Está en la página 1de 9

Los problemas agitación en los pasillos del Vaticano se había iniciado a principios de

julio de 1987, llegaban informes de las claras palabras del Arzobispo Marcel Lefebvre,
en su homilía durante la Misa de ordenaciones sacerdotales celebradas en Ecône el 29
de julio de 1987. La primera referencia fue la reunión en Asís de los líderes religiosos
unos pocos meses antes- un hecho que hasta el día de hoy todavía está en la memoria de
los "católicos tradicionalistas", ante este hecho Lefebvre declaró:

"La historia nunca ha visto al Papa convertir a sí mismo en una especie de guardián del
panteón de todas las religiones, como ya he traído a la mente, haciendo el mismo
pontífice del liberalismo.

Dejaré que alguien me diga si esta situación ha existido alguna vez en la Iglesia. ¿Qué
debemos hacer en la cara de esa realidad? Llorar, sin lugar a dudas. ¡Oh, nosotros
lloramos y nuestro corazón está roto y triste. Queremos dar nuestra vida, nuestra sangre,
para cambiar la situación. Pero la situación es tal, el trabajo que el Buen Dios ha puesto
en nuestras manos es tal, que frente a esta oscuridad de Roma, esta obstinación de las
autoridades romanas en su error, esta negativa a volver a la Verdad y la Tradición, me
parece que el buen Señor está pidiendo que la Iglesia continúe. Por ello, es probable que
yo, antes de hacer una reseña de mi vida al Buen Dios, realizaré algunas consagraciones
episcopales".

Por su parte el 18 de octubre de 1987 el diario New York Times incluyó la siguiente
noticia referente al Vaticano:

"El Vaticano anunció hoy planes para restablecer la situación jurídica del rebelde
Arzobispo francés y sus ilegales sacerdotes tradicionalistas, en un intento de reparar la
ruptura con una de sus voces más críticas. El Arzobispo francés Marcel Lefebvre, que
rechaza los cambios del Concilio Vaticano II y que ha acusado a Papa Juan Pablo II
de “blasfemia'', pasó una hora esta mañana con el principal exponente de la ortodoxia
del Papa, el Cardenal Joseph Ratzinger. Después, el Vaticano emitió una declaración
diciendo que Juan Pablo nombrar un representante personal para investigar el
Arzobispo de la orden sacerdotal y establecer nuevas reglamentaciones para la misma.

Un alto funcionario del Vaticano dijo: ‘No creo que nadie vaya a pedir al Arzobispo
que firme una hoja de papel diciendo que él acepta todos los documentos del Concilio
Vaticano, pero si las cosas proceden, es porque él no está ahí afuera diciendo lo que ha
venido diciendo hasta ahora. Antes de la plena aceptación y de una nueva situación
jurídica puede ser concedida a los sacerdotes del Arzobispo, el Vaticano debe
determinar si ellos entienden y aceptan plenamente las enseñanzas de la Iglesia, tal
como se definen en Roma’. Esto, a su vez puede depender de la voluntad del arzobispo
de pedir a su rebaño que obedezcan el Vaticano, una institución que él ha descrito
como dominado por una ‘liberal-masónica la mafia’”.

Para esta labor, el Papa Juan Pablo II eligió al Cardenal Édouard Gagnon, quien
comenzó sus visitas apostólicas a las casa de la FSSPX el 11 de noviembre de 1987,
concluyendo luego de un mes. A este tenor la FSSPX informó:

