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Teoría marxista de la alienación

La teoría marxista de la alienación en la filosofía marxista es la interpretación ideológica


de esta sobre el concepto psicológico y sociológico de alienación en los relatos de trabajo,
porque el trabajador en el capitalismo no es considerado como persona, sino como
cualquier cosa equivalente a una cierta cantidad de dinero y utilizable para la multiplicación
del dinero mismo.

Marx, quien es deudor de la filosofía hegeliana, toma el término y lo aplica a la


materialidad; en concreto a la explotación del proletariado y a las relaciones de propiedad
privada. En su enfoque desde el marxismo al proceso de alienación, denominó alienación a
las distorsiones que causaba la estructura de la sociedad capitalista en la naturaleza humana.
Aunque era el actor el que padecía la alienación en la sociedad capitalista, Marx centró su
análisis en las estructuras del capitalismo que causaban tal alienación.

Actualmente, como la mayoría de los conceptos filosóficos e instituciones sociales, la


alienación -como categoría analítica- se encuentra en una crisis teórica debido a las
profundas transformaciones sociales que han dado paso a la sociedad posmoderna. El
desarrollo de la sociedad ha complicado el análisis de los mecanismos sociales de
alienación dirigiéndolos hacia nuevas y más sútiles formas que precisan de ser estudiadas.

La alienación o contradicción
En su teoría de la alienación Karl Marx, que en distintas obras, sobre todo en sus
Manuscritos económico-filosóficos (1844), analizó con suma profundidad el problema de la
alienación, parte de que ésta caracteriza las contradicciones de un determinado nivel de
desarrollo de la sociedad. Relaciona la alienación con la existencia de la propiedad privada
y de la división antagónica del trabajo. Entendida de este modo, la alienación abarca toda la
actividad humana, pues cada tipo de dicha actividad se convierte en monopolio de un grupo
aislado de personas, cuyo hacer es extraño a todos los demás miembros de la sociedad. es
muy importante ademas saber que marx creo una entraña a la filosofia en los años de 1805-
1809 en los cuales escribio obras que describian la realidad humana de el hombre. En sus
obras clásicas de las décadas de 1850 y 1860, Marx sustituye la categoría de alienación, que
figuraba en sus primeros trabajos, por todo un sistema de conceptos, entre los cuales la
alienación también aparece como característica concreta de las relaciones de producción del
capitalismo.

Componentes
El concepto marxista de alienación incluye cuatro componentes:

• En la sociedad capitalista, los trabajadores están alienados de su actividad


productiva. Los trabajadores no trabajan para sí mismos, para satisfacer sus propias
necesidades, sino que trabajan para unos capitalistas que les pagan un salario de
subsistencia a cambio del derecho a utilizarlos en lo que deseen. Trabajadores y
capitalistas creen que el pago de un salario significa que la actividad productiva
pertenece al capitalista, por lo que los trabajadores están alienados respecto a su
actividad. Así, la actividad productiva se reduce únicamente a ganar el suficiente
dinero para sobrevivir.

• Los trabajadores están alienados no sólo respecto de las actividades productivas,


sino también del objeto de esas actividades: el producto (ya que éste no pertenece a
los trabajadores y no pueden utilizarlo para satisfacer sus necesidades primarias). El
producto, como el proceso de producción, pertenece a los capitalistas, que pueden
usarlo como deseen, vendiéndolo generalmente para su beneficio. Así, los
trabajadores no tienen una percepción correcta de lo que producen, y menos aún en
largas cadenas de producción.

• En el capitalismo los trabajadores están alienados de sus compañeros de trabajo. El


capitalismo destruye la cooperación natural, produciendo una sensación de soledad.
Por otro lado, el capitalista enfrenta a los trabajadores entre sí para detectar cual de
ellos produce más, trabaja más rápidamente y agrada más al jefe, generando
hostilidad entre los compañeros de trabajo.

• En la sociedad capitalista los trabajadores están alienados de su propio potencial


humano. Los individuos cada vez se realizan menos como seres humanos y quedan
reducidos al papel de bestias de carga o máquinas inhumanas. La conciencia se
entumece, y el resultado es una masa de personas incapaces de expresar sus
capacidades específicamente humanas, una masa de trabajadores alienados.

Críticas
La teoría marxista de la alienación es atacada por los partidarios de la economía de
mercado, generalmente bajo los siguiente argumentos socioeconómicos:

1. La necesidad de trabajar afecta a todos los seres humanos como una condición del
mundo, un fruto de la escasez, y no una condición del capitalismo. Se busca primero
satisfacer la necesidad de supervivencia, luego el trabajo ha ido sofisticándose,
básicamente por la multiplicación de necesidades y la intensificación de las
relaciones humanas, origen del comercio.
2. Es necesaria la acumulación de capital, como un paso más en la sofisticación y
multiplicación de las necesidades que por su naturaleza no pueden satisfacerse
produciendo bienes o servicios simples, para afrontar procesos productivos más
largos, y la división del trabajo dentro de esa misma unidad de trabajo.
3. El trabajo no es necesariamente un lugar de recreo, antes al contrario; en principio
sirve para ganar dinero que le será útil al individuo para satisfacer otras necesidades,
propias o ajenas. No todos nos autorrealizamos con las mismas actividades, ni todos
nos autorrealizamos dentro del trabajo, porque el trabajo es un medio para conseguir
otros asuntos.
Teoría marxista

Marx trata del problema de empleo a partir del análisis del proceso de
acumulación capitalista. La acumulación capitalista genera un proceso de
exclusión de mano de obra que tiende a formar una reserva permanente de
personas, a través de una progresiva sustitución de mano de obra por maquinaria,
lo que coincide con las ideas de Ricardo sobre la introducción de nuevas
maquinarias.

