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IES Wenceslao Benítez - Departamento de Filosofía - Historia de la Filosofía 2º Bachillerato

Contexto de Descartes CURSO 2010 / 2011

DESCRIPCIÓN DEL CONTEXTO HISTÓRICO-CULTURAL Y FILOSÓFICO QUE


INFLUYE EN EL AUTOR DEL TEXTO (CUESTION 1 DEL MODELO DE EXAMEN),
APLICADO A LAS PARTES II Y IV DEL DISCURSO DEL MÉTODO DE
DESCARTES
Dentro de esta primera cuestión hay que resolver dos exigencias distintas que se puntúan
separadamente: primero se redactará el contexto histórico-cultural y después el contexto
filosófico.
Describir el contexto histórico cultural de un autor es ubicarlo en el tiempo y
espacio histórico que corresponda, precisando los siglos en que vivió y señalando la civilización
o nación a la que perteneció. Para ello se mencionarán y presentarán brevemente los principales
hechos históricos de la sociedad de su época: sucesos políticos, militares, y económicos, y se
referirán las aportaciones culturales de carácter no filosófico más relevantes en el ámbito de las
artes y las ciencias, citando los autores y movimientos destacados en artes plásticas (arquitectura,
escultura, pintura), literatura (narrativa, poesía, teatro) o música, y los científicos más influyentes
en matemáticas, ciencias de la naturaleza o ciencias humanas. Para Descartes puede hacerse uso
de estos contenidos:

Descartes se enmarca dentro de la Edad Moderna, período de la


historia universal que se inicia en Europa, finalizada la Edad Media, en
el siglo XV, abarcando hasta la Edad Contemporánea, que comienza con
el siglo XIX. Dentro de la Edad Moderna se dieron los siguientes
períodos: Renacimiento (siglos XV y XVI), Barroco (siglo XVII, en
cuya primera mitad vive Descartes) e Ilustración (siglo XVIII), última
etapa de la modernidad a la que seguirá el Romanticismo, con el que
comienza de la Edad Contemporánea.

Desde un punto de vista general, las características propias de la


Edad Moderna fueron el antropocentrismo y el naturalismo que
sustituyeron al teocentrismo del medievo; aunque el tema de Dios y la
importancia de la religión no desaparecen y siguen teniendo su peso, ya
no serán el epicentro de la vida sociocultural, dominada ahora por el
interés hacia el hombre (antropocentrismo) y la naturaleza (naturalismo),
como lo demuestra el enorme desarrollo que, pese a la oposición de las
autoridades eclesiales a través de una implacable Inquisición,
experimentaron las ciencias de la naturaleza (Nueva Ciencia), sobre todo
la física, la astronomía y la medicina (Harvey describe la circulación de
la sangre culminando el trabajo de Miguel Servet), de la mano de las
matemáticas y de los nuevos instrumentos de observación: Kepler y
Galileo, tras la tarea llevada a cabo en el Renacimiento por Copérnico,
acaban con la imagen aristotélica del mundo que, a través de la
escolástica había llegado hasta la modernidad, pasándose de una
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interpretación del universo, inspirada en las cualidades de los cuerpos,
como finito, geoestático y geocéntrico, a otra infinita, geodinámica y
heliocéntrica. La investigación científica además, deja de lado las
universidades que, dominadas por la vieja escolástica y los teólogos
católicos, entran en crisis, y pasa a los salones y a las recién fundadas
academias o sociedades científicas.

