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Capitulo VI 1958: CRISIS DE LA DEMOCRACIA Y DEL MODELO CULTURAL Eerste sa eerere guerra surcaron los cie- los de Caracas, despertando a todo el mundo que, a pierna suelta, se recuperaba de la noche de San Silvestre. No era una celebracién més, sorpresiva por lo inusual:se trataba de un levantamiento mi- litar contra la dictadura. Era el desalfo mis serio que habta debido soportar el régimen desde el 24 de noviembre de 1948. El asombro fue maytisculo, a comenzar por los propios parti- darios del gobierno. Un mes antes, éste habta realizado un plebis- cite para prolangaren mandatn, ycus recultados, af bien no sor- resivos, le podfan dar a Pére2 Jiménez una sensacién de solidez, de estabilidad y, si se apartaban los aspectos morales, tumbién de legitimided, sobre todo frente a sus Fuerzas Armadas. Pero al parecer le habfa salico el tiro por la culata: si bien el al- zamiento fue debelado, a medida que se iban tevelandolos nom- bres de los implicados se pudo ver cudn extendido y profundo era el malester entre la ofictalldadde las tresarmes. El fracaso del golpe no fortalecié al goblemo, como padris ha- berse pensado, Por el contrario, a partir de ese momentocomenz6 tun acelerado proceso de deterioro que terminarfa 28 dies més tar~ 134 de con suderrocamiento. Esto ultimo fue producto de una acumu- laciin de oposiciones que, al final, convirtieron el derrocamiento de la tirania en una empresa nacional. ‘A.comenzar por las propias Fuerzas Armadas. Desde el 24 de noviembre de 1948, cuando parecié soldarse de nuevo la unidad de comando que se habia roto en 1945, no habia habido ningun brote serio de indisciplina. Cierto, el régimen tenia enemigos en el seno de la institucién, pero habia procedido a una labor depurati va.con el resultado de unos dos centenares de oficiales que habian ido a dar ala cércel 0 al exilio o habfan visto truncada su carrera militar. Entre los alzados del primero de enero, figuraban hombres como el coronel Hugo Trejo, cuyo grado indicaba que no se irata- ba, como en 1945, de oficiales de baja graduacién, de «jévenes tur- cos» Henos de ambiciones licitas e ilicitas. Eso era muy grave para un régimen que solia presentarse co- ‘mo «gobiemo de las Fuerzas Armadas». Hasta ese momento, se pensaba que éstas eran monoliticas en su apoyo a Pérez Jiménez, el cual contaba adems con el sostén diplomatico del gobierno norteamericano, cuya politica se regia por la divisién simple entre gobiernos procomunistas y anticomunistas. Elde Pérez Jiménez estaba situado on asta tiltima categoria, y eso significaba para los EEUU no sélo el respaldo de un gobierno, sino, por el cardcter mismo de éste, el respaldo de un ejército, La situacion era ideal para la estrategia de la guerra fria.! Por otra par- te, siempre en elterreno de la politica exterior, no se podia pasar por alto el hecho de ser Venezuela un pais petrolero; es decir, que las potencias europeas estaban particularmente interesadas en ‘mantener buenas relaciones con un proveedor de! hidrocarburo ‘que, por lo demés, se habia portado tan bien, otorgando nuevas concesiones petroleras a raiz dela guerra del Sinaf. Pero qv edaba entonces demostrado que el «monolitismo» no ‘eratal,y porlo tanto, que acaso tampoco era confiable para la gue- cere _ ait i NS rra frfa y la caliente, un ejército que mostraba asf las profundas grietas que existian en su estructura interna y por lo tanto, inhi- bian su capacidad de combate: quienes se habfan alzado eran off- ciales del ejército de tierra y de la aviacién. Pero la comprobacién de la debilidad de! gobierno en el seno de las Fuerzas Armadas no fue sino el primer paso. Entre el prime: ro y el 23 de enero comienza un acelerado proceso de ampliacién y de acercamiento entre las diferentes oposiciones, no sélo en el terreno politico, sino en el