Ello posibilita frenar la tendencia alcista de los salarios, promotora de una


demanda de mano de obra que creciera al mismo ritmo que la acumulación.

Dicha reserva de mano de obra sirve como reserva en sí misma para los períodos
de expansión capitalista y a la vez como mecanismo de presión para la baja de los
salarios. La acumulación genera un excedente de mano de obra, pero a la vez,
precisa de él para continuar la acumulación: es causa y condición de la
acumulación capitalista.

Dice Marx en El Capital: “el incremento del capital lleva consigo el incremento de
su parte variable, es decir, de la parte invertida en fuerza de trabajo. Una parte de
la plusvalía invertida en fuerza de trabajo. Una parte de la plusvalía invertida
necesariamente tiene que volver a convertirse en capital variable o en fondo
adicional de trabajo. Si suponemos que, sin alterar las demás circunstancias, la
composición del capital permanece invariable (...) es evidente que la demanda de
trabajo y el fondo de subsistencia de los obreros crecerá en proporción al capital y
con la misma rapidez con que este aumente (...) la acumulación del capital
supone, por tanto, un aumento del proletariado.”(Marx, 1973, Pág. 557).

Sobre las consecuencias de este crecimiento constante de la demanda de fuerza


de trabajo tiene sobre los salarios, el autor señala: “como todos los años entran a
trabajar más obreros que el año anterior, llega forzosamente, más temprano que
tarde, un momento en que las necesidades de la acumulación comienzan a
exceder la oferta normal de trabajo y en que, por lo tanto, suben los salarios”
(Marx, 1973, Pág. 574)Este tipo de proceso se dio efectivamente, durante los
períodos de gran expansión del capitalismo.

Los salarios tienen una relación inversa con las ganancias de los capitalistas o
empresarios, pues el aumento de los salarios genera una baja de la tasa de
ganancias. Esta situación trae como consecuencia que los empresarios tengan
que decidirse entre invertir más o no. Si toma la primera opción el volumen global
de ganancias obtenidas puede compensar la disminución porcentual de la tasa de
ganancia y, la disminución de la inversión capitalista inicia un ciclo descendente de
la economía, un excedente de trabajadores y, finalmente, una baja de los salarios
y una recuperación de la tasa de ganancias.
En la medida que no varíe la composición del capital (en su componente variable o
destinado a la compra de fuerza de trabajo y constante, o destinado a los bienes
de capital), la crisis son el mecanismo propio del capitalismo de generar
desempleo coyuntural, y así, bajar los salarios y mantener las ganancias. Pero ello
no alcanza, es decir, en el propio proceso de acumulación debe existir un
mecanismo de ajuste de la relación salario-ganancia y no esperar hasta que el
ajuste los provoque la crisis.

La competencia entre los capitalistas los lleva a la búsqueda del abaratamiento de


las mercancías. Esto se consigue logrando una mayor productividad del trabajo.
Pero si en el proceso, la relación entre el capital constante y variable permanece
igual, las nuevas inversiones generan pleno empleo y favorecen las condiciones
de la clase obrera para pelear por aumentos salariales y por mejoras en las
condiciones de trabajo, lo que determina que la productividad tienda incluso a
bajar (Olesker, 2004 ).

Esto es uno de los factores que llevan a los capitalistas a invertir de manera
creciente en capital constante, maquinarias, nuevas tecnologías, métodos
modernos de producción, etc.

En otras palabras, la búsqueda de mayor productividad no se basa en la fuerza de


trabajo, generando un cambio casi permanente en la composición orgánica del
capital. Por esta razón, no se produce un aumento proporcional de la demanda de
trabajo, sino por lo contrario, una disminución progresiva. Como la demanda de
trabajo no depende del volumen de capital total sino solamente del capital
variable, disminuye progresivamente a medida que aumenta el capital total, en vez
de crecer proporcionalmente en relación con este, como antes suponíamos.

Marx señala que aunque el aumento del capital total supone también un
crecimiento del capital variable (y la demanda de fuerza de trabajo que este
representa), y este ritmo de crecimiento comienza a ser menor que el de la
población obrera y, por tanto, surge un excedente o sobrante de los trabajadores,
que tiende a ser mayor cuanto mayor es el ritmo de la acumulación capitalista.
Esta población obrera sobrante se genera por dos vías: el despido de los obreros
que antes tenían trabajo, y la imposibilidad de conseguirlo por una parte de los
nuevos contingentes de trabajadores.

Es importante señalar que los procesos no se enmarcan en una situación de crisis,


sino que resultan del proceso natural de acumulación capitalista. Y como los
nuevos capitales invertidos son, en última instancia, resultado del trabajo
acumulado, es la clase obrera, con su trabajo, la que genera las condiciones para
su futuro desempleo.

Marx denomina a la “población obrera sobrante” Ejército Industrial de Reserva


(EIR). Su primera función es deprimir los salarios: una alta dotación de mano de
obra desocupada o subocupada presiona a la baja de los salarios, por existir gente
disponible a trabajar por menores salarios.
Su segunda función es la de reserva, ya que en los momentos de expansión de la
economía, siempre habrá disponibilidad de mano de obra que, de no haberla,
presionaría a los salarios al alza.

En períodos de crisis, el EIR, integrado hasta ese momento por desplazados de la


acumulación o buscadores de trabajo por primera vez que no consiguen empleo,
se incrementa en volumen con el ingreso de todos los trabajadores desplazados
por las empresas cerradas en las crisis. En definitiva, el desequilibrio del mercado
de trabajo es la sumatoria de un componente estructural (modelo de acumulación)
y un componente coyuntural (crisis cíclicas).

El EIR tiene cuatro componentes:• Los desempleados propiamente dichos, es


decir, la superpoblación excedente relativa (SER) flotante, por su entrada y salida
del mercado de trabajo. Seria el desempleo abierto.

