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VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct.

2002

Gobernabilidad: algunos enfoques, aproximaciones y debates actuales


Alejandro Suárez Casanova
I. INTRODUCCIÓN.

En noviembre de 1996 se celebró la VI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno1,


La "Gobernabilidad Democrática" se definió como el tema de la Cumbre; la construcción de "una
democracia en que todos los ciudadanos sientan que pueden ejercer sus derechos y asuman las
responsabilidades que se derivan de la convivencia social y política" (Frei, 1996, p.5), se asumió como
desafío central hacia el futuro; y el compromiso de los Jefes de Estado y de Gobierno de convocar "...a los
partidos, a los parlamentarios, a las variadas organizaciones de la sociedad civil, a los organismos
internacionales, a desarrollar con fuerza y creatividad múltiples iniciativas que garanticen la
gobernabilidad democrática en toda Iberoamérica", quedó oficialmente consagrado. Dos años antes, en el
Congreso de Ciencia Política, realizado en Santiago de Chile2, el tema de la gobernabilidad democrática
había ocupado ya un lugar preeminente, siguiendo una tendencia de tematización de la democracia -en
tanto problema de "gobernabilidad"- profusamente presente en encuentros, foros, talleres y seminarios
sobre América Latina, tanto dentro como fuera de la región, desde inicios de los noventa al menos.

La importancia que ha adquirido el tema de la gobernabilidad en América Latina, en lo que va de


la década, ha generado un amplio debate, interpelando y replanteando las premisas, diagnósticos y
propuestas de arranque propias de las visiones convencionales que dominan la definición del "nuevo"
campo temático en sus inicios. No sólo ya se analiza el tema en tanto "gestión del poder" (desde arriba),
como lo hicieran los enfoques iniciales, sino que se reproblematizan nociones y se plantean propuestas
novedosas que procuran dar un giro al modo de definir y confrontar la gobernabilidad, en tanto problema
teórico y práctico.

El propósito de este trabajo es [i] problematizar el tema de la gobernabilidad, por medio de una
lectura crítica del "estado de la cuestión"; [ii] examinar algunas de sus implicaciones analíticas centrales y,
sobre esa base, [iii] proponer de manera preliminar, algunos elementos relevantes al trazado de las agendas
de investigación futuras, pensadas desde aspectos especialmente pertinentes a latinoamérica.

Conviene explicitar, en primer término, tres premisas generales que el trabajo asume como básicas.
La primera es de orden epistemológico. Asumimos que necesariamente los conceptos que los diversos
autores vierten sobre la noción de gobernabilidad serán diversos, controvertidos y enfocados desde
distintas premisas, enfoques y perspectivas, de modo tal que la búsqueda de conceptos "unívocos" de
gobernabilidad, carecerá de utilidad analítica. En articulación con la premisa anterior, las controversias que
se suscitan al interior de la literatura no se consideran como "negativas", en la medida que permita generar
conocimiento y motivar la investigación y el análisis para revisar, reproblematizar y afinar nociones,
conceptos y visiones. En tal sentido, la preocupación de este trabajo, al examinar el "estado de la
cuestión", será establecer el sustento de las distintas visiones sobre el tema en relación a su propio rigor y
coherencia interna y lo plausibles que ellas son. Asumimos también, como premisa, que el planteo de
"recetas" de cómo las sociedades "deben" gobernarse es analíticamente inconducente. El tema de la
gobernabilidad no es posible de "solución" a través de modelos pre-concebidos. Una última premisa, es la

1
Realizada en Santiago de Chile y Viña del Mar, entre los días 7 y 11 de noviembre de 1996.
2
Este congreso fue organizado por el Centro de Análisis de Políticas Públicas, de la Universidad de Chile y la Asociación
Chilena de Ciencia Política, en julio de 1994. En él participaron autoridades de gobierno, ex-ministros de Estado del gobierno
de Aylwin, el rector de la Universidad de Chile y académicos nacionales y extranjeros.
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heterogeneidad de América Latina, tanto cultural, económica, social y política, en la cual, no obstante, es
posible identificar temas y problemas pertinentes a la región.

Caben, finalmente tres advertencias. Primero, y con respecto a las fuentes consultadas, si bien el
número no es exhaustivo, éstas cumplen, en su conjunto, con dos criterios: de representatividad, en cuanto
a reflejar las visiones que se encuentran con más frecuencia en la literatura y el de relevancia para el
debate, por la amplia diversidad de visiones y propuestas que las fuentes seleccionadas contienen.
Segundo, las fuentes seleccionadas son de diversa índole, en términos de su sistematicidad, rigor,
originalidad y alcance (teórico, empírico, comparativo, etc.). Se presentan aquí, de acuerdo, en primer
lugar, a un criterio de agrupación respecto del tipo de visión que representan, rescatando los elementos
más representativos de las aproximaciones que entregan sobre la noción de gobernabilidad. En segundo
lugar, el orden de presentación de los autores en cada visión, no significa necesariamente el peso -en tanto
su importancia- que ellos tienen en ella, sino que son mencionados por la utilidad que prestan para exponer
las ideas que representan. Sin duda que algunos autores, en el contexto general del trabajo, tienen un
mayor peso por lo novedoso de sus planteamientos y por el aporte que hacen al comprender de una manera
rigurosamente analítica el tema de la gobernabilidad, lo cual se hace explícito a través de este estudio y en
las conclusiones finales. Las referencias examinadas, en todo caso, son lo suficientemente amplias y
diversas para permitir el examen del estado de la cuestión, en el contexto de un debate en plena marcha.
Una última advertencia: este trabajo contiene un planteamiento de tipo preliminar sobre el tema de la
gobernabilidad, y en ningún caso pretende ser un estudio definitivo sobre el tema, que sin duda será
abordado en futuras investigaciones.

II. PARA SITUAR EL DEBATE: CONSIDERACIONES INICIALES.

Para situar el debate, caben las siguientes consideraciones iniciales: [1] si asumimos que el "estado
de la cuestión" sobre el tema de la gobernabilidad nos introduce a un debate que se encuentra actualmente
en marcha, se trata de un debate "abierto", que lejos de "resolver" ("cerrar") puntos problemáticos, nos
advierte sobre su inevitable complejidad.

