Caminaban por un camino de tierra. Creo que en la distancia se
reconocieron porque sus rostros cambiaron radicalmente. Una pensó llorar, la otra pensó reír. Ambas sabían que había pasado mucho tiempo desde que no se veían. Eran muy niñas o muy señorita , diría alguna de ellas. Estaban anonadadas, una se preocupaba por intentar contarle de su vida. La otra intentaba contarle de su reencuentro. Ambas no dijeron nada. No podían.
Solo el hmmmmm, hmmh, de los labios cerrados bailaba en el aire. Era
como una melodía para sordos por mudos.
Estaban tristes, pero ambas lo reconocieron, cuando el hambre las
ataco y la carne no estuvo a su disposición sus labios crearon el perfecto relleno para unas frituras, que en su familia tuvieron un éxito rotundo.
Ambas se miraron, tristemente. Se dieron las manos y pensaron: la
próxima vez no habrá saludo, porque si el hambre regresa lo que sigue son las manos.