Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Vanguardia.es
HTTP://WWW.LAVANGUARDIA.ES/OPINION/ARTICULOS/20110123/54105053431/ASI-EMPEZO-EL-
CAFE-PARA-TODOS.HTML
OPINIÓN
–No sé qué decirle, Excelencia– respondió Adolfo Suárez González con su perenne
sonrisa de joven promesa del Régimen.
Franco ni se inmutó, como era habitual en él, pero dejó escapar un breve susurro:
“Venga a verme...”.
Al cabo de unas semanas, Suárez insistía ante el Generalísimo en el papel que podía
tener Segovia en la descongestión de Madrid y obtenía una nota dirigida a Laureano
López Rodó, a la sazón ministro comisario del II Plan de Desarrollo, para que fuese
calificada como provincia de “acción especial”.
La anécdota es rigurosamente cierta y está extraída del libro 'Adolfo Suárez, ambición
y destino' (Debate, 2009), del periodista Gregorio Morán, sin duda la mejor biografía
que se ha escrito (en 1979, revisada posteriormente) sobre el hombre que conservaba
las claves decisivas de la transición en una memoria hoy imposible de descriptar.
Adolfo Suárez tuvo siempre una gran voluntad de poder. Y dispuso de una habilidad
innata para captar el pálpito de un país que había dejado de pasar hambre y
comenzaba a intuir horizontes de mejora.
“¡No vamos a ser menos!”. En el gobierno civil de Segovia nació la filosofía profunda
del café para todos.
El Rey estaba a favor de ese planteamiento, sin duda inspirado desde la lejanía por
Fernández Miranda. Lo cuenta el periodista Abel Hernández en un libro de reciente
aparición sobre las relaciones entre el Monarca y el primer presidente de la
democracia ('Suárez y el Rey, Espasa', 2009). Cronista de 'Informaciones' y
posteriormente director del diario católico Ya, amigo de Suárez y bien considerado en
el entorno del Rey, Hernández ha escrito un libro amable, que en la página 126 afirma
lo siguiente: “El Rey prefería que en vez de la España autonómica y el café para todos
se procediera a una descentralización administrativa, una especie de mancomunidad
de diputaciones, con la excepción del País Vasco y Catalunya, a los que no había más
remedio que darles autonomía. Pero el monarca se plegó también en esto a la
voluntad general, después de no pocos contactos con unos y con otros y largas
conversaciones con el presidente, no siempre de guante blanco”.
“Excelencia, no vamos a ser menos”. Suárez, ágil y sinuoso, tenía buen olfato para el
pálpito de la España desarrollista y, por si le fallaba la nariz, en 1977 –meses después
de la comida en Casa Gades– nombró ministro adjunto para las Regiones a un
catedrático andaluz que tampoco quería ser menos. Manuel Clavero Arévalo: el
inventor de la cafetera. El profesor Clavero no formaba parte de la Empresa, nombre
coloquial con el que se conocía al principal núcleo dirigente de la UCD, pero Suárez le
respetaba. Había sido profesor suyo de Derecho Administrativo en la Universidad de
Salamanca (también lo fue de Felipe González en Sevilla). Miquel Roca, ponente
constitucional de la Minoría Catalana e introductor del término nacionalidades en el
controvertido artículo dos, le asigna un papel clave en la generalización del proceso
autonómico. “Con todos mis respetos para Otero Novas, debo decir en este asunto
quien más influyó fue Clavero, hasta el punto de romper con la propia UCD por la
cuestión de Andalucía en 1980”.
José Luis Rodríguez Zapatero prometió lo que prometió en el 2003, abriendo un nuevo
y compulsivo proceso de emulación (“No vamos a ser menos”); atrapado ahora por
una crisis económica cuya brutal magnitud pocos previeron. El café se está volviendo
amargo y España sabe que deberá ser replanteada. ¿Constitución de Gades?