“La visita se inició el 11 de noviembre, en Ecône, y duró un mes entero. Después Mons.
Perl fue a nuestra escuela en Eguelshardt, nuestro convento en Saarbrucken, el Carmelo
en Quiévrain. El sábado, 21 de noviembre, llegó a San Nicolas de Chardonnet, en París,
y el cardenal llegó al día siguiente, aunque intencionalmente después de la Misa y,
luego juntos visitaron el Grupo Juvenil Francés, (MJCF), nuestra Universidad (Instituto
Universitario San Pío X), y se reunió un gran grupo de los sacerdotes tradicionalistas de
la región en París. El 24 de noviembre, llegaron a nuestra escuela en San Miguel de
Niherne, entonces la Casa Madre de las Hermanas de San Miguel en Brenne, y en el
cercano Carmelo en Ruffec, la Fraternidad de la Transfiguración del Padre Lecareux. En
Poitiers, participó en una reunión con muchos sacerdotes tradicionales de la zona,
incluido el P. Reynaud (el primer capellán de la MJCF), P. André (de la Asociación
Noël Pinot), P. Coache, la Fundación Dominica de Avrillé, la Fundación Benedictina
de monjas de Le Rafflay, las Pequeñas hermans de San Francisco, etc. Después de eso
ellos visitaron nuestra casa de retiro en Le Pointet, nuestro monasterio and escuela en
Unieux, el Monasterio Benedictino de Le Barroux, la Escuela Dominica de San Pré
(Brignoles), y el otro noviciado dominica y escuela de San José des Carmes, nuestra
iglesia en Marsella, nuestro priorato de Lyons y nuestra Principal Editorial Europea
(Fideliter). Luego otra reunión sacerdotal en Dijon, la escuela dominica de Pouilly, el
seminario del Santo Cura de Ars, y regresó a Ecône para la Fiesta de la Inmaculada
Concepción”.

En esta fiesta, e n1987, la visita del Cardenal Gagnon llegó a su fin, le dijo al entonces
Superior General, P. Schmidberger que sus impresiones eran positivas:

“... Quiero decir que nos ha golpeado en todo el mundo y por mantener una gran
admiración por la religiosidad de las personas, por la pertinencia y la importancia de
las obras, especialmente en lo que respecta a la catequesis, la educación y la
administración de los sacramentos. Desde luego, tenemos en nuestras manos todo lo
necesario para hacer un informe muy positivo”.

El Padre Schmidberger dirigió ese mismo día a toda la Sociedad una carta muy
esperanzadora donde afirmaba:

“Según su propias palabras (del Cardenal Gagnon), que ha tenido una excelente
impresión de los seminarios, escuelas, conventos, comunidades religiosas y de amistad,
así como de los fieles que se reúnen en torno a todas estas casas. Ahora tenemos que, en
las semanas y meses venideros, acompañar sus esfuerzos con nuestra ferviente oración”.

Luego de esta visita la Santa Sede se tomó un buen tiempo para analizar las impresiones
del Cardenal Gagnon. Por su parte Bernard Tissier de Mallerais, uno de los sacerdotes
consagrados obispos en junio sin la autorización del Santo Padre, recuerda la rápida
sucesión de acontecimientos en su biografía de Marcel Lefebvre:

“Por el 5 de enero de 1988, el informe de su Eminencia llegó al escritorio del Papa,


quien lo leyó inmediatamente. (...) [Lefebvre] había indicado al Cardenal Gagnon sus
tres ‘exigencias’: garantizar la independencia de los obispos diocesanos, la sociedad
debe tener el Superior General de su Ordinario, debería haber una comisión romana
presidido por un cardenal, pero todos sus miembros, incluido el Arzobispo Secretario
General, deben ser nombrados por el Superior General, y finalmente, debe haber tres
obispos incluido el Superior General (Propuesta de regularización, anexo a una carta al
Cardenal Gagnon, de fecha 21 de noviembre, 1987)”.
Un mes después de esto, es decir el 2 de febrero de 1988, el Arzobispo Marcel Lefebvre
volvió a platear una vez más la cuestión de la consagración de un sucesor y la
aprobación de la FSSPX, que llevó a la Santa Sede a actuar el año anterior. Así en una
entrevista con el diario francés Le Figaro (publicada el 4 de febrero de 1988) Lefebvre
señalaba que “si las cosas seguían siendo las misas, el se vería forzado a consagrar
obispos para garantizar la sucesión apostólica de la Fraternidad Sacerdotal”.

En esta entrevista Lefebvre estableció el día de las consagraciones: el 30 de junio.


Además del número de sacerdotes que serían obispo.