El siglo de Descartes, el siglo XVII, es el siglo del Barroco, etapa


de profunda crisis e inestabilidad social y política, desequilibrios,
angustias y enfrentamientos de diversa índole ante los que, no obstante,
se buscan soluciones con afán. Las expresiones principales de esta crisis,
que dieron lugar a que al siglo XVII se le haya denominado el de “la
crisis de la conciencia europea”, fueron: la fragmentación del
cristianismo, a partir de la Reforma protestante de Lutero contestada,
vigorosamente, especialmente en Italia y España por la Contrarreforma
católica, en múltiples confesiones (calvinistas, hugonotes, jansenistas,
anglicanos, puritanos etc.) que polemizaban respecto a creencias tales
como la interpretación de la Biblia, la autoridad de la Iglesia, la
salvación, los sacramentos, el ejercicio del sacerdocio o el dogma de la
Virgen María; las guerras generalizadas, tanto dentro de los estados en
multitud de conflictos civiles (revueltas campesinas, guerra de La Fronda
e insurgencias de los hugonotes en Francia, en Inglaterra hay dos
revoluciones, 1644 y 1688, y una guerra civil que termina con la
ejecución en 1649 de Carlos I, en España los motines de Vizcaya, la
guerra de Cataluña y la rebelión de Portugal en 1640…etc.), como entre
las distintas naciones que, reivindicándose ahora como tales, pugnan por
imponer su hegemonía. A este respecto el conflicto más duradero fue la
guerra de los Treinta Años (1818-1848), que efrentó a Francia y
Alemania y en la que participó el propio Descartes, alistado en las tropas
de Mauricio de Nasau; y, por último, los antagonismos sociales (la
nueva burguesía frente a los nobles, los campesinos frente los señores
que acaparan la propiedad de la tierra y los aprendices y obreros frente a
los patronos) entre una población mayoritariamente agraria que todavía
se rige conforme a los principios de la sociedad estamental y que sufre de
modo extremo las hambrunas y las enfermedades (la mortandad infantil
rondaba el cincuenta por ciento y las esperanzas de vida estaban por
debajo de los cuarenta años). En este ambiente de constante
conflictividad, la forma política predominante es la monarquía absoluta
(Luis XIV y Richelieu en Francia, dictadura de Cromwell y Carlos II en
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Inlaterra, Felipe IV y Olivares en España, Guillermo III de Orange en
Holanda, Federico Guillermo I en Alemania…etc), presentada como el
medio propicio de garantizar la paz deseada: Hobbes (1588-1679),
filósofo inglés, justificó el absolutismo en su Leviatán (1651) por la
necesidad de garantizar socialmente el orden y la seguridad de los
ciudadanos, amenazados por el egoísmo, la ambición y la rapiña propia
de la naturaleza humana, haciendo célebre la antigua máxima de Plauto:
homo homini lupus (“el hombre es un lobo para el hombre”).

Desde el punto de vista artístico el Barroco supone una ruptura


con la mesura y el equilibrio emocional del arte del Renacimiento, lo
cual no es sino la expresión en el ámbito de las artes plásticas y la
literatura de la crisis sociopolítica generalizada del siglo XVII. La
inestabilidad se refleja en el movimiento y exuberancia de las pinturas de
Rubens que representan en cada escena el exceso y el desbordamiento de
la naturaleza; en la extravagancia del Palacio Real de Versalles; en el
patetismo de la pintura religiosa; en la recargada ornamentación de las
pórticos y los retablos de las iglesias, que rompen el equilibrio de líneas
del clasicismo anterior a través de apuestas tales como las columnas
salomónicas. Todo es dinamicidad, mudanza y fugacidad que refleja una
concepción pesimista de la vida humana, resaltándose la apariencia, la
contingencia y la duda: la literatura lo refleja muy bien desde las
elucubraciones de Don Quijote en Cervantes y las turbulencias de los
personajes de Shakespeare (la duda de Hamlet, por ejemplo), hasta las
obras ya propiamente barrocas como Fuenteovejuna de Lope de Vega,
La vida es sueño de Calderón , El Misántropo de Molière, El Criticón de
Gracián o El Buscón de Quevedo. En música destacaron los italianos
Monteverde y Vivaldi, cuya célebre obra Las cuatro estaciones, refleja a
la perfección la obsesión por el tiempo tan característica del siglo XVII.

Por su parte, plantear el contexto filosófico de un autor es enmarcarlo y relacionarlo


con el periodo de la historia de la filosofía en que desarrolló su actividad intelectual, refiriendo
brevemente sus características generales, las etapas, movimientos y autores principales que se
hayan dado en su época y resumiendo las influencias que recibe del pensamiento filosófico
precedente y las que ejerce sobre el inmediatamente posterior.

La contextualización filosófica de Descartes ha sido trabajada en


clase. Consiste en enmarcar a Descartes dentro de la filosofía moderna
planteando la definición, cronología, corrientes (empirismo, idealismo
trascendental o criticismo, ilustración francesa e idealismo absoluto),
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autores (ver tabla de la historia de la filosofía moderna), características
generales de este período de la historia del pensamiento y
antecedentes e influencias generales del cartesianismo en el pensamiento
posterior.

Concretamos estos dos últimos aspectos por, a diferenta de los


otros, no haberse abordado detenidamente en clase: Los antecedentes del
cartesianismo en la filosofía antigua se remontan al pitagorismo
(concepción de las matemáticas como modelo de conocimiento y
dualismo antropológico), Parménides (rechazo del conocimiento sensible
e identificación del pensamiento con la realidad), Sócrates (método
mayéutico, objetivismo, concepción de la verdad como
autodescubrimiento, antecedente de las ideas innatas), Platón (influencia,
aunque con considerables diferencias, de su dualismos ontológico y
antropológico), Aristóteles (influencia de su interpretación de la
sustancia, aunque sus concepciones de la misma difieren notablemente,
pues Descartes rechaza el hilemorfismo y la concepción de los seres
humanos como substancias) y San Agustín (antecedente en el si fallur
sum del cogito ergo sum cartesiano y preocupación por la argumentación
racional sobre Dios); además de la influencia que recibe de las
demostraciones medievales de la existencia de Dios (argumento
ontológico a priori de San Anselmo y Vías a posteriori de Santo Tomás).
La influencia posterior de Descartes se centra, principalmente, en la
continuación del racionalismo por parte de autores que no hemos
estudiado, principalmente Spinoza y Leibniz, en el idealismo absoluto de
Hegel, corriente bisagra entre la filosofía moderna y, ya en la filosofía
contemporánea, en la fenomenología de Husserl. Su pensamiento influyó
también, como hemos subrayado en clase, en las corrientes que lo
refutaron: empirismo e idealismo trascendental.