social. Asf, la oposici6n se hace cada vez mas nacional, y a la vez, ese conjunto de adversaciones va dibu- jando la estructura del régimen que seguiria al de la dictadura, y hasta nuestros dias. En primer lugar, la oposici6n de aquellas agrupaciones cuya desaparicién se habia ido convirtiendo en la raz6n de ser de la dic- tadura: los partidos politicos y entre ellos el més grande, «Accién Democritica». Este habia sido el primero y més duramente golpea- do por Ia tiranfa: habfa visto caer a varios de sus dirigentes, muer- tos por la policfa; centenares de sus militantes habfan pasado por Ja cércel y las c4maras de tortura. Al final de la dictadura, el partido habfa sido desmantelado y desorganizado on cl interior del pafs. yeu war se esciichaha apenas en la emigraci6n; en el interior, un pequefio grupo de militantes trataba de recomponer la maltrecha organizaci6n; era un combate a cada rato perdido contra la temible policia politica, la Seguridad Nacional. Después de AD venia el partido comur tema leninista, hecha para resistir las embestidas policiales, le ha- bia permitido conservar intacto un aparato clandestine durante los diez afios de gobierno militar, Mantenfa una red de cuattocien- tos militantes, que daban vida y circulacién a un periédico clan- destino, Tribuna Popular que munca dejé de aparecer bajo la tira- nia. Conservaba un buena influencia entre los estudiantes liceisias fa. Su estructura in- _Usenss YEN centro 891982) a yy universitarios y era una fuerza en hibernacién pero no menos vi- va entre os obreros. ‘La politica del partido comunista se orientaba a lograr la unién de todas las fuerzas civiles que se oponjan ala dictadura, como pa- so previo a un gran frente nacional. Aqui, su aliado mds solicitado eraa la vez el més remiso, porque sus dirigent>s en el exilio se le oponian con ferocidad: «Accién Democratica». En cuanto a los otros dos partidos que habfan actuado entre 1945 y 1948, URD y Copei, ‘aunque nunca habian sido ilegalizados por decreto, se mantenian también en un estado de hibernaci6n, con algunos de sus lideres ‘cogidos a veces porla policia y enviados a la carcel o al exilio. El partido comunista habia comenzado a cosechar algunos éxitos en su politica unitaria acercéndose al més débil y menos es- tructurado de esos partidos: Unién Republicana Democratica, or- ganizaci6n que ademds nunca se habfa enfrentado al PC en Ia for- ma polémica y cotidiana en que lo habian hecho R6mulo Betan- courty Ja mayoria de los dirigentes de su partido, Entre los dos constituyen un organismo Ilamado «Junta Pa- {ti6tica», cuyo objetivo es reunir como se ha dicho a todos los fac- tores de la oposicién civil, pero esta vez abiertos también ala opo- sici6n mil tar, sobre todo después del Primero de enero, cuando ‘esa oposicién logré mostrar que existia. Luego de varios intentos, Ycon una ‘lireccién de la «Accién Democratica» reconstituida con ‘cuadros més j6venes, mas radicales y sobre todo sin la obsesién ‘aaticomunista de sus mayores, la Junta Patridtica logra que tanto AD como Copei acepten integrarse a ella, y envien a sus reuniones ‘algunos cuadros subalternos. ‘Sea como sea, el objetivo se ha logrado: ahora la Junta Patrié- ‘tiea puede hablar en nombre de los cuatro partidos; y en tal condi ‘eign y representacién, buscar apoyo en el resto de la sociedad. 