A finales de marzo de 1988, los rumores pobre la posible reconciliación entre la


FSSPX, encabezada por Mons. Lefebvre y la Santa Sede llegaron a niveles altos, no
sólo en Europa, sino en todo. Así, a inicios de abril, después de nueve meses de
conversaciones, el Papa nombró al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe, Cardenal Ratzinger, como el encargado de llevar a cabo las negociaciones de los
términos de la reconciliación. Esto fue reportado por The New Cork Times:

“El Papa Juan Pablo II personalmente dio hoy un paso en la disputa con uno de sus más
severos críticos, instando a los funcionarios del Vaticano para curar una fractura con el
ultraconservador Arzobispo Marcel Lefebvre, de Francia.

Seis meses después de que el Vaticano comenzó las negociaciones encaminadas al


restablecimiento del rebelde Arzobispo, Juan Pablo emitió una inusual declaración
pública ‘mi deseo es que estos esfuerzos deben continuar”. La declaración fue en forma
de una carta al cardenal Joseph Ratzinger, que está a cargo de las conversaciones”.

En el siguiente párrafo de la carta se ve claramente la voluntad del Papa Juan Pablo II


por llegar a un acuerdo con el Arzobispo Lefebvre:

“La necesidad de distinguir lo que auténticamente ‘edifica’ la Iglesia, de lo que la


destruye, en este período (después del Concilio) necesita en particular de nuestro
servicio con respecto a toda la comunidad de los fieles.

La Congregación para la Doctrina de la Fe tiene, en el ámbito de este ministerio, un


papel clave, como los documentos sobre asuntos de la fe y la moral que su dicasterio ha
publicado en los últimos años han venido mostrando. Entre los temas de los que la
Congregación para la Doctrina de la Fe ha tenido que hacer frente en los últimos
tiempos se incluyen los problemas relacionados con la Fraternidad de Pío X, fundada y
guiado por el Arzobispo Lefebvre M.

Su Eminencia es muy consciente de la cantidad de esfuerzos que la Sede Apostólica ha


hecho, desde el comienzo de la existencia de la ‘Fraternidad’, a fin de garantizar la
unidad eclesial en relación con su actividad. El último de esos esfuerzos fue la visita
canónica hecha por el Cardenal E. Gagnon. Usted, Señor Cardenal, se ha usted mismo
de una manera particular en este asunto, como también a su predecesor de venerable
memoria, el Cardenal F. Šeper. Todo lo que la Sede Apostólica, que se encuentra en
constante contacto con los interesados y de la Conferencia Episcopal, hace tiene por
objeto el mismo fin: que también en este caso las palabras pronunciadas por el Señor en
la oración sacerdotal, por la unidad de todos sus discípulos y seguidores, podrán ser
cumplidas…
Por todo ello, me permito confirmarle a usted, Señor Cardenal, mi deseo de que tales
esfuerzos pueden proceder: nosotros no dejamos de esperar que - bajo la protección de
la Madre de la Iglesia – ellos puedan dar frutos para la gloria de Dios y para la salvación
de los hombres.
En la caridad fraterna.
Desde el Vaticano, 8 de abril, en el año 1988, la décima parte de la Pontificia
IOANNES PAULUS PP II”

También el Cardenal Ratzinger escribió una carta al Arzobispo Lefebvre que fue
enviada el 18 de marzo, donde decía que con nombramiento de dos expertos por parte
del Arzobispo, podrían reunirse en Roma a principios de abril.

Tres días después de que la carta del Papa se hizo pública, una comisión informal se
reunió en Roma: los Padres Patrice Laroche y Bernard Tissier de Mallerais, elegido por
Lefebvre, y los padres Tarcisio Bertone SDB, y Fernando Ocariz (Opus Dei), elegido
por el Cardenal, con el P. Benoît Duroux, OP, como moderador y bajo la presidencia del
propio Ratzinger.