Al examinar la literatura, surgen, desde la primera lectura, interrogantes como las siguientes, que
nos introducen en el debate: ¿Cómo entender el espacio político?, ¿Cómo situar sus límites?, ¿Cuál es el
locus de la gobernabilidad?, ¿Dónde situarlo?. Algunas visiones otorgan importancia preeminente a las
élites en el poder, sitúan el problema de la gobernabilidad en tanto gestión del poder, "desde "arriba",
mientras que otros enfoques buscan vincular a la sociedad civil con el Estado y sus agentes más
estrechamente, repensando el espacio político y resignificando nociones tales como "ciudadanía" y
"democracia". De allí que el tema de la ciudadanía, entendida como una manera en que la propia gente
establece sus formas de convivencia y determina el camino a tomar para la solución de sus necesidades, se
torne importante de analizar en el marco nuevas formas de entender la gobernabilidad, justificando el
estudio de ésta. Es decir, la gobernabilidad no sólo vista como de gestión del poder desde el gobierno, sino
también como una manera en que la gente se autogobierna estableciendo los cursos de acción que el
propio gobierno debe tomar. Por tanto, lo que se busca en este trabajo, es redefinir cómo enfocamos esa
noción en sociedades complejas, reflexionando sobre el tema de la gestión del poder tanto desde "arriba"
(el Estado) como desde la gente.

[2] Al examinar la literatura también llama la atención, desde una primera lectura, la presencia de
visiones "pesimistas" acerca de la ingobernabilidad básica de la sociedad moderna donde, el "exceso" de
"participación" y de demandas es vista, en el contexto de la sociedad finisecular, como la causa de la
"profusión" de sociedades "ingobernables". Estas visiones pesimistas, cuya implicación, en términos de
"policy", está en la base del surgimiento de la noción misma de gobernabilidad, como se verá más

2
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adelante, coexisten con otras visiones totalmente contrapuestas, en las que la gobernabilidad se sitúa como
problema vinculado a la escasa participación, organización y contestación de la "gente común". La
relación entre Estado y sociedad civil, por consiguiente, es una dimensión del debate a la que conviene
prestar especial atención, lo cual se intentará en las páginas siguientes.

[3] El tema de la gobernabilidad, en la América Latina de los años 90, cobra importancia luego de
las transiciones de regímenes burocráticos-autoritarios (que comienzan a principios de los 80 y terminan al
finalizar la década) a sistemas democráticos-formales (es decir, que cuentan con órganos legislativo,
ejecutivo y judicial constitucionalmente autónomos y se fundan en la legitimación electoral de sus élites
gubernativas). Con el "retorno" a la "democracia", durante la década de los ochenta, en muchos países de
América Latina, se esperó que los nuevos regímenes civiles elegidos por medio de votaciones populares,
empezaran a dar "solución" a todos los problemas que la gente veía como primordiales: aquellos referidos
al empleo, la educación, la salud, de vivienda, etc. Pero el retorno de los "regímenes civiles de corte
electoral"3 han tenido dificultades en la solución de esos problemas, producto, entre otras cosas, de la
ineficacia de sus gobiernos en el desarrollo de políticas destinadas, por un lado, a elevar la calidad de vida
de la población y, por otro, de "establecer" una convivencia societal pacífica. Jorge Nef (1992) observa
que la crisis del Estado-Nación y la gubernamentalidad, junto con la crisis de la modernización, es la crisis
de la gobernabilidad, ya que la crisis del Estado es una crisis de efectividades, donde los sistemas políticos,
dice el autor, han crecido incapaces de proveer un adecuado y equitativo sustento y accesibilidad a los
servicios que se esperan recibir de ellos. Por tanto, la crisis del Estado se remite a una crisis de legitimidad,
ya que la gente tiene una participación formal como ciudadano, en tanto elector, sin poder involucrarse en
la toma de decisiones.

Los procesos de democratización que empiezan a vivirse en latinoamérica, producen una crisis en
la gobernabilidad debido, entre muchas otras razones, a las demandas de la población y la urgente
necesidad de solución a problemas sociales. A su vez, el común de la gente desarticulada entre sí, no ha
conseguido que sus demandas, canalizadas generalmente a través de los partidos políticos, sean atendidas,
lo cual ha generado la desvinculación de la sociedad civil con el ejercicio del poder. La gente no es la que
incide en la toma de decisiones gubernamentales, sino que se mantiene como un simple espectador de la
ejecución de políticas públicas, que han sido formuladas por los gobiernos sin tener mayor participación en
ello. El gran desafío que enfrentan en la actualidad las sociedades latinoamericanas, está en descubrir la
manera en que el Estado y la sociedad civil logren conectarse entre ellos, y al interior de esta última, para
la concreción de soluciones a las necesidades de la población.

Las tres condiciones anteriores, ameritan aproximarse a la literatura, las visiones que contienen y
las implicaciones teóricas y prácticas que reviste, distinguiendo entre dos grandes tipos de enfoques: el
enfoque convencional y el que se distancia, opone o diferencia de él.

Una primera aproximación sobre la gobernabilidad, la denominamos como convencional, por


representar aquella forma de entender la gobernabilidad desde el Estado, cumpliendo éste un rol rector
para la determinación de las necesidades de la población, amparado en la legitimidad que las elecciones le
han dado al gobierno de turno para formular y ejecutar políticas públicas. Es común encontrarnos, dentro
de la perspectiva convencional, con diversas "recetas" o "fórmulas", que aplicadas sistemáticamente
permitirían supuestamente "resolver" los problemas que presenta la "gobernabilidad democrática".
Luciano Tomassini, quien ve a la gobernabilidad como un fenómeno sistémico, por depender de
numerosas variables interrelacionadas, donde al afectarse una se produce un efecto sobre las restantes,

3
La expresión es de Amparo Menéndez-Carrión, 1994.

3
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plantea la gobernabilidad, como basada en el comportamiento al interior de tres circuitos concéntricos4. En


efecto, en su artículo titulado "Estado y Gobernabilidad" el autor en referencia incluye un recuadro que
contiene las "condiciones" para la gobernabilidad, esquematizando las tres esferas concéntricas antes
mencionadas, donde da cuenta detallada de lo que se "debe hacer" para que el Estado gobierne
"adecuadamente", siempre desde una perspectiva del Estado y la relación de éste con los organismos
económicos del gobierno, con los organismos vinculados con el Estado y con la sociedad civil y
económica. Aquí estamos frente a una "receta" para gobernar desde el Estado.