2 Porque no era sdlo en los partidos y en el ejército que habia co- ‘menzado a manifestarse esa oposici6n. Desde mayo de 1957, se 137 habjan agriado las relaciones entre la Iglesia Catdlica y el gobier- no, lo cual habia llegado a su punto més alto luego de la prision de Rafael Caldera y su posterior asilo en la Nunciatura Apostélica y su exilio a los EEUU. En cuanto a los empresarios, el endeudamiento de ladictadura, su politica econémica que habia llevado -4¢ la plé- tora de un afio antes a una situacin dificultosa a comienzos de 1958, habia logrado concitar su desconfianza y luego su franca opo- sici6n, en particular de la banca. En la calle, los militantes mas activos contra la tirania conti- nuaban siendo los estudiantes. Los licefstas habian iniciado algu- nas acciones de calle. y en noviembre de 1957, cuando tado el mun- do creia que la dictadura habia logrado acallar para siempre cual- quier intento de oposicién, 10s estudiantes de la Universidad Central de Venezuela habian manifestado en la calle para protestar contra la farsa electoral de la dictadura. El movimiento fue repri- mido con dureza, pero eso no significé que los estudiantes se que- daran tranquilos. De hecho, el Frente Universitario jugé el papel més importante en las acciones de calle que precedieron al derro- camiento de la tirania, La manifestaci6n de! 21 de noviembre contra el plebiscito no signified gran cosa, en términos numéricos y de su resonancia en- tre la opinién piiblica. Quienes venian intentando hacer del com- bate contra la dictadura un movimiento de masas, no veian mu- cha diferencia entre ésta y las manifestaciones que hasta 1951, s€ Hevaban a cabo enla vieja sede de la UCY, de Bolsa a San Francis- co, Pero con independencia de su volumen, por la primera vez desde 1952, alguien se atrevia a protestar contra la dictadura, si se exceptiia las manifestaciones licefstas de febrero de 1956 que se hizo alusion més arriba, Aqui, el més importante hilo para anudar 1a estrategia del terror estaba, sino roto, por lo menos distendido: ‘a saber que lo mas importante no es la represion como la paraliza- cidn queella provoca. BB. usa voezvEA tokEMreseA cn. Pero no es s6lo por eso quelos estudiantes se van a revelar va- liosisimos en el combate conta ia dictadura, sino, antes de que comiencen las manifestaciones, por su prestigio y su aparente le- Janfa de los politicos, to que los hace ser mejor recibidos por los, conspiradores militares. Aqui es necesario hablar del significado teal de la Junta Patrigtica en el momento en que la dictadura vive Sus tiltimos dias. En todo el tiempo ce su existencia, con la tinica excepcion del Partido Comunista quien enviaréa ella un miembro desu Bur6 Politico, Guillermo Garcia Ponce, tampoco ninguno de 40s partidos convocados intentari realzar su importancia politica, Esose comprende, desde el punto de vista elemental de su sut- Pervivencia politica: muchas veces esos organismos pueden con- Vvertirse en rivales de los partidos politicos, pueden abrazarlos, pe- to tambié ahogerlos. Con todo, es muy posible que la relativa anonimia, la impertancia secundaria de sus miembros haya con- Eibuido a facilitatles, a permitirles actuar con mas libertad en el terreno de la accién concreta por el derrocamiento dela dictadura yenlas semanas siguientes, Es que no se trata solamente del rechazo normal que hubiese Podido causar entre los sectores de la Iglesia y la banca (y mis ge- neralmente la empresa privada) la presencia dle los comunistas en Je Jussta Patrt0uica, Se trata de las prevenciones que se tienen con- tral partido politico per seen esa institucién sin cuyo apoyo es ‘ntl pensar en la victoria: las Fuerzas Armadas, en cuyo seno es auemadamente vivaz ro s6lo el enticomunismo, sino el rechazo Gen él mejor de los casos la desconfianza hacia esos partidos poli eos quela tenaz propaganda de la dictadura ha presentado como 1s abominacién dela desolaci6n yen todo caso como gente que iene en su agenda secreta la disolucién del ejército, aya canine = See Y por cierto, al escribir «militares» conviene acentuar el plural. Porque al revés de lo que sucedia en 1936, cuando habia un ejérci- to si bien pequefio y todavia bastante bisofio, agrupado en forma- ci6n cerrada detrés de un comando tnico, en 1958 parecfa haber tantos jefes como oficiales de la misma jerarqufa. Esto se hard més evidente después