Sobre esta reunión, el futuro obispo Tissier de Mallerais, recuerda:

“La reunión, celebrada el 12 de abril y 13, cerca del Santo Oficio, dio lugar a una
declaración de cinco puntos. Tras añadir algunas correcciones el 4 de mayo, el
Arzobispo Lefebvre decidiría que podía firmarla, ya que se le permitió hablar de
‘algunos puntos del Concilio y de la reforma de la liturgia y de Derecho Canónico que
le parece difícil de conciliar con la tradición’”.

Esta declaración fue el famoso Protocolo del 5 de mayo de 1988, de los cuales creo que
los principales puntos son los siguientes:

Primero: La “Comisión Romana”:

“Una comisión para coordinar las relaciones con los diferentes Dicasterios y obispos
diocesanos; así como para resolver los eventuales problemas y controversias, se
constituirá a través del cuidado de la Santa Sede, y será habilitado con las facultades
necesarias para hacer frente a las preguntas que se indica más arriba (por ejemplo la
implantación de un lugar de culto, a petición de los fieles, donde no hay cada de la
‘Sociedad’, ad mentem can.683, par.2)”

Segundo: La muy importante cuestión de la consagración de un Obispo elegido por le


Papa de los miembros de la sociedad presentados por el Arzobispo Lefebvre:

“Pero por razones prácticas y psicológicas, la consagración de un miembro de la


Sociedad como obispo parece útil. Este es el por qué, en el contexto de la solución
doctrinal y canónica de reconciliación, le sugerimos al Santo Padre que se nombre un
obispo elegido entre los miembros de la Sociedad, presentado por el Arzobispo
Lefebvre”.

La situación del Lefebvre parece que se aproxima a una nueva, al parecer de solución.
Así el 5 de mayo de 1988, el fundador de la FSSPX recibió en la Casa de la Fraternidad
de Albano Laziale (cerca de Castel Gandolfo) el texto final del Protocolo que le enviaba
el Cardenal Ratzinger. Eran las 4:30 p.m. cuando el ya mayor Arzobispo firmaba el
texto.
Mons. Tissier (uno de los cuatro consagrados sin autorización) describe la escena:

“Su rostro expresa (expresó) perfectamente los sentimientos que se apoderan de él:
‘satisfacción verdadera’, como él escribiría a Ratzinger. Casi en silencio habló con las
hermanas en el convento Cenáculo (de las Discípulas del Cenáculo, en Velletri, cerca de
Albano) a las 3 p.m.: “Si Don Putti (P. Francesco Maria Putti, un sacerdote romano
tradicional y espiritual hijo de Padre Pío, quien guió y formó a las hermanas hasta su
muerte en 1984) estuviera aquí, ¿qué diría? ‘Su Gracia, dónde está yendo? ¿Qué está
haciendo?’”.

Esa noche, tal vez la más larga en de su vida, Lefebvre no durmió. A la mañana
siguiente, luego de la Misa, envió una carta al Cardenal con un ultimátum: la fecha
límite del 30 de junio de 1988, mencionado en uno de sus anteriores cartas
intercambiadas en las negociaciones es aún válida: El texto de la carta decía:

“Ayer fue una real satisfacción poner mi firma en el Protocolo redactado durante los
últimos días. Sin embargo, usted mismo ha sido testigo de mi profunda decepción a la
lectura de la carta, que usted me envió, con la respuesta del Santo Padre en relación a
las consagraciones episcopales.

Prácticamente, el aplazamiento de las consagraciones episcopales a una fecha


indeterminada más tarde sería la cuarta vez que se han sido pospuestas. La fecha del 30
de junio se indica claramente en mis cartas anteriores como la última posible.

Ya he dado un expediente de los candidatos. Hay todavía dos meses para que hacer el
mandato.

Con las circunstancias particulares de esta propuesta, el Santo Padre puede muy bien
acortar el procedimiento, a fin de que el mandato sea comunicado a nosotros a mediados
de junio.

En caso de que la respuesta sea negativa, me encuentro a mí mismo obligado en


conciencia a proceder con las consagraciones, basándose en el consentimiento dado por
la Santa Sede en el Protocolo para la consagración de un obispo, miembro de la
Sociedad.