Claus Offe (1990) alerta sobre los problemas de las visiones convencionales. Offe llama la
atención a la ausencia de referencias concretas, en este tipo de visiones, a los contenidos de las exigencias
y aspiraciones conflictivas, sobre el carácter de las materias que exigen solución y ante las que fracasa la
capacidad de dirección del Estado. El dilema de las visiones convencionales, plantea Offe radica en no
poder mantener ni crear de nuevo las tradiciones y reglas de la vida colectiva con cuyo nombre dar la
batalla contra la política de reforma.

Las visiones que aquí denominamos no-convencionales, sin desconocer el ejercicio del poder que
el Estado realiza como ejecutor de políticas públicas, intentan problematizar la gobernabilidad desde su
vinculación con la gente común en la toma de decisiones gubernamentales, que emanan, para la
formulación de políticas públicas, de los arreglos societales que la propia ciudadanía (no como ciudadano-
elector, sino como ciudadano-decidor y partícipe de su propio destino en el marco de una convivencia
societal) se impone de acuerdo a las reglas que ésta misma establece para autogobernarse, incorporando, a
su vez, la noción de imputabilidad, como una forma de exigir que los gobiernos gobiernen para la gente,
con y desde la gente común. Esta visión, que denominamos de tipo incluyente asume la cuestión de la
gobernabilidad no sólo como "ejercicio del poder" desde "arriba", sino también desde la gente,
incorporándola en la toma de decisiones gubernamentales e interactuando con el Estado por medio de la
imputabilidad (accoutability), responsabilizando a los agentes públicos sobre su actuar y exigiéndoles una
"rendición de cuentas", desde una noción resignificada de gobernabilidad. Autores como Menéndez-
Carrión (1991) y Nef (1992), son representativos de esta visión, que veremos en páginas posteriores en el
marco de las visiones no-convencionales.

III. ALGUNOS ENFOQUES Y APROXIMACIONES SOBRE GOBERNABILIDAD.

El propósito de esta sección es plantear algunos enfoques sobre cómo abordar el tema de la
gobernabilidad. A través de la literatura revisada, es posible encontrar dos tipos generales de visiones, que
hemos dividido en convencionales y no-convencionales. Lo convencional, para efectos de esta distinción,
lo definimos como aquello que asume a la gobernabilidad desde una perspectiva del Estado, como "sujeto
rector" del proceso de gobernabilidad, el cual, manejado por las élites que gobiernan, abre los espacios
para incorporar a la población en la toma de decisiones. La visión no-convencional, por su parte, se
diferencia al incorporar a la población en la toma de decisiones gubernamentales, respetándose los
acuerdos alcanzados al interior de la sociedad civil para producir su propia gobernabilidad.

Visiones Convencionales.

4
El primero de ellos se refiere a los organismos del gobierno encargados de manejar la economía y al denominado sector
público, el segundo está referido al conjunto de organizaciones del Estado, incluyendo la interacción entre los organismos
económicos y políticos del poder ejecutivo, su relación con los demás poderes públicos y con otras instituciones y procesos a
los cuales el Estado está vinculado en virtud del ordenamiento jurídico vigente, como el sector privado, los sectores laborales o
las fuerzas armadas y, finalmente, el tercer círculo incluye la interacción entre una amplia gama de actores pertenecientes a la
sociedad civil organizada, a la economía y al mercado, y a los sectores sociales menos favorecidos, interacción de la cual
depende, en definitiva -dice el autor- la posibilidad de formar consensos o mayorías estabilizadoras.

4
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Una primera observación acerca de la visión convencional es que, aún cuando de manera más
implícita que explícita, es verticalista, es decir, plantea la gobernabilidad como ejercicio del poder desde el
Estado, asumiendo la noción como mecanismo de resolución de problemas desde el Estado, tomando
decisiones desde éste y hacia la gente como objeto de sus políticas, basado en la "legitimidad" que las
elecciones populares le han dado a un gobierno para tomar las decisiones sin que la inclusión sustantiva de
la gente en la toma de éstas sea central5. En esta visión la ciudadanía se remite sólo a la de ciudadano en
tanto elector y no como artífice y sujeto de su propia gobernabilidad. Este tipo de visión la encontramos en
autores como Tomassini (1994), Rojas (1994) y Coppedge (1994), entre otros.

El enfoque sobre gobernabilidad entregado por el autor Luciano Tomassini, es presentado en base
a que la gobernabilidad es un fenómeno sistémico, es decir, va a depender de numerosas variables
interrelacionadas de tal forma de que si una falla, necesariamente va a afectar a todas las otras. Para este
autor, la gobernabilidad está basada en "el comportamiento al interior de tres circulos concéntricos... el
primero se refire a los organismos del gobierno encargados de manejar la economía y al denominado
sector público. El segundo, al conjunto de organizaciones del estado, incluyendo la interacción entre los
organismos económicos y políticos del poder ejecutivo... el tercero incluye la interacción entre una amplia
gama de actores pertenecientes a la sociedad civil organizada, a la economía y al mercado, y a los sectores
sociales menos favorecidos..." (Tomassini, 1994, p. 102).