del fracasado alzamiento del Primero de enero. Si uno examina los testimonios sobre el momento y encuentra mucha gente atribuyéndose la iniciativa de la conspiracién ysus més importantes desarrollos, no se tome esto como el simple de- seo de uncir el propio vagén al tren de la victoria.4 Es muy posible que sea cierto, pues en ese momento todo el mundo esta conspi- rando, como suele suceder cuando un régimen vive sus tiltimos momentos. En tales condiciones, si alguien afirma que el Contraaimirante Wolfgang Larraz4bal fue escogido para presidir la Junta de Gobier- no que sustituyé ala dictedura solamente por ser el oficial de ma- yorjerarquia; y si éste ripostaba que lo fue por sus méritos, es muy posible que ambas versiones sean ciertas. Por una parte, convenia, para no agregar otro elemento explosivo a la situacién, respetar cuidadosamente las jeraroufas castrenses. ¥ por la otra, el mayor tenor on la circunstancia cra au grisura mérita que alguion podi politica, ¢ incluso militar: un hombre a quien se habia conocido hasta entonces como director del Circulo Militar y del Instituto Nacional de Deportes, parecia garantizar con eso que no tendria demasiadas agallas. Ya estan pues completos, y dispuestos a aciuar en conjunto, todos los conspiradores contra la tirania, Pero ésta noserd una ac- cién como la del 18 de octubre de 1945, puramente militar. Ni tampoco, cierto es, puramente civil como ja del 14 de febrero de 1936. Aqui vaa tener una presencia decisiva ese elemento que si bien se present6 por primera vez en 1936, le falté a los conjurados contra Medina, al menos antes desu triunfo: la calle. we Hie aria conenrouines rs 190) En su agitacién, en el desencadenamiento de sus acciones, tu- ‘Yo una importancia de primera lines un sector que se tiene ten- dencia « considerar desligado de la calle, aislado en su torre de ‘marfil: os intelectuales. Ya se ha hablado de la formidable labor que desa rollan los estudiantes, tanto universitarios como liceis- tas. Pero ahora se agregarén los intelectuales y artistas, que firman ‘un manifesto contra la dictadura que causard, por sus términos y Porla calidad y el amplio sector que lo suscribe, un impacto nota ble en la opinion, en esa calle que ya anda muy revuelta Y que, desde el mismo momento en que se proclamala huelga general contra la dictadura, desborda claramente sus dirigentes. Cuando 121 de enero los estudiantes se mueven hacia los barrios para re- Partir sus manifiestos convocando a la huelga, pocos piensan que a respuesta va a ser tan formidable. Rios humanos descienden de los cerros, y si bien, decietado el estado de sitio, se marca un tiem- pode suspenso el 22, el 23 se lanzan de nuevo a la calle para dar el empujon final que, junto con la accion de las Fuerzas Armadas, ha- "4 que en la madrugada de ese dfa los caraquefos oigan el sonido de los motores de la «Vaca Sagrada, el avidn presidencial que lleva # Ciudad Trujillo al dictador despavorido, Es es6 misma valle que, al anunciarse la composicin dela ‘Aueva Junta de Gobiefno, militar, en su totalidad, se vuelve a des- bordar protestando por su presencia en ella de dos de los més som- brios representantes del régimen anterior, los oficiales Abel Rome- roVillate y Roberto Casanova, El nuevo gobierno cede y los dos militares son sustituidos por dos empresarios civiles, Eugenio Mendoza y Blas Lamberti, Sobre todo, esa calle va a demostrar su decision y también su Poder en'los meses subsiguientes cuando el 23 de julio y el 7 de ‘septiembre, sendas conspiraciones militares sean debeladas, Enla | steel ani ae menos que el Ministro deja dela nueva junta. Durante horas de intensas negociacio- 141 nes entre el gobierno y los conjurados, la calle se mantendré ex- pectante, apifiada en grandes multitudes frente al Palacio de Go- bierno; y en el tiltimo caso, los manifestantes intentan lanzarse con las manos desnudas al asalto del cuartel de os alzados.