Las reticencias expresadas sobre el tema de la consagración episcopal de un miembro de


la Sociedad, ya sea por escrito o por medio de la palabra de la boca, me da motivos para
temer retrasos. Todo está preparado para la ceremonia del 30 de junio: reservas
hoteleras, transporte, alquiler de una gran carpa para albergar la ceremonia.

La decepción de nuestros sacerdotes y fieles se extrema. Todos ellos la esperan que esta
consagración sea realizada con el acuerdo de la Santa Sede, pero ya están
decepcionados por los anteriores retrasos, y ellos no podrían entender que yo acepte una
nueva demora. Ellos son conscientes y, sobre todo, deseosos de tener verdaderamente
obispos católicos que les transmitan la verdadera fe, y les comuniquen en un camino
que es concerniente a la gracia de la salvación a la que aspiran para ellos y para sus
hijos.

Con la esperanza de que esta solicitud no será un obstáculo insuperable para la


reconciliación en el proceso, por favor, Eminencia, acepte mis respetuosos y fraternales
sentimientos en Cristo y María.

+ Marcel Lefebvre

Al recibir la carta, el Cardenal Ratzinger cancela de inmediato la publicación del


comunicado que había sido preparado – en el que explica a los medios de comunicación
seculares lo que estaba sucediendo. Antes de eso, Ratzinger escribe una nota a Lefebvre
pidiéndoles que reconsidere su posición:

“He leído atentamente la carta, que usted me acaba de dirigir, en la que usted me dice
sus intenciones en relación con la consagración episcopal de un miembro de la Sociedad
el 30 de junio próximo.

Dado que estas intenciones están en gran contraste con lo que ha sido aceptado durante
nuestro diálogo el 4 de mayo, y que ha sido firmado en el Protocolo de ayer, quiero
informarle que la noticia del comunicado de prensa tiene que ser aplazado.

Yo deseo sinceramente que reconsidere su posición en conformidad con los resultados


del diálogo, a fin de que el comunicado pueda ser publicado.

En esta esperanza, por favor, Excelencia

Joseph Cardenal Ratzinger.

Un día después, la noche del 6 de mayo el Arzobispo regresó rápidamente a Ecône, y el


10 de mayo reunió a la mayoría de sus sacerdotes en Europa Saint-Nicolas du
Chardonnet (Paris), y explicó la situación como estaba entonces:

“Padre Manuel de Chalard brought la carta (del Cardenal Ratzinger) dirigida a mí en


Ecône el domingo por la mañana. Yo le dije, ‘Dile al Secretario del Cardenal que para
mí todo se acabó. Yo no estoy cambiando la fecha de 30 de junio. Es la última fecha.
Siento mi fortaleza disminuyendo. Tengo dificultad para viajar en auto. Creo que sería
poner en peligro la continuación de la Sociedad y los seminarios si no realizo estas
consagraciones’. Creo que estarán de acuerdo a esa fecha. Ellos están muy ansiosos de
esta reconciliación”.

Tissier describe los acontecimientos ocurridos los últimos días de mayo:

“El 17 de mayo, Ratzinger escribió a Lefebvre: “una carta al Santo Padre


‘humildemente pidiendo’ la reconciliación y el perdón sería bienvenida: la petición de
un obispo de la Fraternidad podría plantearse ‘sin exigir ninguna fecha’”. No sólo hizo
(Lefebvre) subrayar que el 30 de junio fue el plazo para asegurar “su sucesión”, sino
que también considera que es necesario contar con varios obispos. El 23 de mayo, se fue
a Roma.
En Roma, el 24 de mayo, el Arzobispo, dio al Cardenal última petición: ‘Antes de 1 de
junio, hágame saber las intenciones de la Santa Sede en lo que respecta a las
consagración de tres obispos previsto para el 30 de junio... Como he escrito al Papa, un
obispo por sí solo no será suficiente para el apostolado’. ... Juan Pablo II respondió a
través del Cardenal el 30 de mayo: ... como para los obispos, ‘el Santo Padre está
dispuesto a nombrar a un obispo de la Fraternidad... la consagración de tal forma que
podría tener lugar antes del 15 de agosto”.