Autores como Coppedge, por ejemplo, definen la noción de gobernabilidad como "dirigida" desde
el Estado, al señalar que "la gobernabilidad es el grado en que las relaciones entre los actores estratégicos
obedecen a unas fórmulas estables y mutuamente aceptadas" (Coppedge, 1994, p.63). Un actor estratégico,
para este autor, es cualquier grupo que controle uno o más recursos políticos, tales como: los cargos
públicos (asociados al gobierno), la información (asociada a los tecnócratas y medios de información), los
factores de producción (asociados a las empresas), la fuerza violenta (asociada al ejército y la policía), los
grupos de activistas (asociados a los partidos políticos) y la autoridad moral (relacionada con la Iglesia).
Ahora bien, este autor señala que una descripción sistemática de las tácticas adoptadas por los actores que
no han negociado formulas estables mutuamente aceptadas, se interpreta como un "catálogo de síntomas
de ingobernabilidad", señalando una serie de pasos para analizar la gobernabilidad, identificando los
actores estratégicos, disgregando el Estado en sus componentes para establecer los recursos y la estabilidad
de cada uno, pensando en cómo los recursos y la solidez de los actores influyen en la relación con otros
actores estatales y compatibilizando la democracia con las "normas especiales de la gobernabilidad
democrática" como son -señala Coppedge- la subordinación del ejército y la burocracia a los civiles
elegidos en el gobierno y la responsabilidad del gobierno con los partidos en el congreso. Este autor
entiende la gobernabilidad, además, como "el grado más alto de la dimensión de gobernación" (Coppedge,
5
La cuestión de la democracia es planteada desde una amplia gama de perspectivas y enfoques. Algunas enfatizan, por
ejemplo, las dimensiones procedimentales. Este es el caso de Sartori y Schumpeter entre los autores más citados. Según Sartori,
"la democracia es un procedimiento y/o mecanismo que genera una poliarquía abierta cuya concurrencia en el mercado
electoral atribuye el poder al pueblo y específicamente hace valer la responsabilidad de los líderes para con los liderados"
(Sartori en Bobbio, 1988). Schumpeter define la democracia como un método que legitimación de élites gubernativas que
representa como un acuerdo institucional para la toma de decisiones políticas en que los individuos adquieren el poder de
decisión a través de la lucha competitiva de los votos del pueblo. Otros autores como Dahl (1989) señalan que "...democracy is
a system of government characterized by 1) leadership selected on the basis of a competition for greatest public support, by 2)
decision-making processes that are both publicly know and open to public influence, and by 3) institutions that both provide
channels for the public to paticipate and secure the safety of the members of the public who choose to participate. In short, a
democratic system of government is one based on competitively selected leaders, public decision-making, and popular
participation" (Kusterer, 1992, p.3). Por lo tanto, un sistema de gobierno, señala este autor, alcanzará un mayor o menor grado
democrático, cuanto más o menos competitivo o cuanto más o menos participativo sea. En la perspectiva de este autor, se
amplía la noción de democracia formal, ya que por medio de un proceso de democratización la democracia podrá abarcar a la
sociedad civil, en términos de una mayor participación desde la base de la sociedad y no sólo considerando el desarrollo de las
instituciones de gobierno o de las instituciones políticas formales.

5
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p.63) Es decir, la gobernabilidad depende, en su visión, de la capacidad del Estado para mantener el orden
público, recaudar impuestos, regular el comercio y mantener el estado de derecho, para lo cual se
requieren de recursos. Por lo tanto, mientras más recursos tiene el Estado, mayor es su capacidad de
gobernabilidad.

Quizás la manera más común de entender la noción de gobernabilidad que encontramos en la


literatura convencional, sea aquella donde el Estado es quien "determina" las necesidades de la gente,
existiendo una vinculación entre gobernantes y gobernados de manera vertical, (de "arriba" hacia "abajo").
Sin embargo, aunque los autores que se inscriben en esta visión reconocen que los gobernantes ejercen el
poder basados en la legitimidad que les otorga las elecciones que los han hecho asumir al poder, existe en
ellas una desvinculación de la gobernabilidad con la gente al no ofrecerles mecanismos de participación
distintos a los electorales, sin reconocer las prácticas societales que la propia gente establece, para la toma
de decisiones que se desarrolla a lo largo del gobierno.

En esta visión convencional, el problema de la gobernabilidad se vincula con frecuencia al tema de


la sobrecarga del Estado. La visión convencional del tema de la gobernabilidad señala que los aspectos
políticos de la teoría de la crisis que se ha trasladado al campo conservador, como por ejemplo la reforma
del Estado por su incapacidad de absorber las demandas de la gente común, resultan del diagnóstico, es
decir, de la identificación que se hace del problema de la ingobernabilidad y del pronóstico o predicción
sobre el supuesto desarrollo y los distintos síntomas de la crisis. (Offe, 1990). En el diagnóstico que
realizan las visiones convencionales, se "comprueba" el peligro inminente de un fracaso del Estado,
producto, primero, de la sobrecarga de expectativas a que se ve sometido el poder estatal en condiciones
de competencia entre partidos, pluralismos de asociaciones y medios de comunicación de masas
relativamente libres, generando un incremento constante de expectativas, obligaciones y responsabilidades
planteadas al gobierno que no puede soslayar y, segundo, la dimensión de insuficiencia, del poder de
intervención como de la capacidad de dirección del aparato estatal, para poder responder eficazmente a las
expectativas y exigencias. El primer factor, se refiere al "aumento desproporcionado" de las pretensiones
de cogestión del Estado social y de participación democrática y a una politización exagerada de temas y
conflictos en la que se manifiesta una codicia incontenida de los ciudadanos. El segundo factor, se refiere a
las garantías de las libertades económicas y políticas. (Offe, 1990)

Los síntomas de la crisis del Estado, por sobrecarga de demandas, provienen en el análisis
convencional, de la diferencia entre el volumen de pretensiones o demandas y la capacidad de dirección.
Los desengaños que se van acumulando pueden canalizar su carga explosiva, por un lado, originando una
polarización dentro del sistema de partidos, reideologizando y fundamentalizando la práctica de la
oposición de turno o, por otro lado, disminuyendo la capacidad de canalización de los partidos políticos y
su capacidad de articular la voluntad de los electores. Pero ambas alternativas habrían de contribuir a la
postre a agudizar la situación inicial, es decir, continuarían incrementándose el nivel y el volumen de la
exigencias articuladas, mientras se reduce la capacidad de acción del gobierno que está actuando bajo tales
turbulencias. Por tanto, el pronóstico es que la posición inicial, entendida como la discrepancia entre el
nivel de exigencia y la capacidad de realización, genera una dinámica que reproduce esta situación en
forma agudizada, es decir, los sistemas ingobernables se hacen cada vez más ingobernables. (Offe, 1990)

Para poder prevenir la situación antes descrita, los exponentes de las teorías convencionales
presentan una "terapia" con dos variantes. La primera de ellas es la reducción de las exigencias, la cual
comprende tres estrategias: la primera de ellas es aliviar al medio "político" de la sobrecarga de exigencias,
desviando todas las exigencias que rebasan los "límites del Estado social" al terreno de las relaciones de
intercambio monetarias, es decir, a los mercados, utilizando las fórmulas de "privatización" y de
"desestatalización" de los servicios públicos; la segunda estrategia se basa en las instituciones de control

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social, dando vigencia a los valores como la moderación, disciplina, sentido común y el refuerzo de la
conciencia nacional e histórica; finalmente, la tercera estrategia es instalar mecanismos de filtrado que
deciden cuáles exigencias merecen ser atendidas o si han de ser rechazadas por no ser realistas6.

