus festejos renacen cuando llegan los carnavales y el
aniversario del pueblo. El carnaval, aquel desborde de entusiasmo,
atrapa sus almas y cuerpos después del Miércoles de Ceniza. Va
cubriéndolos de cintas chillonas y los anima a componer canciones y a
enamorarse un viernes pintado de múltiples colores. Las quenas ponen
el ritmo masculino y las tinyas (tambores pequeños) y cascabeles
hablan de los sones femeninos.
Irma le canta a una laguna en la que nadan mitológicos patos, Frank
quiere retar a todo el mundo en el atipanacuy (competencia) con
huaraca (látigo). Julián está orgulloso del atuendo que lleva: sus
abuelos lucían aquellos trapos de gruesa lana y ahora los jóvenes solo
se ponen la cintapollera, imitando una falda con varias cintas asidas a
la faja.Sobre los lomos de sus caballos, solteros y solteros van
coqueteando. No se hablan al oído, aunque el canto repetido los va
acercando. De seguro, al caer la tarde, muchos habrán conseguido
pareja poniéndose de acuerdo o manteniendo la costumbre del
suwanacuy, robando a la muchacha escudados en la oscuridad y
burlando a los parientes que están alertas, pues saben que en
noviembre nacerán los “hijos del carnaval”.
MUJER DE HARAPOS
EL CERCO DE ROMA
LA CONCEBIDA Y EL AMOR
LA TIERRA SE ABRE