Contactado, el Superior General de la Fraternidad, P. Franz Schmidberger, que estaba


en América, llegó a Roma. El mismo día, 30 de mayo, en el convento de la Fraternidad
de Notre Dame de Pointet (en Broût-Vernet, cerca de Vichy), Lefebvre reunió a los
representantes de la Fraternidad y de todas las comunidades amigas que se verían
afectadas por su decisión, incluido Dom. Gérard Calvet de Le Barroux y varias
hermanas. Muchos de los presentes estaban a favor del acuerdo, pero hubieron muchos,
la mayoría en contra. En la fiesta del Corpus Christi, 2 de junio, Lefebvre escribió su
última carta al Papa:

2 de junio de 1988

Santísimo Padre,

Las conversaciones y reuniones con el Cardenal Ratzinger y sus colaboradores, a pesar


de que tuvieron lugar en una atmósfera de cortesía y caridad, convencidos de que el
momento para un franco y eficaz diálogo entre nosotros no ha llegado todavía.

En efecto, si el cristiano ordinario está autorizado a pedir a la Iglesia autoridades


competentes para preservar para él la fe de su bautismo, ¿cuánto más cierto es para los
sacerdotes, religiosos y monjas?

Es para mantener la fe de nuestro Bautismo intacto que hemos tenido que resistir el
espíritu del Concilio Vaticano II y las reformas inspiradas por él.

El falso ecumenismo, que está en el origen de todas las innovaciones del Concilio en la
liturgia, en la nueva relación entre la Iglesia y del mundo, en la concepción de la misma
Iglesia, está llevando a la a su ruina y a los católicos a la apostasía.

Ser radicalmente opuesto a la destrucción de nuestra Fe y determinada a permanecer


dentro de la doctrina tradicional y la disciplina de la Iglesia, especialmente en lo que
respecta a la formación de sacerdotes y la vida religiosa, nos encontramos en la absoluta
necesidad de contar con autoridades eclesiásticas que cubran nuestras preocupaciones y
nos ayuden a protegernos contra el espíritu del Concilio Vaticano II y el espíritu de
Asís.

Por eso estamos pidiendo varios obispos elegidos dentro de la Tradición Católica, y
para una mayoría de los miembros de la proyectada Comisión de la Tradición Romana,
con el fin de protegernos contra cualquier compromiso.

Habida cuenta de la negativa a considerar nuestras peticiones, y que es evidente que el


objetivo de esta reconciliación no es en absoluto lo mismo en los ojos de la Santa Sede
como en nuestros ojos, creemos que es preferible esperar a épocas más propicias para el
retorno de Roma a la Tradición. Es por eso que nosotros nos daremos los medios para
llevar a cabo la labor que la Providencia nos ha confiado, siendo asegurada por Su
Eminencia el Cardenal Ratzinger en su carta de 30 de mayo que la consagración
episcopal no es contraria a la voluntad de la Santa Sede, ya que se concedido para 15 de
agosto.

Vamos a continuar rezando por Roma moderna, infestadas con el modernismo, para que
vuelva a ser vez más Roma Católica y redescubra sus dos mil años de Tradición.
Entonces el problema de nuestra reconciliación no tendrá ninguna otra razón de existir y
la Iglesia podrá experimentar una nueva juventud.

Sea muy bueno, Santísimo Padre, en cuanto a aceptar la expresión de mis más
respetuosos y filiales sentimientos en Jesús y María.

+ Marcel Lefebvre

En medio de este contexto, el 9 de junio, el Papa Juan Pablo le escribió y llamó a su


plan de “un acto cismático”. El secretario del cardenal se reunió con el Arzobispo en
Ecône al día siguiente, sin embargo, la larga reunión que tuvieron fue infructuosa. El 13
de junio, Lefebvre se habían establecido los nombres de los cuatro sacerdotes que serían
consagrados obispos el 30 de junio: Bernard Fellay (Ecónomo General de la
Fraternidad), Alfonso de Galarreta (Superior del Distrito Sur de América), Bernard
Tissier de Mallerais (Secretario General de la Fraternidad), y Richard Williamson
(Rector del Seminario de América del Norte).