• Los que tiene trabajo esporádico, en malas condiciones y por ende siempre
están dispuestos a ingresar al trabajo formal. Son los precarios e informales que
Marx llamó SER intermitente.

• Los que están en sectores que serán destruidos y están en espera de ser
reserva. Marx los llamó SER latente.

• Los desplazados definitivamente, es decir, los desocupados crónicos.

Las teoría neoclásica del empleo ha predominado en el pensamiento económico


por más de un siglo, además de ser la más conocida y divulgada en el mundo
académico, por tal razón la tomamos como teoría base para la comparación entre
las diferentes teorías sobre el empleo (la propia neoclásica, la keynesiana y la
marxista).

La teoría neoclásica defiende el criterio de la mano invisible, donde de forma


automática los mecanismos del libre mercado regulan la igualdad entre la oferta y
la demanda de trabajo, manteniendo la economía en el equilibrio de pleno empleo.

Para sus representantes los altos salarios provocaban un aumento de la oferta de


trabajo, estos eran rígidos debido a la intervención del Estado y de los sindicatos y
por tanto eran los causantes principales del desempleo.

En la década del 30 el mundo capitalista se vio afectado por la crisis más grande
hasta ese momento, la crisis del 29 al 33. A la par de esta crisis se produjo otra
desde un punto de vista teórico, dado que la teoría neoclásica fue construida
sobre la base de un capitalismo ascendente de finales del siglo XIX y por tanto, no
podía dar respuesta a los nuevos fenómenos que acontecían.

Desde inicios del siglo XX se manifestaron con inusitada contundencia las


contradicciones del capitalismo monopolista, la I Guerra Mundial fue la sangrienta
concertación de estas contradicciones interimperialistas que se acumularon con tal
magnitud, que después del período de prosperidad de posguerra, confluyeron en
la terrible depresión.

En esta época ya había triunfado el socialismo en la Unión Soviética y el marxismo


se había difundido. La teoría general de Keynes representa un intento de
pensamiento alternativo que significó un cambio metodológico de la ortodoxia
neoclásica, en cuanto al rechazo de su sesgada percepción microeconómica, la
cual según Keynes, había desviado su atención de los esfuerzos de analizar
problemas macroeconómicos importantes.

En consecuencia dirigió la atención hacia los agregados, como algo diferente a la


suma del resultado del comportamiento individual. (Castaño, H. 2003).

Según Keynes, el análisis neoclásico era parcialmente correcto, lo que lo llevó a


compartir muchas de sus ideas, como la que el salario es igual al producto
marginal del trabajo, lo que era aplicado a cualquier factor de la producción. Según
Benito Besada Ramos este postulado es inconsistente con la teoría del valor
trabajo, además de contradecirse a sí mismo, pues aunque se aceptara que el
último obrero ocupado se le paga el producto marginal de su trabajo, este no sería
cierto para los obreros anteriores, salvo que se aceptara el que rijan diferentes
salarios para el mismo tipo de trabajo, lo cual no entra dentro de los supuestos
neoclásicos. (Besada R. B. 1981).

Sin embargo, existen otras ideas de los neoclásicos de la que Keynes, a partir de
su crítica, expone sus propios argumentos.

“De este modo la teoría clásica supone que los obreros tienen siempre la
posibilidad de reducir su salario real, aceptando una rebaja en el nominal. El
principio de que el salario real tiende a igualarse con la desutilidad marginal del
trabajo, claramente supone que los obreros están en disposición de fijar por sí
mismo el salario real, aunque no el volumen de ocupación que de el se deriva.

La teoría tradicional sostiene, en pocas palabras, que los convenios sobre los
salarios entre los empleados y trabajadores, estos pueden, si lo desean, hacer
coincidir sus salarios reales con la desutilidad marginal del trabajo resultante del
empleo ofrecido por los empresarios con dicho salario. De no ser cierto esto, no
queda razón para esperar que exista tendencia a la igualdad entre el salario real y
la desutilidad marginal del trabajo.” (Keynes, 1976, Pág. 24).

Estas ideas pueden resumirse de la forma siguiente:1. Los trabajadores no


aumentan su resistencia a una rebaja salarial en tanto el nivel de ocupación
aumenta, sino que ocurre todo lo contrario, están dispuestos a aceptar un salario
menor por tal de no quedarse en la calle.

2. Los trabajadores nunca discuten el salario real, pues este depende del nivel de
precios de los productos en el mercado; ellos discuten el salario nominal.
3. Contradice el planteamiento de que los salarios reales y los nominales varían de
forma proporcional, es decir, al bajar unos bajan los otros, por lo que los
trabajadores se niegan a prestar servicios por el salario nominal ofrecido,
actuando de esta manera sobre el salario real. Aunque el no fundamenta esta
apreciación pudiera pensarse que se basa en cualquiera de estos criterios:a) Al
disminuir el nivel de ocupación, el salario nominal, baja algo, pero el nivel de
precios disminuye más, buscándose por los empresarios el fenómeno de la
elasticidad precio, mayor que la unidad.

b) Pudiera entenderse que el salario nominal disminuye el producto de que hay


más presión entre los obreros por la desocupación sobrevenida, y que el nivel de
precios puede bajar más por la acción combinada de la productividad más alta de
ese factor en ese punto, junto a lo referido a la elasticidad. (Besada R, B,
1981)Estos son los argumentos que Keynes opone a las explicaciones
neoclásicas, dentro de sus propias concepciones, que no son otros que considerar
que el nivel de empleo se determina y resuelve dentro de las relaciones bilaterales
con los obreros y empresarios.

Esta convicción nos había conducido a pensar que los trabajadores podían
encontrar empleo si aceptaran una reducción de sus salarios reales, y este era el
único obstáculo que encontraba la ley de Say para conducir la economía al pleno
empleo.