La redacción del contexto filosófico puede iniciarse:

a) Haciendo brevemente referencia a la biografía y obras del autor, destacando aquellos


episodios de su vida que hayan influido más en su pensamiento filosófico. Para Descartes puede
hacerse uso de estos contenidos:

Nace en 1596 en La Haye (Turena, Francia) y muere en Estocolmo


en 1650, adonde avalado por su fama había ido a instruir, por deseo
expreso de la monarca, a la reina Cristina de Suecia. Hijo de un
consejero del parlamento de Bretaña, fue educado en el prestigioso
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colegio de los jesuitas de La Flèche, fundado por Enrique IV, donde
recibió una sólida formación escolástica de la que posteriormente
quedaría decepcionado excepto en lo tocante a las matemáticas, su
verdadera pasión junto con la filosofía. Más tarde, para dar gusto a su
familia estudiaría Derecho en Poitiers, donde se licenció en 1616, aunque
jamás ejerció. Tras finalizar sus estudios y “para aprender en el libro de
la vida” se alistó en el ejército para participar en la Guerra de los Treinta
años (1618-1648) bajo la dirección, en el bando católico, de Mauricio de
Nasau, príncipe de Orange, trasladándose a los cuarteles de invierno del
duque Maximiliano de Baviera en Neuburg (Alemania), momento en el
descubrió los fundamentos de su método (10 de noviembre de 1619).
Posteriormente viajó por Europa hasta establecerse definitivamente en
Holanda al amparo del clima de libertad y tolerancia que allí reinaba,
viviendo modestamente de una pequeña herencia familiar, consagrado al
estudio y elaboración de su obra y en contacto permanente con los
hombres doctos de su tiempo.

b) Señalando cómo se clasifica o evoluciona su obra, citando las más importantes y


haciendo una especial mención a la obra a la que pertenece el texto (temática, estilo y estructura
interna). Para Descartes puede hacerse uso de estos contenidos:

Nace en 1596 en La Haye (Turena, Francia) y muere en Estocolmo


en 1650, adonde avalado por su fama había ido a instruir, por deseo
expreso de la monarca, a la reina Cristina de Suecia. Hijo de un
consejero del parlamento de Bretaña, fue educado en el prestigioso
colegio de los jesuitas de La Flèche, fundado por Enrique IV, donde
recibió una sólida formación escolástica de la que posteriormente
quedaría decepcionado excepto en lo tocante a las matemáticas, su
verdadera pasión junto con la filosofía. Más tarde, para dar gusto a su
familia estudiaría Derecho en Poitiers, donde se licenció en 1616, aunque
jamás ejerció. Tras finalizar sus estudios y “para aprender en el libro de
la vida” se alistó en el ejército para participar en la Guerra de los Treinta
años (1618-1648) bajo la dirección, en el bando católico, de Mauricio de
Nasau, príncipe de Orange, trasladándose a los cuarteles de invierno del
duque Maximiliano de Baviera en Neuburg (Alemania), momento en el
descubrió los fundamentos de su método (10 de noviembre de 1619).
Posteriormente viajó por Europa hasta establecerse definitivamente en
Holanda al amparo del clima de libertad y tolerancia que allí reinaba,
viviendo modestamente de una pequeña herencia familiar, consagrado al
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estudio y elaboración de su obra y en contacto permanente con los
hombres doctos de su tiempo.

En la exposición del contexto debe incluirse algún “guiño” o referencia particular al texto
objeto de comentario, ejemplificando, siempre que sea posible, con una o varias afirmaciones
literales que se citen en el texto alguno de los datos que se hayan nombrado.

La redacción del contexto de cada uno de los autores del Programa está resuelta y
redactada en múltiples y diversas fuentes: manuales, Internet, extraerse de los contenidos que, en
letra pequeña, arriba planteamos etc., y podría simplemente memorizarse una de estas fuentes y
trasladarse directamente así al examen; pero lo recomendable no es esto, que denota hacer uso de
un discurso prestado, manido y encorsetado carente de originalidad que difícilmente va a
evaluarse mucho más allá del simple aprobado. Por el contrario, para maximizar la calificación,
cada alumno debe, a partir de las pautas que aquí se sugieren, elaborar y redactar
individualmente su propio contexto, dotándolo creativamente de su sello personal y estilo
singular.

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