El 15 de junio, el Lefebvre celebró una conferencia de prensa en Ecône, donde anunció


las próximas consagraciones para el 30 de junio – y las noticias, ocultas a los ojos
públicos desde principios de mayo, se propagaron rápidamente. Todos los principales
diarios incluyeron en su edición del 16 de junio el impresionante anuncio, así da cuenta
de ello The Washington Post:

“El Arzobispo Marcel Lefebvre, anunció ayer que va a consagrar a cuatro de sus
seguidores como obispos el 30 de junio, sin autoridad papal, amenazando la primera
división en la Iglesia Católica Romana en 118 años. El Arzobispo tradicionalista de 82
años de edad dijo que puede “no confiar en Roma”.

Mons. Henry Schwery, Presidente de la Conferencia Suiza de Obispos, ha dicho eso es


una violación a la disciplina con lo que formalizar un cisma”.

Al día siguiente de estas publicaciones el Prefecto de la Congregación para los Obispo,


Bernardin Gantin, envió una Moción Canónica que decía:

“Desde el 15 de junio de 1988 usted declaró su intención de ordenar a cuatro sacerdotes


para el episcopado sin haber obtenido el mandato del Sumo Pontífice según lo dispuesto
en el canon 1013 del Código de Derecho Canónico, Yo mismo le doy esta advertencia
canónica pública, confirmando que si usted llevar a cabo su intención como se ha
señalado anteriormente, usted mismo y también los obispos ordenados por usted
incurren ipso facto en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica, de
conformidad con el canon 1382”.

Por otro lado el 25 de junio, Lefebvre recibió al obispo emérito de Campos, Brasil,
Antonio de Castro Mayer, que había sido invitado por él a ser el co-consagrante. En la
fiesta de los Santos Pedro y Pablo, 29 de junio de 1988, Lefebvre celebra de forma
regular las ordenaciones sacerdotales, en la tarde anterior, en Roma, durante el secreto
consistorio para la creación de cardenales, el Papa Juan Pablo declaró en su discurso:

“Estamos muy afectados por la noticia, ya muy conocida por todos ustedes, que uno de
nuestros hermanos en el Episcopado, después de varios años en que se había negado la
obediencia debida a la Santa Sede y, afectado por la sanción de suspensión, parecía estar
a punto de pedir un acuerdo, en breve avanzar en la ordenación de Obispos sin el
mandato apostólico, y por lo tanto romper con la unidad de la Iglesia, en una peligrosa
situación de cisma. Porque ahora parece que ni la voluntad ni el propósito de este
nuestro hermano puede revertirse más, no podemos hacer otra que invocar la bondad de
nuestro Salvador, para que pueda iluminar a los que, al mismo tiempo de defender la
verdadera doctrina de la fe contra su deformación, abandonan la comunión con el
Sucesor de Pedro, y están dispuestos a separarse de la unidad del rebaño de Cristo,
confiado al Apóstol Pedro. Le pedimos y exhortamos de todo corazón a permanecer en
la casa del Padre, y comprender que toda la verdad de la fe y todo modo correcto de
vida encuentran su lugar en la Iglesia y que nada queda en pie en ella de lo que es
contrario a la fe”.

Tras la consagración de los cuatro obispos sin la autorización de la Santa Sede,


incurriendo en la excomunión latae sentenciae, el jueves, 30 de junio de 1988, la FSSPX
ha ido desmembrándose en el deseo de muchos sacerdotes de volver a la comunión con
la Santa Sede. Así muchas personas y grupos que han renunciado a su actitud cismática,
entre ellos está el Instituto el Buen Pastor y la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro.
Ambos mantienen el rito tradicional o extraordinario como su modo “ordinario” de
celebrar la liturgia.

También podría gustarte