Estas generalizaciones ahistóricas fueron atacadas por Marx y Engels. Los


fundadores del marxismo – leninismo habían incentivado a la necesidad de
analizar las leyes de cada modo de producción.

Desde este punto de vista, la oferta no puede crear su propia demanda en el modo
de producción capitalista, debido precisamente a su propia ley fundamental. Es
decir, antes de que una crisis de proporciones universales, como la del 29 al 33,
hubiera evidenciado que la oferta no crea su propia demanda, ya esta ruptura
había sido descubierta por Marx y Engels.

Keynes se dio cuenta de que el enfoque neoclásico era excesivamente


microscópico, y quiso contribuir con un punto de vista complementario, que llamó
macroscópico.

Para Keynes, no eran los elevados salarios la causa del masivo desempleo
involuntario que existía en Inglaterra, en los Estados Unidos y en otros países
desarrollados en la época de Gran Depresión. La verdadera causa había que
buscarla en un problema de insuficiencia de demanda agregada, y,
fundamentalmente, en el componente más volátil de la misma, que era la inversión
privada de los empresarios.

Keynes se dio cuenta de que la inversión empresarial dependía de lo que él


llamaba el estado de ánimo de los capitalistas, y de que éste se formaba de
acuerdo sobre todo con las expectativas de beneficio (de rentabilidad) que ellos
mismos se hacían --sobre la base de un complejo entramado de razones, donde
operaban factores de tipo subjetivo y objetivo al mismo tiempo--; y, finalmente, de
que muy bien pudiera ocurrir que ese estado de ánimo fuera más bien depresivo
debido a las pobres expectativas, provocando un bajo nivel de inversión,
disminuyendo con ella, la demanda de trabajo por parte de los empresarios
capitalistas.

Estas nuevas ideas de Keynes también lo condujeron hacia un tipo de recetas


muy distintas de las que propugnaban los neoclásicos. Puesto que el problema era
de demanda agregada, y más concretamente de la inversión privada, de lo que se
trataría, según él, es de reactivar la deprimida demanda poniendo fin a las causas
de esa depresión.

Para ello, a largo plazo se trataría de reproducir las condiciones de confianza


empresarial que llevaran a la clase capitalista de forma espontánea a generar el
nivel de inversión suficiente como para impulsar la recuperación, que vendría
seguida por un nuevo aumento de la producción y de la oferta, y, por consiguiente,
del empleo. Pero Keynes estaba mucho más interesado en el corto que en el largo
plazo, partiendo del supuesto de que mañana todos estaremos muertos, se
concentró en las medidas necesarias a corto plazo.

Un conjunto de políticas que, según él, deberían ponerse en práctica por la


sociedad, y más particularmente por el Estado, con el objetivo de reducir las tasas
de desempleo a los niveles más bajos posibles en el más corto espacio de tiempo
posible.

Desde este punto de vista, Keynes creía que, en tiempos de crisis, no había
tiempo para esperar que las fuerzas de mercado se pusieran a corregir por sí
solas los desequilibrios, y defendió públicamente la necesidad de que el Estado
tomara cartas en el asunto y se encargara él mismo, directamente, de dirigir la
economía hacia la dirección adecuada. A falta de una demanda de mercado
espontánea suficiente, proponía que fuera el Estado el que completara su
insuficiencia con una demanda pública adicional destinada a favorecer las ventas
y la producción de las empresas (es decir, el empleo).

De todos es sabido que las recetas de Keynes fueron a la vez monetarias y


fiscales. De hecho proponía simplemente que el Estado gastase más sin
necesidad de recaudar más impuestos, sino mediante la estrategia de incurrir en
déficit públicos sucesivos, directamente financiados por nuevas emisiones
monetarias. Keynes introdujo en su teoría general la categoría del desempleo
involuntario, que hasta ese momento no era tratada por los neoclásicos, pues
estos defendían la teoría del profesor Pigou del desempleo voluntario.

Aunque esta categoría resultara novedosa para el mundo económico burgués,


esta ya había sido tratada por Carlos Marx cuando definió el ejército industrial de
reserva.
Los análisis de Keynes parten de la demanda, desde el punto de vista
metodológico, igual que los marginalistas. Acepta al pie de la letra la ley de los
rendimientos decrecientes y utiliza hasta las últimas consecuencias los problemas
del margen (propensión marginal a consumir, eficacia marginal del trabajo, etc.).

El modelo keynesiano es considerado como un modelo cortoplacista, inflacionario


y deficitario. Estas mismas características hicieron que muchos lo consideraran
como un fracaso para los años posteriores a la crisis.

Los neoclásicos siguieron desarrollando sus teorías, perfeccionándolas y


adaptándolas a las nuevas condiciones, ejemplo de esto lo constituye la curva de
Phillips y las modificaciones de esta curva realizada por Friedman y Phelps tal y
como fue tratado en líneas anteriores.

El Estado es, según los neoclásicos, una fuerza intervencionista y distorsionante


porque con sus regulaciones y leyes --siempre excesivas, a juicio de estos
autores--, impide que se forme en el mercado de trabajo, un verdadero precio
libre.

Al imponer salarios mínimos, subsidios y otras protecciones frente al desempleo,


al regular de forma intervencionista el mercado de trabajo, los derechos de huelga
y despido, la contratación colectiva, etc.; al actuar, en suma, como un Estado de
bienestar (en la expresión favorita de los keynesianos), y no como un simple
Estado liberal en realidad lo que hace el Estado es contribuir a elevar
artificialmente el precio del mercado de trabajo (es decir, la tasa salarial) por
encima del nivel que correspondería a los fundamentos internos de la economía
(es decir, al funcionamiento libre y flexible de este mercado).