La segunda variante consiste en aumentar la capacidad de realización por parte del Estado, donde
se distingue una versión administrativa y otra política. La estrategia administrativa, para mejorar la
capacidad de dirección y de realización del Estado, parte de la elevación de la parte que corresponde al
Estado de Producto Interno Bruto. Se trata de ampliar por medios fiscales cuantitativos el espacio que
queda a disposición del Estado, procurando mejorar por medios organizativos cualitativos la capacidad de
regulación de los gobiernos para mayor eficacia y rendimiento en las actuaciones político-administrativas.
La versión política, busca aumentar la capacidad de dirección y de ejecución de las actuaciones del Estado,
no sólo por medio de la coordinación interior de la Administración, sino también por medio de la
realización de alianzas y de mecanismos de concertación entre el gobierno, los sindicatos, las asociaciones
patronales, entre otras7.

Para algunos autores, el concepto de gobernabilidad está referido "al ejercicio del gobierno y a las
condiciones para que esta función se pueda desempeñar con eficiencia, legitimidad y respaldo social"
(Rojas, 1994), por lo que las claves para la gobernabilidad, de tipo conceptual, se refieren a la
institucionalidad política del Estado, al sistema político, a la cultura cívica, a las relaciones entre la
economía y la política y a las formas, eficiencia y aceptación de los procesos gubernamentales, expresados
en políticas públicas. Para este autor, la generación de gobernabilidad será el resultado de la estructuración
de un orden cooperativo y asociativo (de lo político, económico y social) con un alto grado de legitimidad,
por medio de los sistemas electorales. Gobernabilidad será, en el tipo de visión que Rojas representa, la
capacidad de generar políticas que refuercen la estabilidad y la capacidad de gobernar sobre la base de la
participación de la gente en las decisiones, pero una participación que se establecerá desde "arriba", lo que
"asegurará" la "estabilidad" y el "control" sobre las demandas de la gente.

Dentro de las perspectivas convencionales, hay autores que introducen "tensiones" que reflejan
intentos por transcenderlas, es decir, que intentan tomar en cuenta el papel de la gente común en la toma de
decisiones. Es preciso, señalan algunos autores como Garretón (1994) y Böeninger (1994) en primer lugar,
fortalecer la organización y la "participación ciudadana", para facilitar la existencia de coaliciones
societales y de una coaliciones políticas de gobierno, en segundo lugar, reforzar la capacidad de ejercicio
legítimo de la autoridad y, finalmente, reforzar la capacidad para prevenir y resolver conflictos que afectan
los derechos de las personas.

Dentro de la dimensión técnica de la gobernabilidad, la modernización de la gestión del Estado


constituye un punto de gran importancia, según esta visión, debiéndose mejorar la capacidad de toma de
decisiones informadas, resolver problemas e implementar decisiones. Dentro de este tipo de visiones se
encuentran autores como Böeninger, quien presenta tres condiciones necesarias para ella, partiendo de la
base que existe en América Latina, producto de la descentralización territorial interna de los países y de la
fuerte influencia de la economía de mercado como modelo de desarrollo, con un predominio de la empresa
privada que se integra al mundo y se abre al exterior en distintos grados, transferencias de poder que han
llevado a la reducción del poder del Estado. De allí que la primera condición que Böeninger plantea sea la
necesidad de reconocer las limitaciones a la soberanía y al poder del Estado, y de adecuar tanto las
conductas de la gente como de las instituciones políticas y sociales a esa realidad. La segunda condición
para la gobernabilidad, según este tipo de visión, está planteada en términos de la aceptación de la

6
Para mayores referencias ver Tomassini (1994) y Coppedge (1994)
7
Este análisis sobre el tema de la crisis de gobernabilidad por sobrecarga del Estado se basa en Offe (1990)

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gradualidad del cambio, es decir, de un importante grado de continuidad política, económica y social. Una
tercera condición, es la existencia de una coalición societal por el desarrollo y la democracia, que
proporcione el apoyo social mayoritario que es indispensable para lograr un desarrollo sostenido con
estabilidad en un sistema democrático. En este tipo de perspectiva, las decisiones societales deben
esperarse en la forma pensada desde "arriba", fortaleciendo la participación ciudadana, sí, lo cual no
significa que la propia sociedad cree sus espacios de participación, ya que no se consideran los acuerdos
societales propios e independientes que la gente pueda tomar. En todo caso, es quizás ésta una primera
aproximación que se reconoce como necesaria entre el Estado y la sociedad civil, para resolver el
problema de la gobernabilidad entre todos, por incorporarse al debate convencional ideas que permiten
resignificarlo.

La mayor limitación de la visión convencional, radica en restringir la expresión de la población


sobre cómo ésta quiere gobernarse a la modalidad de ciudadano-elector, lo cual limita los espacios para
que la gente pueda representar sus quejas y desacuerdos con las decisiones tomadas por el gobierno en la
satisfacción de sus necesidades. Es decir, la posibilidad de exigir, por parte de la población, que el
gobierno se responsabilice de su actuar, no se desarrolla completamente en esta visión, ya que la
gobernabilidad es entendida como una forma de ejercer el poder por parte de los gobernantes sin
vincularse a través de mecanismos concretos de la rendición de cuentas a la sociedad civil, más allá del
voto. Los mecanismos que se utilizan para la participación de la sociedad civil están establecidos a priori
en estas visiones, son limitados y no son reconocidas aquellas formas de participación, que constituyen
prácticas concretas de la gente, como las movilizaciones o los grupos informales que están fuera del
sistema político y que operan en la realidad como interacciones al interior de la sociedad civil, generando
demandas que al no pasar por el sistema político no constituyen problema para gobernar, quedando fuera
del análisis de las nociones menos incluyentes de gobernabilidad.

Dentro de las visiones convencionales, encontramos algunas variantes que intentan una
resignificación de la noción de gobernabilidad, para definirla como una relación no sólo de gobernantes a
gobernados, sino también a la inversa, pero, de todos modos, manteniendo una interacción que se dirige
desde "arriba" y que aún no incorpora a la gente con los acuerdos que al interior de la sociedad civil se
toman, es decir, considerando las prácticas de convivencia societal como modo de relacionarse entre la
propia gente.

