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Al conversar ella hablaba con el corazón en su mano, casi como un rito religioso antes de

relacionarse con otro ser humano, sacaba su corazón y lo sostenía en su mano, ella decía que era
porque el corazón no tiene lenguas para mentir ni oídos para ser engañado. Y ella era una mujer
como cualquier otra. El hecho es que yo me hice de su costumbre, y desenterraba el corazón de mi
cuerpo y lo llevaba ante la vida sobre mi mano, como se llevan los corazones, sin miedo. Y yo era
un hombre como cualquier otro. El hecho es que un día, por distracción de momento, se nos
perdieron nuestros corazones. Y los buscamos, los buscamos, cavamos cielos enteros sin
encontrarlos, desnudamos estrellas en vano, y los buscamos donde suelen esconderse los corazones.
En vano. El hecho es que un día los encontramos, habían estado en la vida, eso nos dijeron y
lloraban, pero no eran lágrimas las que les caían, no eran lágrimas, era algo más denso, eran como
nudos del alma, no eran lágrimas, era tristeza, y pedían algo, pedían verdad y lloraban. Nosotros los
abrazábamos sin saber muy bien qué hacer. Ellos se consolaban hablándole a la luna y le dibujaban
mariposas que se escondían en el mar y las mariposas salían de noche a caminar, se ponían sus
zapatitos de algodón y sus sombreros de lord y caminaban como lo hacen las mariposas, sin querer
llegar, o al menos sin saber hacia dónde, y tropezaban perdidas, y buscaban un nuevo camino y de
nuevo parecían tropezar, sin querer llegar, perdidas…Nuestros corazones se calmaban mirando a las
mariposas, y les decían que no hay por qué preocuparse, no hay por qué preocuparse, que uno se
entera hacia dónde va, cuando de improvisto, de golpe, uno llega y que…y que no es necesario
saber mientras perdido se camina hacia donde se va…porque aunque por más que se obstine el
invierno….la primavera siempre llegará puntual. La primavera siempre llegara puntual. A nosotros
se nos llenaba el pecho de un orgullo de padres, eran como nuestros hijos. Y nos pedían que les
contáramos historias de mariposas, de estrellas verdes que iban a dar a la mar, nos pedían que de
alguna forma, como pudiéramos, les hiciéramos olvidar lo que las personas llamaban vida, a eso
que los adultos le llaman realidad. Y nosotros les hablábamos de tribus de estrellas con patas que
habitaban tierras azules en donde eran los perros los que tenían la verdad. Ellos reían alegres como
si con sus ojitos soñaran esas tierras azules. Luego dormían, y se iban en sus sueños a dar a tiempos
perdidos. Soñaban épocas pasadas en donde todos andaban con sus corazones en las manos. Y en
esos tiempos, en esos tiempos que sueñan los corazones, todo era más simple, más hermoso, las
personas se daban cuenta que los corazones tienen un acuerdo común, que para todos lo
fundamental es una cosa, y como los corazones no tienen lenguas, no se podían andar con mentiras,
y el hecho es que todos los corazones buscaban lo mismo, buscaban lo mismo. Pero ocurrió que las
personas que llevaban los corazones, crecieron, ellos decían que maduraban, algo así, el hecho es
que tenían que irse a vivir a eso que llamaban realidad, y ocurrió que los corazones y las personas
que los llevaban en sus manos fueron apartados del resto, se les hacía a un lado y se burlaban de
ellos, porque la gente de la realidad decía que no seguían las reglas del juego, que no se puede andar
con el corazón en la mano, que eso de la verdad es bonito, pero que no se adapta a la realidad, que
las cosas son así. Ocurrió entonces, que a medida que fueron creciendo, madurando, las personas
tenían que guardarse el corazón en el pecho. Y desde ahí que los corazones se esconden en el pecho,
pero antes se llevaban en la mano, se llevaban en la mano. Y los corazones son como unos niños
que en el fondo del pecho nos miran y miran la vida pidiendo verdad. Y miran la vida pidiendo
verdad.

C.S

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