® ‘Ya estamos pues, del lado de acd del 23 de enero. Durante to- do el afio 58, dos cosas se sitéan en el centro de las preocupacio- nes tanto de los dirigentes politicos como del comin de la gente: una, la vigilancia frente a las intentonas para regresar ala situa- ictadura militar; dos, la conservaci6n de la unidad que cién de hizo posible el derrocamiento de la dictadura. Eno primero, todavia la Junta Patriética va a jugar un papel muy importante, y no dejar de estar presente su accién dirigente en las jornadas antigolpistas de julio y de septiembre. En lo segun- do, su accién se va 2 agotar en la busqueda de un candidato nico para la Presidencia de la Republic en las elecciones que, todos es- tén de acuerdo, se deben llevar a cabo en diciembre de ese afio pa- ra legitimar el régimen democratico. Pero aquf, frente a la cuestién concreta del poder, las cosas vuelven a enturbiarse (o, vistas desde el otro angulo, a clarificarse) pues los partidos ms grandes tienen cada uno su proyecto propio. En lo més que logan acordarse, hacia octubre, los partidos «Ac- cién Democrética», URD y Copei es en un programa comtin y en formar un gobierno de coalicién cualquiera que sea el resultado delas clecciones: es el Pacto de Punto Fijo que sera observado con bastante fidelidad en el primer quinquenio.” Que serd el de Romulo Betancourt quien, contra todos los pro- nésticos que se basaban en las tendencias del electorado caraque- fio, vence con una cémoda mayorfa a sus rivales Wolfgang Larraza- bal (candidato de URD y del Partido Comunista) y # Rafael Calde- ra, candidato de Copei. fistos son, a muy grandes rasgos, los hechos politicos que He- varon al derrocamiento dela dictadura y a la instauracion del régi- 142 men democrético que subsiste cuatro décadas més tarde. A partir de aqui, es posible hacer al menos tres reflexiones antes de sefialar los efectos a largo plazo de aquella crisis. En primer lugar, es necesario decir que, al derrocar a Marcos Pérez Jiménez no se estaba haciéndolo con un régimen cualquie- ra, sino con la dominaci6n personal més corta (1952-1958) de la historia de Venezuela. Esto tiene un significado que trasciende la propia personalidad del dictador, que sin duda no tenia, ni con mucho, losrasgos de caracter y el coraje de un Péez, de un Guz- ‘mén Blanco, de un Cipriano Castro o de un Juan Vicente Gomez. Pero el problema es otro, para explicar su corta influencia: se hacen sentir los efectos sefialados a propésito dela crisis de 1936, a saber la pérdida del miedo y la voluntad de no vivir bajo otro régi- men que no sea el democratico. Es cierto que, decepcionados por los escudlidos efectos de cuarenta afios de democracia, muchisi- mos venezolanos denostan de ella, y hasta manifiestan su simpatia Por alguna solucién de fuerza. Pero cuando se pregunta por las ca- racteristicas del régimen que podria suplantarlo, lo que se propone ‘ose intuye en la mentalidad popular esun régimen democritico, acaso con otro nombre y muchas veces ni eso, sino acentuando és- tao aquella caracteristica del régimen actual, y curandolo de sus ‘icivs mids evidentes que, por cierto, como la cormupeién, no le son en absoluto exclusivos. Es més, esa aceptacién dela democracia es etal manera extendida, que hasta sus adversarios més acérrimos ‘siempre tienen el cuidado de proclamarse demécratas, de rendir Parias ala diosa democracia, a la cual s6lo querrian suplantar por ‘un régimen sin sus pistulas, por un gobierno moralizador. La segunda reflexién fue hecha con mucho sistema en el quin- Greig eeiié 2123 de enero, aunque hoy haya perdido mu- Wigencia. Es la siguiente: Se pudo llegar més lejos de lo que -rieeeeaaana No se acobardaron los revolucio- enero una revolucién ala cubana? 