Como ejemplo del relacionamiento societal, en Uruguay, en la década del setenta, se llegó a una
situación donde los partidos parecían más corporativas electorales que colectividades políticas, lo cual fue
producto del sistema de acumulación de votos que originó la multiplicación de sublemas y las listas al
interior de éstos. Los sublemas operaron en la escena política, muchas veces, como partidos, es decir,
como actores políticos autónomos, que como fracciones de partidos. Ello muestra que frecuentemente se
han desarrollado subculturas vigorosas, y sobre todo un cuerpo de ideas más o menos constantes a lo largo
del tiempo y relativamente diferenciales del resto. (Cosse, 1991). Es decir, como ocurre actualmente en
Ecuador, "la inconsistencia en los procesos de formación y producción de consenso es notorio al interior
de cada organización partidaria, evidenciándose la preminencia de mecanismos de agregación política más
fundados sobre identidades grupales, afinidades personales, ´intereses discretos`, en desmedro de la
conformación de identidades colectivas, universalizantes" (Echeverría, 1991, p.34).

Algunos autores, como Fernando Zumbado, intentan una resignificación de la noción de


gobernabilidad, planteando algunas preocupaciones respecto del tema. En primer lugar, aquellas que se
limitan a relevar los temas de eficiencia, predictibilidad, honestidad, transparencia y responsabilidad
(accountability) de la maquinaria gubernamental. En segundo término, las preocupaciones referidas a las
condiciones necesarias, y más amplias que las primeras, para que el Estado pueda manejar la sociedad en

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VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002

su conjunto, mejorando la eficiencia del poder ejecutivo. En tercer lugar, la preocupación de alcanzar
procesos de participación política y consensos para que el gobierno pueda cumplir en forma legítima,
estable y eficiente sus funciones básicas, dentro de un marco de diálogo continuo y amplio entre el
gobierno, la sociedad civil y el sector privado.

Otros autores, Garretón entre ellos, señalan que el problema de la gobernabilidad se plantea de
acuerdo a la naturaleza y situación de cada régimen político y cada configuración histórica de la sociedad,
por lo que al hablar de gobernabilidad se debe hablar de gobernabilidad democrática y no a secas, siendo
que ésta consiste estrictamente en cumplir su función de régimen político, visto como la mediación
institucional entre el Estado y la gente para resolver los problemas de quién y cómo se gobierna la
sociedad, cómo se define la ciudadanía y cómo se canalizan los conflictos y las demandas sociales. Por lo
tanto, la gobernabilidad democrática consiste en que la democracia resuelva esos problemas, a través de
principios y mecanismos que definen la especificidad de este régimen, y no se produzcan regresiones
autoritarias ni sean poderes fácticos los que asuman. De esta forma, cada sociedad tiene su propio
problema de gobernabilidad democrática no existiendo una fórmula de gobernabilidad igual para todas las
sociedades.

Manuel Antonio Garretón, señala que ésta enfrenta cuatro desafíos: la reforma del Estado, dirigida
a una modernización de éste con una burocracia más liviana, descentralizada y con un reentrenamiento de
los funcionarios estatales; representatividad, dimensión en la que se debe fortalecer el sistema de
descentralización de las autoridades locales y regionales y también se debe establecer canales entre los
partidos políticos y la clase política con la sociedad, con el objeto de asegurar que los nuevos temas y
conflictos sociales logren expresarse; la autonomía de los actores sociales, la cual consiste en un
reforzamiento de la sociedad civil, por medio del crecimiento, diversificación y fortalecimiento de los
actores sociales, lo que implicará un incremento de los niveles de participación y; el fortalecimiento del
régimen democrático y la política, asegurando la relevancia y la calidad de la democracia con el objeto de
evitar las regresiones autoritarias-militares.

Los autores Zumbado y Garretón, aunque no son los únicos ni los primeros, le otorgan una nueva
perspectiva a la gobernabilidad, agregando la dimensión de "rendición de cuentas" (accountability), lo que
permite enfrentar el tema de una manera más incluyente respecto de la participación de la gente en la toma
de decisiones, aunque se mantiene resabios convencionales que revelan aún una tendencia a entregar
"recomendaciones" estructuradas sobre cómo la sociedad "debe" gobernarse, no dejando que ésta actúe por
sí misma.

Visión No-Convencional.

Las nociones verticalistas, que utilizan fórmulas preestablecidas para dar solución a las necesidades
de la gente, son cuestionadas por una visiones explícitamente críticas a las premisas en que las visiones
convencionales se fundan, a los énfasis de sus prognosis, y a la manera misma en que las visiones
convencionales colocan el locus de la cuestión.

Estas visiones plantean pensar la gobernabilidad, en América Latina, reproblematizando de manera


frontal algunas nociones, tales como la democracia, la ciudadanía, "lo político", entre otras. Como señala
Amparo Menéndez-Carrión (1991) "Se trata también de pensar la gobernabilidad como cuestión relativa a
cómo producir poder"...y de "cómo puede la gente común acceder a la producción de mecanismos y
dispositivos de (a) control de los gobiernos y de todo agente de representación, y (b) de regulación
cotidiana de su convivencia".

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La base para resignificar nociones como "democracia" y "ciudadanía" y comprender la


gobernabilidad no sólo como ejercicio del poder, es replanteando "lo político". Una nueva visión de lo
político, permitirá el desarrollo de visiones que incorporen efectivamente a la población en la toma de
decisiones. No solamente "lo político" como "un conjunto de instituciones, grupos y procesos políticos,
caracterizados por un cierto grado de interdependencia recíproca" (Bobbio, 1988), sino desde una
perspectiva más amplia que involucre otras prácticas colectivas, que se producen al interior de la sociedad
y que tradicionalmente han sido consideradas como "no políticas", entendiendo a las prácticas societales
como políticas "cuando exhiben la característica básica de construir interacciones tanto horizontales (entre
la gente) cuanto verticales (entre la gente y el sistema político y sus agentes), referentes al proceso de toma
de decisiones sobre la distribución de valores y recursos en un contexto social concreto"(Menéndez-
Carrión, 1991). La resignificación de "lo político" nos es útil, cuanto la gobernabilidad se sustenta en la
relación entre la sociedad civil y el Estado, por lo tanto persigue que la sociedad en su conjunto (la suma
de Estado y sociedad civil) se articulen para la solución de las necesidades colectivas.