Por su parte, los sindicatos hacen otro tanto de lo mismo al imponer su poder de
monopolio en el lado de la oferta del mercado de trabajo. En lugar de dejar en
libertad al trabajador para decidir que llegue a un acuerdo libre con el empresario,
guiados ambos exclusivamente por las exigencias de sus respectivos
comportamientos individuales racionales --que en el fondo comparten, pues se
basan ambos grupos, según los neoclásicos, en la búsqueda consecuente de la
maximización de sus respectivas funciones de utilidad--, en vez de eso, lo que
consiguen los sindicatos es hacer efectivo un monopolio en el mercado de trabajo,
generando así todos los efectos nocivos que la teoría económica convencional
asocia con el monopolio, como uno de los fallos de mercado típicos, a saber: la
obtención de precios más altos y cantidades más bajas de las que
corresponderían en igualdad de circunstancias a la situación de libre competencia.

Si ellos culpan al Estado y a los sindicatos de ser los responsables últimos del
elevado nivel salarial y hacen recaer sobre el elevado nivel de salario la
explicación del desempleo, la solución que ofrecen no puede ser más lógica desde
su propio punto de vista.
Se trata de poner todos los medios al alcance de la sociedad para conseguir que
los salarios desciendan hasta su nivel de equilibrio, de forma que, una vez puesta
en práctica de verdad la flexibilización del mercado de trabajo, y eliminada de
hecho la rigidez, se volvería el equilibrio.

En términos gráficos se traduciría en el desplazamiento hacia abajo y hacia la


derecha a lo largo de la curva de demanda de trabajo, el consecutivo descenso
salarial traerá aparejadas, simultáneamente, el aumento de la cantidad
demandada, la disminución de la cantidad ofrecida y, al mismo tiempo, el
automático vaciado final del mercado, con lo que el equilibrio finalmente resultante
significará el anhelado retorno al nivel de pleno empleo.

A su vez consideran que existen tres tipos de desempleo: el friccional, el


estructural y el cíclico.

Los economistas burgueses han desarrollado sus teorías prácticamente al margen


de la teoría marxista.

“Para Marx, los cambios que se producen en la esfera de la producción son los
que determinan los cambios en la esfera de la circulación.” (Molina, E, 1979, Pág.
43)Para Marx el desempleo es inherente del sistema capitalista. Los capitalistas
en su afán de aumentar sus ganancias tratan de aumentar la rentabilidad
invirtiendo cada vez más en capital fijo, ya sea mediante la introducción de
equipos más modernos, nuevas tecnologías y métodos, con lo que la tasa de
crecimiento del nivel de empleo va disminuyendo, es decir, la demanda de trabajo
depende del capital variable. Por tal razón plantea que una parte del desempleo es
estructural, pero a la vez existe un desempleo coyuntural, provocado por las crisis
cíclicas propias del sistema, constituyendo una necesidad del mismo de contar
con un ejército de obreros para los períodos de expansión económica y para que
ejerzan presión a la baja de los salarios.

Esta superpoblación excedente relativa la subdivide en: flotante, intermitente,


latente y crónica.

La acumulación del capital es un proceso profundamente contradictorio. Por una


parte, la acumulación del capital es fuente de progreso de la producción, del
desarrollo y perfeccionamiento de las fuerzas productivas de la sociedad
capitalista.

Por otra, va acompañada del incremento de la explotación de los trabajadores, del


desempleo, del empeoramiento de la situación tanto de los parados como de los
que tienen trabajo. Al respecto Marx escribió:“Cuanto mayor es la riqueza social, el
capital en funciones, y la intensidad de su desarrollo y mayores por tanto, la
magnitud absoluta del proletariado y la fuerza productiva de su trabajo, mayor es
también el ejército industrial de reserva. La fuerza de trabajo disponible se
desarrolla por las mismas causas que la fuerza expansiva del capital. La magnitud
relativa del ejército industrial de reserva crece, por consiguiente, conforme crecen
las potencias de la riqueza. Pero cuanto mayor es este ejército de reserva en
comparación con el ejército obrero en activo, mayor es la masa de superpoblación
consolidada, cuya miseria está en razón directa a su tormento de trabajo. Y,
finalmente, cuanto más crece la miseria dentro de la clase obrera y el ejército
industrial de reserva, más crece también el pauperismo oficial. Tal es la ley
general, absoluta de la acumulación capitalista.” (Marx – Engels, T 23, Pág.
659)Esta particularidad de la acumulación capitalista engendra una determinada
tendencia histórica en el desarrollo del capitalismo y es que en el seno de este
régimen social se encuentra el germen de la destrucción, de su sustitución por un
régimen social nuevo, que es el socialismo.

Pero tanto Marx como Engels no se limitaron a trazar el derrotero general del
desarrollo futuro de la sociedad; en el proletariado, en la clase obrera descubrieron
la fuerza social encargada de llevar a cabo esta gran transformación: destruir al
capitalismo y construir el socialismo. De forma reducida podemos ver las
principales diferencias de estas teorías en el cuadro que aparece a continuación:

En conclusión:

• La teoría marxista del empleo se diferencia de la no marxista en cuanto a las


causas y posibles soluciones que le dan al problema del empleo, mientras que
coinciden en las clasificaciones generales del desempleo (cíclico y estructural)

• La teoría marxista del empleo parte de la oferta para explicar las causas del
empleo, siendo este producto del proceso de acumulación capitalista. La demanda
de trabajo depende del capital variable por lo que la disminución proporcional en
su inversión provoca un exceso de mano de obra, formándose el ejército industrial
de reserva.

• La teoría keynesiana plantea que el exceso de la demanda global es la causante


del desempleo y que el mercado, en épocas de crisis, no es capaz de regular
automáticamente la economía, principalmente para mantener el nivel de empleo.
En el corto plazo, son las rigideces de los salarios nominales las que impiden el
ajuste del mercado de trabajo.