143 rumecanuie ae pregunta formulada en aquellos térmi- Mas que como una evolu nos, fue en los hechos que se hizo en los afios sesenta. La R cidn Cubana abri6 las espitas del radicalismo en toda América La- tina. Apenas los barbudos guerrilleros de Fidel Castro y el Che Guevara llegaron a La Habana, una frase comenz6 a formarse en. Si ellos pudieron, spor los labios de todos los revolucionarios: qué no nosotros?» El mito de los doce muchachos atrincherados en la Sierra Maes- tra que al final logran no sélo vencer aun ejército profesional sino desafiar en sus propias narices al Imperio, inflam6 las juventudes de América. Tal vez en ninguna parte se dio eso como en Venezue- Ja, porque aqui la reflexion no tenfa forma interrogativa, sino aser- tiva: «Nosotros hubiéramos podido, el23 de enero de 1958». Mis por supueste que en el apoyo explicito del gobierno cu- bano, deseoso, como toda revolucién, de exportar sus métodos, sus técnicas y sus soluciones; més que en unas «condiciones obje- tivas» que en verdad nunca se dieron, es en esta «condicién subje- tivay donde reside la explicaci6n de la aventura insurreccional de los aftos sesenta. Pero no se puede trampear de tal manera con la historia: una cosa es 1956, y otra son los afios sesenta. En la Venezuela que sigue al 23 deenero, la ret6rica al uso es unitaria, y pacifista, Eso lo sefia~ 16 con mucha precisién Arturo Uslar Pietri en su primer articulo después del 23 de enero: «No fue éste un movimiento de un parti- do, ni de un grupo, ni de una clase, no tuvo ni siquiers un coman- do central reconocido, Fue més bien un movimiento de combus- tién esponténea, como la reacci6n de un organismo sano contra un veneno para expelerlo, lo que creé esta maravillosa, inesperada ysabita unidad».® Todo el mundo esta de acuerdo entonces con aquellas pala- bras, aunque a muchos no se les oculte que detras de la eruz tnita- ria pueda esconderse el diablo anti-partidos. 0 si se prefiere, anti- Uso oc exe cornpgnaa 192 partido, en singular. Porque lo que est presente en primer lugar es la enemige contra el mas importante de esos partidos, contra «Acci6n Democritica». incluso entre quienes son insospechables de dictatorialismo, o de ser adversos a la existencia de los partidos Politicos, existe siempre el temor de volver a la situacin del trie- niooctubrista, con el consecuente temor de que frente al «partido tinico» civil vuelva a constituirse el «partido tnico» militar. Ese temor nunca sera expreso, lo cual es mas que comprensi- ble pues, de serlo, seria mostrar una irritable desconfianza hacia ‘quienes, en ese momento solire todo, se trataba de no initar. Se va ‘usar entonces una férmula que, con otro sentido, se habia usado yabusado después del 18 de octubre: «unidad civico-militar», Esta vez no se queria la uni6n de un sector de la sociedad civil ~un partido- con un sector de la fuerza armada; sino de la socie- dad civil en cuerpo (como hubiese dicho Rousseau): partidos, sin- dicatos, empresarios, la Iglesia, con el conjunto de la institucién armada: elpafs reconciliado. En este discurso, por ~ierto, se vacon- figurando el pais que se busca, que se desea: esas son las fuerzas ‘subrelas cuales se debe asentar el sistema democratico. Esa. ret6qica impregnard todo el discurso del ano 1958. Servira, como es habitual, para encubrir muchas encas. pero también para camplir otras tantas. Es asi como la estabilidad del régimen demo. ‘eratico no vendra tanto por la unién de los partidos y de las Fuer- zas Armadas, sino porla division de esta Gltimas. Entre 1958 y 1962, ‘se asistiré a un serio proceso de intranquilidad militar. ‘Lamencionde esta titima fecha,1a de una insurreccién militar inquierdista, nos vuelve, con un nuevo elemento de ‘apoyo, ala pre- Suntahecha al principio y que la izquierda no dejé de hacerse ob. ‘esivamente en los 60: si elejército estaba dividido de tal manera, ‘spor qué no 2a ‘aprovecho para dar