Por esta razón, la noción de ciudadanía, se debe resignificar al remitirse "a la consagración... del
principio de legítima participación de la gente en el proceso de búsqueda de incidencia en las decisiones
que les afectan... para plantear demandas e incidir en dicho proceso y, muy importante, para exigir y
obtener rendición de cuentas de quienes gobiernan en su nombre" (Menéndez-Carrión, 1991, p.82). Es
decir, como señala esta autora, pensar la ciudadanía como dispositivo clave de cambio social y como un
sistema de convivencia, en donde la ausencia de constitución vacía al sistema político y a la coexistencia
societal de responsabilidades compartidas y de imputabilidad, lo que constituiría un punto de entrada muy
importante para pensar la gobernabilidad desde la gente.

De tal modo, aparte de las visiones convencionales y verticalistas sobre la gobernabilidad, existen
otras que incluyen a la gente como actor-parte en el destino que las sociedades se darán a sí misma. Este es
el caso de la visión que plantea Amparo Menéndez-Carrión (1991), señalando algunas reflexiones básicas
para pensar en una gobernabilidad distinta, a través de su artículo "Para pensar la cuestión de la
gobernabilidad desde la ciudadanía. Dilemas, opciones y apuntes para un proyecto". Dos son las
advertencias que hace al lector en términos de rechazo a los diagnósticos y pronósticos que sugieren "qué
hacer" con respecto a la gobernabilidad y, segundo, su desacuerdo con aquellos planteamientos que
definen o sitúan la cuestión de la gobernabilidad fundamentalmente como un problema del tipo o forma de
régimen, o de eficiencia de la gestión gubernamental, o del tamaño del aparato del Estado, o de
revitalización de las economías, o de supresión de crisis coyunturales, o de los mecanismos para
profundizar o ampliar el desarrollo. En definitiva, dice la autora, de todos aquellos planteamientos que
llevan a los diagnósticos convencionales del problema y que impiden la producción de un proyecto
libertario desde y para las sociedades latinoamericanas.

La pregunta central, del texto antes mencionado, es cómo pensar en América Latina el tema de la
gobernabilidad y la ciudadanía como condición básica para la producción de democracia. Para responder a
ello, la autora invita a revisar y problematizar algunas nociones y temas. El comprender la gobernabilidad
como noción más incluyente, señala Menéndez-Carrión, no es sólo definirla desde la perspectiva del
desempeño gubernamental o como una cuestión de distribución o acceso al poder, sino también de pensar
esta noción en términos de cómo producir poder y cómo puede la gente común acceder a la producción de
mecanismos y dispositivos de regulación cotidiana de su convivencia y de control de poder de los
gobiernos y de los agentes de representación. Por ello, se debe incorporar, en el análisis del problema de la
gobernabilidad, el tema de la imputabilidad (accountability) de las élites gobernantes y de los agentes de
representación, es decir, la gobernabilidad como gestión de poder, acceso al poder y producción de poder
lleva al tema de la responsabilidad política y al dilema de cómo incorporar en los procesos políticos
mecanismos activables de imputabilidad de los gobiernos ante la gente común, dice la autora. Más

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importante aún, la autora sitúa el problema de la gobernabilidad democrática en tanto producción de


referentes culturales de una convivencia societal basada en la incorporación del conflicto y el disenso (de
visiones y de proyectos) como base para "reaprender a vivir juntos" (Menéndez-Carrión, 1997). En esta
autora encontramos un énfasis marcado en la cuestión de la convivencia societal democrática como
proyecto (cultural) de construcción "pendiente".

Para Nef (1992), la gobernabilidad debe entenderse como Governance, haciéndose notar la
relación desde una perspectiva vertical (entre gobernantes y gobernados), y una de tipo horizontal (entre la
misma gente). No sólo la gestión de los gobernantes sobre los gobernados, sino entre ellos, lo cual
significa que la gobernabilidad se remite a la noción de responsabilidad, donde existan mecanismos por
medio de los cuales los agentes del Estado y el gobierno den una "rendición de cuentas" respecto de su
gestión, a la población. Entonces, la crisis de la gobernabilidad en latinoamérica se da, en parte, por la
carencia de instrumentos que permitan demandar responsabilidades ante el gobierno. La falta de estos
instrumentos, significa que los canales de participación no son los adecuados para lograr este objetivo de
imputabilidad, por lo que la incidencia de la gente en la toma de decisiones es muy baja.

La gobernabilidad, para este autor, se refiere a los diferentes mecanismos para el control de las
sociedades más efectivo y que previenen los cambios del "status quo" desde "abajo". La gobernabilidad ha
sido formulada como una solución para la percibida "crisis de la democracia" producida por la sobre-
participación. La gobernabilidad se ve como un discurso contra-revolucionario levantado en directa
contradicción a la participación democrática y popular, porque se propone que la democracia debe ser
restringida a las demandas "responsables". En este sentido, la gobernabilidad no está sólo restringida a una
mirada de gobierno desde "arriba". Esto significa también que el Estado y las élites están centradas e
interesadas más con ser gobernadas que con una real capacidad para gobernar. A la inversa, plantea Nef, la
definición de gubernamentalidad mira al problema del gobierno como una representación insuficiente y
participación restrictiva en la toma de decisiones. A su vez, ve la participación, accesibilidad, equidad y
justicia no confrontadas a las esferas formales de "cosas públicas", como por ejemplo las elecciones, pero
en realidad requiere una expansión dentro del objetivo social y las esferas económicas. Igualmente, la
participación, accesibilidad, equidad y justicia, como expresión de los valores de la democracia, tampoco
están limitados por el dominio de las instituciones centrales del Estado ni de la imputabilidad de los
órganos que formulan las políticas, en esta visión.

Por su parte, Menéndez-Carrión (1991), propone adoptar la noción de democracia como un


referente, como un proyecto de producción pendiente, es decir, de nuevas formas de relacionamiento y
convivencia, más allá de la simple alternancia en el poder, sustentada en un etos ciudadano. A su vez, es
importante otorgar atención, señala la autora, a los problemas institucionales vinculados al sistema
político, es decir, la institucionalidad que conduce a la producción, establecimiento y fortalecimiento de
procedimientos políticos que den cabida a procesos de ciudadanización.

Por su parte, Nef dice: la gubernamentalidad, como una capacidad endógena para auto-gobernar, el
empoderamiento y la solución de problemas implican participación ciudadana en el manejo de sus propios
asuntos. Esta posición contrasta con las visiones verticalistas de estilos patrimoniales y burocráticos del
manejo de la organización como requerimientos "técnicos" para la "eficiencia", como señala Tomassini al
entregar un conjunto de "medidas" para hacer frente al problema de la gobernabilidad.