• La teoría neoclásica plantea que la intervención del Estado y de los sindicatos


provocan el aumento de los salarios reales por encima del nivel de equilibrio y por
tanto, el desempleo. De no existir dicha intervención, la economía trabaja a un
nivel de pleno empleo, donde la demanda de trabajo es igual a la oferta de trabajo.

Partiendo pues de estas consideraciones de tipo teórico, construiremos nuestro


modelo para explicar la ocupación en Venezuela durante el periodo más reciente
de la misma; 1998-2006; con sus variables explicativas y las posibles soluciones.
Karl Marx
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Karl Marx.

Karl Heinrich Marx, conocido también en castellano como Carlos Marx (Tréveris,
Alemania, 5 de mayo de 1818 – Londres, Reino Unido, 14 de marzo de 1883), fue un
intelectual y militante comunista alemán de origen judío. En su vasta e influyente obra,
incursionó en los campos de la filosofía, la historia, la sociología y la economía. Junto a
Friedrich Engels, es el padre del socialismo científico. Sus escritos más conocidos son el
Manifiesto del Partido Comunista (en coautoría con Engels) y el libro El Capital. Fue
miembro fundador de la Liga de los Comunistas (1847-1850) y de la Primera Internacional
(1864-1872).

Biografía
Karl Marx fue el tercero de siete hijos de una familia judía de clase media. Su padre,
Herschel Mordechai (luego Heinrich) Marx, quien era descendiente de una larga línea de
rabinos, ejercía la abogacía en Tréveris, su ciudad natal. Era además consejero de justicia,
sin embargo recibió fuertes presiones políticas, por parte de las autoridades prusianas que le
prohibieron continuar con sus prácticas legales de acuerdo a su religión y le obligaron a
abrazar el protestantismo para poder mantener el cargo en la administración de Renania. Su
madre fue Henrietta Pressburg, nacida en los Países Bajos, y sus hermanos fueron Sophie,
Hermann, Henriette, Louise, Emilie y Caroline.

Realizó sus estudios de Derecho en la Universidad de Bonn pero los dejó para estudiar
Filosofía en Berlín. Se doctoró en 1841 en Jena con una tesis titulada Diferencia entre la
filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro. Pronto se implicó en la elaboración
de trabajos en torno a la realidad social, colaborando en 1842 junto con Bruno Bauer en la
edición de la Gaceta Renana (Rheinische Zeitung), publicación de la que pronto llegó a ser
redactor jefe. Durante este período también frecuentó la tertulia filosófica de Los Libres
(Die Freien). La publicación finalmente sería intervenida por la censura, y posteriormente,
Marx tuvo que marchar al exilio.
El periodo de París

Junto a Ruge funda en París la revista Anales franco-alemanes (Deutsch-französische


Jahrbücher), de la que fue director, si bien durante poco tiempo ya que el gobierno francés
la cierra por presión del gobierno prusiano. En 1844, en París, Marx conoce y traba amistad
con Friedrich Engels, que se convertirá en su principal colaborador y además le ofrecerá en
múltiples ocasiones apoyo económico debido a la penuria económica a la que se ve
sometida su familia dada la eventualidad de sus ingresos. También conocerá en Francia a
otros importantes pensadores socialistas de la época tales como Pierre-Joseph Proudhon,
Louis Blanc y Mijaíl Bakunin y al poeta alemán Heinrich Heine. Escribió sus reflexiones
teóricas de esa época en una serie de cuadernos de trabajo que póstumamente fueron
publicados como los Manuscritos económicos y filosóficos. Por otra parte, el peso político
de sus artículos periodísticos le hizo ganar fama de revolucionario, lo que provocó su
expulsión de Francia.

El periodo de Bruselas y del Manifiesto

Establecido en Bruselas, funda la Liga de los Comunistas, tras lo cual se declara apátrida,
ateo y revolucionario. Tras el periodo revolucionario de 1848 y la publicación del
Manifiesto del Partido Comunista, en coautoría con Engels, se traslada a Colonia, donde
organiza un nuevo diario, "Nueva Gaceta Renana" (Neue Rheinische Zeitung). Su nueva
publicación alcanza un éxito inmediato, en el contexto de una época de fuerte sentimiento
social y compromiso revolucionario. En consecuencia, es prohibido por el gobierno renano.

El periodo de Londres y El Capital

Es ahora cuando Marx se dedica a la escritura de una de sus obras fundamentales, El


Capital, que elabora en las salas de lectura del Museo Británico. El primer volumen de El
Capital no verá la luz hasta 1867, tras dieciocho años de trabajo.

Además, Marx participó en la fundación y organización de la Primera Internacional (28 de


septiembre de 1864), conocida como la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT),
participando activamente en las discusiones. A él se le encarga la redacción del
Llamamiento inaugural de la Internacional y participa en la elaboración de su estatuto y
otros documentos. Se entablará a partir de los debates un enfrentamiento entre Marx y
Bakunin, que terminará con la expulsión de este último en el Congreso de La Haya de 1872
y la salida de la Internacional de las secciones bakunistas. Estos últimos, reunidos en el
Congreso de Saint-Imier (Suiza), no reconocerían los acuerdos de La Haya y refundarían la
Internacional.

Tras la derrota de la Comuna de París de 1871, que significó un duro golpe para la
Internacional, Marx se retiró de la lucha política y se dedicó a la escritura de su
pensamiento. El 14 de marzo de 1883 falleció en Londres y su tumba se encuentra en el
cementerio de Highgate.
Vida familiar

Marx en 1882.