un empujon, acelerar el ritmo ‘evolucionario,transformat la insurreccién popular en quién sabe, ‘una revoluci in proletaria? ;Por qué no ‘surgié un Lenin que aban- _145 donase la unanimidad en torno al gobierno y gritase, por el contra~ rio, «Abajo el gobiemo provisional, viva la revoluci6n socialle? Es cierto que para la oposicién civil result6 muy sorpresiva la caida de la dictadura («Parece un suefio», dijo Caldera al regresar de su corto exilio). Pero no es s6lo en comparacién con la «divina sorpresa» que para los revolucionarios rusos resulté la caida del Zar que pueda hacerse la comparaci6n. Hay que tomar otros ele- menios en consideracién. En 1917, la pelea en Rusia no se estaba dirimiendo entre partidos burgueses partidarios del capitalismo y Partidos socialistas revolucionarios. La retérica anti-Kerensky al uso después del triunfo de la revolucién leninista sirvié durante mucho tiempo para ocultar el hecho de que quienes discutian y quienes se enfrentaban (y entre quienes hubo al final vencedores y vencidos) eran todos revolucionarios, cor: los habituales matices diferenciales. ‘Cuando emergiendo del famoso «vag6n blindado» que lo trajo desde Suiza a través de Alemania, Lenin se dirigié ala multitud embanderada de rojo, no estaba hablando solamente a sus cama- radas de partido, sino a militantes de todas las organizaciones re- s. Y quienes vienen a acogerlo, quienes vienen a reci- birio con tos brazos abiertos como se debe a quien reconocen co- mo uno de los lideres fundamentales de la Revolucin Rusa (que Ro es una promesa de futuro sino una realidad actuante) son no s6lo los dirigentes del partido bolchevique, sino de todas las de- més organizaciones revolucionarias, algunas de ellas en el gobier- no. Por supuesto que ese gobierno, si sus miembros sabian leery escribir y compraban la Pravda, no podian ignorar que Lenin no venfa a apoyar ese gobierno sino a combatirlo, Por su parte, el jefe bolchevique no se dejé engatusar ni un momento por el meloso fraternalismo de aquella especie de «Junta Patriética» rusa. Pero un hecho queda, si se quiere continuar con la compara: in: la mayorfa de los partidos integrantes de la «Junta Patridticas 146, venezolana no son ni pretenden ser revoluciona da que pase el tiempo lo confeserén mas abiertamente) sin rubor alguno, reformistas, gradualistas, y sobre todo, institucionalistas, ¥ al pueblo de Caracas, que con tanto arrojo se habfa lanzado a la pe- Tea, {se le podia echar contra Wolfgang Larrazbal, como se habla hecho con el pueblo de Petrogrado contra un Kerensky cuyo nom- bre se habfa ligado a la continuacion de una guerra aborrecida? Por otra parte, y esto es fundamental en el caso venezolaao, por raz0- nes provenientes de su propia historia después de 1935 como por Jo que la situacién misma de 1958 aconsejaba, el mas prudente, el ‘més institucionalista, era el Partido Comunista de Venezuela, Finalmente, hay algo que lama mucho la atencién. En todo Proceso revolucionario, en toda insurreccién, siempre hay un gru- Po, por pequefio, por marginal que sea, que proclame necesario ir «amis alld: son los «hebertistas» en la Revoluci6n Francesa; es la «oposicién obrera», el mismo Trotsky y otros extremistas dentro del Partido Bolchevique; e] POUM, losanarquistas en la guerra civil es- Pafiola, Pero nada de esto se present6 el 23 de enero, ni siquieza marginalmente. Nadie trat6 de desbordar el movimiento por la i quierda, nadie trat6 de pasarse de la raya, asf fuera propiciando luna aventura. Fn ese mamento, la prudencia alcanzé a (wus pot igual: es el cur oso caso de una revolucicn sin extremistas.? Hay una ultima cosa a decir antes de pasar ala enumeracion de las consecuencias de la crisis que hemos resefiado, Es que si bien se trata de una crisis politica, es mas que eso: es una crisis de ta democracia, en el mismo sentido positivo con