Uno de los aportes más interesantes de Nef a la reflexión del problema de la gobernabilidad, es la
distinción que hace de las nociones de Governance y de Governability. Luego de las transiciones a las
"democracias" en América Latina, el temor de que los golpes militares se produjeran se ha ido
desvaneciendo, más bien el temor está en los problemas de criminalidad, violencia, pobreza, entre otros,

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generándose una inseguridad en todas las esferas, tanto personal, económica y política, señala el autor, y
quizás esta inseguridad es la que ha provocado, fundamentalmente, la crisis de la gobernabilidad en
América Latina. Nef reconoce que las demandas de las personas exceden, muchas veces, la capacidad del
gobierno para dar solución inmediata a ellas, por lo tanto la noción de Governance constituirá la
"tecnología social" para resolver esos problemas y el gobierno, en el ejercicio del poder, va a constituir una
parte de la noción de Governance. La gubernamentalidad o Governance asume una relación dialéctica
entre fines y significados, donde políticas y tecnología (sociales entre otras) están interconectadas
profundamente. Es decir, la capacidad para gobernar -dice Nef- requiere de una habilidad intrínseca para
definir los fines y significados en el área donde los problemas descansan. El contenido del desarrollo aquí
está planteado en términos de propósitos, capacidades y oportunidades existentes en la comunidad misma
y no en términos de un procedimiento lineal y estandarizado, como definición de lo moderno. (Nef, 1992).

Finalmente, Menéndez-Carrión invita a la reflexión sobre la participación y la representación


políticas, donde considera importante subrayar la relevancia de la producción de una gobernabilidad
democrática a través de la representación y de los procesos que conducen a elegir e interpelar a los
representantes, en el nivel macro, y de las organizaciones inmediatas, como la comunidad, el barrio, los
sindicatos y asociaciones políticas, a nivel micro.

La importancia que, tanto Menéndez-Carrión como Nef, otorgan a la resignificación de las viejas
nociones de gobernabilidad y todas aquellas nociones que se hacen parte de este tema, como la ciudadanía,
la participación y lo político, entre otras, quiebran el esquema de gobernabilidad sólo como ejercicio del
poder y desempeño gubernamental, replanteando la noción de modo más incluyente, es decir,
incorporando a la gente en el ejercicio del poder y, al replantear las nociones de ciudadanía y participación,
la sociedad civil se convierte en el locus central de la gobernabilidad.

IV. CONCLUSIONES.

La utilidad que una revisión analítica de la literatura ha prestado para los efectos de este estudio,
está en mostrarnos, fundamentalmente, en qué momento se encuentra el "estado de la cuestión" respecto al
tema de la gobernabilidad. Desde la literatura se han detectado dos grandes enfoques sobre la noción de
gobernabilidad, aquellas de tipo convencionales, que ven la noción como el ejercicio del poder y las no-
convencionales, que reproblematizan nociones para ampliar el espacio público y "lo político"
incorporando a la gente común en la toma de decisiones políticas, bajo un nuevo concepto de ciudadanía.

De este análisis surgen elementos identificables como dilemas, los cuales se remiten,
principalmente, a significaciones restringidas sobre nociones como "lo político", la ciudadanía, la
participación y la relación, por consiguiente, entre el Estado y la sociedad civil. Entre los componentes de
ésta última, las visiones no-convencionales plantean, nuevos énfasis temáticos como la "rendición de
cuentas" (accountability) para exigir responsabilidad a los agentes gubernamentales y participar en la toma
de decisiones. Por su parte, la relevancia de la incidencia desde "abajo", en la gestión del poder, dentro de
la literatura convencional, no aporta como parte de un proyecto de gobernabilidad para las sociedades
latinoamericanas. Los límites de la gobernabilidad en esta visión están dados por el sistema político, como
aquel donde los partidos políticos canalizan las demandas de la sociedad frente al Estado, lo que impide
pensar en una gobernabilidad incluyen de todos los sectores y actividades, así como de los acuerdos
societales que la gente identifica como sus prácticas cotidianas de relacionamiento.

Por lo tanto, la literatura examinada se hace relevante por cuanto ha permitido enfrentarnos al
debate en que actualmente se encuentra el tema de la gobernabilidad y analizar las aproximaciones que de
él se desprenden. La utilidad por tanto de esta revisión de la literatura es abrir un espacio para replantear

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viejas nociones que entrampan la reflexión, en términos de comparar visiones que permitan ampliar y
difundir el debate de cómo las sociedades latinoamericanas se gobiernan. La idea legalista de la ciudadanía
en latinoamérica, como aquella basada en los ordenamientos jurídicos, nos han remitido a ver al ciudadano
como un simple elector de autoridades nacionales, en algunos casos, regionales y también locales, lo cual
ha restringido la posibilidad de pensar en un ciudadano distinto a un ciudadano-elector. Por consiguiente,
la participación ciudadana también se ha acotado convencionalmente a una participación de tipo electoral,
a través de la cual el contacto del común de la gente con las esferas de poder gubernamental es muy
limitado. Ello ha significado que la incidencia de la población latinoamericana en la toma de decisiones del
gobierno, por la vía electoral constituya una herramienta ineficaz para la gobernabilidad como una relación
que involucra estrechamente al Estado con la sociedad civil.

Los procesos de democratización implican asumir, en una visión más amplia que alcanzar
democracias formales, la incorporación de la gente en los procesos de toma de decisiones, lo que nos ha
llevado a analizar, a través de este estudio, cómo se entiende la gobernabilidad en el contexto
latinoamericano, para alcanzar una democracia incluyente, en términos de participación, no sólo electoral,
en el destino que las propias sociedades se establecen.

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RESEÑA BIOGRÁFICA

Alejandro Suárez Casanova, Administrador Público, Licenciado en Ciencia Política y Gestión Pública,
Universidad Central de Chile. Magister © en Estudios Internacionales, Universidad de Chile. Ha sido consultor
de Naciones Unidas en el Programa de Naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD/Chile) y en el Fondo de
Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNICEF). Profesor de Relaciones Internacionales.
Actualmente se desempeña como Secretario de Estudios de la Escuela de Ciencias Políticas y Administrativas de
la Universidad Central de Chile.
Dirección: Lord Cochrane 417, 4° piso, Santiago-Centro.
Teléfonos: (56-2) 389.51.12 / 389.51.13
Fax: (56-2) 389.51.19
E-mail: asuarez@gwtoe.ucentral.cl

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