Karl Marx se casó con Jenny von Westphalen, hermana del ministro de Interior prusiano,
amiga de infancia con la que se comprometió siendo ya estudiante, pero sólo consiguió
casarse con ella tras la muerte de los padres de ésta, que se oponían a la relación, y tras
conseguir una cierta estabilidad económica (eventual) como director de los "Anales franco-
alemanes". Vivieron con fuertes penurias económicas debido a la irregularidad de los
ingresos de Marx, a la persecución política (que censuraba y clausuraba las revistas que
publicaba) y a tener que mudarse constantemente de país. Marx tuvo con Jenny von
Westphalen 6 hijos, en 1849 esperaban ya el cuarto, en 1855 ya habían fallecido tres
-Guido, Franciska y Edgar- convulsiones, bronquitis y tuberculosis serían las causas, la
pequeña, Eleonora Marx formó parte del movimiento feminista y Laura Marx, se casó con
el dirigente socialista francés Paul Lafargue, y se suicidó junto a él en 1911.

Con ellos vivía Helene Demouth, quien les ayudaba en las tareas domésticas y tenía una
excelente relación con la familia Marx. Era especialmente cercana a Karl, tanto así, que se
supone que tuvo un hijo ilegítimo con ella que fue reconocido por Friedrich Engels como
propio para evitar controversias dentro del matrimonio de Karl y Jenny.

Marx tuvo una vida personal dedicada de forma exhaustiva al estudio de las diferentes
disciplinas del pensamiento y en especial de la filosofía e historia lo cual implicó que nunca
tuviera estabilidad económica; sin embargo, contó siempre con el apoyo fiel e
incondicional de su amigo Engels.

Pensamiento
Testigo y víctima de la primera gran crisis del capitalismo (década de 1830) y de las
revoluciones de 1848, Marx se propuso desarrollar una teoría económica capaz de aportar
explicaciones a la crisis, pero a la vez de interpelar al proletariado a participar en ella
activamente para producir un cambio revolucionario.

La obra de Marx ha sido leída de distintas formas. En ella se incluyen obras de teoría y
crítica económica, polémicas filosóficas, manifiestos de organizaciones políticas, cuadernos
de trabajo y artículos periodísticos sobre la actualidad del siglo XIX. Muchas de sus obras
las escribió junto con Engels. Los principales temas sobre los que trabajó Marx fueron la
crítica filosófica, la crítica política y la crítica de la economía política.

Algunos autores pretendieron integrar la obra de Marx y Engels en un sistema filosófico, el


marxismo, articulado en torno a un método filosófico llamado materialismo dialéctico. Los
principios del análisis marxista de la realidad también han sido sistematizados en el
llamado materialismo histórico y la economía marxista. Del materialismo histórico, que
sitúa la lucha de clases en el centro del análisis, se han servido numerosos científicos
sociales del siglo XX: historiadores, sociólogos, antropólogos, teóricos del arte, etc.
También ha sido muy influyente su teoría de la alienación.

Otros autores, entre los que destaca Louis Althusser, argumentan que los escritos de Marx
no forman un todo coherente, sino que el propio autor, al desarrollar sus reflexiones críticas
sobre la economía política durante la década de 1850, se desembarazó de su propia
conciencia filosófica anterior y comenzó a trabajar científicamente. Desde esta perspectiva
no existiría una ciencia marxista, sino un científico, Karl Marx, que fue un pionero en la
comprensión de los mecanismos fundamentales que rigen el funcionamiento de la sociedad
moderna, en especial con su reelaboración de la teoría del valor, y cuya obra cumbre fue El
Capital.

Las obras de Marx han inspirado a numerosas organizaciones políticas comprometidas en


superar el capitalismo. Por una parte, habría que señalar la interpretación que han realizado
los leninistas, partidarios de que una vanguardia del proletariado, organizada en un partido
revolucionario, preparado, si es necesario, para trabajar en la clandestinidad, empuje a la
clase obrera a hacerse con el poder mediante la fuerza insurreccional de masas, para así
derrocar a sus antiguas clases opresoras y dominantes, la burguesía y la aristocracia,
expropiándolas de su control sobre el aparato de Estado y los medios de producción, y
procediendo a la construcción de un Estado obrero que, además de instituir a aquélla como
clase dominante, le permita avanzar hacia el socialismo —sociedad altamente igualitaria y
solidaria, sobre la base de la democracia obrera y la propiedad social sobre los medios de
producción, y un fuerte desarrollo productivo y cultural, con una economía planificada
capaz de suplir holgadamente las principales necesidades mayoritarias— y la desaparición
de la división de la sociedad en clases, hasta llegar al comunismo —sociedad sin clases
sociales y sin Estado, basada en un altísimo nivel de civilización—.

Por otra, la que realiza la socialdemocracia, en sus orígenes contraria a la táctica


revolucionaria y partidaria de avanzar hacia el socialismo a través de progresivas reformas
parlamentarias (hay que decir que la mayoría de partidos socialdemócratas han ido poco a
poco reformando sus planteamientos, hasta aceptar la economía de mercado). Otros
teóricos, como los del comunismo consejista son partidarios de la toma del poder por parte
de la clase obrera autoorganizada y no por parte de un partido.
Ideas filosóficas

Durante su juventud, y mientras se formaba en filosofía, Marx recibió la influencia del


filósofo alemán predominante en Alemania en aquel tiempo, Hegel. De este autor tomó el
método del pensamiento dialéctico, al que, según sus propias palabras, pondría sobre sus
pies; significando el paso del idealismo dialéctico del espíritu como totalidad a una
"dialéctica del devenir constante" donde la síntesis, a diferencia de Hegel, no había sido
realizada. Además, sigue utilizando el método dialéctico para analizar las contradicciones
en la historia de la humanidad y, específicamente, aquella entre el capital y el trabajo.

Una interpretación sobre el desarrollo de la obra de Marx, proveniente del francés Louis
Althusser, considera que los escritos de Marx se dividen en dos vertientes. Esta
interpretación es relevante en la exegética marxista, pero a la vez es muy polémica y pocos
autores la mantienen al día de hoy. Althusser encuentra dos etapas:

1 - Marx joven (hasta 1845) período en que estudia la alienación (o enajenación) y la


ideología, desde una perspectiva cercana al humanismo influida en gran parte por la
filosofía de Ludwig Feuerbach.