que al principio acometfamos el anilisis de la de 1903; no se trata, pues, de nada ‘catastr6fico, antes bien lo contrario, Pero ademés, cuando hablamos de crisis de la democracia no ‘nos referimos solamente a sts aspectos politicos, sino al hecho de que el planteamiento y la particular solucién encontrada a lactisis Politica abrieron el campo para. algo muchisimo mas significativo, sors yesla presencia de una sociedad capzz de absorber Ios cambios ‘que se producirén en los afios sesenta, y que serén acaso los mas profundos en todo el siglo veinte, y quién sabe sien toda su histo- ria republicana. Para decirlo de una manera mas clara y precisa, la democrati- zacién del sistema politico venezolano hizo apta a la sociedad pa- ra aceptar los cambios provenientes de afuera, para que el pais no llegase con demasiado retraso al proceso de ruptura que hace dela época que se abre con los afios sesenta el inicio de una nueva eta- pa de la historia universal. Las ideas anteriores se inscriben dentro de la hipétesis, sefia~ lada en nuestro primer capitulo, del historiador inglés Geoffrey Barraclough.° Si, como se dijo, para élla década del sesenta mar- ca.una etapa diferencial en la historia de la humanidad, uno de sus momentos de ruptura, Jo actuado en Venezuela a partir de 1958, facilit6 la asimilacién de esos cambios culturales; un venezolane que cumplié veinte afios en 1950 se parece mucho mésa su abuelo de principios de siglo, que a su hijo que cumpli6 veinte afios en 1970. Tal como se ha hecho con el estudio de las crisis anteriores, ‘se sefialardn a partir de ahora las consecuencias de ésta de 1958. Pero antes de hacerlo debemos insistir en esa idea: nose trata s6- Jo de cambios politicos, ni econémicos, ni sociales, ni culturales tomados cada uno por separado, sino que se trata de todos ellos, en cierta forma emulsionados; la incorporacién de cuyos elemen- tos se daré al correr de los afios sesenta y el todo tendré como re- sultado un pafs muy diferente no s6lo al que le precedié en lo in- mediato, sino a cualquier otro de los que han existido en el curso de su historia. Es asi come, sin grandes derramamientos de sangre, y sin que sus dirigentes hayan tenido li intencién desenalar ese rumbo a los acontecimientos, se puede hablar de una transformacién re- M8 tre apc ean volucionaria, a través de las siguientes consecuencias de Ia crisis, de 1958: 1.En el terreno estrictamente politico, la consecuencia més inmediata es la que més comtinmente se le seftala: la instauracién ide un régimen democrético caracterizado por la libertad de expre- ‘i6n, el libre juego de los partidos politicos (y un especial dominio de los més grandes durante muchos afios), a celebracién de elec- clones libres y, en general, aceptadas como limpias; un juego cada vez mas equilibrado entre los poderes pablicos; y una creciente preocupaci6n, si ro siempre respeto, por los derechos humanos y Tapuleritud edministrativa. De todo lo anterior, conviene subreyar lo que ha dado el tono ala vida polit’ca, pero también a la sociedad en su conjunto, des. ués de 1958: la presencia y actuaciGn del partido politico. Hasta 1985, ese sistema se caracteriz6 por la dominacién de dos parti- dos de desigual tamatio e influencia, Accién Democrética y Copei pero s6lo durante veinte afios (1973-1993) el electorado le dio su sanci6n al bipartidismo con la polarizacién electoral. Hoy esa po- larizaci6n ha cedido, pero no es a eso que se deba también elaflo- Jamiento del corsé bipartidista, sino al debilitamiento, al deterioro interna, al decprostigio dc los pat tidus. Cun todo, es todavia tem- Prano para sefalar su desaparicién, como la pronostica demasia- da gente que confunde deseos con realidades: en 1993, los candida- tos de ADy de Copei quediaron en segundo y tercer lugar después

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