Marx se pregunta y contesta en sus Manuscritos de 1844:

¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al
trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que
se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino
que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del
trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo
suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción
de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su
carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción
física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en
que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el
trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le
pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino a otro. (...) Pertenece a otro, es
la pérdida de sí mismo. [1]

Paralelamente a estas ideas describe al hombre con diversas concepciones: lo considera un


ser real de carne y hueso; es únicamente el resultado de la historia económica, un predicado
de la producción de la misma historia.

Piensa que el hombre se realiza modificando la naturaleza para satisfacer sus necesidades
en un proceso dialéctico en que la transformación de agente y paciente es transformación
mutua. La autogeneración del hombre es un proceso real, histórico – dialéctico,
entendiéndose la dialéctica como proceso y movimiento a través de la superación sintética
de las contradicciones.

Cuando Marx habla de 'realidad' hace referencia al contexto histórico social y al mundo del
hombre. Asegura que el hombre es sus relaciones sociales.
Para Marx, lo que el hombre es no puede determinarse a partir del espíritu ni de la idea sino
a partir del hombre mismo, de lo que éste es concretamente, el hombre real, corpóreo, en
pie sobre la tierra firme. El hombre no es un ser abstracto, fuera del mundo sino que el
hombre es en el mundo, esto es el Estado y la sociedad.

La libertad, la capacidad de actuar eligiendo, está limitada a las determinaciones históricas,


pero es, al mismo tiempo, el motor de aquéllas cuando las relaciones sociales y técnicas
entran en crisis.

Dios, la Filosofía y el Estado constituyen alienaciones en el pensamiento, alienaciones


dependientes de la alienación económica, considerada para Marx única enajenación real.

En líneas generales, Marx defiende la idea de que la alineación empobrece al hombre


sociohistórico negándole la posibilidad de modificar aspectos de los ámbitos en los que se
ve involucrado, provocándole una conciencia falsa de su realidad. Sin embargo, éste es un
hecho que puede suprimirse.

Políticamente, el pensador alemán aboga por una sociedad comunista. Entre el hombre
alienado (aquel que no coincide consigo mismo) y el hombre comunista (aquel que
finalmente es igual a hombre) se coloca el proceso transformador. Sólo en la sociedad
comunista habrá desaparecido toda alienación.

2 - Marx maduro (1845-1875): Según Althusser, 1845, el año de La ideología alemana y


las Tesis sobre Feuerbach, marca la ruptura epistemológica (concepto tomado de Gaston
Bachelard). A partir de la cual Marx rompe con su etapa anterior, ideológica y filosófica, e
inaugura un período científico en el cual desarrolla estudios económicos e históricos usando
el método del materialismo histórico. Como diría Althusser, Marx inaugura el continente
historia.

Este es, eminentemente, el período de su magna obra: El capital. Crítica de la economía


política. No hay que olvidar, por otro lado, los textos de los que esta obra surge: la
Contribución a la crítica de la economía política (que dará material para el primer capítulo
de El capital) o los Grundrisse, cuyo tardío descubrimiento dio mucho que hablar sobre las
continuidades de Marx con su primera etapa, y proporcionó de argumentos a los críticos de
la ruptura epistemológica. Durante su etapa de madurez, la obra de Marx se vuelve más
sistemática y surgen sus conceptos económicos más destacados: la teoría del valor, la
explotación como apropiación de plusvalía, o la teoría explicativa sobre las crisis
capitalistas.

Sin embargo otros autores, incluido Erich Fromm, niegan la "ruptura epistemológica" y
sostienen que la idea de enajenación es la fundamental durante todo el pensamiento de Karl
Marx. Más cercanos al humanismo, no consideran que haya un joven y un viejo Marx y
reivindican la continuidad de su obra alrededor de un concepto del hombre y su enajenación
en el capitalismo.

Críticos de Marx
La importancia de Karl Marx en el panorama intelectual y político del siglo XIX, y de su
legado en el siglo XX, han provocado numerosas críticas a su obra y su persona. En el siglo
XIX, las principales críticas provenían de intelectuales y organizaciones del movimiento
obrero que sostenían posturas políticas distintas a las de Marx. Entre otros, Bakunin,
anarquista y rival en la inspiración de la Internacional, consideraba autoritario a Marx.
[cita requerida]

Durante el último tercio del siglo XIX y, sobre todo durante el siglo XX, la fuerza del
marxismo en los ambientes intelectuales y organizaciones políticas de todo el mundo hizo
que numerosos pensadores conservadores y liberales intentasen refutarlo. Algunas críticas
se centran en elementos concretos de la obra de Marx, mientras otras se oponen a alguna de
las versiones del canon marxista elaborado por las organizaciones políticas y los
intelectuales socialistas o comunistas.

Poco después de la muerte de Marx, el economista austríaco Böhm-Bawerk publicó varios


ensayos sobre el subjetismo del valor, entre ellos Karl Marx and the Close of His System,
de 1896, donde propuso refutar El Capital y la teoría del valor-trabajo marxista, en tanto
que teorías del campo de la economía. Ya en el siglo XX, una de las críticas más
influyentes[cita requerida] ha sido la de Karl Popper. En La sociedad abierta y sus enemigos
analizó lo que llama 'profecías' marxistas, según su opinión desmentidas por la historia.
Popper escribió también un ensayo crítico con las "pretensiones" del marxismo como
ciencia de la historia, considerando que incurre en lo que llama 'historicismo.

En el plano de la crítica personal, el historiador Paul Johnson dedica a Marx un capítulo de


Intellectuals, un libro en el que resalta la mezquindad personal de muchas otras luminarias
intelectuales.

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